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Es Cuestión del Destino. Capítulo 11

en Gays

Hola, sin más que decir, les traigo el nuevo capítulo que espero les guste, ya falta poco...

 

CAPÍTULO ONCE

¿QUIÉN ERES TÚ?

 

Cristián estaba desesperado  por la pulsera perdida de Sebastián, por más que trataba de recordar dónde la pudo haber dejado su mente aún se encontraba algo confusa por todo lo que pasó la noche anterior y su concentración no era del todo buena; él nervioso y con temor, le marcaba a Miranda a su celular.

Ella ya se encontraba alistándose para salir, cuando recibió la llamada, sonriente respondía. – Vaya Cristián, dijiste que no querías saber nada de mí, ahora cambiaste de opinión, ¿se puede saber el por qué?

– Cristián nervioso le decía. – Miranda te hablo por algo que me tiene nervioso.

– Miranda extrañada le preguntaba. – ¿Por qué nervioso? Ya te dije que no le diré nada a Sebastián.

– Cristián le exclamaba. – ¡Eso ya lo sé! ¡Es otra cosa!

– Miranda confundida preguntaba. – ¿Qué es?

– Cristián subiendo las escaleras aún en bóxer le respondía. – Necesito que busques en el piso del departamento si de pura casualidad está ahí una pulsera que dice “es cuestión del destino”, te espero en línea.

– Miranda curiosa le decía. – Buscaré, pero ¿es muy importante para ti?

– Cristián respondía serio. – Solo búscala por favor.

– Miranda dejaba el teléfono sobre su buró y se disponía a buscar la pulsera dónde él las había aventado esa madrugada.

Sin éxito miranda tomaba el celular y le respondía. – Cristián, esa pulsera no está aquí, seguro la dejaste en otro lugar o la perdiste.

– Cristián muy desesperado y al borde del llanto le decía. – Gracias de todas formas, pensaba que se había quedado ahí.

– Miranda al escuchar la voz quebrada de él; ella sintió una incomodidad y le dijo. – Tranquilo es solo una pulsera, no se terminará el mundo por eso.

– Cristián seriamente y cortante respondió. – Tal vez tu mundo no, pero el mío sí, hasta luego.

– Cristián cortaba la llamada y se tumbaba en la cama con mirada fija al techo tratando de recordar donde pudo quedar la pulsera.

En tanto Miranda con la duda se decía. – Pues por tu respuesta esa pulsera es muy importante para ti, me pregunto, ¿Qué significado tendrá?

– Ella sacaba de su alhajero unas pulseras de plata, unos aretes y una gargantilla; cuando en eso una de las pulseras se le caía y se iba rodando hasta quedar bajo la cómoda de la ropa; ella apresurada caminaba, se agachaba y metía la mano debajo del mueble, sintiendo su pulsera y otro objeto extraño; al sacarlos se daba cuenta que su pulsera había encontrado la pulsera que Cristián había según perdido.

Ella al tomarla leyó lo que tenía y pensaba. – Vaya es el pretexto perfecto para volverte a ver.

– Miranda se preguntó mirándose al espejo. – ¿Cómo habrá llegado hasta aquí la pulsera? Bueno la respuesta es lo de menos, lo que importa es que la encontré y podré usar esta pulsera de pretexto para verte de nuevo.

– Ella continuaba arreglándose colocando en el alhajero la pulsera que pertenecía a Sebastián

Sebastián en Cancún, no lograba concentrarse en las charlas del último día de conferencia, por más que trataba no podía; ya que tenía muy presente la forma en que Cristián se comportó vía telefónica; los congresistas iban muy bien, brindado ideas a los presentes, dándoles sugerencias de métodos de dialogo con el paciente, así como trato con sus familiares en dado caso de ser necesario; pero Sebastián cuando más debía estar atento no lo lograba, pues miraba a cada rato la pantalla de su celular en vez de poner atención a lo que se le brindaba; así que para quitarse esas dudas, él salía de forma imprevista del salón en que se efectuaba la convención y se dirigía al baño para marcarle al celular a Cristián.

Él que estaba por conciliar el sueño, atendía el teléfono respondiendo serio. – Hola Sebas, ¿ya finalizo el congreso?

– Sebastián temeroso preguntaba. – ¿Dime qué pasa Cristián?

– Él se enderezaba y con una mano tallándose el ojo le respondía serio y cortante. – ¿Pasar? ¡Pero si no pasa nada!

– Sebastián nervioso le decía. – Te conozco Cristián, desde hace ya casi catorce años próximos a cumplir sé cuándo algo malo pasa por tu forma de hablar y expresar, sé que algo sucede y no me quieres decir, ¿Es algo malo?

– Sebastián mirándose en el espejo, derramaba una lagrima al sentirse impotente y preocupado; Cristián quien tenía un nudo en la garganta, tragaba saliva y le respondía. – No cabe duda que tú me conoces más que todo yo; efectivamente en estos ya casi catorce años hemos pasado casi de todo, conoces mis reacciones, mi forma de expresarme ante momentos difíciles qué aunque yo trate siempre de hacerme el fuerte, tú siempre te percatas y tratas de ayudarme por qué no logro ocultar lo que pasa y este momento no es la excepción; sin embargo yo no me he dado cuenta del todo bien, qué tú siempre has tenido la sensibilidad ante muchas cosas y percibes lo malo que sucede a tu alrededor; eso es lo que te caracteriza como un buen psicólogo, porque sientes, percibes y deseas solucionar problemas; te admiro mucho, te prometí que nunca te haría daño ni mucho menos permitiría que algo te sucediera, también dije que no te haría sufrir y es lo menos que quiero.

– Sebastián le decía nervioso y serio. – ¿A qué viene todo esto?, eso no responde a mi pregunta, ¿Sucede algo malo, verdad?

– Cristián nuevamente tragando saliva le respondía. – Creo estoy diciendo mucho y no te respondo nada; lo que deseo es que estés tranquilo y no te preocupes por nada; por favor regresa a tu congreso, finaliza con éxito y cuando termines tendré una respuesta a lo que tanto te aqueja; Adonaí está bien, tú mamá y hermana igual, así que por ellos no te preocupes.

– Sebastián inquieto exclamaba por teléfono. – ¡Por favor dime algo aunque sea!

– Cristián haciendo mueca de arrepentimiento le respondía. – Tienes toda la razón, tus presentimientos son ciertos, hablamos luego, termina tu congreso y te deseo éxito; y por favor no olvides que te amo mucho a pesar de lo que llegue a pasar.

– Sebastián suspiraba y le decía. – También te amo, te amo mucho, espero que las cosas no sean graves, te amo mucho, mucho, no lo olvides por favor.

– Sebastián terminaba la llamada y apretando el celular se decía angustiado. – Espero que no sea tan grave.

– Él se lavaba la cara y nuevamente se reincorporaba con sus demás colegas en el salón.

Y en casa, Cristián nuevamente se tumbaba en la cama diciendo. – Creo que debo decirte lo que paso en persona y no por teléfono; te amo mucho Sebas y lo que menos quiero es hacerte sufrir y dañarlos a ti y nuestro hijo.

– Él abrazaba una almohada, suspiraba y cerraba los ojos tratando de dormir un poco. 

Al cabo de un gran lapso de tiempo; sobre la calle dónde Cristián y Sebastián tienen su casa; se escuchaban unos gritos y lamentos que a lo lejos decían. – ¡Auxilio por favor, auxilio! ¡Auxilio, socorro, necesito ayuda!

– Los vecinos poco a poco salían de sus casas a cerciorarse  de que sucedía, otros más por simple morbo y curiosidad; las patrullas de la policía eran llamadas al igual que una ambulancia que velozmente se dirigían al lugar; el escándalo de afuera hacía que Cristián se despertara alarmado, él colocándose su bata, bajaba las escaleras asustado para saber que pasaba; al salir él observaba que la policía tenía cerrada la calle desde el conecte con la avenida principal hasta lo que era la salida al eje central, siendo un gran tramo cubierto por policías; los cuales comenzaban a desfilar para la seguridad de las personas; la ambulancia se regresaba velozmente llevando una emergencia de vida o muerte, ya que una persona estaba herida de arma de fuego.

Los vecinos comenzaban a murmurar ante los hechos diciendo. – Esta calle ya no es segura.

Han pasado más de tres asaltos, pero esté se pasó de la raya, hubo disparos.

Sí hubo disparos, los escuche, pobre joven, ojala se salve.

– Cristián en bata, caminaba más y más para saber qué era lo que sucedía luego de escuchar los comentarios de los vecinos.

Al llegar a la casa del incidente, muy sorprendido observaba que había sangre, varios impactos de bala y las personas de la casa bastante histéricas.

Él temeroso con curiosidad preguntaba. – ¿Puedo saber lo que sucedió?

– Una señora de unos ochenta años nerviosa, se encontraba siendo examinada por una de los paramédicos a fuera de su casa, ella llorando respondía. – ¡Me robaron, me robaron mis ahorros, todos mis ahorros! ¡Me destruyeron mis muebles y el interior de mi casa!

– Cristián se acercando mientras exclamaba diciendo. - ¡No se preocupe, puedo auxiliarla soy arquitecto y puedo hacer que le reparen cualquier daño sin ningún costo!

– La señora mostraba una leve sonrisa de alivio diciendo. – Gracias joven, de verdad.

– Cristián preguntaba preocupado. – ¿La señora se encuentra bien? ¿Le sucedió algo malo?

– La paramédico respondía. – No está herida, solo en shock de ver cómo era asaltada, tiene la presión algo elevada, se le tendrá que llevar al hospital para estar en observación.

– La paramédico miraba a Cristián al que le preguntaba. – ¿Ella es familiar suyo?

– Cristián nervioso le respondía. – No, pero soy vecino de ella, vivo una calle y media a la izquierda, estaba dormido y escuche el alboroto.

– La anciana nerviosa nuevamente alterada decía. – ¡Auxilio, auxilio, socorro, me quieren robar, auxilio! ¡Auxilio, hirieron a mi nieta, ayuda, ayuda!

– La paramédico ordenaba a Cristián. – ¡Favor de retirarse, la señora está sufriendo de un shock neurogénico y debemos llevarla al hospital de inmediato!

– Cristián mostraba un estado de preocupación por la anciana; ya que al verla alterada le recordaba a su abuela que había fallecido varios años atrás; él preocupado retrocedía observando como otros dos paramédicos ayudaban a su compañera a canalizarla.

Mientras era introducida a la ambulancia; la anciana alterada gritaba. – ¡No me puedo ir, mi bisnieta está en la habitación durmiendo, no la dejen ahí, no la dejen o él! O él…

– La anciana se desmayaba, entraba en paro respiratorio y comenzaban a reanimarla; a lo que otro paramédico exclamaba a un policía. – ¡Entren a la casa y busquen a la bisnieta de la señora, de inmediato!

– Cristián estaba impactado con lo que estaba sucediendo; el policía corriendo ordenaba que entraran a la casa; un grupo de cinco policías entraban a la gran casa de la anciana.

Cristián sin pensarlo dos veces, se les acerco a los paramédicos que trataban de estabilizar a la señora y les decía. – ¡Yo cuidaré de la bisnieta de la señora, llévensela al hospital, rápido!

– La paramédico, muy sorprendida con la reacción de Cristián le respondía. – ¡Bien, iremos al hospital Luz del Ángel!

– Cristián ayudaba a cerrar las puertas de la ambulancia diciendo. – Bien, los alcanzaré ahí.

– Una agente cercana a la ambulancia había escuchado el ofrecimiento de ayuda por parte de él; la ambulancia se iba a toda velocidad y segundos después el grupo de policías salía de la casa con bebé en brazos.

Cristián al ver salir a los policías gritaba. – ¡¿Quién más estaba en la casa?!

– Un policía le respondía mientras de inmediato se acercaban. – ¡No había nadie, nadie más estaba!

– La gente continuaba alarmada viendo lo que sucedía; pues la muchedumbre como siempre en vez de ayudar, solo observaban por morbo los hechos, sin intención alguna de querer auxiliar.

La niña en brazos comenzaba a llorar más y más, el policía se ponía nervioso y ante eso, Cristián pedía cargarla diciendo. – Me ofrecí a cuidar de la pequeña y llevarla al hospital con su bisabuela; sí me la permite con gusto puedo calmarla; de no creer lo que digo, su compañera agente a mi lado puede corroborar lo que le estoy diciendo.

– El policía con niña en brazos miraba a su compañera, la cual le decía. – Afirmativo, el señor aquí presente se ofreció a cuidar y llevar de la pequeña con sus familiares.

– El oficial que tenía a la niña ordenaba. – De ser así, usted custodiará al hombre que no vaya a tramar algo, nosotros seguiremos con las investigaciones, ya que por lo que se alcanza a ver en el interior de la casa, él ladrón no era un desconocido para quienes viven en esta casa.

– Cristián intrigado preguntaba. – ¿Está diciendo que la persona que cometió dichos ilícitos es familiar?

– El oficial le entregaba a la niña en brazos respondiendo cortante. – Mejor limítese a saber de este asunto, a usted no le compete y cuide de la criatura, es una recién nacida de no más de 7 meses.

– Cristián tomaba a la niña que ya en brazos de él poco a poco se calmaba; el policía se marchaba a continuar con los peritos.

Mientras que Cristian siendo acompañado por la agente, iba diciendo. – Creo la experiencia de criar un hijo deja una gran lección y una gran experiencia.

– La agente preguntaba al ver a Cristián mostrándose tierno. – ¿Es usted padre?

– Cristián acobijando a la niña con sus torneados brazos le respondía enternecido. – Sí, tengo un hijo de tres años y medio, en este momento se encuentra con su abuela, pero es un niño muy amado y mimado también.

– En el trayecto de regreso a su casa, Cristián era seguido por las miradas morbosas de los vecinos de la calle.

La agente curiosa preguntaba. – ¿Podré saber por qué la gente lo mira de esa forma?

– A lo que Cristian alzando la mirada, le sonreía respondiendo sarcásticamente. – Bueno creo que es porque nunca antes había salido en bata de mi casa; mucho menos mostrando mis tatuajes de las piernas que seguramente a sus compañeros policías han de ver inquietado y también a la muchedumbre chismosa que tengo como vecinos; es por eso que me miran así, mi aspecto rudo crea cierta incomodidad y ciertas dudas; bien dicen que no hay que juzgar a nadie por su apariencia pues se pueden llevar sorpresas.

– La agente se apenaba y le decía. – Tiene usted mucha razón, y está en lo correcto, mis compañeros policías comenzaron a verlo con cierta sospecha por tener tatuajes en las piernas, pido una disculpa, pero es de desconfiar, ya que años atrás había una banda delictiva que solía tener tatuajes hasta en las partes más íntimas de su cuerpo, aunque fue desarticulada en su totalidad, quedó la duda sobre sí había más maleantes sueltos pertenecientes a esa banda, disculpe usted la desconfianza.

– La agente comenzaba a sentir cierta atracción por Cristián, ya que su aspecto rudo y tierno le hacía parecer bastante sexy.

Cristián sonreía diciendo. – No hay cuidado.

– Ambos continuaban el camino a la casa, él hablándole a la pequeña bebé y ella mirándolo con ternura.

Al llegar a la casa, Cristián de una forma sorpresiva mataba la atracción e ilusiones de la agente al decirle con una ligera sonrisa. – Pues tatuajes en mis partes íntimas no tengo, me limita mi esposo, a él no le gusta que tenga muchos tatuajes en el cuerpo y además mi profesión no me lo permite.

– La agente se impactaba cuando Cristián le daba a entender que es gay, ella abrumada quedaba muda, sintiendo un frío recorrer por su ser y sus ilusiones se desvanecían instantáneamente.

En lo que él decía. – Podría adelantarse a abrir la puerta de mi casa si no es mucha molestia, no tiene candado puesto.

– La agente apenada se adelantaba, le abría la puerta dándole paso a Cristián con bebé en brazos entrar y entrando después la agente  quien cerraba con cuidado.

Ël le decía. – Le dejo un momentito a la pequeña, creo su incomodidad es porqué necesita cambio urgente de pañal y también sirve que me pongo ropa para salir al hospital a ver cómo están sus familiares.

– La agente extendía sus brazos para cargar a la pequeña; a lo que Cristián al ver que ella lo estaba haciendo de forma errónea; le decía. – Ponga sus brazos en forma de cuna, pero no muy espaciadas, de lo contrario la pequeña se le caerá, imite la forma en la que yo tengo mis brazos, eso así está bien, muy bien.

– La agente quedaba sorprendida por la forma en la que él mostraba sus dotes de instinto paternal.

Él un tanto preocupado y presuroso decía. – Me cambiaré rápido y bajaré de inmediato; tome usted asiento, está en su casa.

– La agente camino unos pasos arrullando a la niña, observando muy cuidadosamente las fotos de la pareja con su pequeño hijo Adonaí, ella se percataba que el pequeño en verdad está creciendo en una verdadera familia, la cual a ella le entusiasmaba mucho ver como una pareja homosexual demostraban que también podían ser excelentes padres.

Cristián presuroso, se quitaba la bata, se rociaba desodorante, agarraba una playera, se la ponía de inmediato, se colocaba un pans y unos tenis, ya por salir de la habitación, le sonaba el teléfono, siendo Sebastián quién se comunicaba con él.

Cristián atendía la llamada un poco presuroso. – Bueno, Sebastián, ¿cómo estás?

– Él al teléfono intranquilo le decía. – Amor, todo bien, ¿tú estás bien?

– Cristián agitado, cruzaba a la habitación de Adonaí donde buscaba unas toallitas húmedas así como una reserva de pañales que tenían guardados.

Sebastián al escuchar ruido se inquietaba exclamando. – ¡Cristián, ¿Qué sucede, todo bien?!

– A lo que él agitado le respondía. – Discúlpame, es que ando apresurado, ocurrió una tragedia…

– Sebastián que se encontraba en la habitación del hotel, se espantaba y exclamaba. – ¡¿Qué le paso a mi hijo?!

– Cristián suspiraba y le respondía tratando de calmarlo. – Sebastián, chaparro hermoso, nuestro hijo está bien, se encuentra con tu mamá, tranquilo, me interrumpiste con lo que te iba a decir.

– Sebastián suspiraba y aliviado le decía. – Discúlpame, es que ando inquieto por lo que me dijiste sobre no tener otro hijo y que quieres hablar sobre algo importante, todo eso me tiene intranquilo; pero dime, ¿Qué sucede?

– Cristián le comenzaba a platicar lo que había sucedido con los vecinos y que se había ofrecido en cuidar a la pequeña niña; Sebastián se preocupaba y le decía que le informara cualquier cosa de lo que sucediera, así como también le decía que los pañales estaban en closet de la habitación de Adonaí en una caja.

Antes de finalizar la llamada, Sebastián le decía. – Cristián, te amo mucho, cuídate por favor, deseo verte y hacer el amor.

– Cristián se incomodaba y solo le decía fríamente. – Te quiero y te aviso lo que suceda, hasta más tarde.

– Él cortaba la llamada y Sebas se recostaba en la cama, abrazando la almohada derramando una lagrima al sentirse confundido ante la situación que le parecía inentendible.

Cristián con una pañalera imprevista y los nervios a flor de piel, apunto de bajar las escaleras, se sostenía del barandal; el cual se desprendía un poco más del suelo donde se sujetaba; él no se percataba de eso, la apuración podía más; bajando notaba que la agente estaba  tratando de calmar a la bebé que no dejaba de llorar.

Él se le acercaba y le decía. – Permítame, le cambiaré el pañal.

– Él con experiencia paternal sostenía a la bebé, la recostaba en el sillón grande y desabrochaba cuidadosamente la ropita de la nena, dándose cuenta que el pañal estaba bastante sucio.

Cristián decía preocupado. – Tú mamá no ha de tener mucha paciencia contigo, mira nada más que pañal tan sucio.

– La nena comenzaba a patalear, enterneciendo a Cristián que le decía. – Lo sé, lo sé, te hace sentir bien estar así sin pantaloncito, pero te puedes enfermar, anda te pondré otro pañal y te limpiaré bien.

– La agente se impactaba de ver la forma en la que Cristián actuaba con la bebé; ella le preguntaba. – ¿Puedo ayudarle en algo?

– Cristián la volteaba a ver y sonriéndole le decía. – Podría prepararme unos dos biberones, digo sí no es mucha molestia.

– La agente le decía sonrojada. – Claro que puedo.

– Cristián colocándole el pañal a la nena, le decía. – Mire, dentro de la pañalera están dos biberones esterilizados, al igual que se encuentran dentro una formula láctea para menores de un año; una de mis primas la dejo olvidada hace unos meses cuando vino de visita a casa, aún sirve así que puede ocupar dos medidas para cada biberón; tome el agua del garrafón llenando un pocillo que está entre los trastes limpios, procure que no hierva el agua, solo que se entibie, introduzca el dedo meñique de cualquier mano para comprobar la temperatura del agua, ya lo demás es fácil de realizar; eso sí, caliente el agua en la estufa, el agua calentada en microondas les hace daño a los bebés.

– La agente quedaba un poco atónita y exclamaba. – ¡Vaya que esto de tener hijos es bastante laborioso!

– Cristián le sonreía diciéndole. – Al principio es laborioso, una vez tomándole ritmo lo demás es fácil.

– La agente tomaba las cosas y antes de irse a la cocina le decía. – Por cierto, mi nombre es Tirsa.

– Cristián amablemente le decía. – Un gusto, Cristián para servirle.

– Ella sonreía diciendo. – Bueno me apuraré con permiso.

– Cristián sonreía diciendo. – Es propio.

– Mientras ella se iba a la cocina, él continuaba arropando de nuevo a la nena, la cual se mostraba muy quietecita al cuidado de Cristián; vestida nuevamente, él la cubría con una frazada que le pertenecía a Adonaí cuando fue encontrado abandonado siendo un bebé; al ponérsela, Cris recordaba en flash back los cuidados que le brindaba a su pequeño hijo, los desvelos que pasaban, así como las formas en las que él y Sebastián se turnaban para dormirlo.

Él cargando a la pequeña a quien le sonreía y suspiraba le miraba dulcemente, cuando de forma tierna e inesperada la bebé le tomo los dedos anular y meñique de su mano, regalándole una sonrisa espontanea a Cristián.

Él cual le dijo sonriendo con voz suave. – Tal parece que te caí bien, pues me sujetas con fuerza.

– La bebé lo miraba fijamente y él a ella, dándose cuenta que la pequeña tenía cierta similitud con Adonaí cuando era un bebé; cosa que le parecía curioso pero le daba poca importancia por el momento.

Cris decía con voz suave. – Tienes cierto parecido a mi hijo cuando era un bebé, pero todos los bebés se parecen, ya que son unos angelitos de pequeños.

– Tirsa se acercaba con los biberones y le decía después de escucharlo. – Pues hay bebés que se parecen mucho sin ser nada y otros que se parecen cuando son familia.

– Cristián se volteaba diciendo. – Esta pequeña tiene el mismo color de ojos de Adonaí, su tonalidad de piel y esa sonrisa cálida que muestra, sino fuera porque es casi imposible, diría que esta niña es hermana de mi hijo; aunque haciendo memoria mi sobrino cuando era recién nacido también tenía similitudes con Adonaí.

– Cristian moviendo la cabeza de un lado a otro se decía. – Bueno ya, dejaré de pensar cosas que son imposibles; tengo tantos deseos de tener más hijos pero en este momento es poco probable adoptar.

– La agente Tirsa le entregaba un biberón a él mientras le decía. – Todo a su momento, solo es cuestión del destino y que las cosas pasen cuando deban de pasar, no antes.

– Cristián cerciorándose que no estuviera tan caliente la formula láctea, le decía. – Tiene razón, todo a su debido tiempo, es cuestión del destino.

– Él le daba su biberón y Ella ayudaba a guardar las cosas dentro de la pañalera.

Cuando su radio sonaba de forma urgente; ella respondía seria diciendo. – Aquí la agente Tirsa, diga que sucede.

– Al radio una voz masculina le decía. – Agente, en el hospital la situación de la señora esta delicada y una joven mujer pregunta a por su hija de una forma desesperada.

– Tirsa le decía seriamente. – Dígale que el señor que se ofreció a cuidar a la pequeña y yo vamos en camino al hospital descuiden; ¿todo está bajo control por este lado?, necesito que me informe sobre la salud de la mujer de la tercera edad.

– El policía le respondía. – La mujer está muy grave, no me brindaron información, lo único que puedo decir es que deben apresurarse para que la anciana vea por última vez a su bisnieta.

– Cristián al escuchar eso se estremecía y la agente seria decía. – Bien, vamos para allá, cambio.

– La agente le decía a Cristián. – Bien Cristián, ya escuchó lo que sucede, debemos ir de inmediato para allá.

– Cristián con la niña en brazos decía preocupado. – Sí, sí está bien.

– Ambos salían de la casa; la multitud de gente ya se había dispersado y aparentemente la calma regresaba a la calle.

Aunque a unos metros de distancia entre unos contenedores de basura un joven hombre de apariencia misteriosa, observaba salir a Cristián con la bebé y la agente.

Ella cerraba con llave la casa y Cristián preguntaba. – ¿Sabe usted manejar?

– La agente le respondía sería. – Sí, por supuesto, solo que mi carro está estacionado a la siguiente calle.

– Cristián señalaba, sujetando bien a la niña diciendo. – En la bolsa del costado están las llaves de mi carro, quite la alarma y vayámonos en el.

– La agente sacaba las llaves y quitando la alarma exclamaba. – ¡Vayamos antes de que sea tarde!

– Con cuidado Cristián se subía al carro y se iban rumbo al hospital.

Siendo espiados a distancia por ese tipo, que sacando su celular tomaba fotos al carro y las guardaba diciendo. – Espero no hagan algo de lo que puedan arrepentirse.

– El tipo caminaba con rumbo a la casa robada en vez de caminar hacía el rumbo en el que habían tomado Tirsa y Cristián.

Al llegar a urgencias del hospital Luz del Ángel, la agente y Cristián con niña en brazos ingresaban al área de los cuartos; él un tanto temeroso entraba a la habitación y se acercaba a la cama donde estaba la anciana, la cual estaba siendo cuidada por una enfermera; mientras que Tirsa iba a averiguar cómo estaba la joven madre.

La anciana consiente, mostraba una mirada cansada, preocupante y decaída, con semblante temerosa; la enfermera le decía. – Señora aquí está su bisnieta.

– La señora volteaba y al ver a él con la nena; decía. – Mi pequeña bebita, ¿cómo esta ella?

– Cristián se acercaba cuidadosamente y se la mostraba diciéndole despreocupado. – Su bisnieta se encuentra bien, la revisó el pediatra de turno y dice que no tiene nada, así que usted tranquilícese para que pueda estar con ánimos para cargar a su pequeña.

– La anciana acariciaba con su mano libre a la criatura y le decía. – Por favor no deje que ese mal hombre se la lleve, mucho menos que mi nieta me impida verla, yo soy la única familia que tiene, no permitan que me la arrebaten de mis cuidados.

– Cristián se enternecía por lo que la mujer decía; él tratándola de calmar decía. – Descuide la agente Tirsa estará aquí por cualquier cosa, ella levantará investigaciones sobre los diversos robos que se han realizado en la calle, así como lo que ocurrió en su casa.

– La anciana mostrando cierto temor le decía. – Mi nieta no es mala, la mala persona es ese tipejo con el que se juntó mi nieta, el papá de mi bebita, él, solo él es el culpable de que mi nieta haya tomado el camino equivocado.

– Cristián sin entender, miraba a la enfermera, la cual le decía. – La señora ya rindió su declaración, un tanto confusa por el estado de shock en el que se encontraba y por la alta presión que traía, pero a lo poco que logré comprender es que el papá de la niña es quién ha cometido los robos en complicidad de la madre de la criatura.

– La anciana al escuchar esas palabras, comenzaba a alterarse de nuevo y decía. – ¡Cuide a mi bisnieta, cuídela, cuídela de ese mal hombre que no se la quite, que no lo haga, por favor, dios cuídela!

– La señora comenzaba a tener un severo ataque de nervios que ocasionaba de nueva cuenta la presión arterial alta.

Ocasionando que la pequeña niña comenzará a llorar y la enfermera sacaba a Cristián diciéndole. – ¡Salga por favor, la señora está sufriendo otro ataque, salga al pasillo y le informaremos lo que suceda!

– Cristián abrazando a la pequeña, salía al pasillo y de inmediato otro grupo de enfermeras y el doctor entraban a la habitación para estabilizar a la anciana.

Él arrullando a la nena caminaba para alejarse de la tensión y poder calmar a la pequeña; la agente al verlo, le decía seriamente. – Acabamos de tomarle declaración a la nieta, dijo varias cosas que no coinciden con la declaración brindada por su abuela, debo interrogarla nuevamente.

– Cristián preocupado exclamaba. – ¡En este momento le será imposible agente!

– Ella desconcertada preguntaba. – ¿A qué se debe?

– Cristián le comentaba lo que había sucedido en la habitación, así como le decía la forma en la que la anciana se expresaba sobre el asalto que sufrió en el interior de la casa y unas deducciones que él comenzaba a fabricar en su cabeza; posteriormente la agente con muchas dudas, acompañaba a Cristián a la habitación donde la madre de la bebé estaba hospitalizada y viera que su hija estaba en perfectas condiciones.

Nervioso él entraba acompañado por Tirsa; ella le decía. – Señora Maritza, aquí tiene a su hija.

– Maritza que había sido herida de bala en el costado derecho del vientre, abría los ojos exclamando. – ¡Mi chamaca, que bueno que no se la llevo ese idiota!

– La agente y Cristián quedaban sorprendidos ante la reacción de la mujer; a la cual Tirsa le decía. – Estaremos cuidando de la pequeña para que su marido no intente llevársela.

– Maritza algo seria le respondía. – ¡Ya le dije que el Brayand no es mi esposo, es solo el papá de mi hija nada más!

– Dirigiéndose a Cristián le decía seria. – ¡A ver acérquese para que vea a la chamaca!

– Cristián se acercaba con cuidado diciéndole. – Esta despierta, logré calmarla, ya está alimentada, el pediatra dijo que no tenía ningún daño, sólo que estaba un poco baja de peso para su edad, pero está muy bien, solo un poco asustada.

– Maritza la veía y decía algo indiferente. – Ya sé, ya sé que no está bien alimentada, pero no puedo amamantarla siempre, a veces tengo las chichis llenas y a veces no, además ya tiene casi 7 meses ya se le tiene que retirar el pecho y darle mamila.

– La agente notaba cierta molestia de Maritza hacía su hija; ella le cuestionaba. – Señora Maritza, se expresa muy sería de su hija, ¿A caso no la quería? ¿Le parece incomoda?

– Maritza nerviosa le decía. – Bueno a usted no le importa, así que mejor vaya a hacer su trabajo, meta a la cárcel al Brayand para que así pueda estar tranquila en casa de mi abuela.

– Tirsa sería comenzaba a sospechar sobre Maritza y le preguntaba. – ¿Es verdad que usted y el señor Bryan estaban discutiendo y qué él quería llevarse a su hija para venderla o cambiarla por droga?

– Maritza nerviosa se quedaba callada con la mirada perdida y segundos después le respondía. – Le contaré las cosas, pero necesito que aquí el muchachote se vaya con mija eso sí, que me la cuide bien y que no deje que se le acerque un extraño.

– Cristián confundido decía. – Estaré en el pasillo por cualquier cosa, con permiso.

– Él con la niña en brazos estaba por salir, cuando Maritza comenzaba hacer memoria sobre la frazada que cubría a su hija y le exclamaba. – ¡Haber muchachote, espere, acérquese!

– Cristián se daba la media vuelta cuidadosamente y decía. – Dígame.

– Maritza muy inquieta preguntaba. – ¡¿Quién eres tú?! ¡¿Por qué trae esa manta mi niña?! ¡¿De dónde la sacó?!

– Cristián le respondía incómodo. – Es la frazada que le pertenecía a mi hijo cuando era un bebé, esta algo usada, pero es lo único que encontré a la mano para cubrirla, ¿qué tiene de malo?

– Maritza comenzaba a tener una crisis de nervios diciendo. – ¡No puede ser, no puede ser, no, no puede, no, no!

– Alterada comenzaba a temblar, la presión se le bajaba y comenzaba a tener falta de aire, así como también nuevamente tenía sangrado por la herida.

Tirsa sacaba a Cristián con la niña que empezaba a llorar diciéndole. – ¡Salga, salga de inmediato!

– Cristián salía pidiendo ayuda. – ¡Enfermera, enfermera es urgente!

– Una enfermera entraba de inmediato a ver qué pasaba y pedía de forma amable salir a Tirsa para que segundos después entraran otras enfermeras con un doctor.

Tirsa preguntaba curiosa a Cristián. – ¿Sucede algo?

– Cristián confundido calmando a la pequeña le respondía. – Nada malo, solo que me pareció extraña la forma de cuestionarme sobre la frazada y la reacción de la joven mujer; espero no sea nada grave lo que le suceda a ella, por bien de la pequeña.

– Tirsa le ponía una mano al hombro de él diciéndole. – La reacción de Maritza es normal, ya que aún estaba bajo efectos del alcohol y diversas drogas; es algo deprimente y terrible ver a una joven madre matándose lentamente y causándole daño a una inocente, espero el departamento de especialidad familiar e infantil se hagan cargo.

– Cristián exclamaba. – ¡Se la van a llevar para allá!

– Tirsa le decía para tranquilizarlo. – Sí, es por bien de ella mientras la madre y la abuela están hospitalizadas, será por bien de la niña.

– Cristián sintió una tristeza enorme y dijo. – Es algo raro, pero me enternecí mucho con ella y me gustaría cuidarla yo, pero es imposible, me encariñe con ella muy rápido, creo es por el deseo de volver a ser papá.

– Tirsa le sonrió diciendo. – Es usted un gran padre, me imagino que su esposo igual, seguro que sí la niña llegará a quedar en adopción, ustedes serían la pareja indicada al cuidado de ella.

– Cristián se ruborizó, sintiendo una ilusión enorme en su ser.

Una hora después, a la agente Tirsa y a Cristián se les notificó que Maritza tuvo un severo ataque de nervios con ansiedad el cual ocasionó que la herida de bala se le abriera y nuevamente fuera ingresada al quirófano para una nueva suturación, por tal motivo tuvieron que sedarla; impidiendo así a Tirsa continuar con su investigación; mientras que la abuela de Maritza igual fue sedada e intubada, pues su estado de salud se está agravando de forma rápida.

Tirsa notaba la preocupación de Cristián por lo que fuera a suceder con la niña; una encargada del departamento de especialidad familiar e infantil acudió al hospital para llevarse a la niña a sus instalaciones.

Cristián no quería que se la llevarán, con mirada triste decía. – Por favor cuídenla mucho.

– La encargada le decía amablemente. – Lo haremos por el bienestar de la niña.

– Tirsa al verlo así le decía. – Vaya a casa, le mantendré informado sobre la situación y sí llegamos a encontrar algún familiar más de Maritza; muchas gracias por su amabilidad, vecinos como usted hay pocos.

– Sosteniendo la frazada y la pañalera él suspiraba diciendo. – Gente buena queda escasa, mala hay cada vez más… Espero me pueda mantener informado de lo que suceda, cuídenla de verdad, por favor.

– Tirsa despidiéndose le decía. – Claro, lo haré, un gusto.

– La agente Tirsa se iba, ya que había mandado a un policía a que le trajera su carro al hospital.

Cristián guardaba la frazada dentro de la pañalera y cuidadoso sin ser visto, se metió a la habitación de Maritza; mirándola se le acerco tocándole la mano diciendo. – Es curioso que siendo mi vecina a unas cuantas casas de distancia, jamás haya visto tu cara, no te recuerdo sin embargo hay algo que me inquieta y mucho, la pregunta surge; ¿Quién eres tú? Y la respuesta es no sé.

– Él salía de la habitación y se iba para su casa.

Llegando a casa, le marcaba a su suegra para contarle lo sucedido y para decirle que Sebastián llegaría mañana pero le solicitaba que cuidará de Adonaí, porque tenía un asunto que platicar con él en privado; Julieta quedaba tranquila y convencida que Cristián era un hombre de buenos sentimientos y no sospechaba de que hubiera algún problema; ya que pensaba que creía que ellos querían estar en un momento de intimidad; así que accedía sin problema alguno a cuidar de su nieto.

Minutos después le marcaba a Sebastián, que de forma impaciente respondía. – Amor, ¿Qué sucedió?

– Cristián le decía algo cansado y triste. – Todo bien, bueno eso parece.

– Sebastián preocupado preguntaba. – ¿Cómo que parece?

– Cristián le respondía explicándole las cosas y muy atento Sebastián lo escuchaba.

Sebas suspiraba diciendo. – Tranquilo rockero, todo estará bien, rezaré por la niña, por su abuela y su mamá, porqué todo este bien, al igual que tú me quedo preocupado y a la vez inquieto por lo que me dijiste de la reacción de la mujer ante la frazada de Adonaí, es algo extraño, pero como dice la agente, estaba bajo efectos del alcohol y drogas.

– Cristián cabizbajo decía. – Tienes razón, bueno te debo colgar, tengo sueño y me siento cansado, nos vemos mañana, descansa.

– Sebastián sentía algo raro en su pecho, se tocaba y le decía. – Bien, pues descansa.

– Cristián serio y cortante le decía. – Buenas noches.

– Sebastián estaba por decirle buenas noches, cuando la llamada fue finalizada.

Ël derramando unas lágrimas, dejaba el celular caer y comenzaba a llorar solo en su habitación; Sebastián había estado inquieto y confundido por la forma tan cortante y fría de Cristián, a pesar que Miren y Mateo lo trataban de animar, las cosas no funcionaron.

En la casa Cristián en bóxer, se recostaba en la cama, junto a él estaba la pañalera y la frazada, mirando al techo decía muy preocupado. – Mañana cuando llegues a casa, te diré la verdad, romperé tu corazón y todos nuestros sueños que en estos casi catorce años hemos vuelto realidad juntos; me vas a odiar, querrás matarme, pero prefiero que sepas la verdad ahora, antes que Ian se me adelante; pensaré en la forma en como decirte las cosas sin ser tan frío; Sebastián te amo mucho, me siento muy arrepentido por lo que hice… Sólo espero me perdones por el bien de nuestro hijo, aunque en ya no haya amor y solo me odies.

Es Cuestión del Destino.

 

 

Muchas gracias por leerme, les deseo un maravilloso día... Un fuerte abrazo!

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