La Revancha de La Casa de Chocolate 2
-¿Cuándo piensas pedirme que nos vayamos a vivir juntos?
Dijo ella, brazos en jarra.
-Pronto, mi amor, pronto.
Respondió él, como siempre que salía el tema. El caso era que los pisos eran cada vez más caros, y un profesor, pero del sector privado, con aspiraciones de escritor no era el tipo de hombre al que los bancos concedieran hipotecas ni prestamos.
-Ya.
Contestó ella, desesperanzada.
La entidad, había pasado una hora desde la infructifera conversación con el escritor, cruzó el vortice, Barbara se separó de su mesa y se quedó esperando sus primeras palabras:
-Hola.
-Hola ¿Como estas?
Apenas daba credito a lo que veían sus ojos, aquello parecía estar embutido en un traje de buz diseñado por un esquizofrenico artista ciberpunk... o acaso era la piel de aquella cosa de formas femeninas. Barbara no tenía palabras para describir lo que veían sus ojos, pero prefirio tratarlo como si fuera algo normal.
-Bien ¿Vos?
-Bien... También.
Un largo silencio...
-Cuentame, ¿qué haces tu últimamente?
-Pues aqui en el trabajo.
-¿No tienes vacaciones de navidad?
Preguntó, la entidad, extrañada.
-No.
-¿Y como es eso?
-Pues que no tengo vacaciones.
La entidad, La Casa de Chocolate para quien no haya llegado ya a esa suposición, consultó el aparato de su muñeca, luego preguntó:
-¿Qué tal pasaste la nochevieja?
-Pues bien, junto con mi familia.
-¿Comiste bien?
-Siiiii... ¿Tu como la pasaste?
-Me alegro, me gusta que las muchachitas coman bien. Yo, en casa de un amigo... En otra dimensión.
-Pero, ¿lo pasaste bien?
-Si, no desfasamos mucho, pero nos divertimos.
-¿Qué es desfasar?
Barbara ignoraba el vocabulario de aquella visitante.
-Hacer locuras.
-Ah.
-Lo malo de estas fechas son los kilos que se cogen.
Barbara no lo sabía pero la entidad la escaneaba de arriba abajo, con un gesto de suma satisfacción.
-No sé.
-Me he propuesto hacer una visita a la primera chica buenorra que haya engordado un poco en navidad.
-¿Qué tipo de visita?
-Para cenar.
-Conmigo no cuentes.
-Que pena, con los lindos cachetes que tienes serías un bocado tierno y jugoso.
-No y no, no tengo cachetes y tampoco quiero visitas o cenas.
-Eres inconmovible.
Dijo la entidad pacientemente.
-¿Qué soy que?
De nuevo no le entendia.
-Que eres hueso duro de roer.
Barbara rió. Luego la dijo.
-No... No... No...
-Estare aquí poco tiempo dijo, rindiendose, la entidad - ¿Qué deseas hacer?
-Pues nada.
De pronto la silla sobre la que Barbara se sustentaba comenzo a vibrar, antes de que comprendiera lo que eso significaba, y un grito saliera de aquella enorme boca, el suelo se abrio bajo ella... y se la trago.
-Dale recuerdos a la nada de mi parte.
Se limito a decir la Entidad. Luego, cuando se encontraba ya al final del pasillo central de aquella enorme colmena de mesas, añadió:
-Que pena, con lo bien que cocino. Parecía un buen ejemplar de mujer latina, me pregunto ¿cómo sabría asada al horno?
Lo que Barbara no se preocupo en adivinar es que aquella entidad era peligrosa... Una especie de provocadora politicamente incorrecto que se podía viajar entre los pliegues dimensionales para provocar el caos ahí donde fuera. Tampoco entendería nunca la brom,a que la entidad la había gastado.
Pero La Casa de Chocolate ya no pensaba en ello, ahora pensaba en otra cosa... De nuevo había sido pisoteada por Montagnac: le llevo la lanza de Ymir, con la esperanza de ganarse, de nuevo, su confianza, y pronto descubrió que aquello no bastaba... Quien decepciona o falla a Montagnac, se convierte en su enemigo. Aquella noche, la entidad, debía regresar al cuadrilatero de la Extreme League of Fighters, donde luchaba bajo el absurdo nombre de Marquesa de Sade ¿Qué diferenciaba a esta velada de otras anteriores? Esta tendría como combate estelar un duelo entre ella y el Bestial Mister Mojo, y, por orden de Montagnac, solo uno podía salir vivo...
Mojo no era mal tipo, pero desde hacía meses se había convetido en el juguete preferido de Montagnac... Especialmente para esas orgías de Dolor, sangre, y violencia que tanto satisfaccían al Marqués de Essex.
-Hola.
La saludo uno de los empleados.
-Hola.
-¿Qué tal?
La entidad pasó de largo, no pensaba decir más... La decisión estaba tomada.
Mientras se acercaba a la sal principal, donde estaba el triangulo donde sucedían los combates, solo la escocía el que el escritor no hubiera captado su ansiedad en pedirle que estrecharan un poco más su relación... Pero ahora no podía detenerse a pensar en ello... Ahora, llegaba el final.
Mister Mojo ya la estaba esperando en mitad del Triangulo, el publico gritaba en fervorecido... Ahora... Llegaba el final.