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Dragonfire

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Dragonfire

Mientras la esfera de fuego se abalanzaba sobre ella y Godiva, miles de imágenes surgieron en la mente de Mixa... Pero unas, quizá por la cercanía con la que se había tratado el asunto, permanecieron en ella durante aquellos últimos instantes...

... Mixa había recibido un paquete mal embalado y un sobre adjunto. Al abrir ambos se la iluminaron los ojos, el paquete contenía la Espada del Caos (Arma que hasta entonces portaba Gabriel (el mismo remitía el objeto y el sobre adjunto), líder del Credo y actualmente retirado en algún lugar desconocido), y, la indicaba que su tiempo de inactividad se acababa. Gabriel la encomendaba su arma y un objetivo de sobra conocido por cualquiera del Credo: "Rat" O´Hoggan (el ejemplo de lo que no puede ser un Soulwalker); la localización de tal personaje venia en el sobre, así como la información sobre sus últimos movimientos como Marcial Gómez y una carta que prosiguió a leer:

El mundo apesta, y eso lo dice un tipo que acaba de cagar en su puto baño. ¿Qué mas groserías os gustaría escuchar? ¿Las veces que me la meneo al día? ¿Las practicas sexuales que prefiero? Iros a tomar por el culo.

Sinceramente, os odio a todos, y, cada vez, odio, más aun, el mundo en el que tengo que vivir. No, no soy un amargado... Un amargado no se ha acostado con los monumentos que yo me he acostado. Solo soy un tío al que no se le ocurren más historias que contar, porque ya no le ocurre nada más que contar.

He caminado por las capas superiores del infierno, y he conocido tipos interesantes en ellas. Pero ¿de qué me sirve haber estado en los sitios donde he estado, si, ahora, ni siquiera puedo hacer nada útil?

Hace algunos años conocí a un hombre bueno, o al menos eso pensé cuando le conocí (es algo que me pasa a menudo, confío en personas que luego podrían jugármela): Lord Ricardo era un hombre bueno y noble, y, aunque casi me doblaba en edad y experiencia, hicimos buenas migas en cuanto nos conocimos. Aún recuerdo la brisa marina y el calor de la costa, y la cantidad de imbéciles que conformaban su ejercito. Él y yo compartimos algunas largas y duraderas charlas, incluso me presento a su esposa: Lady Ines (mujer tan hermosa como frívola); y no dude en poner mi martillo a su servicio.

Dentro del circulo de confianza del lord, estaban, también, Sir Juan (atlético y diestro en las disciplinas del combate) y Sir Heinrith (anciano y sabio capitán de las tropas, y antiguo tutor del Lord). Buenos hombres, y, tiempos que despiertan la nostalgia en mi cansado corazón.

Y quizá aún hubiera seguido junto al Lord algunos años más, pero cometí el error de enamorarme de un imposible. Aquel amor, nunca correspondido, ablandó mi brazo, e hirió mi corazón, hasta el punto de volverme impredecible en el combate y en exceso temerario. Pero aún llego aquel deseo a nublarme aún más el conocimiento, haciendo que mi locura se hiciera cada vez más palpable y mi libido más incontrolable.

Durante una campaña en el norte, en la cual no vimos el sol y tan solo acaricio nuestro cuerpo la fría lluvia, acabe de perder la cabeza. Mi amada me había rechazado ya tantas veces, dejando bien clara su repugnancia hacía mi, cuando, dolido y enloquecido, llegue a esas tierras con el deseo de muerte guiando mi brazo. Dicen que muchos me vieron desnudo vagando entre los árboles, dicen que forcé a un hada y a una ninfa para saciar mi libido, y, quienes dicen esto no mienten.

Ante mis crímenes, y mi absolutamente probada enajenación, Lord Ricardo se vio obligado a alejarme de su lado, y, de su reino.

Por miles de ciudades pase, y conmigo siempre iba aquella maldición. Me convertí en objeto de burla y desprecio de los que en aquellos lugares vivían, y, no les culpaba, ¿quién querría entre ellos a un violador y un loco, de aspecto demacrado y sucio?

Pero de entre todos los reyes hubo uno que se apiado de mi fortuna, y me incluyo entre sus hombres de confianza. Pero no por ello ceso de dejarme claro que, yo, tan solo era un perro callejero al que había recogido de entre la basura, ya fuera en fiestas o en recepciones, no perdía momento para ridiculizarme y recordarme mi situación.

Los años que pase junto al Lord Joel, y sus fieles camaradas: Enrij (el de los tambores), Laud (el borracho), Van (la serpiente de acero), Olivo (el venenoso), Danu (el tranquilo), Saul (el mentiroso), o Vicent (el entusiasta); fueron tiempos de fiestas sin apenas batallas que librar. Pero entonces apareció Sor Catalina acompañada por la prometida del Lord Joel, y yo, estúpido de mí, al ver a la futura consorte, caí enamorado. Pero, donde yo vi un ángel se encontraba una cobra, y, sabedora de mi amor por ella, me uso para darle celos al monarca. Nunca olvidare como, viendo ya al rey, desesperado y comiéndola de la mano, ella me vendió a cambio de un baile.

Eran las festividades de San Juan, cuando, viendo en los ojos del rey la desesperación, ella se aproximó tentadora a su esposo. Le susurro al oído una cosa, y, luego, bailo frente a él de forma lubrica y tentadora. Al acabar el baile, ella se volvió a acercar a su esposo, y al susurrarle, esta vez, al oído su gesto cambió (Así como él de ella, quien mostrando falsas lagrimas le había confesado a su esposo un falso intento de forzarla por mi parte)

Esto acabo con la paciencia del lord, y, bajo amenaza de muerte, me vi obligado a salir de su reino.

De nuevo el amor me devolvía al exilio, y, aunque mil veces jure venganza contra él lord y su esposo, nunca más volví a aquel reino.

Por supuesto, las noticias se difundieron por todas las ciudades, y, deje de ser bienvenido allí donde llegaba.

Más mi mala fama, también trajo cosas buenas, pues, a partir de ese momento miles de jóvenes morbosas vinieron a mí para ofrecerme sus favores.

Pero eso fue antes de la Gran Crisis, ahora apenas nadie sale de sus casas. Y aquellos que me llamaban loco, ahora me hacen parecen aun más cuerdo a mí. El mundo se ha vuelto loco, y yo prefiero quedarme mirando como se autodestruye.

Así que, mi señora, no cuente con mi martillo en su cruzada sin futuro.

Atentamente, alguien cansado de luchar por nada: Du Lak.

Al final del manuscrito, cuya letra no reconocía, encontro una letra conocida, era la de Gabriel. La nota la informaba de que aquella carta se encontro en el buzón de una de las victima de O´Hoggan, y que su autor era un antiguo heraldo del Rey Ricardo al cual la victima pedía ayuda.

Su próxima parada seria la Costa de Fuego, así que Mixa escogió una armadura ligera que dejaba poco a la imaginación (El lugar era bastante caluroso, y aquella era la única armadura que tenía que no la haría asarse dentro).

Gabriel la mandó instrucciones para llegar lo antes posible al lugar, ya que conociendo al objetivo no se podía perder tiempo en eliminarle. Así que Mixa trazo un circulo en el suelo de su apartamento, dijo las palabras mágicas, y, enseguida se encontró de pies sobre las rocas que protegían el campamento de Lord Ricardo. Tuvo suerte, en ese momento, el lord y su objetivo salían a dar un paseo y a discutir los últimos flecos de sus mutuos planes.

Mixa echó mano de la empuñadura de la Espada del Caos, y flexiono sus musculos para saltar sobre su objetivo como un felino sobre su presa.

"Rat" sintió silbar al aire y por centímetros esquivo la estocada de Mixa.

-Mi señor, una asesina mandada por los Arponeros... Veis con vuestros propios ojos lo traicioneros que son.

Mixa se preparaba para otro ataque, cuando vio como los demás hombres de confianza del Lord (Heinrith, Juan y Du Lak) se reunían alrededor de este. Fue al ver a Du Lak, que Mixa decidió jugar una de sus cartas.

-No os fiéis de él, milord, es una rata rastrera, hace tiempo mato a la hija de uno de vuestros hombre: Sir Heinrith – grito Mixa – Du Lak, a quien este pidió ayuda, puede dar fe de que esto es cierto, pues ella le solicito en una carta su brazo para defenderse de los socios de vuestro nuevo aliado.

-No, eso no es cierto.

Negó Du Lak, temeroso de que si corroborara aquella historia puediera perder de nuevo el favor del Lord.

-Mentís.

Le increpo, al paladín, Mixa.

-Intenta confundirnos señor, lo mejor será que la demos muerte.

Pero para cuando "Rat" acabo de decir esto, Mixa se había evaporado.

Cuando se materializo, de nuevo, en su apartamento, se dio cuenta de que ya no llevaba la Espada del Caos con ella...

... Ahora, que se enfrentaba a la muerte, y su melena castaña empezaba a crepitar por el fuego cercano, al menos moriría con el consuelo de saber que la Espada del Caos estaba a salvo.

Por su parte, Godiva, había intentado utilizar el guantelete contra el renacido Dragón, comprobando que era inútil... Ahora abrazaba a Mixa, con la esperanza de amortiguar ella el impacto, y, salvar a la joven Soulwalker.

Retrocedamos unos meses para conocer a un personaje recien nombrado...

Su nombre apenas se escuchaba ya por las mismas calles donde había sembrado el terror tiempo atrás. Ahora se pudría en una apartamento lleno de goteras, donde el moho crecía a sus anchas. En sus tiempos de gloria se decía que sobre su cuerpo dejaba testigo de cada una de sus victimas, y algunos aseguran que ya apenas le quedaba sitio en su piel cuando el Credo decidió expulsarle de sus filas.

"Rat" O´Hoggan se había criado en Edimburgo. Su madre apenas era una adolescente cuando lo tuvo, y enseguida se desentendió de él para ocuparse de la vida en los barrios bajos de la ciudad. "Rat" creció odiando a las mujeres, y viendo en cada una de ellas a su madre. Tampoco su aspecto enclenque, sus enormes orejas y la extraña forma de su cabeza, ayudaron mucho a la felicidad de la infancia del chico.

Los impulsos homicidas anidaron en él, como las cigüeñas anidan en los campanarios de las iglesias, y pronto pudo probar, por primera vez, el sabor de la sangre. Fue en las calles de uno de los barrios más pobres de la ciudad, como siempre su madre se había quedado frita en el sillón, seguramente aún con la jeringuilla clavada en el brazo, y hasta que no despertara, "Rat", tendría que quedarse esperando fuera. Fue entonces cuando aquellos tres matones se encararon con él, los insultos, las provocaciones, y los empujones se sucedían con un cadencia mareante.

-¡Scarecrow! ¡Scarecrow! ¡and his mother the bitch!

Aquella puta cancioncilla se le colaba por los oídos, poco a poco el chico comenzó a enfurecerse con aquellos muchachos más mayores. En uno de esos empujones, "Rat" cayo junto a un montón de botellas rotas. Empuñando una, se acerco, lleno de rabia, a sus asaltantes y, sin que estos pudieran haber hecho nada, los degolló a los tres. Dicen que fue entonces cuando, por primera vez, se marco tres líneas en su brazo, símbolo de las tres victimas que se había cobrado.

Cuando llego, al día siguiente, aquel hombre a su casa, pensó que sería de la policía (Algún vecino le habría visto la noche anterior, y habría llamado a la pasma). Se equivocaba, aquel hombre, de aspecto pulcro y elegante, que dijo llamarse Samuel, venía a invitarle a unirse a algo que nombro como "El Credo de los Soulwalkers". "Rat" no dudo en seguirle, de esa manera no tendría que aguantar más a la yonky de su madre ni a los putos paletos de los suburbios de Edimburgo.

El Credo, como así lo llamaban los que a él pertenecían, era una sociedad de asesinos dedicada a combatir algo que al joven "Rat" le sonó a un rollo raro: El Cartesianismo. Pero al joven solo le importaba volver a sentir aquello que sintió la noche antes de su marcha, la gloria de ser el cazador y no la presa.

Durante 10 años fue entrenado e instruido en las artes del acero y el asesinato, pero, seguramente, jamás se grabaron en su mente las reglas de honor y conducta que regían la orden.

Por su ímpetu y habilidad pronto se convirtió en uno de los miembros de la filial británica del Credo, cuya base estaba en Londres.

"Rat" se gano el sobrenombre de "La Décima Plaga", por la sangre y la muerte con la que inundo las ciudades británicas. Era un asesino sanguinario, sádico y sin escrúpulos. Él que el Credo supiera tapar los crímenes de sus miembros, hizo más atrevido aún a "Rat". Pronto su sed de sangre no se destino solo a las victimas que el Credo le ponía, en su mayoría miembros de aquella cosa que, en el Credo, llamaban "Cartesianismo", si no que comenzó a violar, torturar y asesinar inocentes. El Credo, que funcionaba como un ejercito de combate por unos ideales, pronto vio a "Rat" como un peligro. Así que le expulsaron de la orden, y se aseguraron de que no fuera más un peligro para el mundo. Al menos eso creyó el Credo, cuyos agentes, encargados del caso, atestiguaron la muerte del asesino.

Pese a su aspecto enclenque y demacrado, "Rat" sobrevivió al intento de asesinato (de nuevo volvían a minusvalorarle) y pudo huir a España bajo una de las falsas identidades que había aprendido a hacerse en el Credo.

Pero que sobreviviera no significaba que hubiera salida ileso... Cada noche, el dolor le recordaba, tumbado en aquel camastro (tan mohoso como la casa donde se resguardaba), su fracaso y su debilidad.

Gracias a la Gran Crisis, pronto encontró un trabajo bien pagado a las ordenes de una mujer anciana y podrida de dinero. Su trabajo era simple: como la Gran Crisis había acabado, entre otras muchas cosas, con las reservas de ganado mundial, él se debía encargar de llevar buena carne a las mesas de los ricos (y la única carne que había, y a la que los pocos ricos habían cogido gusto, era la de los niños pobres y hambrientos (como fuera él en el pasado) que se encontraban por los barrios pobres). Eso, para alguien sin escrúpulos como él, apenas era una molestia en su conciencia, así que pronto se convirtió en el favorito de aquellos gordos hacendados de la capital española. Pese a todo, seguía fiel a aquella mujer. De vez en cuando, y, si localizaban una familia pobre y numerosa, sin reparos a vender a uno de sus hijos por una cantidad de dinero, el servia de chofer a su patrona, y, se quedaba esperando fuera (a la espera de algún signo de resistencia o arrepentimiento, por parte de la familia, que le obligara a entrar y "convencerles" de la transferencia).

No solo había aprendido a falsificar pasaportes en el Credo, si no a hablar, también, perfectamente varios idiomas. Así que, su identidad como Marcial Gómez, y su perfecto dominio del Castellano, impidieron que se le relacionara con "Rat" O´Hoggan (y se le tomara como un españolito más en busca de una forma de sacarse dinero en aquellos tiempos duros). Esto era más una forma de que no le localizara el Credo, que de tapar sus antiguas actividades (de las cuales, como ya hemos dicho, ya no quedaba más testimonio que las cicatrices de su cuerpo).

Y todo hubiera seguido así de idílico, si no hubiera intervenido aquel maldito brujo y hubiera echado al traste todo el negocio de su patrona y amigos.

Ahora "Rat" se buscaba la vida como podía, y había regresado a ese nido de moho (del que solo se había librado durante un muy corto periodo de tiempo) al que llamaba apartamento.

Pronto, recibiría una oferta que le hizó salir de su retiro...

... La Costa de Fuego fue durante siglos uno de los puntos de unión de las tierras de los Hommo Magick y de los Demonios, por ello, el Gran Consejo Hommo Magick, había colocado a sus más bravos guerreros: los Arponeros (cuyo nombre venia de la extraña punta de sus lanzas, inventada por uno de sus jefes militares: Fabiano el Herrero); para guardarla de las incursiones demoníacas.

Lord Ricardo y sus hombres llegaron a las tierras féricas, en busca de una fortaleza que un antepasado suyo había construido en la Costa de Fuego. Engañado por sus familiares, a los cuales se les había sustraído toda posesión en aquellos lugares antes de echarlos a Nova 1, llegó aquellas tierras exigiendo algo que no era suyo, y al encontrarse con la oposición de, los siempre fieles al Gran Consejo, aquellos Arponeros no dudo en presentar batalla ante las murallas de la fortaleza.

Sir Juan (atlético y diestro en las disciplinas del combate) y Sir Heinrith (anciano y sabio capitán de las tropas, y antiguo tutor del Lord) lucharon durante horas con los bravos Arponeros, como también hiciera el propio Lord Ricardo. Incluso cuando Du Lak decidió unirse a la batalla, tras años de que fuera expulsado de las filas del Lord, las cosas siguieron igualadas, ya que además de bravos y letales, los Arponeros, eran dirigidos por su gran jefe militar: Luciano; cuya pericia en el combate era superior a la de cualquiera de sus invencibles hombres.

Finalmente, Ricardo y Luciano decidieron dar la batalla como empatada, y retirar sus tropas a la espera de un veredicto del Gran Consejo.

Ricardo paso aquella noche muy molesto por no haber aplastado a aquellos guerreros, pero Sir Heinrith le recordaba constantemente que aquellas tierras, como bien les había confesado Luciano, ya no pertenecían a su familia si no que habían sido cedidas a los Arponeros en los tiempos de Valeriano Magno (Insigne héroe para el Gran Consejo, y legendario jefe militar de los Arponeros). Los documentos de cesión estaban enfrente del Lord, pero este se negaba a admitir que esto fuera cierto (ppues supondría un deshonor a su memoria familiar, querría decir que sus antepasados fueron ladrones, conspiradores, y condenados por el Gran Consejo; y aquello era inadmisible para el Lord).

-No, no puede ser... Vos, Heinrith, conocisteis a mi padre, y oisteis la historia de sus labios... ¿Os atrevéis ahora a llamarle mentiroso?

El anciano capitán guardó silencio.

En ese momento un hombre delgado, cubierto de la cabeza a los pies, cruzó las puertas de la tienda del Lord.

-¿Cómo habéis sido tan osado de entrar aquí? – bramó el enfurecido Lord - ¡Hombres! ¿Cómo demoni...?

Pero Ricardo no fue capaz de terminar la frase, pues se fijo en el cuchillo, aún goteante, que portaba el desconocido.

-He oído que tu invencible ejercito no ha logrado su objetivo.

Dijo el desconocido.

-¿Y que os importa a vos?

Contesto Ricardo.

-Yo podría hacer que consiguierais aquello que habéis venido a buscar.

Heinrith estaba desenvainando su espada, cuando Ricardo le detuvo.

-Si es así, ¿por qué no me lo dices antes de que tu cabeza ruede ante mis pies?

El hombre soltó una risilla, y luego habló.

-Estoy seguro que habéis oído hablar del Credo de los Soulwalkers – el hombre espero a que Ricardo asintiera antes de continuar – Bien es conocida la habilidad de estos hombres para el asesinato, que es lo que os hará falta ahora: pues los Arponeros se encontraron mancos sin su jefe militar ¿no creéis?

Ricardo asintió.

-¿Y donde puedo encontrar a un SoulWalker? Lo último que escuche es que tal orden se había esfumado tras la Gran Crisis.

-Tenéis uno delante de voz, milord.

Y "Rat" O´Hoggan se descubrió ante Lord Ricardo. Este se quedó pensativo, y luego asintió.

Aquella misma noche, tras un breve incidente que alarmo al Soulwalker fugitivo (pues se supo descubierto tras tanto tiempo de incógnito), "Rat", degolló en su lecho a Luciano.

Al día siguiente, los hombres de Lord Ricardo aplastaron a los confundidos Arponeros, y conquistaron la fortaleza.

Días después, cuando la noticia llegó al Gran Consejo, se hizo comparecer a Lord Ricardo y sus más cercanos, entre los que se encontraba O´Hoggan, ante el Gran Consejo. El Barón de Midian, Tribuno en el Gran Cponsejo, y, que disponía de grandes informaciones facilitadas por los supervivientes del Credo, hizó una gran exposición que convenció a la sala. A todos menos a Lord Ricardo, quien se nego a abandonar la Costa de Fuego, y fue declarado enemigo del Gran Consejo.

Pocos fueron los hombres que pudo mandar el Gran Consejo contra la fortaleza, pues el groso del ejercito estaba combatiendo en diferentes frentes a los Demonios, pero siempre fueron fuertes y bravos los que combatieron a sus ordenes.

O´Hoggan consiguió escapar poco antes de que cayera el ejercito del Lord, y hasta ahora se desconocía su paradero.

Hasta ahora...

-¿Por qué tan envarado, amigo mío?

Dijo Ruy de Montagnac mientras daba pequeños sorbos a su bebida repantingado en su sillón favorito de Bleauchat.

-Es mi carácter, supongo.

Contestó O´Hoggan.

-Bleuchat, mi casa, es tu casa, relajate... Pronto las tierras géricas y el Gran Consejos eran míos.

Montagnac estaba contento, seguro de controlar el gran poder que había liberado.

-¿Tan seguro estas?

-¿Eso es un pensamiento?

Montagnac chasqueo su lengua como signo de desagrado.

-¿Acaso soy uno de tus lameculos, para no poder decirte la verdad?

Dijo O´Hoggan, clavándole sus ojillos de roedor.

-Me debes la vida – y la mirada de Montagnac elimino todo rastro de pavoneo en O´Hoggan -... No lo olvides.

O´Hoggan se limito a asentir.

A algunos kilómetros de allí, un vagabundo vestido con varíos girones de diferentes telas, que alguna vez fueron ricas y lustrosas, caminaba por el desierto de Ascetia muy cerca de las murallas de Essex. Cuendo cruzó la entrada de la Marca, por la puerta de los comerciantes, se extraño de ver tan vacías las calles del lugar. Camino largo rato por las calles, hasta que se encontró ante el posible motivo de su ausencia de vida.

-¡Demonios! Y no parecen muy amigables.

De entre sus desgarrados ropajes estrajo una espada justo cuando aquellos seres se abalanzaron sobre él. Aquellas dos criaturas debieron comunicarse con el resto d esus hermanos, pues enseguida el vagabundo supo que la ciudadela estab infestada y él se había convertido en al presa. Demostrando una gran agilidad y habilidades atleticas, el vagabundo, se vió corriendo, saltando, y escalando por entre los edificios, al tiempo que se deshacía de los horribles seres.

Entonces, cuando ya se creía libre de ellos, la vió... y en sus ojos se leyó que era un rostro conocido el que comtemplaban.

-¡Maldición! ¡Esa cosa tiene a Godiva!

El ser que la mantenía presa era una especie de reptil de piel turquesa, que portaba un espadon y un escudo de idéntico tamaño. El vagabundo se abalanzo sobre él, descargando tal cantidad de estocadas que sua dversario acabo por darse por muerto.

-¡El interruptor esta ahí!

Oyo gritar a Godiva. El vagabundo siguió con la mirada hacia el lugar donde apuntaba el dedo de la muchacha. Corrió hacía el lugar, e hizo descender la jaula, y, después, con su espada, rompio los sellos que la mantenían cerrada.

-¿Quién eres? ¿Qué haces aquí? ¿Acaso vienes de tan lejos que no sabes que se avecina una guerra?

Le preguntó ella, una vez se vió libre.

-Vengo de muy lejos, y no escuche nada de una guerra.

-De todas maneras te agradezco el que me salvaras – miro hacía la jaula – debo ser muy tonta para haberme dejado capturar dos veces en la misma jaula... En fin – volvio a girarse hacía su sdalvador -... No puedo quedarme, ya te he dicho que se avecina una guerra y he de imperdirla como sea – empezó a elevarse -... Me llamo Lady Godiva.

-Yo, soy – pero ella ya estaba muy lejos -... Gabriel.

No tuvo tiempo d epensar mucho en ella, de nuevo comenzó a escuchar como aquellos seres demoniacos comenzaban a cercarle. Corrío, salto, y lucho todo lo que pudo... Hasta que la propia ciudad le condujo a un callejón sin salida.

-¡Mierda!

Bramó, para si mismo, Gabriel, mientras veía como aquellas criaturas le rodeaban, superándole ampliamente en numero, y, dispuestas a acabar con él. Gabriel adoptó una postura de guardia, dispuesto a morir luchando... Entonces una bola de fuego espantó a sus rivales.

-¿Tu?

Godiva levitaba frente a él.

-¿A quien esperabas?

-Has vuelto.

-Quid pro Quo. Te debía la vida, además de que dejarte aquí a tu suerte no sería muy educado para con mi salvador.

-Me alegra que hayas vuelto.

Godiva no pudo ver la sonrisa que se ocultaba tras desgarrado apñuelo con el que Gabriel se ocultaba el rostro para sobrevivir a los vientos del desierto.

-Bueno – dijo Godiva elevándose un poco más -, sera mejor que nos pongamos en marcha, esas cosas no tardarán en reagruparse, y volver al ataque.

-Tú marcas el camino.

La pareja siguió un pasadizo estrecho hasta una enorme plaza, Godiva descendió y Gabruiel pudo ver lo agotada que estaba.

-Godiva... Creo que deberías descansar.

-No – contestó ella, secándose el sudor -, no puedo... Hemos de encontrar una salida... Tenemos que abandonar Essex... No hay tiempo que perder.

De nuevo volvió a elevarse, y Gabriel la siguió.

Llevaban varios minutos corriendo uno, y, levitando la otra, cuando algo se materializo en su camino.

-¿Así que estabas aquí? - dijo aquella colosal bestia – No deberías haberte escapado de tu jaulita.

-Aparta de nuestro camino, bestia.

-¿Quién es ese? – la bestia sen fijo en Gabriel – Mira, andrajoso, sera mejor que te des media vuelta... A no ser que quieras llevar tus tripas de collar.

-¿Cómo haras eso?

Le reto Gabriel.

-No te preocupes que pronto lo vas a saber.

Aquella cosa se avalanzó sobre Gabriel llevo de ira, pero el antiguo lider de los Soulwalker era diestro en el acero, y, pronto pudo comprobarlo su rival.

-Maldición, ser detenido por un mero andrajoso.

Dijo la bestia, taponando sus heridas.

-¡Corramos!

Godiva tiró de él, aún no habían escapado del peligro.

-Pero ¿Dónde vamos?

Pregunto Gabriel.

-A salvar las tierras féricas – de pronto se detuvo – Aunque, claro, tampoco puedo obligarte. Suficiente has hecho salvándome dos veces.

Godiva estaba a punto de marcharse, cuando la m,ano de Gabriel la agarro del brazo.

-Voy contigo.

Ella sonrió.

-De acuerdo, pero hemos de darnos prisa.

-¿Cual es el plan?

Mientras corrían, Godiva trató de explicarselo

-Ruy de Montagnac, el Marqués de Essex, ha resucitado al Dragón... El muy inútil se cree que lo contropla, pero esa ser primigenio es quien lleva las riendas... El Dragón fue detenido una vez por el Gran Consejo, y para evitar que volviera, en caso de que alguien cometiera la imprudencia de resucitarle (como así ha sido), a la vida con todo su potencial dividieron su poder en tres puntos de las tierras féricas... Debemos llegar a esos lugares antes que ellos, por ahora el Dragón solo dispone de su cascara inmortal... pero si recuperara todo su poder...

-Comprendo.

Gabriel no había querido interrumpirla, diciéndola que conocía muy bien a Ruy de Montagnac... y la historia de los tres pentaculos bajo los cuales se guardaba el poder del Dragón, como cabeza de uno de los Credos debía saberla. De pronto sintió las manos de Godiva bajo sus axilas, y vio como sus pies se separabasn del suelo.

-Por aire iremos más rapido, ¿no crees?

A esas alturas, no era buena idea discutir.

-Esperate aquí – Godiva le poso en una terraza -. El primer pentaculo esta cerca, pero esto esta lleno de trampas para protegerlo... Enseguida vuelvo.

Como hija de uno de los principales del Gran Consejo, Godiva conocía donde estaban los interruptores que detenían las trampas. Así que levito entre ellas hasta llegar al interruptor.

En cuanto el ruido de la maquinaria cesó, Gabriel siguió corriendo y saltando hasta que para su sorpresa...

-¡Maldición!

-¡Ya estan aquí! – completo Godiva – Espero no sea demasiado tarde.

Los seres llegaban a cientos, rodeándoles.

-No se si aguantare – le gritó Gabriel a Godiva –. Pero tratare de distraerlos mientras tu buscas el pentaculo.

-No pienso dejarte solo, buscare la forma de ayudarte.

-¡Maldición! ¡Corre!

Godiva obedeció a Gabriel, y se marcho con el corazón encogido, sin atreverse a mirar atrás (donde cada vez había más de esas cosas sobre el bravo Gabriel). Levito por corredores, con las trampas inutilizadas, ¿así es como habían entrado los lacayos de Montagnac?, hasta que llegó ante el pentaculo.

-Es aquí.

Godiva levanto el pentaculo, y estrajo de debajo una esfera de energía... La tuvio entre sus manos unos instantes... Cuanto poder en sus manos...

... Unos pasos apresurados la sacaron de su ensimismamiento.

-¿Lo tienes?

Gabriel llegaba con sangre sobre sus ropas, Godiva se alegro al comprobar que no era suya.

-Sí... Marchémonos.

-En eso estaba pensando.

Ambos abandonaron el lugar de la misma manera que habían llegado: volando.

La siguiente parada le era muy familiar a Godiva, en aquella isla había crecido, era el pentaculo del que su padre estuvo encargado durante años. Godiva y Gabriel se abrieron paso como pudieron entre la selva que había devorado los restos de la antigua aldea.

-No esta lejos, sígueme.

Le animó Godiva.

De pronto lo escucharon, el olor a azufre... Aliento de dragón... Los diabólicos aliados de Montagnac ya estaban allí.

-Habrá que ser más rápido que ellos... De nuevo.

Anuncio Gabriel.

Los dos jóvenes apresuraron su paso.

-Sera mejor que nos separemos – dijo Godiva-, así les confundiremos... Espero que sepas guiarte en este laberinto

-Es la única salida que tenemos ¿No?

-Me temo que sí.

Ambos se separaron, corriendo hacia lados distintos.

Los sabuesos de Montagnac enloquecieron buscando su rastro... Godiva encontro el segundo pentaculo, y, extrajo de debajo de este la esfera de fuego.

-Ya tenemos dos.

Esta vez no permaneció mucho rato con ella en la mano, tampoco sola: Gabriel llegó a su lado poco después.

-Bueno – dijo Gabriel – ahora solo nos queda uno.

-Sí – asintió Godiva -... Quizá sea el más difícil.

-¿Por?

-Porque se oculto en las entrañas del antiguo templo del Dragón.

-¿Cómo iremos ahí?

Godiva levanto de nuevo el pentaculo.

-Por aquí.

Bajo el pentaculo comenzaba un túnel... Conforme descendían por él, Gabriel supo porque aquel lugar había sido el hogar del Dragón... Era todo lava, llamas y calor... Mucho calor.

No tardaron en comprender que ahí también les estaban esperando.

-Buscalo mientras yo me encargo de estos perros.

Gabriel saltaba y brincaba entre las paredes y los fosos de aquella morada de pesadilla, acabando con cada uno de aquello demonios, mientras Godiva conseguía alcanzar el pentaculo.

Lo que comienza como un leve murmullo, se convierte en un aterrador rugido... al que acompaña una elevación del nivel de la lava.

-Mierda, el mismo Dragón parece que ha decidido acabar con nosotros.

Exclamo Godiva.

-Entonces es mejor que nos apresuremos en coger la última esfera.

-Ahí esta.

Gabriel miro a donde indicaba Gadiva, si, sin duda, era el tercer pentaculo.

-¡No!

El enorme Dragón se materializo freste a ellos, orbes de fuego caían dispuestos a impactar contra la pareja.

-Godiva, elevame y lanzame sobre él... Tengo una idea.

-Si es lo que me supongo... Es un suicidio.

-¿Tienes alguna otra idea?

Godiva elevo a Gabriel por los aires, y lo lanzo sobre el coloso. Gabriel lanzo un grito de batalla mientras caía, y clavo su espada sobre la joroba del coloso.

-¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaagggggggghhhhhhhhh!

El grito dels er hizo temblar su antigua morada. Godiva aprovecho la agonía de la criatura para lanzarse contra él.

-¡Godiva! ¡Nooooo!

Gritó Gabriel, pero ya era tarde... Su cuerpo atraveso como un cuchillo la carne del ser, y, cuando salío por la espalda, ardía ya en llamas...

... El Dragón cayo sin vida.

-¡Maldita sea!

Gabriel corrío hacía el agonizante cuerpo de Godiva.

-Tranquilo – dijo ella, tratándose de poner en pie – hace falta mucho más para acabar conmigo - Godiva trato de sonreir, pero estaba demasiado mal herida como para siquiera poder hacerlo – saca la última esfera – Gabriel aún permanecía a su lado - ¿Qué haces ahí parado?

-Ahora eso no importa... El dragón esta muerto...

Un intento de risa pareció intentar salir de la garganta de Godiva.

-El Dragón es inmortal... Como yo – esto último lo dijo para tranquilizar al joven guerrero – pero si las esferas siguen ilesas, nada le impedira volver a intentar conseguirla ¡Cof! ¡Cof!

Gabriel la sostuvo, y la llevo hacía un muro para que descansara.

-Esta bien, lo hare.

Gabriel camino hacía e pentaculo, lo levanto y extrajo la esfera...

-¡Dios! ¡Cuánto poder!

-No debes dejar que te corrompa – le advirtió Godiva - ¡Cof! Trailo aquí con las otras dos.

Gabriel asintió, y así lo hizo.

Juntaron las tres esferas.

-¿Ahora qué?

Godiva, con las pocas fuerzas que la quedaban se puso en pie, y, levantando sus puños, descargó un terrible golpe sobre las tres esferas de fuego... Primero un estallido de luz, después... todo volvió a la normalidad de hace unos intantes.

-¡Godiva!

La muchacha yacía en el suelo, inerte. Gabriel la abrazo... Entonces noto que el cuerpo estab caliente, que aún había pulso... y escucho aquella voz.

-Gabriel.

Godiva había abierto los ojos, y observaba el familiar rostro que hasta ahora cubría el andrajoso pañuelo.

-Sí.

El guerrero la estrujó contra sí.

-Lo hemos logrado.

-no hables, aún estas muy debil.

-Sobreviviré.

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