miprimita.com

Mi segundo amor 44

en Lésbicos

Capítulo 44-Procesos

Sofía

Mis manos estaban sudorosas, mis piernas temblaban como gelatina y mi corazón latía a mil por hora. A cada minuto que pasaba, podía sentir que me faltaba el aire, mis nervios aumentaban y mi boca se tornaba seca. Había quedado de verme con mi novia en el mismo lugar de siempre, el lugar donde todo comenzó entre nosotras.

Quería aclararle muchas cosas y hacerle entender que mis sentimientos por ella seguían siendo los mismos, pese a mi comportamiento absurdo. Mientras esperaba, comencé a jugar con esa cajita que tenía entre mis manos, pensando si todo mi esfuerzo había valido la pena. De nada me servía haber conseguido los brazaletes, si en el proceso, descuide lo que era más valioso para mí.

¿Podría un regalo solucionar las cosas?, ¿En qué diablos estaba pensado, al ignorar a mi novia por toda una semana?, ¿Cuándo cambie mis prioridades? Estuve tan cegada por comprar aquel detalle, que me dejé nublar la cabeza por un objeto que quizás no era tan deseado por Abigail.

Abigail era una persona que amaba la sencillez de las cosas, desde un pendiente a un corazón dibujado en una hoja de papel, pero mi deseo de darle algo más, estaba poniendo en jaque nuestra relación. Cuando lo único que deseaba, era darle un regalo que siempre llevará consigo y me recordara cada vez que lo viera, tal como yo lo hacía con ese hilo rojo que me colocó en el meñique.

Mis pensamientos fueron interrumpidos, al escuchar un ruido proveniente de la motocicleta de Abigail, guarde aquella cajita y espere a que ella se acercara. Cuando se retiró el casco, me topé con sus ojos azules y pude sentir un revoloteo en la boca de mi estómago, se veía tan hermosa, a pesar de su mirada triste.

Ni siquiera dejé que pronunciará algo, simplemente me acerque y la rodeé con mis brazos, quería transmitirle lo mucho que la había extrañado. Aspiré su aroma, sentí el calor de su cuerpo y sentí como ella me abrazaba con la misma intensidad.

—Te eche de menos—dije, sin dejar de abrazarla—Me alegras que hayas venido —confesé.

—Jamás olvidaría nuestras cita—manifestó, al separarse de mi abrazo—No sabes cuánto he extrañado hacer esto —atrapó mis labios con los suyos.

Ese beso que me dio Abigail, me reafirmo todos los sentimientos que sentía por ella y lo tonta que había sido por haberla alejado sin ninguna explicación. Desee prolongar aquel beso y que mis manos no soltaran su cintura, pero antes de que pudiera hacerlo, sentí como Abigail se separó de mis labios.

Por un instante, me perdí en su mirada, podía ver que estaba feliz al verme, pero al mismo tiempo estaba algo triste. Le había hecho daño sin querer y no sabía cómo remediarlo. Acaricié su mejilla e intente trasmitirle confianza, una confianza que había perdido por mis estupideces y que  no estaba segura de poder recuperarla.

—¿Sabes por qué te he traído aquí? —le pregunté.

—No —respondió nerviosa.

—Quería traerte al lugar donde hemos tenido muchos recuerdos para pedirte disculpas por mi comportamiento —dije, al entrelazar nuestras manos.

—Me hiciste daño Sofía, es algo que no se puede olvidar tan a la ligera —expresó, con una mirada triste.

—Lo sé, y nunca me perdonaré por ello—acaricié su mejilla—Te prometo que para la próxima lo haré mejor, te contaré todo, aun cuando se trate de una sorpresa para ti —expuse, sin dejar de mirarla.

—¿Por qué me has tratado así? —su voz, sonó temblorosa.

—Por idiota, por pensar que podía con todo, cuando en realidad sólo me deje agobiar por mis obligaciones—respondí—No pude encontrar un equilibrio entre todas las cosas que hacía y mi trabajo llego a consumir más tiempo del que imagine —expliqué.

—¿Un trabajo? —pronunció sorprendida.

—Sí, un trabajo—reafirme—Se supone que sería de medio tiempo, pero luego incluyo horas extras y se me hacía imposible salir contigo en algunas ocasiones—confesé—Ese fue el motivo principal de que descuidara mis estudios y que mi madre me prohibiera verte todo un mes —añadí.

—¿Y no podías decírmelo?—me recriminó—Pudiste mencionarlo cuando nos veíamos a escondidas o cuando te lo pregunte directamente, ¿Qué clase de persona crees que soy para no haberlo comprendido? —se apartó.

—Sé que no hice las cosas como debía—mis lágrimas, amenazaban con salir—Yo sólo quería tener algunos ingresos y comprar ese regalo de aniversario que no pude darte en su momento —expuse.

—No te imaginas las miles de cosas que pasaron por mi cabeza, lo mal que la he pasado y hasta llegue a pensar que tenías a alguien más —una lágrima, recorrió su mejilla.

—La única persona que existe en mi vida eres tú—sostuve su rostro—Jamás podría cambiarte por alguien más, significas mucho para mí —roce sus labios.

—Yo sólo quería que me dijeras la verdad—dijo—Pensé que todo estaba bien entre nosotras, ¿Por qué tuviste que alejarme? —me partía el alma verla así.

—Lo siento mucho —la abracé.

Mi regalo había pasado a un segundo plano, ahora lo que más me importaba era tranquilizar a mi novia e intentar disminuir ese dolor que le había causado. Jamás me perdonaría por haberla lastimado de esa manera, ella no se lo merecía y francamente, entendería si Abigail no quisiera aceptar ese regalo que le compre con mucho cariño. Me había comportado como toda una inmadura, al no cuidaba lo que tenía a mi lado.

—Nunca me he enamorado de nadie como lo he hecho contigo—dejó de abrazarme—Pero en este momento, no puedo estar contigo, es mejor que nos demos un tiempo —manifestó.

Sentí un nudo en la garganta, no podía creer que Abigail estuviese haciéndome esto, sé que la había cagado en todos los sentidos, pero no quería separarme de ella. Jamás había creído en eso de darse tiempo porque para mí, sólo significa una cosa, que mi pareja ya no estaba sintiendo lo mismo por mí.

—¿Por qué? —pronuncié.

—Quiero que esa persona que se dice llamar “mi novia” sepa que puede contar conmigo y me exprese las cosas, no quiero un noviazgo a medias, ni una persona que no sepa valorarme—sus mejillas estaban llenas de lágrimas—Sé que te amo y que eres todo para mí, pero quiero tiempo para mí sola, quiero pensar las cosas, yo —su voz, se quebró.

 —No me dejes, por favor —supliqué.

—Lo siento —dijo, antes de subirse a su motocicleta.

Alondra

Esa mañana, había tomado el asiento del copiloto, pues no tenía ganas de conducir y mientras iba de camino al tribunal, mis ojos estaban enfocados en la pantalla de mi celular. A medida que mis dedos deslizaban las imágenes, podía observar las fotografías que me había tomado con las niñas, otras donde aparecía sola o con Split, pero las que más llamaban mi atención, eran aquellas donde salía junto a Jane.

Desde que estaba con ella, me había vuelto muy aficionada a las fotos y eso era mucho que decir, pues nunca me considere una persona fotogénica. Sin embargo, con Jane me nacía retratar cada comento que pasábamos juntas, convirtiendo esas fotografías en imágenes instantáneas únicas e irrepetibles con una historia que contar.

—¿Cómo te sientes? —preguntó mi novia, al colocar su mano sobre mi muslo.

Jane se había convertido en un pilar fundamental en todo este proceso judicial, sin ella no hubiese tenido el valor para testificar en contra de Rafael y agradecía enormemente que hubiese sacado tiempo para acompañarme el día de hoy.

—Cariño —dijo por lo bajo.

—Estoy bien amor —entrelacé nuestras manos.

Las últimas semanas, había asistido a interminables sesiones de audiencia de los tres acusados, en donde la imputación fáctica y la calificación jurídica, fueron esenciales para narrar de manera precisa el qué, cómo, cuándo y donde ocurrieron los hechos, así como la veracidad de cada prueba que se presentó durante la audiencia preliminar.

No obstante, el abogado de Josefa logró cambiar su escenario jurídico, al presentar sus estipulaciones probatorias que dada su ambigüedad y falta de claridad, no se logró comprobar la totalidad de los hechos expresados en su acusación fiscal. De tal modo, que sólo pudo ser juzgada por cometer el delito de ultraje al pudor público y ser cómplice en la ejecución de injuria y calumnia, recibiendo una sentencia de dieciséis meses de prisión.

Quizás para algunos, ese tiempo era muy poco por haber atentado contra mi reputación y haberme culpado de un delito que no cometí, pero desde mi punto de vista, había recibido la sentencia que se merecía. Después de todo, Josefa sólo había sido una marioneta de Rafael.

—Luego de que salgamos del tribunal, ¿Te gustaría ir a ese mirador del que tanto te he hablado? —preguntó Jane, al estacionar el auto.

—Por supuesto cariño —sostuve su mano.

Nos bajamos del vehículo y aunque moría por entrelazar nuestras manos, tuve que conformarme con un mínimo roce que me hiciera sentir su cercanía. Sentirla a mi lado, me inspiraba estabilidad, certeza y seguridad, porque sin importar las circunstancias, sabía que Jane siempre estaría allí, apoyándome en todo.

Una vez que entremos en el tribunal, nos encontramos con Leila y su esposa, que nos estaban esperando con un vaso de café. Realmente agradecía que ambas hubiesen sacado un tiempo de su apretada agenda para estar aquí y acompañarme en este último proceso.

—¿Abigail no vino con ustedes? —preguntó Olivia.

—No, se quedó en casa cuidando a su abuela y a su hermanita —respondió Jane.

—Bueno, este no es un lugar apropiado para traerla —expresó Leila.

—Exacto —dijo Jane, antes de ingerir un poco de su café.

—¿Y cómo funciona todo esto? Me refiero a que si podemos ingresar de una vez a la sala o alguien nos tiene que llamar —expuso Olivia.

 —Ni lo uno, ni lo otro, sólo debemos esperar a que sea la hora para entrar —respondió Jane.

—¿Te importa si te la robamos unos segundos? Es que tenemos un asunto pendiente —manifestó Olivia con un gesto tierno.

—En lo absoluto —dije, mientras las vi alejarse.

Mientras tomaba mi café, comencé a recordar la audiencia preliminar de Amanda, donde el fiscal del Ministerio público, presentó ante el tribunal de control la exposición formal de los cargos para ver si la imputada aceptaba o no la culpabilidad de los mismos.

Para mi sorpresa y la de mi abogado, Amanda había aceptado un convenio de declaración de culpabilidad propuesto por el fiscal con anterioridad para no llevar su caso a un juicio oral, por lo que el juez determino mediante las pruebas recabadas durante la investigación. Que la ciudadana, era cómplice en grado de tentativa de todos los delitos, siendo sentenciada a cumplir ocho años de prisión.

—Cariño, es momento de entrar —expresó Jane, sacándome de mis pensamientos.

—Sin importar lo que pase, aquí estaremos para ti —dijo Leila, al colocar su mano sobre mi hombro.

—Gracias —le regale una sonrisa, antes de ingresar a la sala.

No pasaron ni tres minutos, cuando el juez hizo su aparición junto con el fiscal y dos magistrados para dar comienzo al juicio oral. Luego de que se hiciera el procedimiento ordinario donde Rafael se declaró inocente de todos los delitos, la fiscalía expuso la teoría del caso para orientar la causa judicial.

Se narraron los hechos de una manera ordenada y cronológica, donde el defensor público que representaba a Rafael, hizo énfasis en los aspectos negativos para dar una buena impresión al jurado. Se presentaron las pruebas físicas y se incorporó la correcta formulación de las objeciones, mientras los abogados realizaban el interrogatorio a los testigos.

Después se presentaron los alegatos finales y se dio un tiempo prudencial para que el jurado procesara toda la información. Cuando ingresamos a la sala, un representante del jurado se puso de pie y expuso el veredicto final ante el juez.

Luego de analizar los medios probatorios durante el debate oral en la presente causa, los miembros del jurado han aplicado el sistema de Valoración Probatoria de la Libre Convicción y siguiendo las reglas de la lógica y el recto entendimiento humano, llegaron de manera unánime que la Fiscalía del Ministerio Público declara al ciudadano Rafael Mendoza, culpable y autor intelectual en los siguientes delitos: Injuria, calumnia, ultraje al poder público, soborno y acoso laboral, que están contemplados en el código penal Venezolano. Así mismo, se ha decidido dar una condena de doce años de prisión.

 

 

Rafael se puso histérico al escuchar su sentencia, demostrando una vez más, la necesidad de ser el centro de atención. El juez tuvo que poner orden en el tribunal y los policías que estaban dentro del recinto, se llevaron al acusado.

—Te haré llegar un cheque por tus honorarios amigo mío, de momento, sólo me queda darte las gracias. Siempre me sacas de estos aprietos legales —expresó Gabriel, al dirigirse al abogado.

—Fue un placer —el abogado, estrechó su mano.

—¿Nos aceptaría un almuerzo? —pregunté.

Después de todo, había sido muy paciente las últimas semanas, ayudándome con todo el proceso de las tres sentencias y lo mínimo que podía hacer por él, era ofrecerle un almuerzo para agradecerle todo lo que había hecho.

—Me encantaría, pero tengo otros asuntos que atender —dijo amablemente.

—Será para la próxima —expuse con una sonrisa, mientras lo vi alejarse.

—Como todo está resuelto, debemos celebrarlo con unas cervezas —propuso Gabriel.

—Espero no te lo tomes a mal, pero hoy sólo quiero compartir con mi novia —expresé.

—Pero —insistió Gabriel.

—Cariño, deja que las chicas celebren por su cuenta, ya tendremos tiempo para tomar unas cervezas con Alondra —expuso Ágata.

—Señor Gabriel, su esposa tiene razón—dijo Leila—Nos ha encantado acompañarte Alondra, pero nosotras también debemos irnos —añadió.

—Chicas, gracias por haber venido —le di un beso de despedida a cada una.

—Luego te llamaremos para ir por esas cervezas amiga mía —manifestó Ágata, al llevarse a su esposo.

—¿Lista para ir al mirador? —preguntó mi novia.

—Sí —acaricié su mejilla sutilmente.

Mientras íbamos al estacionamiento, Jane me puso al tanto de la conversación que había tenido con las chicas. Le estuvieron preguntando cómo iba nuestra relación ahora que vivíamos juntas y como me estaba comportando con mi nueva hija.

También me comentó que su reciente interés, por saber cómo nos iba con las niñas, era porque estaban pensando en ser madres, un tema que desde mi punto de vista, era delicado. Apenas habían contraído matrimonio y ya deseaba tener hijos, ¿Qué pasó con eso de disfrutar primero su día a día?

Silvia

Desde aquella vez que el dolor apareció con más intensidad, el médico había decidido que era más apropiado asistir dos veces al mes para evaluar mi progreso con el plan de ejercicios que me había dejado el terapeuta.

El programa consistía en realizar una serie de ejercicios combinados para mejorar la flexibilidad y la potenciación muscular de mis rodillas, cadera y la articulación de mis manos. Así como también, algunas actividades que me ayudarían con mi postura corporal para realizar las labores de la vida cotidiana y evitar la aparición de la sintomatología.

Por ese motivo, me encontraba en la sala de espera, aguardando a que pronunciaran mí nombre, quien más que yo deseaba conocer el progreso de mi enfermedad y observar la mejoría que tuvieran mis articulaciones. Mientras esperaba, me quede observando el perfil de mi nieta Abigail, estaba sumergida en su teléfono, seguramente escribiéndole a su novia y por un instante, me hizo recordar a mi hija.

Era extraño pensar que alguna vez, me imagine que sería ella quien estuviera acampándome a esta clase de citas, tal como lo hacía antes de haber caí en ese vicio que le arruino a vida. Pero sería estúpido de mi parte, admitir que no la echaba de menos, cuando sucedía todo lo contrario. Sin embargo, debía ver el lado positivo de las cosas, mi hija me había dejado uno de los mayores regalos de la vida, la presencia de mi nieta Francy.

—Abuela, es tu turno —dijo Abigail, sacándome de mis pensamientos.

Me ayudo a levantarme y con un poco de esfuerzo, ingresamos al consultorio, donde aguardaba uno de los médicos más guapo de la clínica. Aunque no le había preguntado qué edad tenia, estaba segura que no pasaba de los treinta, pero aun así, era excelente en su área. Me encantaba su forma cordial y respetuosa de atender a sus pacientes.

—¿Cómo te has sentido últimamente? —preguntó.

—Mejor, aunque en las mañanas me levanto como si fuese un robot —respondí, lo más sincera que pude.

—Es normal, después de varias horas de inactividad —dijo, al flexionar mi rodilla.

Sin duda esos ejercicios me habían ayudado considerablemente, pues al flexionar la pierna o hacer otro tipo de movimientos, me producía menos dolor e incomodidad que antes.

—Doctor, ¿Mi abuela puede tener otro episodio de dolor como la última vez? —preguntó Abigail.

—Puede que sí, ese es un síntoma que no podemos controlar —respondió el médico.

Podía entender la preocupación que tenía la pobre Abigail, quién querría ver a un ser querido en esas condiciones. Creo que nadie, ni siquiera Jane que había estado conmigo hace tiempo, podía soporta verme con dolor.

—¿Qué probabilidad de vida tiene mi abuela? —soltó sin más.

—Hija—la regaño Jane—Ya hemos hablado de eso, tu abuela no va a morir —pronunció.

—Es normal que desee saber—expuso el médico, sin dejar de mirar a mi nieta—Verás jovencita, la enfermedad que tiene Silvia, no la va a matar, pero impide que pueda realizar con normalidad ciertos movimientos cotidianos como cerrar la mano o subir escaleras. Así que no te preocupes, ella vivirá muchos años —el médico intentó explicarle.

—No tienes de que preocuparte, estaré contigo hasta que él de arriba decida que esté —le regale una sonrisa.

Abigail me sonrió, sabía que sin importar cuán tedioso pudiera ser mi enfermedad, estaría con ella dándole mis mejores consejos. El médico continúo con su valoración y me pidió que hiciera algunos movimientos como mover el tobillo de manera lenta hacia atrás y hacia adelante, así como también que me sentara en el borde de la cama para realizar una flexo-extensión de la rodilla entre otras cosas.

Cuando salimos del consultorio, mi nieta se adelantó para ir al estacionamiento y sacar el vehículo, mientras que Jane me trasladaba en una silla de ruedas hasta la puerta de la clínica. No quería que por ninguna circunstancia, me esforzara más de la cuenta porque iríamos al parque a caminar cómo todas las tardes.

—Nunca pensé que te llevarías tan bien con Abigail —dijo Jane, al dejar la silla de ruedas asegurada.

—Ni yo, pero como te has dado cuenta, ahora somos inseparables—expresé—Hasta saco tiempo para acompañarme a mi cita médica —sonreí.

—Lo sé, es igual de atenta que su madre —manifestó Jane con una sonrisa.

—Ya que mencionas a Alondra, ¿Cómo van las cosas entre ustedes? Me refiero al ámbito sexual —dije sin más.

—Siempre eres tan directa con tus preguntas —expuso, con sus mejillas rojas.

—Es natural en mí, deberías saberlo —pronuncié.

—Nuestra intimidad es algo de otro mundo, nunca imaginé que podría ser muy activa y que Alondra fuese tan apasionada. Aunque debo admitir que nuestra pequeña hija, nos ha arruinado algunos momentos de pasión —me confesó.

—Esa es una de las vicisitudes de la vida, pero sé que Alondra no cambiaría por nada la vida que tiene contigo —expresé.

—Sé que no —me regalo una sonrisa.

Antes de que nuestra conversación pudiera continuar su curso, Abigail estacionó el auto frente a nosotras. Jane me ayudó a subir y menos de lo planeado, íbamos rumbo a ese parque que solíamos caminar. Cuando llegamos, pude observar que Alondra nos estaba esperando junto a Francy y esta, tenía en sus manos una bolsa de manzanas rojas.

—Abuelita, ¿Cómo te fue? —dijo Francy, al abrazarme.

—Bien pequeña  —besé su mejilla.

—Mi mami y yo, te compramos manzanas—me paso una—Espero te gusten —me sonrío.

—Gracias —acaricié su mejilla.

—¿Lista para caminar? —me preguntó Alondra, al extenderme su mano.

—Por supuesto —cogí su mano.

Jane se colocó a mi otro lado para tomar mi brazo y las tres comenzamos a caminar, mientras que las niñas iban al frente, tomadas de las manos. No había nada mejor que tener ese contacto con la naturaleza para mejorar mi salud mental, así como también, dejar ese estrés que muchas veces me agobiaba en mi vida cotidiana.

La caminata fue breve, pero muy satisfactoria ya que pude ver algunas áreas verdes y otras familias que estaban a los alrededores. Las chicas me dejaron en un banco y les dije que fueran a dar una vuelta, mientras yo observaba a las niñas desde mi ubicación.

No podía creer como había cambiado mi vida este último año, pase de tener una nieta a tener dos, de ser muy independiente a ser casi dependiente de las personas que convivían conmigo, pero en especial, tenía a dos mujeres de buen corazón que consideraba como mis hijas.

Mas de Bella15

Mi segundo amor

Mi segundo amor

Mi segundo amor 47

Mi segundo amor 46

Mi segundo amor 45

Mi segundo amor 43

Mi segundo amor 42

Mi segundo amor 41

Mi segundo amor 40

Mi segundo amor 39

Mi segundo amor 38

Mi segundo amor 37

Mi segundo amor 36

Mi segundo amor 35

Mi segundo amor 34

Mi segundo amor 32

Mi segundo amor 2

Mi segundo amor 33

Mi segundo amor 31

Mi segundo amor 30

Mi segundo amor 29

Mi segundo amor 27

Mi segundo amor 28

Mi segundo amor 26

Mi segundo amor 25

Mi segundo amor 24

Mi segundo amor 23

Mi segundo amor 22

Mi segundo amor 21

Mi segundo amor 20

Mi segundo amor 19

Mi segundo amor 18

Mi segundo amor 17

Mi segundo amor 16

Mi segundo amor 15

Mi segundo amor 14

Mi segundo amor 13

Mi segundo amor 12

Mi segundo amor 11

Mi segundo amor 10

Mi segundo amor 9

Mi segundo amor 8

Mi segundo amor 7

Mi segundo amor 6

Mi segundo amor 5

Mi segundo amor 4

Mi segundo amor 3

Mi segundo amor

Mi segundo amor 1

Epílogo—Danielle

Epílogo—Emma

Amor te otoño 29

Amor te otoño 28

Amor te otoño 27

Amor te otoño 26

Amor te otoño 25

Amor te otoño 24

Amor te otoño 23

Amor te otoño 22

Amor te otoño 21

Amor te otoño 20

Amor te otoño 19

Amor te otoño 18

Amor te otoño 17

Amor te otoño 16

Amor te otoño 15

Amor te otoño 14

Amor te otoño 13

Amor te otoño 12

Amor te otoño 11

Amor te otoño 10

Amor te otoño 9

Amor te otoño 8

Amor te otoño 7

Amor te otoño 6

Amor te otoño 5

Amor te otoño 4

Amor te otoño 3

Amor te otoño 2

Amor te otoño 1

Adicta a tus labios 13

Adicta a tus labios 12

Adicta a tus labios 11

Adicta a tus labios 10

Adicta a tus labios 9

Adicta a tus labios 7

Adicta a tus labios 8

Adicta a tus labios 5

Adicta a tus labios 6

Adicta a tus labios 3

Adicta a tus labios 4

Adicta a tus labios 2

Adicta a tus labios

Hechizo de un ángel 4

Hechizo de un ángel 3

Hechizo de un ángel 1

Hechizo de un ángel 5

Hechizo de un ángel 6

Hechizo de un ángel 7

Hechizo de un ángel 8

Hechizo de un ángel 9

Hechizo de un ángel 10

Hechizo de un ángel 11

Hechizo de un ángel 2

Otra Oportunidad de Amar 9

Otra Oportunidad de Amar 10

Besos robados

Jugada del Destino

Otra Oportunidad de Amar 4

Otra Oportunidad de Amar 3

Otra oportunidad de Amar 2

Otra oportunidad de Amar

Eres ese Algo que Buscaba 24

Asi me enamore de ti te amo bebe

Eres ese Algo que Buscaba 3

Eres ese Algo que Buscaba 2

Amor o Estupidez 11

Amor o Estupidez 7

Amor o Estupidez 6

Me enamore de TI sin pensarlo 6

Tienes un E-mail 5

Tienes un E-mail 3

Tu mi complemento perfecto 22

Tu mi complemento perfecto 21

Tu mi complemento perfecto 12

Tu mi complemento perfecto 11

Tu mi complemento perfecto 8 y 9

Tu mi complemento perfecto 6

Tu mi complemento perfecto 4

Tu mi complemento perfecto 2

Una pequeña carta para el amor de mi vida

Un recuerdo ”Tu último deseo”

La Amistad como un tesoro

Nadie como tú

Un hasta pronto por un adiós

Lo mucho que te extraño

Jamás pedí Amarte

Aquel día que te conocí