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Utopía

en Gays

Es un hermoso día de primavera. En el cielo, que se encuentra totalmente despejado y deja admirar su bello tono azul como pocas veces, se dibuja la felicidad que inunda este día, lo puedo notar porque el sol brilla de una manera muy intensa. El viento sopla con velocidad mediana llevando con él un aroma a rosas, a paz y alegría. Una que otra ave vuela de rama en rama entonando melodiosos cantos que endulzan mis oídos, que al igual que mis otros sentidos, sienten la mágica vibra de este día sin igual.

Toda esa belleza y armonía se puede sentir de mejor manera en un lugar al aire libre, tal como un parque, refugio contra el estrés y la contaminación características del ambiente citadino. Por dicha razón me dejo llevar por el viento hasta tener la frescura del verde pasto recién podado bajo mi cuerpo, hasta descansar mi espalda sobre la tierra y levantar mi mirada para poder admirar mejor los rayos de sol reflejados en las pocas nubes que se han resistido a desaparecer, que se han quedado para gozar ellas también de la dicha que flota en el ambiente. Después de algunos minutos de sentirme uno con el planeta, de absorber las deliciosas fragancias de las flores y contemplar las espléndidas pinturas naturales, me incorporo con el objetivo de poder observar la forma en que los demás seres humanos han recibido este singular día.

El parque está repleto, al parecer todos los habitantes de la ciudad han decidido olvidarse un poco de sus actividades cotidianas. Puedo ver un gran número de niños, jugando a la pelota, persiguiendo pájaros, saltando la cuerda o comiendo alguna fruta que desde mi lugar se adivina exquisita. La mayoría de los adultos sólo contemplan el panorama al igual que yo, son muy pocos los que se atreven a jugar con sus hijos revelando el lado infantil que aún se esconde en su corazón.

De estos últimos hay un par de hombres en particular que llaman mi atención. Uno de ellos es bajo de estatura y de complexión delgada, tiene bigote, pelo negro bastante corto y lleva puestos unos shorts color negro y una playera blanca. El otro es más alto, no tiene bigote pero si barba, usa lentes, es más moreno y corpulento y viste unos jeans azules y una camisa a cuadros. Ambos juegan con un niño de apariencia norteamericana (pelo rubio y tez blanca) que calculo no rebasa los seis años. Uno de los hombres, el de los shorts negros, le pasa la pelota al niño, que suelta una carcajada cada vez que el otro hombre falla (intencionalmente) en su intento por atraparla antes que él. Así pasa un buen momento, entre risas y juego, antes de que el chamaco se canse. El más alto de los hombres levanta al chico por arriba de su cabeza y lo sienta en sus hombros. Los tres caminan, riéndose aún, directo al árbol donde han dejado un mantel y una canasta de la que después sacarán emparedados y manzanas. Llegan al sitio donde están colocadas sus cosas y se sientan alrededor de la canasta dispuestos a devorar todo lo que esta tiene dentro. El niño le pide una manzana al hombre de baja estatura llamándolo papi Eduardo.

Al escucharlo me sorprende un poco que su nombre sea igual al mío. Comienzo a mirar más detalladamente a aquel hombre y llego a la conclusión de que su físico también es muy parecido. La curiosidad me invade y me levanto para acercarme un poco más al trío. Conforme voy dando pasos me convenzo más de que en verdad somos bastante parecidos. Cuando me encuentro a una distancia desde la cual puedo ver con claridad su rostro no puedo creer la sorpresa que me llevo. Su cara es casi idéntica a la mía, la única diferencia es que la de él refleja más edad, alrededor de unos treinta. "¿Cómo es posible que exista alguien tan parecido a mi?", me pregunto. No he terminado de digerir nuestra enorme similitud cuando volteo a ver al otro hombre y vuelvo a llevarme una sorpresa. Aquel hombre alto y corpulento es la viva imagen de mi pareja, sólo que con unos años más. No puedo más que sonreír y seguir observando lo que hacen, mi cabeza no tiene intenciones de esforzarse en conseguir una explicación lógica, porque sabe no la encontrará.

Después de más o menos media hora los tres han terminado de comer y se levantan con intenciones de caminar a través del parque observando la hermosura de la naturaleza. Manteniendo una distancia prudente para que ninguno se percate de que los sigo, camino detrás de ellos. Los dos hombres caminan sin decir nada, solo admirando su alrededor. El niño salta y corre delante de ellos. La imagen es relajante y contagia amor. Creo que me he olvidado de sus rostros para poner atención nada más en lo que hacen. Cuando llegan a un área donde hay resbaladillas y columpios el chiquitín corre como caballo desbocado para subir en uno de los juegos.

Ellos permanecen parados a unos metros del columpio donde se balancea el niño y de repente se toman de la mano al mismo tiempo que se miran fijamente a los ojos y sonríen de oreja a oreja. El único sorprendido soy yo, al darme cuenta de que ellos también son pareja. Ninguna de las otras personas que se encuentran cerca de ellos hace algún comentario, ni siquiera voltea a verlos. Al parecer la magia de este día ha hecho que el que dos hombres se tomen de la mano y se miren de esa forma sea algo de lo más normal para toda la gente. El niño continua paseando en el columpio y sus padres siguen mirándose y emitiendo amor con cada célula de su cuerpo. Sus rostros se acercan poco a poco y mi corazón late rápidamente. Sus labios se unen en un eterno beso y mis ojos derraman algunas lágrimas, me emociona el saber que esos dos hombres, tan parecidos a mi pareja y a mí, se amen tanto como nosotros.

Ese delicioso beso se ve interrumpido por un grito del niño que les pide volteen a verlo. El columpio se eleva ya bastante alto y cuando hace el viaje de regreso el chaval salta y cae de pie, por lo que sus orgullosos padres le aplauden. Sin embargo, los aplausos son cambiados rápidamente por advertencias. El chamaquito permanece en el mismo lugar donde cayó y el columpio se aproxima directo a golpearlo. Los gritos de advertencia parecen no servir de mucho y los dos hombres corren para tratar de salvar a su hijo del que seguramente será un golpe tremendamente fuerte, pero ni la carrera de ambos padres podrá evitar el encuentro entre la cabeza del niño y el columpio, el cual se acerca más, y más y más...

De repente todo ha desaparecido, ya no hay árboles, cielo despejado, hombres, o un niño a punto de ser golpeado por un columpio. A mi alrededor sólo se observa oscuridad. Instintivamente estiro mi mano y aprieto lo que resulta ser el interruptor. Mis ojos se entre cierran tratando de acostumbrarse a la luz. Descubro que me encuentro acostado en mi cama, al parecer todo fue un sueño.

Ahora entiendo el porque del gran parecido de aquellos dos hombres con mi pareja y yo, de la enorme alegría que se podía respirar en el ambiente y de la normalidad con que la gente veía las muestras de cariño de una pareja homosexual. Al parecer mi mente me ha jugado una broma cruel usando mis deseos más escondidos. Me hizo creer que es posible que dos hombres puedan formar una familia sin que alguien dirija todas sus maldiciones hacia ellos. Desafortunadamente sólo fue un sueño, y como tal, no tiene nada que ver con la realidad, por lo menos no con la realidad actual en este país. No me queda más que sonreír, suspirar anhelando el sueño pueda ser verdad en un futuro y recordar algunas palabras de uno de mis ensayos de preparatoria:

Hay días que me siento libre a pesar de los señalamientos,

Hay días que no temo el mostrar mis sentimientos,

Son los días en que tu amor me enseña,

Que no es el mundo lo que mi vida llena,

Se que no importa lo que digan los demás si yo me puedo aceptar,

Pero quisiera al menos un día nuestra relación no ocultar,

Mataría porque nadie jamás nos volviera a señalar,

Y en un futuro con tigo una familia poder formar.

Cierro mis ojos y trato de dormir nuevamente, con el deseo de que por lo menos en sueños todo sea felicidad, armonía y paz. Con el deseo de volver a encontrarme a esa pareja y su hijo disfrutando de un hermoso día de primavera. Ya mañana regresaré a vivir la realidad, que a pesar de todo tiene su magia y sobre todo eso, es real.

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