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El regreso: la asamblea

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LA ASAMBLEA

Cuando el conflicto en la Costa de Fuego se produjo, Felipe llevaba ya varios años residiendo en Midian. En su posición de Barón de Midian, tenía un puesto como tribuno dentro de la Asamblea del Gran Consejo. Los miembros del Gran Consejo eran los dirigentes de los reinos Homo Magick, y, por lo tanto, la fuerza jurídica y ejecutora única. Ningún hecho, conflicto o acción, podía ocurrir sin que pasara por sus manos valedoras, así que, el ataque de las tropas de Lord Ricardo al asentamiento de los Arponeros debía ser juzgado allí como acción valida o no.

Los Dumas, cuya ostentación del titulo de Barones de Midian solo se había saltado en el caso de Samuel, siempre habían sido simpatizantes del pueblo de los Arponeros. Así que, en cuanto la noticia llego a oídos de Felipe, este no tardo en partir a la capital para asistir a la Asamblea.

Cual no sería su sorpresa cuando, en la vista preliminar, vio, entre los acompañantes de Lord Ricardo, a una cara conocida. Aquella primera reunión no tenía apenas publico, pues solo se dedicaba a que se tomara testimonio de que la parte en juicio estaba presente.

Felipe no perdió tiempo en hacer llegar un mensaje al credo, pues aquel rostro conocido era uno de los sujetos de más interés para la institución. Aunque sabía que aquellas serpientes, como las llamó Samuel en su momento, habían provocado la división y caída de la orden, tenía noticias de uno o dos ex compañeros que seguían vivos y localizables (Al menos para alguien como él).

El día siguiente llegó, y con él la Asamblea. Todos tomaron asiento, en cuanto el Gran Consejo así lo hizo. Tras algunos ritos protocolarios, Lord Ricardo fue instado a declarar.

-Gran Consejo... Señores Tribunos... Bien es sabido que entre mis antepasados se cuentan algunos que fueron dueños y constructores de una fortaleza en la Costa de Fuego. Dicho lugar fue construido con el permiso del Gran Consejo, y por lo tanto ninguna ilegalidad habría en mi al reclamarlo – se detuvo para recorrer con la mirada la estancia y a los allí congregados -. Así que decidido a reclamar lo que es mío, acudí a la fortaleza. Cual no sería mi sorpresa cuando encontré la resistencia de los Arponeros.

-Discúlpeme, Lord Ricardo – interrumpió el Barón de Midian – He de recordarle que la Costa de Fuego fue durante siglos uno de los puntos de unión de las tierras de los Hommo Magick y de los Demonios, y que, por ello, el Gran Consejo Hommo Magick, había colocado a sus más bravos guerreros: los Arponeros; para guardarla de las incursiones demoníacas.

Lord Ricardo contuvo su rabia. Era derecho de todo tribuno intervenir en cualquier momento a fin de aclarar mejor los hechos en juicio.

-Llegue con mis hombres a las tierras féricas – continuo Lord Ricardo -, en busca de la fortaleza que mis antepasados habían construido en la Costa de Fuego.

-He de recordarle que dicha posesión, así como otras, les había sido sustraída antes de echarlos a Nova 1 – volvió a intervenir Felipe -, así que en todo caso, llegó usted a aquellas tierras exigiendo algo que no era suyo, y al encontrarse con la oposición de, los siempre fieles al Gran Consejo, aquellos Arponeros no dudo en presentar batalla ante las murallas de la fortaleza.

Lord Ricardo cerro los puños y se mordió la lengua...

-Sir Juan y Sir Heinrith, aquí presentes – continuo Lor Ricardo -, lucharon durante horas con los Arponeros, como también hiciera yo mismo. Más tarde Du Lak, aquí, también, presente, decidió unirse a la batalla. las cosas siguieron igualadas, los Arponeros, eran dirigidos por, quien entonces tome como un bravo y honroso guerrero, su Gran Jefe militar: Luciano; cuya pericia en el combate era superior a la de cualquiera de sus invencibles hombres.

"Finalmente, Luciano y yo decidimos dar la batalla como empatada, y retirar nuestras tropas a la espera de un veredicto del Gran Consejo.

"Pero Luciano demostró aquella noche de reflexión y espera, no ser un guerrero propio de confianza y respeto. Mientras paseaba aquella noche, cayó sobre mi un asesino enviado por mi adversario, y, si no llega a ser por mi valor y mis hombres, habría cumplido su objetivo.

"Comprenderá el Gran Consejo y los Señores Tribunos – y esta vez, en lugar de pasear su mirada por el recinto, la clavó en el Barón de Midian -, que no iba a quedarme esperando a que volvieran a atentar contra mí. Así que al amanecer atacamos y reducimos a los arponeros, dando, posteriormente, escarmiento con el traidor Luciano.

El Barón de Midian se levanto, para volver a revocar al Lord.

-¿Es cierto que Luciano le dio también a conocer que aquello que vos reclamabais ya no pertenecía a vuestra familia, si no que había sido cedido a los Arponeros, en los tiempos de Valeriano Magno? ¿Acaso, como me ha corroborado vuestro antiguo tutor Sir Heinrith, los documentos de cesión no fueron puestos a vuestra disposición? Y no os culparía moralmente, si vuestros actos vinieron motivados por vuestro amor a la estirpe, el cual os impedía admitir que vuestra familia hubiera sido desterrada de las tierras féricas por conspiradora y homicida.

-No pienso soportar que se falte a mi familia.

Bramó Lord Ricardo.

-Ya tampoco que se falte a la verdad, milord – todo el auditorio guardaba silencio, expectante ante la locuacidad y las habilidades, famosas ya, del Barón para llegar a la verdad -... Pero, quizá de todo esto no tengáis toda la culpa, pues observo entre tus testigos a "Rat" O´Hoggan – el Barón hizo una pausa mientras observaba como un leve temblor recorría el cuerpo de uno de los testigos de Lord Ricardo, aquel cuyo rostro le había sido familiar al Barón el día anterior -. Gran Consejo... Hermanos Tribunos... Estoy seguro que habéis oído hablar del Credo de los Soulwalkers. Bien es conocida la habilidad de estos hombres para el asesinato, e incluso... la conspiración – y al decir esto, clavó sus ojos en el hombrecillo que le devolvía con una mirada salvaje la suya -. Permítanme, pues es bien sabido que fui miembro del Credo en el pasado, hablarles del señor "Rat" O´Hoggan... Criado en Edimburgo. Su madre apenas era una adolescente cuando lo tuvo, y enseguida se desentendió de él para ocuparse de la vida en los barrios bajos de la ciudad. "Rat" creció odiando a las mujeres, y viendo en cada una de ellas a su madre. Tampoco su aspecto enclenque, sus enormes orejas y la extraña forma de su cabeza, ayudaron mucho a la felicidad de la infancia del chico.

"Los impulsos homicidas anidaron en él, como las cigüeñas anidan en los campanarios de las iglesias, y pronto pudo probar, por primera vez, el sabor de la sangre. Fue en las calles de uno de los barrios más pobres de la ciudad, como siempre su madre se había quedado frita en el sillón, seguramente aún con la jeringuilla clavada en el brazo, y hasta que no despertara, "Rat", tendría que quedarse esperando fuera. Fue entonces cuando aquellos tres matones se encararon con él, los insultos, las provocaciones, y los empujones se sucedían con una cadencia mareante. ¿Cómo era aquella cancioncilla que te cantaban mientras te zurraban, "Rat"? Era algo así como: ¡Scarecrow! ¡Scarecrow! ¡and his mother the bitch!

-¡Maldito bastardo!

Gritó "Rat", mientras sacaba de entre sus ropas un cuchillo. La Guardia se echo encima de él, arrebatándole el arma en el acto.

-Bueno – continuo, sin inmutarse, el Barón -, si le desnudan descubrirán que tiene el cuerpo lleno de marcas, cada una de ellas es una victima en su historial – espero a que los guardias, tras un gesto de consentimiento del Gran Consejo, descubriera el torso del prisionero, y allí se encontraran las marcas -. Dicha sed de sangre, que llego a ser excesiva, motivo al propio Credo a tomar la determinación de... detenerle. Se le dio por muerto, aunque veo que no ha sido así. Ayer pedí alguna información que se tuviera sobre la vida del señor O´Hoggan tras su "muerte". Según parece encontró un trabajo bien pagado a las ordenes de una mujer anciana y podrida de dinero. Su trabajo era simple: como la Gan Crisis había acabado, entre otras muchas cosas, con las reservas de ganado mundial, él se debía encargar de llevar buena carne a las mesas de los ricos (y la única carne que había, y a la que los pocos ricos habían cogido gusto, era la de los niños pobres y hambrientos (como fuera él en el pasado) que se encontraban por los barrios pobres). Eso, para alguien sin escrúpulos como él, apenas era una molestia en su conciencia, así que pronto se convirtió en el favorito de aquellos gordos hacendados de la capital española. Pese a todo, seguía fiel a aquella mujer. De vez en cuando, y, si localizaban una familia pobre y numerosa, sin reparos a vender a uno de sus hijos por una cantidad de dinero, el servia de chofer a su patrona, y, se quedaba esperando fuera (a la espera de algún signo de resistencia o arrepentimiento, por parte de la familia, que le obligara a entrar y "convencerles" de la transferencia)... Y todo hubiera seguido así, si no hubiera intervenido un joven brujo y hubiera echado al traste todo el negocio de su patrona y amigos.

"Sabiendo, el señor O´Hoggan, por mis fuentes, que había sido localizado por el Credo, decidió emigrar a las tierras féricas, y la suerte le trajo a Lord Ricardo... Un hombre que ambicionaba lo que no era suyo, y que estaba dispuesto a dejarse manipular por él.

-¡Señorias! – gritó Lord Ricardo - ¿¡Permitiréis que se me siga insultando!?

Pero el Gran Consejo no dijo nada.

-Pero cual sería la sorpresa de algunos de sus nuevos amigos, si se supiera que el Señor O´Hoggan era el autor del asesinato de la hija de uno de ellos - Felipe se detuvo a mirar como Sir Heinrith se ponía tenso, no era la primera vez que oía esa insinuación -. Veo, Sir Heinrith que teméis aquello que voy a decir. Tenéis razón en temer, pues la victima de este hombre que os acompaña fue vuestra hija Ariadna.

Sir Heinrith se quedo rigido, sin saber muy bien que hacer.

-Es normal que no os lo que creáis, pero tengo pruebas de ello. Vuestra hija, en su labor de policía, había estado metiendo las narices en los asuntos de los ricos patrones del señor O´Hoggan. Ella sabía que no tardarían en atentar contra su vida, y pidió ayuda al señor Du Lak – miro al joven del mazo, él cual empalideció de repente -. Por supuesto no dispongo de la nota que le mando ella, la cual o bien sigue en manos de vuestro joven camarada o ardió en el fuego, pero si dispongo – y al decir esto, levanto unos papeles escritos a mano – de la respuesta del señor Du Lak... Pasare a leerla...

"El mundo apesta, y eso lo dice un tipo que acaba de cagar en su puto baño. ¿Qué mas groserías os gustaría escuchar? ¿Las veces que me la meneo al día? ¿Las practicas sexuales que prefiero? Iros a tomar por el culo.

"Sinceramente, os odio a todos, y, cada vez, odio, más aun, el mundo en el que tengo que vivir. No, no soy un amargado... Un amargado no se ha acostado con los monumentos que yo me he acostado. Solo soy un tío al que no se le ocurren más historias que contar, porque ya no le ocurre nada más que contar.

"He caminado por las capas superiores del infierno, y he conocido tipos interesantes en ellas. Pero ¿de qué me sirve haber estado en los sitios donde he estado, si, ahora, ni siquiera puedo hacer nada útil?

"Hace algunos años conocí a un hombre bueno, o al menos eso pensé cuando le conocí (es algo que me pasa a menudo, confío en personas que luego podrían jugármela): Lord Ricardo era un hombre bueno y noble, y, aunque casi me doblaba en edad y experiencia, hicimos buenas migas en cuanto nos conocimos. Aún recuerdo la brisa marina y el calor de la costa, y la cantidad de imbéciles que conformaban su ejercito. Él y yo compartimos algunas largas y duraderas charlas, incluso me presento a su esposa: Lady Ines (mujer tan hermosa como frívola); y no dude en poner mi martillo a su servicio.

"Dentro del circulo de confianza del lord, estaban, también, Sir Juan (atlético y diestro en las disciplinas del combate) y Sir Heinrith (anciano y sabio capitán de las tropas, y antiguo tutor del Lord). Buenos hombres, y, tiempos que despiertan la nostalgia en mi cansado corazón.

"Y quizá aún hubiera seguido junto al Lord algunos años más, pero cometí el error de enamorarme de un imposible. Aquel amor, nunca correspondido, ablandó mi brazo, e hirió mi corazón, hasta el punto de volverme impredecible en el combate y en exceso temerario. Pero aún llego aquel deseo a nublarme aún más el conocimiento, haciendo que mi locura se hiciera cada vez más palpable y mi libido más incontrolable.

"Durante una campaña en el norte, en la cual no vimos el sol y tan solo acaricio nuestro cuerpo la fría lluvia, acabe de perder la cabeza. Mi amada me había rechazado ya tantas veces, dejando bien clara su repugnancia hacía mi, cuando, dolido y enloquecido, llegue a esas tierras con el deseo de muerte guiando mi brazo. Dicen que muchos me vieron desnudo vagando entre los árboles, dicen que forcé a un hada y a una ninfa para saciar mi libido, y, quienes dicen esto no mienten.

"Ante mis crímenes, y mi absolutamente probada enajenación, Lord Ricardo se vio obligado a alejarme de su lado, y, de su reino.

"Por miles de ciudades pase, y conmigo siempre iba aquella maldición. Me convertí en objeto de burla y desprecio de los que en aquellos lugares vivían, y, no les culpaba, ¿quién querría entre ellos a un violador y un loco, de aspecto demacrado y sucio?

"Pero de entre todos los reyes hubo uno que se apiado de mi fortuna, y me incluyo entre sus hombres de confianza. Pero no por ello ceso de dejarme claro que, yo, tan solo era un perro callejero al que había recogido de entre la basura, ya fuera en fiestas o en recepciones, no perdía momento para ridiculizarme y recordarme mi situación.

"Los años que pase junto al Lord Joel, y sus fieles camaradas: Enrij (el de los tambores), Laud (el borracho), Van (la serpiente de acero), Olivo (el venenoso), Danu (el tranquilo), Saul (el mentiroso), o Vicent (el entusiasta); fueron tiempos de fiestas sin apenas batallas que librar. Pero entonces apareció Sor Catalina acompañada por la prometida del Lord Joel, y yo, estúpido de mí, al ver a la futura consorte, caí enamorado. Pero, donde yo vi un ángel se encontraba una cobra, y, sabedora de mi amor por ella, me uso para darle celos al monarca. Nunca olvidare como, viendo ya al rey, desesperado y comiéndola de la mano, ella me vendió a cambio de un baile.

"Eran las festividades de San Juan, cuando, viendo en los ojos del rey la desesperación, ella se aproximó tentadora a su esposo. Le susurro al oído una cosa, y, luego, bailo frente a él de forma lubrica y tentadora. Al acabar el baile, ella se volvió a acercar a su esposo, y al susurrarle, esta vez, al oído su gesto cambió (Así como él de ella, quien mostrando falsas lagrimas le había confesado a su esposo un falso intento de forzarla por mi parte)

"Esto acabo con la paciencia del lord, y, bajo amenaza de muerte, me vi obligado a salir de su reino.

"De nuevo el amor me devolvía al exilio, y, aunque mil veces jure venganza contra él lord y su esposo, nunca más volví a aquel reino.

"Por supuesto, las noticias se difundieron por todas las ciudades, y, deje de ser bienvenido allí donde llegaba.

"Más mi mala fama, también trajo cosas buenas, pues, a partir de ese momento miles de jóvenes morbosas vinieron a mí para ofrecerme sus favores.

"Pero eso fue antes de la Gran Crisis, ahora apenas nadie sale de sus casas. Y aquellos que me llamaban loco, ahora me hacen parecen aun más cuerdo a mí. El mundo se ha vuelto loco, y yo prefiero quedarme mirando como se autodestruye.

"Así que, mi señora, no cuente con mi martillo en su cruzada sin futuro.

"Atentamente, alguien cansado de luchar por nada.

"¿Podríais, señor Du Lak, confesar aquí si esta letra es vuestra? O ¿tendremos que someterlo a un juicio de grafología, que nos dirá que así es?

Du Lak sabía que mentir al Gran Consejo le conllevaría quizá penas aún más grave, que las que tendría que sufrir, de manos del Sir Henrith, cuando se conociera que negó su ayuda a la hija de su compañero de armas.

-Si, lo es.

Du Lak miro hacía Heinrith, en busca de perdón, pero el anciano guerrero estaba con la mirada baja y el cuerpo rígido por el dolor.

-¿¡Pero que hay de la asesina que mandaron los Arponeros!?

Gritó Lord Ricardo, más atento a sus bienes que a los sentimientos de sus hombres.

-Creí que vos ya habíais llegado a la respuesta a esa pregunta, Lord Ricardo – contestó, con ironía, el Barón – Acababais de dar cobijo a un fugitivo del Credo, y, por lo tanto, era evidente, que tarde o temprano, se presentara alguien de la Orden para darle muerte... Viendo vuestras luces y vuestra ambición ciega, no me extraña que "Rat" os manipulara para haceros creer que era un ataque de los Arponeros.

Lord Ricardo dio un golpe a la mesa, sabía que había perdido.

El Gran Consejo ordeno a Lord Ricardo abandonar sus nuevas tierras, pues las había obtenido ilegalmente, y regresar a sus antiguos dominios. Pero el Lord, orgulloso y cegado, se negó, una vez regresado a la Costa de Fuego, a acatar las ordenes del Gran Consejo, esto provocó que se tuviera que llegar al enfrentamiento armado. Pocos fueron los hombres que pudo mandar el Gran Consejo contra la fortaleza, pues el groso del ejercito estaba combatiendo en diferentes frentes a los Demonios, pero siempre fueron fuertes y bravos los que combatieron a sus ordenes, y, entre ellos se encontró, de nuevo, a un Dumas dirigiendo a sus tropas contra el enemigo del Gran Consejo.

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