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Nenitas lascivas (5)

en Hetero: Infidelidad

Nenitas lascivas (5)

 

Ahí va una nueva entrega de las andanzas del maduro escritor en compañía de las dos jóvenes veinteañeras…

 

One day I’ll grow up, I’ll be a beautiful woman

one day I’ll grow up, I’ll be a beautiful girl.

One day I’ll grow up, I’ll be a beautiful woman

one day I’ll grow up, I’ll be a beautiful girl.

 

But for today I am a child,

for today I am a boy.

For today I am a child,

for today I am a boy.

 

One day I’ll grow up, I’ll feel the power in me

one day I’ll grow up, of this I’m sure.

One day I’ll grow up, I know whom within me

one day I’ll grow up, feel it full and pure…

 

For today I am a boy, ANTONY AND THE JOHNSONS

 

 

CAPÍTULO V

 

 

Ese fue el momento que Miguel eligió para entrar en escena. Había estado disfrutando el espectáculo que le brindaban, masturbándose para así mantener su miembro en tensión. La belleza de las muchachas, la sensualidad de sus formas bien marcadas despertó el inconfundible deseo del hombre por aquellos lozanos cuerpos. La imagen que ante él se ofrecía resultaba un auténtico regalo para la vista. Tomando a la que parecía más joven de las dos la cogió firmemente de las caderas y acercándose a ella le metió la cara entre los cachetes del culo. La otra pareció un tanto contrariada por la elección, esperando sin duda haber sido ella la elegida. Tumbándose junto a ellos empezó a tocarse mientras contemplaba el conjunto que ambos formaban. Con rapidez Miguel encontró el coño que tan necesitado de caricias se mostraba. Un gemido agradecido escapó de los labios de Jordina la cual volvió la cabeza en busca de aquel inesperado contacto.

Sí cariño, chúpamelo… ponme cachonda vamos –pidió moviendo el culillo con todo el descaro.

El hombre maduro chupó y lamió el tierno tesoro pasando la lengua por encima de la apetecible rajilla. Los jugos del uno se mezclaron con los del sexo de la otra, disfrutando ella lo que el macho le hacía mientras él gozaba el sabor delicioso que la vulva femenina desprendía. Acercando la nariz, pudo oler el fuerte aroma a hembra ardiente. Sin avisar, Miguel metió uno de sus dedos entre los labios húmedos para enseguida introducir otro más provocando un respingo satisfecho en la mujer. Cerrando las piernas la mano se vio apresada entre los muslos, pero el intenso placer de Jordina la hizo volver a abrirse permitiendo que el hombre continuara follándola metiendo y sacando los dedos ahora de forma mucho más decidida. Los sollozos de la joven quedaban acallados en el sexo de Claudia la cual recibía con agrado el placer creciente que su amiga sentía. El afortunado cuarentón empezó a lamer y chupar el diminuto botón acompañando de ese modo las entradas y salidas con las que sus dedos estimulaban el empapado coñito. Excitada como estaba, de la boca de la joven escapó un largo gemido que la hizo caer atrapando la anhelante vulva mientras elevaba levemente su deseable trasero.

Tras haber excitado convenientemente a aquella gatita, Miguel aprovechó para dirigirse a la mesilla en la que buscó la caja de preservativos que solía usar en los cálidos encuentros que disfrutaba junto a su esposa. Ya al borde del lecho se acercó a ella y con voz lastimera reclamó la caricia que tanto necesitaba:

Trágatela… métetela toda en la boca, zorrita.

La muchacha tomó el envoltorio de sus manos y rasgándolo sacó con prisa la goma. Con el sexo medio excitado ofrecido a su vista, lo atrapó con apetito malsano tirando la

piel hacia atrás hasta descubrir el brillante y amoratado glande. Poniendo cara de niña mala acarició la cabeza con continuos golpeos de su lengua lo que le hizo gemir sin remedio. Escupiendo sobre el pene lo fue chupando y lamiendo hasta conseguir cubrirlo por entero. El macho, de pie frente a ella, jadeó profundamente dando golpes secos de riñones para así ayudar en la mamada, follando y llenando la boquita golosa hasta provocar arcadas en la joven obligándola a un mínimo descanso en su voraz apetito. Sacándolo de la boca, pasó la lengua jugueteando por todo el miembro, masturbándolo y chupándolo ávidamente para, sonriéndole divertida, acabar observando el mismo amenazante aspecto que aquel músculo mostrara la noche anterior. Las venas se marcaban de manera escandalosa a lo largo del tronco como muestra clara del disfrute del hombre. Ante sus ojos ligeramente rasgados, el grueso aparato aparecía espléndido y listo para el combate.

Colocándose tras ella, Miguel la hizo abrir las piernas y sin decir nada la penetró con fuerza hasta sentirse completamente dentro. Un gemido placentero brotó de la juvenil boca para luego dar a paso a débiles lamentos que lo animaron aún más. Cogida por la cintura y a cuatro patas como estaba, el hombre empezó a follarla de manera brusca y sin contemplación alguna. Aquella era su postura favorita y el ver a la hermosa rubita gozando la limpieza de bajos que le daban mientras embestía a la otra con total complacencia, resultaba para el dichoso maduro una experiencia de lo más gratificante. El rostro desencajado de Claudia provocó en él una mayor excitación, haciendo que sus golpes ganaran en poderío al tiempo que llenaba la alcoba con toda la multitud de soeces expresiones que su boca producía.

Sí, fóllame tío… métemela con fuerza –pedía Jordina levantando la cabeza unos instantes para enseguida volver a caer atrapada entre los muslos de su amiga.

Estás buenísima, nena… qué coñito tan rico tienes –respondió Miguel quedándose quieto tras ella y dejando que la muchacha disfrutara el placer de su sexo abierto.

Sin moverse y bien apoyado en su montura, una nueva idea llenó la sucia mente del maduro cuarentón el cual viendo el trasero que tan tentadoramente se le ofrecía, pensó que aquel era el mejor momento para poder agenciárselo. Con los dedos buscó el oscuro agujero, indagando en el mismo y produciendo en la joven un estremecimiento de puro placer.

¿Te gusta, eh? ¿Quieres follarme el culito? –preguntó volviendo la cara hacia él.

Sí zorrita… desde anoche me muero de ganas de hacerlo mío.

Separándose de ella se puso en pie junto a la cama mientras la hacía poner ante él con las piernas flexionadas y el culo completamente ofrecido y en pompa. Por un momento creyó estar soñando todo aquello, la compañía de aquel par de ninfas y el estar a punto de gozar el trasero de la preciosa muchacha que tenía entre sus manos. La caliente Jordina, obediente a los mandatos del hombre, se movía inquieta en busca de la mejor postura. Con el rostro echado hacia atrás y sin dejar de mirarle, el pecho le subía y bajaba al ritmo que su respiración creciente le marcaba.

Llevando la mano hacia delante le fue acariciando los muslos hasta acabar en la entrepierna la cual sintió palpitante y bien dispuesta a las caricias. Abriéndose más de piernas y sin parar de jadear, le tocó el clítoris acariciándoselo con los dedos para luego frotarlo lentamente, pasando a los labios vaginales los cuales sabía húmedos y excitados. Los gemidos y sollozos de la joven fueron subiendo de tono con cada uno de los roces con los que Miguel la complacía. Acercándose los dedos a la boca los metió saboreando los jugos de su compañera que sintió agradables y salados. Olfateándola entre las nalgas se puso a lamerlas, cubriéndolas con su lengua y su saliva. De vez en cuando alcanzaba la vagina recorriéndola igualmente para chupar los jugos que escurrían de ella. La muchacha no cesaba de suspirar reclamando con sus movimientos mayor intensidad en las caricias.

Solo entonces al verla tan sometida, el hombre decidió que era hora de llevar sus dedos a la entrada del ano. Haciendo círculos por encima del mismo pero sin apretar todavía, lo fue masajeando y humedeciendo con extrema lentitud y sin prisa alguna. Aquello evidentemente gustó a la joven que no pudo hacer otra cosa que remover las caderas de forma sensual y oscilante. Acariciándola, fue hurgándola y tratando de violar el sensible esfínter apretándolo más y más. Sin pensarlo ni un segundo la fue dilatando, introduciéndole poco a poco uno de los dedos. La hermosa Jordina se sobresaltó nada más sentir la entrada del dedo intruso en su estrecho canal. Pasándose la lengua por encima de los labios resecos los humedeció en busca de algo de alivio. Pronto el dedo del hombre se vio acompañado por un segundo, intensificando de ese modo la presión sobre la mujer. Ella, con el rostro contraído por el placer, se retorcía temblando mientras le pedía que continuara:

¡Follámelo… follámelo así… me encanta como lo haces! –suplicó echando el culo hacia atrás.

¿Te gusta así putilla? –preguntó él enfebrecido antes de continuar, sin esperar la respuesta de la muchacha.

Ella, agitándose bajo su dominio, emitió un agudo gemido dando a conocer lo mucho que lo disfrutaba. Mientras tanto con los dedos casi completamente metidos, Miguel comenzó a meterlos y sacarlos sodomizándola y deleitándose con la imagen de aquel trasero tan entregado. La presión fue haciéndose más profunda, moviendo los dedos con mayor facilidad a cada segundo que pasaba. Jordina ronroneó como una gatita en celo, mordiéndose los labios al tiempo que arqueaba el cuerpo echándose hacia delante.

Al fin y tras un rato de follarla de aquel modo, el apuesto cuarentón extrajo los dedos entre los sollozos de queja que la joven emitía. Poniéndose tras ella, la hizo callar tratando de tranquilizarla con tenues palabras:

Vamos nena, tranquilízate y abre bien las piernas… -exclamó fijando la mirada en la sudorosa espalda y en las redondeadas nalgas que tanto deseaba poseer.

Una sonrisa cómplice se instaló en el rostro femenino y, elevando el pompis hasta encontrar los nervudos dedos, esperó el mágico momento en que su compañero la traspasara. El excitado macho sintió crecer aún más la llamada del deseo que lo consumía por dentro. El momento tan esperado al fin había llegado y la muchacha se mostraba insinuante y totalmente receptiva a la sodomía. Aquel espléndido cuerpo iba a ser suyo, gozándolo a su antojo hasta acabar fundidos en uno solo. En esos momentos no deseaba otra cosa que ver gozar a su compañera de juegos, hacerla vibrar entre sus brazos con el gesto torcido por el placer del orgasmo. Las bellas formas resbalaban en manos de Miguel, aguantando pétreas y soberbias y necesitadas del macho que las calmara.

¿Estás lista, pequeña? –le preguntó junto al oído.

Ella cabeceó sin decir palabra, revelando sus ganas con ojos suplicantes y vidriosos. Esperaba ser profanada, sentirse penetrada y follada por aquel duro miembro.

¿No me has oído? Quiero escuchar como me lo dices… dime, ¿quieres que te la meta? –volvió a preguntarle con mayor vehemencia.

¡Sí, métemela de una buena vez… no me hagas esperar más, pedazo cabrón! –respondió Jordina gritando de desesperación.

Muy bien, nena… Así me gusta, que seas una putita obediente.

Sin hacerla esperar más, Miguel apoyó el glande en el apetecido hoyito y presionando notó como el esfínter se iba abriendo aceptando la entrada de la gruesa cabeza. Jordina aguantó la respiración dejándose penetrar con la mirada perdida y las manos fuertemente asidas a los muslos de su amiga. La humedad de su espalda impregnó el pecho masculino caído sobre ella. Disfrutando la horrible presencia del pene en su interior, arremetiendo lentamente y empalando la carne blanca y carnosa de su culo la perversa niñita se dejó follar abriéndose lo más posible para facilitar la maniobra.

¡Qué culito más rico tienes! –declaró el hombre al sentirse apretado por las paredes que lo envolvían.

¡Con cuidado… clávala con cuidado, ahhh! –exclamó ella tolerando como podía el incontenible empuje del macho.

Presionando poco a poco el grueso rabo fue introduciéndose hasta acabar haciendo tope dentro de la mujer. Con las manos apoyadas en las redondas posaderas, empezaron a moverse acompasando el lento movimiento del uno al de la otra. La muchacha gritó de la sorpresa teniendo que morderse los labios a continuación cada vez que la polla la golpeaba, clavándola sin remisión. El leve movimiento de vaivén hacia delante y hacia atrás dio paso a un aumento del ritmo al pensar el hombre que, pese a su juventud, el culo de aquella muchacha tenía ya muchas batallas ganadas. La joven diosa no era evidentemente ninguna inexperta y sabía mucho más de lo que él pudiera enseñarle. El universo del sexo parecía no tener secretos para ella. La naturalidad con la que había aceptado ser sodomizada lo demostraba bien a las claras.

¿Te gusta así? –preguntó boqueando y sin dejar de empujar con el brazo rodeándole la cintura.

Es fabuloso… la siento, la siento… métemela toda vamos… -dijo meneando el culillo mientras notaba los dedos del hombre apoderarse de su sexo.

Ella ponía los ojos en blanco al sentirse llena por completo y como su compañero la follaba de forma más y más violenta a cada instante que pasaba. Los ahogados jadeos en busca de aire de las muchachas, unidos a los sonidos entrecortados que el hombre producía llenaron el dormitorio matrimonial de excitantes quejas y lamentos. Miguel, embebido en la vorágine del momento, no pensaba en otra cosa que no fuera el disfrutar del cuerpo ardiente y sensual de aquella jovencita. Por su cabeza no pasaba ya el recuerdo de su esposa y sus hijos, ni tampoco de los gratos momentos pasados junto a su mujer en aquel lecho matrimonial convertido ahora en el perfecto emplazamiento en el que descargar su pasión adúltera en compañía de aquel par de arpías.

Jordina notó frenar el empuje masculino, sodomizándola de forma lenta como si así quisiera alargar el placer de ambos. Y seguramente así era pues la naturaleza sabia hizo que el apuesto macho ralentizara el ritmo gozando de aquel estrecho agujero en el que tan a gusto se sentía. Su joven conquista no tardó en apreciar un creciente deleite apoderarse de ella y llevando la mano entre las piernas alcanzó su sexo en busca de alivio.

Muévete… vamos mué…vete… me encanta tu polla cariño –dijo tirando el cuerpo hacia atrás hasta atrapar la boca de Miguel con quien se besó tranquilizando mínimamente el desbocado estado en que se hallaba.

Pegada a él dejó que la besara, apoderándose el hombre luego de su oreja la cual atiborró con sus babas y sus palabras soeces y llenas de deseo. Abrazada a su maduro acompañante que le masajeaba los pechos a su antojo, la joven empezó a masturbarse pasándose los dedos por encima del clítoris sabiéndose próxima al orgasmo.

¡Sigue cariño, sigue… continúa que estoy a punto de irme… qué bueno es esto!

Echándola hacia delante, Miguel empezó a moverse dentro de ella empujando una y otra vez, con poderosos y secos golpes que la hacían gritar pidiendo mayor brío por parte de él. Finalmente y tras unos segundos sodomizándola de aquel modo tan brusco y agradable, un placer intenso le recorrió el cuerpo al sentir escapársele las fuerzas de forma irremisible. Casi simultáneamente, la muchacha llegó a su orgasmo cayendo derrotada y feliz al tiempo que enganchaba las sábanas agarrándose con desesperación a las mismas. En el silencio del dormitorio, las respiraciones convulsas de los amantes fueron las protagonistas únicas de los instantes siguientes. Poco a poco fueron recuperando el aliento y el control de sus cuerpos cansados…

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