A sugerencia de hector y Latinhypno14, he escrito el relato "Dejando de fumar" con Tania narrando los sucesos principales. No lo tenía pensado en un principio, por lo que los resultados, pueden no ser muy buenos. Espero les guste.
Mi cita de las siete estaba por llegar. Yo me encontraba de muy mal humor. Mi intento de novia, porque aún no conseguía que me diera el sí, me había llamado para cancelar nuestra cena. Era la tercera vez en menos de diez días, que me hacía lo mismo. Ya estaba harto de ella, pero no tenía otra opción que aguantar sus caprichos y desplantes. Soy un hombre muy atractivo, a primera vista, cualquier mujer se enamoraría de mí, pero no se que me pasa, que después de esa primera impresión, sólo consigo alejarlas. No había conseguido salir con una misma chica dos veces seguidas, no en ya dos años. Para satisfacer mis ganas de sexo, acudía con prostitutas, o en tiempos de crisis, a mi mano. Paulina fue la primera en aceptarme una segunda invitación. Por unos días creí, que finalmente había encontrado a ese alguien especial. Mi optimismo se fue agotando con el paso del tiempo, hasta convertirse en resignación. Ya eran varias veces que me cancelaba, dudaba fuera a verla otra vez.
Para colmo, tenía que atender a otra dama de sociedad, de las que destilan frivolidad en la misma cantidad que grasa. Vendría de seguro, para dejar el cigarro. Pero, ¿qué podía hacer? Un buen billete lo vale todo. Me arreglé un poco el cabello y la barba. Me perfumé, y esperé a que dieran las siete, rogándole a Dios, mi paciente no estuviera tan mal. Las manecillas se movían lentamente, torturándome. Mis párpados se sentían como una losa. El aburrimiento me estaba venciendo. El sueño, a pesar de tan tempranas horas, ya tocaba a mi puerta. Cuando cerré los ojos por completo, por fin escuché el timbre. Mi cita había llegado. Caminé hacia la puerta, y la abrí. Me impactó lo que observé. Del otro lado, estaba la mujer más hermosa que había visto en mi vida.
Cabello negro y ondulado. Ojos café, grandes, cautivantes. Bella sonrisa, de esas que desarman, tan bella como toda su figura. No sabía que edad tenía, pero por la firmeza de sus tetas, lo que desde un principio llamó más mi atención, podría decir que parecía una jovencita. Sus piernas y su cadera rondaban la misma perfección. Luego de admirarla enmudecido por unos segundos, le ofrecí mi mano, presentándome como Miguel. Cuando correspondió a mi saludo, la apreté con fuerza, como marcando de una vez las posiciones. Tardó en responder, quise creer que estaba tan impresionada con mi apariencia, como yo con la suya. Tania, ese era su nombre, el nombre de tan hermosa mujer. La invité a pasar al consultorio.
Cuando entramos, inspeccionó todo el cuarto. Nos sentamos en los sillones. Le puse la mano en la frente, bajándola hacia sus ojos y volviéndola a subir. Se le veía más cansada con cada uno de mis movimientos. Cuando pronuncié algunas palabras en latín, su mirada estaba ya pérdida. Bastó dar un golpecito a su nariz, para que se quedara dormida. Afortunadamente, soy muy bueno en lo que hago, porque de otra manera, no hubiera podido dormirla. Me costó muchísimo trabajo concentrarme. Mi mente estaba ocupada en una sola cosa, desear su cuerpo. La poca ética que me quedaba, trataba de convencerme de no hacerlo, pero sus intentos fueron inútiles. Decidí, hacerla mía. Lo haría, por supuesto, por medio del hipnotismo. Empecé con mi plan.
-...tu mente...mis órdenes...dueño...tu voluntad...entendido...
Cuando mis ojos se cerraron, no existió otra cosa que sus palabras. Las escuchaba lejanas y repetitivas, como si fueran un eco. Al mismo tiempo, todo estaba silencio, era algo muy extraño. Me sentía relajada, libre de cualquier preocupación o problema. Mi cuerpo flotaba entre nubes. Todo se sentía como un sueño, si, así se percibía todo, como si estuviera dormida. Y de cierta forma lo estaba, simplemente en un nivel diferente al acostumbrado. No entendía bien lo que, la que parecía ser la voz del Doctor Miguel, me decía. Era como si mi inconsciente, se hubiera apoderado de mi cuerpo. Hacía las cosas, movía la cabeza en señal de afirmación, pero no era yo completamente la que actuaba. Tampoco comprendía muy bien lo que estaba sucediendo. Todo era muy extraño, difícil de explicar.
-Tania...quiero...quites...sostén...apreciar...tetas...Hazlo ya.
De repente, cuando volví a escuchar la voz de mi hipnotizador, me dieron ganas de quitarme la blusa y el sostén. El hecho de tener a un hombre en frente, no fue ningún impedimento. Debía hacerlo, lo necesitaba. No me importaba la vergüenza o la pena, es más, no existían en mí. En lo único que pensaba, y a la vez no vivía, era en desnudar mi torso, dejar mis senos al aire.
-...senos...bellos...Acarícialos...lentamente...Hazlo ya.
Una orden más que se volvía mi prioridad. Mis manos se movían solas, no tenía control sobre ellas. Acariciaban mis pechos, como si fueran los de alguien más. Apretaban mis pezones, estos empezaban a ponerse duros. No comprendía muy bien lo que hacía, pero en el fondo lo sabía, y además, me gustaba. El roce de mis dedos, por toda la superficie de mis tetas, me excitaba en demasía. Por un momento, sólo quería sobarlas, me parecían irresistibles. No podía detenerme.
-...quiero...despojes... bragas...desnuda...Hazlo ya.
Con otra de sus palabras, mis manos bajaron hasta mi falda. Se deshicieron de ella y de mis pantaletas. Quedé desnuda ante aquel hombre, que en verdad no sabía si era un hombre, una simple sombra, o no era nadie, todo era muy confuso. No fue bochornoso quedar en cueros, en medio de aquel cuarto. Podía oler el aroma de mi entrepierna, me daba cuenta de que ya estaba mojada. Mi excitación, que yo no podía percibir del todo, que se presentaba como un ser independiente, era real, lo decían los jugos que comenzaban a resbalar por mis piernas.
-Mastúrbate Quiero dedos estimulen tu clítoris el mayor placer Quiero clímax mi boca. Hazlo ya.
Lleve mis dedos a mi sexo. Metí tres de ellos en mi vagina, de golpe, con violencia. Yo estaba callada, pero de mi boca salió un fuerte grito. Era como si mi cuerpo, necesitara desahogar el enorme placer, que yo no terminaba de sentir. Mis dedos se movían con velocidad. Mi clítoris se paseaba frente a mis ojos, erecto. Sentía mis piernas temblar, aún cuando estaba flotando. Un color rojo rodeó mi mente. Algo que parecía una lengua, era la que estimulaba mi vulva, en lugar de mis manos. Mi anatomía se tensó, toda ella, pero mis extremidades, seguían sintiéndose flojas en medio de ese sueño. Gemía como loca, a causa de un orgasmo avasallador, como nunca antes había tenido. El caudal tan intenso de emociones, abrió un poco mis ojos a lo que pasaba en el exterior. Como que empezaba a tomar consciencia de lo ocurrido. La sombra, que antes veía lejana y difusa, estaba más clara, más cerca.
-...Tania, ya has disfrutado...me toca a mí... Quiero que desabroches...mis pantalones...saques mi verga...acaricies...Quiero...disfrutes...Quiero...sea para ti...sueño hecho realidad. Hazlo ya.
Lo siguiente que pasó, fue que entre mis manos tenía una verga, erecta, palpitante. La acariciaba, o más bien, la veneraba. En ese momento, ese pedazo de carne era como un Dios para mí. Recorría cada centímetro, una y otra vez sin cansarme. Mi vista estaba fija en su cabeza, en lo que salía de ésta. Quería probarlo, quería tenerlo en mi boca. Mi cerebro poco a poco se adaptaba a la realidad. Yo seguía entre nubes, como observando todo desde un sitio muy alejado, pero podía entender un poco más. Sabía, que moría por comerme ese falo. No era algo fuera de lo común, pero a mis ojos, era el más apetitoso manjar.
-...hecho muy bien Tania...siguiente orden...el mejor sexo oral...mi verga...entre tus labios...llegué a tu garganta...mames...como...puta. Hazlo ya.
La voz de quien ahora sabía con certeza, era el doctor, me permitió finalmente, tragarme su polla. Tomé con la lengua el lubricante de la punta. Lo saboreé, sabía delicioso. Deseaba más, meterme ese mástil entero en mi boca, pero mi voluntad me regresaba un poco de mando, decidí hacerlo sufrir. La abarcaba toda, con los labios abiertos. Bajaba y subía sin siquiera tocarla. No lo hice hasta varios minutos después. La metí hasta el fondo, hasta que su capullo chocó con mi garganta. Que delicia. Entonces si empecé a mamarla, con ganas, con las que me daba el no haber probado una en ya mucho tiempo. Su dureza me enloquecía, estaba disfrutando como nunca. Su pija me hacía gozar, y mi lengua a ella. Quería que acabara dentro de mí, tragarme todo su semen. Tenía sed de su leche, mucha sed.
-De...detente Tania. Hazlo ya.
Por más que quise, no pude conseguir que se corriera en mi boca. Otra de sus órdenes, me apartó de su verga. La saqué de mi boca, y me paré a esperar el siguiente mandato. Ya podía sentir de nuevo mi cuerpo. Aún no podía controlarlo, pero ya había bajado de mi nube. El panorama se aclaraba paulatinamente. Rogaba porque su siguiente orden, fuera sentarme encima de su pene.
-Muy bien Tania, sólo te falta una cosa por hacer. Quiero que te sientes arriba de mi verga. Quiero penetrarte, y también quiero que lo disfrutes. Deseo que mientras te folles tu misma con mi verga, me beses y me digas que me quieres. Cuando sientas que voy a terminar, tú también lo harás. Hazlo ya.
Y como si fuera yo, la que había tomado el control de las acciones, Miguel me pidió que me sentara encima de su falo. No tardé en hacerlo, me lo metí de un sólo intento. El volver a sentir una polla atravesar mi raja, me hizo gritar de placer. No hicieron falta sus palabras para gozarlo, lo hice por decisión propia. Su miembro dentro de mí, era alcanzar el paraíso después de siglos de dolor. De inmediato comencé a montarlo, con todas mis fuerzas. Me ensartaba yo sola, con velocidad, hasta que nuestros pelos se juntaban. Luego dejaba todo su pene fuera, justo para volverme a sentar en él, instantes después. Busqué sus labios, necesitaba besarlo, decirle que lo quería, a pesar de no conocerlo. Lo quería por devolverme la vida, al principio de una manera hasta cierto punto forzada, luego con plena consciencia. El clímax estaba cerca. Aceleré mi auto cogida. Exploté de nuevo, de forma más escandalosa. Mis paredes vaginales parecían recibir descargas eléctricas, se cerraban desaforadamente. Mis jugos mancharon todo cu cuerpo. Sentía como apretaba la pija de mi doctor, que se ponía cada vez más dura. Aún no me bajaba de la cima del placer, cuando chorros de semen caliente inundaron mi cueva. Uno tras otro, salían disparados con gran potencia. Su corrida se junto con la mía, se hicieron una, como nuestros cuerpos.
Estaba realmente agotada, la cita fue mejor de lo que me esperaba. Después de descansar un rato en sus brazos, me levanté y me vestí. Sabía que de un momento a otro, volvería a escuchar su voz, y no podría hacer mucho para contrarrestar lo que me ordenara. El gran placer que llenaba mi cuerpo, se había ido, ya no tenía armas para luchar contra su control. Lo único que esperaba, era recordar un poco de lo sucedido, si quiera, lo feliz que me sentí.
-La cita de hoy llegó a su final Tania. Cuando despiertes, no recordarás nada de lo que aquí acaba de suceder. Lo único que vas a saber, es que el cigarro es lo peor que existe en el mundo, no querrás volver a probarlo en tu vida. No conozco las causas por las que fumabas, pero cualquiera que estas sean, cuando surjan de nuevo, vendrás a mi consultorio y las calmarás teniendo sexo conmigo. Cada vez que tengamos relaciones, te sentirás más unida a mí, hasta que llegué el día en que me necesites, aún por causas distintas que las que te llevaron a fumar. Poco a poco me irás deseando y queriendo de manera conciente. Llegará el día en que, sin la influencia de mi hipnosis, querrás estar conmigo. Vas a hacer todo lo que acabo de decirte, porque recuerda, soy el dueño de tu voluntad. Ahora despierta, despídete, y márchate. Hazlo ya.
Mi mente se nubló otra vez. Mi cuerpo fue subiendo poco a poco hasta las nubes. Mis extremidades se durmieron. Todo volvió a ser como un sueño. Las partes de mi cabeza donde se alojaron los recuerdos de esa maravillosa tarde, eran cubiertas por pesadas rocas, que sepultaban bajo ellas, las esperanzas de acordarme de algo cuando despertara. Mil colores daban vueltas alrededor. Todo se puso negro, y entonces desperté.
No podía decir nada de lo que había hecho en la última hora, pero si me sentía bien, relajada, contenta. Me despedí del doctor, y salí de su consultorio. Subí a mi auto y me marché a mi casa. No me dieron ganas de fumar en mucho tiempo. Cuando la ansiedad regresaba, mi mente se ponía en blanco, regresaba a ese estado tan extraño en el que estuve durante la primera cita. Cuando despertaba, me encontraba acostada en mi cama, confundida, sin entender muy bien lo que sucedía.
Al pasar de los días, la cara del Doctor Miguel se grababa más en mi pensamiento. Las cosas empezaban a tener sentido. Poco a poco, fui recordando todo lo que hicimos. La forma en que se aprovechó de la hipnosis, para tener sexo conmigo. Como mi inconsciente lo permitió, porque desde un principio, lo único que deseaba hacer con él, era follar. Ya no hacía falta sentir la necesidad de retomar el cigarrillo, acudía a él por simple satisfacción. Su verga, a pesar de ser muy normalita, se convirtió en mi nuevo vicio. No podía dejar de sentirla dentro, de mi boca o de mi concha. Aún no puedo. Necesito tenerla antes de ir a dormir, ¿verdad amor?
Si, mi chiquita. Y yo te la doy con todo gusto. Es tuya y de nadie más, como mío es tu cuerpo, tus tetas, las que me hicieron perder la razón, las que no puedo dejar de admirar, las que me hipnotizaron a mí, antes de que yo lo hiciera con tigo. Te amo, mi bella Tania. No te vayas nunca de mi lado. No quiero volver a controlar tu mente. Quiero que todo sea real, porque la verdad, es siempre lo mejor.