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Gay, casos de la vida real.

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Gay, casos de la vida real.

In-sexo.

Hola mis queridos lectores, les deseo un excelente 2018 lleno de muchos relatos, de erotismo, sexo, pasión, deseo, amor, en fin, que sus fantasías se hagan realidad y cumplan hasta lo más perverso en el ámbito sexual; bueno pues recibí esta historia que me encantó, me gustó y pues decidí compartirla; sigan enviando sus casos, yo me encargo de editar y darle forma; sin más que decir, les dejo esto que gustará mucho.

 

Hola, no sé cómo comenzar a narrar, mi nombre es Abraham tengo cerca ya de cincuenta años, para ser exactos tengo cuarenta y ocho años; soy casado y padre de cuatro hijos; dos y dos; los mayores ya no viven en casa, los menores sí, se leerá extraño, pero yo he sido un hombre de mente abierta, no me cierro a los modos y orientaciones sexuales que ahora existen, al principio me costó trabajo pero me fui adaptando a la idea de tener un hijo homosexual; y sí ya con leer eso ustedes comienzan a pensar, pues sí, lo que se imaginan ocurrió.

No aparento tener la edad que tengo, me gusta mantenerme en buena condición y en forma, hago ejercicio, levanto pesas, salgo a trotar cerca de las 5 de la mañana, para así trabajar sin complicaciones y de una forma relajada; reconozco que he tenido infinidad de insinuaciones por parte de mujeres y uno que otro hombre al momento de hacer ejercicio en fines de semana, pero nunca me imaginé que me fuera a pasar lo que sucedió; soy un hombre corpulento, mido cerca de un metro noventa, practicaba vóleibol y basquetbol, lo que me hizo ser un poco más alto de lo habitual; mi físico hace que a mi mujer le excité más, sobre todo que mi miembro que mide veinte centímetros y grueso la satisfaga tanto que terminemos sudados y agotados; el sexo es bueno, muy bueno, más por las calorías que quemas en el acto.

Mi esposa viaja mucho por su trabajo y yo soy ejecutivo de una empresa ligada a la de ella, así que sabemos cuándo y dónde andamos de ocupados; somos un matrimonio sólido, hasta que una noche, mis hijos se habían ido de fiesta, la casa estaba sola y pues decidimos aprovechar para tener sexo; hacíamos lo tradicional, besos caricias, abrazos, jugueteo, pero ella nunca me había realizado sexo oral y yo a ella sí, tampoco me dejaba penetrarla por atrás porqué le duele según ella; ambos estábamos desnudos en la habitación, ella se retorcía de placer mientras mi verga estaba en su vagina húmeda; ella gemía y gritaba de gran placer; despreocupada por qué mis hijos llegaran; ella se apartó de mí y me dijo que no quería acabar aún, que quería besos desde la nuca hasta sus nalgas, así que rosando con mi barba; que ya pintaba unas canas; comencé a besarle y recorrer con mi lengua su cuerpo; sentía como se estremecía y como apretaba las sabanas a punto de quererlas romper.

Comencé a besar sus nalgas, a lamerlas, morderlas y ella más gozaba, yo sentía mis testículos punzar, mi erección al máximo, habíamos estado alrededor de tres horas casi cuatro en pleno acto sexual, yo ya quería vaciarme, así que pensé que era un buen momento para intentar y sin avisar, lancé un gran escupitajo en su recto y le introduje mi pene de putazo; ella grito de dolor, se quería zafar, pero ejercí mi fuerza sobre ella y la sujeté bien de la cadera y la culee; parecía un león sobre su leona; ella pedía que parara, que me detuviese, la lastimaba mucho, pero me cegué de la excitación y de la calentura, no pude soltarla hasta que eyaculé en su culo, adentro.

Ambos caímos en la cama; yo demasiado agotado y ella con lágrimas y mucho dolor; unos minutos bastaron para que ella se levantará y fuera directo al baño a cagar; daba alaridos, suspiraba y lloraba; al terminar ella me grito y fui de inmediato al baño, ahí ella me señalaba su cagada y decía molesta. – ¡Mira pendejo, mira!

– Yo bromeando dije. – Abortaste mis espermas.

– Enojada, me lanzó dos bofetadas y exaltada dijo. – ¡Estúpido, mira bien, es sangre!, ¡Me rompiste el culo pendejo!, ¡Chinga tu madre, vete por los niños, idiota!

– Yo me sentía avergonzado, pues sin querer había violado a mi esposa, pero, me había gustado cogerla por atrás sintiendo apretar su esfínter a mi pene.

Ella se quedó bañándose en lo que yo me rociaba desodorante, me ponía una playera y un short e iba por mis hijos a recogerlos de la fiesta; antes de salir, notaba que en las sabanas había un poco de sangre con algo baboso; supongo era mi semen con sangre de ella; desde que tengo uso de razón y comencé a explorar mi cuerpo, yo todas las veces que me masturbo, expulso una gran cantidad de semen, demasiado, muy blanco, muy espeso y en abundantes ocasiones; usualmente suelo venirme dos veces casi seguidas.

En fin, salí por mis hijos y regresamos a casa; yo estaba cansado, al día siguiente era sábado así que dormiría mucho; mi esposa ya había cambiado las sabanas de la cama y dormía plácidamente; yo me acomodé y me quedé privado; a la mañana siguiente, ella estaba adolorida y molesta, tanto que me ignoraba cuando le preguntaba o decía algo; sabía que se le pasaría, pero no pensé que su enojo y molestia duraría mucho más de lo acostumbrado.

Dos semanas más tarde y siendo un sábado por la noche, mi hijo se había quedado viendo la televisión en la sala; él creía que estábamos dormidos, así que comenzó a ver una película porno gay en el aparato; notaba que mi hijo se excitaba viendo a los hombres maduros cogerse a chavitos como de su edad; típica fantasía sexual; hice ruido sin querer al salir de la cocina y él asustado apagaba la televisión, se volteaba y muy avergonzado me decía. – Me asustaste.

– Yo no me enojé, pero si tenía esa incomodidad de saber que mi hijo era homosexual.

Su forma de caminar, de hablar, de expresarse era muy evidente, pero jamás creí que fuera cierto nuestras sospechas como padres.

Me puse serio y le dije. – Ten más cuidado con lo que ves.

– Él me decía cohibido. – Sí papá, disculpa.

– Subí a la habitación demasiado desconcertado, tratando de aceptar lo que había visto.

Me escucharé enfermo o no sé, pero el simple hecho de haber visto esa escena por unos segundos, me llamó la atención y me ocasionó cierta inquietud de ver más; mi esposa seguía enojada conmigo y dormía, pues tendría un viaje de trabajo; yo pues, estaba ganoso desde hace días, pero ella no dejaba ni si quiera que le agarrara una nalga; así que en lugar de continuar durmiendo, me regrese descalzo a la sala, baje las escaleras con cuidado y me quedaba en el descanso, con vista a la pantalla del televisor.

Mi hijo continuaba viendo la película y él en un acto de excitación se quitaba el pantalón de su pijama y dejaba al descubierto sus nalgas y miembro; se tocaba con deseo las nalgas y se metía los dedos a la vez que se comenzaba a masturbar; con sólo verlo mi verga se puso caliente y tiesa, emanando preseminal que empezaba a mojarme la ropa; yo sentado me rosaba mi sexo con mis manos, viendo las imágenes y a mi propio hijo ahí, excitarse; al darme cuenta de que estaba haciendo “mal” con estar ahí, muy cauteloso, me levanté de las escaleras y me encerré en el baño, dónde echándome agua fría, trataba de apaciguar esas intensas ganas de tener sexo.

Muy temprano el Domingo mi esposa se iba, pero no sola, sino acompañada por mi hija, dejándome con mi hijo; él bajaba a desayunar, algo desganado y me miraba cohibido, preguntando. – ¿Mamá ya se fue?

– Le respondía un poco serio. – Sí, entro a despedirse de ti, pero continuabas durmiendo, no la oíste me imagino, también se fue tu hermana con ella, así que estamos solos en la casa.

– Mi hijo sonrojado, no me daba la cara y sólo hablaba. – Bueno, pues estaremos una semana sin ellas.

– Al notarle su manera penosa de hablar, le decía serio. – Hijo, ven, siéntate, charlemos.

– Mi hijo avergonzado, camino hacia la mesa del comedor con un vaso de jugo y se sentó, agachado me decía. – Sí papá, ¿de qué vamos hablar?

– Le coloqué mi mano en el hombro diciéndole. – Lo que paso anoche no me molestó ni incomodó, quiero que sepas que tanto tu madre, hermanos y yo apoyamos tus gustos, no te sientas mal, eres mi hijo y debo apoyarte siendo más de mente abierta.

– Alzando la mirada me sonrió y se vino a mí con un abrazo; yo le correspondí y al estarlo abrazando, pues mi mente comenzó a visualizar las escenas de sexo entre ese maduro y ese joven.

Al separarse de mí, me sonrió diciendo. – Gracias, subiré a bañarme y salgamos a algún lado.

– Lo percibí más relajado y entusiasmado, se bebió rápido el jugo y subió a ducharse.

Yo continuaba tomando mi café, de momento escuché su grito. – ¡Papaaaaaaaá!

– Rápido subí pensando que le había pasado algo; él continuaba gritando; al entrar al baño, lo encontré tirado mojado y desnudo en el piso del baño.

Lo cargué y lo llevé a su recamara; ahí lo comencé a secar y a preguntar que le había pasado y él me decía que se había resbalado; en lo que con una toalla se secaba la cabeza, yo le secaba sus piernas y percibía que tenía el muslo inflamado, enrojecido y raspado; le decía que se pusiera de lado para ver la herida y él con mucho cuidado lo hacía, dejándome ver sus nalgas lampiñas, bien cuidadas y limpias; sequé con cuidado, sólo que en cada rocé mi verga se comenzaba a erectar; él gemía un poco por el dolor y malestar.

Quise llamar a su madre, para avisarle, pero me dijo que no lo hiciera, así que para no preocupar, no avisé, sin embargo avise al doctor de cabecera para que lo fuese a examinar; en unas horas el doctor llegó, lo examinó y se fue, diciendo que sólo habían sido golpes ligeros, pero que con reposo sanaría; pagué, lo acompañé a la puerta y de nuevo subí.

Como la habitación de mi hijo está al extremo de dónde duermo, opté por llevarme a mi hijo a mi propia habitación para que estuviese al pendiente y cuidado de él, así como también al ir al baño pudiese auxiliarle; admito que esa noche no pude dormir bien, el simple hecho de ver a mi hijo y el haberle visto las nalgas que posee no dejaba de circularme esas imágenes sexuales en mi cabeza; durante esos días me mantuve así, inquieto, dormía dándole la espalda, para que mi erección no la viera; al trabajo me ausente por estar cuidando de mi hijo, en mi mente decía que era la peor idea.

Conforme transcurrían los días y las noches, mis sueños eróticos con mi propio hijo me dominaban, despertaba erecto y baboso; era ya viernes, había regresado a trabajar miércoles y pues, al regresar a casa, me encontraba con mi hijo que estaba realizando ejercicio; un short pegado y una playera entallados, resaltaban su cuerpo y deliciosa figura; subí a mi habitación, ya que con verlo me excite y me comencé a erectar, me desvestí y me metí a la ducha con agua helada para bajar ese calor de perversión.

De pronto mi hijo entraba al baño con su toalla y al verme desnudo con mi verga semierecta, se sonrojo y me dijo. – Perdón, no creí que estuvieras bañándote; perdón.

– Se estaba por salir, cuando le preguntaba. – ¿Te ibas a bañar aquí?

– A lo que él dándome la espalda, respondía. – Sí, pues me gusta más bañarme aquí, el agua sale con más presión.

– Siendo atrevido, nervioso y un poco asustado, le decía. – Pues ven, entra, nos bañamos juntos, como lo que somos, padre e hijo, ¿somos hombres no?

– Él cohibido se regresó, se quitó la ropa y en bóxer se metió conmigo a bañarse; estábamos espalda con espalda, mi mente no la podía gobernar y controlar, era tanta esa inquietud que se me puso como fierro.

Mi hijo me pedía el jabón y al dárselo, se lograba ver por el espejo mi erección, a lo que mi hijo sorprendido dijo. – ¡Vaya papá, con eso debes hacer muy feliz a mamá!

– Me sonroje, cuestionando. – ¿Eso crees?

– Él respondió. – Sí, creo por eso su matrimonio se mantiene como está, en el sexo la debes satisfacer muy bien.

– Me giré hacia él y le dije en broma. – De este fierro saliste tú.

– A lo que él se quedó mirándome y nervioso me dijo. – ¡Vaya fierro!

– Quedamos mudos, el sonido del agua era lo único que se escuchaba, de momento él me preguntó tímido. – ¿Lo puedo tocar?

– Yo me le puse diciendo. – Sí, hazlo.

– Con suavidad me comenzó a tocar la verga, la palpo y mis testículos igual, él decía. – Seguro te mide como veinte y debes lastimar un poco.

– Bajo mis impulsos perversos, le sostuve las manos y le decía. – ¡Ya, ya, me estás excitando!

– Él con mirada provocante dijo. – Sí, me doy cuenta que te excito mucho papá, tú igual me excitas, no sabes las ganas que he tenido de cumplir la fantasía de tener sexo contigo ahora que ya sabes de mi orientación sexual.

– Le solté las manos, las deslizó por mi cuerpo, sujeto mi cuello y nuca, para impulsarse a robarme un beso; mismo que lo respondí con mucha ansia y deseo.

De inmediato cerré las llaves de agua y salimos mojados de la regadera a la recamara con besos y caricias salvajes; él besaba mi cuello, recorría con su lengua mi pecho y bajaba por mi abdomen de manera voraz; de inmediato él se puso frente a mi pene y dijo. – Lo quiero probar.

– Yo le miré, suspiré y dije. – ¡Pruébalo!

– Con su lengua rosaba el glande en lo que sujetaba la base de mi fierro con ganas, con hambre lo introdujo en su boca y comenzó a succionarlo una y otra y otra vez; yo estaba que babeaba.

¡Mi hijo me mamaba la verga de manera increíble y con mucha experiencia!; se leerá algo mal, me da pena, pero no aguanté más y me dejé venir en su boca; expulsé demasiado semen dentro de su boca que lo tragaba con muchas ansias.

Tras eso, él se levantó y me dijo al ver mi cara de impacto. – Tranquilo, mamá nunca sabrá de esto, me gusto mucho tu semen es dulce, espeso y caliente, ojalá se repita.

– Lo miré, admiré su cuerpo desnudo y le dije. – ¡Te quiero coger!

– Mi hijo me sonrió y dijo. – Sí me gustaría, pero me va a doler.

– Yo decía con muchas ganas. – No te dolerá, lo haré despacio.

– Sin decirme más, se salió de la recamará a prisa y regreso casi de inmediato con condones y lubricante, me los mostró y me comenzó a besar.

Nuestros besos eran demasiado pecaminosos pero me encendían, me excitaban, me aceleraban; me erecté casi al instante y él con sus manos lo jugaba y untaba mi lubricación en todo mi miembro; me daba la espalda y rosaba sus nalguitas en mi verga, recargaba su espalda en mi pecho y se dejaba abrazar por mí.

Era mi hijo, pero en ese momento, en mi mente no era más que un rico y sabroso putito que me estaba tratando de complacer sexualmente.

Teniendo el dominio del suceso, tome de la cadera a mi hijo y lo lleve a la cama dónde lo recosté y me encimé, le besaba el cuello, nuestras manos se tomaban y eran llevadas al extremo superior de la cama, apretábamos las sabanas y yo continuaba comiendo a besos su delicioso cuerpo; me deslizaba con mi lengua y rozando mi barba en su suave piel hasta llegar a sus nalgas.

Él jadeando preguntaba. – ¿Esto es lo que le haces a mamá?

– Yo respondí deseoso. – No, ella no se deja por atrás.

– Mi hijo decía tomando sus nalgas y abriéndolas para mí. – Entonces aprovéchame, hazlo, fortalezcamos nuestro lazo padre e hijo, anda, quiero que me hagas tuyo.

– Creo eso fue lo que dio entrada a que con mucha excitación, lanzará un gran salivazo en ese ano rosadito y depilado, para después untar con mi verga y poco a poco irlo metiendo.

Mi hijo se retorcía de placer hablando. – Me duele, me duele, ¡aaaahhh me duele!, ¡sácalo ya!

– Mi hijo estaba apretado, de verdad, muy apretado, podía sentir como costaba trabajo meterlo, él además estaba tenso; aun así continué penetrando hasta que mis huevos tocaron sus nalgas.

Para relajarlo lo tomaba del tórax y lo levantaba hacía mí para besarlo mucho y sentirme parte de él; con suavidad se movía delicioso, me daba masaje con sus nalgas, tallaba muy bien su espalda con mi pecho, seguíamos besándonos.

Ya había pasado la línea, me valía lo que fueran a pensar de mí, era incesto, pero me encantó mucho; teníamos relaciones sin protección y sin lubricante, nos estábamos entregando al momento.

Luego de esa posición, me acosté, él se encimó en mí y solito se mataba; movía sus caderas con calma, mostraba dolor, pero le gustaba; yo sujetaba sus manos y nos mirábamos como si fuésemos desconocidos en la cama; había atracción desde hace tiempo, creo él fantaseaba conmigo en la cama y no sabía cómo decirme.

Me incorporé a él, sujetando su espalda y nos comenzamos a besar muy apasionados; luego él tímido me dijo. – ¿Se volverá a repetir?

– Entre susurros le respondía. – Sí, así es, siempre y cuando no digamos nada, esto pasará cuando estemos a solas, para no arriesgarnos.

– Mi hijo me abrazó y comenzó a moverse más rico; rebotaba sus nalgas en mí, sus muslos estaban sudados y yo también.

Lo tomé con fuerza y cargándolo me lo llevé contra la pared y comencé a penetrarlo con más ganas; él pujaba, pujaba y pujaba, apretaba mi espalda y pedía que parará, pero yo no quería, lo deseaba; me lo lleve a la orilla de la cama y ahí con sus piernas en mis hombros lo continué penetrando; en cada cambio de lugar, jamás se me salió la verga, procuraba mi hijo apretar bien para que siguiera dentro de él.

Recostado veía su cara de placer, sus labios morder y su pene erecto a punto de expulsar semen; ¡jamás creí que aguantáramos tanto en el acto!; mis testículos estaban punzando, estaba preparado para acabar.

Mi hijo me decía. – ¡No te vayas a venir adentro!

– Justo cuando me estaba diciendo eso, no la saque a tiempo y se los dejé ir.

Empuje, empuje y empuje, hasta que sentí la última gota salir; mi hijo también se vino, salpicando las sabanas y su cuerpo; demasiado agotados, me aparte de él y me deje caer sobre la cama; nos sonreímos y proseguimos a ducharnos; increíble que estuvimos cogiendo por casi cinco horas.

Ese día mi hijo me ayudó a cambiar las sabanas de la cama, las lavamos y limpiamos la habitación de rastro de nuestro derroche; aunque seguimos cogiendo en lo que restó de la semana, procuramos no hacer tanto desorden como la primera vez.

Al llegar mi esposa con mi hija, nosotros las recibimos con mucho entusiasmo y ánimo; de vernos así, mi esposa e hija acordaron que deberíamos de hacer un viaje esta vez nosotros, para fortalecer nuestro lado paterno-hijo; sonreí y en mi mente comenzaba a planear las noches de pasión que tendría con mi hijo y los orgasmos que tendríamos entre cuatro paredes.

Para algunos les resultará enfermo que me haya tirado a mi propio hijo, pero para mí fue algo agradable y natural; sólo espero que esto no pasé más allá del buen sexo, porqué sino alejaré a todo aquél que se quiera acercar a mi hijo.

Desde que está mi esposa, procuramos tener encuentros rápidos en la casa, a veces me lo mama en la cocina o salimos con algún pretexto y en el carro fajamos de lo más rico.

Comparto este relato porque te sigo desde las historias que publicas y por eso quise enviar mi experiencia; ojalá omitas nombres y modifiques el relato como tú sabes hacerlo, estaré emocionado y con morbo por saber que comentarán tus seguidores; me despido y espero pronto compartir lo que mi hijo y yo viviremos en nuestro viaje; hasta pronto.

¡Vaya “Abraham”!, me encantó mucho este relato, sin duda fue un encuentro perverso y delicioso; creo algunos hemos fantaseado tener sexo con algún primo, tío, primo político o abuelo; pero meterse con su propio hijo, ¡wow!, es impresionante; ojalá les haya agradado mis lectores, les envió un cordial abrazo y me gustaría saber, ¿con qué familiar han tenido relaciones?; espero sus correos y comentarios, hasta nuestro siguiente capítulo.

!Muchas gracias!

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