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Road-tale

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ROAD-TALE

Como una amazona cabalgando sobre el vientre de la tierra, ni siquiera el bikini podía ocultar sus exuberantes curvas, Godiva miraba al mundo que la rodeaba con gesto desafiante.

-Si le soy sincero ella tiene mejor sabor que yo, y más carne.

Pese a estar mucho rato examinando los voluptuosos pechos y los carnosos labios de Godiva, aquello no pareció contento con el conjunto carnal que se le presentaba...

-Esta chica, así de flaca, no me sirve ni para aperitivo. Más me valdría alimentarla un poco – de pronto la miro mejor -. Te noto cansada.

-Supercansada... Además, acá esta haciendo mucho calor.

-¿No estas sudando?

Observo con atención el ser.

-No, hace un rato me di un baño en el agua.

-Debes tener un olor delicioso.

E intentó olfatearla, pero andaba acatarrado y no olía nada.

-Sí, a leche y miel... Es la crema protectora.

-Me abres el apetito.

-Creo que eres demasiado caníbal para mi gusto.

-Sí, y tu un delicioso asado prometes.

-No, eso si que no.

-¿Por?

Dijo la bestiecilla, muy confusa.

-No quisiera morir quemada.

-Pero, yo deseo comerte.

-Ok, pero no asada.

-Entonces – la bestiezuela se rascaba su tupida cabellera - ¿Cómo? ¿Crudita?

-Mmmmm... Más o menos.

-¿Todo es tuyo de verdad?

Godiva capto que se refería a si llevaba implantes en el pecho.

-Sí, todo es mio.

-Eres un buen bocado.

Esto provoco una gran risotada en Godiva.

-Es la verdad - continuó el ser, sin saber si se reían de él o con él -. Me voy a por una Coca al chiriguito.

-¿Qué?

-Una Coca Cola, me voy a por una Coca Cola... Ya sabes, el refresco. Lo usare para acompañar la ingesta de tus enormes pechos.

Godiva le vio marcharse, luego se miro los pechos bajo el bikini.

-Tampoco es para tanto, es que los tíos magnifican demasiado el tamaño de los pechos de una tía... En fin... ¡Hombres!

-Hace 6 semanas era un capullo como tú, una mancha gris más en un mar de manchas grises.

Godiva se giró hacía el origen de aquel comentario.

-¿Qué?

-Hace 6 semanas era un capullo como tú, una mancha gris más en un mar de manchas grises.

-Ya te escuche, pero perdóname... No sé a que viene que me cuentes esto.

-Comencemos de nuevo.

-Vale – Godiva alargo su mano hacía él -. Me llamo Godiva.

-¿Eso es un nombre o un apodo?

Ella negó con la cabeza condescendiente.

-Perdona – se disculpo el muchacho -. Me llamo Gabriel.

-Tu cara me suena... Creo que conocí a tu padre.

-No lo creo, te estarás equivocando de persona.

Ella se limitó a sonreír.

-Tu padre murió al servicio del Credo – esperó a ver que le provocaba esto al muchacho, luego continuó -, yo estaba allí, y, te digo que era, junto a Samuel, el mejor asesino de todos los tiempos – miró a su alrededor - ¿Qué te parece si buscamos un sitio más tranquilo para charlar?

Godiva se puso en pie, y camino hacía el paseo marítimo. Gabriel, aún confuso, la siguió.

El primer aviso llegó silbando a centímetros de la oreja de Gabriel.

-¡Corre! Mi coche esta enfrente... Corre hacía él.

En cuanto vio que Godiva le obedecía, Gabriel sacó su arma: Había por los menos 5 tipos, y todos intentando cortarles el paso. El muchacho se movió con la agilidad de toda una vida de entrenamiento, colocándose entre los asesinos, y, ejecutándolos antes de que tuvieran opción de apretar el gatillo.

Saltaron dentro del coche en cuanto lo tuvieron cerca, arrancando antes de que llegarán más.

-¿Quiénes eran?

-La gente de Frost... Unos lunáticos tecnócratas.

-Recuerdo a Frost... Fue el que mato a tu padre ¿Ahora intenta matarte a ti?

-Exacto.

Godiva clavo la mirada en la carretera.

-Conduce.

Le susurro.

Gabriel olió remordimiento en el tono de la chica, no quiso preguntar... No era su estilo interrogar a gente a la que no tuviera que matar.

-La pistola que llevas... Es la de tu padre – fue lo primero que le dijo Samuel cuando lo vio por primera vez -. Yo te enseñare a utilizarla, como muchas otras cosas, para matar a gente como la que asesino a tu padre a sangre fría.

Gabriel apenas tenía 6 años, y aquel hombre de enorme estatura le intimidaba.

-Te presento a Kurtz... Nuestro maestro de armas.

Un hombre, aún más grande que el otro, salió de entre las sombras.

-Me enseñara a matar gente.

Aquello sonó menos terrible, y muy inocente, en labios del muchacho.

-Eso dependerá de ti – el vozarrón de Kurtz le puso los pelos de punta al muchachito -. Te enseñare a saltar, rodar, escalar,... y vamos a empezar ahora mismo... ¿Ves esa puerta? – espero a que el niño asintiera – Muy bien. Deberás de cruzarla, te advierto que ahí dentro te espera un laberinto lleno de gente que querrá matarte... Tu debes hacerlo antes de que ellos te lo hagan a ti.

El niño se había puesto blanco, pero, finalmente, asintió.

-Entonces, que empiece el juego.

Gabriel tragó saliva, y camino, dubitativo hacía la puerta. Samuel le dio un pequeño empujoncito, una vez< que la puerta estuvo abierta. La puerta se cerro tras las espaldas del niño, este miro la pistola y al principio de aquel aterrador laberinto. Finalmente, avanzó.

Los dos primeros objetivos fueron pillados por la espalda, en su terror, Gabriel, no se atrevió a mirarles a la cara cuando es disparaba. Samuel había colgado de su cinturón una pequeña daga, salto sobre el tercero, y, le degolló antes de que pudiera verle. Poco a poco el instinto heredado de su padre, afloraba en él. El cuarto si le vio llegar, ambos dispararon... Gabriel apretó como un loco el gatillo, hasta que le vio caer sin vida. Gabriel estaba horrorizado por la última mirada que le dirigió aquel hombre... caminó como un zombie hasta un ascensor que le estaba esperando.

Cuando la puerta se abrió, alguien ya le estaba esperando... Fue más un acto reflejo que el puro instinto de un verdadero asesino, la bala le voló la tapa de los sesos al tipo. Subió unas escaleras de mano hasta una plataforma, aparentemente, firme... Esta pronto dejó de serlo, el suelo se abrió bajo los pies de Gabriel. Cató sobre otro hombre, t, de nuevo, por instinto, lo degolló sin pensar.

-Mata a esos tres, y haré bajar el ascensor.

La voz de Kurtz surgió de algún punto. Las luces se encendieron, tres hombres caminaban de un lado a otro, bajo los pies de Gabriel.

-Recuerda: son ellos o tu.

No tenía opción.

Sorprendiéndose a si mismo, salto en medio de aquellos tres pobres corderos sin darles opción a disparar.

-Buen trabajo.

La pared que tenía Gabriel a su espalda se abrió, revelando un ascensor. Si en algún momento, Gabriel, pensó que aquello había terminado, lo que vio al abrirse el ascensor acabo con todas sus esperanzas. Más hombres, más disparos cruzados... Gabriel corría, se agachaba, y rodaba sobre si mismo, en una vorágine de violencia que nunca debería tener que vivir un niño a esa edad. Una última puerta de ascensor, le condujo ante Kurtz.

-Lo llevas en la sangre, sin duda, la sangre de tu padre corre por tus venas, muchacho – dio un par de golpecitos en la cabeza del pequeño -. Ahora, sigueme.

Kurtz salió corriendo tras una esquina.

-Imita lo que hago.

De varios saltos acrobáticos, Kurtz, se movió entre hombres armados que no conseguían, por esto, un blanco fácil. La repetición de Grabriel no fue una buena copia, pero fue efectiva.

-Mantén el ritmo, y habrás acabado la prueba.

Gabriel repetía como podía cada estocada, cada disparo, a una victima la sustituía rápidamente otra para que la abatiera el niño. Finalmente, llegaron a una sala subterránea... donde es esperaba Samuel.

-Muy bien, Gabriel, ahora te explicaremos como funciona el Credo.

-¿Te parece buen lugar este para charlar?

Gabriel rompió el silencio que reinaba en el vehículo.

-Sí, claro.

-Bien.

Estaba de pies en una azotea... A su lado Hermione, una de las más veteranas miembros del Credo, había sido designada como su compañera.

-Bueno, ya sabes lo que tienes que hacer ¿No?

Gabriel tenía 12 años, fue la primera vez que sal8ió a cumplir una misión para el Credo.

-¿Qué ha hecho ese tipo para que el Credo lo quiera muerto?

-Debes aprender a no hacer preguntas.

Hermione, cuya misión en aquel asunto era solo vigilar al neófito, se esfumo antes de que los labios de Gabriel urdieran otra pregunta. Así que el joven se quedó allí, solo y con el frío nocturno calándosele en los huesos.

-¿Aburrida?

-No, ¿Tu vida consiste en esto?

Gabriel sonrió ante en tono irónico de la pregunta.

-No, me lo paso muy bien despellejando gatitos ¿vos? ¿Alguna táctica sentimental que no se adivine a simple vista?

Godiva frunció el ceño, ese tipo no sería algún desequilibrado de los que abundaban ya en su vida.

-No.

-¿Y esa pinta tan de depredadora sexual?

-Había quedado con un amigo gay para que me presentara a su novio.

-Claro, no había peligro por ir en plan loba.

Un minuto en silencio, y ambos estallaron en carcajadas.

-Conozco varios casos de chicas super tímidas con los hombres que se sueltan cuando andan con gays – continuó Gabriel -, debe ser que los consideran eunucos.

-¿Te haces pasar por gay para que las mujeres saquen su cara más sádica?

Él la miró con fingida seriedad.

-No, soy bisexual.

Godiva enrojeció de repente.

-Perdón.

-¿Por qué todo el mundo reacciona igual cuando lo digo?

-No, si tengo una mente muy abierta, pero, tengo curiosidad: ¿Qué te tiran más, las tías o los tíos?

-No sabría decírtelo. He estado con ambos.

-Interesante.

-Si – la mirada de Gabriel se nublo por la nostalgia, y una media sonrisa se dibujo en su rostro -... Muy interesante.

Ella le miró con reproche.

-¿No estarás pensando en seducirme?

-¿Me crees un libertino?

-No lo sé, pero yo no lo soy ¿Ok?

Él sonrió.

-Tranquila, no tengo nada parecido a sexo en mi cabeza ahora mismo. Además, fuiste tú la que dijo de hablar en un sitio tranquilo.

-Perdona – volvió a sonrojarse Godiva –, se me fue un poco la cabeza.

-Tranquila.

-Dime ¿Esas amigas que te tenían como el "amigo gay", que modelitos se ponían?

-Trajes de noche.

Ella sonrió.

-Pensé que me dirías que las vistes en ropa interior.

-Pese a haber sido un asesino, no he sido nunca un depravado ni un hombre sin modales o sentido del decoro.

-¿No dices guarradas?

-Solo si ellas me lo piden.

-¿Qué clase de vestidos de noche se ponían delante de ti?

-De los escotados.

Godiva bufó.

-Con la espalda al aire.

-A veces así... A veces lo que llevaban casi al aire eran los pechos.

-Comprendo.

Ambos se quedaron de nuevo en silencio. Gabriel, sin quererlo, volvió a aquella noche en la azotea...

Hermione, cuya misión en aquel asunto era solo vigilar al neófito, se esfumo antes de que los labios de Gabriel urdieran otra pregunta. Así que el joven se quedó allí, solo y con el frío nocturno calándosele en los huesos.

Se movió como un tigre saltando de azotea en azotea, burlando a la gente de aquel mafioso. Draken Trevor era un hombre muy odiado, así que se compro una manzana para así mismo y la lleno de guardias para que le protegieran. Mataba cuando era estrictamente necesario, cuantas menos muertes, menos escándalo, y, por lo tanto, más tarde se daría cuenta Trevor de que la muerte se le acercaba.

-Ese es tu tren muchacho.

Gabriel miro abajo, Hermione había surgido entre las tinieblas de una de la azoteas para darle esta información, un tranvía cruzaba las calles, y, dentro estaba Trevor.

-¡Salta!

Le increpo la asesina.

Se mantuvo con gran equilibrio sobre el techo, sobre el que cayo sin apenas ruido. Ahora venía la parte difícil. % guardias rodeaban a Trevor dentro del vehículo, Gabriel salto como un rayo en el interior, y, fulmino a los 5 guardias y a Trevor antes de darles siquiera tiempo de desenfundar.

Hermione paso con un coche junto al vehículo, Gabriel salto dentro.

-Bien hecho, nadie sabrá quien lo atacó... y el proyecto armamentístico que llevaba entre manos Trevor quedara en suspenso... Eres tan bueno como tu padre, sino quizá mejor que él.

Gabriel despertó de su letargo. Una bala cruzo el parabrisas, y paso entre los dos.

-Deprisa, el cercanías esta cerca.

Tiró de él, Godiva.

Entraron en la estacion, con los sicarios de Frost siguiéndoles los talones. Cuando creyeron que los habían despistado, comenzaron a surgir sicarios de las puertas de servicio del lugar...

-Esos cabrones están por todas partes.

Disparos, saltos entre las vías... Un tren que se detuvo, y tiroteo dentro de este... Una bala que atraviesa la puerta de acceso a la cabina... El tren descarrila, y el infierno de sangre y fuego aumenta... Todo estos e sucede con una velocidad que imposibilitaba que fuera contado de otra forma.

-¡Por aquí!

Tiró de él Godiva, para su sorpresa la muchacha tan solo tenía roto el vestido... No había señal de daños, pese a lo aparatoso del accidente.

-Espera.

Gabriel estaba sorprendido, frente a él, él propio Frosto había venido a mancharse las manos. El asesino de su padre salió corriendo, y el joven lo siguió entre los escombros del descarrilamiento. De pronto la persecución se detuvo. Frost se giro hacía Gabriel.

-Nada es tal y como te lo han contado.

Fueron las últimas palabras de Frost antes de que Gabriel le alojara una bala entre ceja y ceja.

Cuando Gabriel regresó a donde había dejado a Godiva sus ojos se clavaron en la joven.

-Creo que tienes algo que contarme.

Godiva comprendió que aquella iba a ser una larga noche.

-Bueno, antes me dijiste que hasta hace seis semanas eras un tío gris... O sea, sé lo de la desaparición del Credo hace casi 6 meses, pero, ¿por qué el "Ángel Exterminador", era así como te llamaban ¿no?, iba a llevar desde entonces una vida gris?

Estaban en un local de comida rápida, delante de uno de esos menus grasientos con apellido escocés, Godiva había comenzado la charla a la vez que evitaba el tema que más carcomía a Gabriel.

-Bueno, cuando toda la mierda de los Soulclaw estallo, y muchos de los Soulwalker más veteranos, sin contar a aquellos que habían traicionado a la orden y creado a los Soulclaw, murieron, decidí retirarme un tiempo, deprimido por haber visto como el sueño de mi padre y otros se iba por el retrete, pero enseguida comprendí que soy culo de mal asiento: así que me metí a la Liga de Lucha Extreme. Todo iba bien hasta que hace un mes y medio, Ruy de Montagnac, uno de los Soulclaw se hizo con la mayoría de las participaciones de la Liga Extreme... y, de repente los Hombres de Frost comenzaron a perseguirme.

-Entonces no eras un hombre gris, eras un luchador... Ser luchador, o seas, ser parte de un gran espectáculo, no tiene nada que ver con pringar en una oficina todos los días.

-Sí, bueno... Supongo que no – dijo Gabriel, algo sonrojado – pero me pareció una buena forma de entrarte.

-Ah – Godiva se rió -... Te concedo que es original.

Ambos se echaron a reír.

Gabriel, fue el primero en ver a los hombres de Frost entrar dentro del restaurante.

-¡Que cojo...!

No le dio tiempo a acabar la frase, los 8 hombres desenfundaron.

-¡Agáchate!

Gabriel tiró de Godiva bajo la mesa. El mobiliario de contrachapado se hizo migas ante las ráfagas de plomo...

-¿Qué te parece si salimos de aquí?

Pregunto Godiva, que nunca perdía la calma. Gabriel se puso en pie, y tiro de ella mientras devolvía el fuego, con mayor eficacia, a los asaltantes.

-No soy ninguna doncella en peligro – le increpo Godiva, deteniéndose en medio de la lluvia de balas -, así que deja de tirar de mi ¿Ok?

Gabriel estaba cada vez más impresionado con aquella mujer, y más aún cuando la vio moverse con una velocidad, impropia de una muchacha normal, lejos del fuego.

En el aparcamiento les esperaban más sicarios, sinceramente Gabriel estaba desconcertado: había pensado que una vez muerto su líder todos esos tipejos se disgregarían y le dejarían en paz. Con una agilidad de la que carecían los otros, Gabriel uso los coches y el mobiliario urbano como trampolines con los que conseguir mayores ángulos de disparo. Justo cuando se encontraba ante el que parecía el último de los sicarios escucho una voz familiar.

-Te di toda parte de mi vida, para cambiar la tuya... y ¿así me lo pagas?

-¿Kurtz?

El hombretón salió de la oscuridad.

-Siempre tuve grandes esperanzas para ti, pero debí suponer que eras como tu padre... Un puto héroe que no sabe cuando escoger el mejor camino.

Gabriel levantó su arma, apuntándola hacía la cabeza de su ex instructor.

-Soy un Soulwalker.

-Si, es una pena.

Las luces de una manzana a la redonda se apagaron, todo se quedo a oscuras... y, lo que era peor, en absoluto silencio. Solo el incauto sonido de un seguro al quitarse, alerto a Gabriel de que le estaban rodeando... Le habían subestimado, incluso ciego, Gabriel, era capaz de abatirles a todos.

-Y ¿ahora qué? Seguimos a oscuras, y Kurtz jugara con eso a su favor.

Escucho decir a Godiva, que estaba su lado.

-No pienso darle esa ventaja moral a Kurtz.

Una luz se encendió en una fabrica aparentemente abandonada. Una mirilla láser brilló... Ellos mismos se habían delatado, o quizá les pensaban conducir a una trampa. Gabriel no lo pensó dos veces, salto la valla y se metió dentro de la fabrica, en cuanto a Godiva prefirió quedarse fuera: aquella no era su fuera, y era indudable que Gabriel iba hacía un trampa... y ella amaba mucho su pellejo para jugárselo en un "a ver quien mea más lejos" como aquello.

Gabriel corría entre pasillos en semipenumbra, disparaba antes de que le dispararan, saltaba sobre ellos antes de darles cualquier oportunidad de defenderse, e iba subiendo de planta en planta en ascensores que parecían estar esperándole... y nunca sospecho que aquello pudiera ser una trampa... Hasta que la fabrica voló por los aires.

Godiva lo vió todo desde un lugar seguro, lo que más sintió es no haberle dicho a Gabriel la verdad sobre su padre.

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