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Con Emilio en el aeropuerto

en Sexo con maduras

Con Emilio en el aeropuerto

Miré la esfera de mi bonito reloj Gucci con creciente insistencia e impaciencia; eran las diez y media de la noche. Aunque el avión que transportaba a mi joven amante no llegaría hasta dentro de media hora, ya era hora de arreglarme.

Miré la esfera de mi bonito reloj Gucci con creciente insistencia e impaciencia; eran las diez y media de la noche. Aunque el avión que transportaba a mi joven amante no llegaría hasta dentro de media hora, ya era hora de arreglarme. Me llamo Gisela y tengo 39 años. Estoy casada con Miguel el cual es doce años mayor que yo y con el cual hace tiempo que no mantengo ningún tipo de relación sexual ya que no logra que se le empine. Así pues desde hace aproximadamente seis meses mantengo una discreta relación con su asesor financiero. Se trata de un joven de 29 años llamado Emilio el cual satisface todas mis necesidades sexuales. Es un amante fantástico que sabe colmar todos mis caprichos sin pedir nada a cambio. Emilio está casado con lo cual no existe el peligro de un posible enamoramiento por parte de ninguno de los dos. Se trata de sexo puro y duro; no tenemos otro tipo de interés.

Soy morena con mechas rubias y tengo el cabello largo y sedoso. Soy bajita pues mido 1,58 debido a lo cual Emilio me dice que soy más manejable. Tengo unos profundos ojos marrón oscuro con los cuales encadilo a cualquier hombre que se cruza en mi camino. Gasto una talla 100 de pecho el cual se mantiene duro y turgente. Gracias a su dureza raras son las ocasiones en que uso sujetador pues me gusta llevarlos sueltos; me siento más libre y cómoda. Por último os comentaré que el culo es duro y muy apetecible. A más de un hombre le he sorprendido mirándolo con cara de tonto al verme pasar junto a él. Me gusta menearlo provocativamente pues sé que eso les pone cardíacos.

Me dirigí a los servicios de señoras los cuales se encontraban vacíos en esos momentos. En lugar de desnudarme en uno de los servicios individuales, opté por desatarme los botones de la blusa color verde botella frente a los espejos del tocador, bajo las brillantes luces fluorescentes. Me quité los vaqueros blancos y ceñidos y también las bragas y lo metí todo en el bolso de mano que llevaba. Me agaché sobre mi bolso, saqué un precioso vestido de terciopelo negro con encaje rojo y me lo puse. Escogí para la ocasión un tanga color burdeos que sabía que enloquecía a Emilio. Me puse unas bonitas sandalias negras de tacón en lugar de las zapatillas planas que llevaba. Me lavé la cara, me maquillé con aplicación y me pinté las uñas con el pintauñas de color rojo pasión que me pongo siempre antes de mis vuelos. Antes de abandonar el baño, me examiné en el espejo de cuerpo entero. El corpiño ajustado y las largas mangas del vestido acentuaban la redondez de mis pechos y la delgadez de mi cintura, y la corta y holgada falda acariciaba suavemente mis largas y bronceadas piernas hasta la mitad de los muslos. Dios, qué sexy estaba. Sabía que tenía la batalla ganada ante Emilio el cual no podría resistirse a mis encantos. Me puse cachonda sólo con mirarme.

No pude resistir la tentación de dirigir con ansiedad la mano bajo mi vestido. Necesitaba un rápido desahogo antes de la llegada de mi amante. Imaginé todas las cosas que haríamos en breves minutos. No aguantaríamos hasta llegar a casa. Sabía que follaríamos como descosidos en el mismo aeropuerto. Por tanto, introduje lentamente dos dedos en mi húmedo coño, me llevé los chorreantes dedos a la boca y lamí mis dulces jugos de ellos. Iba a tener que aguantar así de empapada e insatisfecha durante un rato más. Fui aumentando el ritmo de mis dedos mientras suspiraba al tiempo que miraba mi cara de deseo frente al espejo llamando a Emilio con creciente desesperación. Finalmente me corrí como una loca sin poder aguantar por más tiempo el deseo que me invadía.

Por fin aterrizó su avión y me acerqué a la puerta por donde debía salir. El corazón se me salía por la boca cada vez que veía a alguien doblar la esquina y al fin mi cara se iluminó con una amplia sonrisa de satisfacción. Ahí estaba Emilio. Tan guapo como siempre con su barba de dos días. Me hacía derretir sólo con verle. Iba vestido con unos pantalones blancos y un sueter azul marino, el mismo atuendo que llevaba la vez que nos conocimos, el mismo atuendo que llevaba la primera vez que me lo follé. Cuando llegó a mi lado, dejó caer sus bolsas y nos abrazamos con fuerza. Nos besamos con un profundo beso entremezclando nuestras respectivas lenguas. Al separarnos Emilio acercó sus húmedos labios a mi oído y me dijo en un susurro apenas audible que estaba muy guapa. Nos dirigimos al área de recogida de equipaje. Nuestras manos se entrelazaron.

Dios cariño, no sabes las ganas que tenía de que llegases. Llevo un buen rato esperando la llegada de tu avión. Creí que no iba a poder resistirlo por más tiempo.

Tranquila mi niña, ya me tienes aquí - me dijo sonriéndome con esa sonrisa tan seductora que tenía.

Tras un corto paseo a lo largo del vestíbulo y de los amplios pasillos del aeropuerto, ví una puerta vacía con las luces apagadas. Mi húmedo coño estaba ardiendo de un deseo incontrolable y le llevé tras el muro del mostrador de venta de billetes donde nadie podría vernos. Emilio parecía un poco confundido ante mi sorpresivo ataque, así que le besé y conduje su mano hacia mi húmedo y caliente coño. Suspiró cuando se dio cuenta de que no llevaba bragas y de que podría tomarme allí mismo si se le antojaba.

Qué cachonda me tienes cabrón. Me muero por sentir tu fantástica polla dentro de mí.

Vaya, vaya. ¿Así que quieres que te folle eh? Eso me gusta. ¿Pero quieres hacerlo aquí mismo?

Pues claro. ¿Por qué no? Estamos solos y aquí es difícil que nadie venga, así que tenemos unos minutos para follar a gusto. No me hagas esperar más.

Apreté mis caderas contra su dura polla mientras tocaba mi clítoris con su dedo y luego Emilio introdujo dos dedos en el interior de mi ardiente vagina. Estaba ansiosa porque me metiese su polla hasta el fondo, desde atrás, para que pudiera alcanzar con su mano mi hinchado clítoris y que se dedicara a jugar con él con alguno de sus dedos.

Me agaché para intentar liberar su polla de la prisión de su ropa para que pudiese así metermela. Estuve jugueteando un buen rato con el bulto de su pantalón tratando de retardar lo más posible la aparición de su diabólico miembro. Chupé su polla por encima del pantalón notando cómo iba creciendo gracias a las caricias que con tanto cariño le prodigaba. Debo reconocer que es una de las cosas que más me gusta hacerle a Emilio. Sé que con ello le hago llegar a un estado de locura ideal para lograr que después me folle como un animal. Aquello empezaba a mostrar un aspecto amenazante y absolutamente terrible.

¿Te gusta así, verdad? ¿Te gusta que te haga sufrir un poco? No tardaré en liberarte de tu prisión.

Por Dios Gisela no me hagas sufrir más. Si sigues así lo único que conseguirás es que me corra sin remedio y deje perdido el pantalón. Diosssssssssss cómo me tienes!!!!!

Emilio suspiraba con dificultad, gozando al máximo las caricias que con tanto cariño le prodigaba. Solté el botón del pantalón y bajé la cremallera con los dientes dejando caer el pantalón a sus pies. Me acomodé en cuclillas entre sus piernas buscando desesperadamente su tallo. Aún me dediqué unos cinco minutos a lamer su verga a través de la tela del slip. Le mordisqueaba su músculo viril notando cómo vibraba de placer. Me encantaba ese juego en el que hacía sufrir a mi amante de ese modo.

Puta, me tienes loco. Comémela de una buena vez. No lo soporto más. Dios es demasiado bueno como para decir basta.

Miraba hacia arriba observando con sumo placer la cara de mi amante. Emilio cerraba los ojos con fuerza gozando las caricias que le hacía con mis dientes, con los labios y con mi hambrienta lengua. Se agarraba con fuerza a mi cabello para tratar de mantener el equilibrio y no caer al suelo.

Paré de repente y me dispuse a liberar por fin aquella gruesa anaconda que colgaba entre los sudorosos muslos de Emilio. Tampoco podía soportar por más tiempo las ganas de tenerla entre mis manos. Agarré la tela del slip por ambos lados y fui bajándola con extrema lentitud hasta que apareció su terrible falo en toda su extensión. Diosssssss cómo me gustaba la polla de ese hombre!!! Era una polla larga, gruesa y mostraba un aspecto realmente amenazante. La cabeza del glande presentaba un tono rosáceo y se hallaba húmeda debido a la presencia de las primeras gotas de líquido seminal.

- Vaya, vaya. Menuda sorpresa me tenías reservada!!! Es sensacional, me encanta.

Así pues su miembro emergió como un resorte, enorme y palpitante, delante de mi cara. Lo cogí acariciándolo con suavidad con mis labios y mi lengua. Mis labios recorrieron de arriba abajo el mango de su polla mientras mi lengua exploraba cada una de sus zonas sensibles. Me entretuve lamiéndole con la punta de mi lengua las cargadas bolsas de sus testículos. Emilio gemía gracias a todo el arsenal de caricias que le estaba haciendo. Podía sentir sus músculos estremecerse y agitarse. Emilio me cogió la cabeza con las manos para ayudarse en su balanceo de caderas. No pudo menos que agarrarse con fuerza a mi cabello ayudándome en la mamada con la que le estaba obsequiando. Su ariete me llegaba hasta el fondo de la garganta arrancándome arcadas.

Sigue así cariño. Me encanta cómo la chupas. Eres una mamona de campeonato. Tienes una boca que enloquecería a cualquiera.

¿De veras te gusta cómo te lo hago? – le pregunté mirándole con ojos de deseo.

Gisela cariño. Pocas mujeres he encontrado que la coman como tu. Me vuelves loco con tu boca. Es magnífico. Dios mío no pareeeeeeeeeeees.

Mi mojada vagina aún estaba ardiente por el deseo de ser penetrada y atravesada una y otra vez por esa barra dura e insaciable, así que me puse en pie con evidente dificultad sin dejar de masajear de arriba abajo con mi mano su polla, y le hice una seña para que se alejase de la pared. Me incliné apoyando mis manos contra la pared, con el vestido levantado a la altura de mi cintura, el coño abierto y perfectamente lubricado para que me la metiese hasta el fondo.

Ahora prepárate que voy a follarte ese bonito coñito que tienes hasta que te retuerzas de placer.

Casi me desmayo cuando me penetró, el sentirle deslizándose lentamente por mi lubricada vagina era como para morirse. Puse los ojos en blanco sintiendo cómo iba entrando centímetro a centímetro en mi interior. Me llenaba por completo con ese pedazo de carne que tanto me gustaba. Me la metió de nuevo, más fuerte y más rápido esta vez y siguió una y otra vez aumentando la velocidad con cada embestida que me daba. Disminuyó la velocidad y rodeó mi cintura con su poderoso brazo, intentando alcanzar mi clítoris con sus dedos. Empezó a masajearlo lentamente mientras iba metiendo y sacando su miembro viril con lentas y largas embestidas al mismo tiempo. El pensamiento de que alguien nos encontrase follando como animales en pleno aeropuerto cruzó por mi mente, al mismo tiempo que sentía cómo empezaba a correrme, una increíble sensación de calor explotando lentamente entre mis piernas. No podía aguantar la respiración.

Oh Dios, no pares, por lo que más quieras, me corro…….Oh Dios mío………fóllame más fuerte, más fuerte, no tengas compasión de mí – susurré.

Yo también me corro amor. Ahí tienes toda mi leche. Me corro, me corroooooooooo.Tómalo todo, es todo para ti. Agggghhhhhhhhh. Qué bueno es esto.

Si amor, lléname con todo su semen. Me encanta sentir cuando te corres dentro de mí. Es lo mejor que hay. Me quema tu leche, qué rica.

Mientras mi sexo explotaba en éxtasis, noté la abundante corrida de Emilio en mi interior, sus músculos temblando y estremeciéndose tras de mí, metiéndose completamente y a la fuerza dentro de mí. Se desplomó como un guerrero derrotado con la cabeza apoyada en mi espalda mientras su poderosa lanza descansaba en mi vagina. Estábamos sudorosos tras el fantástico encuentro sexual que habíamos mantenido. Lentamente sacó su inflamado dardo de mi chorreante coño no sin que yo emitiese un gruñido de fastidio por la separación de nuestros cuerpos. Se agachó y se subió los pantalones, subiéndose lentamente la cremallera y abrochándose el botón. Apoyé mi cabeza contra la pared, con mi vestido aún a la altura de mi cintura y mi empapado coño a la vista. Tras unos instantes me agaché para abrir mi maleta. Mis manos temblaban a causa de los aún patentes efectos del orgasmo y saqué un pequeño y suave trapo blanco. Lentamente limpié el semen que salía de mi coño resbalando a través de mis muslos. Me puse unas bragas de satén negro y me arreglé el arrugado vestido y el revuelto pelo.

Nos besamos lenta y perezosamente y luego nos dirigimos de vuelta al área de recogida de equipaje, bastante más sudados y despeinados que cuando llegamos.

¡Todo hacía prever que aquel iba a ser un fin de semana excelente!

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