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Es Cuestión del Destino. Capítulo 17

en Gays

Seré breve, espero les guste y puedan apoyarme, un gran abrazo, saludos.

 

CAPÍTULO DIECISIETE.

SUEÑOS Y PRESENTIMIENTOS.

 

Han pasado seis semanas después de esa noche; Miranda no le quedó más remedio que regresarse a su casa al ser humillada y despreciada de una forma merecida luego de lo que ocasionó; Edison entabló un vínculo sexual de olvido con la joven que conoció en esa misma noche; la joven ha demostrado que está interesada en Edison, ya que lo procura, mima y consiente; cosa que Miranda nunca hizo con él; Ian y Rubén mantienen su distancia con Sebastián; luego del pequeño pleito que tuvieron; Sebastián apenado le mando dinero para la compostura de su teléfono celular y una inmensa disculpa; a pesar de eso, ambos han dejado que él supere sus problemas y pueda volver todo a la normalidad; pues Ian y Rubén le quieren mucho por ser una gran persona; Mateo y Miren disfrutan al máximo su embarazo; han ido a los ultrasonidos y ecografías para ver el avance y crecimiento de los mellizos; se encuentran tan emocionados por la llegada de sus hijos, que ya andan comprando cosas para ellos; aunque también se mantienen al pendiente y preocupados de Adonaí; pues el niño ha notado el distanciamiento de sus padres Cristián y Sebastián.

Cristián y Sebastián, a causa de su distanciamiento, han incitado a que sus respectivas familias intenten convencerlos de llegar a un acuerdo por bien de Adonaí; pero ellos les han recalcado de muchas formas que estos problemas así como su familia es cosa de ambos, que no les concierne nada a ellos y que mantengan su distancia, que sí de verdad desean ayudar, se limiten a entrometerse en asuntos de pareja; a pesar de que Cris ya no vive en la casa, hace visitas constantes a ella por ver a su hijo y por qué Maritza está siendo hospedada en la casa; ya qué él con anterioridad se ofreció a brindarle apoyo en lo que se arreglan las cosas y bienes de su difunta abuela; la agente Tirsa otorgó a Maritza la custodia de su pequeña hija a la cual aún no le decide un nombre; Sebastián se ha mantenido al pendiente de ellas y con mucha paciencia ayuda y cuida de la pequeña bebé; cuando Cristián y Sebastián cuidan de la pequeña en ratos, ambos se enternecen con la pequeña bebé y se convencen que ser papá o mamá es algo grandioso y muy maravilloso; sin embargo, ambos han dialogado que Maritza no merece tener la dicha y custodia de la niña; pues merece un mejor lugar para vivir, así como existe el temor de que sea abandonada tal y como lo hicieron con Adonaí; ya que Sebas y Cris no descartan la posibilidad de que Maritza sea la madre biológica de Adonaí y para confirmar eso, necesitan realizar un estudio de ADN; al cual Sebastián le tiene un gran temor; por qué no quiere que Adonaí sea arrebatado de sus cuidados; aunque prácticamente Maritza no podría quitarle al niño, ya que ella fue quién le abandonó de recién nacido y eso le impediría hacerse cargo de Adonaí.

Viernes 4:09 de la madrugada; Sebastián dormía acompañado de Adonaí al costado suyo; Sebas comenzaba a soñar; él se encontraba en la casa, notaba un gran silencio.

Con temor preguntaba. – ¿Adonaí, Cristián, están aquí?

– Subiendo las escaleras, se percataba que las luces estaban encendidas, él temeroso entraba a la habitación de su pequeño hijo, llevándose la sorpresa que todo estaba tirado y revoloteado; como si hubiesen entrado a buscar algo.

Al dirigirse a su habitación se llevaba un susto terrible al ver tirado, en un gran charco de sangre a Cristián; quién moribundo le decía. – Se… se… se… se llevaron… se llevaron a nuestro hijo.

– Cristián vomitaba sangre; Sebastián trataba de parar la hemorragia del abdomen, haciendo presión con una funda de almohada.

Alterado preguntaba, mientras se acomodaba la cabeza de él entre sus piernas. – Mi amor, ¡¿quién te hizo esto?! ¡¿quién se llevó a nuestro hijo?!, ¡dime!

– Cristián demacrado y frío respondía. – Fueron ellos, ellos se los llevaron, debes buscarlos…

– Sebastián llorando preguntaba consternado. – ¡¿Quiénes fueron?!

– Cristián tocaba el rostro de Sebastián con su mano izquierda, con cara de mucha preocupación, le decía en sus últimos momentos. – Perdóname por fallarte, te pido perdón, te dejaré tranquilo, sé feliz, haz tu vida con alguien más, te amo.

– Sebastián llorando le decía. – ¡No mi amor, tú no te vas, vas a estar bien, verás que sí amor!

– Cristián por última voluntad le pedía con voz entre cortada. – Quiero… que me beses, bésame… por favor.

– Sebastián accedía a besarle.

Justo en ese beso tierno y suave; los labios fríos de Cristián se detenían, para darle paso a un grito de lamento por parte de Sebastián al ver que su amado moría tirado en el piso. – ¡Noooooooo, no, no!, ¡Cristián amor, despierta, despierta amor, no me dejes!, ¡no, no por favor tú no, tú no amor!

– Sebastián en su cama trataba de despertar, pero algo se lo impedía, el sueño convertido en pesadilla, aún no terminaba.

Después del grito que él daba, asustado, llorando, escuchaba unos pasos provenientes del pasillo; él asustado, cerraba los ojos de Cristián y se escondía en el baño; temeroso rezaba por su bien y por qué su hijo estuviese con vida.

Los pasos se escuchaban más cerca, una sombra se reflejaba sobre el cuerpo inerte de Cristián; se escuchaban dos disparos más; la persona que estaba ahí, disparaba al cuerpo tendido; Sebastián cerraba los ojos asustado, derramando lágrimas; la sombra se acercaba más y más al descubrir el rastro de sangre del piso de la habitación al piso del baño.

Dicha persona pateaba la puerta del baño y sin misericordia le disparaba tres veces a Sebastián; la persona que disparaba tiraba la pistola en el escusado y salía del baño.

Sebas se arrastraba ensangrentado, pidiendo ayuda. – ¡Por favor, auxilio, auxilio!

– La sangre la emanaba a grandes chorros.

Estando sobre el cuerpo de Cristián apretaba su mano diciendo desfalleciendo. – Te amo mucho rockero.

– La persona que les había disparado regresaba a la habitación y Sebastián con visión borrosa sólo lograba ver una silueta masculina.

Él en su último momento de vida, decía exhalando. – Fuiste tú, maldit…

– Tanto Cristián como Sebastián morían, sin saber del paradero de su hijo.

Sebastián muy exaltado, se despertaba agitado y sudando decía. – Fue, fue un sueño, un mal, muy mal sueño.

– Él volteaba a ver a su hijo que dormía como angelito.

Sebas le acariciaba la cabeza diciendo. – Mi angelito, aunque papá y yo estemos enojados, nosotros siempre vamos a cuidar de ti, siempre, te amo mucho hijo.

– Dándole un beso en la frente, nuevamente se acurrucaba él y volvía a tratar de dormir.

4:42 de la madrugada; Cristián en la habitación de un hotel céntrico en la ciudad; tenía una pesadilla similar a la de Sebastián.

Él llegaba a la casa a ver a su pequeño hijo, estacionando el carro, se bajaba y se daba cuenta que la puerta estaba abierta, la planta baja estaba desordenada, todo tirado.

Asustado exclamaba. – ¡Sebastián, Adonaí, ¿Dónde están?!

– El silencio invadía la casa; sólo unos pasos se escuchaban en la planta alta; él cuidadoso subía, lento, despacio, sin mucho ruido, percatándose que las luces de arriba estaban encendidas; entrando a la habitación de su hijo, descubría un desorden similar al de la planta baja.

Asustado pero astuto, tomaba el bate de beisbol de Adonaí; caminaba cuidadoso a su habitación, donde al entrar, muy asombrado veía un charco de sangre prevenir del baño; inmediatamente se dirigía ahí, aventando el bate a la cama.

Al patear la puerta, se encontraba con el cuerpo inmóvil de Sebastián; él había recibido un disparo en el cuello que prácticamente lo mató al instante; impactado de verle tirado con los ojos abiertos, lo abrazaba estando entre tanta sangre y gritaba. – ¡No, mi amor, tú no, tú no amor, tú no!

– Llorando de coraje, frustración y desesperación, le cerraba los ojos y salía del baño.

Él escuchaba unos pasos provenientes del pasillo; con mucho valor salía al pasillo y enfrentaba a la persona que portaba un arma y con la otra mano tenía sujeto a Adonaí; que lloraba muy asustado.

Cristián no conocía a esa persona; él armado de valor le lanzaba un batazo; pero en su intento de defender a su hijo, el maleante le disparaba en tres ocasiones, haciendo que él cayera frente a su hijo; quien lloraba desconsoladamente.

Cristián con su mano quería agarrar a su hijo, pero estando débil por la pérdida inmediata de sangre; él le decía. – Hijo mío, lo siento mucho por no poder cuidarte cómo debía, perdón.

– Cristián poco a poco cerraba sus ojos, en lo que esa persona cargaba a Adonaí; que lloraba extendiendo su manita, queriendo tocar a su papá; poco a poco bajaban las escaleras y se lo llevaba de la casa.

Y fue así como en ese mal sueño, Sebastián y Cristián morían sin poder ayudar a su hijo.

Cristián asustado, sudando, se despertaba y miraba el reloj, 5:35 am asustado, tomaba su celular y de inmediato se comunicaba con Sebastián.

El celular de él comenzaba a vibrar; Sebas escuchando la vibración, dormitado tomaba su celular y se enderezaba mirando el id en la pantalla; con un bostezo respondía. – Hola, ¿sucede algo?

– Cristián agitado, parado a un lado de la cama preguntaba. – ¿Adonaí y tú están bien?

– Sebastián desconcertado respondía para después preguntar. – Sí, sí, estamos bien, dormíamos, pero ¿Qué pasa?, ¿soñaste feo?

– Cristián se agarraba la cabeza y decía tranquilo. – Qué alivio, dale un beso de mi parte.

– Cristián se sentaba en la cama y respondía. – Sí, tuve un mal sueño, soñaba que nos mataban en la casa y se llevaban a Adonaí.

– Sebastián sintiendo una angustia en el pecho, se preocupaba diciendo. – Lo mismo soñé, fue horrible, esos sueños me dan miedo, fue tan real como el sueño que tuve hace años.

– Sebastián cambiaba su tono diciendo. – Sólo que en ese sueño, no era trágico, sino qué era como un presagio de que seriamos papás.

– Cristián preocupado le decía. – A mí tampoco me gustan ese tipo de sueño, por favor cualquier cosa avísame, ya sabes que siempre dejo los teléfonos prendidos.

– Sebastián sonreía un poco diciéndole. – Gracias por preocuparte por nosotros, duerme un poco, te mando un fuerte abrazo.

– Cristián sonreía ligeramente y decía. – Gracias, dormiré un rato más, tengo una junta de unos proyectos y posteriormente estar en la oficina como siempre; ¿crees que pueda pasar a ver a Adonaí?

– Sebas sonreía suspirando y respondía. – Tendrás un día bastante largo, te irá bien, siempre te va bien y claro que sí, podrás irle a recoger a la guardería, se vienen a la casa y se están aquí el rato que desees, sirve que le haces compañía a Maritza; yo tengo pacientes y no sé si saldré a comer a tiempo.

– Cristián aprovechando eso, se le ocurría una idea. – Bueno, te propongo algo, paso por Adonaí y luego vamos por ti, vamos a comer por ahí cerca y posteriormente te regreso al consultorio, ¿qué dices, aceptas?

– Sebastián sonriéndole respondía. – Bien, acepto tu propuesta, sólo por qué Adonaí me ha pedido que comamos los tres juntos.

– Cristián contento le decía. – Al rato nos vemos, muchas gracias de verdad, te dejo dormir, descansa.

– Sebas sonreía y le decía. – Pasa buen día.

– Ambos finalizaban la llamada y cada uno continuaba durmiendo en un breve lapso; ya que no tardaban en sonar sus respectivos despertadores.

Al despertar, Sebastián arropaba a Adonaí antes de desayunar; un poco encamorrado, el niño le decía. – Papi, quiero ver a mi papá, ¿podremos verlo?

– Sonriendo Sebas le respondía en lo que le colocaba su playera. – Mi niño hermoso, veremos a papá está tarde, así que debo ponerte guapo para que te vea.

– Adonaí se paraba sobre la cama, comenzaba a brincar de felicidad y Sebastián contento sonreía de verle así.

Maritza que se encontraba en la habitación de huéspedes al fondo; al escuchar ruido proveniente de la habitación; salía de la recamara y caminaba un tanto adormilada; al ver que él estaba brincado sobre la cama y Sebastián sonriendo alegremente.

Ella se recargaba sobre la pared y pensaba. – Quien iba a decir que el chamaco que abandoné hace tiempo vendría a parar con estos maricones y lo peor que se hicieran cargo de él, será la vida o el mismo destino, ¿qué?

– Maritza se paraba un paso antes de la puerta e interrumpía el momento diciendo bostezando. – Aah buenos días, ¿interrumpo?

– Sebas volteaba sonriendo respondiendo. – Buen día Maritza, no, para nada.

– Adonaí al verle, le sonreía diciéndole. – ¡Veré a mi papá, lo voy a ver!

– Maritza dudando e intrigando le decía. – Oh bien, muy bien, aunque creía que ustedes ya se habían separado.

– Sebastián se ponía nervioso, se volteaba a ella y le decía mirándola con cierta molestia. – ¡Cristián está con mucho trabajo, por eso no ha venido seguido a la casa y mucho menos a dormir!

– Maritza fingiendo pena le decía. – Disculpe, disculpe, no fue mi intención, no sabía eso.

– Sebastián exhalaba y regresando con su hijo, le decía sonriéndole. – Bien, ahora a ponerte los zapatos y nos vamos directo a desayunar, para así irnos a la guardería.

– Maritza los miraba con cierta envidia y pensaba. – Ese niño merece crecer con sus padres, no con unos maricones.

– Maritza se recargaba sobre el marco de la puerta, mirándoles a ellos felices, en ese momento, su hija comenzaba a llorar en la habitación que le pertenece a Adonaí, ella con cara de fastidio se iba a verla, dejando a Sebas y Adonaí terminando de arreglarse.

Maritza al entrar a la habitación y escucharla llorar, le decía un poco desesperada. – ¡Cállate niña, apenas amanece y ya estás de fastidiosa, eres insoportable!

– La criatura inocente lloraba y pateaba en señal de que algo le incomodaba.

Maritza se acercaba muy cruelmente y le apretaba la nariz a la niña.

Sebastián inquieto, iba a ver que sucedía, diciendo. – Mi amor, espera aquí,  veré que sucede con la pequeña bebé.

– Adonaí obediente le decía. – Sí papi, aquí te espero.

– Sebastián preocupado salía para cerciorarse de lo que acontecía; Maritza con un instinto psicópata, sonreía mientras le tapaba la nariz a la bebé.

Sebas preocupado sin ver lo que le hacía, preguntaba. – ¿Sucede algo malo Maritza?

– Ella nerviosa y presurosa quitaba su mano, dejando que la niña recobrará la respiración; sin voltearle a ver, le respondía titubeando. – No, no, no sé… no sé, que… no sé qué le pasa, no sé.

– Sebastián preocupado se acercaba y le decía. – A ver tranquila, déjame ver.

– Ella se hacía a un lado, dejándole a él revisarla.

Sebas sonreía a Maritza diciéndole. – Creo que necesita un cambio de pañal, urgente.

– Maritza sonreía nerviosa, diciendo. – Soy una bruta, no sirvo de madre la neta no sirvo, soy una bruta.

– Sebastián notándola un poco extraña, le decía para calmarla. – Mira no te preocupes, yo la cambio y tú hazme el favor de darle de desayunar a mi hijo, ¿podrás?

– Maritza un poco más calmada le decía. – Sí, claro, mejor.

– Maritza salía de la habitación dejando a Sebas cambiar a la pequeña.

Él la colocaba en el cambiador que era de Adonaí cuando era bebé, diciéndole. – A ver princesa, vamos a cambiarte ese pañal, que bonita niña.

– La pequeña percibiendo la tranquilidad y buen corazón proveniente de Sebastián, se calmaba y quedándose quieta dejaba que le hicieran su cambio de pañal.

Mientras Maritza un tanto irritada ingresaba a la habitación y al ver a Adonaí sentado sobre la cama esperando a Sebastián, ella hacia mueca de incomodidad.

El pequeño niño preguntaba curioso. – ¿Mi papá?  

– Maritza intrigante respondía. – Tu papá está con mi hija, la está cambiando, ella es una bebé que necesita cuidados, tú ya no los necesitas.

– Adonaí sin entender preguntaba. – ¿Yo que necesito?

– Maritza de la misma forma le respondía. – Nada, ya no necesitas nada, tu papá Sebastián ahora se ocupará de mi hija y a ti ya no te va a querer.

– Adonaí temeroso se molestaba un poco y le gritaba. – ¡No es cierto!

– Maritza sonreía y le decía. – Sí, es verdad; ahora vamos a desayunar antes de que te vayas.

– Adonaí hacia un puchero de querer llorar y ella le miraba con ojos de furia.

El pequeño niño temeroso, se bajaba de la cama y salía de la habitación para ver a su papá.

Maritza sonreía pensando. – Tonto chamaco menso, se la creyó.

– Ella fingiendo preocupación gritaba. – ¡Adonaí regresa!

– El pequeño niño entraba a su habitación y al ver a su papá cambiando a la pequeña bebé, comenzaba a llorar desconsolado.

Sebas al verlo así, preocupado preguntaba. – ¿Mi niño hermoso qué pasa?

– Adonaí sólo lloraba y le señalaba con su manita a la pequeña.

Sebas cargaba a la bebé y le decía. – No llores, la estoy cambiando, no llores, ahorita bajamos a desayunar ¿sí?

– Adonaí sollozaba y Maritza después de escuchar los berridos del niño y las palabras de Sebas, entraba como si nada hubiese pasado.

Ella preguntaba fingiendo preocupación. – ¿Qué pasa pequeño?

– Sebas serio y sospechando algo, le respondía. – No sé, eso quiero saber, ten Maritza tu hija ya la cambié, bajemos todos a desayunar.

– Maritza se acercaba, cargaba a la pequeña con mucho asco y pensaba. – Ay escuintla, la neta si te hubiera abortado, nunca pensé que estarte cuidando fuera algo complicado.

– Maritza fingía una sonrisa y miraba a su niña con farsa ternura.

Sebastián por su parte, cargaba a Adonaí y le decía preocupado. – Ya mi niño hermoso, no me gusta verte llorar, tan lindo que eres con esos ojotes grandotes que tienes, se ven feos llenos de lágrimas; anda precioso, vamos a desayunar, pero no llores, te quiero mucho, al rato veremos a papá, a ver que nos invita.

– Adonaí dejaba de llorar y abrazaba a su papá diciéndole. – Quiero ir a ver a mi papá.

– Sebastián lo abrazaba y salían de la habitación, bajando las escaleras le decía. – Lo veremos más tarde, ahorita ha de estar rumbo a la oficina.

– Adonaí le miraba diciéndole. – Vamos a verlo ahorita.

– Sebastián al verle sus ojitos rojos, le decía convencido. – Bien, pero primero desayunemos, le hablo para ver si podemos verlo aunque sea unos minutos, ¿te parece?

– Adonaí sonreía diciéndole. – Sí papi, te quiero mucho.

– El niño abrazaba fuerte a su papá y sólo miraba con cierto temor a Maritza; quién se quedaba desde el descanso de las escaleras observándoles con envidia cargando a su hija.

En la cocina, después de desayunar; Adonaí volteaba a ver a Sebas, haciéndole un gesto de puchero, le decía. – Vamos a ver a papá, ¿verdad?

– Sebastián colocando los platos en el fregadero, le respondía suspirando. – Hasta en la tarde chaparro.

– Adonaí hacia gesto de querer llorar y le decía. – ¡Quiero verlo ahorita!

– Sebastián al verle así, se molestaba un poco y le decía. – No quiero que me hagas berrinche, por favor.

– Maritza que estaba terminando de dar biberón a su hija en la carriola, se levantaba del asiento diciendo en tono serio. – Termino de lavar los trastes Sebastián, vaya hablar con su niño.

– Sebastián se secaba las manos diciendo. – Gracias Maritza.

– Intercambiándose de posición, él le decía. – Adonaí no me hagas esa carita por favor.

– Adonaí más le hacía cara triste y lo miraba con deseo de llorar.

Sebas suspiraba y le decía. – Está bien, subiré por mi celular para hablarle a tu papá, el teléfono de la casa no sirve y tiempo de llamar a la compañía no he tenido, espera aquí.

– Sebas subía por su celular a la habitación dejando a Adonaí con Maritza en la cocina.

Ella al ver que se había subido, volteaba a verle y le decía mirándolo con ojos de odio. – Ay niño, eres un berrinchudo, un caprichoso, todo quieres.

– Adonaí se entristecía y le sacaba la lengua.

Maritza sonreía, continuando lavando diciéndole intrigante. – Que bueno que tú mamá no te quiso.

– Adonaí sin entender preguntaba. – ¿Mi mamá?

– Maritza terminaba de lavar los trastes y secándose las manos le volteaba a decir intrigante. – Sí, sí, tu madre no te quería… si no me crees, pregúntales a tus papás del por qué no tienes mamá.

– Sebastián bajaba las escaleras.

Maritza se le acercaba y mirándole amenazante le decía. – ¡Pobre de ti donde llores mocoso!

– Sebastián al bajar le decía. – Adonaí le marqué a tu papá pero no me contesta, seguro está ocupado.

– En ese momento el celular comenzaba a timbrar, regresándole la llamada a él.

Sebas atendía diciendo. – Cristián buenos días, disculpa que moleste.

– Cristián sonriendo en su oficina le decía. – Buenos días, para nada molestas, ¿sucede algo?

– Sebas le respondía con ligera sonrisa. – Pues te hablaba para preguntarte sí podemos irte a ver Adonaí y yo, ¿estas ocupado?

– Cristián se entusiasmaba respondiendo. – No, no estoy ocupado, claro que pueden venir, ¿contigo no hay problema?

– Sebastián despreocupado le contestaba. – Pues no, solo puedo avisar que llegaré un poco retrasado es todo, entonces en media hora nos vemos.

– Cristián sonreía preguntando. – ¿Seguro que es Adonaí quién quiere verme?

– Sebastián le respondía queriendo reír. – Sí, es Adonaí, para que estés seguro te lo comunico.

– Sebas le daba el celular a su hijo diciéndole. – Es tu papá.

– Adonaí emocionado tomaba el teléfono y le decía contento. – Papá.

– Cristián emocionado le decía. – Mi niño, buen día, en un ratito nos veremos.

– Adonaí se emocionaba mucho y le decía. – Te quiero mucho papi.

– Cristián le decía contento. – Yo te amo mucho hijo, pásame a papá.

– Adonaí le daba el teléfono a Sebas; quién sonriendo le decía. – Tu hijo desde hace rato esta que quiere verte, incluso estaba llorando, no te preocupes todo bien, en un rato nos vemos y te platico bien.

– Cristián le decía preocupado. – Con mucho cuidado chaparro, aquí los espero.

– Ambos finalizaban la llamada, para así organizarse para su encuentro.

Cristián contento y emocionado, Sebastián nervioso y con un poco de preocupación; ya que se comenzaba a sentir intranquilo al ir a ver a Cristián en horas de oficina.

Al paso de 20 minutos, Sebastián ya listo y por salir de su habitación, le decía a Maritza presuroso. – Maritza ya se me está haciendo tarde, cualquier cosa me avisas al celular o al de Cristián, tendré una mañana algo pesada, espero no te incomode que por la tarde no venga a casa a comer.

– Maritza pensaba. – Será el momento perfecto.

– Un breve silencio se hacía presente, Maritza sonreía diciendo. – No se preocupe, la chamaca y yo estaremos bien, váyase usted sin pendiente.

– Adonaí entraba corriendo con su mochila a la recamará de Sebas diciéndole emocionado. – ¡Ya estoy listo, ya estoy listo, vamos, vamos!

– Adonaí jalaba de la mano a Sebastián; quien colocando su maletín en la orilla de la cama, este se ladeaba y se le caía una memoria USB así como un expediente de un paciente.

Él sin darse cuenta de eso, le decía. – Ya voy hijo, ya voy.

– Tomando su maletín se lo colocaba en el hombro, en lo que decía. – Maritza por favor cuida bien a tu hija, ya sabes todas las indicaciones, de todas formas las patrullas siguen rondando por las calles en dado caso que se quiera aparecer el tal Bryan; de todas formas cuídense y procura no abrirle a nadie la puerta.

– Sebas y Adonaí salían de la habitación presurosos.

Maritza salía lentamente tras de ellos y se recargaba un poco sobre el otro extremo del barandal; sin percatarse de que el otro tramo del barandal estaba a nada de caerse.

Ella los miraba muy seria en lo que bajaban, les decía. – Nombre usted tranquilo y yo nerviosa, cuando el brayand ande por aquí, a la policía le voy a echar, usted no se preocupe y disfrute de su hijo; hasta más tarde.

– Adonaí miraba con cierto temor a ella, abrazando más fuerte a Sebastián, que le decía presuroso. – Bien, bien, hasta más tarde.

– Ambos, padre e hijo salían de la casa con rumbo al trabajo de Cristián.

Al quedarse sola, Maritza al ver que ya no habían nadie y al saber que Sebastián no estaría en mayor parte del día, decía. – Es ahora o nunca.

– Ella presurosa entraba a la habitación de Adonaí, observando a la niña en la cuna despierta e inocente.

De muy mala manera le decía. – Ay mocosa idiota, al fin me voy a deshacer de ti.

– La pequeña la miraba con ternura y ella con cierto odio, le decía. – Debí haberme sacado al chamaco cuando pude o abandonarte como lo hice con el mentado mocoso de tu hermano.

– Maritza nerviosa entre el colchón y la base de la cama de Adonaí, sacaba un celular, lo prendía y en flash back recordaba que días después de que ella había salido del hospital, Bryan la había ido a buscar de forma astuta e ingeniosa, sin ser visto por la policía y la agente Tirsa.

Él le había dado el celular robado y con un cargador de segunda mano para mantenerse en comunicación y que detalle a detalle le informará sobre los movimientos de la casa; pues Bryan tiene las intenciones de robarles a ellos y fugarse de la ciudad, si fuera posible del país también.

Al regresar en sí, Maritza le marcaba al número de Bryan, el cual respondía de inmediato.

Ella le decía seria y presurosa. – No hay nadie en la casa y no habrá nadie hasta muy tarde, es momento de poner en marcha el plan.

– Bryan seriamente le decía. – Perfecto, en 10 minutos estoy ahí.

– Él finalizaba la llamada.

Bryan estando en un cuarto de vecindad, en un colchón viejo y a medio podrir, se alistaba, cargaba la pistola con 10 balas, sacaba una navaja larga de unos 13 cm, se colocaba unos guantes y antes de salir, apagaba su cigarro y decía. – Debo prepararme bien.

– Sobre un pequeño espejo, preparaba su línea blanca, la cual aspiraba velozmente por medio de un lapicero; una vez “listo y preparado”, salía del cuartucho vestido de negro, para cometer su fechoría.

Cristián estaba muy entusiasmado con la visita de su hijo, así que él se comunicaba con su secretaría Lili.

Ella atendía amablemente diciendo. – Buenos días arquitecto, dígame.

– Cristián sonriendo le decía. – Buenos días Lili, puedo pedirte un favor enorme.

– Lili respondía amable. – Sí arquitecto.

– Él le decía. – Por favor retrasa parte de la revisión de maquetas y proyectos en esta mañana, vendrán a verme mi hijo y Sebastián, quiero estar con ellos un momento.

– Lili sonriente le decía. – No se preocupe, me encargo de eso.

– Cris le decía. – Muchas gracias, sí los ves llegar, les das el paso.

– Lili le decía contento. – Claro que sí, pase buen día.

– Cristián sonreía diciendo. – Gracias, espero así sea.

– Finalizando la llamada, se acomodaba en su silla esperando la llegada de Sebas y su hijo.

Saliendo del ascensor, Sebas con Adonaí, se encontraban con Mateo, quién contento les saludaba. – Buenos días, ¿cómo estás?

– Sebastián serio le respondía. – Buen día Mateo, bien gracias.

– Adonaí chocaba la mano con la de Mateo; notando la molestia aún de Sebastián hacia él.

Él algo apenado le decía. – Entiendo que estas resentido conmigo, de verdad no sabía nada de lo sucedido con Cristián y ya sabes quién, sí hubiera sabido de eso antes créeme que de verdad yo hubiera sido el primero en decírtelo.

– Sebastián cortante le decía. – Sé bien que no tienes la culpa, pero aún no sé cómo tratarte, espero me comprendas, con tu permiso.

– Él caminaba directo a la oficina de Cristián y Mateo tomaba el elevador mirando algo sentido a Sebas.

Lili al ver a Sebas aproximarse, se levantaba de su asiento y le decía sonriente. – Buenos días, el arquitecto les espera.

– Adonaí saludaba sonriente. – Hola, hola, vengo a ver a mi papá.

– Lili sonreía saludando al pequeño niño. – Que bueno, los está esperando.

– Sebastián sonreía diciéndole. – Buenos días Lili, muchas gracias, con permiso.

– Adonaí sonreía diciendo. – Buenos días.

– Lili les sonreía dándoles el paso.

Ambos entraban a la oficina, dónde Cristián muy contento, se levantaba de su asiento y decía alegre. – Mi niño hermoso.

– Adonaí se bajaba de los brazos de Sebastián y corría a abrazarlo.

Muy contengo Cris lo cargaba y lo aventaba al aire cachándole nuevamente, Adonaí se reía mucho y se carcajeaba de felicidad; Sebastián sonreía al verlos contentos y a la vez se ponía nervioso de ver como Cristián le hacía al pequeño.

Él colocaba su maletín sobre el escritorio diciendo. – Por alguna u otra cosa, Adonaí insistía en verte y casi me arma un berrinche.

– Cristián le daba de besos a su hijo diciéndole. – Pues sí era de esperarse, no lo había visto desde la semana pasada, me alegra verlos, ¿cómo has estado?

– Sebastián sonreía respondiendo. – Bien gracias, ¿y tú?

– Cris le respondía exaltado de felicidad. – Bien, muy bien, mucho trabajo, por cierto hay algo que quiero enseñarte.

– Cristián bajaba a Adonaí diciéndole. – Permíteme hijo, quiero enseñarle algo a tu papá.

– Adonaí sonreía y se iba a sentar al pequeño sillón que estaba en la oficina.

Cristián en su tableta electrónica buscaba un vídeo y Sebastián curioso preguntaba. – ¿Qué debo ver?, ¿qué es?

– Cristián decía entusiasmado. – Aquí están, ten, observa.

– Él le daba la tableta electrónica y Sebas observaba diciendo. – No entiendo.

– Cris le decía sonriendo. – Dale play y observa.

– Sebas se sentaba en la silla, tocaba el play y se comenzaba a reproducir un vídeo de un minuto y medio, donde se mostraban imágenes de la casa donde viven en su estado actual, así como de una nueva fachada y decoración diseñada por Cristián.

Al finalizar Sebas preguntaba confundido. – ¿Qué es esto?

– Cristián respondía emocionado. – Quiero que la casa sea remodelada, claro sí tú lo deseas, por la mudanza y hospedaje no debes preocuparte, la otra casa estaría disponible para pasar el tiempo ahí en lo que la casa se remodela; este proyecto lo comencé a realizar en días anteriores, han sido noches de desvelo y muchas neuronas desgastadas, ¿cuál es tú opinión?

– Sebastián sonreía respondiendo. – Me encanta mucho, creo que es algo genial, ¿Cuándo comenzarían?

– Cristián respondía feliz. – Pues te parece sí en dos semanas se comienza, ¿sí?

– Sebastián en un impulso se levantaba del asiento y abrazaba muy fuerte a Cristián al que le decía. – Sí, sí, me agrada.

– Ambos quedaban unos segundos abrazados, Adonaí los observaba y aplaudía muy contento.

Sebas nervioso se separaba lentamente de Cris y él sentía su piel erizarse, deslizaba su mano sobre su brazo, sostenía el cuello de Sebas y poco a poco se acercaban, dándose un suave y tierno beso.

Sebas se separaba un poco molesto diciendo. – ¡No, no eso no debe pasar!

– Cristián le decía insistente. – Sí, sí debe, sentí como temblaste después del beso, tu suspiró al finalizarlo, aún me amas.

– Sebastián movía la cabeza molesto diciendo. – ¡Estás mal, eso no fue así!

– Sebas se volteaba dándole la espalda y Cristián impulsivo lo volteaba de nueva cuenta para besarlo a la fuerza.

Dicho beso parecía ser rechazado, poco a poco Sebas con sus manos recorría la torneada espalda de Cris y le sujetaba fuerte el cabello, Cris se separaba y ambos se miraban con ojos de deseo.

Adonaí al verlos, sorprendido sonreía diciendo. – Otra vez serán mis papás y ya no estará esa señora en casita.

– Ambos reaccionaban apenados por lo acontecido y Sebas muy sonrojado decía. – Adonaí mi niño, podrías salir a ver a Lili, quiero hablar con tu papá a solas.

– Adonaí los miraba y preguntaba inocentemente. – ¿Van a pelear o piensan hablar sobre la señora esa que quiere ser mi mamá?

– Cristián y Sebastián se sorprendían por la pregunta, quedando estáticos frente a él.

Sebastián tartamudeaba nervioso y más sonrojado se ponía diciendo. – Hijo, este, este, amm… no, no, no sé… que decir… amm… amm… amm…

– Cristián se acercaba nervioso y agachándose le preguntaba serio. – ¿De qué hablas hijo?

– Adonaí inocente le decía. – De que como no tengo mamá ustedes se enojaron, por eso mi papito Sebastián y tú llevaron a esa señora a casita con la nena esa para qué esté en tu lugar; ahora que ya no vives en la casa, cuando estoy solito esa señora me mira feo.

– Sebastián seriamente le decía. – Ven, vamos hablar de esto, eso no es lo que piensas.

– Cristián exclamaba preguntando. – ¡¿De verdad hay que hablarlo?!

– Sebastián en tono serio le respondía mientras cargaba a Adonaí. – Sí, creo que debemos explicarle bien como están las cosas, ya que Adonaí nos trata de hablar pero él mismo se enreda con las ideas.

– Adonaí volteaba a ver a Cristián y les decía. – No entiendo nada.

– Adonaí haciendo expresión de desesperación se agarraba su cabeza y decía. – Soy tonto, soy un tonto.

– Cris se acercaba dándole un beso en la frente diciéndole. – No eres tonto, eres muy inteligente por qué te das cuenta de las circunstancias, eres un pequeño niño con mente abierta y eso merece un premio.

– Adonaí volteaba a verlo diciendo sorprendido. – ¡Pero no me he abierto la cabeza para lo que dices papi!

– Cris y Sebas se reían de la ocurrencia de su hijo.

Sebastián dándole un beso le decía. – Tiene razón tu papá, mereces un premio por tan inteligente niño que eres.

– Adonaí levantaba sus bracitos diciendo contento. – ¡Un juguete nuevo!

– Cristián le decía sonriendo. – Sí campeón un juguete nuevo.

– Sebas interrumpía diciendo. – Sí, sí, pero antes de eso, dime hijo, ¿Maritza te ha hecho algo además de verte feo?

– Adonaí agachaba su cabecita y decía temeroso. – Esté, esté, amm…

– Cristián preocupado le decía. – Habla hijo, no nos enojaremos.

– Sebas lo abrazaba diciéndole. – Sabes muy bien precioso que aunque papá y yo estemos enojados siempre seremos tus papás y nos vamos a preocupar mucho por ti, ahora responde a lo que te pregunté, ¿te ha hecho algo malo?

– Adonaí se agarraba sus manitas y tímido les decía. – Me mira feo, luego hace llorar a la nena y me dice que yo la cuide en lo que ella mira la tele, me pregunta sobre mi mamá y no sé responder nada por qué no sé nada.

– Sebastián y Cristián se miraban cara a cara, con semblante y expresión seria.

Sebastián le daba en brazos a Adonaí diciendo serio. – Mi niño lindo yo voy a encargarme de eso, no te preocupes.

– Cristián cargándolo le preguntaba intrigado. – ¿Qué piensas hacer?

– Sebas respondía un poco molesto. – ¡Decirle sus cosas a la señora y llevarla al albergue con todo y niña!

– Cristián bajaba a Adonaí diciéndole. – Campeón por qué no vas con Lili para que te de una paleta.

– Adonaí movía su cabeza en dirección a Sebas, quién le decía sonriendo. – Anda hijo, ve, hablaré con papá sobre el asunto, no te preocupes, no vamos a pelear.

– Adonaí sonreía diciéndoles. – Yo sé que ustedes se quieren y no van a pelear.

– Adonaí corría hacía la puerta, la abría y le pedía a Lili una paleta.

Cristián desde su oficina, se comunicaba con ella diciéndole. – Lili por favor cuida a mi hijo un rato, debo hablar sobre un asunto con Sebastián, un tema delicado, por favor no pases llamadas.

– Lili le decía amable. – Sí arquitecto.

– Lili cargaba a Adonaí diciéndole con una sonrisa. – Ven vamos por una paleta y luego a pintar.

– Adonaí a gusto se iba con ella, dejando a Sebas y Cris en la oficina.

Cristián muy serio le preguntaba a Sebastián. – ¿De verdad piensas mandar a Maritza a un albergue con todo y niña?

– Sebastián le respondía irritado. – ¡Sí, claro que sí!, ¡no pienso permitir que esa tipa le haga algo a mi hijo, aunque ella resulte ser la madre biológica de Adonaí no le da derecho a tratarle así, te recuerdo que ella lo abandono en la basura!

– Cristián le decía serio. – Bien, pero sí ella se va, no dejaremos que se lleve a la niña.

– Sebastián le preguntaba curioso. – ¿Entonces?

– Cristián mirándole a los ojos respondía directo. – Pues deseo adoptar a la niña.

– Sebastián sorprendido decía. – ¡Adoptarla!, ¡¿hablas en serio?!

– Cristián le decía entusiasmado. – ¡Sí, claro que sí!, podremos llegar a un acuerdo con Maritza, cuidaremos a la niña tú y yo, será algo…

– Sebastián interrumpía diciéndole serio. – Espera, espera, ¿has dicho tú y yo?, es decir ¿nosotros?

– Cristián sonreía respondiendo. – Sí, así es.

– Sebastián movía la cabeza de un lado a otro y le daba la espalda diciéndole molesto. – Creo que estas mal, te recuerdo que estamos en un proceso difícil de sobrellevar, me fuiste infiel y piensas que con la adopción de la niña solucionaremos…

– Sebastián se volteaba de nuevo diciéndole un poco exaltado. – Esté problema que tú mismo causaste por tu “debilidad”, estas completamente mal de la cabeza Cristián, muy mal, un niño no solucionará nuestros problemas, además tendríamos que estar en común acuerdo y tener una estabilidad matrimonial, ¡cosa que no tenemos Cristián!

– Cristián agachaba la cabeza y golpeando su escritorio exclamaba. – ¡Mierda, sigues con lo mismo!

– Sebastián enardecido le decía. – ¡Mierda, sigues haciéndote la victima!

– Cristián respiraba profundo, exhalaba y decía tranquilo. – Bien entonces hoy mismo que se vaya de la casa con todo y niña al albergue o a donde quiera, ese ya no será problema nuestro, el único problema ahora es nosotros.

– Sebastián hacía lo mismo que Cristián y respondía con calma. – Lo siento, pero así deben ser las cosas, aunque sienta cierto desprecio por Maritza, sé bien que la niña no tiene la culpa, que más me gustaría que la pequeña fuera nuestra hija, pero con nuestra crisis matrimonial no es posible, te lo he repetido muchas veces, te sigo queriendo y mucho, pero lo que me hiciste es algo que no se me va a olvidar tan fácil.

– Cristián impulsivo lo abrazaba diciéndole. – Te amo, te amo mucho, por favor dame una oportunidad más, por favor.

– Sebastián conteniendo las ganas de abrazarle le decía. – Cristián, no hagas las cosas difíciles, por fa...

– Justo en ese momento sonaba el celular de Sebastián.

De inmediato Cristián le soltaba y él respondía presuroso diciendo. – Hola Christopher, buenos días, ¿cómo estás?

– Al teléfono le respondía sonriente con esa voz tan varonil. – Buenos días Sebastián, bien gracias, ¿interrumpo algo?

– Sebastián nervioso respondía. – No para nada, no interrumpes nada.

– Cristián al ver el nerviosismo de Sebas, se ponía muy celoso y apretaba sus puños.

Christopher atorado en el tráfico le decía. – Bueno sí no estas ocupado y no interrumpo nada, ¿por qué sospecho que andas tenso y nervioso?

– Sebastián se sorprendía y le respondía con una ligera sonrisa nerviosa. – Bueno sí, sí interrumpes, estoy con el papá de mi hijo, estamos hablando de un asunto delicado.

– Christopher hacía mueca de disgusto y le decía serio. – Bueno, disculpa la interrupción.

– Sebastián incomodo le decía. – Te devuelvo la llamada cuando me desocupe, ¿te parece?

– Cristián lo observaba y se tronaba los dedos muy, pero muy, muy celoso.

Christopher sonreía respondiéndole. – Por supuesto, estaré esperando ansioso tu llamada.

– Sebastián se percataba de la actitud que estaba tomando Cristián y sonreía al teléfono diciendo. – Bien, hasta más tarde.

– Finalizaba la llamada, guardaba su celular.

Y Cristián muy serio preguntaba. – ¿Estás saliendo con alguien?

– Sebastián sonreía burlonamente respondiendo. – Sí, salgo con alguien, ¿acaso no puedo?

– Cristián seriamente exclamaba. – ¡Estamos casados!, ¡¿se te olvida?!

– Sebastián irónicamente le respondía. – Mira que curioso, ahora sí estamos casados, pero que tal cuando te acostaste con Miranda, ahí sí no lo estábamos, ¿verdad?

– Cristián furioso lo tomaba de los brazos y le trataba de dar un beso, el cual Sebas se movía tratando de separarse de él.

Cristián le decía molesto. – ¡Eres mi esposo, eres mío nada más!

– Sebastián sonreía respondiendo de igual forma. – ¡Tú igual eras mi esposo, mío nada más!

– Cristián enojado y Sebastián burlándose se miraban a los ojos, los corazones de ambos latían fuertemente, sentían un calor inmenso en su interior.

Cristián sin contener más sus ganas, sujetaba del cabello a Sebastián y le besaba a la fuerza; Sebastián le pegaba en la espalda queriéndose liberar de su fuerza, pero él más lo apretaba; Cristián buscaba con su boca tener contacto profundo con la boca de él, pero Sebas no se dejaba, movía de un lado a otro su cabeza evitando el beso.

No resistiendo, se besaron, un beso corto pero apasionado, sirviendo así como chispazo de que aún había esperanza para salvar su amor.

Sin embargo, Sebastián mordía el labio de Cristián haciéndolo gritar. – ¡Ay, me dolió!

– Gracias a esa mordida, él soltaba a Sebastián.

Muy serio él le decía. – No pensé que te hicieras el ofendido.

– Cristián se daba cuenta que sangraba del labio y le decía. – Me hace hervir de coraje el saber que andas saliendo con alguien.

– Sebastián muy serio le decía. – Como tú te sientes no se compara a como yo me sentí cuando me dijiste lo de Miranda.

– Cristián exclamaba enojado. – ¡Tenemos un hijo!

– Cuestionaba enojado. – ¡¿Quieres qué esto de verdad se acabe?! ¡¿Qué llegue a su fin estos casi catorce años de relación?! ¡¿Así como si nada?!

– Sebastián cambiando su semblante a una sonrisa, contestaba. – Lo mismo pregunté cuando tu infidelidad, ¿Cuál fue tu respuesta?

– Cristián molesto decía. – ¡No sé puede contigo, nunca se puede!, ¡solo respóndeme algo!, ¡¿hay algo más entre ese tipo con él que sales?!

– Sebastián sarcástico respondía. – Te seré sincero, entre Christopher y yo, hubo algo más que una simple salida casual.

– Cristián sentía un frío recorrer en su cuerpo, un pequeño dolor en el pecho se hacía presente en su ser, suspirando se expresaba así. – Wow, vaya, entiendo.

– Sebastián al ver que Cristián de verdad la noticia le impactaba, él preocupado preguntaba. – ¿Te sientes bien?

– Cristián apretaba sus labios, conteniendo sus palabras y sólo movía la cabeza afirmando que todo estaba “bien”.

Sebastián serio le decía. – Fue ojo por ojo, diente por diente.

– Cristián movía la cabeza y decía serio. – Sí, así fue.

– Sebastián miraba el reloj de la oficina y exclamaba. – ¡Maldición, maldición, se me hace tarde!

– Sebas tomaba su maletín y por inercia lo revisaba; percatándose lo que se le había caído en casa.

Él enojado se golpeaba con la palma de su mano la frente diciendo. – ¡Soy un estúpido, soy un estúpido!

– Cristián intrigado preguntaba. – ¿Sucede algo?

– Él le respondía nervioso e impaciente observando el reloj. – En casa deje unas cosas y no me dará tiempo dejar a Adonaí en la guardería y regresar a casa por lo olvidado.

– Cristián amablemente se ofrecía diciendo. – No te preocupes, ve a la casa yo iré a dejar a Adonaí a la guardería, así podrás ir sin pendiente.

– Sebastián se controlaba un poco y mostrando una leve sonrisa le decía. – Gracias.

– Sebastián se colocaba de nuevo su maletín y se daba media vuelta para salir de la oficina.

– Cristián cabizbajo le decía. – Espera Sebastián.

– Sebas se volteaba presuroso diciendo. – Sí.

– Cristián mirándole con profunda tristeza le decía. – Espero algún día me puedas perdonar, aunque ya no seamos pareja, me agradaría al menos obtener tu perdón, digo no tenemos la vida comprada, no me gustaría morir sin tu perdón.

– Sebas exhalaba sintiendo una presión incomoda en su pecho diciendo. – Tiempo al tiempo, todo es cuestión del destino.

– Cristián sonreía ligeramente diciendo. – Sí verdad, pero creo que nuestro destino se cumplió o ha cambiado de parecer, sea lo que sea, espero me perdones.

– Acomodándose en su asiento le decía. – Anda vete, no quiero seguir distrayéndote.

– Sebastián lo miraba sintiéndose un poco culpable y continuaba para salir de la oficina.

Rumbo al ascensor se topaba con Lili y Adonaí, quienes al verlo le sonreían.

Sebas presuroso le decía. – Mi niño hermoso, papá te llevará a la guardería, deje unas cosas en la casa y debo ir por ellas sino no trabajaré esta mañana, obedece a Lili y te portas bien.

– Adonaí le aventaba un beso diciendo sonriente. – Sí papi.

– Lili sonreía despreocupando a Sebas. – No se preocupe, lo tendré bien cuidado y vigilado hasta que se vaya con su papá.

– Sebas sonreía diciéndole. – Gracias, buen día, nos vemos.

– Sebas abordaba el elevador y bajaba al estacionamiento para ir a casa.

Cristián se encontraba pensativo y serio por lo enterado de que Sebas está rehaciendo su vida; él se agarraba la cabeza y se decía molesto. – Todo es culpa mía, todo lo eche a perder, todo fue culpa de mi estupidez.

– Cristián se levantaba de su asiento y sentía una presión en su pecho y una sensación similar a cuando había despertado de esa terrible pesadilla; sin hacerle mucho caso, tomaba su saco, se lo colocaba y salía de la oficina con la mochila de su hijo para llevarlo a la guardería.

En la casa, Maritza cargaba a la niña algo nerviosa e intranquila; caminando de la sala a la cocina tensa decía. – Ay brayand neta que como te tardas, le haces tanto a la jalada y esta mocosa que no deja de chillar y sólo se la pasa gritando.

– El estado de Maritza provocaba que la niña estuviera más inquieta; pero ella por falta de conocimientos maternos, ignoraba eso.

Al paso de unos minutos, el celular que ella poseía sonaba y nerviosa respondía. – Ya era hora, ¿pos donde andas?

– Bryan respondía serio. – No contaba con el tráfico, deja la puerta entreabierta ya estoy llegando.

– Maritza finalizaba la llamada, colocaba a la niña en el porta-bebé y le decía. – Ahí de ti chamaca sonsa si tratas de moverte, te caes y a ver quién chinga te levanta.

– La niña un poco espantaba solo la miraba irse a abrirle la puerta para que pudiese entrar.

Ella nerviosa aguardaba a que Bryan entrara; tronándose los dedos decía tensa. – Ay neta brayand te tardas un resto.

– Segundos después bastaron para que la puerta se abriera lentamente y él entrara.

Maritza al verle, le decía sorprendida. – Pasú te debistes de haber bañado apestas a sudor y patas.

– Bryan se olía descaradamente las axilas y le decía con una sonrisa malvada. – Vamos pendeja, antes te gustaba que oliera así para que te metiera la verga en tu panochita.

– Maritza cubriéndose la nariz le decía. – Sí me gustaba pero no tanto así, apestas gacho brayand.

– Bryan se le acercaba a ella; dejando entre abierta la puerta de la casa; le decía muy cerca. – Te quiero coger, empujarte mi verga por tu panocha y luego por tu lindo culito hasta sacarte la mierda.

– Maritza asqueada le tapaba la boca diciendo. – También debistes de haberte lavado el chipo, te apesta horrible.

– Bryan enojado le apretaba la nalga diciéndole. – Cabrona pendeja, por eso necesito robarles a estos maricones de mierda, necesito dinero para pagar un cuarto mejor y comprarme ropa.

– Acercándosele mucho le decía entre jadeos. – Necesito pagarle a una puta una mamada de verga, me la he jalado y me he sacado mucha leche, necesito sexo, por eso quiero dinero.

– Maritza sonreía lujuriosa diciendo. – Yo te lo puedo mamar si quieres güerito.

– Bryan sonreía diciendo. – Subamos y me lo mamas chido.

– Maritza sonreía perversamente diciendo. – Sube y metete a uno de los cuartos, deja me llevo a la chingada mocosa al cuarto, orita te alcanzo.

– Bryan impaciente subía las escaleras metiéndose a la habitación de Adonaí, donde se sorprendía de las comodidades que el pequeño niño tenía.

Maritza; sin darse cuenta de que la puerta estaba entre abierta; subía a la niña con el porta-bebe de forma presurosa.

Ella al ver a Bryan en la habitación de Adonaí, dejaba a la niña en el pasillo y muy impaciente le decía. – No sabes las ganas que tengo de que me cojas, los maricones estarán bien buenos pero a ninguno de ellos les gustan las papayas, así que cógeme cabrón.

– Bryan se desabrochaba el pantalón, lo dejaba caer al igual que su bóxer y tocándose el pene le decía. – Vas perra, mamalo que te gusta.

– Maritza se metía a la habitación y se comenzaba a besar de forma algo repugnante con Bryan.

Ambos se lamian la cara, se mordían sus barbillas y dejándose llevar por su lujuria, se recostaban en la cama perteneciente al niño.

Ella jadeando le besaba el cuello diciendo. – Apestas pero aun así me excitas.

– Bryan sonreía y le decía. – Lo sé putita, anda comienza a mamar, vengo ganoso, alcoholizado y drogado, y me duelen los huevos, los tengo cargados de leche y quiero que te los tragues perrita.

– Maritza sonreía perversamente y se deslizaba hacía abajo para meterse el pene de él en su boca.

Ella al sostener el pene en su mano, el olor del miembro de Bryan era parecido a una lata de sardina combinado con el olor a un animal muerto; aunque dicho apeste no le importaba tanto a ella, ya que así se introducía el pene en su boca, sin importarle que tuviera rastros de cebo en la cabeza del pene; ambos estaban en pleno acto sexual algo desagradable y repulsivo, dejándose llevar por su saciedad y deseo; ellos no se percataban de que Sebastián estaba estacionando el carro.

Sebastián se sentía algo extraño; creyendo que era causa de la presión del trabajo y el tiempo que tenía disponible; por introducir la llave en la chapa de la puerta de su casa, se daba cuenta que esta se encontraba entre abierta.

Alarmado sacaba su celular y entrando a la casa cometía el error de preguntar algo temeroso. – ¿Maritza, estás aquí?, la puerta estaba entre abierta, ¿Maritza?

– La pareja al escuchar la voz de él, asustados se levantaban de la cama.

Él se subía el bóxer y se componía el pantalón; muy asustada ella limpiándose la boca decía. – Ya nos cargó el payaso.

– Bryan le tapaba la boca de forma agresiva y le decía en voz baja. – ¡Cállate, cállate!, ¡Dijiste que no vendría!

– Maritza se quitaba la mano de su boca y le decía en voz baja. – ¡Eso mismo creí, pero no fue así!, ¿ahora qué pasará?

– Bryan le ordenaba quedito. – No digas nada, no hables, dejaremos que suba, ponte ahí, yo estaré tras la puerta, no hagas nada hasta que yo lo indique.

– Maritza se sentaba nerviosa, tensa en la cama, mirando hacia la puerta.

Bryan nervioso, verificaba que tuviera la pistola y la navaja cerca, volteando al estante de juguetes de Adonaí, observaba el bate de beisbol recargado, lo tomaba y se colocaba en la puerta pensando. – En cuanto entres putito un guamazo en la choya y con eso dejarás de chingar la madre.

– Abajo, Sebastián sentía temor ante el silencio en la casa, sin pensarlo más, le marcaba a Cristián quién estaba por regresar a la oficina.

Cristián atendía la llamada con el manos libres diciendo. – Diga.

– Sebastián angustiado decía. – Cristián.

– Cris acomodándose el auricular intrigado decía. – Sebastián, ¿sucede algo?

– Sebastián alarmado le respondía en lo que iba subiendo las escaleras poco a poco. – Cristián ven de inmediato a la casa, encontré la puerta entre abierta y hay un silencio de miedo aquí, por favor ven de inmediato.

– Cristián alarmado, giraba en sentido contrario diciéndole preocupado. – ¡No entres a la casa, no lo hagas, salte y llama a la agente Tirsa, de inmediato!

– Sebastián nervioso subía el último escalón y gritaba diciendo. – ¡Por dios la niña!

– Cristián asustado preguntaba. – ¡Sebastián te digo que te salgas, Sebastián! ¡¿Qué, qué sucede?!

– Sebastián volteaba la cabeza con el teléfono en la oreja y sorprendido decía. – ¡Maritza!

– Cristián muy preocupado gritaba. – ¡Responde Sebastián, ¿qué sucede?, Sebastián!

– Bryan sin ser visto le hacía señas detrás de la puerta a ella de que no dijera nada.

Maritza se quedaba quieta y paralizada ante el hallazgo de Sebas, quién la miraba de forma temerosa; ella temblaba de nervios por lo que fuera a suceder.

Sin preocuparse mucho por ella, Sebastián se acercaba a ver a la niña, al verla algo inquieta, trataba de cargarla diciendo. – Ven mi niña, ven, vamos con mamá.

– Sebastián sostenía su teléfono entre el hombro y su oreja diciendo nervioso. – Cristián por favor ven de inmediato.

– Cristián trataba de ir más a prisa diciendo alterado. – ¡Sal de la casa con todo y niña!

– Sebastián cometiendo un grave error, se daba media vuelta y caminaba a la habitación de Adonaí para estar con Maritza.

Bryan se percataba entre el espacio del marco y la puerta, que Sebas estaba dirigiéndose con la bebé en brazos directo a la habitación; él lentamente se acomodaba para sorprenderlo.

Sebastián entraba al cuarto, aún enlazada la llamada con Cris; él temeroso le preguntaba a ella. – ¡¿Qué pasa, por qué mi miras así?, !Responde, di algo Maritza!

– Cristián manejando ordenaba. – ¡Pon el altavoz, Sebastián, hazme caso!

– Sebas nervioso, aturdido le entregaba a la niña a Maritza; quien nerviosa se levantaba de la cama extendiendo sus brazos para cargar a su hija que se ponía muy inquieta.

Él nervioso sostenía su celular y colocaba el altavoz; fue ahí cuando Bryan salía lentamente con el bate en mano y al verse su sombra reflejada en el piso, Sebastián sin tiempo de voltear, gritaba al teléfono. – ¡Aaaaaaahhhh!

– Cristián aceleraba más y preguntaba muy tenso. – ¡¿Sebastián, Sebastián responde?!

– Bryan golpeaba a Sebastián en el costado de la cabeza, haciéndolo caer inconsciente; el teléfono quedaba tirado y se alcanzaba a escuchar la voz preocupante de Cristián.

Bryan agarraba el teléfono y lo aventaba contra la pared provocando que se desarmara.

Maritza asustada cargando a la niña gritaba. – ¡¿Qué hiciste?!

– Al ver tirado a Sebastián sangrando, exclamaba asustada. – ¡Te lo echaste, te echaste al mariconcito!

– Bryan sudando, dejaba caer el bate al suelo y le decía serio. – No se pierde gran cosa.

– Sonriendo le decía. – Vamos termina de mamarme la verga, ya me falta poco para sacar la leche.

– Maritza muy sorprendida lo miraba asustada con su hija en brazos y Bryan se tocaba su pene sobre el pantalón insinuándole tener sexo.

¿Qué pasará?, averígualo en el próximo capítulo. 

Es Cuestión del Destino.

Últimos Capítulos.

 

Mil gracias, espero sus comentarios y opiniones vía mail o FB; ya falta muy poco para el final y deseo que ustedes me respondan, ¿Sebastián y Cristián deben permanecer juntos, SI o NO, y el por qué?; que tengan un excelente día.

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