1800

Paolo R. Dumas se distinguió por su valor y arrojo comandando un batallón de Arponeros, préstamo de Maximiliano Magno, y soldados del Gran Consejo, contra los últimos reductos del ejercito de Vladimir Dracúl. Su heroísmo en la batalla, al luchar en terreno enemigo y en desigualdad frente a los bárbaras tribus Draculiana y vecinos, le valió el titulo de Barón y la cesión de unos terrenos cerca de Necrópolis, Capital Vidente, y pegados a las montañas Oruk, frontera con los terrenos prohibidos, que recibirían el nombre de Midian. Así fue como Paolo Rafael Dumas se convirtió en primer Barón de Midian, sucediéndole, en el titulo, años después, su hijo Charles Leonardo.

LA CARTA Y LA HIJA DEL CAPITÁN

-Hoy no tengo planes – dijo José, mientras miraba a la esbelta joven del bañador -, y tengo muchas ganas de quemar el tiempo.

Ella clavó sus ojos azules, casi violetas, en el sonriente muchacho, sus largas trenzas rubias describieron un arco cuando ella se movió para mirarle por encima del hombro.

-¿Y qué deseas hacer?

Dijo ella, con cierta suficiencia en el tono.
-¿Te gusta jugar con cuchillos? – dijo José con su mejor sonrisa – A mí me encanta.
Los labios de la muchacha se entreabrieron, mientras en sus pupilas se describía el proceder de sus pensamientos.

-Dime – volvió a hablar José – o ¿ahora te comió la lengua el gato?

-No, tan solo pensaba – dijo ella, aguantando el envite – soy hija de militar, así que no me asusta nada.

-Acércate – dijo él, llamándola con el dedo – Me gusta el bañador verde... tan ajustadito, que llevas puesto.

-Es decir, te gustan mis tetas - y era cierto, los pechos exuberantes que ella exhibía desentonaban un poco con la esbeltez de su figura -. Hace calor, y es verano... Acaso te molesta que vaya en bañador.

-Para nada – dijo José, con su sonrisa inamovible -, aunque te advierto que va a hacer aún más calor.

-¡Hu-hu! – dijo ella, contoneándose -... Como será eso.

-Desnúdate.

Ella se desprendió lentamente del bañador, para sorpresa de José (quien no la creía tan lanzada), aunque ella tan solo intentaba ver hasta donde llegaba, y, de paso darle una lección al ego de ese niñato.

-¿Así?

-Es cierto – dijo José, mientras su diestra jugueteaba con una de sus navajas -, tienes muy buenas tetas.

Ella se las puso a la altura de la cara, solo esperaba que él fuera el primero en echarse atrás. Había dicho que era un amigo de la infancia de Felipe, y si era así creía que los amigos nunca se traicionan unos a otros. La verdad es que empezó a arrepentirse de no haber acompañado a Felipe a la ciudad, y haberse quedado sola en la mansión de este. Para su sorpresa sintió dos rápidos lametones sobre cada uno de sus pezones. Retrocedió sorprendida, esto no entraba dentro de lo que ella había esperado que ocurriera... Ahora se daba cuenta de que las reglas del juego eran las de él... Retrocedio lentamente, sin apartar los ojos de aquel sonriente sátiro.

-¿Ahora no quieres jugar? – dijo con voz cantarina José – ¿No me digas que te echas atrás después de ser tan buena zorrita? – se puso en pie, y camino hacia ella - ¿Acaso pensabas que podrías jugar con migo? No, no, mi lubrica guarrilla... Conmigo no se juega, yo soy de los que toman aquello que no se les da.

Ella siguió retrocediendo, pero cada vez le veía más y más cerca de ella... De pronto su pie no encontró apoyo, y, en instantes se vio dentro de la piscina.

-No... por favor...

-¡Uy! Parece que el pececito tetudo se ha caído al agua, y habrá que pescarlo pues.

Del suelo, José, recogió un gran palo terminado en gancho, uno de los utensilios para limpiar la piscina, y lo alzo con claras intenciones.

-No... Por favor... No...

Pero José se freno en seco, y dejó caer el utensilio de limpieza a sus pies.

-Hola, Felipe.

-¿Que haces aquí, José?

Contesto, con tono irritado, el recién llegado.

-Te noto molesto, amigo mío – dijo José, mientras se giraba hacía él – ¿Acaso un camarada no puede visitar a otro camarada? Además tu novia ha sido muy... buena... anfitriona.

Felipe no miraba hacía su antiguo amigo, tenía su mirada fija en su novia allí desnuda y dentro de la piscina... Miles de cosas pasaron por su cabeza, cosas de las que creía sin duda capaz a José, pero prevalecía la escena homicida que acababa de presenciar.

-Lárgate antes de que pierda los estribos, José.

-Como prefieras... viejo amigo.

José paso a su lado, pero Felipe ni le miro.

-Adiós, encanto.

Dijo despidiéndose, desde la puerta, de la muchacha.

La pareja se quedo a solas, él ahí parado, ella, flotando y sonrojada, dentro de la piscina.

-Felipe, no es lo que crees.

Pero Felipe se giró, y se metió dentro de la casa, sin decir nada más.

Cuando él volvió al jardín, una hora después, ella ya no estaba.

En los días siguientes a aquel suceso, no se vieron, ni siquiera hablaron por teléfono... Ella no le culpaba, pero, por orgullo y cierto pudor, tampoco se atrevió a dar el primer paso. Habían comenzado su relación hacía ya un mes, dicen que la primavera es la época de los enamorados, y, aquella del 2001 parecía haber sido la de ella y Felipe.

"Andrea, me disculpo si te he podido ofender en algo... Sabes que te quiero muchísimo, y, tu deberías comprender mejor que nadie como soy yo con mis enfados pasajeros. Hagamos las paces... porfa... Te echo mucho de menos... Tu quiere, Felipe"

Había pasado una semana, y, fue Felipe el primero en dar el paso, enviándola este email. Pero cuando lo mandó no se podía imaginar que nunca llegaría a saber si lo recibió o no... En cambio si que parece que recibió este otro (El cual también parecía ir firmado por él)

"Eres toda una zorra, mi pequeña guarrilla tetuda... Solo mereces una cosa, y es morir de la peor forma posible... Tu adorado, Felipe"

De este último supo de su existencia cuando su mayordomo abrió una mañana de Junio a la propia policía, estos llegaban con ordenes de llevar a Felipe a Comisaría, pues, la señorita Andrea Cuellas le había puesto una denuncia por calumnias y amenazas.

Para su suerte, quizá, Andrea no compareció en la Comisaría, había desaparecido sin dejar rastro poco después de poner la denuncia por teléfono.

Nadie jamás le iba a buscar donde aquella misma mañana se despertó el lugar olía a moho y sus ojos tardaron unos minutos en acostumbrarse a la oscuridad que reinaba.

-Te dije que volveríamos a vernos, zorrita.

La voz hizo que su corazón diera un vuelco.

-¿Felipe?

No hubo respuesta, tan solo unas manos y trozo de tela que surgieron de su espalda para vendarla los ojos.

-Que carnosos están - dijo la voz, ella dudaba, pero se parecía tanto a la de Felipe. De pronto sintió unas manos enguantadas, que recorrían sus pechos con lujuria -... realmente deliciosos.

De pronto sintió en tacto del metal cortante sobre la delicada piel de sus pechos, y luego unos labios que se pegaron a la herida para beber de la sangre que de ella manaba. Ella intento moverse, pero comprobó que sus piernas y sus brazos estaban sujetos con grilletes. Apenas la había dado tiempo a darse cuenta de su situación antes de que la cegaran con aquella venda.

-Mmmmm... Sabes deliciosa – volvió a decir la voz -, te has cuidado muy bien en este tiempo sin vernos – de pronto ella siente como una de las manos de su captor, se introduce entre sus muslos, y, la manosea la entrepierna – Mmmmmm... Este coñito ha debido pasar mucho hambre... Habrá que darle de comer... ¡Jajajajajajajajajajajajajajaja!

Sintió como las dos manos enguantadas la separaban los muslos, trató de resistirse, pero, era inútil... Su erecto miembro entró por la fuerza dentro de su vagina...

-¡Joder! ¡Aquí si que se esta calentito! ¡Jajajajajajajajajajajajajajaja!

Bramó la voz.

La venda se humedeció por el llanto de Andrea, frustrada e impotente ante aquella violación de la que era objeto. Maldijo una y otra vez a Felipe, quien creía sujeto de aquel ultraje, hasta que perdió la conciencia...

... Andrea despertó en un parque, dolorida e humillada.

El padre de Andrea, el Capitán Joaquín Cuellas, había llegado a la comisaría en cuanto se entero de que su hija estaba desaparecida. Felipe y él se intercambiaban miradas, llena de confusión por parte del chico, y, llena de desprecio por parte del militar.

Andrea apareció despeinada, y en medio de un ataque de pánico, y, en cuanto vio a Felipe, de su boca salió como un gemido de horror:

-Él... Él me ha violado...

Su dedo señalaba indiscutiblemente hacía Felipe, él cual no sabía que podía haberla ocurrido... ni por qué Andrea podía decir eso de él.

El padre de Andrea se abalanzó sobre Felipe, y tan solo la intervención de algunos policías evito que llegaran a las manos.

Tras esto se sucedieron semanas y meses de papeleos, pruebas de ADN, y demás, hasta que se encontraron insustanciales las pruebas contra Felipe. Pero todo este tiempo no fue una perdida de tiempo, en cuanto a repasar el asunto, para Felipe, y pronto le encontró todo el sentido al suceso: José.

Aprovecho el primer día tras la sentencia de inocencia, para hacerle una visita a su antigua amigo.

En cuanto este abrió la puerta, con su sempiterna sonrisa, Felipe se abalanzo sobre él, derribándole, mientras le gritaba que iba a matarlo porque sabía lo que había hecho.

José se levanto con una agilidad sorprendente, e hizo alarde de esta misma cualidad al agarrar un bastón del paragüero y estamparlo en la rodilla de Felipe.

-¡Oh, mi querido Felipe! Y yo pensando que esto nos volvería ha acercar – dijo José, recreándose en el dolor de su atacante -... La cárcel, la policía, todas esas cosas que yo viví y tu te perdiste... Pero, quizá, aún falte una cosita para que nos sintamos almas gemelas de nuevo.

Saco dos de sus navajas, y, siempre sonriendo, se agacho frente al dolorido Felipe... No sabemos cuanto tiempo duro la tortura, aunque, tal vez si el porque solo se limito a desfigurar a su antiguo amigo...

Pero el golpe más duro llegó cuando, aún Felipe convaleciente en el hospital, le llegó a este una notificación del Credo... Expulsándole. José ganaba enteros para hacerse con el titulo que correspondía a la familia de Felipe, el de Barón de Midian.