Bahman estaba cenando cuando escuchó que alguien tocaba a su puerta. Un poco molesto porque habían interrumpido la sagrada hora de sus alimentos, se levantó a abrir. Era su primo Soran quien llamaba. Bahman sabía muy bien que a él no le gustaba salir tan tarde de casa, por lo que supuso se trataría de algo importante.
-¿A qué se debe tu visita hermano? - Le preguntó, disimulando su irritación.
-Perdón por venir a tocarte a estás horas, pero vengo a invitarte a la boda de mi hija. Será mañana al mediodía. - Contestó.
-Lo siento, pero no puedo ir. Mañana tengo cosas que hacer, cosas muy importantes, cosas que cambiarán el mundo. - Dijo mirando al cielo.
-¿Cómo que no puedes ir? Pero, ¿por qué?¿Qué puede ser tan importante como para no... - Soran no pudo terminar la frase, Bahman le cerró la puerta en la cara y no volvió a abrir, a pesar de escuchar a su primo gritarle.
Bahman dejó que su primo se hartara de gritar y después se fuera. Sin duda la boda de su sobrina era importante, pero lo era más la misión que su señor le había encomendado; no podía darse el lujo de arruinarla. Se durmió deseando que llegara pronto el día de mañana.
Al día siguiente, se levantó muy temprano a hacer sus oraciones. Después se bañó y se vistió con sus mejores ropas. Se sentó a esperar que dieran las doce. Cuando eso sucedió, tomó su gabardina negra y salió de la casa. Se dirigió al centro comercial. Estando ahí, rodeado de cientos de personas, pronunció un último rezo. Sacó algo parecido a un control remoto de una de las bolsas de su pantalón. Con dicho aparato, detonó los explosivos que ocultaba bajo su gabardina, acabando así con su vida y la de varias personas más, que sin saber lo que les esperaba, compraban en las tiendas cercanas o simplemente caminaban por ahí.
Bahman logró su objetivo. Al asesinar a tanta gente y llevar la desgracia, el sufrimiento y el terror a la vida de otras, cambió el mundo, lo convirtió en un lugar menos seguro, en un sitio donde cada vez, de no hacer algo, se antojará menos vivir.