Capítulo 13
Danielle
La indiferencia de Emma me estaba matando, fui una cobarde al no expresarle lo que sentía realmente, solo me deje llevar por su reacción y no pude explicarle como era debido. Cuando en realidad haría todo lo que estuviese en mis manos para no dejarla. Estuve varios días insistiendo para que me hablara, pero ella se negaba, por lo que una tristeza se instaló en mi corazón.
Esa mañana mientras estaba en la oficina, había tomado una decisión al respecto, quizás no era la más acertada, pero debía intentarlo. Luego de que salí de la empresa, decidí pasearme por mi antiguo hogar, necesitaba hablar con mi madre para pedirle que le hiciera el trámite más fácil a mi padre, así él no se vería en la obligación de regresar a su país natal.
Cuando estuve a punto de tocar el timbre, mi padre hizo sonar su bocina para llamar mi atención. Me giré sobre mí mismo eje, para coincidir con su mirada—¿Cómo se te ocurre venir aquí? No quiero que tú madre te vuelva hacer daño —se encontraba muy preocupado.
—Necesito hablar con ella—dije—Vine a pedirle que no te quite todos los bienes, no quiero irme de este país —mencioné con un nudo en la garganta.
—Hablemos en otro lugar —me invitaste a subir a tu auto.
En el camino, ninguno de los dos pronunció algo, tú ibas concentrado en la carretera, mientras que yo miraba por la ventanilla. Mi mente divagaba en la última vez que sentí los labios de Emma contra los míos, extrañaba su sabor, el aroma de su piel, pero sobre todo. Extrañaba esas noches donde solíamos platicar por horas antes de irnos a dormir, realmente me estaba doliendo su rechazo y me encontraba muy afligida. Ahora más que nunca que comprendía lo mucho que me había encariñado con ella estos meses.
—Hemos llegado—expuso mi padre, al estacionar su auto en aquel centro comercial que solíamos frecuentar en familia, pedimos lo mismo de siempre hasta que decidiste romper el silencio que nos había acompañado en todo el camino—¿Cómo has estado? —me preguntaste.
—He tenido días mejores —apenas pronuncié, me encontraba muy desanimada.
—En una semana más o menos, firmó los papeles del divorcio—expusiste con mucha tranquilidad—Tu madre y yo, llegamos a un acuerdo. Ya no es necesario que nos vayamos a Brasil —me regalaste una sonrisa.
—No hagas bromas de ese tipo, no quiero ilusionarme —me encogí de hombros, mientras jugaba con mi malteada.
—Sé que la estás pasando mal con esa noticia, y debo decir que me sorprendió verte en la casa—me miró expectante—¿Estabas dispuesta a que tú madre te golpeara para no irte? —mencionaste.
—Sí —dije, sin mucho ánimo.
—Me alegra haber llegado a tiempo, sabes que tu madre pudo agredirte sin contemplación —me regaño.
—¿Puedo saber a qué acuerdo llegaron? —le pregunté, me encontraba algo dudosa sobre ese tema y más si involucraba a mi madre.
—Veras—dejó su bebida a un lado—Vamos a vender nuestra casa y el hotel que adquirimos hace un par de años. El dinero recogido, se dividirá en parte iguales —me explicó.
—Entonces, ¿Qué pasará con Steven? —no tarde en preguntar. No quería que mi hermano se quedará en manos de mi madre.
—Hija—dijo por lo bajo—Mi abogado tramitará la custodia compartida —sostuvo mi mano.
—¿No puedes pedir la custodia total? —expuse. No veía a mi hermanito visitando a nuestra madre, no después de lo que ha pasado entre ellos.
—Me temo que no—su mirada se tornó triste—Aunque tuve la oportunidad de demostrar el maltrato intrafamiliar a lo que ustedes fueron expuestos, me vi forzado en aceptar su absurda propuesta —mencionó.
—¡Oh, dios mío! Pobre de mí hermano —exclamé.
—Debiste ver tu rostro, era todo un poema —expresó mi padre con una gran sonrisa.
—¿Entonces? —mi rostro pareció tener un signo de interrogación. Estaba que lo mataba, cómo podía jugar con algo tan delicado, y más si se trataba de Steven.
—Tu madre se retracto a última hora—se encogió de hombros—Podía decir que ha sido su mejor decisión hasta los momentos —me regalo una sonrisa.
—¿Seguro no tiene otras intenciones? —lo mire desconfiado. Realmente no creía en la palabra de mi madre, no después de cómo me ha tratado.
—De acuerdo, me has atrapado—bufó—Luego de la reunión que tuvimos con nuestros abogados, nos reunimos con Steven, obviamente el se opuso a esa decisión absurda y la amenazó de exponer todos los maltratos que tuvo contra él —respondió.
—¡Vaya! Nos salió demasiado listillo—exclamé—Imagino que nuestra madre acepto para evitar ser la comidilla de sus amistades —dije, con la mirada perdida.
—Hay cosas que nunca cambian—se encogió de hombros—Ahora que ya no iremos a ningún lado, ¿Quieres seguir viviendo con Cristina? —entrelazaste tus manos, como esperando una respuesta.
Me quedé un minuto en silencio, realmente no me quería ir, pero las cosas no estaban bien entre Emma y yo. Me hacía falta compartir con ella, llevarla a pasear y jugar con su cabello—Creo que es momento de mudarme —respondí por inercia.
—¿Ha pasado algo entre ustedes?—sostuvo mi mano—Me parece extraño que ya no tengas ese deseo imperioso de convivir con Emma —inclinó su cabeza para obtener una respuesta.
—Le conté sobre la posibilidad de irnos del país y no me habla desde entonces—mis ojos se cristalizaron. A estas alturas, no podía descifrar lo que sentía por Emma, ni siquiera me sirvió leer aquella revista donde hablaba sobre el amor, que era un sentimiento complejo que crece con los días y puede nacer en diferentes etapas de la vida. Mi padre siempre había sido muy intuitivo conmigo, así que descubrió que algo me tenía muy intranquila—¿Te has enamorado de esa jovencita? —me preguntó.
Mi corazón se aceleró, no podía creer que estaba tan desesperada por organizar mis sentimientos, que mis manos comenzaron a sudar. Me encogí de hombros, no supe que responder y él se dio cuenta. Estuve unos segundos en silencio, como intentando darme valor para hacerle una pregunta indiscreta—Papá, ¿Cómo te diste cuenta que estabas enamorado de mamá? —fui incapaz de mirarlo, pero estoy segura que se sonrojó.
—Simplemente lo supe —me respondió con mucha naturalidad. Allí estaba de nuevo esa respuesta que no me ayudaba en lo más mínimo.
Suspiré intentando calmar mi frustración, pero una parte de mí, reaccionó al unir las piezas en mi cabeza. Pensé en Emma, en los momentos que estuvimos juntas, en sus besos, su aroma y sentí un revoloteo en mi estómago. De ella, me agradaba todo e incluso esa confianza que me trasmitía cada vez que me dedicaba una mirada tierna.
Sin embargo, mi padre me tomó del hombro—¡No puedo creer que mi hija esté enamorada!—soltó de repente. Aunque sus palabras me hicieron entrar en razón. Era cierto, me había enamorado, cada vez que veía a Emma sentía como mis emociones se disparaban alocadamente, mostrándome la necesidad de tenerla a mi lado.
—Papá yo…—quise expresar algo, pero no encontré la forma.
—No tienes que decir nada—me acarició la mejilla—Cambiando de tema, mañana me voy a mudar con tu hermanito y estoy finiquitando los trámites para tu piso —me abrazó con fuerza. El comprendía que mi reciente hallazgo me dejo sin palabras. No podía creer que realmente me había enamorado de alguien.