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Mi segundo amor 30

en Lésbicos

Hola mis queridos lectores, espero que este capítulo lo disfruten tanto o más que el anterior, una vez le doy las gracias por leerme y seguir cada capítulo que publico. Me encantaría realizarle una sugerencia, y es que deseo que escuchen la melodía en el momento perfecto. Es decir, cuando se encuentren en la parte de la boda y las chicas la estén interpretando.

También voy aprovechar de darle las gracias a las tres personas que me dejaron sus valiosos comentarios, esas que me sacan una sonrisa cada que leo sus notas, como lo son: Hombrefx, Sasia y Animapersa. Verdaderamente gracias por leerme, pero más por tomarse la molestia de escribir.

Pd: Debo darle las gracias a Mariangel Velasquez, quien me compartió el grandioso duo de  violonchelo formado por los violonchelistas Luka Šulić y Stjepan Hauser, han sido de gran inspiración para mi historia.

 

Capítulo 30- Nuestro momento

 

 

Olivia

Durante la cena, mi prometida permaneció en silencio, un silencio incómodo, donde no hubo una caricia sutil o una mirada cómplice que me indicara que estuviese bien. Podía entender que estaba aburrida o se sintiera cohibida, al no poder opinar como quería ante las personas que estaban allí, pero no tenía derecho a tratarme de una manera indiferente y distante, tal como si yo tuviese la culpa de que mi padre se le ocurriera invitar a sus colegas a una cena familiar.

Leila nunca se había comportado conmigo de esa forma y eso me dolía, pero algo me decía que su comportamiento tenía que ver con aquel encuentro que tuvimos con mi ex pareja. Sé que era tonto y hasta incongruente pensar en tal cosa, más no tenía nada que certificara lo contrario, me dolía admitir que tal vez, se estaba arrepintiendo de casarse conmigo.

Quizás mi prometida, estaba atravesando el síndrome prematrimonial, aquel que suele tener cada pareja antes de llegar al altar y le aterraba la idea de casarse, de llevar otro apellido, de convertirse en la esposa de alguien más, miedo a caer en la rutina o de ser juzgada.

Aunque su comportamiento no reflejaba necesariamente que el amor se haya acabado entre nosotras, me daba a entender que se sentía presionada con todo esto y me atemorizaba la idea de ella quisiera aplazar el matrimonio.

Su actitud me estaba generando miedos e inseguridades que no podía controlar, sólo faltaban unas horas para que nuestra boda se llevara a cabo y no sabía qué hacer. Todo estaba listo, el salón, los anillos, el notario, la comida, el vestido y los invitados. Quizás, ¿Leila se estaba echando para atrás? Cuando debería estar feliz, ya que uniríamos nuestras vidas para siempre. Todos esos pensamientos aturdían mi cabeza y me estaba volviendo loca.

—Es hora de irnos, tu padre nos llevará a casa —su voz, me hizo volver a la realidad.

—Sí, si claro —tartamudee.

Cuando nuestras miradas se cruzaron, pude ver que estaba algo triste y su lado indiferente seguía allí. Era como si no sintiera nada, como si no le importara hacerme a un lado, como si el desapego que tenía, fuera más fuerte que nuestro amor.

Esa noche, Leila me estaba mostrando una frialdad que me desconcertaba por completo, ¿Dónde había quedado la chica jovial e intuitiva que me enamoro?. Dejé a un lado mi incertidumbre para ir a despedirme de mi madre y cuadrar la hora en que estaríamos en el aeropuerto, pero cuando terminé de hablar con ella, sentí la mano de mi novia rodear mi cintura y susurrarme al oído, que teníamos que hablar.  

Sus palabras me pusieron en alerta y fue inevitable que no sintiera una punzada en mi corazón. Las conjeturas que estuvieron rondando mi cabeza durante toda la noche, se estaban volviendo realidad. Tal vez, Leila ya no quería casar conmigo.

Durante el camino, tampoco me dijo alguna palabra o tomó mi mano como solía hacerlo, sólo se dedicó hablar con mi padre de cosas triviales, pero cuando ingresamos a nuestro hogar, me pidió que tomara asiento en el sofá. Sin que ella pronunciara algo, mi corazón se estrujo ante su mirada, una mirada que lo decía todo.

—¿Aún te quieres casar conmigo? —pregunté dudosa.

Sé que Leila me amaba, que me adoraba y estaría dispuesta a todo por mí, pero sumergirla a un ambiente al que no estaba acostumbrada podría ser un terrible error. Aunque no solía involucrarme en los negocios familiares, estaba muy al tanto de todos los movimientos y los proyectos que hacia la empresa donde trabajaba mi padre. Después de todo, estaba en mis manos seguir su legado o al menos, hacer el intento para que sus esfuerzos como inversionista no se vieran afectados.

—Oye—tomó mi rostro entre sus manos—Cariño, ni siquiera he pensado tal cosa —me respondió con una mirada tierna.

—¿Entonces? —quería entender su actitud.

—Quería pedirte disculpas por mi actitud de esta noche—pronunció, sin poder mirarme—Estuve distraída recordando aquel incidente que tuvimos en el bar  —añadió.

Sus palabras, me confirmaron lo que había pensado durante la cena. Leila aún se sentía aturdida por el encuentro que tuvimos con mi ex pareja y eso me dolía.

—Pensé que lo había olvidado, pero el escuchar una conversación entre los colegas de tu padre, me hizo recordar que yo no pertenezco a tu entorno económico—dijo—En cambio, tu ex si pertenecía a una familia adinerada y todo lo que eso conlleva —sus ojos se cristalizaron.

—Cariño, yo —no me dejó continuar la frase.

—Debí hablar contigo durante la cena y expresarte que esas personas piensan que me casare contigo por dinero—me confesó con una mirada triste—Lamento no habértelo dicho y comportarme como una idiota —explicó.

—¿Por eso estuviste callada todo el tiempo? —acaricié su mejilla.

—Sí, sólo quería que todo terminara para venir a nuestro hogar —dijo.

—Me hubiese encantado que sorprendieras a esos tontos con tus conocimientos sobre las estrategias que realiza el banco central, a la hora de bajar la tasa y subir el techo de la inflación —mencioné, con mi ceño fruncido. 

Mis palabras la hicieron sonreír y eso fue un alivio para mí, había estado tan tensa durante la cena, que me hizo falta ver su sonrisa contagiosa y su mirada tierna. Aunque a Leila no le gustara presumir sobre sus conocimientos, adoraba cuando era toda una intelectual ante los demás. De esa forma, podía demostrar que no se necesita ser alguien con dinero para desenvolverse en un ambiente empresarial.

—No quiero que te dejes abrumar por esas cosas, no necesito que nadie entiendan nuestra relación—besé sus manos—Siempre habrán personas con ese pensamiento, pero mientras yo sepa que me amas por quien soy y no por mi dinero, el resto se puede ir a la mierda —intenté explicarle.

—Lo sé, yo —se le congeló la voz.

—Cariño, sabes que puedes brindarme cosas que el dinero no puede comprar. Entiéndelo, yo te amo por cómo eres tú, no por lo que otros piensen de ti —acorte la distancia para darle un beso.

Un beso que expresara todo lo que ella me hacía sentir, porque en el fondo, era consiente que jamás había encontrado a alguien que me amara de esa forma que lo hacía Leila, tan entregada y cariñosa.

—Te amo—me dijo, con una sonrisa en sus labios—Jamás me vuelvas a decir que no deseo casarme contigo —me regaño.

—Lo siento —me disculpe, al mismo tiempo que acaricie su mejilla.

—No veo el momento de verte caminar hacia el altar —expresó Leila con una sonrisa.

Era algo de lo que ya habíamos hablado y Leila quería esperarme en el altar. Era un gesto tierno y alocado al mismo tiempo, ya que haríamos el mismo ritual de los heterosexuales, de ser el novio quien espera en el altar, mientras que la novia camina en compañía de su padre para entregar su mano.

—Hablando de nuestra boda—me tumbe entre sus piernas—¿Qué favor le pediste a Alondra? —no dude en preguntar.

Había quedado extasiada con aquella interpretación de Game of Thrones, que moría por conocer que otra canción tocaría para nosotras. Aunque mi prometida no me diría ni una palabra, no perdía nada con intentarlo y hacer el esfuerzo por convencerla de lo contrario.

—No pienso arruinar la sorpresa —dijo tajante.

—¿Y si te hago el mejor sexo oral? —sugerí.

—Eso sería trampa —acarició mi cabello.

—Bueno—jugué con sus dedos, mientras mi mente buscaba otra idea para persuadirla—Podríamos usar ese arnés que compre para la noche de bodas. De esa forma, estaríamos a mano, ¿No crees? —la miré divertida.

—Deberías usar tus poderes de persuasión en el trabajo de tu padre, estoy segura que le sería de gran utilidad —comentó seria, aunque su mirada la delataba.

—Tal vez—me incorpore para llegar a la altura de sus labios—¿Deberías aceptar mi oferta? —expuse, mientras mi mano hacia presión sobre su centro.

Sus labios se encontraron con los míos y pude sentir como su cuerpo tembló, al sentir mi otra mano sobre su pecho. Incluso en esta posición, era embriagador sentir sus gemidos y sentir como su cadera se movía suavemente para obtener mayor contacto. 

—¿Qué decisión tomarás? —mordí su labio inferior.

—Mmm —jadeo, al sentir como mis labios se paseaban por su cuello.

—¿Y bien? —pregunté, sin dejar mi labor.

—No aceptaré ninguna de tus ofertas, por más tentadora que sean—me confesó con sus pupilas dilatadas—Pero si quiero hacerte mía —susurró.

Ahora mi cuerpo fue el que tembló ante su confesión, sentí la mirada penetrante de Leila sobre mi escote y sin poder evitarlo, me sonroje. Adoraba cuando me miraba de esa forma, con un deseo incontrolable que apenas era apaciguado por la poca cordura que aún mantenía.

—Vamos a la habitación, quiero hacer todas las posiciones que se me ocurra —dijo, con la voz ronca.

Trague grueso, pero aun así, me levante del sofá y la guíe a nuestra habitación. Ni siquiera espero que girara mi cuerpo para darle un beso, sólo me jalo del brazo para ir a su encuentro. Estaba demasiado deseosa por hacerme suya y no era para menos, el que pronto seriamos esposas, le daba cierto toque de morbo a la situación.

Me desvistió con carias suaves, mientras repartió besos húmedos por cada centímetro de mi piel y me hizo el amor de una manera sublime, deleitándose con mi humedad, mientras la habitación era testigo de ese encuentro entre las dos.

Leila

Era la primera vez que visitaba Santa Marta, una de las ciudades más antiguas de Colombia y fue inevitable que no me enamorara de su paisaje, sus playas y la amabilidad de su gente, siempre dispuesta a ayudar a los turistas.

Aunque nuestra prioridad era el matrimonio, nos aventurarnos el primer día que llegamos para conocer algunos sitios específicos que había escogido Abigail. Debíamos aprovechar al máximo, el poco tiempo que teníamos para conocer, ver y experimentar cada lugar nuevo.

Después de todo, no era frecuente viajar a tierras extranjeras para conocer sitios hermosos. Y uno de esos sitios, era el Pueblito de Tayrona, un lugar que contenía varias ruinas arqueológicas de las tribus indígenas. También pudimos visitar la Catedral de Santa Marta, conocida como la madre de todas las iglesias de Sudamérica.

Pero al caer la noche, los padres de Olivia me hicieron respetar un antiguo ritual de la familia, por lo que me toco dormir en la habitación que compartía mi madre con Silvia. Estuve toda la noche inquieta, contando las horas para ver a mi novia vestida de blanco e intentando tranquilizar mis nervios.

Pese a que el hotel Irotama Resort, estaba rodeado de naturaleza, una cancha de tenis, un campo para practicar golf y otros lugares hermosos, no me había tomado la molestia de investigar, pues sólo quería estar abrazada a mi prometida. 

 —¡Puedes quedarte quieta en un sólo sitio! —escuché a mi madre.

La pobre se comenzaba a impacientar por mi reciente estado de ansiedad y no era para menos, no había permitido que me maquillara como era debido. En su lugar, estuve caminando por la habitación de un lado a otro, tal como un loro enjaulado.

—No puedo —repliqué.

—Sé que estás impaciente por ver a tu futura esposa, pero debemos respetar la decisión que tomaron tus suegros —me obligó a tomar asiento.

—¿Quién inventó el mito de que no puedes ver a tu novia antes de la boda? —bufé.

Desde mi punto de vista, todo era una absurda superstición que nadie se atrevía a desafiar por temor a traer mala suerte a su matrimonio.

—Hija —me regaño.

—Pero es cierto, el que tú matrimonio funcione o no, depende más de la convivencia que de una simple superstición —continúe con mi punto de vista.

—Es una tradición que se remonta a la época en donde los matrimonios eran arreglados con fines económicos o sociales—dijo, mientras me aplicaba una ligera capa de base—En la antigüedad, se le prohibía al novio conocer a su prometida antes de la boda para evitar que el chico rechazara a su futura esposa —me explicó.

—¿Mis abuelos te hicieron cumplir esa tradición? —pregunté, antes de que me aplicará delineador.

—Sí, aunque coincido en tus palabras—me sonrió—Para que un matrimonio funcione, ambas partes deben trabajar en conjunto y no dejar que las peleas o los desacuerdos, tomen la delantera —mencionó.

—Gracias por tus palabras mamá —le regale una sonrisa antes de ver mi reflejo en el espejo.

Mi madre había hecho un excelente trabajo con el maquillaje, era suave, estilizado, con el color ideal para resaltar mi rostro. Simplemente había quedado como una de esas modelos de revista.

—Hija, estoy orgullosa de ti —me dio un abrazo fuerte.

—Te quiero mamá —dije, sin dejar de abrazarla.

—Es hora de irnos, debes esperar a Olivia en el altar —pronunció, con una sonrisa.

Mientras íbamos en el carro, no podía dejar de pensar en Olivia y lo hermosa que se vería en su vestido. Había soñado tanto con este día, que no podía creer que al fin nos prometeríamos estar juntas en las buenas y en las malas.

—Estamos por llegar —mi madre sostuvo mi mano.

Por un instante, desee tener a mi padre en el día más importante de mi vida, pero el decidió alejarse. Jamás aceptaría tener a una hija que estaba enamorada de una mujer.

—¿Estás lista? —preguntó mi madre.

—Sí —respondí.

Cuando baje del auto, me perdí en el paisaje que brindaba la playa, con su agua cristalina y su arena blanca, un paraíso que me transportaba a un lugar mágico. Mis suegros, habían escogido el lugar perfecto para la boda, alejado de las miradas curiosas con un entorno majestuoso y único.

El altar, estaba decorado con un arco floral que contenía unas orquídeas blancas y algunos toques vintage, que daban un aspecto glamuroso y sofisticado. Mientras que el pasillo, contenía algunos pétalos de rosas blancas que indicaban el camino, dando un aspecto muy romántico.

—Te ves preciosa —expresó Jane, mientras me colocaba a su lado.

—¡Estoy nerviosa! —confesé, sin apartar la mirada de los invitados.

—Todo saldrá bien —dijo para intentar calmarme.

Justo cuando iba a responder al comentario de mi amiga, inicio la melodía que daba comienzo a la marcha nupcial. Me quedé sorprendida por la mujer que tenía frente a mí, se veía tan hermosa y radiante con ese vestido al estilo princesa con una mezcla entre encaje y tul, que desbordaba feminidad y elegancia.

Verla caminar hacia mí, me hizo transportar a ese día que la conocí y no pude evitar que unas lágrimas salieran sin permiso. Estaba tan emocionada, que mi corazón comenzó a latir cada vez más fuerte y mis manos comenzaron a temblar.

Intenté mantener la mirada fija en Olivia, para controlar mis emociones, pero por su manera de mirarme, supe lo ansiosa que estaba por llegar a mi lado y dejar de sentir todas las miradas sobre ella. Realmente se veía tan hermosa que me parecía mentira que había llegado el día que se convertiría en mi esposa, pero lo que más me llamo la atención, fue ese ramo de Bouvardia que tenía entre sus manos, pues se parecía al que yo tenía.

Mi corazón latía cada vez más de prisa, con cada paso que daba Olivia para acercarse al altar, pero cuando la tuve frente a mí, sentí como mi respiración se detuvo y contuve el aliento.

—Te entrego a mi hija—extendió la mano de Olivia—Cuídala mucho —pronunció mi suegro.

—La cuidaré con mi vida —expuse, al tomar la mano de Olivia.

Le dediqué una mirada cómplice y besé su mano, como dándole a entender que me sentía la mujer más feliz de la tierra por tenerla allí, frente a mí para hacerla mi esposa.

—No sabes cuánto te he extrañado—mencionó Olivia—Por cierto, te ves preciosa —dijo por lo bajo.

—Tú no te quedas atrás —dije, conteniendo las ganas de besarla.

Los siguientes minutos, escuché el murmullo del notario mientras daba comienzo a la ceremonia, pero mi atención estaba sobre mi futura esposa. Desde que su padre me dio su mano en el altar, no había dejado de mirarla y detallar su perfil. No podía creer que realmente estaba a punto de casarme con ella y vivir el resto de mis días a su lado, aunque la voz del notario, me saco de mi ensoñación, al llamarme por mi nombre.

—Leila, ¿Acepta por esposa a Olivia Gómez Vargas? —preguntó.

—Sí, acepto —respondí, al darle un apretón de manos a mi novia.

—Olivia, ¿Acepta por esposa a Leila Torres Álvarez? —repitió.

Cuando escuché la respuesta de Olivia, podría jurar que sentí como mi corazón se detuvo, había dicho que sí, mientras no dejaba de mirarme. El notario pronunció otras palabras a la que no le preste atención, pero cuando mi novia tomó mi mano para colocarme la argolla, sentí un pequeño escalofrío que recorrió mi espalda.

—Pueden expresar sus votos —indicó el notario.

Podía sentir como la mano de Olivia temblaba, mientras sostenía la mía con delicadeza, pero con la fuerza necesaria para completar el voto de confianza ante el gesto que iba a realizar.

—Mi alma siempre te anhelo, mi cuerpo siempre te busco y al fin que estamos juntas, quiero pedirte que te quedes a mi lado, que seas mi amiga, mi amante y confidente—me colocó el anillo, en el dedo anular—Cuando estés enferma, te abrazare, besare y te llenare de mucho amor —besó mi mano.

Mis ojos se cristalizaron, al escuchar esas hermosas palabras que sellaban nuestra alianza. Era como estar soñando despierta y estuve a punto de robarle un beso como muestra de agradecimiento, pero en su lugar, me aclare la garganta para expresar mis votos.

—Muchas veces te he demostrado lo importante que eres para mí, pero hoy, quiero ofrecerme como tu compañera de aventuras y hacerte feliz, el resto de nuestras vidas—coloque su anillo—Además, prometo estar junto a ti, en las buenas y en las malas. Porque te amo hoy, mañana y siempre —expresé.

Mientras expresamos nuestros votos, no dejamos de mirarnos y no espere a que el señor me diera permiso para besar a mi novia, simplemente me acerque y atrapé sus labios con los míos en un beso suave, lleno de amor.

—Las declaró, legalmente casadas —escuché.

El sonido que generaron los aplausos de los invitados, me hizo recordar que no estábamos solas en la playa y muy a mi pesar, tuve que alejarme de los labios de mi esposa. Entrelacé nuestras manos y la guíe por ese camino de pétalos, donde los invitados, nos arrojaron algunos granos de arroz como símbolo de celebración.

Al llegar a la recepción, pude apreciar algunas velas flotantes que daban un aspecto luminoso pero no extravagante, característico de una celebración en la noche. Los centros de mesa, contenían  floreros de cristal con velas flotantes y elementos naturales como arena, caracolas, perlas y estrellas de mar para reflejar una boda deslumbrante.

Nos ubicamos en nuestra mesa para compartir con nuestros allegados, pero esa era la señal que las chicas necesitaban para ir a preparar mi regalo de bodas, mientras que Jane, se dio a la tarea de realizar  un brindis por nuestra unión.

Estaba tan feliz, que sólo quería escaparme con mi esposa y llevarla a un lugar secreto, tal como solíamos hacer en todas las reuniones. Pero no podía, quería disfrutar de nuestra boda y recordar este día espacial para el resto de mi vida.

—¡Buenas noches!—dijo Alondra—No hay mejor momento que este, para demostrar que la música no necesita ser expresada en letras para ser escuchada, también puede ser apreciada sólo con sus notas musicales —explicó.

—Esta noche, a petición de Leila, haremos una serie de interpretaciones para conmemorar esta hermosa unión —mencionó Abigail.

Las chicas, comenzaron a interpretar la suave melodía de Despacito, con una maestría inigualable que contagio a los invitados a tal punto, que dejaron sus asientos para bailar. Yo no me quede atrás y entrelacé las manos de mi esposa para llevarla a la pista de baile.

—¿Con que este era mi regalo de bodas? —dijo Olivia.

—Sí, aunque falta tres melodías más —acaricié su mejilla.

—Te amo, señora de Gómez —me dio un corto beso.

Sin poder evitarlo, mis ojos se cristalizaron y fue inevitable que una lagrima recorriera mi mejilla, estaba tan feliz por nuestra boda, que dejé que las emociones me invadieran.

—Lo siento, no lo pude evitar —besé sus manos.

—Son lágrimas de felicidad, no tienes porqué disculparte —acarició mi mejilla.

Antes de que pudiera responder, percibí que las chicas habían culminado su presentación y Sofía, se unía a ellas con un violín para ayudarlas con el sencillo, Cheap Thrills de Sia. La melodía perfecta que encajaba en nuestra celebración, donde podía apreciarse la mezcla del género pop con elementos de house, que motivaban al público a seguir bailado.

—¡Eres fantástica! —exclamó Olivia, al mismo tiempo que se colocó a mi espalda y dejó su mentón sobre mi hombro.

En esa posición, pude apreciar el trabajo de las chicas. Me resultaba fascinante como estaban tan concentradas en su instrumento, inspiradas en cada nota y en cada movimiento que hacían, pero lo que me dejaba más impresionada. Era esa capacidad con la que podía generar otros sonidos con un ligero golpe sobre el violonchelo y un leve toque en sus cuerdas. 

—Gracias cariño, es el mejor regalo de bodas que pudiste dedicarme —confesó mi esposa.

—Sólo quería devolverte un poco de todo ese amor que me das —deposite un beso en su mejilla y retome mi posición para continuar disfrutando de esa presentación.

La sensación de escuchar a mis amigas, no tenía comparación, su entrega y su pasión frente al escenario, era tangible y embriagador. Hubiese deseado que ellas continuarán toda la noche, pero no podía ser tan egoísta, ellas también merecían disfrutar de la fiesta y de la orquesta que habían contratado mis suegros.

Continuaron con la melodía My heart will go on que fue interpretada por Alondra y Abigail, luego Sofia se les unió de nuevo, para culminar con una melodía más movida como lo era Wake me up de Avicii. Después de tan majestuosa presentación, se unieron a nuestra mesa para disfrutar de los números platillos que habían preparado para nosotras y con suerte, todas nos pasaríamos el resto de la noche bailando.

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