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Mi segundo amor 27

en Lésbicos

Capítulo 27-Cosas de la vida

 

 

Silvia

Cuando fuimos a la policía para colocar la denuncia, recibimos una desagradable noticia por parte del funcionario. Una noticia que no esperábamos, pero éramos consciente que el sistema judicial, no era el deseado con sus diferentes niveles y jurisdicciones.

Cómo Samantha no había cometido ningún acto delictivo, el funcionario no se atrevió a realizar nuestra solicito por falta de pruebas y nos explicó, que el código penal tiene un artículo donde menciona las caracterizas que debe cumplir un acosador para que la policía pueda hacer algo al respecto. De lo contrario, serían falsas acusaciones y podíamos terminar entre las rejas por calumnias mal infundadas.

Desafortunadamente, Jane no pudo grabar aquella conversación que mantuvo con mi hija en su oficina y tampoco existía alguna evidencia que nos pudiera ayudar con nuestro pequeño dilema. Sin embargo, mi instinto, me hacía mantenerme alerta y al mismo tiempo preocupada por el bienestar de la pequeña. Ese angelito, no debía enterarse que su madre biológica estaba viva y que quizás, vendría a buscarla.

Después de todo, cuando Francy comenzó a entender lo que la rodeaba, me vi en la obligación de explicarle que su madre había muerto, porque de cierto modo, pensé que su terrible adicción a las drogas, la llevaría a ese triste final. Quizás, no debí mentirle de esa manera y hubiese sido mejor que ella afrontará la triste realidad. Pero desde mi punto de vista, hice lo correcto, pues evite que mi nieta sufriera algunos daños emocionales y psicológicos, tras el abandono de su madre.

Con el paso de los años y con la ayuda de Jane, me esforcé en enseñarle los principales valores que la harían ser una buena persona, pero sobre todo, le brindamos amor. Un sentimiento que Samantha nunca podría darle, ya que había escogido su adicción por encima de su propia hija.

Tal vez nunca llegue a perdonarla del todo, pero no podía evadir ese sentimiento de madre que me nacía hacia ella. Era sangre de mi sangre y aunque había cometido muchos errores, seguía queriéndola como a una hija.

Limpie esa lágrima que recorría mi mejilla, al pensar en todo aquello y me dirigí a la oficina de Jane para recordarle que debía ir por mi nieta, pero cuando ingrese, la encontré hablando por teléfono y tuve que esperar a que se desocupara. Verla tan concentrada en su trabajo, me hizo recordar viejos tiempos, donde aún estaba en la universidad y solía saltarse la hora del almuerzo por continuar estudiando para algún examen.

—Silvia, lamento haberte hecho esperar, ¿Qué se te ofrece? —me preguntó.

—Es hora de ir por la niña —le comenté.

—¡Mierda! Lo olvidé —llevó sus manos a la cabeza.

—No te preocupes, iré yo —expuse.

—De verdad lo siento—se disculpó—Debo continuar con este plano en 2D que me envió un colega. Dile a una de las chicas que te acompañe, por favor —me imploró.

—De acuerdo —dije, al salir de la oficina.

Jane había estado muy preocupada desde esa visita que le hizo mi hija, hasta el punto de querer contratar a un guardaespaldas para que nos cuidara en todo momento, pero no la dejé. La presencia de un completo extraño, podía alterar el estado emocional de Francy y era lo que menos deseaba en estos momentos. Era suficiente con estar preocupada por la desquiciada de mi hija, que intentar calmar la angustia de mi nieta ante un desconocido.

Amelia era la más joven de las chicas y esa tarde, le pedí el favor de que me acompañara para al colegio. Mientras ella conducía el auto de Jane, mi cabeza estuvo recordando los últimos tres días, donde Jane y yo, nos habíamos turnado para recoger a Francy y evitar cualquier incidente.

No obstante, odiaba sentirme con una desconfianza terrible y un sentimiento de amenaza constante. Era como si alguien me estuviera acechando en todo momento y no me dejaba tranquila, como si no pudiera escapar de un peligro inminente a pesar de mis esfuerzos.

Cuando Amelia estacionó el vehículo, le hice entender que yo iría por la niña, ya que el reglamento de la institución, lo estipulaba de esa manera. Los pequeños, sólo podían ser retirados de sus aulas por la persona que estaba autorizada y por nadie más.

—¡Abuelita!—mi nieta, corrió a mis brazos—¿Qué haces aquí? Pensé que vendría mi mamá —me dio besito en la mejilla.

—No pudo venir, pero te espera ansiosa para comer helado—respondí—¿Cómo te portaste hoy? —cogí su mano para caminar al auto.

—Bien abuelita, hice un nuevo amigo —me contó.

—Me alegro por ti cariño—le regale una sonrisa—Espero que un día lo invites a la casa —dije.

Mientras caminamos, me estuvo contando sobre un compartir que tenía con sus compañeros para el viernes y debía traer un par de doritos junto con un refresco. También me contó sobre un profesor nuevo que daba clases en el salón de al lado, pero antes de que pudiéramos llegar al auto. Una persona, se nos interpuso en el camino.

—¡Hola mamá! —expresó con una sonrisa escalofriante.

El aspecto pálido, ojeroso y sucio de esa persona, me dejó helada. Si no hubiese sido porque me dijo mamá, tal vez no hubiese caído en cuenta que era mi propia hija.

—Abuela, ¿Quién es ella? —no tardó en preguntar mi nieta, con cierta curiosidad.

—Soy…

—Es una persona que está desorientada —expuse, antes de que Samantha terminará su oración.

—¿Nos podemos ir? —dijo Francy, con un poco de temor.

Era evidente que el aspecto de Samantha, la había asustado sobremanera y no se sentía a gusto en su presencia. Ni siquiera yo me encontraba cómoda con mi hija, temía que fuese a ponerse violenta y le hiciera daño a Francy.

—Claro que te irás, pero conmigo —hizo el intento de coger el brazo de la niña.

—Ni se te ocurra tocarla —la rete.

—Tú no me vas a decir que hacer —pronunció.

Ni siquiera me dio tiempo a reaccionar, sólo sentí un manotazo por parte de mi hija que me dejó un poco desorientada, pero reaccione de inmediato e intenté forcejear con Samantha. Quería evitar que se llevará a la pequeña, más no tuve mucho éxito, pues su fuerza me superó.

—¡Abuela! —gritó Francy.

—¡Cállate mocosa! Estás llamando la atención —Samantha cubrió su boca.

Me acerqué de nuevo para tomar a mi nieta, pero recibí un empujón que me hizo tambalear y perder el equilibrio. Sentí un agudo dolor en la cadera y por un instante, pensé que me había fracturado aquel hueso. Desde esa posición, pude ver como Francy pataleaba contra Samantha para liberarse y me sentí impotente.

Lo único que se me ocurrió en ese instante, fue gritar para que alguien viniese al rescate. Quise levantarme, pero el dolor no me dejó, sólo pude aprecia en la lejanía, como Francy le dio una patada en la espinilla a Samantha para liberarse de su agarre y corrió a mi encuentro.

—Abuelita, ¿Estás bien? —me cogió el rostro.

—Sí—la abrace con fuerza—Necesito que corras hasta el auto —le indiqué.

—No quiero dejarte —se aferró a mi cuello.

—Por favor —le implore.

Samantha cojeaba por el golpe que le había propinado la pequeña y mientras se acercaba a nosotras, venía expresando una serie de palabrotas que no podía escuchar la niña. Pero cuando sentí que no podría detener su avance, ella paro en seco y se dio la media vuelta.

—¿Se encuentra bien? —preguntó un guarda de seguridad que trabaja en la institución.

—Sí, pero no deje que esa mujer secuestre a mi nieta —le supliqué.

El joven asintió y salió corriendo tras Samantha, pero al ver que cruzó la calle tan abruptamente, no pudo evitar que un auto la atropellara.

—Es mejor que nos retiremos —me expuso Amelia, quién me ayudo a levantarme del suelo.

—Quédate con la niña —dije.

—Pero —objeto.

—Necesito ir —expuse.

Aunque sentía un poco de dolor en la cadera y se me dificultaba caminar, quise acercarme al lugar, quería cerciorarme que mi hija estuviese bien, pero la conglomeración de personas, me impidió ver con exactitud.

No obstante, el mismo chico que me ayudo, se acercó a mí con un semblante triste, que me dio a entender que mi hija había fallecido tras el choque. Sentí una punzada en mi corazón y no pude evitar que unas lágrimas recorrieran mis mejillas, me dolía que hubiese fallecido de esa manera.

Como pude, regrese al mismo lugar donde se encontraba mi nieta y Amelia, ambas tenían una expresión de susto por lo que había sucedido. Todo había sido tan inesperado, que no tuve tiempo de procesar las imágenes que daban vuelta en mi cabeza como si fuese un remolino.

—Abuela, no me dejes —mi nieta se aferró a mi cintura.

—¡Ay! —me quejé.

—¿Qué tienes? —expresó preocupada.

—No es nada cariño —le mentí.

Como podría explicarle que esa caída que tuve, me dejo un terrible dolor en la cadera y no estaba segura si me había fracturado algo.

—Acabo de llamar a Jane y viene en camino —dijo Amelia.

Asentí antes sus palabras y busque un lugar para sentarme, me estaba doliendo demasiado la cadera y no podía mantenerme en pie. Mientras esperamos a Jane, tuve que dar algunas declaraciones a la policía y pude apreciar, como el sistema de investigación científica, penales y criminalística había llegado para hacer el levantamiento del cuerpo de mi hija.

Alondra       

Tenía unos veinte minutos en aquel restaurante y Gabriel no mostraba ni una señal de que llegaría a la reunión. Era la persona más impuntual que conocía y si no fuese porque este último año, nos hemos convertido en bueno amigos, lo tildaría como una persona maleducada e irrespetuosa.

Quizás para él, el tiempo no existe realmente y lo veía como algo subjetivo para cumplir con ciertas actividades, pero eso no justificaba un desplante de esa magnitud. Aun cuando en ocasiones, puedo ser un poco flexible ante algunas variables externas que le impidieron llegar la hora acordada, más no debía sobrepasar mi límite de paciencia.

Tal vez, el único lado positivo que tenía Gabriel, era que no solía telefonear para decir “No te preocupes, estoy por llegar” Cuando en realidad, ni siquiera había salido de su hogar para ir al punto de encuentro. Por eso y porque éramos buenos amigos, le permitía hacer tal cosa.

Cogí mi capuchino para ingerir un sorbo, cuando a lo lejos, veo a Gabriel que se acerca con un gesto que decía “Discúlpame”. Estaba vestido con un traje de color gris y alrededor de su cuello, llevaba una corbata negra.

—¡Señorita Rodríguez! —exclamó aquel caballero.

—Deja las formalidades para cuando estemos en la institución —dije.

Mi comentario le hizo sonreír, pues hace mucho, me había pedido que no fuese tan formal con él, ya que me consideraba con una hija.

—Eres tan puntual —dije de manera irónica.

—Ya deberías conocerme—sonrió—Aunque para ser honesto, acabo de salir de otra reunión —añadió.

Aún no podía entender cómo es que terminé siendo amiga del dueño de la institución, pero imagino que mis habilidades sociales y mi talento en la música, tuvo que ver. Aun cuando muestra amistad se mantenía en secreto para evitar habladurías en el colegio.

—¿Pedirás algo para tomar? —expresé.

—Hoy no —se aflojó el nudo de la corbata.

—¿Cuándo le haremos la sorpresa a tu esposa? —no tardé en preguntar.

Se supone, que esa tarde íbamos a finiquitar los detalles de la sorpresa que le estaba preparando a su esposa para renovar los votos.

—Hubo cambio de planes—dijo con cierta melancolía—Mi esposa quiere ir al estado Mérida para disfrutar de la nevada —me explicó.

—Es una lástima, sé que le iba a encantar el regalo que le harías —expresé.

Aquel hombre, se había esforzado en buscar una melodía que yo pudiera interpretar con mi violín, ya que deseaba expresar lo que sentía por su esposa luego de tantos años de casados.

—Me he enterado de lo que sucedió en el colegio —soltó de repente.

—¿Es que no se puede mantener nada en secreto? —bufé.

A estas alturas, seguramente toda la institución estaba al tanto de lo que sucedió en el despacho de la directora y era algo que me enfurecía. Como pueden estar tan pendiente en la vida ajena, en vez de ocuparse de sus propios asuntos.

—Sé que escucharas infinidades de rumores en los pasillos, pero ninguno de ellos es cierto. Jamás podría hacer algo de esa magnitud —me defendí.

—Te creo, pero—me miró serio—Ese pequeño incidente, quedará en tu registro de por vida —expuso.

Escuchar esas palabras, fue como sentir que un balde de agua fría caía sobre mi cabeza. Es como si fuese un llamado de atención hacia mi persona para analizar la gravedad del asunto, no sólo se trataba del rumor en sí o del estúpido de Rafael, sino que estaba en juego mi prestigio como docente.

Era inevitable que me dejara llevar por el pánico, la desesperación y el estrés ante lo sucedido, mi hija podría verse afectada en todo este embrollo y tal vez, no podría remediarlo. Aunque moría por contarle a Gabriel cómo sucedieron las cosas en aquel despacho, no podía. Él debía ser imparcial ante estos asuntos y no dejarse llevar por nuestra amistad.

—Alondra —me expresó.

—Disculpa, me distraje por unos segundos —dije, al mirarlo de nuevo.

—Te expresaba que estoy al tanto de lo que sucedió con Rafael en el pasillo —su rostro estaba más serio que de costumbre.

—Es lo único de lo que me declararé culpable —dije, sin titubear.

—Esto no es un juego Alondra, eso podría traerte mayores problemas —me advirtió.

—Lo sé —desvíe mi mirada.

—Como comprenderás, debo realizar una investigación interna para aclarar los hechos y depurar los fallos del funcionamiento en los protocolos del centro educativo —me explicó.

—Estas en todo tu derecho y no soy quien para opinar lo contrario, pero, hasta donde tengo entendido la junta de docentes, es la que debe realizar la investigación —mencioné.

—Tengo mis razones para no confiar en la dichosa junta y prefiero hacerlo a mi modo —expresó.

—¿Entonces? —pregunté

—Mientras se lleva a cabo la investigación, será mejor que no nos vean juntos —expuso.

—Sería lo mejor—dije.

No tenía nada que ocultar, ni nada que pudiese dañar mi integridad como docente. Sin embargo, estos temas, eran demasiado delicados como para tomarlos a la ligera.

—He hablado con mi esposa sobre el asunto y no está del todo de acuerdo, porque te echará de menos para tomar un café entre semana —me confesó.

—A mí también me hará falta y no me mal entiendas, pero con tu esposa puedo hablar sobre algunos temas que quizás para ti, no sean de tu agrado —manifesté.

—Lo sé, son cosas de chicas—me sonrió—Ya debo irme, cuídate —me dijo, antes de marcharse.

Las cosas no estaban tomando un buen camino, pero si eso me ayudaba a limpiar mi nombre, podía aguantar un par de semanas sin hablar con los únicos amigos que tenía. Me quede un rato más en aquel lugar, hasta que termine mi bebida y luego cogí un taxi para irme a mi hogar.

Cuando estaba por llegar a mi hogar, recibí una llamada de Jane. Estaba muy alterada por algo que sucedió en la escuela de Francy e hice el mayor de mis esfuerzos para controlar la desesperación y el temor que sentí en ese momento.

Cuando llegue a la clínica, busque desesperada a mi novia y al verla allí, sentada con la pequeña entre sus brazos, me sentí tranquila. Después de todo, la arpía no había logrado secuestrar a Francy, ni herir a mi novia, pero la que no había corrido con tanta suerte, fue Silvia quien estaba en consulta con el médico.

Quizás mi vida profesional se estaba viniendo abajo, pero ver qué no le había pasado nada a esas dos personitas que alegraban mis días, me hacía sentir la mujer más afortunada del mundo.

—¡Hola cariño!—me acerque para darle un beso en la mejilla—¿Cómo se encuentra Silvia? —no tarde en preguntar.

—De momento, el doctor me ha dicho que tiene una contusión en la cresta iliaca y un hematoma —sus ojos se cristalizaron.

—Ella es fuerte, sé que saldrá de esta —acaricié su mejilla, no me gustaba verla triste.

—Gracias por venir —deposito un beso en mi mano.

—Siempre estaré a tu lado—le regale una sonrisa—¿Cómo se lo ha tomado Francy? —acaricié su pequeña cabecita, así dormida parecía todo un angelito.

—Se lo ha tomado demasiado bien diría yo—dijo—Aunque hubo un momento que me hizo demasiadas preguntas —añadió.

—¿Cómo qué clase de preguntas? —expuse con curiosidad.

—¿Qué quién era esa mujer?, ¿Qué por qué quería llevársela?, ¿Por qué había empujado a su abuela? —me dijo.

—¿Le contaste la verdad? —manifesté con temor.

—No, no podría—dijo con un hilo de voz—Tuve que explicarle, que esa mujer era una total desconocida y que había actuado de esa manera porque había ingerido sustancias peligrosas —me explicó.

—Creo que fue la mejor decisión—sostuve su mano—¿Le avisaste a las chicas? —expresé.

—No, mi cabeza ha estado en otro lado —me respondió.

—Yo me encargo cariño, las llamare dentro de un rato —pronuncié.

—Cariño, no me habías comentado que enseñaste a nuestra hija de cómo debía defenderse ante un desconocido, si no hubiese sido por esa patada que le dio a esa mujer, tal vez no estaría con nosotras —una lágrima recorrió su mejilla.

Me partía el alma verla así y no quería imaginar que hubiese pasado si esa mujer logra su cometido. Limpie su mejilla y la rodeé con uno de mis brazos para consolarla. Quería hacerle saber que estaba a su lado y que no la dejaría sola, aun cuando me estuviese muriendo de miedo por lo que estaba pasando en la institución.

—Lo lamento no haberte comentado antes, también he tenido cosas en la cabeza—le di un beso en la cien—Me tome el atrevimiento de enseñarle, es porque quiero que nuestra hija no se deje intimidar ante nadie, quiero que sepa actuar cuando se sienta en peligro—mencioné.

—Te quiero —dijo Jane, antes de que Amelia se uniera a nosotras.

¡Hola! hombreFx: Que bueno que te haya gustado la trama del anterior capitulo, déjame decirte que aun esta historia tiene para rato o eso espero. Un beso.

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