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¿Por qué a mí? Capítulo 1

en Gays

AVISO:

La siguiente historia está basada en hechos reales con algunas mezclas de ficción, tendrá bajo contenido sexual, sí lo que busca es algo erótico,

le recomiendo mis otros relatos cortos que tienen suficiente carga homoerótica y sexual; si desea continuar leyendo, muchas gracias

por el apoyo brindado y espero recibir su critica, opinión o sugerencia, siempre son bien recibidos.

 

¿Por qué a mí?

CAPÍTULO I

Aquí estoy.

 

7 de la mañana, cielo despejado, ya hay luz del sol, un poco nervioso, ansioso, impaciente, pensativo, un poco desesperado, pero aquí estoy; solito, decidido, tratando de ser valiente, cuando en sí soy lo contrario; ahí es cuando me pongo a pensar en que mi vida fue de arriba para abajo, con precaución o no, pero así fue mi adolescencia; hace un poco de frío, llovió toda la noche de ayer y por la madrugada; no pude dormir únicamente por estar pensando en todo el ritual que en unos momentos he de pasar.

¿Job Cáceres Rivas? – Pregunta una mujer de unos cuarenta años de trabajo social.

– Sí, sí, aquí estoy, soy yo, yo soy Job, sí, yo.

– La trabajadora social me mira compadeciéndose, diciendo. – Pase por aquí.

– Al levantarme mis piernas parecían de hule, las sentía débiles, algo torpes; bueno el torpe era yo.

Entraba a su oficina, ella me pedía tomar asiento; en lo que cerraba la puerta con seguro; era el primero, llegué a tiempo y puntual.

– Buenos días Joven. – dijo ella amablemente.

– Respondí con nervios y manos entre agarradas, muy frías. – Igualmente buenos días.

– Ella daba un sorbo a su café; olía delicioso, recordando que no había desayunado y mucho menos cenado, por venir aquí.

Me hablaba con toda la calma del mundo, interrogando. – ¿Viene alguien más con usted?

– Nervioso, me tronaba los dedos, contestando. – No, no viene nadie conmigo, vine yo nada más.

– La empleada, tomaba un folder, su lapicero negro y decía mientras reescribía mi nombre en el encabezado.

– Bien, pues vamos a comenzar con las preguntas de rutina, algunas serán un tanto incomodas, pero es parte del formulario, cuando esté listo empecemos.

– La verdad estaba demasiado helado, muy frío, nervioso; ya ni cuando tenemos presentación de baile me ponía así como en ese momento.

Hice un poco de saliva para que mi garganta seca lograra suavizarse, me acomodaba en el asiento y decía. – Sí, estoy listo, empecemos.

– Ella arrojaba la primera ronda de preguntas. – ¿Edad?, ¿estado civil? ¿Orientación sexual?

– Respondía en ese orden, con mi lengua trabada. – Tengo 22, bueno no, no tengo 22, cumpliré los 22 este año, así que por decirlo así, tengo 21 años; estado civil, soltero y pues, pues, gay, homosexual o cómo sea que le pongan.

– Ella, notaba mi nerviosismo, tratando de hacerme sentir bien, me decía. – Descuide joven, con calma, para que se sienta en confianza, le diré mi nombre, me llamo María.

– Le decía con una sonrisa fingida. – Un gusto, jeje.

– María, rayaba la hoja, la hacía una bola y sacaba otra de su cajón, diciendo. – Volvamos a comenzar, respire y piense bien en sus respuestas, ¿de acuerdo?

– Suspirando, de nuevo tronándome los dedos, le decía. – Sí, de acuerdo, disculpe.

– María de nueva cuenta lanzaba esas preguntas y yo respondía de una forma más directa.

Hacía fresco, llevaba una chamarra negra y una bufanda, no tan abrigado, sin embargo, al despertar sentía mucho frío, pero al estar ahí con las primeras preguntas, comenzaba a sentirme arder, estaba sudando mucho; en un movimiento de brazos que hice, salió un olor extraño; sí, ese olor me recordaba que no me había puesto desodorante; ¡qué vergüenza!

María, lanzaba la siguiente tanda de preguntas. – ¿Actividad sexual últimamente?, ¿rol sexual?, ¿A qué edad inició su actividad sexual?, ¿Con cuántas parejas, aproximadamente, ha tenido sexo?, ¿Uso frecuente de condón?, ¿Alguna práctica sexual?, de ser así, especifique ¿cuál?

– Comenzaba a mover mi pierna derecha por los nervios, en lo que respondía. – Sí, hace un mes y medio.

– En eso del rol sexual, me daba pena decir lo que soy, así que para no levantar sospechas o me diera más pena, respondí. – Rol sexual, inter.

– La pregunta de parejas sexuales me hizo utilizar las matemáticas; pues comencé a hacer cálculos de las personas con quienes me acosté.

Pensando en mi mente me dije. – Sí me inicié poco antes de cumplir los quince años y tengo veintiuno; teniendo en cuenta que al mes tenía sexo hasta con más de 3 personas en diferentes días de la semana.

– Mi subconsciente, inconsciente, consciente, preconsciente y reconsciente, me hacían darme cuenta de que mi vida sexual fue muy destrampada; ya qué había tenido relaciones sexuales con más de treinta hombres; sí, literal, soy un vil putote.

Para no ser tan hipócrita, pero tampoco tan mentiroso, respondí. – Parejas sexuales desde mi inicio hasta apenas, pues unas trece.

– Qué mentiroso eres Job, súper mentiroso, pero ni que hacerle, era eso o quedar como un ramero.

La siguiente pregunta se me había olvidado, así que le pedía a María que me las repitiera; ella amable lo hizo y de nuevo, las matemáticas las usé; si habían sido más de treinta parejas, haciendo un balance de todos con los que me acosté o practiqué sexo oral, llegaba a la conclusión de que había usado condón en la mayoría de las veces en las que me penetraban, pero al hacer oral, nunca me cuide e inclusive hasta el semen me tragué.

Siendo mustió respondía. – Pues sí, en su mayoría sí he utilizado condón, casi siempre. – Y respondí casi de inmediato la otra cuestión. – Practica sexual, sexo oral, lluvia dorada, sexo anal, algunas veces bareback o a pelo como se le conozca, beso negro, beso blanco y fetichismo por los pies, manos, sudor, axilas y pelos.

– María anotaba lo que decía y yo la verdad deseaba desaparecer, me sentía desnudo, me sentía violado en cuestión a mi privacidad sexual; aunque en sí no sé qué se sienta ser violado, pues nunca me ha pasado; en fin, cómo sea, me sentía con mucha pena y vergüenza, deseaba ser avestruz y meter mi cabeza en un agujero.

María dijo un poco sería. – Usualmente estas preguntas no se hacen a no ser que la interrogante de práctica sexual lleve más de lo que un homosexual promedio practiqué con su pareja o parejas; así que preguntaré lo siguiente.

– Un balde de agua fría me cayó; no inventes, estaba súper nervioso, pero adelante, sí, lo que venga.

– María, lanzó la última ronda de preguntas. – ¿Uso de drogas?, ¿jeringas?, ¿hematosis para excitación?, ¿te cortas y compartes instrumentos punzocortantes?

– Respiré y tranquilo contesté. – No drogas, jeringas sólo cuando me inyectaban en hospitales o consultorios particulares, hematosis no, tampoco me cortó; sólo una vez me corté en el salón de espejos, con un espejo que se cayó y al tratar de detenerlo, se rompió en mi mano, me salió mucha sangre, pero eso no fue nada excitante.

– María me miró como que más relajada, me daba la hoja para revisar mis respuestas y me dijo que firmara y escribiría mi nombre completo.

Cuando acabé le di la hoja y ella se levantó de su asiento, quitó el seguro y me dijo. – En un momento te llaman, puedes salir.

– Yo me levanté del asiento y sentía que estaba muy húmedo del trasero; de los nervios había sudado horrores; caminé, salí al pasillo y miré que en ambas filas de sillas, había chavos y mujeres, en la espera de pasar con María; mi piel se me erizó y de nuevo comencé a sentir mucho frío en mi cuerpo; la espera se hacía un poco más larga que cuando estaba con María en el interrogatorio.

En mi espera en aquella sala de hospital, me sentía observado, juzgado e inclusive hasta ventaneado; pensaba que todos habían leído mi cuestionario; María salió y mencionaba el nombre de Calixto; un joven como de unos dieciséis años; ese muchacho, entraba cohibido, sonrojado, encogía el cuello para ocultar un poco su cara; le entendía, la vergüenza podía más que nada; segundos después, me mencionaron, sólo que esta vez, mi nombre sin apellidos.

Pasé a un pequeño cuarto de tres metros por tres y me dijo la química. – Buenos días Job, aquí te enseño el material que vamos a utilizar para sacarte sangre, como verás son empaques sellados, agujas esterilizadas y guantes nuevos; pasa, siéntate en aquel sillón y extiende tu brazo derecho para prepararlo.

– Veía el equipo que usarían, caminaba hasta el sillón muy nervioso y me sentaba, preparaba mi brazo delgado, listo para ser picado; dos semanas antes, me había realizado la prueba rápida y dio como resultado negativo; pero me habían comentado y había leído, que esas pruebas pueden dar falsos negativos o falsos positivos; así que debía realizarme la de laboratorio para poder confirmar mi diagnostico.

Un joven practicante se me acercó, me sonrió y amable habló. – Hola, muy buenos días, le pondré esta liga, pero apriete su puño con esta pelota lo más fuerte que pueda.

– Tomé la pelotita de color azul, la apreté con ganas y el chico me ligaba para obtener una buena vena; al encontrarla él me pidió que mantuviera la fuerza así; con prisa él se colocó los guantes, abrió el equipo y una vez obteniendo la vena, la pinchó y fue desatando la liga al mismo tiempo que me iba diciendo que con calma fuera soltando la pelota; en lo que me iba sacando la primera muestra de sangre, rogaba porqué el resultado fuera negativo, que jamás volvería a tener relaciones sexuales y me dedicaría a ser una persona sana.

La segunda muestra la estaba sacando y el practicante se ponía serio; me cohibí y me sentí extraño; la tercer y última muestra era sacada y el muchacho me decía. – Está muy nervioso, tranquilo, las cosas saldrán bien, trate de calmarse.

– Medio sonreí diciendo. – Es inevitable no ponerse nervioso.

– Al finalizar, el chico me quitó la liga definitivamente, tomó un algodón con alcohol y me lo puso en dónde me había pinchado, doblaba mi brazo, para luego preguntarme. – ¿De qué color va a querer su bandita de curación?

– Como mi color favorito es el naranja, respondí. – Color naranja, de favor.

– El muchacho me desdoblaba mi brazo, me quitaba el algodón con alcohol y colocaba con suavidad la bandita; me sentí como niño al momento de ir a que lo vacunaran; me dijeron que me quedará unos minutos ahí, para no marearme o desmallarme.

De nuevo en mis pensamientos decía. – Ojalá, ojalá este sano, no este infectado de nada, sea una persona sana, de ser así, en verdad, en verdad prometo jamás tener sexo sin protección, es más me pondré en abstinencia para siempre, hasta que encuentre al hombre ideal.

– Mis pensamientos de súplica fueron interrumpidos por la química que me decía. – Ya se puede retirar, sus resultados estarán mañana por la tarde, si lo desea se le pueden enviar por correo electrónico.

– Me hubiese gustado que no me enviaran los resultados por correo electrónico, pues me daba cierta desconfianza y nada de privacidad; me sonaba a que harían públicos mis resultados, como si fuera un delincuente o asesino; aun así con mi forma de pensar, acepté la propuesta de que me llegarán los resultados a mi correo; anoté en la hoja mi dirección electrónica con letra legible y me levanté, di unos pasos a la puerta y ¡paz!, al suelo por desguance.

Diez minutos más tarde, despertaba en una camilla del hospital, con un suero y una gelatina verde, esperando a ser comida; me habían dejado ahí tras unas cortinas; supuse que estaba en el área de urgencias; me comí la gelatina, miraba el reloj y esperaba a qué alguna enfermera viniese a verme para quitarme el suero estorboso.

Una hora más tarde y casi medio suero después, me llegaba la visita de una joven enfermera, que me preguntaba. – Hola joven, buen día, ¿cómo se siente?

– Le sonreí, contestando. – Hola, buen día, me siento mejor gracias.

– Ella amable, dijo. – Qué bueno, cuando lo trajeron parecía papel de lo pálido que estaba, ahorita ya se le ve colorcito.

– Bueno, en sí yo no soy moreno, soy de piel clara, mi piel no es güera, pero tampoco moreno claro; soy pues, tengo piel muy clara, el cabello castaño oscuro me ayuda a no verme tan blanco.

En fin, yo me reí diciendo. – De ser así, ¿me puedo ir ya a mi casa?

– Ella me respondía mientras revisaba el suero. – Aunque se sienta usted bien, se irá cuando acabe el suero, como en una hora más o menos, descanse, relájese, se le ve que está muy tenso.

– Más tenso me ponía, porque debía llegar puntual a los ensayos de baile, iniciaban a las 10 de la mañana y eran 9 y media.

Le pedí a la enfermera que me pasará mi celular, ella me lo daba y preguntaba. – ¿Piensa hablarle a algún familiar?

– Me reí contestando sarcástico. – Sí claro, les diré que vengan al hospital porque me desmayé luego de practicarme la prueba del VIH/SIDA; corriendo vendrán y me harán una infinidad de preguntas sobre mi vida sexual, y sí no me morí por la extracción de sangre, de un infarto tal vez sí.

– La enfermera, se disculpó diciendo. – Entiendo, disculpe, de todas formas estese tranquilo, que nadie se comunicó con familia de usted.

– Me vi mala onda en responder, así que dije. – No se preocupe, discúlpeme a mí por mi forma de responder.

– Ella sólo me sonrió y se retiró.

Yo me acomodé, suspiré y buscaba entre mis contactos telefónicos a mi súper amiga Bimba; ella es una gran persona, la conozco desde que íbamos en secundaria y nos distanciamos en preparatoria, coincidiendo de nuevo en universidad y en la academia de baile; con ella me enviaba WhatsApp para informarle que llegaría tarde al llamado; pero no le decía dónde estaba y el motivo de mi demora; aunque se molestó ella y obviamente el grupo igual, no le di mucha importancia por el momento, lo que tenía prioridad era mi salud; era algo increíble que estuviese sudando aunque tuviera la bata y únicamente mi bóxer gris; me sentía como si tuviera andropausia; pero seguramente eran mis nervios.

Tras una hora y diez minutos de espera, la enfermera regresaba; al ver que el suero estaba por acabarse, cerraba el gotero y me comenzaba a derramar alcohol sobre la venoclisis; pero notaba que ella estaba usando guantes, eso me dio pavor, pues comencé a pensar en que realmente sí estaba infectado; luego deduje que era porque es el protocolo que deben seguir las enfermeras y medio me calmé; despacio y con cuidado me quitaba el suero; sentía libertad en mi brazo; ella sugirió que descansará y no hiciera actividades de gran esfuerzo; obviamente desobedecí, pues tenía ensayo; le agradecí la atención, me vestí, tomé mis papeles, mi chamarra y salía por la puerta de urgencias, deseando que el día de mañana fueran de buenas y agradables noticias sobre mi salud.

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