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El entrenamiento de Anakin

en Parodias

Luego de que Qui-Gon Jinn murió por la espada de Darth Maul, Obi-Wan Kenobi quedó a cargo del entrenamiento del pequeño Anakin Skywalker. De eso, habían pasado ya cinco años, tiempo que lejos de cambiar el carácter rebelde del chiquillo, había servido para acentuarlo. La entrada del antes esclavo a la adolescencia, dificultaba cada vez más a su maestro, Kenobi, tanto el entrenarlo, como el controlarlo. A sus catorce años, Anakin ya dejaba ver una inestabilidad, que de no ser tratada adecuadamente, podría llevarlo a caer en el lado oscuro de la Fuerza. Obi-Wan estaba un poco desesperado; el haberse hecho cargo del niño, por causa de un suceso tan inesperado, era algo que lo hacía sentirse no preparado. El comportamiento de su discípulo, lo convencía cada vez más de ello.

El gusto de Anakin por las carreras creció con los años. Conforme su edad aumentaba, también el nivel de las mismas. El pequeño aprendiz, participaba en competencias cada vez más peligrosas. Al principio, logró ocultar los hechos a los ojos del Consejo Jedi. Pero todo sale a flote, y el Maestro Yoda se enteró de lo que ocurría con el puberto. Desde el inicio de su entrenamiento, Anakin había roto las reglas del Consejo. Cuando Qui-Gon Jinn lo reclutó, el niño ya tenía nueve años, siendo que la edad idónea para hacerlo era a los seis. Esa no fue una buena señal, empezar todo de manera equivocada. Yoda aceptó con la esperanza de que el niño cambiara, que la profecía se cumpliera y él resultara ser el elegido, quien traería el balance a la Fuerza, y con ello la paz al universo. Esas esperanzas eran cada vez más débiles. El sabio maestro Jedi decidió, hacer algo al respecto.

Convocó al Consejo a una junta. Luego de varias horas de discusión, los maestros llegaron a un acuerdo. Un caballero Jedi, al que enviaron a investigar la veracidad del rumor que decía, se tramaba el inicio de una guerra, se encontraba perdido. Fuentes cercanas señalaban al planeta Zonama Seko, como el posible lugar de la pérdida. Obi-Wan Kenobi fue asignado para viajar al planeta, y averiguar el paradero del Jedi desaparecido. Como un recurso para aplacar la rebeldía y confusión en la mente de Anakin, el Consejo le pidió a Kenobi llevarlo con sigo. Pensaron que sería una buena oportunidad, para que el jovencito se volviera más responsable. Dada la orden, los dos partieron al lejano planeta.

Ya en la nave, y rumbo al planeta Seko, Anakin no se veía muy contento con la misión. Kenobi notaba cierta tristeza en su pequeño Padawan. Lo podía decir por su mirada, la cual le ayudaba a adivinar el estado de ánimo del chamaco. Varias veces intentó preguntarle que le sucedía, pero no se atrevía a hablar. Estaba seguro cual era el motivo de su pena. Le daba miedo confirmarlo, no sólo porque lo que su alumno sentía era algo prohibido, sino porque a él le resultaría doloroso. Sin embargo, pensó, el no hablar de ello sólo aumentaría el problema. Se armó de valor, e inició una plática con el adolescente.

-¿Qué te sucede Anakin? ¿Por qué estás tan triste? ¿No te emociona que el Consejo te haya asignado tu primera misión?

-No es eso.

-Entonces, ¿de qué se trata?

-No es nada, tonterías de adolescentes, usted sabe.

-Vamos, se que algo te sucede. ¿Por qué no me lo dices? Soy tu maestro, debes tenerme confianza.

-Lo que pasa...es que no le va a gustar el porque.

-¿Qué tan grave es?

-Bueno, para mí no, pero para las tontas reglas de los Jedi si.

-No hables así Anakin. El código Jedi es sagrado.

-Ve, se lo dije, ni siquiera le he contado y ya está molesto.

-Tienes razón, perdóname. Te prometo que no me voy a enojar si me dices que te pasa.

-¿Me lo promete?

-Sí, te lo prometo. Estás así por Padmé, ¿no es verdad?

-¿Usted cómo lo sabe?

-Bueno, soy tu maestro, te conozco. Además, he visto la forma en que la miras, lo nervioso que te pone su presencia, y otros detalles que me llevaron a la conclusión.

-Sí, estoy así por ella. Siempre me han dicho que el amor ciega, que si quiero ser un buen maestro Jedi no debo enamorarme. Pero, ¿me puede decir cómo evitarlo? ¿Cómo no enamorarme si es tan bella? ¿Cómo...

Obi-Wan ya no respondió a esas preguntas, ni siquiera las escuchó. Todas sus energías estaban concentradas en no llorar. Desde que Anakin quedó bajo su tutela, se fue enamorando poco a poco de su rebeldía. Confirmar que su Padawan amaba a otra persona que no era él, le destrozo el corazón. Sabía muy bien que el amor estaba prohibido para los Jedi, pero también sabía lo difícil que resulta controlar los sentimientos, más aún cuando de amor se trata. Podía entender perfectamente a su discípulo. Su confusión, su tristeza, su miedo y hasta su rabia. Él mismo había sentido todas esas sensaciones alguna vez, y por la misma causa. Ese momento era una de esas veces. Desobedeciendo las órdenes que el Consejo le había dado, cambió el curso de la nave. Anakin se sorprendió. Siempre había considerado a su maestro como un hombre fiel al código Jedi, nunca lo vio desobedecer un solo mandato. No podía creer que Obi-Wan, abortara la misión.

-¿Qué está haciendo maestro? ¿Por qué cambia el curso de la nave?

-Porque ya no vamos al planeta Zonama Seko.

-Pero, y la misión, ¿qué pasara con ella?

-Olvídate de la misión mi querido Padawan. Haremos algo mejor que rescatar a un Jedi perdido.

-Pero...

Anakin se quedó callado. Después de mirarlo de una manera extraña, justo como él miraba a Padmé, Obi-Wan puso la mano en su muslo, muy cerca de su entrepierna. El jovencito sintió una corriente eléctrica viajar por su cuerpo. Al principio pensó que se trataba de su maestro, utilizando la Fuerza; luego se percató, de que esa no había sido la razón. Su juvenil miembro, comenzaba a levantarse bajo sus ajustadas mayas. El toque de Kenobi lo había excitado, y éste se había dado cuenta, lo miraba ya no con ternura, sino con lujuria. Anakin trató de ocultar el bulto que crecía entre sus piernas, pero ya era muy tarde para eso; además de que Obi-Wan lo había visto, era demasiado grande para poder ocultarlo.

El pequeño Skywalker intentó pensar en otras cosas, en Padmé, en el amor que comenzaba a sentir por ella, pero no pudo. Su mirada se desvió a su maestro, quien piloteaba la nave con una sola mano. La otra la tenía ocupada, acariciando su propia protuberancia por encima de la delgada tela de sus ropas. Anakin no pudo evitar abrir la boca. Lo que ocultaba Kenobi bajo sus prendas, era mucho más grande que lo que él escondía. En el tiempo que tardaron en llegar a su nuevo destino, no quitó la vista de la entrepierna de Obi-Wan un sólo instante. Estaba como hipnotizado, no sabía si por efectos de la Fuerza de su maestro, o por su propia excitación.

Finalmente llegaron a Zoolar. Obi-Wan eligió ese planeta porque la extraña atmósfera que lo rodeaba, hacía imposible que algún otro Jedi sintiera su presencia. Eso lo convertía en el lugar perfecto para llevar a cabo sus planes, sin que el Consejo lo supiera. Ambos bajaron de la nave. Caminaron unos cuantos metros, hasta un hermoso jardín lleno de exóticas flores de todas tonalidades. Anakin seguía embobado con la espada de su mentor, y no precisamente la láser. Kenobi se sentó sobre una roca, y empezó a hablarle a su alumno.

-Anakin, sabes muy bien que te quiero, y que no haría cosa alguna para dañarte, ¿verdad?

-Sí maestro, lo se.

-Entonces sabrás que todo lo que hagamos de aquí en adelante, será por tu propio bien. Ese amor que sientes por Padmé, no es bueno, tarde o temprano te traerá problemas. Tenemos que hacer algo para erradicarlo, y se muy bien qué.

Obi-Wan movió sus manos. Con cada movimiento, una prenda de su joven aprendiz caía al suelo. Después de unos cuantos segundos, Anakin quedó completamente desnudo. Kenobi se sorprendió, no imaginaba que su Padawan, siendo apenas un adolescente, tuviera un cuerpo tan desarrollado y atractivo. Sus pectorales comenzaban a parecer los de un adulto, al igual que sus piernas, brazos y abdomen; pero lo que más llamó su atención, fue la verga del jovencito. Si bien, no era tan grande como la suya, tampoco se veía como la de alguien que tuviera catorce años. Estaba completamente dura, palpitando, desafiando las leyes de gravedad. Era, en una sola palabra, hermosa.

Sin tocarlo, utilizando nada más que la Fuerza, Kenobi acarició el juvenil cuerpo de su alumno. Anakin estaba perdido por completo, a cada caricia respondía con un suspiro. Las manos de su maestro estaban muy lejos de piel, pero podía apreciarlas recorriéndola, de arriba a abajo. Bajaban por su torso, desviándose un poco por los costados y siguiendo hasta los tobillos, para después regresar y detenerse en su cuello, y luego descender otra vez. Kenobi tenía mucho cuidado en no tocar el miembro del chamaco, y eso estaba volviendo loco a Skywalker, que pedía a gritos al menos una paja.

No tuvo que esperar demasiado para ver cumplidas sus peticiones. Obi-Wan empuñó su mano dejándola un poco abierta, como si estuviera agarrando un objeto cilíndrico, y comenzó a moverla de arriba a abajo. De inmediato, el falo de Anakin reaccionó. No se podía ver algo que causara tal efecto, pero la piel de tan apetitosa verga se estiraba y encogía sin parar. El jovencito estaba en el cielo. El placer que sentía era más grande a cada segundo, sus gemidos rompían con la calma de aquel planeta. Su pene se hinchaba cada vez más, alistándose para expulsar todo el semen acumulado en sus testículos. Kenobi aceleró el ritmo de sus movimientos. El excitadísimo Padawan, pronto experimento un orgasmo de gran intensidad, gracias a que su mentor retuvo la eyaculación con la mano que le quedaba libre, incrementando varias veces todas las sensaciones. La polla del puberto se sacudía una y otra vez, como si en verdad estuviera expulsando algo, pero de ella no salía nada. El clímax duró mucho más de lo acostumbrado. El pequeño Skywalker cayó al suelo, agotado por tanto placer.

Obi-Wan se levantó. Caminó hacia su pupilo, al mismo tiempo que se quitaba la ropa. Con cada paso, y para regocijo de Anakin, una parte de su cuerpo quedaba al descubierto. Brazos musculosos, torso firme, estómago plano y marcado por el ejercicio, piernas gruesas y fuertes. Todo cubierto por un pelaje castaño, más abundante en ciertas partes, como la entrepierna, coronando un miembro descomunal. Fue en ese sitio, donde todos los sentidos del chiquillo se concentraron. Ese enorme bulto que en un principio llamó su atención, estaba frente a sus ojos, en todo su esplendor. Ya libre, podía apreciar sus magnitudes, más grandes de lo que había imaginado. Sus venas saltadas, su ligera curvatura a la derecha, su cabeza gorda y rojiza, todo le parecía espectacular. Deseaba probar el sabor de esa carne, la quería entre sus labios.

Kenobi adivinó los deseos del jovencito. Utilizando una vez más la Fuerza, lo levantó del piso y lo atrajo hacia él. Lo colocó en una posición que parecía como si estuviera volando, con la boca al nivel de su sexo. Lo acercó lentamente. Anakin sacaba y movía la lengua, ansioso de posarla sobre aquella deliciosa verga. Cuando eso finalmente sucedió, el maestro Jedi sintió un placer tan grande, que casi pierde el control y tira a su discípulo al suelo. Afortunadamente, el avanzado Padawan estabilizó su peso, usando su propia Fuerza. Obi-Wan estaba más feliz que nunca. Por un lado, lo que tantas veces había soñado, estaba haciéndose realidad, el pequeño Skywalker se la estaba mamando; por el otro, su alumno dominaba la Fuerza mejor de lo que el creía. Gracias a que ya no tenía que sostener el cuerpo del joven en el aire, se abandonó por completo a las sensaciones que éste le daba con su boca.

Anakin no era, lo que se dice un maestro en el sexo oral, pero su inexperiencia la reemplazaba con las ganas que imprimía a cada uno de sus lengüetazos. Así hubiera sido el peor en eso de las mamadas, a su maestro no le habría importado. El simple hecho de sentir su falo, alojado en la humedad de la garganta de su discípulo, era suficiente para que Obi-Wan se sintiera complacido. La excitación de sentir la lengua de su pupilo bajar y subir por el tronco de su pija, era demasiada. Si continuaba recibiendo tal placer, el maestro Jedi sabía que no aguantaría mucho antes de venirse. Le pidió al jovencito que se detuviera. Quejándose de ello, el Padawan se sacó el miembro de su mentor de la boca.

Kenobi respiró profundamente. Cuando recuperó la calma, movió sus manos y Anakin quedó en cuatro sobre el piso. Lo que su maestro deseaba, era poseerlo. El joven Skywalker pensó que antes de penetrarlo, Obi-Wan lo lubricaría un poco, pero no sucedió así. Lo único que el maestro Jedi hizo, fue abrir el apretado ano de su alumno con la mente. Luego colocó la punta de su enorme polla sobre él, y empujó con gran fuerza. De un solo intento, la mitad entró. El jovencito sentía que le ardía el culo, hasta un punto que creyó no podría soportarlo. El dolor creció conforme su tutor continuó atravesándolo con su sable. Kenobi avanzaba lento, pero sin detenerse, no paró hasta que sus bolas chocaron con las nalgas del chamaco. Una vez dentro toda su verga, se quedó inmóvil por unos minutos. Quería que el puberto se acostumbrara a él, además de disfrutar el estar dentro de ese apretado culo.

Cuando el dolor pasó, el Padawan cerró su esfínter, como señal para que su maestro comenzara con el mete y saca. Obi-Wan entendió el mensaje. Tomó al adolescente de la cadera, y empezó a follarlo, lentamente. Anakin se sentía lleno, y orgulloso de haber aguantado semejante monstruo dentro de él. Con cada vaivén de la pija de Kenobi, saliendo y entrando de su culo, nuevas sensaciones lo invadían, unas muy satisfactorias. Cuando la velocidad en las estocadas de su mentor aumentó, también el placer que inundaba su cuerpo. El capullo de ese mástil que lo atravesaba, rozaba su próstata, haciéndolo gemir. Deseaba más de aquello que estaba pasándole, y lo quería más duro, lo pedía con voz entre cortada. Obi-Wan lo complació, sus embestidas se volvieron salvajes, parecía como si fuera a partir en dos al chico.

El nivel de dominio que tenía el maestro Jedi sobre la Fuerza, entre otras cosas, le permitía retardar el tiempo de su eyaculación al máximo. Había pasado más de una hora desde que penetró el virgen ano de su discípulo, y su pene seguía tan duro como al principio, sin dar muestras de querer terminar. Anakin estaba al borde del desmayo. Durante el tiempo en que su mentor se lo había estado cogiendo, había tenido ya tres orgasmos. En ninguno de ellos pudo sacar una sola gota de semen, Obi-Wan lo impidió. Sus testículos estaban llenos, y le dolían, al igual que su juvenil falo. Su culo estaba rozado, de tanto mete y saca. Su cuerpo temblaba de tanto placer, y Kenobi no tenía para cuando terminar.

Otro orgasmo más se acercaba. El pequeño Skywalker no resistiría llegar de nuevo al clímax, y no disparar toda la leche acumulada en sus huevos, pero si su maestro lo volvía a evitar, él no podría hacer nada, ya no le quedaban energías. El glande de la verga de Kenobi llegaba hasta el fondo, una y otra vez, con gran rapidez. Todos los músculos de la anatomía de Anakin se tensaron, era inminente otra corrida, que esperaba esa vez si fuera una corrida. Obi-Wan se percató que su aprendiz estaba por terminar, por lo que dio una última y violenta arremetida. Luego, se quedó quieto. El Padawan eyaculó como nunca lo había hecho en su vida. En una sola venida, estaba expulsando el semen de cinco veces. Abundantes chorros de leche salían de su pene con potencia. Parecían no tener fin. Con cada disparo, el jovencito cerraba su culo sobre el miembro de su mentor, que no tardó en explotar también, ayudado por los espasmos de su anfitrión. Kenobi inundó los intestinos del adolescente con su orgasmo. Los dos gemían y jadeaban, envueltos en una atmósfera infinita de placer. Cuando sus respectivas pollas expulsaron todo el líquido almacenado, cayeron rendidos. Se quedaron dormidos.

Cuando despertaron, Anakin y Obi-Wan seguían unidos. Se separaron y se vistieron. Subieron a la nave, sin decirse nada. Programaron el piloto automático con las coordenadas de su destino, e iniciaron el viaje al planeta Zonama Seko, donde se supone deberían haber ido desde en un principio. Ninguno de los dos se atrevía a romper el hielo. Era innegable que lo sucedido en Zoolar les había gustado, demasiado, pero también era cierto que no estaba menos prohibido que el amor que el pequeño Skywalker sentía por Padmé. Recordando ese detalle, fue Kenobi el primero en hablar. Quería averiguar si su discípulo seguía enamorado de ella, o si su plan había dado resultado.

-Anakin, ¿te gustó lo que hicimos?

-Si, me agradó mucho, nunca me había sentido tan bien en toda mi vida, pero también me dejó más confundido de lo que estaba en un principio.

-¿Por qué?

-Porque ya no se lo que siento. Ya no estoy seguro si es a Padmé o a usted a quien quiero. Por un lado, cuando la veo a ella, todo desaparece, es como si sólo existiera su bello rostro. Por el otro, nunca había sentido todas las sensaciones que usted me provocó hace unos momentos. De cualquier manera, ambos sentimientos están prohibidos por el código Jedi. ¿Qué diría el Consejo si se enterara? No se que me pasa, todo da vueltas en mi cabeza.

-No te preocupes, ya no pienses en nada. Yo te voy a ayudar a aclarar tus sentimientos, ya verás. Y respecto al Consejo…no tiene porque enterarse.

Obi-Wan Kenobi besó a su discípulo en la boca, calmándolo por un momento. El maestro Jedi se sentía feliz de ser correspondido. El amor lo había segado. No se daba cuenta de que, lejos de ayudar a su alumno con los hechos anteriores, lo había confundido más, dándole el primer empujón al lado oscuro de la Fuerza. Ese encuentro entre ellos, fue el primer paso para que en un futuro, Anakin Skywalker, el Jedi más prometedor, se convirtiera en Darth Vader, el Sith más poderoso y despiadado.

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