Capítulo 12
Kevin
Había pasado una semana desde la conversación que tuve con mi hija, me sentía culpable al decirle que tal vez nos tendríamos ir a Brasil, se lo mucho que se había encariñado con aquella jovencita, y me hizo recordar los primeros años de noviazgo con Emily, mi actual esposa. Cuando empecé todo el tema del divorcio, por una fracción de segundos pensé en comentarle a mi abogado que realizara los trámites para una mediación, pero llegue a la conclusión que tanto ella como yo, habíamos tratado todas las instancias para llegar a una posible reconciliación. Una que nunca se dio.
Emily como toda mujer de buena posición social, estaba dispuesta hacer cualquier cosa para que nuestra separación se llevara lo más rápido posible y con cierta discreción. Lo menos que deseaba era que sus amistades, se dieran cuenta que su matrimonio de veintidós años se había disuelto, pero lo que más le avergonzaba, era la revelación de nuestra hija Danielle.
Fue algo tonto de mi parte, pensar que algún día iba a cambiar su manera de ser. Pese a que le di muchas oportunidades para que volviera hacer esa mujer maravillosa de la cual me enamore, ella no dio su brazo a torcer. Simplemente no quiso poner de su parte y ahora nos encontrábamos en una situación un tanto incómoda para los dos, pero más para ella que para mí. En vista de que Emily nació en cuna de oro como suelen decir algunas personas, mientras que yo trabajé mucho en mi adolescencia para obtener todo lo que tengo ahora.
Después de viejo fue que comencé a estudiar una carrera administrativa para llegar a trabajar en mi puesto actual, a pesar que mis padres no eran tan adinerados como lo era mi esposa, eran de buena familia con pequeños negocios que fueron creciendo con el pasar de los años. Siempre me enfocaron en los negocios hasta que después de adquirir ciertas destrezas, me vi en la obligación de estudiar para obtener mayores ingresos.
Sin embargo, antes de casarme había adquirido un pequeño departamento en Brasil y un automóvil último modelo. No obstante, cuando recién me había mudado a Marsella había comprado un restaurante con lo que pude subsistir mis días universitarios, mientras que hace un par de años adquirí un hotel turístico situado a mitad del centro junto con mi esposa, quien era la administradora del lugar.
—Hoy nos hemos reunido para aclarar ciertos puntos, antes de comenzar los trámites legales para la disolución de su matrimonio—comenzó hablar el abogado de mi esposa—En vista de que mi clienta, desea mantener la discreción pertinente para este caso. Ha decidido aceptar la propuesta del señor Kevin —expuso muy serio.
—Ha tomado una decisión muy asertiva—expone mi abogado—De acuerdo al artículo 229 del código civil francés, llevaremos a cabo un divorcio de mutuo acuerdo con todas sus consecuencias como el ejercicio de la custodia sobre sus hijos y la repartición de sus bienes por partes iguales —explicó, mientras yo observaba la reacción de Emily.
—Sobre ese punto, deseo realizar una aclaratoria—dijo aquel caballero, al mismo tiempo que mi esposa le susurro algo—Con respecto a la repartición de bienes, mi clienta me acaba de informar que el señor Kevin firmó unas capitulaciones prematrimoniales —mencionó.
—En efecto, ambos acordaron que los bienes que adquirieron antes de contraer matrimonio no serán incluidos dentro de la sociedad conyugal —aludió mi abogado. Con todo el asunto de mi hija, las constantes peleas con mi esposa y mi carga laboral, me había olvidado de ese acuerdo que había firmado hace años. Después de todo, no tendría que regresar a Brasil.
—Entonces, lo único de lo que debemos preocuparnos es sobre el hotel turístico que ambos adquirieron y el domicilio donde residen —manifestó el abogado de mi esposa.
—Debemos realizar la repartición de una manera equitativa —dijo mi abogado, al buscar dentro de su portafolio las escrituras del hotel turístico, ya que la casa estaba al nombre de Emile y por consiguiente ella tenía ese documento en su poder.
—En cuanto a la custodia de su hijo Steven que aún es menor de edad, mi clienta desea obtener la custodia total —expresó, sin más.
—Antes de llegar a ese punto, creo que deberíamos hablar con nuestro hijo para conocer su opinión —me vi forzado a intervenir en la conversación. Era un punto del que ya había hablado con Steven y no estaba seguro de que él aceptaría tal petición. Había fallado con la situación de Danielle, pero ahora no estaba dispuesto a que mi otro hijo sufriera las consecuencias de mi cobardía.
—Estoy de acuerdo—dijo mi esposa—Podemos continuar con otros asuntos —añadió. Era la primera vez que la sentía tranquila, sin ganas de entrar en discusión y eso me sorprendió.
Estuvimos agilizando todos los trámites pertinentes durante una hora, mientras que mi cabeza no podía concentrarse como era debido, de alguna manera debía buscar a mi hija para contarle que las cosas habían mejorado y que no tendríamos que ir a Brasil. Sin duda serian buenas noticias para ella, se lo mucho que estima a Emma y me daba cierto dolor tener que separarlas.
—Ahora que todo parece estar en orden, llevare la solicitud al juzgado para agilizar el trámite lo más pronto posible—manifestó el mediador de mi esposa. Seguramente Emily usaría todo el dinero que fuese necesario para culminar con ese proceso y alejarse de nosotros. Después de todo, se había dañado esa familia perfecta que ella solía exhibir con sus amistades—En la próxima cita, firmaremos los papeles del divorcio —añadió aquel hombre.
—¿Cuánto puede demorar la solicitud? —no tarde en preguntar. Realmente deseaba acabar con todo eso de una buena vez.
—Si las cosas marchan bien, posiblemente podríamos firmar los papeles en una semana—mencionó en un tono neutro—Sin embargo, dentro de dos días necesitare reunirme con su abogado para ver a qué acuerdo llego con su esposa sobre la custodia de su hijo menor —señaló, antes de marcharse junto a Emily.
—Encontraré la forma para no darle la custodia total a tu esposa —comentó mi abogado.
—Te lo agradecería —expresé. Aunque tenga que compartir la custodia de Steven, jamás lo dejaría en manos de Emily, no podría hacerle ese mal a mi hijo. Pensé para mí mismo, mientras salíamos de esa oficina.