miprimita.com

Regresando de mis vacaciones

en Sexo Anal

Las vacaciones para mí se habían terminado. Esos días en la playa a costa del dinero de mis padres habían llegado a su fin y sin más remedio, resignada a regresar a la monotonía de la vida diaria y la universidad, abordé el autobús que me llevaría de regreso a la ciudad, a casa.

Caminé por el pasillo del camión y muy pocos asientos estaban ocupados, lo cual fue una buena noticia. Mis amigas no iban conmigo para platicar y cantar durante el trayecto, así que dormir parecía la mejor opción. Sin muchos pasajeros, podría acostarme en los lugares de hasta el fondo sin que alguien se molestara por ello y así lo hice. Subí mis maletas a la parrilla y me tiré cuan larga soy, quedándome dormida casi de manera instantánea pues estaba muy cansada. La noche anterior me había desvelado en busca de un hombre que calmara mis ganas de sexo, un hombre que a fin de cuentas no encontré. En gran parte a eso se debía el que regresar a la ciudad me molestara. Pensé que al ir sola, podría conseguir un amante diferente cada noche, pero no fue así. Aparte de un chico que sufría de eyaculación prematura, nadie más pasó por mi cama. Las vacaciones se habían terminado y, ya dentro del autobús, las posibilidades de tener un buen polvo esfumado. No me quedaba de otra que dormir hasta llegar a mí destino.

No me di cuenta cuando arrancó el camión, ni el tiempo que transcurrió antes de que sintiera el primer roce, pero una mano sobando mi pierna me despertó. Abrí, más por sueño que por discreción, muy poco los ojos y pude ver quien era el dueño de esa mano traviesa. Se trataba de un hombre de aproximados treinta años. Cabello negro y corto, ojos café, cejas pobladas, barba tipo candado, labios carnosos, nariz chata y piel morena, en general un rostro atractivo. Del cuerpo no pude descubrir mucho, pues llevaba ropa muy holgada. Lo que si noté, es que sus manos eran enormes, de dedos largos y delgados, una señal de que muy probablemente, estaba bien equipado, algo que de tan sólo pensar y por las ganas acumuladas de varios días, me calentó en demasía, de una manera mucho más rápida de lo normal.

Me hice la que seguía dormida para que el continuara con sus caricias y no me defraudó. Su mano fue subiendo por mi pierna hasta llegar a mi cintura y ahí dio vuelta hacia mis nalgas, las cuales comenzó a palpar detenidamente, como reconociendo cada centímetro de piel.

Luego de varios minutos de sobármelas con una dulzura y una maestría que hicieron que me mordiera los labios y para sentir mejor su textura, me desabrochó los jeans y los bajó hasta mis rodillas, percatándose de que nadie lo viera. Se encontró con que mi trasero estaba prácticamente desnudo, pues usaba unas diminutas tangas que no cubrían absolutamente nada.

Llevó sus dos manos a mis glúteos y, ya sin una barrera que se opusiera entre ambas cosas, los apretó y los arañó hasta que sentí que me dolían. Fue entonces que ya no pude seguir fingiendo que estaba dormida, pero, o no le importó, o ya lo sabía, porque ni siquiera se inmutó cuando lo miré a los ojos. Continuó con su tarea de maltratar mis grandes, redondas y morenas nalgas, calentándome más con su atrevida e indiferente actitud.

Cuando se cansó de hacerlo, de un rápido movimiento y como si aquellos asientos no fueran tan estrechos, se acostó detrás de mí y me penetró con dos de sus furiosos y largos dedos, arrebatándome un gemido que por poco y no alcanzó a callar mordiendo mi brazo. Inició un lento y profundo vaivén que pronto me tuvo llena de jugos y entregada por completo a su voluntad. Conforme seguía hurgando dentro de mi vagina, el que estuviéramos en un autobús dejó de importarme y, con esas ganas reprimidas hablando por mí, le pedí que reemplazara sus dedos con algo más contundente y de inmediato se bajó los pantalones y sacó su verga, la cual cumplió todas mis expectativas: larga, gruesa, prieta y con una cabeza gorda y babosa.

Creí que me voltearía y me penetraría en ese mismo instante, pero en lugar de eso empezó a restregar su enorme polla contra mi culo, una y otra vez, incrementando mis ganas de sentirme llena y complacida. Así estuvo por un largo tiempo, sin dejar de masturbarme pero poniendo cuidado en que no terminara. Quería hacerme sufrir, quería que deseara su descomunal pene como a la misma vida y lo logró. Sin la menor discreción, me frotaba contra ese ansiado pedazo de carne que había estado esperando para quitarme las ganas y, con la mirada, le rogaba me penetrara de una vez por todas.

Me sentí aliviada cuando sacó un condón de su bolsillo y cubrió con él la longitud de su miembro, que palpitaba ansioso por entrar en mí. Por llenar con su grandeza el vacío de mi sexo, pensé, pero no eran esos los planes que él tenía. Él quería llenar otro de mis orificios, uno mucho más íntimo y el cual a nadie había entregado. Él quería darme por el culo y esa idea me asustó por un momento. Y digo por un momento porque en cuanto sentí la punta de ese mástil rozar mi ano, me tembló todo el cuerpo y ya no me importó por donde entrara. Lo único que sabía es que lo necesitaba dentro en ese preciso instante.

Gracias al cielo, él también lo deseaba con desesperación, lo notaba por su respiración agitada soplándome al oído. Con la ayuda de mis fluidos vaginales, que tan bien habían lubricado la zona, me enterró el glande y una pequeña porción del tronco, provocándome un dolor inmenso que calmó aumentando la velocidad de sus dedos dentro de mi concha. Y para poder avanzar, aceleró aún más el ritmo con el que me masturbaba y empezó a besar mi cuello y mis orejas. La técnica dio resultado. A los pocos segundos, sentí como sus testículos chocaron contra mis nalgas. No podía creer que tuviera alojada en mi esfínter aquella polla de impresionantes dimensiones y mucho menos, que se sintiera tan bien.

Ya estando por completo en mi interior, el atrevido extraño dio inició al clásico mete y saca, combinándolo con ligeros apretones a mi clítoris que me enloquecían y hacían que moviera mi cadera como una puta ansiosa de verga. Cuando él salía de mi culo, yo me alejaba, para que cuando él regresara, la embestida fuera más profunda y violenta. Repetimos ese movimiento cada vez más sincronizados y cada vez más rápido, hasta que el sonido de su pene abriendo los pliegues de mi ano y sus bolas impactándose contra mi trasero se escuchaba a tres filas de distancia.

Jamás había sentido algo parecido, jamás me había sentido más plena y complacida. Sus dedos seguían estrujando mi clítoris mientras su hinchado miembro continuaba bombeándome el culo aumentando la fuerza de sus estocadas a cada segundo. Me tenía hecha un mar de lubricantes y me controlaba a su antojo. Cuando se percataba de que estaba por correrme, hacía algo como morder mi hombro para impedirlo, como si no quisiera que llegara al orgasmo o deseara que lo hiciéramos juntos.

Pero él no tenía para cuando, por más feroces que eran sus estocadas y por más que meneaba mis caderas intentando hacerlo terminar, él no mostraba signos de querer hacerlo. Continuó penetrándome por varios minutos más, hasta que mi mirada se torno blanca del enorme placer que se concentraba en mi entrepierna y la frustración de no poder expulsarlo. Mi sexo me ardía por el incansable mete y saca de sus dedos y el culo, sin que yo lo supiera, me había empezado a sangrar, pero no por eso el disfrute del momento era menor. Por el contrario, se elevaba conforme el tiempo transcurría y eso es lo que ya no soportaba, el no alcanzar la cima.

Con voz entrecortada, le pedí que me permitiera venirme y, más porque él estaba por hacer lo mismo que por compasión hacia mi persona, aceleró el ritmo con el que me follaba y con el que me masturbaba. Un torrente de emociones viajó por mis venas hacia mi sexo, desde donde explotó para esparcirse a cada una de mis células, en el orgasmo más espectacular que hubiera experimentado jamás. Al mismo tiempo que me retorcía y mordía mi brazo para ahogar mis jadeos, sentí los espasmos de su verga dentro de mi culo, señal de que se había corrido.

Después de la última de sus contracciones, se salió de mí y, golosa como siempre, me hinqué para quitarle el preservativo y, después de beberme lo que éste contenía y al mismo tiempo que el chupaba de sus dedos los restos de mi venida, limpiar esa polla que tanto placer me había proporcionado. Los dos nos acomodamos la ropa y él se fue a su lugar, con la mirada castigadora de una anciana que se había dado cuenta de todo sobre él.

Lo que no había conseguido en todas las vacaciones, lo obtuve en el camión. Eso si que fue suerte, pero más lo fue lo que ocurrió un par de horas después. Cuando llegamos a la central de autobuses, cada quien tomó su caminó sin siquiera dirigirnos la mirada. Él se fue directo a tomar un taxi y yo decidí comer algo antes de hacer lo mismo. Ya con el estómago lleno, me fui a casa, donde me esperaba la sorpresa. En cuanto cruce la puerta, mi madre me pidió que la acompañara a la cocina para que me presentara a un primo que se quedaría con nosotros pues estaba por empezar sus estudios de pos grado en la ciudad. Ese primo era ni más ni menos que el extraño del autobús, ese que me había dado la cogida de mi vida. Como si en verdad no me conociera, algo que era verdad hasta cierto punto, se presentó como Alejandro y me dio la mano. Cuando sentí la fuerza con que me estrechó, por poco y se me doblan las piernas, pero logré controlarme. Mi madre, ansiosa de pasarle las obligaciones de buena anfitriona a alguien más, nos dejo solos para que lo pusiera al tanto de todo. Y yo, dando gracias a Dios por la inesperada coincidencia y como la mujer educada y...caliente que soy, me preparé para darle la mejor de las bienvenidas.

Mas de edoardo

Mi hermano es el líder de una banda de mafiosos

Pastel de tres leches

Hasta que te vuelva a ver...

Regreso a casa

Plátanos con crema

El galán superdotado de mi amiga Dana...

Porque te amo te la clavo por atrás

Runaway

Mi segunda vez también fue sobre el escenario

Mi primera vez fue sobre el escenario

¡Hola, Amanda! Soy tu madre

En el lobby de aquel cine...

El olvidado coño de mi abuela...

Consolando a Oliver, mi mejor amigo

En el callejón

Prácticas médicas

Donde hubo fuego...

Cabeza de ratón

Hoy no estoy ahí

Mi hermanastro me bajó la calentura

Tatúame el culo

Jugando a ser actor

Yo los declaro: violador y mujer

Pienso en ti

Hoy puedes hacer conmigo lo que se te plazca.

Y perdió la batalla

Prestándole mi esposa al negro...

Padre mío, ¡no me dejes caer en tentación!

¿Cobardía, sensates o precaución?

¿Pagarás mi renta?

Al primo... aunque él no quiera

Sexo bajo cero

Raúl, mi amor, salió del clóset

Lara y Aldo eran hermanos

La Corona (2)

Fotografías de un autor perturbado

Diana, su marido y el guarura

La mujer barbuda

No sólo los amores gay son trágicos y clandestinos

Una oración por el bien del país

El gato de mi prometido

Doble bienvenida mexicana

Doscientos más el cuarto

Llamando al futuro por el nombre equivocado.

¡Adiós hermano, bienvenido Leonardo! (3)

Todavía te amo

Simplemente amigos

¡Adiós hermano, bienvenido Leonardo! (2)

¡Adiós hermano, bienvenido Leonardo!

La casi orgásmica muerte del detective...

Internado para señoritas

¡Qué bonita familia!

La profesora de sexualidad.

Podría ser tu padre

Si tan sólo...

Su cuerpo...

Culos desechables

El cajón de los secretos

Agustín y Jacinta (o mejor tu madre que una vaca).

Una mirada en su espalda

Un lugar en la historia...

Veinte años

Razones

Sorprendiendo a mi doctor

Un intruso en mi cama

Una vez más, no por favor, papá

Tu culo por la droga

Lazos de sangre

Cantos de jazmín

El mejor de mis cumpleaños

Tres por uno

Con el ruido de las sirenas como fondo

Heridas de guerra

Regalo de navidad.

Cenizas

Botes contra la pared

Madre e hija

Dímelo y me iré

A las 20:33 horas

A lo lejos

Prostituta adolescente

En la plaza principal

¿Por qué a mí?

Después de la tormenta...

Dando las... gracias

Tantra

Lo tomó con la mano derecha

Querido diario

Mírame

A falta de pene...

Río de Janeiro

Dos hermanas para mí

Sucia pordiosera

Un Padre nuestro y dos ave María

Metro

Ningún puente cruza el río Bravo

Tengo un corazón

Masturbándome frente a mi profesora

Un beso en la mejilla

TV Show

Noche de bodas

Buen viaje

Interiores y reclamos

Infidelidad virtual

Una más y nos vamos

Máscaras y ocultos sentimientos

Caldo de mariscos

Suficiente

Cancha de placer

Caballo de carreras.

Puntual...

La ofrecida

El fantasma del recuerdo

Tiempo de olvidar

París

Impotencia

Linda colegiala

La corona

Tratando de hacer sentir mejor a mi madre.

En la parada de autobuses

Crónica de una venta necesaria.

Serenata

Quince años

Gerente general

Lavando la ropa sucia

Cuéntame un cuento

¿A dónde vamos?

Háblame

Licenciado en seducción

Galletas de chocolate

Entre espuma, burbujas y vapor

Sueños hechos realidad

Madre...sólo hay una

Más ligera que una pluma

Una botella de vino, el desquite y adiós

Cien rosas en la nieve

Wendy, un ramo de rosas para ti...

Gloria

Juntos... para siempre

El apartamento

Mentiras piadosas

Pecado

Vivir una vez más

Julia, ¿quieres casarte conmigo?

Para cambiar al mundo...

Dos más para el olvido

Ya no me saben tus besos

Embotellamiento

Húmedos sueños

Por mis tripas

Ximena y el amante perfecto

Inexplicablemente

Quiero decirte algo mamá

Entrevistándome

Recuerdos de una perra vida (4)

Recuerdos de una perra vida (3)

Recuerdos de una perra vida (2)

Recuerdos de una perra vida (1)

Una vela en el pastel

Zonas erógenas

Frente al altar

Ojos rosas

Abuelo no te cases

Mala suerte

Kilómetro 495

Mi primer orgasmo

El plomero, mi esposo y yo

En medio del desierto

El otro lado de mi corazón

Medias de fútbol

Examen oral

El entrenamiento de Anakin

Un extraño en el parque

Tres cuentos de hadas

No podía esperar

La fiesta de graduación

Ni las sobras quedan

La bella chica sin voz

Feliz aniversario

Dejando de fumar (la otra versión)

Una noche en la oficina, con mi compañera

La última esperanza

Pedro, mi amigo de la infancia

Sustituyendo el follar

Dejando de fumar

Buscándolo

La abuela

Tan lejos y tan cerca

Entre sueños con mi perra

Tu partida me dolió

Ni una palabra

Mis hermanos estuvieron entre mis piernas.

Compañera de colegio

La venganza

Tras un seudónimo

Valor

La vecina, mis padres, y yo

La última lágrima

Sueños imposibles

Espiando a mis padres

La amante de mi esposo

Al ras del sofá

La última cogida de una puta

Confesiones de un adolescente

Esplendores y penumbras colapsadas

Volver

Celular

El caliente chico del cyber

Friends

La última vez

Laura y Francisco

El cliente y el mesero (3-Fin)

El cliente y el mesero (2)

El cliente y el mesero (1)

El ángel de 16 (6 - Fin)

El ángel de 16 (5)

El ángel de 16 (4)

Asesino frustrado

El ángel de 16 (3)

El ángel de 16 (2)

Por mi culpa

El ángel de 16

Triste despedida que no quiero repetir

Un día en mi vida

Utopía

El pequeño Julio (la primera vez)

El amor llegó por correo

El mejor año

Mi primer amor... una mujer

My female side