Capítulo 19-Tú
Alondra
Durante la noche, no había podido dormir, estuve dando vueltas en mi cama por algunas horas, pensando en aquella cita que tendría con Jane. Era de esperarse que estuviese cursando una crisis de ansiedad ante lo desconocido, porque hasta ahora, sería la primera vez que tendría una cita con acompañamiento incluido, pues cenaríamos junto a la pequeña Francy.
Aunque deseaba mantener mi positividad, no se me había ocurrido nada con antelación, una cosa era hablar de cosas divertidas con Jane, pero ¿Qué podría hablar con una pequeña de cuatro años y medio? me dije a mi misma.
Tal vez, no íbamos tan rápido como era de esperarse para dos mujeres de nuestra edad, pero íbamos a un ritmo considerado. Un ritmo que nos hacía sentir en nuestro elemento, un ritmo donde íbamos sin prisas, sin expectativas, pero con la idea de apreciar cada momento.
Cuando mi hija estacionó su motocicleta, pude sentir como mi celular vibró dentro de mí bolso y sentí un pequeño escalofrío. Estaba segura que era Jane para darme los buenos días cómo todas las mañanas, así que apenas me baje de la moto, me apresure en leer el mensaje, sin tan siquiera haberme retirado el casco.
¡Hola Princesa! Pasaba a desearte un hermoso día.
Cuento las horas para nuestra primera cita.
Sonreí ante esas palabras. Jane podía escribirme textos diferentes cada día, pero siempre usaba la misma frase de inicio y era algo que me encantaba. Quise responderle como era de costumbre y expresarle de algún modo que también me encontraba ansiosa por nuestra primera cita, pero antes de poder hacerlo. Llegó otro mensaje de texto.
Date la vuelta, hoy quiero darte esos buenos días cómo es debido.
Sentí un pequeño escalofrío recorrer mi espalda y mi corazón comenzó a latir. No podía creer que Jane estuviese a unos metros de mí, me retiré el casco y gire sobre mi eje. Mis ojos coincidieron con los de aquella hermosa mujer, estaba recargada sobre un lateral de su auto, con una sonrisa de medio lado y una rosa roja entre sus manos.
Sí Jane quería impresionarme, lo estaba logrando y de qué manera. El simple hecho de haber venido y traer consigo aquella rosa, me estaba expresando sus sentimientos, su interés hacia mí y la intención de fortalecer los lazos de lo que estuviésemos creando. Mientras iba a su encuentro, me regaló una de esas sonrisas que me dejaban sin aliento y fue inevitable que mis piernas no flaquearan como muestra de lo que me hacía sentir.
—¡Hola! ¿Cómo amaneciste? —dije, al besar su mejilla.
—Ahora que te veo, muy bien—me regalo una sonrisa—Quise traerte un obsequio —me dio la rosa.
—Sabes cómo llegar al corazón de una mujer —tome la rosa para aspirar su olor.
—Nada que ver, sólo quiero llegar a tu corazón —se mordió el labio inferior.
—No sabes cuánto me estoy conteniendo para no besarte —confesé.
—¿Y qué te lo impide? —me miró divertida.
—Nadie en realidad, pero estamos en un lugar público —expuse con cierto malestar.
—¿He venido hacerte una petición? —se acercó un poco.
—Dime —mis piernas flaquearon, al sentirla tan cerca.
—Quiero que está noche, uses el mismo enterizo de color gris metalizado, ese que usaste cuando me ibas a invitar a salir —susurró en mí oreja.
Trague grueso ante aquella petición, mi piel se erizó y me vi tentada en rodear su cintura para darle un beso que expresara la necesidad que tenia de ella. Quería olvidarme del conservatorio, de la gente que pudiese estar a nuestro alrededor y simplemente dejarme llevar por mis deseos de probar sus labios.
—Dime, ¿Cumplirías mi petición? —escuché a Jane, mientras se aleja para coincidir con mi mirada.
—Sí —medio pronuncié.
—Te ves tan adorable cuando estas nerviosa y ansiosa por besarme —dijo, al mismo tiempo que acarició mi brazo.
—Deja de tentarme—me queje—Por cierto, ¿Puedo llevar unas brochetas de pollo para la pequeña? —no tarde en preguntar.
Me miraba con una ternura que me producía nervios, pero esos nervios eran muy distintos aquella vez que nos reencontramos en el cumpleaños de mi hija, era como si quisiera cuidarme, como si Jane deseara sanar las cicatrices de mi alma.
—Es una buena idea, porque lo que haré para nosotras, no creo que le agrade —acomodo un mechón de mi cabello.
—¿Desees que lleve algo más? —ante su gesto, me mordí el labio inferior.
—Un vino blanco—se acercó para abrazarme—Estoy ansiosa porque llegue la noche y darte todos los besos que deseo —susurró.
—Suena muy tentador —expresé, al sentir como se alejó de mí.
—Hasta la noche, mi princesa —dijo, antes de subir a su auto.
Me quede de piedra ante su insinuación, no podía creer el efecto que tenía esa mujer en mí. Su mirada traviesa y ese coqueteo sensual que tuvo conmigo, había logrado que me humedeciera, sin tan siquiera haberme besado.
—Se siente la tensión sexual entre ustedes —escuché a mi hija.
—¿No se supone que guardarías la moto? —fruncí mi ceño.
Odiaba cuando mi hija aparecía como un fantasma y me expresaba lo que era evidente hasta para un ciego. Pero lo peor, no era que apareciera así de la nada, sino más bien que se hiciera la inocente ante sus comentarios.
—Lo hice hace unos quince minutos—su mirada se cruzó con la mía—Como te vi conversando con Jane, quise pasar a saludar, pero se fue antes de que pudiera llegar —me confesó.
No podía creer que dure todo ese tiempo conversando con Jane, estuve tan concentrada en admirar sus ojos, la manera coqueta en la que se mordía sus labios y la sincronía de sus curvas, que muy probablemente el tiempo hubiese pasado volando y ni cuenta me di.
—Me encanta lo detallista que puede llegar a ser Jane —dijo Abigail, al coger mi brazo de gancho para entrar en el conservatorio.
—Es una monada, ah que si —pronuncié, sin dejar de admirar mi rosa.
—Es una lástima que no puedas verte en un espejo y admirar esa sonrisa tonta que tienes por cada detalle que Jane tiene hacia ti —manifestó mi hija.
—¿Soy tan obvia? —pregunté.
Aunque era muy probable que mi hija expresara la verdad, cada vez que veía a Jane, se me formaba una sonrisa que no podía controlar.
—Sí —confirmó sus palabras.
—¿Te mencione que hoy tendríamos nuestra primera cita? —enuncié con cierta felicidad en mi voz.
—Lo recuerdo—expresó—Es mejor que lleves a Split, así jugara con la pequeña, mientras tú puedes conversar con Jane —me sugirió.
Mi hija y yo, estábamos sincronizadas en todos los aspectos, ya que la sugerencia que me había dado, resulto ser la misma decisión que había tomado desde la noche anterior.
Olivia
Mi prometida se había perdido entre la multitud para conocer el lugar, mientras que yo esperaba pacientemente a que mi amigo me atendiera. Hace una semana, había venido para estudiar la posibilidad de que me prestara su local para realizar la despedida de soltera, pero aún no tenía ninguna respuesta.
Mientras me encontraba en la barra, degustando un delicioso escoces en las rocas, pude sentir como alguien rodeó mi cintura y deposito un beso en mi mejilla. Un beso, que me produjo un pequeño escalofrió en la espalda.
—Veo que no se te quita el buen gusto —esa voz, me resulto muy familiar.
Al girarme, me topé con unos ojos avellana, unos ojos que tenía tiempo sin ver, pero que reconocí de inmediato. Aquella mujer, no había cambiado en nada y solía vestirse de la misma manera, usando vestidos que tenían un generoso escote.
—Oh vamos, ya no saludas—dijo, sin dejar de mirarme—No creo que la chica que se acaba de ir de tu lado, se moleste porque converses conmigo —acarició mi mejilla.
—¿Qué haces aquí? —pregunté molesta, no tenía derecho a saludarme de esa manera cariñosa.
—Me entere que te ibas a casar y quise buscarte para recordar viejos tiempos—acortó la distancia—Me lo debes después de todo —expuso.
—Yo no te debo nada, se te olvida que tú me engañaste en nuestra boda —le reproché.
—Lo sé y volvería hacerlo, no sabes lo bien que la pase —su rostro mostraba satisfacción.
—¡Eres una hija de puta! —le di una bofetada.
No era de hacer escándalos ni nada por el estilo, pero esa mujer me había sacado de mis casillas, y no pude contener la rabia que tenía acumulada desde aquella vez que la encontré revolcándose con la dama de honor.
—Sé que aún me amas, puedo notarlo en tu mirada mi amor —rodeó mi cintura.
Había olvidado que mi ex pareja era más fuerte y cuando solíamos discutir, ella me tomaba de la cintura para hacerme entrar en razón. Era su manera de dominarme, de hacerme entender que por más que intentaría zafarme, ella no me soltaría.
—No soy tu amor y para tu información, ya te olvide —respondí, al mismo tiempo que intente zafarme.
—Sé que deseas estar conmigo antes de casarte —hizo el intento de besarme.
—No te atrevas —dije, pero no pude evitar que sus labios se posaran en los míos.
No sé de donde saque las fuerzas que necesitaba en ese momento, pero la aparte de mí con un movimiento brusco. No quería nada con esa mujer, tampoco deseaba que Leila me viera en una situación comprometedora, sólo quería que me dejara tranquila.
—Veo que has estado haciendo ejercicio —me dijo, al intentar acercarse de nuevo.
—¡Basta Sara! No tienes derecho a aparecer en mi vida como si nada hubiese sucedido —expresé.
—Claro que tengo derecho—me tomó del brazo y me volvió a besar.
Esta vez, no pude zafarme tan fácilmente, pero tampoco le correspondí a ese beso, simplemente mordí su labio inferior para que me soltara. Su rostro demostraba ira, odio y rencor, mientras que su mano estaba en su boca, como intentando calmar el dolor que le produjo mi mordida. Ni ella misma podía creer mi reacción y cuando creí que todo había acabado, la vi con intención de golpearme.
—Ni se te ocurra golpearla —dijo Leila, al tomar su brazo.
—¿Quién demonios eres tú? —expuso de mal humor.
—La prometida de Olivia—expresó mi chica—Si no te importa, tenemos cosas más importantes que hablar con una don nadie —sentenció.
La mirada que tenía mi prometida lo decía todo, había presenciado el momento en que mi ex pareja me besó a la fuerza. Tal vez, no se percató del primer beso, pero si del segundo, su mirada expresaba rabia y dolor.
—Cariño, ¿Estás bien? —me preguntó, al tomar mi rostro entre sus manos.
—Sí, gracias por ayudarme —le di un corto beso.
—No soy ninguna don nadie—expuso, al tomar el brazo de mi chica—Soy la ex prometida de Olivia —alardeó Sara.
—Con que tú eres la imbécil que engaño a mi chica —pronunció Leila, al mismo tiempo que le dio un golpe en la nariz.
—¡¿Estás loca?!—exclamó—Se nota que eres una pobretona de barrio —se limpió el hilo de sangre que salía de su nariz.
—Cariño, es mejor que nos retiremos —le sugerí.
Las palabras de Sara, habían lastimado a Leila, pero mi chica era muy inteligente y no se iba a poner a su nivel. Entrelazó mis dedos con los suyos y me saco de aquel lugar.
—¡Espera!—hice que detuviera su paso—Quiero que sepas la verdad, yo no la besé, ella se me lanzo encima —pronuncié.
—No te preocupes, no tienes que explicarme nada —sus ojos se cristalizaron.
—Lamento que presenciaras eso —sostuve su rostro.
—¿Todavía la amas? —una lágrima recorrió su mejilla.
—No, esa mujer no significa nada para mí, ella forma parte de mi pasado —intenté explicarle.
—¿Aún quieres casarte conmigo? —su voz tembló.
—Cariño—acaricié su mejilla—Tu eres la única mujer con la que deseo estar, no sólo quiero casarme contigo, sino que también deseo formar una familia a tu lado —le di un corto beso.
—Lo siento—se disculpó—Me dolió ver qué esa tipa te dio un beso —desvío su mirada.
El corazón se me estrujó, me dolía ver cómo estaba sufriendo mi chica por algo que no vi venir, jamás hubiese imaginado que mi ex pareja aparecería en las vísperas de mi boda y que le diera por besarme. Si ella misma, me había confesado que no era tan buena en la cama como esa chica con la que decidió engañarme
No sé porque le dio por cruzarse en mi vida, si se suponía que cada una tenía su propio camino. Me dolía ver que esa parte de mi pasado, estaba lastimando a la única mujer que se había preocupado por mí en todos los sentidos. Leila no se merecía esto, no ahora que todo marchaba tan bien entre nosotras.
—Discúlpame tú a mí —dije.
La única culpable de todo esto era yo, y lo menos que podía hacer era disculparme con mi prometida. Quería hacerle entender que sin importar mi pasado, ella era la mujer que había escogido para contraer matrimonio y pasar el resto de mi vida a su lado.
—Cariño—su mirada coincidió con la mía—No quiero que esto arruine nuestra boda, yo.. —se le congeló la voz.
—Te amo Leila, no quiero que nada, ni nadie se interponga en nuestra relación —mis ojos se cristalizaron.
El simple hecho de imaginar que algo o alguien podían arruinar mi relación con Leila, me atemorizó, no estaba dispuesta a renunciar a ese amor por el que tanto había luchado. No ahora que estaba a unos días de casarme con la mujer de mi vida.
—Te amo Olivia, eso nadie lo va a cambiar—me dio un fuerte abrazo—No quiero perderte —dijo con un hilo de voz.
—Jamás me vas a perder —dije, al mismo tiempo que sellé mis palabras con un beso.
Ese beso, reafirmo muchas cosas entre nosotras y comprendí, que ese amor que nos teníamos, era tan fuerte que nadie podía separarnos.
Hola mis queridos lectores, como se han dado cuenta, de un tiempo para acá, los últimos capítulos han sido un poco largos a petición de algunos fans y espero que estén satisfecho por el trabajo que he realizado. Sin más nada que decir, les doy las gracias por continuar leyéndome y sólo me queda decirles, que en la próxima entrega, será la primera cita entre las protagonistas. Un beso, cuídense.
Hombrefx: ¡Hola! Me agrada que la leyenda del hilo rojo fuese de tu agrado, aquí tienes otra entrega de la historia, nos vemos en la próxima.