Te imagino a lo lejos. Te pienso en otro país, pero en las mismas condiciones en las que estoy yo: acostado a lo largo de mi cama, desnudo y dolorosamente excitado. Intento darle sonido a esas líneas que por correo electrónico me dedicas una o dos veces por semana. Interpreto el ruido del viento y de los automóviles que por la calle circulan como si fuera tu voz, una que supongo debe ser grave pero con un toque dulce, tierno, a juzgar por esa tu apariencia que sólo en fotografías he visto. Hago como que me dices palabras de aliento, de cariño, y me impulsas a tocarme entero, desde la cabeza hasta los pies como tú sueles hacerlo.
Obedezco tus indicaciones, mis manos se mueven con vida propia, independientes de mí. Se posan sobre mis mejillas y puedo sentir el raspar de una barba, una que yo no tengo pero que tú sí y la siento. Siento ese cosquilleo de un vello que no ha sido cortado en un par de días al pasar mis dedos por mi cuello, por el contorno de mi cara. Ese cosquilleo que seguramente sientes cuando acaricias tu rostro, esos días que en tu cuarto sólo estás, esos minutos que te dedicas a ti mismo amar. Y después me sigo con los labios, que me parecen mucho más carnosos, como si en verdad fueran los tuyos. Los recorro por los bordes e imagino que la punta del pulgar es el glande de tu miembro y me lo trago, juego con él dentro de mi boca, estimulándolo con mi lengua, como si en verdad se tratara de tu polla, la cual imagino tan endurecida como la mía en éste momento. Casi puedo sentir que has comenzado a lubricar y mojas mi paladar y mi garganta con tus salados fluidos, esos que por las distancias no puedo probar y sustituyo con los míos, los cuales recojo de la punta de mi pene con la mano que tengo libre, con la mano cuyo uno de sus dedos no se encuentra en mi boca, simulando que es tu verga a la cual mamo con ganas, con pasión, con dolor.
Continúo mi camino, pues no puedo quedarme en lo que estaba si quiero que esto dure un poco más. Mis manos bajan hacia mi blanco y lampiño pecho, el cual en medio de éste trance se torna moreno y tapizado de un negro y rizado pelaje, como imagino debe ser el tuyo. Lo exploró de derecha a izquierda y de arriba abajo, como si fuera la primera vez que lo hiciera, como si no lo conociera pues en verdad es tu torso, ese que no conozco pero desearía conocer, de cerca, sin ropa. Tengo cuidado de no chocar con las tetillas, tomándome un poco de libertad, olvidándome un momento de esa tu voz que sin estar aquí escucho, que sin entrar por mis oídos oigo, decido dejar esa parte, que quiero pensar es tan sensible en ti como en mí, para más tarde. Antes me muevo por tu estómago, porque hace ya unos segundos que no palpo mi cuerpo sino el tuyo, hace unos segundos que, cerrando los ojos para no ver la realidad, para ocultar mi soledad, te siento más a mi lado, más en mí.
Aprieto esas lonjitas que imagino siguen ahí y no puedo evitar suspirar, no puedo evitar retorcerlas pensando que es a mí al que lastimo. Me excitan demasiado esos kilos que dices tener de más y que, al menos desde mi punto de vista, te hacen ver tan atractivo, tan exquisito. Me excitan demasiado y mi verga, esa que en estos momentos pienso que es la tuya, expulsa ríos de lubricante, que imagino son tus ríos, que quiero creer que te brotan porque, en éste preciso instante y a lo lejos, estás tan excitado como yo, simulando tú también que estás conmigo, que soy yo el que te toca y no tus manos, que son mis gemidos los que escuchas sumados a los tuyos, esos que se te escapan por mis caricias, por mis besos, los que lanzo al cielo para ver si hasta allá te llegan, para ver si sobre tu pene se posan, ayudándote a sentir ésta corriente que por mis venas viaja, que a mi cerebro sube, que a la triste realidad me baja.
Los minutos han pasado y mis costados lucen rojos, con las marcas de mis uñas como adornos. He estirado mi piel más de lo que nunca lo había hecho, tratando de darle el volumen que no tienen, el volumen que de ti me gusta y me excita, el volumen que ahora me duele incrementando mi penar mental y el calor de mi cuerpo, que arde porque tus tetillas, que en realidad son la mías pero que con los ojos cerrados imagino no lo son, son atendidas por mis dedos, con lentos movimientos circulares en ocasiones y con un vertical frenesí en otras, pero siempre con ganas, con muchas ganas, esas que tengo de que estuvieras aquí aunque abriera los ojos, de que en verdad fuera tu cuerpo desnudo y moreno el que mis manos acariciaran, para olvidarme por un momento de éste dolor, de éste vacío que me hace gozar pero a la vez me mata, de una manera paciente, como queriendo torturarme el mayor tiempo posible, como recordándome que él ya no está y tú tampoco, no fuera de mis sueños e imaginaciones que no terminan de llenar su espacio, que por medio de un placer lejano y prestado clavan más hondo esas espinas que por mi corazón están regadas, que con ese gozo amargo y lastimoso mantienen abiertas las heridas que invaden mi entera anatomía, heridas que no se ven pero que sí siento, heridas que no se perciben a simple vista pero por las cuales muero, al menos por dentro, al menos cada vez que lo recuerdo y pienso en ti como un escape del pasado sin lograrlo, como queriendo reemplazar sus caricias y sus besos con esos que yo finjo a ti darte y quiero pensar que te gustan a pesar de no sentirlos, a pesar de estar tan lejos, a pesar de que los ojos no tengo abiertos.
Jaló una y otra vez mis pezones que imagino son los tuyos. Por la violencia de mis dedos te duelen o me duelen, ya no se ni que decir, me confundo a mí mismo, mucho más de lo que antes de comenzar éste falso viaje juntos ya estaba. Mis gemidos se convierten en quejidos que ya no permiten distinguir si son de placer o de dolor, pero que interpreto a mi conveniencia, pues se supone es tu cuerpo el que toco y no el mío, como lo primero. Pienso que en verdad lo disfrutas y esos ruidos que en mi mente toman el papel de tu voz, grave y ruda pero al mismo tiempo suave y tierna, le exigen a mis manos bajar, les exigen mi verga o tu verga, cualquiera que ésta sea tocar. Y así lo hago, rodeo el miembro con la derecha y los testículos con la izquierda, iniciando la tarea masturbatoria con fuerza, con prisa.
Me muevo a lo largo de mi pene con gran velocidad, sintiéndolo más largo, más ancho, como seguramente es el tuyo. El lubricante, que no ha parado de correr, hace más fáciles las maniobras, más placenteras. Mis testículos también se sienten diferentes, más peludos, más gordos, como si fuera el semen de ambos el que guardan. Me muevo a lo largo de mi pene con gran velocidad y casi puedo escuchar el sonido de tu mano haciendo lo mismo sobre el tuyo, a lo lejos, siempre a lo lejos. También escucho tus gemidos, que al contrario de los míos son de placer puro, ese que pretendo en mi mente darte para mi vacío llenar, y aspiro el olor de tu entrepierna, mezcla de sudor, perfume y esperma ya seco de otra paja y mi mano toma más velocidad, mi excitación se hace más grande y mi aflicción más profunda. Ya puedo sentir mis recuerdos subiendo por mi miembro, alistándose para azotar mi cuerpo, y me masturbo o te masturbo aún más rápido, como castigándome. Mis músculos se tensan y mis ojos lloran al igual que finalmente lo hace mi verga, esa que quiero pensar es la tuya que se ha corrido en mi nombre, haciéndome pensar que después de todo no valgo tan poco, que después de todo soy capaz de provocar algo más que angustias.
Y ambos tipos de lágrimas, las transparentes y las blanquecinas, se mezclan y entran en mi boca, como queriendo ahogarme, como si adivinaran esos pensamientos que aunque nunca llevaré a la realidad si pienso. Pruebo ambas sales e imagino que son tuyas, que es tu venida, que has depositado en mi boca desde donde lejos te encuentras, como un regalo, como un consuelo, pero no es así. No estás aquí.
Abro mis ojos a pesar de no quererlo y ya no veo tu cuerpo sino el mío, ya no escucho ni tu voz ni tus gemidos, ya no siento tu calor junto al mío, sólo veo mi cuerpo, manchado con mi semen y solo, siempre solo. Estiro la mano y cojo tu último correo para al menos leerte, para imaginar mientras leo tus líneas que con ese vacío que me comentas en ocasiones sientes llenas el mío, para pensar que te tengo cerca amigo y no tan lejos como en verdad, al menos de manera física, estás. Él ya no está para saciar mis ganas de amor y por más que lo imagine, tú tampoco para calmar un poco mi dolor, pues estás de mí muy lejos. A pesar de sentirte cerca en mis sueños, siempre lejos.