miprimita.com

Mi segundo amor

en Lésbicos

Epílogo

 

 

Nueve años después

 

Flashback

Jane

—Gracias por traerme a este viaje, creo que ambas lo necesitábamos —dijo Alondra, mientras observaba la puesta de sol.

—En realidad a la que tienes que agradecerle es a Silvia, fue idea de ella que nos tomáramos unas merecidas vacaciones —expuse, al recargar mi cabeza sobre su hombro.

—Cuando regresemos, le daré las gracias—besó mi coronilla—¿Crees que la pobre Silvia pueda con las niñas? —preguntó, sin cambiar su posición.

—Por supuesto, quien más que ella para poner orden en nuestra ausencia—comenté, al mismo tiempo que deje un beso en su mejilla—No quiero que te preocupes por las niñas, están en buenas manos —manifesté.

—Lo siento, es la costumbre —se disculpó.

—No te preocupes—roce sus labios—Sólo quiero que disfrutemos de estas vacaciones —dije, sin separarme de sus labios.

—Jane—pronunció con la voz temblorosa—No sé cómo decirte esto—se notaba nerviosa—Te juro que lo he ensayado muchas veces, pero a la final, no sé cómo lo vayas a tomar —desvió su mirada.

—Alondra, me estás asustando, ¿Qué pasa? —tome su mentón para ver esos ojos que me volvían loca.

—¿Deseas casarte conmigo?—me mostró una argolla de plata que saco de su bolsillo—Di que sí, por favor —su rostro reflejaba una mezcla de emoción y susto a la vez.

Nunca habíamos hablado del tema y tampoco se me había cruzado por la cabeza la idea de volverme a casar. Sin embargo, al ver esos ojos violeta, me di cuenta que era algo que deseaba desde hace mucho tiempo, pero por miedo, no había dado ese paso.

—Jane —dijo por lo bajo, como si me estuviese llamando la atención para que le diera una respuesta.

—Sí —pronuncié.

—¿Sí qué? —repitió nerviosa.

—Que si deseo casarme contigo —la besé apasionadamente.

Fin Flashback

 

 

—¿Por qué me has dejado sola en la cama? —preguntó mi esposa, al dejar un beso en mi cuello.

Sus brazos rodearon mi cintura y fue inevitable que mi piel se erizará, al sentir la desnudez de su cuerpo contra el mío. Había pasado nueve años desde la graduación de nuestra pequeña Francy y cinco años de nuestra boda.

Ambas habíamos madurado como pareja, nuestra relación se fortaleció con el paso de los años, así como ese amor que nos teníamos, un amor que ninguna de las dos espero, sino que nació de la nada y de la manera menos esperada. Creo que si alguien pudiera volver en el tiempo y me confesaría que me volvería a enamorar, tal vez no se lo creería. Porque seguramente estaría tan sumergida en mi pasado que me negaría a darme otra oportunidad con alguien más.

—Cariño—susurró, al mismo tiempo que acarició mi abdomen—¿Hace cuánto estás despierta? —no tardó en preguntarme.

—Lo suficiente como para observar el amanecer, mientras tú dormías —respondí, sin apartar la vista de la ventana.

—Sabes que adoro verte desnuda, pero debemos alistarnos o se nos hará tarde —mencionó, al mismo tiempo que me dejó un beso en mi hombro.

—Lo sé, pero quiero estar un rato más a tu lado —confesé.

—Creo que te he consentido demasiado —dijo, mientras sentí como olfateaba mi cuello.

—Tal vez—me giré para perderme en su mirada—Me encanta cuando haces eso —besé sus labios.

—¿El qué? —pronunció.

—Olfatearme, como si quisieras registrar mi aroma en tu memoria —acaricié su mejilla.

—Me gusta hacerlo—me regalo una sonrisa—No tengo la culpa de que tengas un aroma exquisito —me sonrió.

—Quisiera irme de viaje contigo para disfrutar una segunda luna de miel —le propuse.

—¿Y quién dice que no podemos hacerlo? —elevó su ceja a modo de reto.

—Tus obligaciones en el conservatorio —dije con desdén.

Hace unos meses, nuestra amiga Brenda había decidido jubilarse y por consiguiente, mi esposa era una de las cantidades para asumir su cargo. Un cargo que Alondra había añorado hace unos años y ahora que estaba por cumplir su sueño, no quería arruinarlo por un simple viaje.

—Cariño, mis obligaciones son las mismas desde que nos conocemos—besó mi nariz—Si lo que te preocupa es que no pueda optar por el cargo que tanto he añorado, es algo que he venido pensado y la verdad es que ya no deseo postularme —rodeó mi cintura con fuerza.

—¿Cómo?—manifesté sorprendida—Pero si hasta no hace mucho añorabas ese puesto —añadí.

—Lo sé—dijo, mientras me llevó a la cama otra vez—A estas alturas de mi vida, tengo todo lo que he podido desear y no quiero cambiar nada de eso por un simple cargo en el conservatorio—sostuvo mis manos—A tu lado he aprendido a vivir un día a la vez y disfrutar de los pequeños detalles. Así que si aún sigue en pie tu oferta, me gustaría irme de viaje contigo, después de que pase todas las actividades académicas —me regalo una sonrisa.

—Por supuesto que sigue en pie—sonreí—Me encargaré de comprar los boletos de avión y hablar con las chicas —mencioné, con mucha ilusión.

—No sé diga más, muero por disfrutar esa segunda luna de miel—acorto la distancia para darme un dulce beso—Te quiero —dijo, en medio del beso.

—Adoro cuando dices esa frase, me haces recordar la primera vez que la usaste —me perdí en esos ojos color violeta.

—Es nuestra frase—delineo mis labios con su pulgar—Para mí es más significativa que decir un te amo —añadió.

—Eres tan tierna —besé su nariz.

Con los años aprendí que la vida no era cien por ciento perfecta, tenía sus altas y sus bajas. Sin embargo, podía decir que era inmensamente feliz, ya no sentía miedo de lo que pudiera prepararme la vida o de lo que el destino pudiera quitarme, simplemente aprendí a vivir el día a día, con sus diferentes matices.

—¿Quieres ducharte conmigo? —le sugerí con una sonrisa juguetona.

—Por supuesto, pero esta vez, no haremos cositas —me advirtió.

—¿Y por qué no? —hice pucheros.

—Porque se nos hizo tarde y no quiero que las niñas vengan a buscarnos —pronunció, al separarse de mí.

A pesar que Francy tenía dieciséis años, no se le había quitado la mala costumbre de merodear nuestra habitación todas las mañanas, con la excusa de darnos los buenos días o simplemente para expresarnos que le diéramos un aventón a la institución.

—Está bien, pero al menos me regalarías uno de esos besos que tanto me gustan —sonreí de medio lado.

—No cabe duda, te he consentido demasiado —expresó, al mismo tiempo que sentí sus manos sobre mis muslos.

—Demasiado —me acerqué a sus labios.

—Creo que debo corregir ciertos hábitos —dijo, con cierto temblor en sus voz, pues mis manos se habían aventurado por sus pechos.

—Espero que no seas tan estricta —le dedique una mirada divertida, antes de perderme en sus labios.

Mis manos se movían por el contorno de sus pechos, mientras disfrutaba de ese beso. El tacto de su piel era increíble, aún seguía conservando su textura suave, pese a los años, pero lo que más adoraba, era ese preciso instante que mordía mi labio inferior para culminar con su beso.

—Me estás haciendo trampa —pronunció, al separarse de mis labios.

—Para nada—apreté levantarme unos de sus pezones. Fue una sensación casi orgásmica, al ver su rostro lleno de deseo—Solo estoy tocando lo que es mío —moví mis cejas de manera divertida.

—No empieces lo que no puedes terminar —me retó.

—Claro que puedo terminarlo, pero cierto personaje no me deja—fruncí mi ceño—¿Y si nos escapamos? —sugerí, con toda la intención de raptar a mi esposa.

—Me encantaría, pero no podemos, hoy es un día importante para nuestra hija —mencionó, con un tono de seriedad que me encantó.

—Está bien —dije a regañadientes.

—¿Puedo saber porque mi esposa amaneció con la idea de escaparnos? —me preguntó.

—No es eso. Simplemente quiero disfrutar más tiempo con mi esposa —entrelacé nuestras manos.

—Te prometo que luego de la fiesta de nuestra nieta, seré toda tuya —expuso, al mismo tiempo que cogió mi brazo para llevarme a la ducha.

Fue una ducha rápida y muy a mi pesar, no hubo ningún tipo de entretenimiento, con lo que adoraba que Alondra me hiciera el amor, mientras el agua recorrería nuestros cuerpos. Una vez que ambas estábamos vestidas y yo me preparaba para aplicarme un poco de maquillaje, sentí como alguien golpeó la puerta.

—¡Adelante! —exclamó Alondra, mientras se aplicaba algo de rubor.

—Buenos días mis amores, espero que ya estén listas, mi hermana las está esperando para que la ayuden con Oriana —mencionó, al sentarse en la cama.

—Cariño, iré yo mientras terminas de arreglarte —pronunció Alondra, antes de marcharse.

Continúe con la delicada tarea de maquillarme, mientras que observé la silueta de Francy mediante el espejo. El verla sentada jugueteando con su celular y portando ese precioso vestido beige, me hizo sentirme orgullosa. Hace mucho había dejado de ser esa pequeña que solía sacarme canas verdes con sus ocurrencias, ahora era toda una señorita que respetaba las opiniones de los demás, pese a que no estuviese del todo de acuerdo.

Estaba próxima a graduarse de bachillerato y aún no había escogido una carrera universitaria. Un tema que tenía algo preocupada a mi esposa, pues me manifestaba constantemente que nuestra hija debía ir construyendo su futuro, pero en lo personal, a mí no me molestaba si Francy quería tomarse un año sabático antes de continuar con sus estudios.

Después de todo, era una jovencita muy disciplinada con todo lo que se refiere a cuestiones académicas y hasta había creado una rutina para abarcar lo que más le gustaba. Compartir con sus amigos de la infancia, su abuela, su sobrina, su hermana mayor y sus dos madres.

Jamás me imagine que iba a heredar el gusto por la música, pero debía admitir que estar rodeada de músicos tenía sus ventajas. Siempre había conciertos privados en aquella habitación que cree hace años y mi pequeña, solía componerme algunas canciones en el día de las madres y hasta algunos cumpleaños.

—Mamá, creo que te estás demorando demasiado —frunció el ceño.

Aunque Francy hubiese crecido los últimos nueve años, aún seguía manteniendo los mismos gestos que tenía desde pequeña. Se veía tan tierna cuando estaba molesta por algo, que mi reacción como madre, era llenarla de besos, aun cuando a ella no le agradaba.

—Ya estoy por culminar—dije, al aplicarme rubor en mis mejillas—¿Tus amigos vendrán a la fiesta? —no tarde en preguntarle.

—Solo viene Amber, sabes que a José no le agrada nada de eso —respondió, sin despegar la vista de su celular.

—¿Estás conversando con ella? —pronuncié, mientras me aplique algo de perfume.

—Sí, de hecho me está preguntando si hoy me puedo quedar en su casa —me dedicó una mirada muy particular, de esas cuando quiere pedir algo.

—Claro que puedes quedarte, pero te quiero en la casa temprano, tu mami y yo debemos hablar con ustedes —sentencié.

—¿Pasó algo malo? —me preguntó preocupada.

—No, simplemente queremos manifestarle que nos iremos de viaje—dije—Pero ya tendré tiempo para darte los detalles, ¿Puedo contar con tu presencia mañana? —la miré sería.

—Por supuesto mamá, aquí me tendrás —respondió.

Me incorpore del asiento y mientras caminamos, tuve un pequeño flashback de aquel día en que Silvia me pidió que diseñará una habitación para la nueva integrante de la familia. Ella al igual que todos, estaba tan feliz por el bebé que tendría Abigail, que me ayudó con la decoración, algunas compras, a escoger una cuna adecuada y todo lo que fue necesario para crear ese lugar.

Cuando entre en aquella habitación, me encontré con una escena muy conmovedora. Mi esposa yacía al pie de la cama, vistiendo a su nieta con un hermoso vestido que le había comprado para celebrar su cumpleaños número cuatro. Se veía tan hermosa en su rol de abuela, que era inevitable no admirar la devoción con la que miraba a su nieta. En su mirada había tanto amor, tanto cariño, que sentía un poco de celos. Era la misma mirada dulce, que me dirigía hacia mí, cuando estábamos a solas.

—¿Por qué la pequeña tuvo que sacar los mismos ojos que la abuela? —escuché a Francy, quien estaba a mi lado.

Los años podían pasar en un abrir y cerrar de ojos, pero habían ciertas costumbres que aún se mantenían y una de ellas, era el lado curioso de Francy. Sonreí, al ver como Abigail le intentaba explicar del porque el síndrome de Alejandría, se le había desarrollado de manera tardía a Oriana.

De hecho, el pediatra que solía examinar a Oriana periódicamente, se sorprendió al ver que sus ojos azules, comenzaron a cambiar poco a poco, siendo así el primer caso de ese tipo que se daba en nuestro país.

—Abu, ¿Mañana me puedo quedar a dormir contigo? —me preguntó la pequeña, mientras estiraba sus bracitos para que la cargara.

—Si tus mamis te dieron permiso, claro que puedes —besé su mejilla.

—Shi, mami Sofía, me dijo que podía —me sonrió.

—¿Cómo se siente la cumpleañera? —Francy la tomó en brazos para hacerle cosquillas.

—Bien —respondió la pequeña entre risas.

—Bueno muñecas, es hora de irnos —expresó Silvia, desde el umbral de la puerta.

Pese a que Silvia ya no tenía la misma movilidad de antes, se las arreglaba para compartir con las chicas, pero en especial con la pequeña de la casa, pues su personalidad era totalmente opuesta a como lo fue Francy a su edad. Oriana era más tranquila, risueña, muy servicial y no tan curiosa. Bueno, todos los niños son curiosos por naturaleza, pero Francy era más de lo normal.

—Mami, ¿Nos llevarías en tu auto?—pronunció Abigail—Es que Sofía se llevó nuestro auto para ir adelantando algunas cosas —añadió.

—Por supuesto cariño —hice un ademán para que salieran de la habitación.

Durante el trayecto, todas venían hablando de trivialidades y algunos temas que no tenían sentido, pero cada que detenía mi auto en los semáforos, mi mirada se perdía en el retrovisor. Adoraba observar la manera en que Francy se llevaba con su sobrina, a su lado, parecía otra carajilla jugando con juguetes o haciéndose cosquillas mutuamente.

—No importa cuántos años tenga, siempre será nuestra pequeña —mencionó mi esposa, al referirse a Francy.

—Lo sé —dije, al entrelazar nuestras manos.

El viaje fue extremadamente corto y a simple vista, se veía que las chicas se habían esforzado por darle un hermoso cumpleaños a mi nieta. No es que los anteriores cumpleaños no se hayan esforzado, si no que este año, Oriana disfrutaría más por la simple razón de que era más consciente de todo lo que la rodeaba.

Al llegar, saludamos a los familiares de Sofía, luego a sus compañeros de trabajo y algunos amigos que ambas tenían en común. Llevamos a la pequeña junto con los otros niños para que jugará y luego buscamos un lugar que estaba apartado del ruido, pero que nos brindaba una buena panorámica para observar a todo al que llegara.

Mientras conversaba con Alondra, vi llegar a Leila con su esposa y su hijo Andrés. Mi amiga había pasado por tiempos difíciles, al ver que su esposa no podía quedar en embarazo. De hecho, estuvo a punto de no graduarse debido al estrés que estaba pasando, mientras que Olivia llegó a sufrir una pequeña depresión por no lograr su objetivo, la pobre estuvo tan mal, que estuvo a punto de perder su matrimonio.

Sin duda, ambas la habían pasado muy mal, entre desilusiones e intentos fallidos; hasta que un día, Olivia logró quedar embarazada. Después que lograron concebir a su retoño, retomaron el rumbo de sus vidas y se dedicaron de lleno a criar a su lindo bebé. Andrés, se convirtió en la adoración de su abuelo y hasta lo nombró como su heredero principal, mientras que Olivia pasó a segundo plano.

—Hola, ¿Hace mucho que llegaron? —nos preguntó Leila, al tomar asiento junto a nosotras.

—En realidad no, ¿Cómo se ha comportado el pequeño? —dije, refiriéndome a su hijo.

—Muy bien, aunque me ha empezado a dar dolores de cabeza con la supuesta novia que tiene, ¿Has podido creer eso? Apenas tiene siete años, ¿Sólo siete? No sabe aún que lo que implica ese concepto y lo usa como si nada —manifestó, con cierta indignación.

—Esa es la generación de ahora, creo que no podemos luchar contra eso ¿O sí? —la cuestioné.

—Sé que no, pero no voy a negar que me gustaría poder hacerlo—dijo, con cierta melancolía—Por cierto, ¿Aún Francy no ha decidió que género le gusta? —no tardó en preguntar.

—Aún no, pero para ser sincera, es muy joven para que se agobie por eso —respondió Silvia, para defender a su nieta.

Silvia compartía nuestro pensamiento, a ella no le importaba si Francy escogía un niño o una niña como pareja, lo único que deseaba era verla feliz, el resto, vendría por añadidura.

—En eso tiene razón —expuso Leila. Sabía que con Silvia tenía todas las de perder cuando se trataba de un tema que involucrara a su nieta.

No pasó ni un minuto, cuando Olivia se nos unió y comenzó a explicarnos como iba su trabajo, entre otras cosas. De vez en cuando, le prestaba atención a la conversación, pues estaba muy pendiente de quién llegaba al recinto. No sabía si Brenda asistiría, pero cruzaba los dedos porque lo hiciera, me urgía hablar con ella para saber si pudo o no realizar lo que le había encomendado.

Entraban y salían personas por doquier, hasta que note la presencia de Brenda en compañía de su chica. Llevaban todo este tiempo juntas y la verdad no es que la viera con ánimos de casarse, pero como bien dice el cuento; a veces no se necesita firmar un papel para saber que estás unida a esa persona que amas.

Después de que lucharon tanto con los padres de Emily para que aceptarán su relación, ahora todos se llevaban como uña y mugre. Quizás, todo el cambio se originó desde el momento en que dichos personajes se enteraron que Emily estaba embarazada y como suele suceder en la mayoría de los casos, el nacimiento de ese nuevo integrante, sirvió como un símbolo de unión entre ambas familias.

Aunque el hermano de Brenda ya no vivía con ellas, solían reunirse todos los domingos para disfrutar en familia y debes en cuando, iban a nuestra casa para conversar de los conciertos que hacía Jack, tanto en el extranjero como a nivel nacional.

—Hoy estás muy guapa Jane—escuché la voz de Brenda—¿Pasaste una noche divertida? —me regaló una sonrisa traviesa.

—Serás tonta, eso no se pregunta —alegó su novia.

—¿Dónde está el pequeño Esteban? —no tarde en preguntar para cambiar el tema.

—Sus abuelos se lo llevaron a la playa hace tres días—respondió Emily—Aunque antes de irse, me pidió que le diera su regalo a la cumpleañera —me mostró una bolsa de regalo.

—Amor, porque no se lo das personalmente, mientras yo converso algo con Jane —le sugirió a su novia. Al parecer Emily entendió perfectamente la indirecta y antes de marcharse, le dio un beso fugaz a su novia.

—Jane—dijo por lo bajo—Logré hacer tu pedido, tal como me expusiste la última vez que nos vimos, pero hay un pequeño inconveniente —frunció el ceño.

—¿Cuál inconveniente? —no tarde en preguntar.

Había planeado ir a ese lugar hace unas semanas y por todo el alboroto que se creó por el cumpleaños de mi nieta, no pude hacer la reservación yo misma, sino que tuve que acudir a Brenda.

—Por la época en la que estamos, no pude hacer la reservación para la fecha que me solicitaste. Lo siento—se disculpó—No obstante, hablé con amigo, que a su vez hablo con su otro amigo y me dio la reservación para hoy a las cinco de la tarde —soltó sin más.

—¿Hoy? —repetí.

Me alegra profundamente que Brenda movió cielo y tierra para hacerme el favor que le solicite, pero no tenía planeado que fuese justo hoy, en medio del cumpleaños de mi nieta. ¿Cómo podría explicarle a mi esposa que debíamos escaparnos antes de que picaran la torta? Todo se me estaba saliendo de las manos y sinceramente, no estaba segura si el esfuerzo de Brenda, sería en vano.

—Sé que no es la noticia que esperabas escuchar, pero debes ver el lado positivo. Cumplirás el sueño de escaparte con tu esposa como me habías comentado hace unas semanas —me regalo una sonrisa.

—¿Quién se va a escapar? —la voz de mi esposa, nos sorprendió.

—Bueno, creo que mejor me iré a saludar a la cumpleañera —dijo Brenda, al mismo tiempo que se escabullía.

—¿Amor? —frunció el ceño.

—Sí —me hice la desentendida.

—Te conozco lo suficiente como para saber que me estás ocultando algo —le dio un pequeño golpecito a mi nariz con su dedo índice.

—De acuerdo, me has pillado—me mordí el labio inferior—¿Recuerdas nuestra conversación de esta mañana? —pregunté cómo quien no quiere la cosa.

—Ajá, ¿Y eso que tiene que ver con lo que escuché? —arqueó la ceja.

—Mucho—me supe nerviosa—¿Crees que podamos retirarnos antes de que piquen la torta? —cruce mis dedos por detrás de mi espalda para que me diera algo de suerte.

—Pero amor, ya habíamos hablado sobre eso —manifestó con un tono de voz suave.

—Sí, lo sé—dije cabizbaja—Ya tengo la reservación y no quiero cancelarla, por favor —supliqué.

—Aceptare sólo si vas a explicarle a nuestra hija del porque debemos marcharnos. De lo contrario, no iré a ninguna parte —sentenció.

—Está bien —pronuncié resignada.

Las horas fueron pasando, así como las canciones infantiles, los juegos y algunas rifas para los invitados. Cuando se presentó el momento más oportuno, me acerque a mi hija para explicarle por qué sus dos madres se tenían que ausentar a mitad de la fiesta.

A decir verdad, pensé que se enojaría con nosotras, pues sería la primera vez que haríamos una cosa así, pero cuando le mencioné el verdadero motivo, me dio una sonrisa de aprobación, hasta me dio las felicitaciones y me indicó que ya podía irme si así lo deseaba.

Alondra

Aunque la fiesta de mi nieta estaba muy entretenida, entre las rifas y los juegos que hacían los payasos que habíamos contratado. Mi mente estaba sumergida en los recuerdos de la noche anterior, recordaba cada beso, cada caricia y esa sensación suave, al tener los pechos de mi esposa contra los míos.

Sin importar los años que pasaran, adoraba cada vez que hacía el amor con Jane, podían ser las mismas posiciones, los mismos gemidos, pero siempre había algo diferente que hacía que nos conectamos más como pareja. Me encanta sentir su humedad palpitando contra mi muslo, mientras mis dedos recorrían su espalda sudorosa, se veía tan adorable luego de alcanzar un orgasmo, que podía quedarme por horas enganchada en su mirada profunda.

—Cariño, ya vengo, iré a saludar a la amiga de nuestra hija —pronunció, antes de alejarse.

Mis ojos siguieron su silueta hasta que se perdió entre los demás invitados y no pude evitar sentirme algo tonta por la reacción de esta mañana. Mi esposa sólo quería pasar más tiempo conmigo, ya que últimamente estaba muy ocupada en el conservatorio y para ser sincera, me pareció adorable su deseo incontrolable de escaparnos.

No podía negarlo, yo también deseaba escaparme a un lugar donde sólo estuviéramos nosotras dos, pero mis razones eran distintas a las de Jane. Mi objetivo principal, era celebrar nuestro aniversario como lo hemos hecho todos estos años, sólo que esta vez, quería que estuviésemos nosotras y no toda la familia como ya era costumbre.

—Alondra, me llevarías al baño, por favor —escuché a Silvia, mientras estaba en mis vacilaciones.

—Por supuesto —dije, al incorporarme y quitarle el freno a la silla de ruedas.

A pesar de los cuidados que Silvia había tenido los últimos años, recientemente había comenzado a perder movilidad en una de sus piernas, por lo que su médico le sugirió que utilizará una silla de ruedas para desplazarse. Una noticia, que sin duda le afecto su estado emocional, tanto así, que la pobre paso unas semanas en depresión.

Por más que intentamos animarla, ninguna logró hacerlo, así que tuvimos que hablar con el médico para que la refiriera a un psicólogo. Al principio, no quiso ir a las terapias, pero poco a poco fue accediendo gracias a la insistencia de Francy.

Quizás aún sigue teniendo sus bajones, como es normal en su caso, pero cada que veía a su bisnieta, es como si todo se le olvidará y por un instante, vuelve hacer la Silvia fuerte y luchadora que conocí hace años,

—Puedes dejarme aquí, yo me encargo del resto —dijo, al llegar a la puerta del baño.

—Claro, si necesitas algo, aquí estaré —expuse, con un tono tranquilo.

—Alondra, ¿Al fin tomarás ese cargo que tanto añorabas? —me preguntó.

—No, está mañana lo hablé con Jane —mencioné, al recordar esa conversación.

—Hiciste bien, no todo en la vida es trabajo—manifestó, al salir del baño—¿Quieres que te confiese algo? —expresó, mientras me miraba por el reflejo del espejo.

—Por supuesto, esa pregunta está demás —sonreí.

—Quizás ya lo sepas, pero siempre he considerado a Jane como una hija, y no sabes lo satisfecha que me siento, al saber que sin importar las cosas que le han pasado, te encontrará a ti—se secó las manos—Sin embargo, lo que más me hace feliz, es saber que tú le has devuelto las ganas de vivir, ese brillo particular en sus ojos y le has dado una familia, esa que ella siempre añoro al lado de mi sobrina —añadió.

—No sé qué decir —dije, sin poder mirarla.

Sus palabras me dejaron algo sorprendida, pues en todo este tiempo, nunca me había expresado tal cosa y que me lo dijera hoy, en la forma en que lo hizo. Me demostraba el cariño que tenía hacia mí, de cuánto significa para ella la relación que tengo con Jane, pero sobre todo, me demostraba que sin importar los percances que han sucedido, he realizado un buen trabajo. Cuidar a mi esposa por sobre todas las cosas, brindarle amor, apoyarla y velar porque sus sueños, se hagan realidad.

—No es necesario que digas nada—sostuvo mi mano—Ahora más que nunca, sé que puedo morir tranquila, al saber que Jane se encuentra en buenas manos —mencionó.

—Silvia, aún te queda mucho por vivir, no digas esas cosas —le dediqué una mirada suave.

—Soy realista, desde que tengo esa afección en los riñones, prácticamente dependo de esa máquina para vivir —desvió su mirada.

Me dolía admitirlo, pero Silvia tenía razón está vez, su enfermedad había avanzado con los años y el consumo habitual de sus medicamentos para controlar el dolor, le comenzaron a pasar factura. De a poco, sus riñones fueron cediendo hasta que un día, el médico estipuló que debía realizarse algunas diálisis para depurar su organismo.

Era algo a lo que le habíamos huido hace mucho, pues ya teníamos noción de lo que implicaría esas sesiones de diálisis. Sin embargo, su psicóloga nos indicó que ahora más que nunca, debíamos aprovechar cada momento que tuviéramos con Silvia, no porque pudiera pasar ese algo a lo que le temíamos, sino más bien para brindarle ese apoyo emocional que tanto necesitaba.

—Bueno, dejémonos de tonterías, debemos regresar a la fiesta —pronunció Silvia.

Me encantaba la factibilidad con la que Silvia podía cambiar de actitud ante las cosas, demostrando que su personalidad divertida, jamás se vería afectada por las cosas que estuviesen pasando a su alrededor.

—¡Espera!—detuve su silla de ruedas—Quiero aprovechar el momento para pedirte una disculpa sincera —dije.

—¿Una disculpa? —me preguntó.

—Sí, una disculpa—repetí—Sé qué hace años debí hacerlo, pero por estúpida no lo hice—me mordí el labio inferior—Jamás debí negarte la posibilidad de que vieras cómo Jane se casaría de nuevo, se cuánto la aprecias y lo importante que era para ti, verla una vez más caminar hacia el altar —mencioné.

—Oye—suavizo el tono de su voz—No te niego que me dolió mucho, el no ver a mi segunda hija casarse otra vez, pero es algo que no cambiaría—me regalo una sonrisa—Nunca imaginé que Jane volvería hacer la misma jovencita que conocí a sus dieciséis, y es lo que he visto estos años que está a tu lado, ¿Que más regalo que ese me puedes dar? —me cuestionó.

—No lo sé —expresé.

—Exacto, así que no te disculpes, vale —me acarició la mejilla.

—Está bien—dije como niña pequeña—¡Vamos! —cogí la silla de ruedas.

Al salir del baño, nos dimos cuenta que todos los invitados estaban reunidos alrededor de la mesa. Mi esposa se acercó a nosotras, para decirnos que las chicas habían adelantado el momento de picar la torta, así estaríamos presentes. Después que cantamos el cumpleaños, Sofía se encargó de picar la torta y Abigail de tomar algunas fotografías como era de costumbre, mientras que Francy y Amber, se encargaron de repartir el trozo de torta a los invitados.

—¿Nerviosa? —escuché la voz de Emily.

—Un poco, ¿Tú no lo estarías? —respondí.

—Supongo, sabes que adoro cuando mi chica se pone en plan misteriosa —manifestó, como si fuera lo más normal del mundo.

—¡Oh, vamos! No me ayudes tanto —protesté.

—Ve el lado positivo, después de tantos años juntas, Jane aún sigue conservando ese lado romántico que cualquier pareja desearía tener —expuso.

No pude pronunciar algo más, pues note como Jane se acercaba con un trozo de pastel y un vaso de Coca-Cola helada, pero en vez de sentarse a conversar con nosotras, me tomó de la mano para guiarme a la salida. Ni siquiera dejó que me despidiera de nuestras hijas o nuestra nieta Oriana, simplemente me saco del lugar, me pidió las llaves del auto y me expresó que conduciría a ese lugar del que me habló.

Durante el trayecto, nos deleitamos con el pastel, conversamos de algunas cosas y de nuestra pequeña Francy. Pese a que ninguna estaba preocupada por su orientación sexual, sabíamos que la pobre se sentía muy desorientada en ese aspecto, pero no se había atrevido a conversar con nosotras sobre el tema y era algo comprensible.

Después de todo, se sentía algo intimidada por sus compañeros de clases e incluso por sus profesores, que constantemente le preguntaban si tenía pareja. Algo a lo que Francy odiaba responder, pues nadie podía entender que aún no se sentía atraída por un género en particular, ella solo quería centrarse en sus estudios y en nada más.

Sin embargo, ninguna iba a forzar esa conversación que Francy estaba evadiendo, ambas esperaríamos pacientemente a que sea ella, la que diera el primer paso. No porque no quisiéramos abordar el tema, sino más bien porque habíamos enseñado a nuestras hijas a expresar sus inquietudes, cuando fuese el momento indicado para ellas.

Cuando mi esposa llego a una intercesión, me di cuenta que conocía el camino, me estaba llevando a ese lugar donde la bese por primera vez. La mire por el rabillo del ojo y note que estaba un poco nerviosa, como si presintiera que algo iba a salir mal o que estaba por hacer algo incorrecto. Cogí su mano para entrelazarla y ella me regaló una sonrisa tierna que me apretujo el corazón.

Habíamos dejado el pasado atrás hace mucho tiempo para amarnos sin miedo, sin dudas, sin rencores. Me había enamorado perdidamente de mi castaña, de esa mujer que podía ser muy centrada en su trabajo, pero también muy despistada cuando se lo propone, una mujer con un corazón roto, que al pasar los días, aprendí a repararlo.

Quizás me llevo más tiempo del que pude haber estipulado, pero el resultado, valió la pena sin lugar a dudas. Cualquier esfuerzo valió la recompensa de ver y sentir ese amor que Jane me profesaba. Era una sensación que jamás había sentido y a veces temía que solo fuese un simple sueño, un sueño de esos donde no quieres despertar por lo bien que te sientes.

—Cariño, ¿No piensas bajar del auto? —me preguntó, con un tono de voz suave.

—¡Lo siento! —me disculpé.

Estaba tan sumergida en mis pensamientos, que no me percate que habíamos llegado a nuestro destino. Cuando baje, percibí la puesta de sol que estaba en su momento cumbre, sentí la mano de mi esposa entrelazarse con la mía y un pequeño escalofrío recorrió mi espalda. Era como devolver el tiempo, como si apenas hubiese sido ayer que nos conocimos.

—¡Sígueme! —pronunció.

Mis piernas apenas y se movieron, producto de la ansiedad que tenía, no podía creer que me trajera aquí, al lugar donde comenzó todo. El lugar estaba exactamente igual que hace nueve años, aunque lo han convertido en una especie de Galampig para los amantes de la naturaleza.

Mi esposa no solo se había tomado la molestia de hacer una reservación, sino que también se había encargado de realizar una linda decoración. Aún con el atardecer a nuestra espalda, era inevitable no percibir ese camino iluminado con algunas bolsas de luz que tenían cierto aspecto a un farol, acompañado de unas rosas blancas sobre el suelo que le daban el toque romántico, tal como si estuviese guiándome a su corazón.

A cada paso que daba, observaba todo lo que había hecho Jane para hacerme sentir especial, moría por entrar a nuestro Galampig y comérmela a besos, pero mi esposa quiso tomar asiento para observar los últimos rayos del sol. Era algo que ambas adorábamos hacer e incluso en nuestro hogar, estuvimos allí hasta que el sol desapareció del todo y dio paso a la noche, donde el cielo era adornado por algunas estrellas.

—Soy tan feliz, que a veces no puedo creerlo —dijo por lo bajo, mientras rodeó mi cintura.

—Yo también lo soy —le di un beso en la mejilla.

—¿Quieres saber porque te he traído aquí?—su mirada coincidió con la mía, mientras yo asentí a su pregunta—Deseo hacer otros votos de amor —me regaló una sonrisa.

—¿Tal como si nos estuviésemos casando de nuevo? —pregunté emocionada.

—Sí —besó mi nariz.

—Me encanta tu lado romántico—acaricié su mejilla—¿Quieres que comience yo? —dije, sin poder contener mi alegría.

—Esta vez, quiero comenzar yo—me retiro mi anillo de bodas e inmediatamente saco otro de su bolsillo—No es casual la forma en que nos conocimos “En aquel tropiezo un poco extraño e inesperado” Tampoco es casual que la relación de tu hija, nos haya conectado de alguna manera. Así que por nada del mundo, es casual que estés aquí, frente a mí, a pesar de todos estos años y puedas escuchar la manera en que me comprometo a estar contigo hasta que te canses de mí y me envíes a volar—deslizó aquel anillo nuevo sobre mi dedo anular—Aunque sé que en esta vida nada es eterno, quiero prometerte que sin importar el que, el cómo o el cuándo, el destino pueda separarte de mí, siempre encontraré la forma de encontrarte—añadió, al mismo tiempo que coloco mi anillo de bodas en su lugar—Hace mucho deseaba que tuvieras un anillo de compromiso, tal como ese que me diste cuando me propusiste casarme contigo —me regalo una sonrisa.

Sus palabras llegaron a lo más profundo de mi alma, nunca espere que ella deseara darme un anillo de compromiso porque se lo que significa para ella ese tipo de cosas, pero el que me lo haya dado justo en el lugar donde nos conocimos. Me da a entender que siempre tuvimos destinadas a conocernos, porque en el fondo de las cosas y a pesar de sus miedos, Jane siempre me ha amado locamente.

No quise controlar el impulso de besarla, así que me lance a sus labios, quería demostrarle lo especial que me hizo sentir con sus palabras. Mis manos se aferraron a su cintura y la acerque más a mí, de ser posible, no quería separarme de sus labios, ni de su cuerpo cálido, podía estar allí por horas y no aburrirme.

Estaba tan extasiada por su manera de besarme, que sin poder evitarlo, me humedecí y me daba algo de pena admitir que tan solo sus besos podían producir eso en mí. Jane se separó de mis labios y tuve que volver a la realidad, me costó abrir los ojos y ocultar lo sonrojada que estaba. Los ojos de mi esposa, podían expresar tantas cosas que no se atrevía a decir, pero que yo había aprendido a leer en ellos.

—Te quiero —dijo, antes de volverme a besar.

Está vez el beso no duró mucho, pues tuve que separarme lentamente para mirar esos ojitos que me tenían embobada. De alguna manera u otra, yo también quería decir mis votos y sellar está linda velada que mi esposa me había preparado con mucho cariño. Aunque luego le preguntaría como es que hizo para obtener una reservación sin problemas, ya que debido a la época era casi imposible encontrar un lugar disponible en este lugar.

—Es tu turno —expresó con una sonrisa.

Cogí sus manos, le dedique una mirada cómplice y mientras me perdía en su mirada, comencé a expresar esas palabras que fluyeron como si nada, pues Jane me tomo tan desprevenida que ni tiempo me dio a ensayar mis votos.

—Sé que no ha sido fácil llegar a este momento porque hemos pasado por muchas pruebas, que en lugar de alejarnos nos acercaron más para ser una pareja sólida y sin importar las cosas, jamás hemos perdido el respeto por la otra, ni la esencia de nuestro amor—dije, sin dejar de mirarla—Quiero que sepas, que te amaré siempre, sin importar lo que digas, lo que hagas, lo que sufra por ti. Te amare como sea, de cerca o lejos, siempre te amare —manifesté con una sonrisa en mis labios.

Jane no me dio tiempo a expresar alguna otra frase, pues se abalanzo a mis labios con tanto entusiasmo que casi rodamos por el suelo. Solté un suspiro, al sentir como las manos de mi esposa se aventuraban por debajo de mi blusa hasta apretar uno de mis pechos y en medio del beso, me expreso cuanto me quería. Pese a que no había tanta luz, pude ver las pupilas dilatas de mi esposa, indicándome que mis palabras habían producido un nivel de excitación más de lo normal.

—Detente, niña traviesa —mordí su labio inferior.

—¿Y si no quiero? —me retó.

—Boba—le saque la lengua—Acabo de recordar algo —me sonroje.

—¿Te refieres aquella vez que lo hicimos en público? —me miro divertida.

—Sí y no—dije con cierto humor—La verdad es que me hiciste recordar nuestra boda a escondidas —acaricié su mejilla.

—Todo sucedió como si estuviese predestinado, el lugar, el notario, los testigos—mencionó con un brillo en sus ojos—Sin duda había sido una boda digna de admirar, por los detalles de ambas, por esa ropa playera que usamos, por la luz de la luna que fue testigo de ese amor y los viñedos que estaban a nuestro alrededor —añadió.

—Fue un momento hermoso —cogí su mano para llevarla al interior del Galampig.

—Aunque te confieso algo—expresó—No me importó los regaños que recibimos de nuestras amigas, de nuestras hijas e incluso de la propia Silvia quien añoraba verme vestida con un traje de novia como la primera vez, ¿Y sabes porque? —detuvo el paso.

—¿Por qué? —repetí, sin dejar de mirarla.

—Porque no me arrepiento de haberme casado a escondidas con la mujer que roba mis sueños y es dueña de mi corazón —se acercó para darme un beso.

Hola mis queridos lectores! Disculpen la demora, pero creo que este extenso capítulo, valió la pena esperarlo. Gracias una vez más por estar allí y por sus valiosos comentarios.  Lamento enormemente que los últimos capítulos, le hayan causado ciertas inconformidades, algunos lectores por el modo en que terminó la historia, me disculpo si los decepcione. De igual modo, le agradezco por hacérmelo saber y expresar sus opiniones.

Por cierto, este epílogo no es el final de la historia. Me tomé el atrevimiento de realizar un capítulo especial de un personaje que se robó el corazón de la mayoría de mis lectores y espero que ese trozo que escribí de ella, les guste.

Hasta la próxima entrega de otras de mis historias, que a ciencia cierta, no sabría decir cuando publicaré otra, pero no duden que lo haré por este medio. Así que hasta entonces mis queridos lectores. Cuídense. Nos vemos en el capítulo especial.

Mas de Bella15

Mi segundo amor

Mi segundo amor 47

Mi segundo amor 46

Mi segundo amor 45

Mi segundo amor 44

Mi segundo amor 43

Mi segundo amor 42

Mi segundo amor 41

Mi segundo amor 40

Mi segundo amor 39

Mi segundo amor 38

Mi segundo amor 37

Mi segundo amor 36

Mi segundo amor 35

Mi segundo amor 34

Mi segundo amor 33

Mi segundo amor 32

Mi segundo amor 2

Mi segundo amor 31

Mi segundo amor 30

Mi segundo amor 29

Mi segundo amor 27

Mi segundo amor 28

Mi segundo amor 26

Mi segundo amor 25

Mi segundo amor 24

Mi segundo amor 23

Mi segundo amor 22

Mi segundo amor 21

Mi segundo amor 20

Mi segundo amor 19

Mi segundo amor 18

Mi segundo amor 17

Mi segundo amor 16

Mi segundo amor 15

Mi segundo amor 14

Mi segundo amor 13

Mi segundo amor 12

Mi segundo amor 11

Mi segundo amor 10

Mi segundo amor 9

Mi segundo amor 8

Mi segundo amor 7

Mi segundo amor 6

Mi segundo amor 5

Mi segundo amor 4

Mi segundo amor 3

Mi segundo amor

Mi segundo amor 1

Epílogo—Danielle

Epílogo—Emma

Amor te otoño 29

Amor te otoño 28

Amor te otoño 27

Amor te otoño 26

Amor te otoño 25

Amor te otoño 24

Amor te otoño 23

Amor te otoño 22

Amor te otoño 21

Amor te otoño 20

Amor te otoño 19

Amor te otoño 18

Amor te otoño 17

Amor te otoño 16

Amor te otoño 15

Amor te otoño 14

Amor te otoño 13

Amor te otoño 12

Amor te otoño 11

Amor te otoño 10

Amor te otoño 9

Amor te otoño 8

Amor te otoño 7

Amor te otoño 6

Amor te otoño 5

Amor te otoño 4

Amor te otoño 3

Amor te otoño 2

Amor te otoño 1

Adicta a tus labios 13

Adicta a tus labios 12

Adicta a tus labios 11

Adicta a tus labios 10

Adicta a tus labios 9

Adicta a tus labios 7

Adicta a tus labios 8

Adicta a tus labios 5

Adicta a tus labios 6

Adicta a tus labios 3

Adicta a tus labios 4

Adicta a tus labios 2

Adicta a tus labios

Hechizo de un ángel 4

Hechizo de un ángel 3

Hechizo de un ángel 1

Hechizo de un ángel 5

Hechizo de un ángel 6

Hechizo de un ángel 7

Hechizo de un ángel 8

Hechizo de un ángel 9

Hechizo de un ángel 10

Hechizo de un ángel 11

Hechizo de un ángel 2

Otra Oportunidad de Amar 9

Otra Oportunidad de Amar 10

Besos robados

Jugada del Destino

Otra Oportunidad de Amar 4

Otra Oportunidad de Amar 3

Otra oportunidad de Amar 2

Otra oportunidad de Amar

Eres ese Algo que Buscaba 24

Asi me enamore de ti te amo bebe

Eres ese Algo que Buscaba 3

Eres ese Algo que Buscaba 2

Amor o Estupidez 11

Amor o Estupidez 7

Amor o Estupidez 6

Me enamore de TI sin pensarlo 6

Tienes un E-mail 5

Tienes un E-mail 3

Tu mi complemento perfecto 22

Tu mi complemento perfecto 21

Tu mi complemento perfecto 12

Tu mi complemento perfecto 11

Tu mi complemento perfecto 8 y 9

Tu mi complemento perfecto 6

Tu mi complemento perfecto 4

Tu mi complemento perfecto 2

Una pequeña carta para el amor de mi vida

Un recuerdo ”Tu último deseo”

La Amistad como un tesoro

Nadie como tú

Un hasta pronto por un adiós

Lo mucho que te extraño

Jamás pedí Amarte

Aquel día que te conocí