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Querido diario

en Dominación

Querido diario:

Hoy entró una vieja nueva al grupo. La muy canija está para chuparse los dedos. Tiene un par de tetas riquísimas, grandes y redondas, de esas que se antojan jugosas y suavecitas, una cintura estrecha y unas caderas que menea como puta cuando camina, un par de piernas largas y carnosas y un culo que...bueno, ya sabrás. No es la más bella del mundo, pero de cara tampoco está tan mal. Tiene unos ojos negros muy grandes, nariz un poco chueca, pero una boca que la misma Angelina Jolie envidiaría. Es de cabello castaño y piel clara.

Se llama Aurora, pero eso a quién le importa. El nombre es lo de menos cuando tiene esas curvas por las que cualquiera derraparía con gusto. El nombre es lo de menos estando tan buena. Es que nada más de verla te dan ganas de hacerle las cosas más sucias, montarla hasta que te pida que pares, dolida de tanta verga que le has dado. Está requetebuena y no voy a descansar hasta ensartármela. Tiene que ser mía y, siendo yo el galán más cotizado de la escuela, estoy seguro de que no me costará trabajo conseguirlo.

Mañana mismo comenzaré la cacería.

6 de septiembre de 2004.

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Querido diario:

Lo primero que hice al llegar al salón, fue acercarme a la butaca de esa morra y le di una nota, citándola al terminar las clases en el parque que queda a dos cuadras. Se la dejé en la paleta y me fui sin siquiera presentarme, sin voltear a ver la cara de alegría que de seguro puso al sentirse afortunada de que yo, el chico más guapo y popular del colegio, la hubiera invitado a salir. Habiendo tantas mujeres guapas, la escogí a ella y no dudé que ese hecho tan simple la conquistaría.

En el transcurso del día la ignoré por completo, no quería que me viera muy interesado, que se diera cuenta de las enormes ganas que tenía de cogérmela. No le dediqué una sola mirada, pero podía sentir la suya en mi espalda, en mis nalgas, esas por las cuales todas suspiran. La tenía muerta, estaba seguro. En cuanto saliéramos de clases correría al parque para no hacerme esperar ni un segundo.

Y las clases terminaron y me di mi tiempo para acudir a la cita. Cotorreé un rato con mis cuates y después, cuando pensé que había pasado el tiempo suficiente para que estuviera ansiosa de verme, caminé hasta el lugar acordado. La muy perra no estaba. Seguramente pensó que era un sueño el que alguien como yo hubiera puesto sus ojos sobre ella y, al ver que no llegaba, decidió irse con el corazón roto.

Maldita vieja, me arruinó mis planes. Tenía pensado traerla a casa, ahora que estaría solo, pero no estaba. Debí haberle dicho que no suelo ser puntual cuando cito a una chica, que las hago esperar para que vean que las suertudas son ellas. Ya no pude hacerla mía, pero mañana será otro día. Mañana no falló. Mañana le clavo la verga a esa impaciente.

7 de septiembre de 2004.

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Querido diario:

Hoy la invité otra vez a salir, pero no usé una nota, tal vez la ocasión pasada no entendió mi letra y por eso no la encontré cuando llegué al parque. Se lo dije frente a frente y aceptó. Antes de que le propusiera la hora, ella misma, en su desesperación de no perder de nuevo la oportunidad de salir conmigo, la puso. Quedamos en que pasaría a recogerla a las siete e iríamos al cine.

Y a las siete en punto estuve afuera de su casa, pero la muy desgraciada no estaba lista. "En un ratito salgo", me dijo y me dejó esperándola en el auto. Nos fuimos de ahí casi a las ocho. Estuve a punto de marcharme e invitar a una de las tantas chicas que se mueren por mí, pero me contuve. No podía fallar otra vez, tenía que ser mía esa misma noche, en medio de la oscuridad y la soledad de la sala de cine.

Yo había pensado llevarla a una de esas viejas salas a las que prácticamente nadie visita, para estar solos, pero ella me rogó que fuéramos a un complejo de la cadena más famosa del país. Tuve que hacerlo o se me escaparía de las manos. Entramos a ver una estúpida comedia romántica de la que, para colmo, sólo recuerdo el principio y los créditos, porque la muy perra me trajo de su mandadero. "Quiero unas palomitas", "tráeme un refresco", "te dije que de dieta", "mejor no". Por poco y la mató ahí mismo. Es desesperante y de no ser por lo buena que está, me habría dado por vencido en ese mismo instante en que el efectivo se me acabó y tuve que usar la tarjeta de crédito para complacer el hambre de cerda que tiene.

Regresamos a su casa y durante el camino fui pensando en cosas que me excitaran, para que el bulto de mi entrepierna creciera. Todas sucumben ante mi impresionante erección, pero ella no volteó a verme ni una sola vez. Y cuando llegamos a su casa, cuando pensé que al menos me permitiría robarle un beso y darle unos cuantos agarrones, la idiota se bajó del coche y se despidió de mano.

Desgraciada, infeliz, se quiere hacer la difícil, pero tarde que temprano la tendré en mi cama, suplicándome para que le de verga hasta el cansancio. Muy pronto conseguiré que me entregue su rico culo. Tengo que hacerlo, como que me llamo Josué.

8 de septiembre de 2004.

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Querido diario:

Han pasado ya tres semanas desde la primera vez que salí con ella y hoy, finalmente, me ha besado. Sí, fue cuando la acompañé a su casa al término de las clases. Charlamos de temas variados durante todo el camino, de belleza, maquillaje y las tendencias de otoño-invierno. Jamás pensé que cosas tan femeninas como esas pudieran ser tan interesantes. ¿Sabías que el negro es el mejor color para personas de piel morena como yo? Yo no lo sabía, pero ella me lo dijo. Me aconsejó que vistiera de ese tono todos los días y así me vería más guapo de lo que ya soy.

Pero bueno, como te estaba contando, la acompañé hasta la puerta de su casa y, cuando estaba a punto de dar la media vuelta y marcharme, me besó, así, de repente, sin que yo me lo esperara. Juntó sus labios con los míos y, a pesar de haber sido sólo un par de segundos, por fin pude probar su sabor. Es delicioso, embriagante, creo que todavía lo traigo conmigo.

Yo sabía que tarde o temprano caería rendida ante mi galanura. Hoy ya me besó y es cuestión de tiempo para que suceda algo más. Aunque... ¿te digo una cosa? Ya no me obsesiona tanto el tema.

29 de septiembre de 2004.

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Querido diario:

Después de que ayer me besó sin que yo se lo hubiera pedido, Aurora me estuvo evitando todo el día. Cada vez que trataba de entablar una conversación con ella, me decía algún pretexto estúpido y me dejaba con la palabra en la boca. No siquiera notó que le había hecho caso y me vestí con ropa negra, tal y como ella me lo había dicho.

La verdad es que no se que le pasa y me preocupa, pensé que después de lo que había ocurrido ayer las cosas cambiarían entre nosotros y finalmente pasaríamos al plano físico de la relación, luego de ya tres semanas sin conseguir nada. Lo pensé, pero una de sus amigas me dijo que ella estaba saliendo con otro, con ese pendejo de David, el presidente del club de teatro del que ella es parte.

Me enfureció saberlo y fui a buscarlo, para partirle la cara. El muy cobarde negó todo y hasta intentó convencerme de que ellos dos se odiaban, de que Aurora quería su puesto para montar la obra que ella misma había escrito, pero no le creí. Lo golpeé hasta que no me quedaron fuerzas, hasta que expulsé toda esa rabia que me provocó el pensar que ella podía ser de otro.

Me suspendieron por una semana, pero valió la pena. Ningún tipo se va a burlar de mí, nadie me va a quitar a mi chica, así tenga que convertirme en asesino.

30 de septiembre de 2004.

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Querido diario:

Aurora vino a verme a la casa después de la escuela. Quise reclamarle por haberme engañado o pedirle que me explicara el porque alguien inventaría esa mentira, pero no hice ninguna de las dos cosas. De tan sólo verla, todos los rencores y odios que contra ella podía haber tenido se borraron. Se veía sumamente hermosa con ese nuevo corte de pelo que se había hecho la tarde anterior. No me atreví a reclamarle nada, después de todo, yo fui el que había decidido creer ese rumor y golpear a David, a pesar de que él negó las cosas.

Vino a visitarme y me preparó caldo de pollo para que comiera, ya que mi madre no estaba en casa. Yo le había comentado que el pollo me provocaba indigestión, pero de seguro lo olvidó. Le puso tanto empeño a la cocina para demostrarme cuanto me quiere, que no pude negarme a comer un plato, a pesar de las consecuencias que a las pocas horas esa decisión me traería.

Ella misma se encargó de llevar cada bocado hasta mi boca y, cuando terminé con lo que había en el plato, se despidió haciéndome una promesa: me dijo que dentro de diez días a partir de ahora, sería mía. Siendo honesto, ya no pensaba tanto en eso, pero el escucharlo de su boca me pareció un milagro.

Sólo tengo que esperar diez días y la tendré entre mis brazos, para mostrarle con caricias cuanto la quiero.

1 de octubre de 2004.

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Querido diario:

Hoy, después de mucho esperar, de noches sin dormir, se cumplió el plazo que Aurora me dio para ser mía. Me citó en su casa a las cinco y ahí estuve yo un par de minutos antes. Toqué a la puerta y me recibió con delantal, una pañoleta cubriendo su cabello y sandalias. Su madre había salido de viaje y ella se había quedado a cargo de todas las tareas de la casa, por lo que no le sería posible cumplir su promesa.

No podía permitirlo, así que me ofrecí a ayudarla. Ella, luego de negarse varias veces a mi propuesta, aceptó y me dijo que me ocupara de lavar la ropa que estaba en la cesta del patio. Me pidió que lo hiciera a mano porque a su mamá no le gustaba usar la lavadora para otra cosa que no fuera secar. Jamás en mi vida había lavado algo, ni mis calzones, pero tenía que ayudarla si quería que hiciéramos cositas. "¿Qué tanto me puedo tardar", me dije para animarme y me dirigí al patio.

Cuando abrí la puerta y me di cuenta del tamaño que tenía el cesto, sentí que la sangre se me bajó hasta los pies. Fácilmente, ahí había unas diez cargas de ropa sucia que yo me había comprometido a lavar. A pesar de lo difícil que entonces se me hizo cumplir mi oferta, debía hacerlo. No me quedaba remedio.

La tarea resultó mucho más cansada y tardada de lo que había imaginado. Terminé casi a las diez de la noche y ya para esa hora, a diferencia de ella, no tenía ganas más que de dormir. Me vine para la casa con un simple beso. Por culpa mía, por no haber hecho las cosas más aprisa, las cosas se arruinaron. Espero que mañana sí podamos hacer el amor.

11 de octubre de 2004.

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Querido diario:

Hoy amanecí como si una estampida de elefantes me hubiera pasado por encima. Me duele la espalda, la cintura y los brazos de tanto tallar. No tenía ganas de ir a la escuela, pero necesitaba verla. No se porque, pero cada minuto que paso lejos de ella es como un infierno. Se ha convertido en una parte muy importante de mi vida y siento que sin ella no valdría la pena vivir. Es por eso que sus palabras son como órdenes para mí. Por eso soy capaz de hacer cualquier cosa para complacerla, para verla feliz, tal y como lo que hoy me pidió hacer.

La acompañé hasta su casa, como suelo hacerlo, pero ésta vez me invitó a pasar. Me recordó que su madre no estaba y que teníamos algo pendiente, una promesa que quería cumplir esa misma tarde. Me dijo que me desnudara mientras ella iba por algunas cosas para hacer de la ocasión algo inolvidable. No necesité escucharlo dos veces. En cuestión de segundos, quedé en bolas y con la verga durísima de tan sólo pensar que ella por fin sería mía.

Regresó con una cámara en una mano y su perra, la "ricitos", en la otra. Aventó al animal a la cama, a un lado de donde yo estaba acostado. "Cógete a la ricitos", me dijo y yo me quedé mudo. No podía creer que me pidiera eso, pero más increíble me pareció el que la hubiera obedecido. No podía negarme a ninguna de sus peticiones, la quiero demasiado. Agarré a la perrita y la atravesé con mi verga.

Fue un poco asqueroso al principio, sentir como me abría paso por el culo del animal, pero después me acostumbré y empecé a gozar, más aún cuando me aconsejó que pensara que era a ella a la que follaba. Así mismo lo hice y mis embestidas fueron cada vez más duras. La pobre ricitos chillaba con mi verga dentro y Aurora me animaba con frases sucias y vulgares, al mismo tiempo que me tomaba una fotografía tras otra. No tenía idea de para que las quería, tal vez pensaba publicarlas en el periódico de la escuela o algo peor, pero no me importaba. Ella estaba feliz al ver que hacía todo lo que me pedía y eso me alegraba muchísimo.

Cuando estaba a punto de eyacular, me ordenó que lo hiciera en el piso para luego limpiar mi propio semen con la lengua. Sí, aquello podía resultar humillante, pero ella lo valía, la mujer más hermosa y encantadora del planeta vale cualquier cosa, incluso que un tipejo tan poca cosa como yo pierda la poca dignidad que le queda.

Cuando el suelo quedó libre de esperma y yo pensaba que entonces sí estaría entre mis brazos, pospuso nuestro encuentro. "Es para que cuando finalmente suceda, todo sea más hermoso", me dijo y tenía razón. Siempre la tiene. Ahora la nueva fecha es mañana por la noche, en el gimnasio de la escuela. Estoy sumamente ansioso de que llegue la hora.

12 de octubre de 2004.

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Querido diario:

Hoy, por primera vez después de casi diez años, no podré escribir mis memorias en tus hojas. Me encuentro en el gimnasio de la escuela, asegurado contra el poste de la canasta de la cancha de baloncesto. Mi culo me duele y tengo mucho frío, pero... ¿sabes qué es lo peor? Que ella no está conmigo.

Como ya lo sabes, me citó en éste lugar para que, luego de varias ocasiones fallidas, hiciéramos el amor. Yo llegué puntual a la cita y ella se apareció unos cinco minutos más tarde. Llevaba consigo una bolsa llena de esposas, que según me dijo pertenecían a su padre, quien era policía. Con ese tono firme al que no podía oponerme, me pidió que me desnudara y después me puso un par de esposas y me ató a la cadena que, alrededor del poste de la canasta, había formado con varios pares más. Creí que era un juego para ponerle una chispa extra al encuentro, así que accedí, más que por obedecerla, gustoso de hacerlo.

Entonces empezó a desvestirse, al mismo tiempo que se movía como si escuchara una sensual melodía. Fue dejando al descubierto, poco a poco, cada parte de su cuerpo hasta que, para mi fortuna, quedó completamente desnuda. Finalmente pude admirar esos hermosos senos que desde el primer día me cautivaron y ese sexo adornado con un arete. No podía creerlo, pero la tenía ahí, en todo su esplendor y para mí. Caminó lentamente hacia mí y se agachó para que pudiera besar sus pechos, pero cuando estaba a punto de hacerlo, se levantó súbitamente y gritó: "pasen".

Dos hombres, tan corpulentos como amanerados, entraron al lugar y de inmediato se dirigieron hacia donde yo me encontraba. Iban prácticamente desnudos, sólo llevaban una diminuta tanga cubriendo sus partes íntimas, las cuales, al despojarse de sus únicas prendas, pude admirar en su enorme plenitud. Sin más ni más, uno me puso su verga al nivel de mi boca y otro comenzó a restregarla contra mis nalgas, esas en las que decenas de chicas habían clavado sus uñas al momento de llegar al orgasmo.

Quise preguntarle a Aurora de que se trataba aquello, pero en cuanto separé los labios, el sujeto me penetró oralmente con su descomunal herramienta, la cual me llegó hasta la garganta y me quitó el aire, haciendo que casi me vomitara. Segundos después, cuando aún no me reponía de esa primera estocada, el otro tipo me la metió por el culo, provocándome un intenso dolor que me sacó las primeras lágrimas de mi adolescencia. Aquello sobrepasaba todos los límites, pero, ya que mi preciosa se veía feliz, estaba dispuesto a soportarlo e incluso a disfrutarlo, así fuera en contra de mis convicciones y me lastimaran hasta lo más hondo.

Los dos individuos continuaron follándome por un largo rato, mientras ella me tomaba más fotos y se masturbaba con un consolador que había sacado de la misma bolsa donde llevaba las esposas. Me ordenaba que me moviera como si fuera una puta, como si me encantara comer pollas por todos mis agujeros. Yo la obedecía con mucho gusto y para complacerla más aún, gemía al límite de mis posibilidades, claro está, ya que con aquel pedazo de carne taladrando mi boca no era algo sencillo.

Y movía mi cadera para que quien me cogía por detrás lo hiciera con más fuerza, con más ganas, hasta el fondo. Y chupaba la que tenía en mi boca como si lo hubiera hecho toda mi vida, como si fuera un experto. Y la mía estaba a punto de estallar de lo excitante que era el saberme humillado por aquella mujer de la que, en contra de mis planes, me había enamorado, aquella que me había transformado, después de haber sido el chico más arrogante y popular del colegio, en su títere, en su juguete.

Fue ella la primera en llegar al clímax y, viendo como se corría, le seguí yo. Descargué sobre la duela todo el semen contenido en mis testículos, apretando ese pene alojado en mi esfínter con cada uno de mis espasmos, logrando así que mis intestinos fueran bañados con esperma, justo antes de que me bebiera la venida de aquel en mi boca.

Creí que todo había terminado, que me dejarían libre y podría irme a casa, pero no fue así. Aurora me dijo que quería que pasara la noche en el gimnasio, desnudo y desprotegido contra el frío. Tiró al suelo, asegurándose que cayeran a una distancia de la cual me fuera imposible alcanzarlas, todas las fotografías que me había tomado, esas en las que aparecía teniendo sexo con su perra y también en las que se me veía siendo follado por aquellos dos hombres. Tomó la bolsa donde guardaba el consolador y, tomada del brazo de los que, a juzgar por la manera en que charlaban, parecían ser sus amigos, se marchó.

Ahora estoy aquí, esperando a que amanezca y las clases comiencen. Esperando que alguien venga a rescatarme, aunque eso signifique que me convierta en el bufón de todos en la escuela, no me importa. Cualquier humillación es poca si Aurora cumple eso que me prometió antes de irse: "Mañana sí seré tuya".

13 de octubre de 2004.

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