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Adicta a tus labios 10

en Lésbicos

Capítulo 10

Las últimas dos semanas, las chicas habían estado algo distanciadas. Ya no se veían todos los días, pues estaban ocupadas con sus actividades diarias. Martha había dejado de frecuentar el bar ya que se encontraba en exámenes finales y Natalia estaba en continúas reuniones para realizar su trabajo de grado. A pesar que sus horarios no coincidían, Martha siempre la llamaba todas las noches para saber cómo estuvo su día.

—Espero que no te estés quedando por las noches —manifestó Luisa, al entrar a su oficina.

Martha sonrió. Aquella mujer siempre estaba pendiente de ella y desde su regreso, se cercioraba que no se quedara en la tienda como solía hacerlo—Puedes estar tranquila, ya no necesito pasar la noche en vela para evitar mis pesadillas —le respondió, mientras terminaba de firmar algunos papeles.

—¿Cómo vas con Natalia? —no tardó en preguntar.

—Viento en popa, pero —

—No han compartido los últimos días—Luisa completó su frase. Martha se entristeció, realmente la echaba de menos, pero era consciente que ambas estaban ocupadas—Julián no me ha querido expresar porque no se siente feliz por tu relación  —se colocó a su lado.

—Dale tiempo, sé que pronto la aceptará —Martha sonrió. Era lo que más deseaba, una parte de ella se sentía triste porque su hermanito no le daba el visto bueno a su relación. Pero no podía forzarlo, debía esperar pacientemente a que él diera su brazo a torcer.

—Andrea me comentó que hoy iría a tu casa, para estudiar para un examen —soltó de repente Luisa, pudo notar la mirada triste de Martha. Sabía que se sentía mal por la actitud de Julián, pero no podía hacer nada al respecto.

—¿Lista para estudiar derecho constitucional? —manifestó Andrea, al mismo tiempo que ingresaba a la oficina con una caja de pizza y una gaseosa de dos litros. Martha negó con la cabeza, los últimos días había leído tanto sobre la regulación de los poderes públicos, los derechos humanos y algunos artículos de la constitución, que su cabeza estaba liada. Ya no quería saber más nada sobre esos temas.

—Me parece bien que estudien para sus exámenes, pero bájenle un poco. Todo en exceso es dañino —exteriorizó Luisa, al ver aquellos libros que Martha tenía sobre su escritorio.

—Viste Andrea, es lo que yo pienso —Martha se cruzó de brazos.

—Pareces una niña pequeña—colocó la pizza sobre la mesa—Cenemos primero, y luego vamos a tu casa, ¿Te parece? —le sugirió su amiga. Últimamente su apetito estaba más elevado, y todo se debía por el estrés que mantenía gracias a los exámenes.

—No, quiero que cenemos en mi casa—se incorporó de la silla—¡Vamos! —la alentó.

—No tengo idea de cómo soportas a esta pequeña—Luisa la despeino—Mañana nos vemos —tenía la intención de salir. Pero Martha la detuvo, haciéndole saber que ella la llevaría a su casa, jamás dejaría que Luisa se fuese en un taxi, y más si estaba dentro de sus posibilidades darle un aventón. Cerraron la tienda y menos de lo pensado, se encontraban rumbo a la casa de Luisa. Una vez que la dejaron, dieron la vuelta para regresar por la misma dirección, ya que Martha vivía cerca del negocio.

Después que dejaron los libros sobre la mesa, Martha se llevó la caja de pizza al sofá. Andrea sirvió la gaseosa y se ubicó a su lado—Todavía no puedo creer que mi novio me cele de ti—bufó, agarrando a Martha con la guardia baja—Si me gustarán las chicas, no estaría con él —expuso de mal genio.

Martha tomó otro trozo de pizza, cruzó sus piernas y miró de reojo a su amiga—Dime algo, ¿Ya te acostaste con tu novio?—dijo sin más. Andrea negó con la cabeza—Es por eso que está así, y como últimamente te has quedado en mi casa. Piensa que yo me voy aprovechar de ti —le explicó.

—Es un tonto, ya debería conocer mis sentimientos por él. Dime, ¿Natalia tiene celos de mí?—le preguntó. Martha negó—Entonces, ¿Por qué no me tiene confianza? —se quejó.

—No pongas esa carita—acarició su mejilla—Dale tiempo, sólo se siente inseguro de sí mismo. Pero eso sí, que no me enteré que se ha sobrepasado contigo, porque me va a conocer —expresó. Ella podía soportar los celos estúpidos de Robert, pero no toleraría si le llegase a causar algún tipo de daño a su amiga.

—Espero dejé sus estúpidos celos, sino me veré obligada a terminar nuestra relación —frunció el ceño.

—No importa lo que decidas, siempre te voy a apoyar —le dio un trozo de pizza. Luego de que terminaron su cena, tomaron sus libros para comenzar a repasar. Pasaron casi toda la noche leyendo hasta que el sueño las venció. El día del examen, ambas estaban muy tranquilas y concentradas en su hoja, respondiendo lo más que podían. Todas aquellas horas de estudios, le dieron sus frutos, ya que ambas sacaron una de las mejores notas del salón.

Aunque deseaba ir a festejar con Andrea decidió pasearse por una agencia para comprar los tiquetes de avión, el cumpleaños de su novia estaba muy cerca, y quería llevarla a conocer Argentina. Cómo los ingresos de la tienda habían aumentado, ella no se inmuto en darle ese regalo de cumpleaños a Natalia, ya que en una de sus tardes de película, ésta le había confesado que desde muy pequeña siempre quiso ir a conocer ciertos lugares de aquel país.

Después de un día largo en la tienda, Martha se paseó por el spa para disfrutar de un rico masaje. A pesar que ya no tenía pesadillas, no dejaba de asistir aquel lugar, donde el ambiente era agradable. Quería estar un poco relajada para ir a visitar a su novia y darle las buenas noticias. Cuando ingreso al bar, no vio a Natalia en la barra, por lo que no dudo en preguntarle a Elsa sobre su paradero, quien le manifestó que estaba en su oficina realizando algunas cuentas.

Martha se acercó con pasos firmes, pero no quiso anunciar su llegada para darle una sorpresa. Sin embargo, al girar la perilla, se topó con una imagen desagradable, allí estaba Natalia, besuqueándose con un hombre—Veo que llegó en mal momento—expresó, con un tono frío. Aunque sintió una punzada en su corazón, fue incapaz de expresar algo más, ya que estaba en shock. No podía creer que su novia la engañaría de esa manera.

Natalia reaccionó al escuchar esa voz, y como pudo se zafó del agarre de su exnovio. Cuando sus ojos miel chocaron contra esos ojos verdes, sintió una extraña sensación en su corazón. Cómo podía explicarle a su novia la imagen que acababa de ver—No es lo que parece —expresó.

—¿Quién es ella?—aquel hombre preguntó—Tú y yo estábamos en algo importante —sostuvo el brazo de Natalia, pues había notado la reacción que tuvo al ver aquella mujer.

—Déjame, te dije que te fueras de mi oficina —lo abofeteó. Martha decidió marcharse del lugar, no tenía caso que estuviese allí, presenciando una escena que jamás pensó ver.

—Deja que se vaya —dijo el hombre. Ya comenzaba a irritarle la actitud de Natalia. Pero su intención de volver con ella, era para quedarse de alguna manera con parte del negocio que tenía su exnovia.

Natalia le dedicó una mirada asesina—Si no quieres que te denuncie por invasión a la propiedad privada, más te vale que nunca regreses a mi local —lo empujó, para ir detrás de Martha. Pero al salir, ella no estaba y tuvo que preguntarle a Elsa si la vio pasar. Su compañera le indicó que la vio salir muy apresurada, pero no le dio más información.

Mientras conducía, se maldecía por haber permitido que su exnovio la besara. Pero lo que más le dolía, era que Martha tuviese que presenciar aquella escena. Le dolía haberla lastimado de esa manera, temía que su novia pusiera fin a su relación, no ahora que ambas estaban más unidas que nunca. Cuando llego al departamento de Martha, se enteró por el vigilante que ella no había ingresado e intuyo donde podía estar. Por lo que regreso a su vehículo y condujo al río Misisipi, donde percibió la silueta de Martha—Imagine que estarías aquí —se acercó lo más que pudo, pero su corazón se estrujó, al ver que Martha había estado llorando.

—No es un buen momento para hablar —se limpió sus mejillas. No podía contener el dolor que todo eso le causaba y más cuando creyó que el amor tocaba de nuevo a su corazón.

Natalia estaba nerviosa, no tenía idea de cómo explicarle lo que sucedió con su exnovio, pero lo que más le causa temor. Era que Martha terminara su relación, así que se aventuró a tomar su rostro—Necesito explicarte, no es que lo piensas mi amor —limpió sus mejillas.

Sin importar el dolor que tenía Martha o el enojo que había en su corazón. Sintió la necesidad de abrazar a su novia, donde comenzó a llorar para sacar todo lo que sentía. Natalia correspondió a ese abrazo con mucha fuerza, y le pidió perdón por causarle tanto dolor. Intentó consolarla mediante besos, pero Martha la rechazó. Natalia sintió una punzada en su corazón y por un momento, pensó que todo se vendría abajo—Puede que en estos momentos pienses que soy una—Martha puso su dedo índice sobre los labios de su novia. Puede que le haya dolido verla besar a otra persona, pero no dejaría que ella se insultara de esa manera. Acarició su mejilla, deseaba decirle tantas cosas, quería expresarle que a pesar de todo, confiaba en ella. Sin embargo, decidió callarse, no quería que su novia pensará que podía jugar con ella como si nada y ella la perdonaría así, sin más. Se deshizo del agarre—Te dije que no es un buen momento para hablar —se acercó a su vehículo para marcharse de aquel lugar.

Natalia sintió que su corazón se partía en dos, ver marchar a su novia era lo más doloroso que había vivido en ese momento. Aunque deseo ir tras ella para explicarle todo lo que ocurrió en el bar, sus piernas no lograron moverse. El nudo que tenía en la garganta, se transformó en llanto, no podía creer que estaba a punto de perder a su niña. Se dejó caer al suelo, para llorar desconsoladamente, deseaba sacar ese dolor que sentía su corazón, en ese momento no pensaba en nada. Sólo se dejó llevar por su angustia.

Martha se marchó sin mirar atrás, no le importó dejar a su novia en aquel lugar. Sólo quería alejarse para calmar su tristeza. Mientras conducía, tuvo que limpiar sus ojos varias veces, ya que las lágrimas no paraban de salir. Estaba aturdida, dolida y sin ganas de nada—Ahora que todo marchaba bien, tenía que suceder esto—se dijo así misma. Sus manos temblaban y tuvo que estacionar su auto a mitad del camino, debía tranquilizarse si deseaba llegar bien a su hogar. Lo menos que podía hacer ahora, era dejarse llevar por sus emociones y conducir sin precaución. De repente, su celular comenzó a vibrar, era Natalia que la estaba llamando, pero ella no quiso atender. No estaba en condiciones para hablar con ella, no quería dejarse llevar por el calor del momento y decir palabras hirientes. Después de tranquilizarse, condujo hasta su domicilio.

Después de permanecer una hora bajo el agua helada, decidió que era momento de salir para intentar dormir. No tenía caso que estuviese castigando su cuerpo con altas temperaturas, si su cabeza no dejaba de repetir las imágenes que vio en el bar. Cuando se colocaba su pijama, sintió que alguien tocaba a la puerta, no tenía idea de quién podría ser, ya que esa noche no había quedado con Andrea. Guío sus pies hasta la sala, echo una mirada por el pequeño orificio que tenía la puerta y su mente se quedó en blanco. Jamás imaginó que podría ser su novia—¿Qué haces aquí?—dijo con un tono frío.

—Por favor, necesito que me escuches —le suplicó Natalia, no tenía intención de dejar aquel lugar sin ser escuchada.

—Que no quiero, ¿Por qué no lo entiendes? —sus lágrimas estaban por salir otra vez.

—Déjame entrar, por favor —dijo con un hilo de voz, no soportaba la idea de perderla. Ahora más que nunca se daba cuenta de lo mucho que le importaba esa jovencita.

Martha le dolía todo lo que estaba pasando, su corazón estaba triste y no estaba segura si sería buena idea dejarla entrar. Pero no soporto escuchar a su novia llorar al otro lado de la puerta, por lo que se tragó su orgullo y abrió. Natalia sintió un alivio en su corazón, limpió sus mejillas y no dudo en abrazarla—Gracias, necesito que me escuches —repitió.

—No te confundas—se deshizo del agarre—Me duele verte llorar y por eso te abrí, pero no quiere decir que esté dispuesta a escucharte —manifestó Martha con una mirada fría.

Natalia sintió un escalofrío recorrer su espalda, era la primera vez que su novia la miraba de esa manera. Podía comprender el error que había cometido, pero no fue su culpa—Al menos déjame pasar la noche a tu lado, por favor—acarició su mejilla—Tengo días sin poder compartir contigo y no quiero pasar una noche más sin ti —quiso darle un beso, pero Martha la rechazó.

—Puedes dormir en el sofá, que tengas feliz noche —expuso y la dejó en la sala. Pero cuando llego a su cuarto, las lágrimas no tardaron en salir.

Los ojos de Natalia se cristalizaron otra vez, intuía que la confianza que se había esforzado por ganar, había desaparecido de la noche a la mañana. Puede que su corazón estuviese destrozado por ver la mirada tan fría de su novia o la manera de como la trato, pero no se daría por vencida. Intentaría de todas las formas que Martha la escuchara.

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