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Gay, casos de la vida real.

en Fetichismo

Gay, casos de la vida real.

Capítulo: "El taxi".

Hola a todos mis queridos lectores, bienvenidos a un nuevo capítulo de esta su ya gustada sección; recibí una historia corta, pero excitante, creo que la fantasía o al menos la fantasía de algunos de nosotros; bueno, sin más darle vuelta a esto, les dejo con este relato que Adrián envió, ojalá les guste; de igual forma les invito a leer los demás capítulos donde varios relatan sus experiencias sexuales y también la trilogía de "El otro"; saludos y buen día.

— ¡Aún no me la creo!, su olor y sabor lo tengo aún presente, fue tan excitante.

Me llamo Adrián, tengo 25 años, pero mentí con mi edad para terminar de convencer a ese taxista, todo comenz así: por la tarde, salí con mi amigo al café, fue algo de imprevisto; no tenía ganas de salir, pero ahora que me pasó lo que pasó, no me arrepiento ni de haber gastado dinero jeje; bien, continuó; el café estaba céntrico de la ciudad, así que nos la pasamos platicando de qué hacer con nuestras vidas ahora que terminamos la universidad y estamos titulados; una charla monótona, pero cierta; eran ya las 10 de la noche, el tiempo se fue rápido, así que él pidió la cuenta y en lo que fue al baño, yo pagué; terminé invitándole, pero no me arrepiento de nada; salimos del lugar y caminamos charlando; según yo, únicamente lo iba a dejar a la siguiente calle y finalizamos una calle antes, pero de su casa; nos despedimos, él se atravesó y yo caminé para irme a mi casa; ya eran como las 11 de la noche, me daba miedo esos rumbos, más porqué no conocía de noche esas calles; avanzando tres calles e intentando contactar a un amante que tengo por ahí para irsela mamar; porque la neta, tenía ganas de mamarsela, pero no había con quién, pensé en Héctor, pero nunca me respondió la llamada; así qué, voltee e hice la parada a un taxi, quién amablemente se estacionó a la banqueta y abriendo la puerta del copiloto, le cuestioné con tono amable. 

— ¿Cuánto me cobra a la calle 3 entre avenidas 21 y 23?

Serio me miro, calculó y me respondió. — Treinta pesos joven.

Sonreí y lo abordé diciéndole. — Me perdí, estas calles son diferentes de noche, cambian mucho.

El taxista, me pregunto conduciendo. — ¿Pues qué hacía por aquí joven?

Amable respondí. — Acompañé a un amigo, pero siempre vengo cuando es de día, no de noche, menos a estas horas.

El taxista, me decía avanzando y mirándome de reojo. — ¿Un amigo, seguro?, tan joven y guapo, se lo vayan a robar.

Al escuchar eso, sonreí pensando. — "Se me hace que es entrón, pero vamos a comprobarlo".

De mi bolsillo izquierdo del pantalón, tenía unos dulces, saqué uno y se lo di, diciendo con sonrisa y un poco de nervios. — Tenga, por decirme joven y guapo.

Él lo tomo con su mano izquierda, tocándome mis dedos y sonriéndome.

Hicimos una charla amena, pero percibía su nerviosismo; creo él igual la mía; le comentaba que pensaba que correria aire como en las noches anteriores y él me decía que ojalá y no, pues eso le afectaría mucho en su corrida nocturna; fue ahí que tras reírnos de que si corría aire, nuestros calzones cambiarían de dueño; freno, me miró y pregunto directo.

— Debes tener como unos 16 años, ¿verdad?

Me sonrojé, saque otro dulce y le respondí, practicando mi sonrisa seductora. — Gracias por hacerme sentir más joven, pero tengo 20 años; (mentira piadosa, pues tengo 25, pero si me veo más joven, gracias a que me cuido mucho la cara).

Al saber mi edad, el taxista, se emocionó, preguntándome. — ¿Dónde te bajas?

Mire la calle vacía y solitaria; ya era tarde; nervioso respondí. — En esa casa vivo, pero avanza a la otra esquina.

Serio, nerviosos y con adrenalina en nuestros ser, él cuestionó directo, mientras sacaba la cartera. — ¿Aceptarías salir conmigo, si te lo propongo?

Directo, respondí. — Claro, sí, pero ¿para qué?.

Se estacionó, apagó el motor del carro, contestando. — Estas muy guapo, y quiero salir por ahí, vernos, ¿aceptas?.

Yo dije nervioso. — Gracias por lo que me dices, si, acepto, pero ¿cómo te localizó o me localizas?

Él, tomó un lapicero, diciéndome. — Anota ahí tu número, te escribo sin falta, te digo donde nos vemos, en que calle, todo discreto.

Anote mi verdadero número, porque la verdad si me gusto el tipo, pues aunque dijo tener 40 años, se veía de unos 50 años, con unas cuantas canas.

Le devolví el lapicero  me desabroche el cinturón de seguridad y decidido le dije acercándome a él. — Para qué esperar a mañana, si lo que quieres lo podemos hacer ahorita.

Deslice suave y delicado mi mano sobre su pierna hasta su miembro y lo sentí grueso, erecto y bastante mojado; él me sonrió nervioso, se asomó hacia atrás y luego de frente; yo seguía tocándole sobre el pantalón su pene duro.

Nervioso, se desabrochó su cinturón de seguridad diciendo. — Me llamó Sergio, ¿me la mamas?

Sonreí, diciendo. — Un gusto, claro que si, lo haré.

Hizo hacia atrás su asiento, bajando un poco su pantalón, se acostó y sacándose el pene; me hizo admirar la firmeza, sus venas saltadas, una cabeza descubierta y lubricada, un olor a sudor, sus vellos pubicos con algunas canas y sus testículos cargados; se me pasaba decirles algo importante, soy fetichista del olor y sudor de hombres, así como también de los pies y axilas, sin importar cómo sean.

Reconozco que estábamos nerviosos a que nos fueran a ver, pero afortunadamente nunca pasó un carro en el transcurso de nuestro encuentro; ahí en el taxi, olía su escroto, lamia y también olía aspirando profundo su trusa con preseminal y orín; él estaba muy excitado, yo igual, tanto que sentía pegajoso mi pene por la excitación de mamarle ese grueso cacho de verga con un sabor salado pero rico.

Al verlo excitarse mucho y sentir con mi lengua que le punzaba, me detuve, me lo saqué, dejándolo babeado, dije. — Muéstrame tus axilas.

Su camisa era de botones, pues casi se los arranca; estaba muy caliente Sergio; me acerqué, puse mi lengua en su ombligo y deslice hacia arriba, hasta llegar a su axila, aspiré profundo, olía rico, a sudor con desodorante, lengüetee un poco, la deje bien húmeda y me fui igual poco a poco lamiendo su pecho hasta su otra axila; le hice lo mismo, olí hasta memorizar bien su olor y luego pase a sus labios, besándonos cómo desesperados.

Tras ese beso, le dije excitado; mientras se masturbaba despacio y suave. — Enséñame tus pies.

Él con pena, dijo. — No chavo, no, disculpa, pero es que he trabajado desde las 10 de la mañana, eres mi última corrida, incluso no comí bien, me deben oler a su mis pies, eso no.

Lo volví a besar, le sonreí, miré a los ojos, diciendo. — ¡Por favor papi, me gustaste mucho!, un ratito si.

Pues trabajo no me costó, porque logré convencerle diciendo. — Bien, sólo porque eres un Chavito, caliente como me gustan, aunque es la primera vez que me piden algo así.

Me senté en el asiento de copiloto, en lo que Sergio se quitaba los zapatos, se sentaba hacia atrás y colocaba sus pies justo en el volante con unos calcetines negros empapados de sudor y muy olorosos; olía entre plástico quemado, queso añejado, leche agria y a nachos; su olor me motivo a respirar profundamente, como si me estuviera drogando; los fui desnudando con mis manos y al irlos descubriendo, los besaba, pasaba mi lengua y saboreaba su sudor salado; los cristales del taxi estaban empañados, pero nosotros seguimos en lo nuestro, sin importarnos ese detalle.

Se masturbaba, ya más relajado, con su verga gruesa ya humedecida, que olía a camarón; yo tomaba sus calcetines sudados, me los pasaba en la cara, los inhalaba fuerte, besaba y luego los metía a mi boca; los sacaba, colocaba en la palanca de velocidades y acomodándome como pude, le lamia sus plantas, las besaba, metía mi lengua entre cada uno de esos dedos largos y definidos, de gustaba mucho su sabor, los babeaba mucho, eran un manjar; calzaba del 29 Mx; Sergio debe medir como 1.75 o 1.80, pesar como 75 kilos y es moreno semivelludo; yo mido 1.72 peso 58 kilos, moreno y también semivelludo, calzo del 27 Mx.

Sergio jadeaba diciendo. — ¡Qué rico es esto, bastante rico, creo que me voy a venir!

Mirandole, continúe lamiendo y oliendo sus pies; saboreaba mucho para escucharle gemir, en lo que expulsaba un buen tanto de semen espeso y muy blanco, sobre su abdomen; sonreía y me colocaba sus pies sobre mi cara al mismo tiempo que yo me venía sobre mi bóxer de licra, sintiendo mucha humedad entre mis partes.

Me acomodé de nuevo, mire su semen y sin preguntarle, me incorporé a oler sus espermas, para luego succionar su leche espesa, pasando mi lengua en su abdomen, cabeza de su verga y lamiendo sus dedos de las manos; degustándolo el dulce sabor de su semen.

Suspirando, me dijo. — ¡Estuvo rico!

Sonreí diciendo. — Me alegra que te haya gustado.

Ambos nos acomodamos nuestra ropa, para segundos después sacar mi cartera diciendo. — Cobrate por la corrida.

A lo que Sergio dijo tras suspirar. — No es nada, así queda, pero espero que está no sea la única vez que te veo.

Guardando mi billete, sonreí diciendo. — No lo será, ya sabes dónde vivo, tienes mi número de teléfono, así que ten por seguro que habrá próxima.

Nos dimos otro beso muy salivoso, succionaba mi lengua y su saliva se mezclaba con la mía; nos despedimos y justo ahí le daban dirección de que tenía que cubrir un servicio; a gusto, me bajé, caminé hacia la puerta, en lo que Sergio se iba a continuar su trabajo; no quería seguir, pero debía hacerlo, ya que a mí no me había cobrado y de alguna forma tenía que a completar su tarifa del día.

Me despido, aún no me quito mi ropa y cada que muevo mis piernas, sale el olor a semen seco que tengo, pues esto que les relato sucedió hace unos instantes; pensándolo bien, oleré mis propios bóxers en lo que me masturbo de nuevo y dedeo, pensando en él; saludos y gracias por tomarme en cuenta para esta sección, éxito.

FIN.

Bien amigos, espero les haya motivado o incitado a jalársela un poco o buscar quién les cumpla una lamida de pies; a mí si me lo preguntan, me atraen los pies varoniles, las manos, el sudor corporal en el acto sexual y los besos con mucha saliva; ¿y a ustedes?, espero sus comentarios y opiniones, un abrazo, saludos; pronto regresaré con un capítulo nuevo en esta sección preferida "Gay, casos de la vida real"; hasta después.

 

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