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Hechizo de un ángel 9

en Lésbicos

Capítulo 9-Dos años después

 

El tiempo había trascurrido desde aquella noche de pasión, donde Lydia comprendió que la vida no sería la misma sin la cercanía de su amor. Desde ese quince de noviembre, hizo todo lo que estuvo en sus manos para quedarse en aquel país. Los primeros meses fueron un tanto difícil, ya que Lydia no podía encontrar algún empleo y Ashley por más que se esforzaba, no lograba levantarle el ánimo. Pero siempre estaba a su lado para apoyarla y darle fuerzas.

Lydia debía admitir que jamás imaginó que podría dejar toda su vida atrás y comenzar desde cero en otro país, pero ella sabía que Ashley valía la pena. Esa niña no solo la había enseñado amar, sino que también la ayudo a crecer como persona. Después de varios intentos y luego de obtener un permiso para trabajar en Costa Rica, logró encontrar un empleo estable en un prestigioso restaurante cerca del departamento. Ahora todo era distinto para ella, aquellos días de soledad fueron reemplazados por días alegres.

Un viernes por la tarde, Ashley defendía su trabajo de grado en la facultad de medicina y Lydia decidió buscar un atuendo adecuado para las dos. Visitó varias tiendas, hasta que se dejó llevar por las buenas críticas y referencias de aquel señor mayor. Ashley se encontraba de un lado a otro, practicando el discurso que debía realizar unas horas más tarde. Estaba tan nerviosa, que no podía quedarse quieta en un solo sitio. Mientras pensaba en todo aquello, el ruido del timbre hizo que volviera a la realidad. Con el nerviosismo a flor de piel, abrió la puerta y tras ella, apareció una Lydia sonriente con dos vestidos en sus manos—Olvidaste tus llaves —la regaño Ashley.

—Lo siento cariño, me has transmitido algo de tus nervios —se excusó Lydia, haciéndose paso para ingresar.

—Ahora soy la culpable —le dedicó una mirada inquisitiva.

Lydia sonrió. Amaba esa mujer e incluso si fingía estar molesta—¿Aún nerviosa? —rodeó su cintura y le dio un beso corto.

—Soy un manojo de nervios —contestó Ashley.

—Conozco el remedio perfecto  —dijo Lydia, con una sonrisa maliciosa.

Ambas se fundieron en un beso suave que poco a poco se tornó apasionado. Lydia tenía tiempo suficiente para hacerle el amor a su chica, por lo que no tardo en tomarla entre sus brazos y la llevó a la habitación. Dejó la puerta entre abierta y depositó a Ashley sobre la cama. Sus labios, se pasearon por el cuello de Ashley dejando pequeños rastros de humedad. Luego delineó con su lengua la oreja, generándole una corriente eléctrica a su novia. Continúo repartiendo besos, mientras que sus manos recorrían la camiseta de Ashley, para ir perdiéndose dentro de ella y acariciar su piel. Aquella piel que había recorrido tantas noches de pasión y se deleitaba con su sabor. Ashley suspiraba cada vez que Lydia le daba pequeños mordiscos y su lengua hacía de las suyas en sus pechos.

Lydia terminó por desnudar a su mujer y se detuvo a mirar ese cuerpo juvenil, recordando la primera vez que lo hizo suyo. Extasiada por aquel momento, no se percató que Ashley comenzó a besarla, mientras la iba desnudando. Eso no lo vio venir y la tomo desprevenida, pero aun así, se dejó llevar por las caricias. Ambas morían por entregarse de nuevo y perderse en la pasión. Lydia se ubicó encima de Ashley, colocándose entre sus piernas para buscar mayor contacto, no dejaba de besarla y acariciar su cuerpo con las manos. Ashley se retorcía de placer debajo de ella y comprendió que su alma le pertenecía a su chilena, a esa mujer que amo desde el primer momento que la beso. Hasta ese momento, asimiló que la razón por la que no había estado con nadie, era porque estaba esperando a esa persona que le hiciera perder la cabeza. Esa persona que le diera a entender que intimar iba más allá que un desfogue corporal del deseo. Qué hacer el amor, era entregar su cuerpo, su mente y su alma, en un acto de amor. Simplemente era hacerse una con la otra persona.

Lydia podía sentir la humedad que desprendía el sexo de su novia, esa humedad que la animaba a mover sus caderas de forma circular. Mientras que Ashley, acariciaba lentamente su espalda hasta colocar sus manos sobre sus glúteos para profundizar el contacto. Ambas comenzaron a aumentar el ritmo, revolviéndose como sanguijuelas que se enredan para obtener su meta. Querían sentir sus cuerpos ardiendo, gimiendo, frotándose uno contra otro. Hasta que llegó un orgasmo que Lydia había provocado y luego un segundo orgasmo que Ashley no pudo controlar.

Ashley no le dio tiempo a que su novia se recuperara, sus labios estaban por todas partes del cuerpo de Lydia, dejándole besos húmedos por toda su piel. Lydia sintió que algo húmedo se paseaba por el interior de sus muslos y supo que estaba perdida. Se aferró con fuerza a la cabecera de la cama para contener el placer que estaba sintiendo. Comenzaba a sentir que otro orgasmo se aproximaba. De repente, Ashley paro en seco, recibiendo un gruñido de Lydia por detenerse en un momento importante. Pero Ashley tenía otra idea en mente, con un movimiento ágil, adoptó un perfecto 69. Donde las dos, se dieron placer mutuamente.

Entre besos, lamidas y caricias, se entregaron tiernamente, saciando esa sed que tenían de sí mismas. Cuando Ashley penetró a Lydia con dos dedos, los músculos de ésta se tensaron, pero su cuerpo se relajó, al sentir los labios de Ashley sobre su clítoris. Ashley sonrió por arrancarle otro orgasmo a su chica, con cuidado se incorporó para ir a los labios de Lydia y darle un beso apasionado. Así permanecieron un rato más, contemplando el calor que emanaban sus cuerpos, hasta que Ashley decidió hablar—¿Qué hora es? —preguntó con la respiración agitada.

—Veinte para las tres —contestó Lydia, depositando un beso en la coronilla de Ashley.

—Ya es tarde —exclamó Ashley, al mismo tiempo que se incorporaba de la cama.

—Hora de vestirnos—sugirió Lydia, con una sonrisa en sus labios. No solo despejó la mente de su novia, sino que también había disfrutado de aquel encuentro. Se incorporó y con su contoneo de caderas, fue en busca de los vestidos. Al regresar, vio a Ashley colocándose la ropa interior—¿Alguna vez te he dicho que te vez mejor sin ella? —pronunció, mordiéndose el labio inferior.

—No, pero podría considerarlo —contestó Ashley con una sonrisa.

—El vestido azul marino de JJsHouse con escote en V, es tuyo cariño—expuso Lydia—Por lo tanto, el vestido negro con escote redondo hasta el suelo Chiflon, es mío —añadió.

—Están preciosos—musitó Ashley, al mismo tiempo que tomaba el suyo—Tienes buenos gustos —manifestó. Veinte minutos después, se encontraban en el instituto aguardando a la presentación.

—¿Regresaron los nervios? —preguntó Lydia, apretando fuertemente la mano de su novia para darle la confianza que necesitaba en ese momento.

—Sí —se limitó a decir Ashley, sus ojos estaban perdidos entre la muchedumbre.

—¿Cómo se titula tu trabajo de investigación? —indagó Lydia, a modo que su pareja se diera cuenta que dominaba el tema.

—Factores que influyen sobre la práctica de medidas higiénicas por enfermería en el ámbito laboral de la unidad de cuidados intensivos del hospital “San Rafael” —contestó rápidamente Ashley sin tomar aire.

—Tienes el tema dominado—pronunció Lydia, con una sonrisa—Ahora ve y demuéstrale de que estás hecha —agregó dándole un beso en la mejilla para alentarla.

Desde su ubicación, vio cómo su costarricense se alejaba, en dirección al auditorio. Ella la siguió a una distancia prudente para no llamar la atención. Pero sus ojos, se toparon con aquella chica que discutió con Ashley en desfile, por lo que omitió su presencia. Lydia llevaba una hora viendo exponer a los otros grupos, aguardando el momento en que Ashley pasara a realizar lo mismo. Cuando por fin era su turno, le regaló una mirada de complicidad, trasmitiéndole confianza y con ese gesto comenzó la presentación. Se sentía orgullosa de ver a Ashley, desde que estaban juntas podía apreciar ligeros rasgos de su chica que nunca pudo notar por la cámara. Era decidida, centrada en sus objetivos, perspicaz y un sinfín de cualidades que solo ella tenía.

Ashley explicó detalladamente junto con su compañero el trabajo de investigación que habían realizado. Después que pasaron sus veinte minutos, se vio tentada a bajar del auditorio e ir abrazar a su chica. Pero no podía, debía esperar a que el último grupo pasara al estrado. Desde allí, le dedicaba miradas furtivas a su amada y debes en cuando, miraba de reojo a Noemí. Desde que discutieron, no le volvió hablar, ni para pedirle la hora. Por un momento, se quedó mirando a la nada, pensando en lo mucho que le había cambiado su vida estos últimos dos años y medio. El mismo tiempo en que Lydia estaba en su país. Paso de ser una chica solitaria a tener el amor de su vida y unos excelentes amigos.

Estuvo recordando el día en que conoció a Paulo, estaba hecha un manojo de nervios por conocer a la persona que sería su cuñado. El nerviosismo inicial, se había disipado en el instante que lo vio atravesar la puerta del aeropuerto internacional. Indudablemente, ambos se llevaron de maravilla, tal como lo había pronosticado su novia. Estuvo un mes y dos semanas en Costa Rica, disfrutando de sus merecidas vacaciones. Aunque no pudo asistir a su defensa por cuestiones de trabajo, posiblemente estaría en su acto de grado. También conmemoró aquel día que presento a Lydia ante su jefa y por una extraña razón, su novia se encontraba indispuesta por lo que había sucedido la última vez.

Esa fecha fue épica para Lydia, quien dejaba caer todo de las manos. No era propio de ella comportarse de ese modo, pero deseaba que todo saliera bien. Cuando Ashley las presento, se produjo un silencio incomodo entre las dos. Uno que rápidamente Megan disipo al contarle sobre aquel día que Ashley confesó que estaba enamorada. Desde entonces, siempre quedaban para charlar las tres como una familia.

—¿De nuevo distraída? —preguntó Lydia, acariciando su melena.

—Disculpa, me perdí en mis recuerdos —contestó Ashley y sostuvo su mano.

—Espero sean cosas buenas —manifestó Lydia, que estuvo a punto de robarle un beso a modo de felicitación.

—Por supuesto cariño —Ashley acarició su mejilla, era la forma de darle las gracias por estar allí.

—¡Felicitaciones! —exclamó Megan, quién abrazo a la nueva profesional.

—Gracias —correspondió el abrazo.

—¡Hay que festejar! —añadió Megan con una sonrisa en sus labios. Las tres se miraron divertidas por la expresión, salieron del auditorio en dirección a un restaurante de comida italiana para celebrar la ocasión.

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