Continuación del relato "A mitad de la carretera".
Incontables noches acostado, sólo en la enormidad de mi cama, soñé con salir volando por la ventana y no detenerme hasta iluminar la tuya con mi falta de caricias y despertarte para continuar lo que ese frío viernes de invierno, al menos desde mi punto de vista, dejamos inconcluso. Muchas veces lo pensé, deseé e inclusive comencé, pero es hasta hoy que finalmente puedo llegar al final, ya sea de la línea de mis esperanzas o del inició de mi vida.
Tengo entre mis dedos el papel con tu dirección y número telefónico que hace varios años depositaste en mi bolsillo, su original color blanco se ha tornado en un amarillo pálido por el tiempo y algunas arrugas provocadas por la misma causa se dejan ver, pero la tinta sigue intacta, como si hubiera salido de tu pluma con el deseo de no perderse antes de que buscara lo que con ella fue escrito, algo que hago sin dejar de asombrarme por el esplendor del lugar en que me encuentro. Nunca había estado en ésta tú ciudad de residencia, pero no hace falta ver mucho de ella para saber que es tan hermosa como la imagen que guardo de aquella noche cuando entraste al café un poco mojado por la repentina lluvia. He llegado a pensar que de no encontrarte en ella me gustaría no marcharme más. La gente es tan amable y todo parece ir tan bien, un buen cambio sería éste ambiente para la gris rutina que por siempre ha llenado mi vida.
Hoy no llueve a cantaros como esa noche, que aparezca una tormenta como aquella es algo con pocas posibilidades de suceder, el clima es caluroso, calculo estamos a más de cuarenta grados. El sol brilla en lo alto sin ningún obstáculo gracias a que el cielo está completamente despejado, sus rayos se estrellan contra mi piel casi quemándola, como si intentaran detener mi búsqueda con ello, como si quisieran prevenirme de un catastrófico desenlace que me sumiría más adentro del abismo. Lo que no saben es que ya he tocado el fondo y no puedo caer más abajo. Sólo dos cosas pueden poner fin a mi peregrinar, el volver a ver tus ojos color miel o el que alguien haga de mi conocimiento el posible hecho de que ya no vivas en el mismo lugar que escribiste en este papel.
Siento que me acerco con cada paso que doy, que mi corazón lata cada vez más a prisa me lo dice. Estoy dibujando en mi mente todas tus posibles reacciones pero sólo una de ellas tiene el poder para asustarme, el que me rechaces y el fruncir de tu seño me envíe de regreso por donde llegué. Ha pasado ya tanto tiempo que no puedo evitar el pensar que ya no deseas verme o que aún peor, ya ni siquiera me recuerdas, después de todo no tengo la certeza de haberte causado el mismo impacto que causaste tú en mí.
Sumado a ese terror de un no se suman otros tantos que al haber salido el primero obtienen los ánimos para dejar el anonimato. Uno más absurdo que el otro, pero todos igual de inquietantes y molestos. En ese pasajero encuentro lo único que viste de mí fue la parte bajo mi espalda, eso dando por hecho que en verdad le prestaste atención, ¿te gustará el resto del paquete? Creo que tendré que guardar por un momento ésta y todas las demás interrogantes que serán resueltas sobre la marcha en el caso de que en verdad algo vuelva a darse, premisa que muy pronto tendré la oportunidad de verificar, he llegado a la dirección que dicta el pequeño trozo de papel en mi mano derecha, estoy parado a la entrada de la que con un poco de suerte seguirá siendo tu hogar.
Unos pocos centímetros me separan del timbre, pero esa pequeña distancia se disfraza a mis ojos como un inmenso y profundo cañón imposible de librar; mis dedos parecen no tener huesos, me cuesta trabajo levantarlos sin que vuelvan a desparramarse a los dos segundos. Todas esas preguntas innecesarias están pesando más de lo que llegué a imaginar, mis lágrimas amenazan con escapar al notar la gran impotencia y frustración que me llena, después de todo la cobardía que pensé había encerrado antes de salir de casa me ha ganado una batalla más, ésta vez una definitiva en la guerra contra mi bienestar emocional. No tengo nada más que hacer en éste lugar, si no soy capaz de tocar a la puerta menos tendré el valor para mirarte a los ojos y decirte que nunca te olvidé, que a pesar de que nuestras miradas fueron las únicas que conversaron en aquella solitaria mesa escuché tu voz todas las mañanas deseándome buenos días. Es mejor que de media vuelta y camine a toda prisa rumbo a la central de autobuses para despedirme de manera definitiva de lo que nunca sabré si pudo haber sido un bello sueño hecho realidad.
Estoy recogiendo el camino que planté para llegar a tu puerta, pero ésta suena como si estuviera abriéndose, el destino por primera vez se muestra compasivo con mi persona recompensando mi cobardía. Siento que voy a desmayar, ahí estás, parado a unos cuantos pasos. Tu imagen no se ha deteriorado a pesar de la inclemencia del tiempo, siendo objetivos luce más encantadora, más madura y atractiva. Tu hipnótico cabello me controla y me lleva hacia ti, hasta juntar mi pecho con el tuyo y conectar nuestros ojos, que se reconocen, paran de extrañarse y se cobijan unos a otros con una reconfortante sensualidad. Me parece difícil de creer, pero tú tampoco me has olvidado, esa noche representa al menos un mínimo y escondido lugar dentro de tu corazón. Me siento feliz, con ganas incluso de hacer una oración.
Las piernas me tiemblan y de un momento a otro podrían doblarse atemorizadas por tu impactante presencia, afortunadamente te has dado cuenta de su movimiento y me indicas vas a actuar para no permitirlo. La fuerza y firmeza de tu mano me guía al interior de tu residencia para luego cerrar la puerta y aislar el momento que se aproxima a cualquier intruso que busque restarle algo de magia. Nos sentamos sobre el sofá y la suavidad de la tela que cubre su respaldo me quita un suspiro que callas con un beso que se siente como el primero, nuevo, sorprendente, gratificante. Eres tierno y delicado, tus labios sobre los míos curan todas las heridas provocadas por no haberte tenido antes, me calman arrullándome en una cuna de nubes. Sabes a naranja y a manzana, a frescura y a pasión, a cariño y a deseo, me has devuelto el corazón que después de todo si viajaba dentro de tu alma.
Esta vez no hay prisas ni apuros, no hay porque adelantarse al ritmo natural de la ocasión, es momento para explorar de nuestros cuerpos cada misterio, secreto y rincón. Siente flotando en el aire, libre, a toda esa felicidad reprimida descargando su energía y enamórate de ese peculiar aroma mezcla de sudor con olor a pino y sexo con fragancia de rosas, permite que devuelva la desnudez a nuestros cuerpos y nos arrope con su toque tibio y delicado. No concentres tus caricias en un solo punto. Si algo llama tu atención admíralo por un instante y déjalo ir, ya lo memorizarás la siguiente vez que pases por él y la que le siga a ésta; y si hago el más mínimo intento por no tener coherencia con mis ideas castígame cerrando tus dientes sobre la piel de mi cuello, márcalos una y otra vez como prueba de que ha sido tuyo, como evidencia de mi rebeldía y tu pertenencia.
Disfruta de la danza que ha montado para ti ese pequeño lunar en mi espalda que se mueve a lo largo y ancho de ésta alborotando la fina selva que lo cubre. No te molestes si de pronto comienza a coquetear con esa bella cicatriz en forma de ese que decora la blancura del llano que es tu vientre, ni tampoco si ésta al verse sumergida en un juego de seducción se transforma en serpiente y después de un exótico baile le da un beso como respuesta, imitando al tuyo en mi oreja. Baja tus labios de mi insensible cabeza, recorre las demás partes de mi anatomía en las que encontrarás mayor aprobación y dureza. Cumple las fantasías que atormentaron mi dormir cada vez que el clima ponía al tope la temperatura. Besa, acaricia y muerde mi verdad, esa que no puede seguir negando, esa que necesita tu larga humanidad, la misma que se apoderó de mis recuerdos en un tormentoso momento de paz. Permíteme verla de cerca por primera vez y conocerla a fondo y en plenitud, quiero saber todo sobre el hombre que me atrapó y en mis sueños se instaló. Déjame sentirla, palparla, apretarla y disfrutar el contraste de las sensaciones que dispara con el brillo de su cima. Dame un poco de su sabor aquí en mi boca, regálame la oportunidad de corresponder a esa muestra de educación y cortesía de levantarse cuando yo estoy, pero solamente un poco, que quedan más vacíos que llenar, más heridas que cerrar y más deseos que saciar. Ha llegado el tiempo justo para tirar a un lado la ternura y la lentitud, quiero vibrar y volver a vivir dentro de ese mundo de paredes construidas en base a la transpiración, ese mundo que mis carencias borró y mis penas aumentó.
Une nuestros cuerpos como aquella primera vez, sin contemplaciones ni compasión, con la rudeza de un toro, tal vez hoy no existan testigos que le pongan pimienta a la situación, pero no harán falta teniendo dentro éste calor. Entra, siente, llena, mueve, explota y llora. Riega con tu ser el mío que hace tiempo que está seco, dame de beber que desde que te fuiste nada sacia mi sed. Arráncame a mí también unas cuantas lágrimas que no sean de tristeza o desamor, libérame de esa carga que por tanto tiempo yo cargué en mi interior. No te guardes nada para ti, no seas egoísta, quiero tenerlo todo hasta verte dormir. Abrásame y deposita tu mejilla en mi pecho que estoy aquí para cuidarte, para velar tu sueño hasta que tus ojos vuelvas a abrir, y cuando eso suceda permanecer aquí, para ti, para nadie más, para mimarte, acompañarte y amarte, para siempre y toda una eternidad.
Duerme que muy pronto te acompañaré, cierra tus ojos que con tigo yo estaré. Sin rencores ni recuerdos viviremos tú y yo, amándonos hasta que la muerte nos divida en dos.