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Esplendores y penumbras colapsadas

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ESPLENDORES Y PENUMBRAS COLAPSADAS

Este relato lo escribí junto con un amigo crossdresser, como una muestra de que distintas formas de pensar y ser pueden convivir y hacer cosas en conjunto sin problema alguno.

Dos profundas y oscuras cavidades en lugar de ojos, lo que parece ser la cicatriz de una operación fallida. una nariz casi inexistente y grandes cantidades de tierra bajo las uñas, tierra que llegaría a ese lugar después de buscar afanosamente sin encontrar, alguna señal que le ayudará a construir su personalidad, que al igual que su rostro parece estar hecha pedazos, parece haberse diluido en medio de un mar de confusiones, culpas y miedos. Y es que a pesar de que ninguna prenda protege su cuerpo, aún cuando cada centímetro de piel está al descubierto no se distingue sexo alguno. Puede adivinarse por esa vibra que débilmente sigue flotando a su alrededor que es, o al menos fue, un humano. Sus manos van hacia su cara.

La soledad del camposanto una noche de olvido, y el frío de un sepulcro que nadie visita parecen añadir mantos de distancia que entierran una historia que amenaza volverse inasequible, un misterio que nunca será develado, como indescifrables fueron los enigmas que ocuparon su cabeza hasta convertirse en la tortura insoportable, una enfermedad existencial que sólo encuentra alivio en la misma muerte. El ocaso de una vida que sólo tendrá lógica en las evidencias de muerte y un deceso que ni siquiera parece encontrar motivo en las paradojas y contrasentidos que mueven a las personas como esa colonia de incansables gusanos que se mueven en un absurdo sinsentido sobre lo que fue su cuerpo.

Cuando estas vuelven a su posición original ya no se encuentra en aquel extraño lugar de paredes interminables por las que antes se extendía su soledad, ahora está en una oficina que luce muy familiar. Columnas de papeles en blanco por todos los rincones y en medio un escritorio tras el cual sentado está un hombre que rondará los treinta escribiendo un reporte como última tarea del día, a diferencia suya, dicho personaje si tiene un rostro definido, pero una máscara lo cubre permitiendo ver nada más que sus bellos ojos que reflejan una melancolía conmovedora y envolvente, el reporte está ya terminado y su autor se levanta dispuesto a marcharse. Se dirigirá a su casa o tal vez a un bar, sólo él lo sabe.

El hombre no parece haberse percatado que la mirada de aquel espectro carcomido lo ha seguido a detalle, sus pensamientos le mantienen absorto y evadido del mundo exterior donde las personas viven lo que les toca y frecuentemente ocultan lo que sienten. Antes de marcharse regresa vacilante y abre un cajón del archivero de la esquina, ha sacado de él algunas fotos, él las mira pero ahora se le observa titubeante, sus manos tienen un ligero temblor cuando las levanta a una distancia razonable para apreciarlas, en ellas aparece él mismo vistiendo atractivas prendas de lencería mientras adopta posturas sugestivas. Traga saliva antes de guardarlas nervioso en la bolsa del saco. Evidentemente ha sido presa una vez más de esa ansiedad que quema y que le ha dominado los últimos años. Decide salir al exterior, camina, se aleja, y mientras lo hace alguien lo acompaña.

Cuando finalmente han caminado por el que parecía un interminable pasillo han entrado a un paraíso lleno de paz, de bellas rosas en distintas tonalidades. Ambos tienen una apariencia distinta, las cavidades del indefinido ser se han ido y en su lugar ahora podemos admirar un par de ojos que compiten con la belleza del edén por el que transitan, y el hombre que lo acompañaba sin saber de su presencia ya no es más un hombre, ahora es una mujer de finos rasgos y elegante caminar, entallada en un vestido transparente que al mirarlo proyecta imágenes de palomas blancas. Los dos recorren los caminos que separan una hilera de flores de la siguiente, oliendo su exquisito perfume, contagiándose de su alegría y frescura. Del vestido transparente se han escapado algunas palomas que vuelan junto con ellos, todo parece perfecto, todo se siente muy bien.

En ese universo los dos seres bailan y se acarician libremente, no existe mas el miedo, se ha abierto un impase en donde no existen las miradas inquisitivas ni las barreras que les han impedido vivir en plenitud. Solo existe la pasión y el deseo realizado. La excitación arde y quema en sus cuerpos, pero es un fuego que da vida que te invita a vivir en el. Es un espacio donde no existen límites a la lujuria y hasta las barreras del género han desaparecido. En este mundo pueden coexistir la fuerza y belleza, la excitación que da la posesión del objetivo anhelado y el ansioso encanto de la entrega. En su frenesí desesperado saben que su pasión les llevará a trascender la piel, a sublimar su existencia hacia el estadío que sólo los dioses conocen.

De repente y sin avisar la oscuridad de la densa atmósfera dueña de casi toda la casa ha empezado a avanzar devorando grandes espacios del hasta entonces bello jardín. Las palomas se han transformado, son murciélagos sedientos de sangre que persiguen a la mujer. Las rosas han cobrado vida en forma de serpientes que lanzan su veneno al aire y se enredan entre las extremidades de la desesperada e indefensa dama. Ya que ahora si cuenta con un rostro, podemos ver en la cara del ente sin sexo una expresión inundada de un miedo desbordante y aterrador aún para él mismo que no la puede ver. Trata de escapar de ese lugar que se ha convertido en lo más cercano al infierno.

El miedo a lo inevitable se ha apoderado de su cuerpo, el terror a la predestinación invade el ambiente. Es mirar a los ojos a la misma muerte mientras el pánico paraliza tu cuerpo. El gran demonio que castiga por los pecados sexuales se aproxima amenazante disperso y confundido con los helados vientos del norte, mientras el espíritu de las brujas sacrificadas que penaliza la usurpación de género avanza rápidamente a través de los obscuros océanos del Oeste. Luego, sólo queda la calma que anuncia un fatal desenlace, la espera silenciosa que va acrecentando la ansiedad mientras el corazón late frenético.

Un ángel ha aparecido en escena. Sus alas son enormes e insultantemente hermosas, ha tomado entre sus brazos al moribundo ser, quien recobra poco a poco el color y por primera vez la forma. Sus ojos, su boca, todo está en su lugar, pero esas delicadas facciones y su largo y sedoso cabello negro no concuerdan con lo que un poco más abajo encontramos, entre sus piernas la prueba de la masculinidad que habita en ella. Su personalidad ha sido finalmente recobrada, pero ahora que la tiene de regreso con sigo no le gusta, le pide al ángel que la carga vuelva a quitarle la vida, pero en lugar de este sólo hay un horrible monstruo que la empuja hacia una puerta de caros detalles y acabados.

El sufrimiento es insoportable y la agonía parece interminable, sin embargo ella no renunciará a sus pasiones escondidas. El deseo en la piel ha sido más poderoso, ha marcado su cuerpo y su alma determinando su destino y pervirtiendo el rumbo de su vida. Fuerzas poderosas se desatan en el ser, son la fuerza de la razón y la fuerza de la pasión. No existe un poder más grande que el que surge del corazón y nuestro personaje ha tomado una decisión. Ha elegido ser congruente con la las voces que le hablan desde adentro de sus órganos mas internos aunque alguna vez aprendió a escuchar las voces de la razón, el costo será enfrentar los fantasmas del rechazo y la misma muerte.

Ella o él, caen a un pozo que no deja ver fondo. A su paso sólo ve neuronas que se conectan por medio de líneas llenas de electricidad que lastiman su cuerpo, que queman su piel, de ellas salen palabras que terminan por revelarle la verdad sobre si haciéndola sentir más miserable y segura de querer morir. El viaje a través de ese pozo ha sido cansado, doloroso y casi eterno, pero algo le dice que el fin se aproxima. Ese presentimiento no estaba equivocado, antes de darse cuenta su cabeza se estrella contra el asfalto de la acera y las columnas de papeles en blanco que vio antes en la oficina de aquel hombre vuelan a su alrededor ahora con dibujos impresos en ellos, dibujos que le recuerdan partes de su vida que resultan como puñaladas a su corazón, heridas que hacen insoportables hasta los últimos segundos de su existencia en el universo, cualquiera que este sea. En el cuerpo del desafortunado se alcanza a observar tatuados dos nombres, uno masculino, el otro no, Mientras testigos y curiosos se marchan indiferentes a vivir sus propios infiernos en sus propios universos.

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