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Gay, casos de la vida real.

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Gay, casos de la vida real.

Capítulo: “No me importa tu nombre, sólo quiero cogerte.”

 

Hola a todos mis queridos lectores, bienvenidos a un nuevo capítulo de esta sección; esta vez recibí de manera "anónima" un breve relato; qué tuve que editar y acomodar; ya que no había nombres en todo el escrito, ojalá les guste y pues sin más que decir comencemos.

Supongo algunos de ustedes o la mayoría ha experimentado eso de ligar en chats homosexuales durante el día, noche o en el trabajo; bien, pues yo he tenido curiosidad de lo que es tener sexo con alguien a quien no conoces; se me cumplió, aunque tuve cierto arrepentimiento días después.

Ese día había salido antes de la escuela; voy en quinto semestre de preparatoria; aún no cumplo la mayoría de edad, pero eso no me había impedido tener mis aventurillas sexuales con chicos que conocía en el antro y luego de varias citas, ¡boom!, teníamos el mejor sexo del mundo.

Bien, regresando al punto; ya en casa, me disponía a ver televisión, al no encontrar nada bueno que ver, encendí la computadora e invadido por la curiosidad del famoso chat de mi región, ingrese con un Nick algo bobo y obvio, “pasboy”; bueno como eran las 11 de la mañana, no había muchos usuarios y los que estaban apenas y escribían; estaba excitado, con deseos de tener sexo, no me había masturbado en casi cinco días, estaba en una abstinencia impresionante, todo por estar en época de exámenes del segundo parcial.

Prosigo, al saberme solo en la casa, accedí a esa famosa página de vídeos porno y comencé a ver las listas; estaba indeciso en lo que vería; entre momentos, cambiaba a la página del chat la cual seguía sin movimientos y con menos usuarios, incluso ni había escrito nada aún, de lo muerto que se encontraba; hasta que de momento, se escuchó una campanilla sonar; en pleno inicio de mi masturbación, paraba el vídeo y cambiaba al chat, sorprendiéndome de que un usuario con Nick “PeludoMaduro”, quién me mandaba un mensaje que decía así. – “Hola, ando buscando acción con pasivo, soy activo, si estás interesado responde ya”.

– Sonreí, algo nervioso le escribía. – “Hola, yo pasivo, ¿en qué puedo servir?”

– A lo que de inmediato me escribió. – “Mido 1.86 peso 75 kilos, macizo, verga de 20 cm, peludo de pecho, brazos, pierna y barba de candado, algunas canas, tengo 48 años”, “¿te va o no?”

– Vaya, debo admitir que al leer esa descripción, comencé a imaginármelo y mi pene se humedeció más, mi ano se dilato y mis nervios se tensaban más.

Yo sonriendo escribí. – “Te imagino rico, me interesa”

– A lo que el usuario me puso un emoticón con cara de diablillo sonriente seguido del mensaje. – “¿Dónde andas?, ¿tu número es?, nos vemos en media hora”.

– Asustado, ansioso, confuso, lujurioso y excitado, dudaba en escribirle, pero me arme de valor y puse. – “En casa, casi centro de la ciudad, mi número es 272-100-90-82, claro hay que vernos”.

– El usuario automáticamente se puso en rojo, dando señal de que se había salido del chat.

Por un instante pensaba que me habían tomado del pelo, pero no; tan solo bastaron tres minutos de haber charlado con ese usuario, cuando una llamada entraba a mi teléfono.

Nervioso pero decidido contestaba, tratando de hacer de mi voz lo más masculina posible. – Sí, diga.

– A lo que una voz madura de locutor de radio me dijo. – Hola, soy del chat, “peludomaduro”, ¿dónde andas?

– Yo sonreí, nervioso con las manos frías, respondía. – Qué onda, ando en casa, dónde te veo y voy.

– Él presuroso me preguntaba. – ¿Edad?, ¿dónde andas?

– Yo le respondía tratando de calmarme y también echándole una pequeña mentirilla. – Tengo diecinueve años, te digo que ando céntrico, donde estarás y te veo.

– A lo que él haciendo un silencio para luego decirme serio. – Te veo en veinte minutos en el costado de la alameda central, frente a la heladería, carro color vino, no tardes.

– A lo que sonreía mientras me acomodaba el pantalón deportivo de la escuela y presuroso caminar a mí recamara para ponerme desodorante y una playera diferente a la que tenía.

No deseaba ser descubierto a que escuela iba; yo le decía agitado. – Bien, iré de pans azul con franjas rojas y negras, de lentes, soy delgado, semivelludo, 58 kilos y mido 1.73.

– Y él saboreándose al teléfono decía. – ¡Uy mami te describes rica, te voy a dejar el culo bien abierto!

– Me ruborizaba y cuando estaba por darle mi nombre, me decía el en tono serio. – Únicamente busco coger y ya, no quiero frecuentar, ni fraternizar, solo quiero coger, no me interesa tu nombre, solo quiero cogerte.

– Dudaba un poco, sentía sospechoso a ese hombre; creo debí hacerle caso a mis instintos, pero me ganó la lujuria; yo ya estaba excitado y con el bóxer amarillo con naranja que traía casi empapado.

Le decía. – Bien, descuida, sin nombres, sexo y cada quién por su lado.

– Él presuroso, me decía. – Pues ya vente, te espero, yo pago el motel, pero ya como vas, te estoy esperando.

– Cuando dijo eso de que él pagaba el motel, me entusiasme más y convencido, le dije. – Voy ya para allá, espero no seas chorero.

– Él afirmando dijo. – No, claro que no miento, estoy ansioso por cogerte.

– Me cortó la llamada acordando de que le marcará y colgará cuando estuviese ya ahí o un mensaje si cancelaba el encuentro.

¡Oh sí!, tenía casi tres meses sin sexo, casi cinco días sin masturbarme; eso me incitaba tanto que por mi ansia, tuve que tomar un taxi hasta la alameda; aunque relativamente me queda a píe unos veinte minutos y taxi unos diez; al taxista le solicitaba que de favor me dejará en el otro extremo; para así asegurarme de que no fuera a ser una simple broma y todo lo que me iba imaginando en el camino quedara en eso, en mi imaginación.

Estando sobre la parte de enfrente de la heladería, no veía ningún carro color vino estacionado; le marcaba y colgaba varias veces, para luego mandarle un mensaje diciéndole. – “Me engañaste, ya estoy aquí y no hay nadie, eres un chorero, chismoso, adiós”

– Yo estaba por irme de la alameda, cuando un claxon se hizo sonar varias veces y sorprendiéndome el carro se paraba casi frente de mí evitándome el paso.

La ventana del copiloto se bajaba lentamente; un cristal semipolarizado; al ver a ese hombre de barba de candado, gafas de motociclista, cabello corto, con canas; literalmente, sí, literalmente me mojé más, mi pans estaba manchado.

Él me sonrió diciendo. – Vamos, súbete.

– Yo sin darle importancia a la gente que sí me miraba o no, me subía nervioso y saludaba. – Hola.

– Él daba vuelta a mano derecha y yendo en línea recta, se iba quitando la corbata, diciendo. – Disculpa, estaba estacionado, pero me pidieron moverme o la grúa me llevaría, tuve que darle una vuelta a la cuadra, no soy mentiroso, soy directo y muy caliente.

– Su sonrisa me mataba; era un maduro delicioso, muy delicioso, me estaba cachondeando más; tanto que pensaba que sí me tocaba una vez el pene, eyacularía en el carro a grandes chorros.

Mientras él manejaba, iba con su música a volumen moderado; ni él me preguntaba ni yo a él; únicamente su mano me rosaba el costado de la espalda y trataba de meter su mano, pero no podía por el estorboso cinturón de seguridad.

Él serio me decía. – Ya vamos a entrar al motel; echa el asiento hacía atrás y cúbrete con esto.

– ¡Wow!, lo que me dio para cubrirme la cara fue, fue, fue, ¡vaya!, fue algo que me cumplió una fantasía sexual que jamás creí hacer realidad; ¿saben que era?, no, no tienen idea; era su bóxer de licra sudado que traía atrás con una maleta deportiva; pues a deducir, él debe hacer mucho ejercicio por tan torneado cuerpo, brazos, espalda y muslos firmes y macizos.

Yo recostado; mientras veía de reojo entrar a ese motel que parecía atractivo; respiraba profundo, oliendo ese rico sudor a verga con semen y culo; era algo muy, muy, demasiado excitante; escuche una voz de mujer decirle. – Le toca la habitación cincuenta y siete.

– Él amablemente agradecía y con su mano sobre mi pierna me decía. – Aún no te bajes, pagó y te metes.

– Y cómo fue, él se bajó a pagar en lo que el carro era ocultado por una compuerta como de cochera.

Impresionante, había ido a otros moteles, pero nunca antes a uno con garaje y lujoso; él me tocó la ventana de la parte de atrás y abriendo la puerta me decía serio. – Ya puedes bajar mami, ven.

– Yo despacio, dando mi último respiro a ese rico bóxer sudado, algo nervioso me enderezaba y bajaba nervioso.

Él dejaba el asiento del carro de esa forma y con una mano en mi hombro y la otra en mi nalga, entrabamos a esa habitación; al verla olía rico, a rosas, la cama era enorme, con espejos en el techo, pared frontal, lateral derecha, fuente de agua y un baño con tina; sonreía, él me volteaba y quitándose las gafas me dejaba hipnotizar por esos ojos café claro que eran adornados por esas cejas tupidas y algo canosas.

Poco a poco nos acercamos y comenzamos a besar; sus besos eran muy húmedos, muy húmedos; sentía la saliva de él mezclarse con la mía; se iba desabrochando la camisa de vestir color azul cielo y el cinturón negro de su pantalón de vestir gris; sus zapatos negros de gala, me dejaban admirar sus pies enormes; proporcionales a su estatura; calculó que calzaba del nueve.

Yo estaba nervioso, con manos heladas, pero eso no me impedía ni molestaba a él que lo tocara de la espalda; ¡uy!, vaya que espaldota tan ancha, tan dura, tan, tan, ¡wow!.

En camisa interior él me comenzaba a desvestir; me dejaba manipular como muñeco de acción; ya estaba entrando en confianza; entre beso y beso, bajaba a mi cuello, mordía ligeramente e irritaba mi piel con su barba de candado; su saliva la sentía absorber en mi piel; yo suspiraba y jadeaba; ya no tenía nervios, ya estaba en plena confianza; él dejaba caer su pantalón y su mano rasposa tomaba mi ligera mano para colocarla sobre su bóxer negro que estaba algo baboso por lubricar demasiado; él dejaba que jugara sintiendo endurecer más y más su miembro que relativamente estaba grande; sentía entibiecer y humedecer ese rico pene; sus vellos púbicos eran abundantes; eso me excitaba mucho más.

Él de una forma experta, me dejaba únicamente en ese bóxer tan llamativo y deteniendo sus besos en mis tetillas, me decía al tocar. – Eres una putita golosa, estas bien mojada mamita, bien excitada.

– Me ruborizaba mucho, sonreía y con sosteniéndole la mano izquierda, la llevaba a mi boca, para chuparle los dedos, a lo que me decía excitado. – ¿Quieres que ya te lo meta?

– Yo afirmando con mi cabeza, hacía un gemido y él caliente, y yo más, me dejaba recostar sobre la orilla de la cama, él me levantaba de las piernas y acariciando mis muslos, tomaba del bóxer y lo jalaba de forma presurosa e impaciente.

Al verme con mi pene peludo, se saboreaba y decía. – Estas bien rica, mami.

– Yo miraba fijamente, me mordía el labio para decirle. – Soy toda tuya, cómeme.

– Él se me vino encima como león a su presa; me besaba el cuello, la boca, metía mi lengua a mi garganta, su salía se entremezclaba con la mía; yo acariciaba y apretaba su espalda; me dejaba poseer.

Él sobre de mí, tomaba mi pene y lo metía entre mis piernas, miraba y me escupía en la boca diciendo. – Trágate mi baba, trágala.

– Mi lengua la sacaba, lamía su saliva de mis labios en lo que él bajaba con su lengua hasta mi abdomen.

Lamía mi ombligo, lo succionaba, para así continuar hasta llegar a mi pene erecto oculto entre mis piernas.

Él me decía excitado. – Muy rica panochita tienes perrita, que rica, llena de pelos.

– Él metía su lengua, escupía grandes cantidades de saliva, mismas que volvía a tragar y entre espacios se quitaba los pelos de su boca, para seguir con ese sexo oral tan raro y nunca antes experimentado.

Él se levantaba y viéndome así sobre la cama, me aventaba un beso, guiñándome el ojo, en lo que yo le suspiraba; era imposible no seguir, era un maduro de los que se ven pocas veces; como si fuera un cometa que cada cierto tiempo se le ve; yo estaba en las nubes, me deje llevar, la verdad, me deje tomar.

Él se masturbaba y me enseñaba su gran pene, descubriendo la cabeza lubricada y brillosa; él me incitaba a mamárselo, sin embargo cuando intentaba hacerlo, él me regresaba de un empujón a la cama y continuaba masturbándose; él sacaba un gran chorro de líquido pre seminal; pero en serio era un gran chorro; mismo que al ser espeso caía como hilo, lento sobre mis rodillas, él se agachaba y lo lamía para luego regresar a mi boca y besarme con mucha pasión e intensidad, muchas ganas y gran deseo.

Me tomaba con cuidado de la cabeza y espalda y me subía un poco más a la cama; jalaba una almohada y la colocaba debajo de mi nuca; en esa posición él sentía mi pene flácido y fue ahí cuando metió mi mano entre las nalgas y jalo mi prepucio hasta el pliegue del ano; lo jalaba tanto que me lo dejo muy irritado y con las venas estalladas.

Me decía jadeando. – Aprieta, aprieta lo más que puedas, quiero que tengas una puchita rica.

– Yo obedecía poseído por la lujuria.

Él escupía sobre su mano dominante y me humectaba con su baba entre mis piernas; con cautela metía su verga peluda ahí; simulando penetración vaginal; él gritaba, jadeaba, maldecía, me insultaba, me ofendía, humillaba; yo me dejaba, dejaba que me cogiera así.

Él besándome con gran pasión entre el cuello y mordiendo mi hombro me decía. – Tengo cincuenta y tres años, soy casado, pero muy caliente, mi esposa no me satisface como tú, ni como otros amantes, tú eres diferente.

– Yo me excitaba con su edad y más lo apretaba con mis manos.

Él me comía a besos, succionaba mi lengua, lamia mis orejas, me volvía a morder, me hacía un chupetón en el pecho y a mis tetillas casi las desprendía de mi piel por tan intenso que estaba; yo jadeando, gritando, gimiéndole, me olvidaba del dolor de mi prepucio; cuando se detuvo un instante él; nos percatábamos que estábamos mojados de mucho sudor; sus axilas estaban mojadísimas, su frente igual; mi abdomen, pecho y cabeza igual de sudadas.

Sin temor y siendo reciproco a su confesión, le decía. – Yo tengo diecisiete años, estudio en preparatoria quinto semestre.

– Él sonreía, al escuchar y pervertido decía. – Pinche putita mentirosa, perra jariosa, libidinosa, te voy a coger con más ganas mi amor, me encantan tiernitos.

– Ambos nos sonreímos y nos dimos tremendos besotes que nos dejaban sin aliento.

Me volteaba bruscamente, me tomaba de los brazos y los cruzaba por mi espalda, gritándome. – ¡No me interesa saber tu pinche nombre, solo quiero cogerte!

– Y cómo fue, estaba tan relajado, que mi esfínter se dejó.

Introdujo un dedo, luego dos, haciendo espacio entre mis nalgas peludas, admiraba mi ano rodeado de vello y una cantidad de saliva caía para humectar; su gorda, venuda, curva y cargado pene peludo lo introducía de golpe; ocasionando que gritara de dolor; y eso que ya estaba relajado.

Me penetraba sin condón, arriesgándonos a mucho; yo era casi, casi violado, pero gozaba de esa dominación perversa; él me empujaba duro, como si quisiera enterrarme en el colchón; yo gritaba pidiendo que se detuviera, que acabara ya, pero eso lo excitaba aún más y más me penetraba.

Me soltaba y me decía ordenando. – ¡Móntate en mí pinche putita, móntate!

– Él se acostaba, sosteniéndose el pene duro como fierro y caliente, demasiado mojado.

Yo estaba agotado, pero gozaba del placer; él miraba mi reflejo entre los espejos, sonreía, yo igual, disfrutaba de verlo sobre de mí y ahora él gozaría verme encima de él; introducía su miembro en mí y comenzaba a moverme; él me pedía más rápido y lo hacía; su pecho peludo estaba sudado, su abdomen igual; yo goteaba de sudor; pujaba de dolor.

Él en éxtasis me apretaba de la cintura y gritaba. – ¡Puta madre que rico, que rico putito, que pinche rico!, ¡así golfa indecente, así!

– Él eyaculaba dentro de mí para luego yo masturbarme sentado en él y sacar un proporcional contenido de semen espeso; mismo que me hacía él saborear y tragar; ambos cansados, me hizo recostar en su pecho y yo dejé que su semen se quedara dentro de mí; mi ano lo contraía poco a poco, milagro que no sangré para nada, pero si tenía cierta irritación por la fricción sexual.

Nos bañamos juntos y vestimos cada quién por su cuenta, justo a tiempo de finalizar las tres horas de la habitación; él y yo salimos de la misma forma que ingresamos, discretos y sin prisa; me dejó en el mismo lugar donde me recogió y yo caminé a casa con una gran sonrisa de oreja a oreja.

Al llegar a casa, me dieron ganas de hacer del baño y al evacuar, me daba cuenta que expulsaba demasiado semen mezclado con excremento.

Yo intente contactarlo días después para otro encuentro, pero mi número había sido desviado, enviaba mensajes sin éxito y hasta del WhatsApp me bloqueó.

Sin duda fue un suceso maravilloso, sin embargo me lamenté después, ya que al pasar dos semanas, tenía una fuerte picazón en el área genital, irritación y escoriación, descubriéndome unos animalillos llamados ladillas; los cuales para exterminarlos tuve que usar un jabón especial y depilarme prácticamente de la cintura para abajo, para eliminar rastro de ellos; jamás supe quién contagió a quién esos bichos, pero esa aventura sexual será mi recuerdo, el cual al haber pasado ya un mes y medio, decidí compartir con ustedes; muchas gracias y ojalá les haya gustado.

Bien amigos espero les haya excitado y dedicado al menos una masturbada a este relato y gracias a este chico “anónimo” por compartirnos este encuentro; ojalá tengamos más casos y relatos a compartir; por lo mientras lectores, hasta aquí con nuestro capítulo de hoy, les mando un fuerte abrazo y hasta la próxima; tengan un excelente y agradable día.

Esto fue… Gay, casos de la vida real.

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