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Gay, casos de la vida real.

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Gay, casos de la vida real.

Capítulo: “Hogar, dulce ¿¡sexo!?”

 

Sugerencia: Como escritor y autor de este micro-relato a presentar, les insinuó escuchar

la canción justo en el momento de "la mesa"; para que se sientan a gusto e

imaginen al ritmo de la melodía los sucesos sexuales.

Gracias y les espero en FB, comentarios/evaluación y mail.

(Dancing; Tom Bóxer Feat Mike Diamondz).

 

Yair y Obed son una pareja joven de 28 y 25 años respectivamente, ambos tienen una relación sería desde hace 5 años; se conocieron en la universidad y de ahí comenzó todo… Conformé han pasado los años, su relación se comenzó a enfriar un poco, el sexo una rutina, los besos y caricias algo muy cotidianas; hasta qué, luego de tomar terapia de pareja decidieron realizar algunas de las sugerencias de su psicóloga, sexóloga y terapeuta de confianza.

Yair es el activo de la relación; moreno cuerpo marcado, muy ejercitado, con tatuajes en los brazos y en el costado derecho de su cuerpo un gran tatuaje de un dragón, (ya qué él es fan de Game Of Thrones); es lampiño, (tiene vellos púbicos, debajo del ombligo y las axilas, además que se deja la barba de candado demasiado cargada y de color negro azabache); podría catalogarse a Yair como un chacal, es muy varonil y moreno; Obed es lo contrario, cuerpo marcado pero no tan ejercitado como el de su novio, sin tatuajes, velludo de pecho, piernas, brazos; (debido a su color de piel casi blanca, se tiñe los vellos de un tono rubio para que no se distingan mucho en su cuerpo y eso le agrada a Yair); Obed es delicado, tierno y aun así se acopla perfecto a su pareja; lo que nos narraran y compartirán a nosotros es algo muy excitante, aquí pues su relato.

Hola amigos, soy Obed, les contaré lo que Yair hizo para reavivar nuestra relación; ese día yo estaba fuera de la ciudad, por razones de trabajo, (por ser el nuevo pues debo estar empapándome de conocimientos y viajando para aprender más sobre negocios internacionales); llegando de Nueva York, (después de una semana allá); en el aeropuerto esperaba a que Yair estuviera ahí por mí, pero al revisar el celular, tenía un mensaje de él, diciendo que no podía llegar por qué se sentía un poco mal para manejar; me asusté y sí debo admitirlo me molesté mucho; le respondí el mensaje diciéndole que ya iba en camino; abordé un taxi para la casa, eran las 20:49 de la noche del viernes; era viernes social, pero estaba muy cansado, lo único que quería era abrazar a mi novio, besarlo y dormir entre sus brazos.

Al estar frente de la casa, notaba que las luces estaban apagadas, (cosa extraña ya que siempre dejamos las luces de afuera encendidas); bien, pagué, bajé mi pesada maleta y caminé para entrar, abrí el portón y notaba que estaba entre-abierto, extrañado entraba y al ver la puerta de entrada abierta comencé a sentir un poco de temor; dejaba la maleta sobre el toldo del carro y caminaba despacio, sigiloso, sin ningún ruido diminuto; todo estaba entre penumbras.

Al entrar con voz temblorosa preguntaba. – ¿Yair amor, estás?

– Al estar dentro, quería encender la luz de la sala pero estaba fundido el foco, traté de prender la lámpara de la mesa y el foco estaba roto.

Ahí comencé a sudar frío, asustado decía. – Yair, amor, ¿estás?

Cuando la puerta se cerró de golpe, brinqué y me quede estático; de pronto, una voz varonil me tomaba del cuello con su brazo y me colocaba lo que parecía ser el cañón de una pistola en la espalda baja diciendo. – No te muevas. 

– Asustado preguntaba. – ¿Qué, qué le hiciste a mi novio?

– A lo que esa voz muy varonil me decía a través de un pasamontañas. – Tú novio no está, se fue, huyó como un cobarde.

– A lo que tembloroso y sudando frío le decía. – ¡Mentira, mi novio es muy valiente, no me haría eso!

– Él ladronzuelo, deslizaba su mano poco a poco sobre mi pecho sin dejar de encañonarme; esa mano comenzaba a desabrocharme el cinturón, dejando caer mi pantalón al suelo.

Miedoso le preguntaba. – ¡¿Qué intentas hacerme?!

– Sin responderme ese maleante jadeaba y su mano era metida en mi bóxer, comenzando a juguetear mi pene y mis testículos sudados.

Exclamaba temeroso. – ¡Déjame en paz!, ¡las cosas de valor están en el closet!

– El bandido poco a poco sacaba su mano al notar mi nerviosismo y me volteaba empujándome al sillón.

Él se descubría la boca, se encimaba en mí y fue ahí cuando reconocí esos labios, (claro eran de Yair y yo muerto del pinche y perro susto); aunque seguro no estaba; ese tipo con su lengua limpiaba el sudor frío de mi frente y me decía excitado. – Sabes delicioso, muy rico, quiero comerte.

– Aún estaba temblando y con las manos frías.

El hombre me decía jadeando, con su aliento fresco. – Desnúdate.

– Yo temblaba y tragando saliva preguntaba. – ¿Mi novio dónde está?

– Él sonrió y me tomo mi mano derecha y la coloco de inmediato en su pene erecto, para después decirme. – Tu novio está aquí dentro.

– Luego se me acercó, lengüeteando mi boca y diciendo. – Sabes muy rico, desnúdate, quiero comerte.

– Se apartaba de mí y se comenzaba a quitar su pantalón negro y sus botas militares, quedando él en bóxer de licra rojo.

Al verlo me excité, pero a la vez me daba temor, (no estaba seguro que fuera mi novio); no logrando ver que tenía en la mano, titubeé preguntando. – ¿Qué tienes ahí?

– A lo qué respondía con voz seria. – Un arma.

– Nervioso me comencé a desabrochar la camisa, al quitármela me decía. – ¡Estas bien sabroso papi!

– En el momento en que me agachaba a quitarme los zapatos y él se me acercaba, tomaba mi cabeza y la restregaba sobre su pene erecto dentro de su bóxer; excitado decía. – Ya quiero metértelo.

– Él se comenzaba a quitar su playera de manga larga negra y fue ahí cuando reconocí sus tatuajes; en definitiva era mi novio.

Él me sonreía, se quitaba su pasamontañas y me mostraba que lo que pensaba que era una pistola, en realidad era una lámpara; nos mirábamos fijamente a los ojos, sonreíamos y le preguntaba más tranquilo. – ¿Qué deseas que haga?

(No me enojé, pues ya tenía noción de que algo así haríamos por sugerencia de nuestra terapeuta; como si fuera una fantasía sexual sacada de una película porno).

Yair guiñando el ojo y saboreándose respondía. – Mámamelo.

– Ni tonto ni perezoso le quitaba ese bóxer rojo casi arrancándoselo y al ver su miembro peludo oliendo a precum, me lo introducía a la boca arqueando y babeando mucho.

Él gemía y gritaba. – Aaah, aah, aah, aah, aah, sigue no pares.

– Mamaba y mamaba, metiéndome su verga como si quisiera dejarla brillosa.

Él me detenía la cabeza diciendo jadeando. – ¡Para, para, para!, estaba por venirme.

– Él comenzaba a sudar, sus pectorales estaban sudados y escurría sobre su abdomen marcado gotitas pequeñas de su rico sudor.

Él caminaba para nuestra mesa de comedor de ocho personas de cedro y cristal; lo seguía con la mirada y al encender la luz, veía que las sillas no estaban; él me llamaba con su dedo índice derecho seguido de esa frase que me enloqueció. – ¡Ven aquí  acuéstate en la mesa que deseo comerte, tu novio dice que estas muy sabroso y que vale la pena comerte a mordidas!

– Mirándolo fijamente caminaba desnudo, totalmente desnudo.

Con mi mano derecha tomaba su cuello sudado y le decía. – Mi novio me ha comido varias veces, mereces probarme.

– Él sonreía y salvajemente me tomaba de la cintura subiéndome a la mesa de forma ruda, me empujaba y golpeaba mi cabeza sobre la mesa; ambos sonreíamos y él caminaba al otro extremo de la mesa, tomando mi mano derecha, la unía con mi mano izquierda sobre mi cabeza y las jalaba para que quedará bien puesto en la mesa; apagaba la luz, pasaba a la cocina y regresaba con un trapo envolviendo un bote de chocolate que humeaba; yo con los brazos extendidos hacía arriba lo miraba intrigado y a su vez excitado.

Él sonreía diciendo. – Me gusta la vainilla con chocolate.

– Inclinando el bote de chocolate, lo derramaba poco y lentamente sobre mi tórax, pasando sobre mi abdomen y cayendo un poco sobre mi pene.

Estaba caliente y eso me excitaba; ya que al sentir caer el chocolate sobre mí, arqueaba mi cuerpo como si fuera a levantarme y suspiraba gimiendo, apretando mis puños y los dedos de mis pies; él ante mi expresión, continuaba derramando chocolate sobre mis piernas para así finalizar sobre los dedos de mis pies.

Sin duda estaba excitado, tanto que no sentía el chocolate enfriar; él entraba de nuevo a la cocina y regresaba con un tazón de fresas, cerezas y bombones, acompañado de una botella del mejor whisky que pudo conseguir, (ya qué aunque no lo crean y por su aspecto chacaloso de mi novio, él es un chef reconocido en la ciudad de un elegante y fino restaurante popular en el D.F).

Mi novio me colocaba una fresa en la boca y me decía. – No respires.

– A lo que obedecí, aguantando aire.

Él derramaba whisky sobre mi boca y la fresa, para así después con su lengua lamer lo que derramaba sobre mi mentón y cuello, finalizando con una gran mordida sobre la fresa y besándonos muy efusivamente; luego nos sonreíamos y comenzaba a recorrer con su lengua mi cuello donde había restos de whisky combinados con mi sudor de excitación, pasando por mi tórax, chupando, mordiendo mis pezones y el chocolate que poco a poco saboreaba de mí.

Colocaba unas fresas, bombones y cerezas en el hueco que se hace entre los pectorales y derramaba más whisky; al que sorbía con mucha excitación; sudando se comía la cereza haciendo un nudo con el palito de esta al que escupía sobre mi pecho para luego comer la fresa; que prácticamente se la pasaba entera; el bombón me lo daba para que lo comiese. 

En lo que él poco a poco bajaba a mi abdomen dónde con su lengua despegaba el chocolate con sabor a mi sudor y lo masticaba respirando agitado; un poco de whisky sobre mi abdomen lengüeteaba para continuar recorriendo mi cuerpo achocolatado; llegando a la parte de mi pene erecto y emanando precum, lo comenzaba a chupar, saboreándose mi liquido con chocolate seco; estaba gimiendo, apretaba las puntas de la mesa de extremo a extremo, mi respiración se aceleraba mucho, comenzaba a sudar más de la frente cuando sin resistir más, eyaculaba en la boca de él.

Colocando el tazón de fruta en mi abdomen sostenía con su mano mi pene que estaba comenzando a ponerse flácido, lamía la cabeza de mi verga; como si fuese un helado; excitado, muy caliente él derramaba whisky y lo aspiraba extasiado; él directo de la botella tomaba un gran trago y siguió con su lengua lamiendo chocolate de entre mis ingles y mis piernas; al llegar a mis pies, él colocaba la botella cerca de mis testículos, tomando con ambas manos mis pies.

Uno lo recargaba sobre su pecho sudoroso y caliente; lamia el empeine y las plantas de un pie para después hacer lo mismo con el otro; metía su lengua dedo por dedo y chupaba cada uno de ellos de una forma muy provocativa y satisfactoria para mí.

Suspirando me decía. – Sabes muy rico mi amor, dichoso tu novio que te come diario.

– Sonreía y le decía con tantas ganas de ser penetrado. – ¡Devórame de una vez!

– Él exhalaba y bajando mis pies a su pene, lo colocaba en medio de ellos, para masturbarse lentamente; ambos estábamos que estallábamos; el calor que estaba teniendo ocasionaba que los residuos de chocolate que tenía aún sobre mi cuerpo se derritieran; con mi mano derecha lograba alcanzar el tazón de fresas y me metía una en la boca para evitar gritar y gemir; creo en ese momento ambos estábamos sincronizados con nuestros latidos, pues era muy caliente ese momento.

Usando mis pies para masturbarse él se detenía y me decía aguantando. – Quiero terminar.

– Yo sin decirle nada, apartaba mis pies de él, me giraba con cuidado de no caerme de la mesa en posición de perrito, para así poner mi culo velludo frente de él.

Sujetaba la botella mientras me ponía en esa posición; Yair excitado me hacía un delicioso beso negro; el cual colocaba una cereza y me decía que contrajera un poco mi ano; como si fuera a meterme la cereza; él con sus dientes la tomaba del palito y jalaba poco a poco, para comérsela y nuevamente hacer un nudo con el palo de la cereza.

Hacíamos lo mismo con la fresa y el bombón; yo gemía, gritaba y suspiraba; ambos excitados y muy, muy cachondos; tomábamos un descanso de segundos.

Él me decía ansioso. – Espera, pondré música de la que nos gusta.

– Sonreía mordiéndome mi labio inferior, saboreándome ese rico momento y pensaba que hacer para lograr una satisfacción total.

Él daba play a nuestra canción favorita “Dancing” de Tom Bóxer feat Mike Diamondz; él se acercaba a mí y me daba un rico y caliente beso sabor a whisky y frutas con chocolate; con sus dedos índice y medio recorría mi nuca a mi recto; mientras él se movía al ritmo de la canción.

Haciéndome como gato, arqueaba mi espalda hacia abajo; lo que simulaba un camino hundido en mi espalda; él derramaba gran chorro de whisky al que absorbía presurosamente y lo que se le escapaba se desparramaba a mi cuello y costados de mi tronco torácico; regresaba con sus dedos a mi recto y comenzaba a meterlos con su saliva; gemía y gritaba en lo que la canción se repetía.

Dilatado de mi ano, esos 19 centímetros que tiene, de esa gruesa, negra, peluda y venosa verga, eran introducidos al compás de la melodía; al llegar a la parte del coro de la canción movía mi cadera simulando bailar con él; cambiando de posición, frente a frente con piernas extendidas sobre la mesa, nos mordíamos, besábamos, nuestros cuerpos se empapaban de sudor, chocolate y alcohol.

Con él pie izquierdo Yair tiraba el tazón de frutas y entre beso, cachondeo y movimientos rítmicos, extendía su mano derecha para alcanzar la botella y derramar contenido entre nuestros pechos; con su otra mano él acariciaba mis nalgas y evitando que su pene se saliera de mi recto.

Continuaba con mis movimientos de cadera y cintura al ritmo de “Dancing”, en esa posición ambos nos mirábamos fijamente y nos dábamos cuenta que estábamos salvando nuestra relación; increíblemente la mesa resistía nuestros cuerpos encima y después de eso la mesa nunca más la volvimos a ver de la misma forma.

Yair y yo regresábamos a la posición de perrito; sudados y oliendo a whisky, él me penetraba y al par final de la décimo tercera repetición de la canción; eyaculaba dentro de mí a gran chorro, demostrando que él había estado en abstinencia durante semanas; (y sí, era así ya que lo tenía castigado sin sexo y masturbación por tres semanas); pero ahí no acaba todo.

Pues sacando su verga de mi culo dilatado él me decía. – Cuando te toque las nalgas expulsas la leche que te deje dentro.

– Estando atento a lo que me pedía, él se colocaba sobre la mesa de tal manera que mi ano quedara cerca de su boca.

Tomaba la botella nuevamente y con su mano libre me tocaba mis nalgas; al sentir tocarme por él, comencé a expulsar; por medio de varios gases su leche, que era bastante; el contenido caía sobre su boca abierta y estando dentro se derramaba el poco contenido de whisky; para hacer un trago exótico de semen y whisky.

Yair con la boca llena, tiraba la botella al piso; rompiéndose; jalaba de mis piernas hacía él; me volteaba, mirándome pervertidamente; y tomándome de la nuca me besaba para intercambiar su semen y whisky, que escurría poco contenido de nuestras bocas y el resto nos lo tragábamos escuchando nuevamente la rola.

Esa noche terminamos agotados y satisfechos; contentos y tranquilos; luego de eso, me subió cargando a nuestra habitación, donde nos bañamos y tuvimos más sexo; nos dormimos cerca de las cuatro de la madrugada.

Jodidos los dos a la mañana siguiente, pues debíamos trabajar; desde entonces nuestra relación se fortaleció y continuamos experimentando fantasías sexuales a dúo.

Espero les haya fascinado el relato, saludos y disfruten del sexo, ¡es fantástico!, más cuando llegas de un viaje largo y en vez de decir hogar, dulce hogar, terminas diciendo, “Hogar, dulce ¿¡sexo!?”.

Gracias a Yair y Obed por compartirnos de forma breve su experiencia sexual, ojalá tengamos más casos y relatos a compartir; por lo mientras amigos, hasta aquí con nuestro capítulo de hoy, esperamos que les haya parecido excelente; a mí en lo personal me excitó, tanto que creo que buscaré con quién practicar lo mismo; les mando un fuerte abrazo y hasta la próxima; tengan un excelente y agradable día; esto fue…

Gay, casos de la vida real.

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