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Mi primer amor... una mujer

en Gays

En un relato anterior ("My female side") hablé un poco sobre Diana, quien fue mi novia antes de darme cuenta de que no era una mujer lo que yo quería. Dije que a final de cuentas volvimos a ser buenos amigos, pero eso no fue lo que realmente sucedió. Mentí porque la verdad todavía me lastimaba, y aunque aún me duele un poco hablar de ello me he prometido dejar atrás todas mis culpas. Comencé por hablarlo con mi pareja y después visitando su tumba para despedirme de ella, ya que nunca lo hice. Me parece que escribir nuestra historia puede ser otro paso en el camino del perdón y la aceptación.

   Todo comenzó el primer día de clases en la preparatoria. Recuerdo que me encontraba muy emocionado. Soñaba con que el tiempo en la prepa se pareciera por lo menos un poco a las historias que había escuchado de boca de amigos y familiares, llenas de aventuras y emociones. Me levanté muy temprano porque no quería llegar tarde el primer día. Mi padre me dejó en la puerta de la escuela y caminé apresuradamente para buscar el que sería mi salón el primer semestre. En el camino me topé con una ex compañera de la secundaria. Laura es muy "comunicativa", por llamarla de alguna forma, por lo que me entretuvo un buen rato. Cuando logre quitármela de encima el reloj ya marcaba las 7:05. Aunque la hora de entrada era a las 7:00 pensé que el profesor no estaría en el aula, primera equivocación. Cuando llegué la puerta ya estaba cerrada. Toqué y el profesor me permitió entrar después de advertirme que era la única vez que perdonaría mi impuntualidad. Las miradas de todo el salón se posaron sobre mi, miradas que pronto se transformaron en risas. Al momento de abrirme paso entre los estrechos espacios entre filas me tropecé con una butaca y fui a dar al piso. Intentando ocultar mi vergüenza me levanté y seguí caminando como si nada hubiera pasado. Miré hacia la esquina del salón y una chica me señaló un asiento vacío a su lado. Le di las gracias y nos presentamos; "Hola, soy Diana", me dijo.

Cuando terminó la clase salimos a comprar algo de comer, y a partir de entonces estuvimos juntos por mucho tiempo. Había mucha química entre nosotros. Nuestro grupo se completó con Ángel y Lucy, pero fue con Diana con quien siempre tuve una mejor relación. Existía mucha química entre nosotros. El primero de mis sueños ya se había cumplido, "The freaks", como nos llamaban algunas personas, parecían ser los amigos perfectos. El segundo no tardó mucho en hacerse realidad.

   La familia de Diana era todo menos normal y feliz. Su padre se fue de la casa cuando supo que ella venía en camino. Su madre la culpó por ese hecho y se convirtió en una alcohólica. Su hermano también la culpó por haberle quitado la oportunidad de tener un padre. Para acabar de empeorar la situación, su novio era un tipo sumamente inseguro y machista que se especializaba en escenas de celos. Aunque yo trataba de consolarla siempre que me hablaba de sus problemas, el apoyo de un amigo nunca podrá compararse al que te brinda tu pareja. El problema de su familia no era tan fácil de solucionar, a menos que se fuera de casa, pero el mantener una relación tan problemática me parecía absurdo. Muchas ocasiones traté de convencerla, de la manera más sutil, para que dejara a Raúl –como se llamaba su dichoso novio-.

Creí que nunca seguiría mis consejos, pero un día llamó a mi casa para decirme que había terminado con él. No pude ocultar mi alegría, y aunque no se trataba precisamente de algo agradable para ella, la felicité. Lo único que hizo fue reír y desearme buenas noches. Al día siguiente lo primero que hice fue proponerle que pasáramos el 14 de febrero los cuatro juntos, ya que estaba tan próximo y ella ya no tenía novio. Ella tenía otra idea en mente, pasarlo con migo y nadie más. Respondí que si.

   Cuando llegó el día ni siquiera imaginé lo que pasaría. Me levanté muy temprano, desayuné, tomé un baño, envolví la blusa que le había comprado, le escribí un pequeño poema sobre la amistad y salí rumbo a su casa. Cuando llegué ella salió corriendo porque no quería que su madre nos molestara. No paramos hasta llegar a la parada de autobús. Habíamos decidido pasar el día en un parque. A ambos nos gustaba la tranquilidad y el silencio, por lo que un día de campo sería perfecto.

Camino al parque no pronunciamos palabra alguna, se podía sentir cierta tensión. Bajamos del autobús y entramos al parque. Buscamos un lugar donde no hubiera mucha gente y afortunadamente encontramos uno completamente vacío a las orillas de la pequeña laguna. Extendimos un mantel en el pasto, colocamos los platos y cuando estaba por servir la ensalada me tomó por el brazo y me pidió charlar un poco antes de comer. Le pregunté de que quería hablar y con tono un poco nervioso me dijo: "No soy muy buena hablando, así que espero que esto te diga todo". Se acercó lentamente a mi cara, colocó sus manos en mis mejillas, cerro los ojos y me besó.

Me quedé totalmente paralizado. Yo creía que la razón por la que deseaba que pasáramos el día solos era porque me hablaría de sus problemas, nunca me pasó por la mente que yo pudiera gustarle. Cuando apartó su rostro me preguntó: "¿Quieres ser mi novio?". Sin pensarlo dije que si. Diana era muy guapa y agradable, además había llegado a sentir por ella un gran afecto, me pareció que eso bastaba para una relación entre adolescentes. Después de eso me abrazó fuertemente. Yo la tomé por la espalda y comencé a acariciar su cabello. Nos olvidamos por completo de la comida y pasamos el día abrazados sin hablar más de lo necesario. Noté que ella estaba en verdad feliz, lo que me causó una enorme satisfacción. No me gustaba verla angustiada por situaciones familiares ni amorosas, y el que fuera yo quien le diera un poco de felicidad fue muy gratificante. Antes de salir del parque se acercó a mi oído y me susurró "te quiero".

Una gran sonrisa se dibujo en mi rostro y volvimos a besarnos. Esta vez fue diferente. Sin el elemento sorpresa de por medio pude disfrutar mucho de ese beso. Sentí por primera vez el cosquilleo en el estomago y el hormigueo en las piernas. En ese momento me di cuenta de que lo nuestro no sería un simple juego de preparatoria. Que seríamos una parte importante en la vida del otro. Que ella era el segundo sueño echo realidad.

No me equivoqué. Regresamos a su casa y nos entregamos los regalos, ya que también eso lo habíamos olvidado. Me dio las gracias, yo le di un beso y se perdió tras la puerta. Estuve un buen rato parado afuera de su casa con una felicidad que no había sentido antes. Después caminé hasta la mía. El camino a pie era un poco largo, un par de horas, pero yo quería tiempo para pensar en lo que había pasado. Quería tiempo para grabar en mi memoria cada detalle. Tiempo para seguir caminando entre nubes. Tiempo para darme cuenta de lo afortunado que era, de la maravillosa niña que tenía a mi lado. Ya era de noche cuando llegué a mi casa. Mi madre gritó algunas cosas, pero yo aún estaba en un sueño y nada podría arruinarlo. Me fui directo a mi cuarto, me metí a la cama y tuve una de mis mejores noches.

   Los meses siguientes fueron mágicos. Nuestra relación no cambió mucho, en realidad siempre estuvimos juntos, abrazados; sin embargo, se podía notar el cambio que significaba el que ahora fuéramos más que amigos. Parecíamos una pareja sacada de un cuento de hadas. Nunca discutíamos, siempre teníamos una sonrisa en la boca. De ser odiados por nuestra poca adaptación y rebeldía, pasamos a ser odiados por la cursi atmósfera que nos rodeaba, algo que le daba un toque extra a nuestro noviazgo.

Tuve muchas experiencias bellas a su lado, pero la que más recuerdo fue la primera vez que tuvimos relaciones. Lo recuerdo muy bien porque además de todo fue el día de mi cumpleaños número quince. Un día antes del primero de diciembre (fecha de mi cumpleaños) me llamó para ponernos de acuerdo sobre un trabajo de física que teníamos que hacer en pareja. Me advirtió que no hiciera planes para la tarde del día siguiente, que no habría nadie en su casa y podríamos aprovechar para terminar el trabajo. Sabía perfectamente que lo que ella planeaba era darme una fiesta sorpresa o algo similar, pero fingí que para mi también era un día como cualquier otro (de hecho lo es, nunca me ha gustado celebrar mi cumpleaños) y prometí que llegaría muy puntual a la cita.

No pude dormir tratando de imaginar que sería lo que estaba planeando. ¿Estarían Ángel y Lucy? ¿Invitaría a alguien más del salón? ¿Me cantarían a coro las ridículas mañanitas? Con las claras señales de una noche sin dormir me levanté y comencé a recibir las tan "anheladas" llamadas de familiares y amigos, los abrazos de mi madre y mi hermana, los regalos, etc. Puede parecer extraño, pero en verdad me fastidia el tener tantas atenciones de gente que pocas veces veo. El recibir una llamada de mi madrina Refugio que veo sólo en algunas navidades o el que mi abuela tocara de repente la puerta no representaba ningún gusto para mi. Cuando pude librarme de las vivistas y felicitaciones inesperadas me encerré en el baño para disfrutar de un baño con agua fría que ocultara mi cansancio, no quería llegar a la casa de Diana con lagañas en los ojos y el cabello despeinado.

Me puse lo primero que encontré en el closet y escapé de mi casa con el pretexto de que tenía trabajo escolar que hacer. En el camino volví a lo de tratar de imaginar que era lo que me estaba esperando. Afortunadamente ninguna de mis ideas resultó ser correcta. Cuando toque la puerta y entré a su casa me encontré a Diana sola, con un pastel de chocolate que ella misma había echo. Esa imagen resultó perfecta y no me alcanzó la tarde para agradecerle tan hermoso detalle. Obviamente no avanzamos ni un centímetro con lo del trabajo. Nos sentamos a comer pastel en la sala. Las caricias y los besos comenzaron después de las dos primeras tajadas. Nunca fuimos una pareja muy apasionada, a los dos nos gustaba el estar abrazados y los besos tiernos, pero ese día las caricias fueron más allá. Aunque con un poco de miedo y nerviosismo, decidimos no parar. La alfombra sirvió como escenario para nuestra primera vez. Ninguno lo había echo antes, para ambos era una experiencia nueva. Fue muy placentero el explorar nuevos terrenos con alguien tan especial.

Los dos dimos nuestro mejor esfuerzo y al final podíamos decir que fue en verdad bello. Permanecimos alrededor de una hora recostados en el suelo, uno al lado del otro. No decíamos nada que no fuera te quiero, nuestras miradas bastaban para expresar la enorme felicidad que sentíamos. Muchos presumen de que su primera vez fue fenomenal y para otros resulta una experiencia amarga o sin chiste. Para mi fue perfecto por una simple razón, estaba al lado de una persona a la que quería con todo mi ser. Nos vestimos al escuchar el sonido de un auto afuera de su casa. Me escondí en la cochera, la cual usaban como un cuarto para las cosas viejas y después de que su madre entrara a la casa yo salí. Volteé atrás y Diana estaba en la ventana despidiéndome.

Le mandé un beso que ella respondió y corrí hacia la parada de autobús. Esa noche tampoco pude dormir recordando lo que habíamos vivido. Cada vez que escuchaba en mi mente cuando me decía te quiero sentía que mi corazón latía más fuerte y mi amor por ella crecía y crecía. En ese momento pensaba que estaríamos juntos toda la vida, que no podía poner mis ojos en nadie más. Lo veía todo color de rosa, más no pasó mucho tiempo para que la realidad me abofeteara despertándome de mi utopía. No pasó mucho tiempo para darme cuenta de que yo era bisexual (o por lo menos eso era lo que creí en ese momento) y de quien estaba realmente enamorado era de mi amigo Ángel. 

   No relataré la historia de la manera en que fui abriendo los ojos a la verdad, porque ya lo hice antes. Sólo hablaré de lo que en verdad sucedió cuando Diana se enteró de todo. Ella había viajado a California con la idea de que aunque estuviéramos separados seguiríamos escribiéndonos y cuando regresara todo volvería a ser como antes.

Cuando regresó a México lo primero que hice fue llamarla y la invité a tomar una taza de café decidido a contarle toda la verdad. Al llegar al lugar de la cita de inmediato notó que estaba muy nervioso y extraño, por lo que me preguntó que pasaba. Pensó que le diría que no quería que comenzáramos de nuevo, eso era parte de la verdad, pero era la otra parte la que me aterraba confesar. No quería alargar más el momento, por lo que fui directo al grano. Le confesé que unos meses antes de que saliera de viaje comencé a sentir algo muy especial por Ángel y que cuando se fue tuve una relación con él. Que a pesar de que él ya estaba muerto no podía intentar una nueva relación a su lado porque ambos saldríamos más lastimados. Sus ojos se llenaron de lágrimas y su cara mostraba una furia enorme. Me insultó y me gritó cosas que me calaron hasta lo más hondo. Me arrojó el café sobre la ropa y salió corriendo.

El café me quemaba un poco y todos me miraban como si fuera el peor hombre del mundo. Pero nada de eso me dolía ni importaba. Lo que me dolía era el saber que todas las personas en el café tenían razón, yo era un desgraciado que había destrozado el corazón de una mujer maravillosa. Pagué la cuenta y caminé sin rumbo. Esta vez no quería tiempo para disfrutar de mi felicidad. Esta vez quería tiempo para tratar de olvidar un poco lo miserable que me sentía, pero el caminar por largas horas no ayudó en nada. Pasaron varios días sin saber nada de ella, varios días en los que la angustia y la duda me estaban matando. Una noche recibía una llamada de Lucy, me dijo que Diana estaba en el hospital, que había sufrido un accidente. No sabía muy bien lo que había sucedido, sólo quería que estuviera enterado por si me interesaba visitarla. Tomé una chamarra y salí de inmediato rumbo al hospital. Ahí me enteré de lo que había ocurrido.

Cuando Diana regresaba a su casa de trabajar un tipo quiso quitarle sus joyas y ella trató de evitarlo –siempre fue muy agresiva-, por lo que recibió dos puñaladas en el estomago. Al parecer una de ellas había perforado partes vitales, por lo que su estado era muy grave. Al verla tirada en la cama no me atreví a verla, no quería empeorar las cosas importunándola con mi presencia. Nunca tendría la oportunidad de volver a hablar con ella para explicarle que lo que pasamos no fue una mentira, que yo en verdad la amé con todas mis fuerzas, que estaba muy agradecido por todo lo que viví a su lado.

Murió a los dos días de ingresar al hospital. No tuve el valor de ir ni a su funeral ni a su entierro. La idea de que si no me hubiera conocido tal vez estaría viva y el que se hubiera ido odiándome eran mucho para mí. Pasé varios años culpándome y reprimiendo esas culpas. No quería ni siquiera hablar de ella, intentaba ocultar todo lo sucedido para no sentirme más miserable. A fin de cuentas resultó contraproducente y me llevó a experimentar cosas tan desagradables como el consumo de drogas. Afortunadamente nunca fui un total adicto, por lo que no me costó trabajo dejar de tomarlas, pero el resignarme a que ella ya no este aquí aún no puedo hacerlo por completo.

   Como lo dije antes, no volví a hablar del asunto hasta hace poco. Mi pareja y yo fuimos al cine a ver 21 gramos. La película me movió muchos sentimientos, porque en verdad era inquietante y reflexiva. Sentía unas enormes ganas de llorar, de correr, quería salir de mi cuerpo. Sentados en una banca a las afueras de la estación del tren ligero le conté porque me sentía así. Él trató de calmarme, de hacerme ver que yo no tuve nada que ver. Aunque el sentimiento no desapareció, el hablarlo y llorarlo me sirvió de mucho, al igual que sus palabras de cariño. Me dieron el valor para que unos días después fuera al cementerio a despedirme de ella , o por lo menos de su tumba. Le dije todo lo que quería expresar el día que fui a visitarla al hospital como si ella me estuviera escuchando. Le pedí perdón y prometí perdonarme a mí.

Hoy puedo decir que ya no duele tanto, me doy cuenta porque no he derramado una lágrima desde que empecé a escribir este relato. Se que en poco tiempo podré recordarla como una bella parte de mi vida y no como la amiga que se fue odiándome. Se que si vuelvo a derramar lágrimas al pensar en elle serán porque la extraño como toda la gente extraña a quienes ya no están y no por culpa. Se que las cosas que dijo aquella tarde eran provocadas por la rabia y no eran lo que en verdad sentía por mi. Se que al final me perdonó y que cuando la alcance en el otro mundo volveremos a ser amigos, viviremos nuevas aventuras y todo volverá a ser color de rosa como cuando nos conocimos.

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