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El plomero, mi esposo y yo

en Trios

En la pared, junto a otros objetos que lucen tan fuera de lugar como él, está colgado un reloj con exagerados detalles dorados, adornando ridículamente la sala de estilos mezclados. Gracias a las manecillas de éste, porque a pesar de que las cortinas están abiertas, no se aprecia un solo rayo de sol, se puede adivinar que son las nueve de la mañana. Una voz tararea la melodía de moda. Se trata de la dueña de la casa, una mujer joven y exótica. Al observar su mal gusto para vestir, uno comprende el porque de la horrible apariencia de su hogar.

Lleva puesta una blusa roja tres tallas menos que la apropiada, con un gran escote que permite ver sus enormes, y sospechosamente firmes y redondos, senos. La falda, de un color verde oscuro que no combina en absoluto con la blusa, apenas y cubre sus partes íntimas, que al parecer, no están ocultas bajo algún tipo de bragas. Para rematar su peculiar atuendo, unas zapatillas amarillas tipo tigre. No sólo su vestimenta es exagerada, también su maquillaje. Debajo de esas grotescas capas de polvo y labial, que la asemejan más a un payaso que a una dama, es difícil ver sus bellas y delicadas facciones, que además, están cubiertas por parte de su rubia y falsa cabellera.

Pero no es solo su mal gusto, el que la obliga a usar tales prendas, no, la verdadera razón es la actividad que realiza. Con ese "look", la mujer no podría estar haciendo otra cosa que no fuera la limpieza de la casa. Sí, con pasos cortos y graciosos, y la boca en posición de recibir un beso, ella recorre cada rincón del cuarto con un sacudidor en la mano. Lo pasa unas cuantas veces por la superficie de la mesa, las sillas, y todo objeto que encuentra a su paso. Debe ser una de esas personas adictas a la limpieza, porque no se observa pizca de polvo alguna cuando sacude. Seguramente hizo lo mismo cinco minutos antes, porque el sacudidor está como al principio, sin una sola manchita. ¿El nombre de tan buena ama de casa? Su nombre, su nombre...no es importante.

Algo ha interrumpido sus labores domésticas. Es el timbre, que según sus palabras, está sonando. Otra de sus habilidades ha de ser contar con un oído super desarrollado, porque no se escucha ruido alguno. Con su simpático modo de caminar acompañándola, se dirige a la puerta y, sin preguntar de quien se trata, la abre. No puede reprimir un gesto de sorpresa, al ver el espectacular espécimen masculino que ha llegado a su casa. No lo han invitado a pasar, pero al hombre, que tiene una gran educación, no le importa. Lo hace de todos modos. Ella no pone algún tipo de resistencia. Sigue embobada con lo que tiene frente a sus ojos.

La cara de idiota que tiene la mujer no es para menos; el muchacho es en verdad atractivo. Su cabellera es rubia y su piel blanca. Rostro de encantadora mezcla, entre rudeza e infantilismo. Usa un overol azul con restos de grasa sobre la tela, que podría convertirlo en un mecánico. El cierre del mismo se encuentra al nivel de su ombligo, por lo que se pueden apreciar perfectamente, su ejercitado torso y marcado abdomen. Mangas dobladas, brazos fuertes. Y por si no fuera suficiente, un considerable bulto en su entrepierna.

-Soy el plomero, vengo a arreglar sus tuberías. - Ha dicho el atractivo jovenzuelo.

¿Quién lo hubiera pensado? El chico no es mecánico, sino plomero. Tiene que ser uno muy bueno, de los mejores, porque no lleva una sola herramienta con sigo. La dueña, que continúa muda y con la vista clavada en eso escondido bajo los pantalones, lo toma de la mano y lo conduce al baño. La forma en que él camina no es menos teatral que la de ella. Se podría pensar que en su adolescencia representó el papel de Frankeistein, y quedó enamorado de él, porque su estilo para andar es exactamente el mismo.

Luego de atravesar un largo y oscuro pasillo, han llegado al cuarto de baño. Increíblemente, esa parte de la casa no se parece a la anterior. Es como si se tratara de un lugar distinto, como si de pronto, se hubieran trasladado a la de alguien más. No hay algo que se pueda reprochar, a quien haya construido y decorado el sitio. Es en verdad, el baño más hermoso que pueda existir. Simplemente, es perfecto. Tal perfección ha devuelto a la realidad a la mujer, que por fin, se ha decidido a hablar.

-Pero, ¿cómo vas a arreglar la tubería sino traes herramientas? - Se ha dado cuenta. Después de todo, no es tan estúpida como aparenta.

-Si tengo una, y es muy grande. - Responde con voz automatizada el rubio espectacular.

-Y, ¿dónde está? No la veo. - Pregunta confundida la voluptuosa anfitriona.

-La llevo bajo la ropa. ¿Quieres verla? - Dice el muchacho.

-Sí, quiero verla. Enséñamela ya. - Suplica con desesperación.

Antes de que ella contestara a su pregunta, el chico se quitó la parte superior del overol, dejando al aire lo poco que no se veía de su pecho y estómago. Ahora está bajando el cierre por completo. La prenda a caído a sus tobillos, deteniéndose en sus botas antes de llegar al piso. Ha dejado libre su verga, que aún flácida es de buen tamaño. Descansa sobre sus testículos, de magnitudes similares. Es un poco más oscura que el resto de su cuerpo. No tiene un sólo vello a su alrededor. La mujer ha quedado petrificada. No reacciona, hasta escuchar la voz del dueño de semejante belleza.

-Ésta es mi herramienta, con la que voy a arreglar todas tus tuberías. - Dice el joven.

-Pero, tú me dijiste que era muy grande. A mí me parece que no. - Lo reta.

-Bueno, es que aún está dormida. Sí quieres que despierte, ven a darle los buenos días. - La invita.

-Está bien. - Sonríe acercándose a él.

En cuanto la mano de la mujer se posa sobre el miembro, éste empieza a reaccionar. Poco a poco va ganando centímetros de largo y ancho, para satisfacción de la hambrienta chica. Lo que prometía ser un falo descomunal, no ha resultado una decepción, en verdad es enorme. Ella lo toma con ambas manos, y todavía resta un buen trozo por abarcar. Las venas se marcan por todo el tronco. El glande está fuera del prepucio, es rozado y gordo. Es una polla apetitosa, y ella lo sabe. Sin perder más tiempo, se hinca y la lleva a su boca.

El gran placer que siente el hombre, de inmediato se refleja en sus gemidos. La mujer pasa su lengua a lo largo la polla, una y otra vez. Juega con el brillante y lubricado capullo, el que de vez en cuando muerde delicadamente. Luego mete la mitad en su boca. Baja y sube apretando sus labios. Lo que queda fuera, lo masturba con una mano, la que no estruja las bolas del rubio. Chorros de saliva se escapan por las comisuras de la joven, escurriendo después por la palpitante herramienta. Conforme transcurre el tiempo, va tragando más y más, al mismo tiempo que las prendas de ambos desaparecen una a una como por arte de magia. En pocos segundos, la tiene toda adentro.

La ahora desnuda chica, arregla muy la tubería de su garganta. La herramienta con que lo hace es del tamaño perfecto; le llega hasta los pulmones. Otra más de sus habilidades, es una experta mamadora de penes. Chupa y lame como un animal en celo. Lo goza al máximo, más cuando el muchacho la toma por el cabello y la empuja violentamente o, le dice frases ofensivas. Sus labios aprehenden y liberan el instrumento cada vez con mayor velocidad. Quiere sacarle, lo más pronto posible, hasta la última gota de semen.

Él se ha dado cuenta de sus intenciones. No piensa permitirlo. La separa de su majestuosa herramienta y le dice: "Ahora vamos a arreglar otra de tus tuberías". La coloca de espaldas a él, con los brazos apoyados en el lavabo. La mujer ruega por ser penetrada. Para no hacerla esperar, sin si quiera una caricia, el rudo joven atraviesa el depilado coño, de un sólo intento y hasta adentro. Ella grita, pero no por el dolor que le causa tener semejante monstruo en su interior, lo hace de placer, el que le provoca sentirse llena.

El super dotado toma a su objeto sexual por la cintura, e inicia un desenfrenado mete y saca que la vuelve loca. A cada estocada, que es más violenta que la anterior, la mujer responde con un "sí", o un "más". Gime y jadea, mientras que sus exuberantes senos, coronados por un par de pezones oscuros y endurecidos, chocan continuamente contra el borde del lava manos. Él continua follándola sin contemplaciones y ella sigue pidiendo que le de más duro. Están hechos el uno para el otro; ella insaciable, y él todo un semental.

Luego de media hora de gozo, otro hombre ha aparecido en escena. Se trata del esposo de la falsa rubia. El individuo, no menos atractivo que el plomero, ha llegado temprano a casa, justo a tiempo para encontrar a su mujer con otro, teniendo sexo en el baño. De manera extraña, no da muestras de celos. Por el contrario, aquello parece excitarle. Se puede adivinar su erección. Sin perder tiempo, el marido de la mujer se desnuda, descubriendo un cuerpo tan atlético como el del otro joven, sólo que de tez morena. Su verga, prieta, gruesa y larga, parece piedra. La acerca a la boca de su esposa. Ella la mete entera en su boca.

Mientras que el rubio sigue penetrándola con gran fuerza, ella se dedica a mamar la pija de su cónyuge. Éste también la toma de los cabellos, para follarla por la boca. Los dos hombres la satisfacen más, la hacen sentirse plena. Si no fuera porque el enorme pedazo de carne de su esposo se lo impide, estaría gritando que le dieran más duro, que le encanta ser tratada como una puta. Y así la tratan, como un simple objeto sexual. Uno bombea su chorreante vagina, mientras el otro le quita el aire, metiéndole la polla hasta la garganta.

Otra media hora ha pasado, y los dos sementales se ven aburridos de la posición. Se miran a los ojos, como intercambiando pensamientos vía telepática, para luego dejar lo que hacen. Incorporan a la mujer y la llevan a la bañera. El rubio abre la llave del agua caliente. En cuanto las gotas comienzan a mojar sus cuerpos, ambos la penetran; el plomero por el culo, y el esposo por el coño. Es lo que ella necesitaba. Ahora si se siente complacida, con dos falos atravesando su cuerpo, y la boca libre para expresar su enorme placer.

Los dos hombres compiten por ser el más rudo. Sus herramientas entran y salen con velocidad y potencia. Se cogen a la desquiciada chica como si se tratara de una perra. Eso parece gustarle a los tres por igual, porque después de otra media hora, amenazan con venirse. La mujer les pide que terminen en su cara. Ellos se salen de su cuerpo y la hincan en la tina. Empiezan a masturbarse con desesperación y, en pocos segundos, se corren de manera abundante. La rubia, que tiene tres dedos perdidos en su concha, recibe gustosa cada disparo y también alcanza el clímax. Los disparos que caen en su boca los traga. El semen que mancha su cara o cuerpo lo esparce, y de inmediato se va con el agua. Rápidamente, no queda prueba de sus venidas.

Satisfecho, el plomero sale de la bañera con intenciones de vestirse y marcharse. La mujer lo detiene. Se ha percatado que durante el tiempo que ambos la follaban, su marido no le quitó la vista de encima al rubio. Para cumplir las fantasías secretas de su hombre, le pide al desconocido que le haga lo mismo que hizo con ella. Sin hacerse del rogar, el atractivo joven se acerca al sorprendido esposo. Lo mira a los ojos. Justo cuando está por empujar su cabeza hacia abajo, para que pueda probar su magnifica herramienta...

-¡Corte¡ ¡Corte¡ Detengan la escena. Dejen de grabar. - Grita molesto el director.

-Pero, ¿por qué la detiene? - Pregunta igual de enojada la mujer, que en realidad es Viviana Futcher, famosa actriz del cine porno.

-Paro las grabaciones, porque eso no está en el guión. O ¿acaso leíste algo de un encuentro homosexual entre los dos protagonistas? - Cuestiona el director a su actriz.

-No, no lo leí, pero pensé que sería una buena improvisación, que mejoraría la película. - Responde un tanto nerviosa la falsa rubia.

-Mi querida Viviana, tú eres una actriz de cine porno. Eres experta en mamar vergas y abrir las piernas, pero hay algo que no sabes, y eso es pensar. ¿Entendido? - Le dice burlándose de su inteligencia.

-Chicos, ¡ayúdenme¡ No permitan que me insulte así. - Exige dando media vuelta, para ver que sus compañeros ya no están.

Los dos hombres se han marchado a un lugar más tranquilo e íntimo. Al que la hacía de plomero, la idea de follar con el que interpretaba al esposo, no le pareció para nada descabellada. Mientras que Viviana hace sus berrinches y se queja de que todos la tratan como una estúpida come pollas, el director la ignora causándole una rabia mayor, y los técnicos se deleitan con las operadas curvas de la actriz, ellos están en algún lugar del estudio, mamando uno, la herramienta del otro.

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