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El amor llegó por correo

en Gays

¿Alguna vez se han puesto a pensar en todos los eventos que deben de ocurrir para que dos personas lleguen a conocerse? Yo nunca lo había hecho, pero hace poco me sucedió algo que me motivó a cambiar mi forma de ver el mundo. A fijarme en los pequeños detalles de la vida, a no quejarme de los momentos malos y amargos, a tener la esperanza de que siempre vendrán tiempos mejores. Ese algo, o más bien alguien, se llama Alberto, y esta es la historia de todas las cosas que tuvieron que suceder para que llegara a mi vida.

   Hace ya algunos años cuando estudiaba el primer semestre de la que entonces creía era la mejor carrera del mundo, Ing. En Comunicaciones y Electrónica, conocí a un chavito que se convirtió en mi primer amor (siempre platónico). Soy un fan de los juegos de video, en especial de los tipo lucha uno contra uno. Mi afición en ese entonces se acercaba mucho a la forma en que un alcohólico se relaciona con las bebidas. A dos cuadras de la escuela había uno de esos lugares a los que comúnmente se les llama "maquinitas", ahí fue donde lo vi por vez primera. Al principio sólo quería verlo para jugar con él, era de los pocos que representaban un reto a mis habilidades. Me encantaba la forma en que renegaba cuando lo vencía o las frases que decía cuando el resultaba ser el ganador.

En una ocasión me retrasé unos minutos debido a la impuntualidad de uno de mis profesores, por lo que fui a jugar un poco más tarde de lo acostumbrado. Creí que ya no tendría oportunidad de ver a mi "rival" –así era como lo llamaba, ya que hasta ese entonces no había cruzado palabra alguna con él- , pero no fue así. Cuando entré al local me percaté de que aún no se había marchado. Aunque no lo dijo, sabía que me estaba esperando. Pasamos un largo tiempo jugando, hasta que él volteó a ver el reloj y se dio cuenta de que ya eran más de las 5:00. Su hora de salida era a la 1:00, y al tener una familia un poco estricta seguramente se llevaría un buen regaño. Metió las manos en sus bolsillos y nada más le alcanzó para juntar 1 peso –el camión valía en ese entonces 2.50-, habíamos estado tan entretenidos jugando que no se detuvo a pensar en guardar el dinero para su pasaje. No le quedó más opción que pedirme prestado.

Fueron las primera palabras que le escuché decirme, "¿no tienes 1.50 que me prestes?". No soy una persona caritativa. Soy de los que odian que la gente pida dinero en lugar de trabajar, y si hubiera sido otra persona le habría dicho que no de inmediato, sin importar que fueran miserables 1.50 pesos; sin embargo, la expresión de su rostro me enterneció mucho, eso sin contar que yo había tenido algo que ver en que se estuviera tanto tiempo jugando. Le contesté que no tenía cambio, pero que podía prestarle un billete y que me lo devolviera al día siguiente. Con un poco de pena aceptó mi oferta, me agradeció y se marchó no sin antes prometer que mañana mismo me pagaría. Cuando terminé de jugar me despedí de la dueña del local –ya era casi casi una amiga- y al salir de este lo encontré sentado esperándome. Me preguntó que camión tomaba, a lo que respondí que cualquiera que pasara por Aldama. Él también podía tomar alguna de esas rutas, por lo que caminamos juntos hacia la parada de autobuses. Comenzamos a charlar acerca de nuestras familias, de la escuela, de nuestra pasión por los video juegos, etc. Mi casa estaba muy cerca de la suya, por lo que me pidió que lo acompañara e inventara una historia de que habíamos estado haciendo un trabajo escolar para que su mamá no le dijera nada, no me pude negar. Así fue como inició nuestra amistad. Ya no sólo jugábamos esperando ganarle el uno el otro, ahora podíamos platicar, salir al cine o asistir a alguna exposición de pintura juntos.

   A pesar de que en ese entonces yo tenía novio, aún me sentía muy confundido sobre mis preferencias sexuales, creía que era bisexual. Pero Luis Fernando –ese es su nombre- se fue metiendo poco a poco en mi cabeza y en mi corazón y lo que sentía por el cada vez se parecía menos al cariño que se le tiene a un amigo. Así pasé poco más de un año, preguntándome el por qué de ese cariño tan especial hacia él, hasta que un día comprendí –ó acepté, según como se quiera ver- que esa sensación de desesperanza cuando no estas al lado de una persona y la inexplicable felicidad cuando si lo estás, era amor. Entendí que me había enamorado de aquel desconocido que me pidió unas monedas la primera vez que me dirigió la palabra. Ese día fue mi cumpleaños número 19. Recuerdo que cada vez que me daban un obsequio o me felicitaban en lo único que yo pensaba y lo único que quería era abrazarlo, besarlo, estar con él. Sin duda, fue el cumpleaños más largo y triste de mi vida. Por alguna razón que nunca quise saber, Luis Fernando no me abrazó, ni siquiera  me felicitó.

Ese día mis dudas se aclararon. Yo era gay, y estaba enamorado de mi mejor amigo. La idea me aterró. No fue porque me viniera a la mente el rechazo de la sociedad hacia la comunidad homosexual, la opinión de la gente que no conozco nunca ha sido una preocupación en mi vida  –el no ser aceptado siempre me ha causado un extraño placer-, lo que me daba miedo era que el amor que sentía no fuera correspondido. Fue poco más de dos meses el tiempo que estuvo rondando en mi cabeza una pregunta, "¿será bueno decirle lo que siento?". Siendo objetivos, Luis puede llegar a ser una persona muy desagradable, incluso a la mayoría de sus compañeros les caía bastante mal por su actitud tan soberbia; pero con migo era diferente, me trataba muy bien, podría decirse que hasta con cierta ternura. La esperanza –en el fondo remota- de que ese comportamiento pudiera significar algo más que amistad me dio el último empujón. Lo cité en la secundaria que se encuentra a la vuelta de su casa, le dije que quería decirle algo muy importante por lo menos para mi. Me notó muy nervioso y trató de que le explicara de que se trataba sin muchos resultados, aunque él ya tenía una idea de lo que quería decirle –me lo dijo al día siguiente-.  

   Cuando lo vi dar vuelta a la esquina y acercarse a mi, mi corazón aceleró su ritmo. Las manos me sudaban, sentía un dolor en el estómago. No me resulta sencillo el expresar mis emociones, por lo que estaba en verdad muy nervioso. Cuando me saludó, creo que hasta había comenzado a temblar. Me costó mucho decir la primera palabra, pero después salieron con mucha facilidad. Al terminar de confesar mis sentimientos supe por la forma en que me miraba que el no sentía lo mismo por mi, y sus palabras lo confirmaron. "...eres un muy buen amigo...te quiero mucho....pero ya estoy saliendo con otro chavo...", eso fue lo que dijo o al menos lo que queda en mi mente. Resultó que si era gay, pero ya tenía pareja. El haber hablado de frente con él me alivió, no podía seguir guardándome todo; pero su respuesta me dolió más que cualquier inyección (le tengo fobia a las agujas). Después de la patética escena me invitó a comer una hamburguesa como si nada hubiera pasado, a lo que dije que si fingiendo que lo sucedido no me había afectado mucho. Toda la tarde estuve deseando darle un beso, pero mi cobardía o sensatez no me lo permitieron. Me conforme con disfrutar de su compañía y guardar en lo más hondo de mi mente mi amor hacia él.

Nuestra amistad continuó sin sufrir algún daño, aparentemente, pero yo ya no tenía la misma confianza, ya no le contaba todo, cada vez me alejaba más por lo menos emocionalmente. Él parecía no darse cuenta y haberse olvidado de todo, incluso me hablaba de los chicos que le gustaban y fue al primero que me comunicó cuando encontró al que parecía su hombre perfecto. Para entonces ya habían pasado algunos meses y yo estaba convencido de que mi amor por él ya se había ido, inclusive yo también tenía pareja. Cuando escuche decirle que estaba muy feliz con la suya y que lo quería mucho se derrumbaron las murallas tras las que había escondido mi sentir. Me di cuenta de que estar con Armando –el nombre del que en ese tiempo era mi compañero- había sido una farsa, seguía queriendo a Luis más que a nadie en el mundo. Sonreí y expresé un gran gusto por la noticia, una total mentira, por dentro sentía que me quemaba de los celos. No entendía porque no podía ser yo a quien él amara. 

   Obviamente terminé mi relación con Armando con el pretexto de que nuestra diferencia de edades era demasiado –me llevaba 10 años-, ya que no me atreví a decirle la verdad, no se si por miedo o por no lastimarlo más. No vi a Luis por alrededor de un año, por cuestiones de trabajo y escuela. En ese tiempo conocí a dos personas con las cuales no llegué a nada a pesar de que ambos eran maravillosos. Lo seguía teniendo dentro de mi cabeza todo el tiempo, no podía pasar un momento a solas sin imaginarme su rostro. Una noche me llamó para pedirme un favor. Rafael venía a dar un concierto a Guadalajara y su madre deseaba asistir. El se ofreció a llevarla y esperar a que terminara para regresar juntos a casa. Como no quería estar solo todo ese tiempo y no era conveniente que regresara a su casa me invitó a tomar un café y a charlar mientras el concierto finalizaba. Yo acepté. El día del evento la señora perdió su boleto de entrada y ya no había a la venta en taquilla.

Tenía pensado hablar con él de nueva cuenta, pero estuvimos todo el tiempo con su madre al lado y no encontré una oportunidad. Unos días después lo llamé y le dije que ya no quería verlo nunca más, que me hacía daño el estar cerca de él, el que me contara sobre sus amoríos, que necesitaba alejarme por completo para intentar olvidarlo. Le sorprendió el motivo de mi llamada y me pidió vernos para hablar con más calma. No pude decir que no. Creí que al estar frente a él no me atrevería a decirle adiós para siempre, pero después de varias suplicas de su parte para que recapacitara, lo hice. Me despedí del que fue mi primer amor con la idea de que la distancia y el tiempo me quitarían su rostro de la mente de una vez por todas. Los primeros días fueron casi insoportables, sentía que me asfixiaba y no encontraba un lugar en el cual me sintiera bien. Pero poco a poco fui pensando menos en él, haciéndome a la idea de que no era para mi y nunca lo tendría.

   Algunas semanas después del día de la despedida entre a un grupo de Universitarios de Guadalajara y comencé a leer los anuncios que publicaban por simple curiosidad, no pensaba contestar alguno, no me sentía listo para iniciar otra relación. Algunos de los anuncios buscaban aventuras y sexo ocasional, lo que me pareció adecuado para el medio en que estaban, pero otros querían encontrar algo serio y duradero, algo que para mi era muy tonto. Nunca creí adecuado buscar pareja por un medio tan impersonal y falso como el internet, más no pude evitar contagiarme un poco del entusiasmo que mostraban aquellos clasificados. Parte en juego, parte con esperanza, escribí mi propio mensaje. Decía algo como "...tengo 21 años....busco algo más que sexo...alguien con quien compartir buenos y malos momentos...", bastante cursi y hasta aburrido podrían decir. Jamás me pasó por la mente que tendría respuesta, pero al día siguiente que revise mi correo tres personas me habían escrito con referencia a mi publicación. El primer correo que abrí pedía a alguien discreto, daba a entender que aún no salía del clóset. Le respondí que a mi no me importaba lo que la demás gente opinara, que si tenía ganas de besar a mi pareja cuando caminábamos por la calle simplemente lo hacía. No volvió a escribirme. El segundo solo me proponía encontrarnos en el messenger para charlar un rato, cosa que no hice.

El último era de un chavo de 26 años, que estudiaba en el mismo centro universitario que yo y al que también le interesaba encontrar alguien con quien salir al cine o a comer sin terminar en la cama. Mantuvimos contacto por mail algunos días y después de un intento fallido –no pude llegar a tiempo por problemas escolares- de vernos lo invité al cine a ver la tan esperada –y en mi opinión mala- parte final de The Matrix. En uno de sus correos me había comentado que era feo, pero cuando lo vi me gusto desde el primer momento. Estuvimos platicando un rato antes de entrar a la sala, vimos la película y nos sentamos en una plaza mientras comíamos un helado. Me acompaño a la estación del tren ligero y nos despedimos sin que ninguno de los dos dijera algo, aún cuando moríamos por besarnos, como después lo confesaríamos. Era la primera vez que lo veía y ya sentía que lo quería, lo que me dio miedo y me llevó a pensar en no volver a verlo, lo que afortunadamente no hice. El lunes siguiente recibí un correo donde me decía que le había caído muy bien y que quería volver a salir. Le di mi teléfono para que llamara y pudiéramos acordar que día, además le mandé un poema que había escrito inspirado en su voz. Cuando llamó me dio las gracias por el poema y dijo que por una extraña razón a el también le hacía falta escucharme. No podía esperar a que llegara el sábado –ese día volveríamos a salir-, tenía muchos deseos de verlo y saber que pensaba sobre otro poema que le escribí en el cual le confesaba todo lo que me hacía sentir. Cuando llegó el día ambos estábamos muy tensos y hablábamos muy poco, caminamos sin rumbo fijo y nos detuvimos a comprar un helado. Nos sentamos en una banca y de pronto dijo: "...tengo muchas ganas de abrazarte...". Respondí que yo también, que lo hiciera. Obviamente dijo que no, por lo que le propuse ir a un bar para estar más cómodos sin las miradas de la gente. Cuando llegamos el lugar estaba casi solo. Nos acomodamos en una mesa y empecé a decirle lo que sentía. Le comenté que desde el primer momento que lo vi me encanto y no podía dejar de pensar en él, pero que tenía miedo de iniciar una relación y después perderla, no quería sufrir más. Creo que no me estaba poniendo mucha atención, porque me preguntó si podía besarme, a lo que contesté que si. Me senté sobre una de sus piernas, puse mis brazos alrededor de su cuello y el me tomó de la cintura.

Podía escuchar el latir de mi corazón que delataba lo nervioso que estaba. Acerco su boca a la mía y finalmente nos besamos. Fue un beso tierno que fue subiendo en pasión. Rozó suavemente mis labios haciendo que me estremeciera, pero cuando nuestras lenguas se entrelazaron me hizo temblar. No conté los minutos que pasaron, pero nuestras bocas se mantuvieron unidas por un largo tiempo, ninguno quería separarse del otro. No podíamos quedarnos eternamente en ese estado, por lo que el beso llegó a su fin. Nos miramos a los ojos y me pidió que fuera su pareja, conteniendo el llanto –si, en ocasiones soy muy llorón- contesté que si. Me abrazó fuertemente y me sentí más seguro que nunca. Podría quedarme toda una vida entre sus brazos. Pedimos una bebida, platicamos de un sin fin de cosas y sobre todo no paramos de besarnos y acariciarnos. Se quitó una pulsera y me la puso en el brazo, me regaló unas rosas, en verdad fue una noche tan agradable que el tiempo pasó volando y tuvimos que despedirnos porque él tenía que trabajar esa noche. Al despedirnos sentí que una parte de mi partía con él, era nuestra primera noche como pareja, pero ya había una profunda conexión entre nosotros. Toda la noche pensé en aquellos besos y tenía que morderme los labios para calmar mis ansias. No quería pasar ni un momento sin él.

   Tuve que pasar varios años de mi vida tratando de olvidar a una persona que nunca me correspondió y tuve que experimentar el fracaso de una relación en varias ocasiones para conocer el más grande amor. Si hubiera sabido lo que me esperaba jamás hubiera emitido una sola queja.

Ha pasado casi un mes desde ese día. Un mes en el que han ocurrido muchas cosas de las que no podría escribir, ya que considero son muy íntimas. Sólo diré que ha sido el mejor mes de mi vida porque he conocido lo que es el amar y ser correspondido. La frase "The greatest thing you’ll ever learn is just to love and be loved in return", que repetían mucho en mi película favorita (Moluin Rouge) ahora me parece la más grande de las verdades. Eso de que el amor todo lo puede ahora está muy presente en mi vida, cuando tengo algún problema me basta imaginar su voz diciéndome "te quiero" para sentirme el hombre más poderoso del mundo capaz de vencer cualquier adversidad que se me presente. Cuando estoy solo por las noches nada más tengo que pensar que donde quiera que él esté de seguro se encuentra pensando en mi para saber que nuca más estaré solo. Todo lo que necesito para ser feliz es él. Doy gracias al destino por haberlo puesto en mi camino y enseñarme que nada es imposible, ni siquiera el conocer al hombre de tu vida por internet. Ahora es nuestro trabajo mantenernos unidos y pondré todo lo que está de mi parte para que así sea. Daré todo sin pedir nada a cambio porque se que él hará lo mismo. Lo amo como nunca antes lo había echo y seguiré amándolo por una eternidad.

Nunca he creído en las cosas que se cuentan en la Biblia,

en Adán o en Eva y mucho menos en milagros,

pero al mirar dentro de tus ojos llenos de paz

me pregunté si no he estado equivocado.

Por más que trato de encontrar una explicación

para tanta belleza reunida en una sola persona

no puedo llegar a otra conclusión,

definitivamente fuiste creado por las manos de Dios.

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