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Mi segundo amor 47

en Lésbicos

Capítulo 47-Metas

 

 

Leila

Cuando cruce la puerta, me encontré con la silueta de mi esposa, su mirada estaba perdida en algún punto del suelo y entre sus manos, estaba una taza de té caliente. Aunque no podía verla todos los días en la facultad como era costumbre, adoraba verla cuando llegaba a casa, con su sonrisa contagiosa y su mirada tierna.

—Cariño, ¿Llegaste hace mucho? —pregunté, al dejar las llaves sobre el colgador.

—Hace como media hora —dijo, al darme un pequeño beso.

—¿Cómo estuvo tu día? —acaricié su mejilla.

—Agotador como de costumbre—respondió con sus ojitos cansados—¿Y a ti como te fue? —no tardo en preguntarme.

—Bien, si continúo como ahora, probablemente me den un puesto fijo—manifesté con entusiasmo—Sabes? Extraño verte en la universidad —confesé con cierta nostalgia.

—Y yo extraño escaparme contigo para robarte algunos besos en nuestro lugar secreto —expresó con una sonrisa.

Extrañaba verla merodear por los pasillos o admirar su rostro cuando estaba concentrada en sus clases, pero era consciente que nuestra dinámica había cambiado desde que comenzó su último año en la universidad. Ahora estaba menos tiempo en casa por sus prácticas y yo, había tomado la costumbre de ir a la floristería de Jane luego del trabajo para ocupar mis tardes.

—Te haré algo de comer —dije, al mismo tiempo que me aleje del sofá.          

Me dirigí a la cocina, con la idea de preparar un delicioso pollo a la ratatouille, un platillo que me había enseñado Jane para este tipo de ocasiones. Busque todos los ingredientes que iba a utilizar y los coloque sobre la encimera, pero antes que pudiera comenzar, mi esposa rodeo mi cintura.

—¿Has pensado en nuestra conversación? —dijo.

—¿De verdad quieres hacerlo? —pregunté, sin mirarla.

Tener un hijo, es una idea maravillosa y quizás sea la sensación más bonita e inolvidable que puede experimentar una persona, pero soy consciente que cada cosa tiene su tiempo y su momento. No quería que apresuráramos las cosas, ni asumir que podíamos con ciertas obligaciones que tal vez, se podían escapar de nuestras manos. Cómo toda madre primeriza, tenía mis dudas, no sé si podré cuidar a un recién nacido o si seré una buena madre y temía echarlo todo a perder.

Sé que nuestra relación es estable, que compartimos intereses en común y deseamos la parte más bonita de una historia de amor, pero, ¿Y si estamos apresurando las cosas? Recién habíamos cumplido ocho meses de estar casadas y deseaba disfrutar un poco más de nuestro tiempo en pareja.

 No obstante, no quería privarla de esa ilusión que tenía, pero no estaba segura si era el momento. Mi esposa estaba culminando su carrera y yo aún estudiaba, ¿Cómo podríamos mantener a un bebé? Si el poco dinero que ganaba con mi trabajo, apenas nos alcanzaba para lo básico.

—Quizás sea un poco apresurado, pero quiero tener una familia contigo —pronunció, al mismo tiempo que coloco su mentón sobre mi hombro.

—Lo sé—me gire para coincidir con su mirada—¿Crees que estemos preparada para ese paso? —le pregunté.

—Quisiera tener una respuesta para ello, pero la verdad es que no lo sé —dijo cabizbaja.

Su mirada triste, me genero una punzada en mi corazón. Quizás me estaba apresurando en mis conclusiones, pero nada, ni nadie podía preparar a una mujer para ser madre o eso fue lo que me dijo Jane cuando le comente sobre el tema.

—Cariño—sostuve su rostro—¿Estas dispuesta a pasar por todo un chequeo y determinar si tu estado de salud, permite un embarazo? —expuse.

Había leído que la inseminación artificial no era algo sencillo y tampoco algo eficaz, ya que podía pasar un año entero o incluso más tiempo para que la mujer quedara embarazada. Era cuestión de ensayo y error, pero lo que más me preocupaba, era la actitud que podía tener mi esposa para afrontar ese proceso.

 —Si tu estas a mi lado, estaré dispuesta a todo —respondió con mucha seguridad.

—Amor, sabes que el embarazo implica cambios drásticos en tu cuerpo y es muy importante que estés segura de hacer esto —expresé.

—Lo estoy —dijo, sin dejar de mirarme.

Sé cuánto anhelaba ser madre, pero era consciente que mi esposa cuidaba mucho su aspecto físico y ese, sería el primero en sufrir cambios, así como los cambios en su rutina diaria y su alimentación. Quería que estuviese mentalizada para cuando llegara ese momento, así todo sería más llevadero.

—Sabes que a mí no me importaría ver el aumento de tu pancita—coloqué mi mano en su abdomen—Tampoco me molestaría ver tus estrías o complacer tus antojos —le di un beso corto.

—Ese es mi mayor temor—desvió la mirada—No quiero que me dejes de amar cuando esté más gorda que un hipopótamo y te busques a alguien más joven. Tal como hacen los hombres con sus esposas —manifestó.

—Oye—cogí su mentón para que me mirara—No te voy a dejar de amar, ni te cambiaré por alguien más joven, eres la mujer que escogí para pasar el resto de mis días, que eso te quede claro —le expliqué.

Aunque estuviese decidida en ser madre, aún le afectaba todos los cambios que iba a sufrir tras un posible embarazo y era comprensible, pero quería hacerle saber que sin importar que perdiera su figura, la seguiría amando.

—Lo siento —se disculpó.

—Sólo quiero que entiendas, que siempre estaré a tu lado—besé su nariz—Quiero que me prometas algo —expuse.

—Lo que desees mi amor —besó mis labios.

—No quiero que te sientas frustrada por si no quedas en el primer intento —manifesté.

Había un porcentaje alto de no conseguir nuestro objetivo con la primera inseminación, por eso quería que me hiciera esa promesa. Lo que menos deseaba, era verla insegura, triste o frustrada por no alcanzar el sueño de ser madre.

—No me frustraré, te lo prometo —acarició mi mejilla.

—Eso espero—besé fugazmente sus labios y me arrodillé para besar su abdomen—Ojala no le des tanto trabajo a tu mamá, porque yo sufriré las consecuencias —dije.

—¿Estas consciente que aún no hay un bebé allí abajo? —escuché a mi esposa.

—Lo sé, pero debo ir practicando—sonreí, al mismo tiempo que me incorpore—¿Cuándo quieres que llame a nuestra ginecóloga para pedir una cita? —pregunté.

—¿Te parece la próxima semana? Así ambas estaremos más desocupadas para ir —sugirió.

—¡Perfecto! Desde hoy te comenzare a alimentar sanamente —manifesté, mientras retomaba mi lugar en la cocina.

—¿No crees que estas exagerando? —frunció el ceño.

—Para nada, quiero que nuestro futuro bebé, nazca sano y fuerte —expuse, al tomar la berenjena para comenzar a picar.

—Eres un amor—besó mi mejilla—Me encargare de cocinar la pechuga de pollo —manifestó con una sonrisa en sus labios.

Ahora que había conversado con mi esposa sobre la decisión de tener un hijo, me hizo mucha ilusión verla con su barriguita. Tal vez nunca llegue a estar preparada del todo para ser madre, pero creo que puedo ir aprendiendo sobre la marcha, después de todo, uno no nace aprendido.

Mientras la veía concentrada picando el pollo en pequeños trozos, me imaginé cumpliendo sus antojos y al mismo tiempo me sonroje, al recordar que su apetito sexual también podía incrementar durante su gestación, tal como lo había leído en aquella revista para embarazadas, pero era algo que me traía sin cuidado, sólo deseaba que su embarazo fuera lo más tranquilo posible.

 

Alondra

Mientras el tatuador trazaba cada línea sobre mi piel, mis ojos estaban enfocados sobre aquella mujer de ojos cafés que se encontraba a mi lado. Después de tanto tiempo, habíamos tomado la decisión de hacernos ese tatuaje que una vez nos prometimos. La Runa Inguz, el regalo de los dioses, su imagen consistía en una X sobrepuesta a la otra, para simbolizar que la prosperidad tiene raíces.

Cada trazo, reflejaría el deseo de compartir un nuevo camino juntas, de crear buenos cimientos para esos proyectos que teníamos en mente y seguir luchando por todo aquello que nos hacía feliz. Pese a que nuestra relación no comenzó de la mejor manera por esas cicatrices que ambas arrastrábamos del pasado, dimos lo mejor de nosotras para que esta relación funcionara.

No obstante, cada día me esforzaba por desmentir aquel mito de los tres grandes amores que te marcan durante toda tu vida. Por la simple razón de que yo era el segundo amor para Jane, un amor que los psicólogos definen como el más difícil, el amor que duele porque puede llegar a ser manipulador y lleno de mentiras. Aunque ese amor te enseñe las lecciones sobre quiénes somos y cómo nos gustaría ser amados.

Sé que hubo un tiempo en que le cause daño a Jane por mi impulsividad, por querer cerrar un ciclo en mi vida que no tenía vuelta atrás, pero no quería ser ese tipo de amor. No soportaría lastimar de nuevo a la mujer que me ha devuelto la felicidad, la mujer que amo sobre todas las cosas. Porque Jane, era mi tercer amor.

Un amor que no busque, que llegó de manera sorpresiva y del que no tenía expectativas. A su lado no tenía presión de ser alguien no era, porque sabía que me amaba tal y como era. Jane me hacía sentir plena y feliz, me motivaba a realizar muchos proyectos, me hacía sentir libre y sin importar las circunstancias, me apoyaba incondicionalmente.

—Hemos terminado—expuso el chico, muy amablemente—Recuerde seguir las indicaciones al pie de la letra y trate de no llevar mucho sol en esa zona —me indicó.

—Gracias —expresé, mientras note como el chico le indicaba a Jane que tomara asiento.

—¿Es su primer tatuaje? —le preguntó.

—Sí, ¿Duele mucho? —manifestó nerviosa.       

—Apenas sentirá un leve pinchazo y cuando menos se dé cuenta, habré terminado—limpió su muñeca izquierda—Si lo desea, puede tomar la mano de su novia, así estará más tranquila —le sugirió.

Jane no tuvo que escuchar la oferta dos veces, simplemente estiro su mano para tomar la mía. Cuando el chico comenzó a trazar aquella figura sobre su piel, sentí como Jane apretó mi mano sutilmente y no dude en acercarme para darle un beso en la frente.

No hubo necesidad de que mi novia me expresara algo tras ese beso que deje en su frente, su sonrisa de medio lado y su mirada tierna, me expreso un simple gracias. Mientras aquel chico hacia su trabajo, mi mente viajo aquellos días, en los que mi novia me estuvo enseñando todo el arte de la Floriografía.

A su lado, había adquirido la capacidad de resaltar el aroma y el color de cada flor combinada con la tonalidad de sus pétalos, pues Jane solía hacer mucho énfasis en que no bastaba con elaborar sofisticados y originales ramos florales, si el objetivo principal que era comunicar algún tipo de sentimiento, no estaba a simple vista.

De hecho, había aprendido tan bien aquel arte, que cree mi propio lenguaje para dejar algunos mensajes clandestinos a mi novia y solía combinarlos con algunos conciertos privados que le hacía en aquella habitación que había creado para mí.

—Procure seguir las mismas indicaciones que le hice a su novia —pronunció aquel hombre.

—¿Cómo te sientes? —no tarde en preguntarle a mi novia.

—Pensé que iba a dolor un poco más —dijo, mientras se observaba aquella figura en su muñeca.

—Fuiste muy valiente—besé su nariz—Ahora debemos apresurarnos o no llegaremos a la graduación de nuestra hija —expuse.

—Tienes razón —manifestó, al mismo tiempo que se levantó de la camilla.

—Gracias Mateo, tu trabajo quedo perfecto —dije, sin dejar de mirar a Jane.

—Coincido con mi novia—Jane entrelazó nuestras manos—Si algún día me da por hacerme otro tatuaje, sé a quién acudir —sonrió de manera picara.

—Nos vemos Mateo, que tengas un lindo día —expuse, antes de salir del local.

Mientas mi novia conducía, iba pensando en la graduación de nuestra pequeña Francy, hace poco había cumplido la edad requerida para iniciar la primaria y no podía creer como había pasado el tiempo. Hacía  más de un año que estaba con Jane y era muy emocionante que ambas presenciáramos esa transición de Francy, al pasar a una nueva etapa como la primaria.

Sin duda era un nivel completamente distinto, muy alejado del preescolar donde todo era diversión y colorear, ahora nuestra hija se enfrentaría a más responsabilidades, pero también se volvería más autónoma en sus cosas. Tendría la oportunidad de conocer nuevos compañeros, ver otras materias con cierto grado de dificultad e interactuar con otros profesores.

Estábamos haciendo todo lo que estaba en nuestras manos para acompañar a nuestra pequeña en su nueva aventura. Desde crear un cronograma que incluyera el horario de levantarse hasta marcar aquellos útiles que usaría en el colegio para evitar que por alguna razón extraviara sus cosas.

—Cariño—pronunció Jane, al estacionar el auto—No sé qué hubiese hecho sin ti para afrontar todo este proceso, no puedo creer que nuestra hija este creciendo tan rápido  —sostuvo mi mano.

—Aunque no hubiese estado en tu vida, sabrías que hacer cariño, eres una mujer muy audaz aun cuando no te la creas —acaricié su mejilla.

—Sabes, no imaginé que podría ser tan feliz a tu lado —expresó, antes de unir nuestro labios.

Sus palabras me hicieron sentir muy feliz, nunca espere sentirme tan viva como lo estaba ahora y la verdad es que no imaginé estar junto a alguien que me brindara amor, sin esperar nada a cambio.

—Gracias por haberme permitido entrar en tu vida, por perdonarme aquella vez que te deje tirada, pero sobre, debo darte las gracias por permitirme estar este día junto a ti —confesé, al mismo tiempo que acaricié su mejilla.

A pesar que había pasado mucho tiempo desde que Abigail había pasado la primaria, podía sentirme igual de emocionada como lo estuve en aquel entonces. Francy se había convertido en mi hija desde aquel día que la conocí, como no amar a esa niña tan decidida, tan audaz y muy coqueta. Su personalidad era tan diferente a la de Jane que ambas parecían polos apuestos, pero aun así, se llevaban de maravilla.

—Después de la graduación, quiero llevarte a un lugar especial —mencioné, al perderme en su mirada.

—¿Y qué haremos con las niñas? Se supone que la llevaríamos a comer pizza —expuso alarmada.

—Lo sé, pero no dije a qué hora te iba a raptar solo para mí —sonreí, al salir del auto.

No tuve que ver el rostro de mi chica para darme cuenta que mi proposición había sido muy tentadora, se cuánto adoraba que tomara la iniciativa y que la llevara a unos lugares mágicos donde podíamos estar alejada del resto del mundo.

Caminamos despacio por los pasillos del colegio hasta que dimos con el lugar donde se llevaría a cabo la ceremonia. Saludamos a Silvia, Abigail y a Sofía que nos esperaban impacientemente, junto a esa pequeña que se veía hermosa con el típico atuendo de los graduados.

—Las estábamos esperando para que se tomaran una foto con nosotras —manifestó mi hija.

—Lamentamos la demora, había un poco de tráfico —respondió Jane, al mismo tiempo que abrazaba a su pequeña.

—Cariño, me haces el favor —enunció Abigail, mientras le paso su celular a Sofía para que nos tomara una fotografía.

Sofía capturo la imagen de las cinco para embarcarla y ponerla en la repisa que estaba en la entrada de nuestra casa. Después tomo una foto de las tres y por ultima, una donde sólo apareciera Jane y Francy. Esa ultima la quería para colocarla en el fondo de pantalla de mi celular y esa donde aparecíamos las cuatro, quería tenerla en fondo de whatsapp, así que luego se las pediría a mi hija.

—Mami, puedes enseñarme el tatuaje que se hicieron —mencionó Francy.

Desde que supo que íbamos a realizarnos un tatuaje, quiso ir con nosotras para ver cómo era el proceso, pero Jane no la dejó, con la excusa de que era muy pequeña para estar en un lugar como ese. Me levanté la manga de mi blusa para que observará tras ese film transparente mi nuevo tattoo.

—¿Algún día puedo hacerme uno? —nos preguntó.

—Cuando seas mayor de edad, antes no —respondió Jane, con mucha autoridad.

—¿Y por qué debo esperar tanto?—cruzó sus manitos—Al menos, puedo intentarlo cuando tenga quince años, ¿Cierto? —expuso, moviendo sus cejas de manera divertida.

—Francy, me sacarás canas verdes —bufó Jane, moviendo su cabeza.

—Si eres una niña juiciosa y cumples con tus deberes, yo misma te llevaré para que te hagas ese tatuaje que tanto deseas —manifesté, al mismo tiempo que recibí una mirada fulminante de mi novia.

—Pequeña, es hora de que regreses con tus compañeritos —dijo Silvia.

—Nos vemos, muero por comer pizza —manifestó Francy, antes de marcharse.

—No puedo creer que le hayas prometido tal cosa a nuestra hija —pronunció Jane, con cierto enojo.

—Cambia esa cara mi amor—besé su mejilla—Nuestra hija sólo tiene un capricho, verás que cuando tenga esa edad, ni se acordará de la conversación que acabamos de tener —sostuve su mano.

—¿Cómo puedes estar tan segura de eso? —me preguntó.

—Cuando Abigail tenía su edad, notó el tatuaje que tenía en mi espalda y expreso las mismas palabras de Francy—sonreí—Pero cuando llego a los quince, ni se acordó de que deseaba un tatuaje —mencioné.

—¿Y se supone que debo quedarme tranquila? —frunció el ceño.

—La verdad si —dije con una sonrisa de lado.

Antes de que Jane pudiera expresar algo ante mis palabras, escuchamos como la directora comenzó hablar para dar comienzo a la ceremonia. Así que roce su mano sutilmente y nos dispusimos a escuchar atentamente, no queríamos perdernos por nada del mundo todo el protocoló del colegio.

—Muy buenos días tengan todos ustedes—dijo aquella mujer—Hoy 25 de Julio del presente año, la Escuela de Educación Preescolar les da la más cordial bienvenida a esta ceremonia de fin de curso —pronunció.

Mientras la señora continuaba con su discurso, no dejaba de observar la decoración de los alrededores, habían globos por doquier, arreglos florares y uno que otro muñeco elaborado con globos para ambientar el lugar, así como algunos birrete hechos de Foamy que daban un toque excepcional.

Todo marchaba de maravilla, los niños subían al estrado para recibir su diploma y como era de esperarse, Abigail se escabullo entre la multitud para tomar una fotografía exclusiva de su hermanita. Cuando nuestra pequeña hija bajaba de aquel lugar, pude ver una hermosa sonrisa que Jane no podía disimular, y no era para menos, su hija, esa niña a la que había visto desde que usaba pañales, estaba recibiendo su primer diploma.

 —En este momento, nos ponemos de pie para darle un fuerte aplauso a los alumnos graduandos—mencionó la mujer—¡Ante ustedes, la séptima generación de la Escuela de Educación Preescolar! —manifestó con orgullo.

Todos los padres que estaban a nuestro alrededor, aplaudían con fervor, ante aquel logro de sus hijos e incluso  nosotras que nos embargaba un sentimiento de felicidad. Apreciamos ese breve instante lo más que pudimos y evitamos que nuestro lado emotivo nos hiciera llorar. De hecho, tuve que abrazar a mi novia para que pudiera controlar sus emociones, porque de alguna manera, este momento que estábamos compartiendo, le traía ciertos recuerdos de nostalgia que no podía controlar.

Luego de que los pequeños elevaran sus birretes como símbolo de celebración, algunos profesores que pertenecían al protocoló, se acercaron para guiarlos a un salón donde les darían un pequeño refrigerio. Después de unos veinte minutos, Francy se nos acercó junto con su amigo inseparable y en su rostro, traía una sonrisa pícara.

—Hola señora Jane, ¿Me dejaría ser novio de su hija? —pronunció aquel jovencito.

—¿Disculpa? —expresó Abigail confundida, ni tiempo le dio a Jane para que respondiera.

—Francy me dijo que debía pedirle permiso a usted, ya que ella misma me dice que aun somos pequeños para tal cosa —mencionó.

—Mi hija tiene razón, ninguno de los dos está en edad para eso —expuso Jane, sintiéndose muy orgullosa de Francy. 

—¿Y a qué edad podemos ser novios? —preguntó, con toda la naturalidad del mundo.

—Cuando cumplan la mayoría de edad —respondí, con toda la intención de prolongar ese momento.

Al igual que Jane, no me encontraba preparada para ver a mi pequeña enamorada, sólo queríamos disfrutar de su niñez antes que llegara a su adolescencia. Por experiencia propia, sé que cada niño tiene su proceso de madurez, unos lo hacen a una velocidad luz, mientras que otros lo hacen paulatinamente y sinceramente, no quería sacar conclusiones apresuradas.

Porque de alguna manera u otra, sabía que nuestra pequeña no sería de ese tipo de adolescentes rebeldes que le llevaría la contraria a sus madres. Francy era más que eso y ambas lo sabíamos. Mientras yo estaba ida pensando en mis cavilaciones, Jane se encargó de culminar aquella conversación para ir a la pizzería.

Durante el camino, nadie hizo énfasis sobre aquel tema en cuestión, ni Abigail que moría por fastidiar a su hermanita, simplemente nos centramos en el logro de la pequeña y hacerla sentir especial. El resto del día, lo disfrutamos en familia hasta que al caer la noche, retome el plan de llevar a mi novia a un lugar hermoso.

Después de la cena y de despedir a las chicas que habían venido a felicitar a Francy, arme una maleta con todo lo que iba a usar. Me pasee por la habitación de nuestra hija, le di el beso de buenas noches y espere pacientemente a que Jane terminará de leerle, tal como lo hacía todas la noches.

—¿Estás lista? —pronuncié, al ver la silueta de mi novia

—¿Para donde me llevarás está vez? —frunció el ceño de manera divertida.

—A un lugar especial, ya te lo había dicho —sonreí.

—Eres igual de terrible que tus hijas —me dio un beso corto.

—Así me amas—rodee su cintura—Debemos apresurarnos o se nos hará más tarde —dije, a unos centímetros de sus labios.

—¡Vamos! —pronunció entusiasmada.

FIN

¡Hola mis queridos lectores! Lamento haber tardado en publicar, pero como les había mencionado, estaba sin internet. Espero este penúltimo capítulo haya sido de su agrado y deseo haberlos dejado ansiosos por leer el final de esta grandiosa historia.

No saben cuánto les agradezco su paciencia, su tolerancia y su lealtad, al esperar una nueva actualización. Me siento muy agradecidas con ustedes por haber recibido esta historia en sus pantallas (ya sea en el celular, Tablet o computadora) mil gracias por leerla, por sus valoraciones y sus comentarios, que son el pilar para que un escritor, se anime de continuar su relato. Cuídense y hasta la próxima.

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