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Es Cuestión del Destino. Capítulo 13

en Gays

Hola, esté capítulo lo pensaba subir el siguiente año pero pensado mejor les regalo un capítulo más para que lo disfruten:

 

 

CAPÍTULO TRECE.

TU HABITACIÓN HELADA.

 

Después de que Cristián confeso su infidelidad a Sebastián, su relación y su hogar se enfriaron; pero más su habitación, que se volvió helada, ya que paso de un cálido y agradable nido de amor, a un frío y triste lugar; esa misma noche Cristián no llego a casa a dormir y Sebastián después de haber llorado mucho, se había quedado profundamente dormido en el piso de la habitación de su hijo; su amor estaba en crisis, pero no acabado; hasta ahora.

Siendo las 7:03 de la mañana, Sebastián con un fuerte dolor de cabeza y resaca se despertaba mostrando un semblante deprimido; sentado en el piso, se recargaba en la cama de su hijo y comenzaba a admirar las fotografías de lo que habían sido momentos felices antes de la infidelidad; él tragando saliva, comenzaba a llorar, volteaba a su derecha y miraba hacía la ventana percatándose que el día estaría muy nublado.

Regresando la vista a las fotografías, suspiraba diciendo. – Cristián, me duele mucho saber que traicionaste nuestro amor; en este momento me pongo a pensar si lo hiciste por qué no me aguantas más o será, que debes encontrar alguien a quién amar y cumpla tu sueño de ser papá.

– Sebastián se levantaba del suelo y tambaleándose, caminaba triste hacía su recamará; dónde se daba cuenta que Cristián no había llegado a dormir; fue ahí donde sintió un aire helado rosar su cara, la ventana de su habitación se había quedado abierta desde que habían llegado del aeropuerto hasta el momento en el que él caminando la cerró; diciendo. – Creo que esta relación ha terminado, seguramente te fuiste con tu amante para que te consolara, así lo has decidido.

– Sebastián comenzaba a desvestirse desesperado y triste, recordando una y otra vez la confesión de Cris; él empezaba a sentir el frío de su ausencia y de tanto recordar ese cruel momento; ya desnudo camino al baño, llevando consigo una hoja de afeitar.

Dentro del baño, deprimido abría las llaves de la regadera, se sentaba en el suelo y comenzaba a llorar desconsoladamente diciendo. – ¡Odio mi vida, me odio a mí mismo por ser el débil al que le ven la cara, soy un estúpido!

– Siendo acariciado por el agua helada, Sebastián suspiró, extendió su brazo izquierdo y se acercó poco a poco la filosa hoja, diciendo. – Debo acabar con esto ya, en este momento.

– Justo cuando estaba por cometer una locura; Cristián presuroso entraba a la casa gritando. – ¡Sebastián, Sebastián! ¡¿Dónde estás Sebastián?!

– Cristián subía las escaleras, nervioso y preocupado.

Entraba directo a la habitación, donde observaba la ropa tirada de Sebas y escuchaba del baño provenir su yanto desconsolado; él nervioso abría la puerta del baño y sorprendido exclamaba. – ¡¿Sebastián qué haces?!

– Sebastián lloraba al verlo y le gritaba. – ¡Lárgate, no quiero verte, no quiero!

– Cristián se quitaba los tenis y la playera para meterse con él, diciéndole. – Piensa en nuestro hijo, piensa en tu madre, en tus hermanos, tu sobrina y tu pequeño sobrino que viene en camino, en Miren, piensa en que si te suicidas, también me dejarás con un terrible vacío y dolor como el que te cause.

– Sebastián tiraba la hoja de afeitar y mirándolo con los ojos muy hinchados, le gritaba. – ¡Déjame morir y se feliz con tu amante!

– Cristián derramando unas lágrimas, se hincaba y lo abrazaba diciéndole. – Eres un tonto, no te dejaré morir, te amo demasiado, perdóname por favor.

– Sebastián llorando en sus brazos le decía. – Te amo mucho, pero no te puedo perdonar, lo que hiciste fue como clavar un puñal en mi corazón.

– Cristián lo abrazaba más fuerte y se sentaba en el piso para consolar a su amado dejando que el agua tibia los mojara; él entre sollozos le preguntaba. – ¿Puedo saber a dónde fuiste?

– A lo que le respondía diciendo. – La agente Tirsa me informó que la anciana que fue asaltada en su casa murió; les dije que apoyaría en lo que fuera necesario y por eso salí de inmediato; quise avisarte, pero por lo sucedido preferí no hacerlo; me ofrecí a pagar el funeral, la joven esta desolada, no ha parado de llorar, por eso venía por ti, quiero que hables con ella sobre esta dura perdida.

– Sebastián se impresiono tanto, que su semblante deprimido cambió, se separó de Cris diciendo. – ¡No puede ser, dios tenga en santa gloria a la señora!, ¡claro que ayudaré, me termino de bañar y con gusto voy!

– Cristián le tomaba las manos diciéndole. – Sé bien que está herida no va a sanar de un día para otro, pero haré lo posible por que cicatrice pronto.

– Sebas solo suspiraba y se apartaba de él levantándose, para así comenzar a bañarse.

Minutos después, Sebastián ya listo, esperaba a Cristián para irse al hospital donde Maritza aún se encontraba internada; él en lo que aguardaba, hacía un par de llamadas, avisando que no iría a trabajar al hospital ni mucho menos al consultorio debido a un problema personal.

Cristián bajando las escaleras, lo escuchaba hablar y le decía mientras se acomodaba la camisa. – ¿No piensas ir a trabajar?

– Sebastián sin mirarlo, guardando su celular, seriamente le respondía. – ¡No!, y creo tú deberías hacer lo mismo, ¿o que justificación piensas dar si preguntan sobre el labio roto y las mejillas irritadas?

– Cristián le contestaba serio y cortante. – Pues diré lo mismo que le dije a la agente; que sufrí de un asalto.

– Sebastián se volteaba y mirándolo a los ojos, muy molesto, exclamó. – ¡Tal parece que lo tuyo es mentir;  pudiste decir la verdad; que fue tu esposo el que te golpeo por que le fuiste infiel!

– Cristián guardando la calma, evitando su mirada, le decía. – Bien, bien como digas; ¿nos vamos?

– Sebastián serio e irritado le decía. – Pues por eso estoy aquí esperándote, no conozco a la chica y necesito que me la presentes para poder hablar con ella.

– Cristián amable le abría la puerta de la casa; intentado ablandar la actitud cortante de Sebastián; pero seriamente él exclamó. – ¡No intentes ser amable!

– Cristián cerraba la puerta y un poco molesto, exclamaba. – ¡Hace rato estabas triste y deprimido, ahorita estas de mal genio e irritable! ¡¿Qué sucede con tu actitud?!

– Sebas le respondía enojado y mirándolo a los ojos. – ¿Quieres que después de lo que me dijiste anoche, este como la fresca mañana, como si nada hubiese pasado?, ¡qué mal estas!

– Él se quedaba callado y quieto sin decirle nada.

A lo que Sebas abriendo de nuevo la puerta, él le decía mientras tomaba las llaves de la mesa del recibidor. – ¡Nos vemos en el hospital, me voy en mi carro!

– Saliendo de la casa dándole la espalda a Cristián, le dejaba algo sentido y abrumado.

Molesto Sebastián le quitaba la alarma a su coche y se subía; dejándolo parado en la puerta, sintiéndose la peor persona del mundo; él al verlo ir, rápido cerraba la puerta de la casa y abordaba su auto para ir tras de él; ambos no se habían percatado de una misteriosa persona de pans negro y sudadera con gorro gris, que los miraba desde en frente de la otra acera.

Una vez sola la casa, esa persona se atravesó la calle, para observar con detención la casa, diciendo. – Deben de tener muchas cosas de valor y por lo consiguiente dinero, al tener dos carros; sería interesante visitar su casa un día de estos.

– Misteriosamente la persona se dio vuelta y camino hasta alejarse de la casa con rumbo desconocido.

En el hospital, ambos estacionaban sus carros uno tras del otro; Cristián se bajaba y seriamente le decía a Sebastián que estaba por entrar al lugar. – Espero aquí mínimo me trates bien.

– Sebastián sin mirarlo se detenía y le decía cortante. – Nuestros problemas no se deben ventilar con personas ajenas a nosotros, así que solo te trataré como se debe, pero no significa que deba decirte palabras de afecto.

– Cristián quiso tocarle la espalda pero Sebastián se movía al darse cuenta por el reflejo del cristal de la puerta del sanatorio.

Ante la intención de él, Sebastián le decía serio. – Llévame con la joven, sin tocarme y sin agarrarme la mano.

– Cristián incomodado por la actitud y algo triste le decía. – Bien, como digas, sígueme es por aquí.

– Entrando al hospital, caminaban a sala de espera, dónde se encontraba sentada la agente Tirsa tomando café.

Cristián se acercaba interrumpiendo, le decía. – Disculpe agente nuevamente estoy aquí, mire le presento a Sebastián, mi esposo.

– Tirsa levantaba la vista y amablemente sonreía diciendo. – Un gusto doctor, soy la agente Tirsa.

– Sebastián al verla bien, exclamaba diciendo. – ¡Agente, no pensé que nos volviéramos a ver!, ¡¿cómo ha estado?!

– Tirsa sonreía y le decía desorientada. – Bien gracias, pero, ¿nos conocemos?

– Cristián los miraba confuso y preguntaba. – ¿La conoces?

– Sebastián sin hacerle mucho caso a la pregunta de él; le respondía a ella sonriéndole. – Hace un año usted misma me llevo a un joven que era drogadicto, al cual lo estuve atendiendo durante unos meses, posteriormente él joven dejo de ir; incluso algunas veces usted misma me fue a preguntar sobre su evolución y me dijo que lo buscaría para motivarlo a regresar conmigo, pero creo nunca lo encontró, después de eso no pensé que fuéramos a coincidir de nuevo.

– Tirsa hacía memoria y exclamaba diciendo. – ¡Ya recordé discúlpame!, ¡con razón tu cara se me hacía familiar cuando estuve en su casa con la bebé!, ¡me da gusto saber de usted!, ¡vaya que el mundo es pequeño, pues nos volvemos a reencontrar en una situación casi similar!

– Cristián amablemente le decía. – Es cuestión del destino que los hizo reencontrarse.

– Tirsa le decía sonriendo. – Pues podría ser que sí.

– Sebastián incómodo, fingía una sonrisa diciendo. – Bueno pues pasemos directo al caso.

– Tirsa decía apenada. – Sí, claro doctor, le comentaré unas cosas.

– Sebastián amablemente le decía. – Una cosa le voy a pedir, no me hable de usted, me hace sentir viejo, creo yo ambos tenemos la misma edad.

– Tirsa sonrojada le decía. – Pues será como usted, perdón como tú digas Sebastián.

– Ya en confianza, ambos comenzaban a hablar sobre el asunto de Maritza; en lo que Cristián se disculpaba con ambos, para continuar con los trámites del velorio de la abuela de la joven.

Una media hora después; Tirsa le preguntaba con curiosidad a Sebastián. – Disculpa que me meta  pero ¿su esposo ya denuncio el asalto cometido la noche de ayer?

– Sebastián nervioso por la pregunta, dudaba en responder; segundos después, le respondió de forma ingeniosa. – La verdad no sé sí te haya contado las cosas bien y cómo sucedieron, pero lo que sí puedo decirte es que Cristián, dejó al ladrón muy mal herido de una forma diferente; pues mi esposo sabe defenderse; así que no será necesario denunciarle cuando el daño a la persona ya está hecho; bueno solo en algunas ocasiones.

– Tirsa no entendía la respuesta y le preguntaba. – ¿O sea cómo, no comprendo?

– Sebastián nervioso se levantaba de la silla y le decía. – Bueno quiero charlar con la joven; sí me disculpas.

– Tirsa notaba nervioso a Sebastián y a Cristián, pero decidió no entrometerse entre ellos; ella se quedaba ahí, tomando su café, en lo que él entraba a charlar con Maritza.

Por otra parte Cristián pagaba la cremación de la señora, así como también un nicho especial para ella, pues no quería que la abuela quedará olvidada por ahí; él estaba muy afligido por la muerte de ella, ya que le hacía recordar la triste perdida de su abuela.

De regreso a sala de espera, ambos él y Sebastián se topaban en el pasillo; él le preguntaba. – ¿Vas hablar con Maritza?

– Sebastián seriamente respondía. – Sí, me siento nervioso, pero sé que podré al menos ayudarla en su dolor.

– Cristián amablemente le preguntaba. – ¿Quieres que te acompañe?

– Sebas le mostraba leve sonrisa respondiendo. – Gracias, pero prefiero ir solo, mejor ve hacerle compañía a la agente Tirsa y déjale en claro tu supuesto asalto.

– Cristián se sonrojaba y preguntaba apenado. – ¿Supongo que le dijiste la verdad?

– Sebastián le ponía la mano izquierda en el hombro derecho de él, respondiendo seriamente. – Supones mal, pero aun así inventa una buena historia para que se crea tú mentira; necesitas aprender a mentir en ocasiones, para no destruir con tus verdades a las personas débiles que más quieres.

– Deslizando su mano por el pecho de él le decía mientras sus ojos se llenaban de lágrimas. – No tienes idea alguna de cómo me siento en este momento, ser cortante, frío y serio contigo me mata, pero lo que me hiciste no es para tomarlo a la ligera…

– Cristián tomaba la mano, le miraba tiernamente y decía interrumpiendo. – Sí tengo idea de cómo te sientes, pues con solo mirar tus hermosos ojos, me doy cuenta de la tristeza que invade tu noble ser; sé que me tomará tiempo recobrar tu amor, tu confianza, pero de verdad me siento arrepentido.

– Cristián besaba la mano de él diciéndole a los ojos. – Estoy muy arrepentido de verdad, perdóname.

– Sebastián quitaba su mano diciendo serio y aguantado las ganas de llorar. – Lo que me hiciste no es para tomarlo como chiste o broma, pero debo reconocer que al menos tu arrepentimiento es verdadero al haberme sido sincero y contarme lo que pasó sin ocultarlo por más tiempo; reconozco que ese hecho te da puntos a favor, pero no te garantiza el completo perdón; ya que no te puedo perdonar tan fácil, pero por el bien de nuestro hijo, debemos fingir que nos seguimos queriendo o de lo contrario nuestro hijo irá a un orfanato y eso Cristián, eso jamás lo permitiré.

– Cristián derramaba una lágrima diciendo. – Te amo, no quiero que esto se enfríe y muera.

– Sebastián movía la cabeza, apretaba sus labios y suspiraba diciéndole. – Debiste pensar eso antes de cometer la falta a tu promesa.

– Sebastián se daba media vuelta y caminaba doblando a la derecha del pasillo, dejando a Cristián derramar unas lágrimas, y golpeando la pared, exclamaba. – ¡Maldita sea, maldita sea, por qué!

– Cristián se sentía mal y con miedo, pues su infidelidad podría hacer que su relación con Sebas finalizará y así Adonaí fuera regresado a un orfanato y nuevamente ponerlo en adopción.

Sebastián al llegar a la puerta de la habitación, respiraba hondo, exhalaba y decía. – Trataré de ser fuerte por el bien de mi hijo, por mi dignidad y porque de verdad deseo ayudar a esta joven; te amo mucho Cristián, pero lo que hiciste me dolió bastante, solo espero tu arrepentimiento sea sincero.

– Sebastián sacaba unos pañuelos desechables, se limpiaba los ojos y la nariz, diciendo. – Bien, pues aquí voy.

– Entrando a la habitación, observaba a Maritza, cargando a su hija de mala gana.

Una enfermera  al verlo entrar, amablemente decía. – Les dejo a solas, cualquier cosa con este botón apriételo y una enfermera estará aquí; permiso.

– Sebastián amablemente le decía. – Gracias, adelante es propio.

– Ella salía dejándolos solos.

Maritza con su hija en brazos, decía sería. – Y usted, ¿quién es?, viene a llevarse a mi hija al lugar ese.

– Sebastián se acercaba poco a poco diciendo. – Soy una persona que desea ayudarte con la irreparable pérdida de tu abuela y con tus problemas con tu esposo Bryan.

– Maritza levantaba la mirada y le respondía enojada. – Oh pues, no entienden neta, ya les dije que el brayand no es mi marido es el papá de mis hijos.

– Maritza se retractaba diciendo. – De mi hija pues, mi hija.

– Sebastián decía curioso. – Bien, el papá de tus hijos.

– Él preguntaba con curiosidad. – ¿Tienes más hijos?

– A lo que nerviosa le gritaba. – ¡Que no, ya dije que no!

– La pequeña niña que estaba dormida en brazos comenzaba a llorar y Maritza comenzaba a desesperarse diciendo. – Chale, ya me hizo despertarla, está viendo que me costó un trabajo dormirla y mire, ahora duérmala.

– Sebastián amablemente decía. – Claro que sí, con gusto.

– Él se acercó más y poco a poco tomo en brazos a la pequeña niña.

Al verla, él notaba que la pequeña se calmaba y le mostraba sus ojos claros, donde su rostro se reflejaba; Sebastián la arrullaba mientras le sonreía, dándose cuenta que efectivamente, el parecido entre ella y Adonaí era demasiado.

Maritza al ver eso le dijo seria. – Hasta parece que la chamaca le conoce, ya dejo de chillar, a ver ahora quien me ayudará a cuidar a la chamaquita, ahora que mi abuela se petateo ya no tendré quien me apoye.

– Sebastián preguntaba mientras la cargaba. – ¿Tus padres, hermanos, algún familiar cercano?

– Maritza algo molesta le respondía. –  Pos la neta no sé, mis papás se olvidaron de mí una vez que supieron que estaba panzona del Brayand, mis hermanos sepa donde andan, tíos en la ciudad ya ni sé si viven y bueno pa´que le miento, me gusta el chupe y el perico, soy la menor de cuatro hijos y dudo que quieran saber algo de esta su servilleta; no me queda de otra más que regresar a la calles y abandonar a la mocosa tal y como lo hice años atrás.

– Sebastián al escuchar eso, exclamaba. – ¡Antes!

– Maritza nerviosa no sabía que responder, titubeo y le grito. – ¡Pues, pues, pues sí antes!, ¡antes de la mocosa está tuve otro chamaco!

– Maritza bajo la mirada y comenzando a llorar dijo. – Bueno, en sí fueron tres embarazos antes de la chamaca esta, solo que uno fue el que se logró.

– Sebastián muy desconcertado le preguntaba. – ¿Qué paso?, ¿me podrás contar las cosas?

– Maritza un poco arrepentida respondía. – Pos la neta necesito alguien que me escuche, me siento mal con lo que hice, vaya ni un padrecito me podría entender por lo que hice, espero usted sí.

– Sebastián y Maritza comenzaban a charlar muy a fondo sobre su pasado.

En lo que ellos estaban conversando, Cristián trataba de distraerse un poco, platicando en el grupo de mensajería instantánea del celular, sobre lo que sería la última presentación de “Lipotimia” como grupo, así como los días de los ensayos y la fecha de su última presentación; Mateo comentaba que sería buena idea de hacer la presentación final en el festival de bandas que se llevaría acabó el día sábado, en el bar rock night; a los muchachos les parecía buena idea, aunque para Cristián no mucho, pues sabía que ese evento sería para bandas juveniles y no para ellos que ya tienen años en esto, sin embargo aceptaba que la presentación final se hiciera en ese lugar.

Al cabo de casi cuatro horas; Sebastián salía de la habitación muy sorprendido y estupefacto por todo lo que Maritza le había comentado.

Cristián al verlo salir con esa expresión, preocupado le preguntaba. – ¿Qué sucedió?

– Sebastián temblando y con las manos frías le respondía. – No sé si llorar de coraje o agradecerle a esa mujer por lo que hizo.

– Cristián sin entender, preguntaba. – ¿De qué hablas, Sebas?

– Él se volteaba y tembloroso se agarraba del brazo de él diciendo. – Maritza es… Es la madre biológica de Adonaí.

– Cristián sorprendido exclamaba. – ¡Qué!, ¡¿cómo es eso posible?!

– Sebastián con las manos frías muy impactado le decía. – Trato de razonar y de hacer que las cosas no cuadren, pero es, ¡dios no puede ser!, ¡ella es su madre!

– Sebastián se comenzaba a preocupar más y más, comenzando a sudar frío, se puso pálido y de forma inesperada se desmayó en brazos de Cristián, que lo trataba de reanimar diciendo. – ¡Sebastián, Sebas mi amor!, ¡ayuda, por favor, ayúdenme, ayuden!

– Inmediatamente unas enfermeras acudieron a los gritos desesperados de Cristián, ayudando a Sebastián a colocarlo en una camilla y llevarlo al consultorio de urgencias.

Maritza al haber escuchado los gritos, curiosa y adolorida se asomaba para ver que sucedía; ella asustada decía. – Espero lo que le dije al doctor no haya sido la causa de que se haya desmayado; aunque su reacción cuando le dije que abandone a mi bebé cerca de un basurero por rumbo de la calle donde vive él le pareció muy extraña, como sea me iré a echar, aun me siento adolorida y cansada.

– Maritza se regresaba a la cama adolorida y débil.

En lo que a Sebastián, lo internaban por un momento, pues al no haber desayunado nada y con el descubrimiento que hizo, le provocó un bajón de azúcar que le causo el desmayo; minutos después, en una habitación del área de urgencias, un tanto aturdido, él reaccionaba y al abrir los ojos, se percataba que Cristián estaba ahí sentado a un costado, preocupado y con los ojos llorosos.

Sebas preguntaba aturdido. – ¿Qué me sucedió?

– Él al verlo despertar, le sonreía y tomándole la mano respondía. – Te desmayaste chaparro, pero ya estas recuperando fuerzas, te pusieron un suerito pequeño para que tengas energía.

– Un poco asustado le decía. – ¡Tengo miedo, mucho miedo!

– Cristián preocupado le decía. – Tranquilo, no pasa nada.

– Sebastián temeroso decía. – Sí pasa, nos van a quitar a Adonaí, ella es su madre.

– Cristián le acariciaba la cara diciendo. – Amor tranquilo, ella no es la mamá de nuestro hijo.

– Sebastián se molestaba y con la mano libre quitaba de golpe la mano de él diciéndole. – ¡No me llames amor!, ¡ya no soy tu amor después de lo que me dijiste!

– Cristián arrepentido le decía. – Disculpa, no fue mi intención.

– Sebastián con mirada triste y rostro cansado decía. – Es increíble que me estén pasando estas cosas, primero el amor que creía era puro y fiel, me traiciona de la forma más ruin y luego esto, saber que mi hijo fue abandonado por una madre alcohólica y drogadicta, que se siente arrepentida por lo que hizo, ahora quiere encontrar a su hijo; ¿qué fue lo que hice para merecerme esto, qué fue?

– Cristián se sentía, incómodo y tenso ante la situación, así que sacando su celular, le decía. – Le hablaré a tu mamá y a Miren para que vengan.

– Sebastián exclamaba diciéndole. – ¡No le hables a nadie, no quiero que sepan lo que estamos viviendo!, ¡pues estos problemas son de pareja nadie más debe intervenir, nadie!, ¡así que por favor no les hables!

– Cristián se comenzaba a irritar y le decía. – Trato de ser lo más razonable contigo, pero me es imposible, primero me tratas como si nada hubiera pasado, luego me eres indiferente y ahora estás agresivo conmigo, ¿qué rayos te pasa?

– Sebastián moviendo la cabeza, se desesperaba diciendo. – Es que no puedo estar bien contigo, me fuiste infiel, me traicionaste, siento que te estoy perdiendo y el único consuelo que tengo es nuestro hijo al cual acabo de descubrir que su madre siempre estuvo cerca de nosotros; todo mi mundo se está derrumbando de una forma muy presurosa.

– Cristián preguntaba alterado. – ¡¿A ver por qué dices que Maritza es la mamá biológica de Adonaí?!

– Sebastián respiraba profundo, exhalaba y decía. – Siéntate por favor, cierra la puerta y espero nadie nos interrumpa.

– Sebastián comenzaba a platicarle a Cristián lo que Maritza le había confesado, con detalles y cosas que cuadraban con su teoría.

En tanto Maritza estaba durmiendo en su habitación, después de haberle sido administrados unos medicamentos, cuando sigilosamente un hombre de pans negro y sudadera con gorro gris entraba de incognito.

Él le hablaba con voz baja mientras se le acercaba. – Necesito más dinero, Maritza necesito más dinero.

– Maritza al sentir la presencia, abría los ojos poco a poco y al ver a Bryan cerca, sorprendida exclamaba. – ¡Vete de aquí, pueden verte y meterte al bote!

– Bryan le hacía seña que se callará, seguido de unas palabras. – ¡Sólo vengo a decirte que necesito dinero!

– Maritza le respondía algo intranquila. – ¡Dinero no tengo ahorita, acaba de morir mi abuela, no tengo donde irme con la chamaca!, ¡será mejor que busques trabajo para mantenernos!

– Bryan sonreía diciéndole. – Nel mija, mejor me buscaré una vieja con lana y chance te quite a la mocosa, eres estúpida y no sabes cuidarla; te la podría quitar y venderla por una buena lana.

– Maritza molesta le dijo. – ¡No se te ocurra, con mi hija no te metas imbécil!

– Bryan se daba media vuelta enseñándole el dedo medio diciendo. – Esté por donde te entre, te estaré vigilando, quiero dinero o te quito a la mocosa.

– Él salía de la habitación sin ser visto, dejando a Maritza tensa y nerviosa, la cual apretaba el botón de forma impaciente, a lo que llegaban unas enfermeras y preocupadas una de ellas le preguntaba. – ¡¿Qué sucede?!

– Maritza teniendo un ataque de nervios les decía a gritos. – ¡Estuvo aquí, aquí estuvo, el brayand!, ¡el brayand me quiere quitar a mi hija, necesito ayuda, que venga la policía!

– Una de las enfermeras le hablaba a la agente Tirsa para su auxilio, la cual ingresaba presurosa; pues ya estaba por irse.

Ella le cuestionaba los hechos, y le respondía Maritza muy alterada y nerviosa; Tirsa solicitaba que custodiaran la habitación y pedía que la niña fuera llevaba de nuevo al departamento de especialidad familiar e infantil para su mayor protección; Maritza de tan nerviosa que estaba tuvo que ser sedada para que durmiera un poco.

En tanto Tirsa les avisaba a Sebas y Cris lo que había sucedido con ella, a su vez se enteraba de que Sebastián había tenido un desmayo; posteriormente de esa charla, la agente se despidió de ellos y les decía que cualquier cosa no dudaran en avisarle, Cris y Sebas muy agradecidos se despedían de Tirsa.

A solas, ellos estaban consternados ante la posibilidad de que Maritza fuera la madre biológica de Adonaí, por mutuo acuerdo optaron por brindarle hospedaje en su casa, en lo que las cosas se normalizaban y para que ellos pudieran descubrir por si solos si es o no la mamá del pequeño niño.

Después de varias horas, Sebastián era dado de alta, por lo consiguiente podría regresar a su casa.

Una vez vestido, él le preguntaba a Cristián. – ¿Le avisaste a alguien que estaba aquí?

– A lo que le respondía seriamente. – Me dijiste que no lo hiciera.

– Sebas sonrió y dijo sarcásticamente. – Ojalá hubieras hecho eso antes de serme infiel.

– Cristián se sonrojaba, agachaba la cabeza y se enmudecía.

Sebastián se levantaba de golpe y se mareaba un poco diciendo. – Vaya aún me siento algo mareado.

– Cristián preocupado lo sostenía del brazo y le dijo. – Con cuidado y despacio.

– Sebastián conteniendo sus ganas de besarle decía. – Así como estoy no podré manejar.

– Cristián le decía. – Despreocúpate chaparro, por tu carro puedo venir por él.

– Sebastián movía la cabeza aceptando la propuesta de él.

Así pues, ambos salían del hospital con rumbo a casa; ya en el carro, Sebas curioso revisaba su teléfono y se daba cuenta que tenía varias llamadas y mensajes sin leer que poco a poco iba revisando; uno de los mensajes por parte de su mamá decía: “Hijo, ¿qué sucede?, Adonaí lleva preguntando a qué hora los verá, vendrán por él o lo voy a dejar”-

Él un tanto preocupado por su hijo, le decía a Cristián mientras se metía al carro. – Cristián, mi mamá me ha estado marca y marca al teléfono, incluso me mando mensajes, dice que Adonaí pregunta por nosotros, ¿podremos irlo a recoger?

– Cristián le respondía. – Claro que sí, vamos por él, regresamos a casa, los dejo y vengo por tu carro, ¿te parece?

– Sebas respondía cansado. – Sí, me parece bien.

– La pareja tomaba camino con rumbo a la casa de Julieta a traer a su hijo Adonaí.

Durante el trayecto, la pareja iba en silencio y sin decirse nada; Cristián manejando atento y pensativo y Sebastián emocionado y contento por la noticia que Miren le mandaba por mensaje instantáneo, el cual decía: “Amigo, más que confirmado, estoy embarazada y al parecer serán dos, aún no se sabe bien, pues tengo apenas cinco semanas”.

Sebas le respondía: “Miren me da mucho gusto saber que por fin hayas podido quedar embarazada, dios los va a premiar con gemelos… o trillizos”.

Miren le respondía: “Lo que sea que dios quiera, lo principal es que al fin podré ser mamá y sentir lo que tú y Cristián sintieron ante la llegada de Adonaí, por cierto, ¿qué fue lo que tenía que decirte?”. 

Sebastián se ponía serio, miraba de reojo a Cris y suspiraba escribiéndole: “Asuntos de pareja amiga, luego te cuento con calma y detalles, aún no es momento de decirlo”. 

Miren consternada y curiosa le escribía: “Es algo malo o qué, sea lo que sea con confianza dime”.

Sebastián sintiéndose triste contestaba: “Gracias amiga, sé bien que contigo siempre voy a contar, después te cuento, vamos llegando a casa de mi mamá”. 

Miren le escribía: “Bien, saludos a tu mamá y a mi niño bonito”.

Sebas le contestaba por ultimo: “Gracias guapa, besos”. 

Cristián se estacionaba y antes de bajarse decía. – Me imagino que vas a contarle a tu mamá lo que sucedió.

– Sebastián guardando su celular le contestaba. – Supones mal, no le diré nada y espero tú tampoco lo hagas, ni mucho menos que me desmayé en el hospital, procura omitirle eso a mi mamá, ya que son problemas de pareja no de familia.

– Sebas abría la puerta y Cris le ponía la mano en su pierna diciendo. – Te ves muy pálido, será mejor que yo baje y tú esperas aquí.

– Sebas optaba por quedarse diciendo. – Bien, no tardes, quiero ver a mi hijo.

– Cristián bajaba rápido, entraba a la casa de su suegra.

Solo tuvieron que pasar unos minutos para que saliera preocupada Julieta quién preocupada le preguntaba. – ¿Qué te sucede Sebastián?

– Atrás de ella venía Cristián cargando a Adonaí; que se mostraba ansioso por ver a su papá.

Julieta al verlo pálido, decía. – Ya decía yo que algo pasaba por no responder tu celular.

– Sebas para calmarla le decía. – Mamá tranquila, estoy bien, solo que no me siento bien.

– Cristián le decía para calmar a su suegra. – Suegra ya le dije que fue un ligero bajón de presión más aparte el estrés del trabajo, ¿verdad amor?

– Cristián le guiñaba el ojo y Sebas fingiendo una sonrisa decía. – Sí, sí amor, eso es, solo la presión que seguramente se me bajo ahorita y por el estrés, pero estaré bien mamí, lo prometo.

– Julieta convencida tomaba la mano de su hijo y le decía. – Espero sea eso hijo, que sea eso.

– Sebas contenía sus ganas de llorar y le mostraba una ligera sonrisa.

Adonaí feliz y muy impaciente, era ayudado por Cristián a meterse por la ventana de la puerta de copiloto y abrazaba con mucho amor a su papá Sebastián, al que llenaba de besos y más abrazos; Julieta se apartaba un poco y miraba como su nieto se emocionaba de ver a su papá después de varios días.

Sebastián cargándole le decía emocionado. – Mi amor te extrañe mucho, allá en casa te espera tu regalo del viaje, espero te guste mucho.

– Adonaí lo abrazaba y se acurrucaba en su regazo.

Julieta al verlo un poco animado le decía a Cristián. – Cualquier cosa, la que sea, me avisas a la casa o al celular, cuida mucho a mi hijo, los veo el fin de semana, regresen con cuidado.

– Cris le decía un tanto apenado. – Descuide suegra cualquier cosa le aviso, nos vemos, que este bien.

– Cris le daba un beso y un abrazo a su suegra.

Ella se despedía de su hijo y le decía. – A una madre no se le engaña, pero trataré de no entrometerme con tus cosas, solo espero que estés bien hijo.

– Sebas derramaba una lágrima y le decía. – Yo sé que a ti no se te puede engañar, te quiero mucho mamá, nos vemos el fin de semana; besos.

– Julieta se regresaba a su casa y ellos nuevamente tomaban rumbo ahora con destino a su casa; esta vez el trayecto a casa no fue silencioso, sino fue muy alegré con Adonaí en compañía, pues iba cantando y jugando con sus papás.

Al llegar a casa; Sebastián subía poco a poco las escaleras, tras de él Cris con su hijo en brazos; estando ya en la habitación, Adonaí preguntaba impaciente. – ¿Qué me trajiste?

– A lo que Sebastián sacando de una bolsa de papel le decía sonriendo. – Este regalo lo eligió tu tía Miren, me gustó mucho y espero a ti también.

– Adonaí decía contento y emocionado. – ¡A ver quiero ver!

– Sebas le mostraba su regalo diciendo. – Saluda al señor Torgo.

– Su regalo era una tortuga grande de peluche que decía en su caparazón “Recuerdo de Cancún para una persona que quiero mucho”.

Adonaí emocionado corría y la arrebataba de las manos de su papá diciéndole. – Gracias papi, gracias.

– Sebastián se alegraba mucho al saber que era de su agrado el regalo y Cristián los miraba y se sonreía al verlos felices, pero aun sintiéndose mal por lo que hizo; él les decía. – Bueno mis amores, los dejo jugando, voy por el carro y regreso de inmediato para cenar.

– Sebastián le decía. – Las llaves aquí las tengo.

– Sebas en vez de dárselas en la mano, se las aventaba diciéndole. – Cáchalas.

– Cristián sintiendo la indiferencia de Sebas, no le decía nada y arrepentido se iba por el carro.

Minutos más tarde; él regresaba y al entrar a la habitación encontraba a Sebastián y Adonaí durmiendo, él trato de llevarse al niño a su cama, pero Sebastián un poco adormitado le decía. – Déjalo aquí.

– Cristián le decía en voz baja. – Debe dormir en su cama.

– Sebas se tallaba los ojos y le decía molesto. – Dormirá aquí y punto, déjalo, la cama esta grande y cabemos los tres.

– Cristián lo dejaba ahí y él se cambiaba la ropa, preguntando. – ¿No piensas cenar algo?

– Sebas le respondía. – No tengo apetito, lo que tengo es sueño, si quieres tú hazte tu cena, al fin y al cabo tienes manos.

– Cristián ante la respuesta le decía. – El hambre se me ha ido, gracias.

– Sebas al darse cuenta que Cristián estaba por meterse a la cama, le decía de una forma fría. – A partir de esta noche, dormiremos en la misma cama, pero con diferentes sabanas, no deseo tener contacto contigo ni mucho menos un rose de tu cuerpo, ¿quedo claro?

– Cristián le decía irritado. – ¡Eso ya es mucho!

– Adonaí se comenzaba a despertar y Sebas le decía cubriéndole las orejas al niño. – ¡Es esto o te vas a dormir al cuarto de huéspedes o al sillón!, ¡tú eliges donde!

– Cristián enojado, sacaba unas sábanas del closet y con ellas se tapaba.

Ya con luces apagadas, ambos mirando a diferentes lados se disponían a dormir, pero no podían conciliar el sueño como quisieran; siendo la 1:57 de la madrugada, ambos tanto Cristián como Sebastián comenzaban a sentir que la habitación se comenzaba a enfriar; Sebas abrazaba más a Adonaí para darle calor, Cristián se encogía y abrazaba una almohada al no poder abrazar a Sebas.

Siendo las 2:16 de la madrugada, el frío se hacía sentir más y más; ambos cuidadosamente se levantaban de la cama para cerrar la ventana; pues pensaban que se había quedado abierta; ellos quedaban sorprendidos al darse cuenta que la ventana estaba cerraba y que la temperatura era de 20°c, que no hacía tanto frío como ellos sentían; sin decirse nada, nuevamente se acostaban y se mantenían despiertos en su habitación helada; percatándose que su relación estaba comenzando a morir poco a poco.

Es Cuestión del Destino.

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Muchas gracias por haberse tomado el tiempo de leer, un fuerte abrazo y que tengan un excelente día... Cualquier cosa vía FB o Mail; saludos!

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