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La boda de mi prima (3)

en Amor filial

La boda de mi prima

La boda de su prima supuso la excusa perfecta para que todos ellos expresasen sus deseos disfrutando de grandes momentos de placer en la oscuridad del baile junto a su esposa y en el baño de mujeres en compañía de su querida tía y de la joven y hermosa hija de la misma…

 

Standing on the corner, suitcase in my hand

Jack is in his corset, Jane is her vest

and me, I’m in a rock’n’roll band

ridin’a Stutz Bearcat, Jim

you know, those were different times

oh, all the poets, they studied rules of verse

and those ladies, they rolled their eyes

Sweet Jane, sweet Jane, sweet Jane.

I’ll tell you something, that Jack, he is a banker

and Jane, she is a clerk

and both of them save their monies

and when they come home from work

ooh, sittin’ down by the fire

oh, the radio does play

the classical music, said Jim, the ‘March of the Wooden Soldiers’

all you protest kids, you can hear Jack say, get ready

Sweet Jane, sweet Jane, sweet Jane…

Sweet Jane, LOU REED

 

CAPÍTULO III

 

Al llegar al salón nos separamos dirigiéndose mi mujer hacia una las sillas que quedaban libres mientras yo me encaminaba hacia la mesa en busca de una nueva bebida pues necesitaba refrescar mi garganta sintiéndola reseca tras el tormentoso episodio vivido con mi esposa. Pronto la vi hablando con unas amigas al tiempo que yo iniciaba una insustancial conversación con dos de los invitados a los que apenas conocía más que de vista. Sintiendo la calidez dulzona de mi brandy de cereza recorriendo mi garganta, no tardé en notar la presencia de Eloísa haciéndome abandonar la compañía de aquel par de tipos a los que no me unía el más mínimo trato.

Llevo rato buscándote, querido primo… ¿Dónde demonios te has metido? –me preguntó con voz apremiante, signo más que evidente de la ansiedad que la iba consumiendo.

Fui con Graciela a buscar unas cosas al coche –respondí sin darle mucha importancia a mi respuesta.

Vaya, vaya… a buscar unas cosas al coche. A saber lo que habrás hecho tanto tiempo fuera –dijo mostrándose claramente molesta ante mi larga ausencia.

¿Acaso me estás interrogando? No creo que deba darte explicaciones por lo que hago –le contesté más que enfadado por el interrogatorio al que me sometía.

Bueno, tampoco hace falta que te enfades primito. ¿Qué te parece si me pides lo mismo que tú tomas y me sacas a bailar un rato para limar asperezas? –zanjó la discusión sonriéndome con su pícara sonrisa.

No tardé mucho en cumplir su mandato encontrándome a los pocos segundos bailando con ella teniéndola abrazada a mí y bien sujeta por la espalda. Estando bien pegada a mí podía notar la fragancia fresca y delicada de su perfume embriagándome mientras nos dejábamos llevar siguiendo el ritmo sosegado, casi un murmullo de la música. Así estuvimos bailando durante una larga media hora sin que notase por ningún lado la presencia de su marido. Seguramente el muy idiota habría bebido más de la cuenta y se encontraría fuera de combate en algún rincón escondido donde nadie pudiera verle.

La cercanía del hermoso cuerpo de mi prima y el recuerdo de lo que me había hecho unas horas antes hicieron que mi sexo volviera a responder mínimamente pese al ardiente encuentro que había mantenido minutos antes con mi esposa. Era noche cerrada, ya bien entrada la madrugada, y comenzaba a refrescar haciéndose algo molesta la ligera brisilla que entraba a través de los ventanales abiertos que daban al jardín. Pese a ello la fiesta se encontraba en su máximo apogeo siendo muchísimos los que disfrutábamos del lento fluir de las notas de la balada que sonaba en aquellos momentos. Junto a mi oído podía escuchar el suave tarareo de Eloísa siguiendo la melodía de la canción y cómo me sonreía de vez en cuando entrecerrando levemente los ojos.

¿Qué te ocurre, primito? ¿Ya vuelves a estar en forma y con ganas de guerra después de lo que te hice en la cena? –me preguntó haciéndome sentir la calidez de su aliento por encima del rostro.

Vuelves a ser mala… una gatita mala en busca de un poco de fiesta… Dime, ¿tal vez quieres ser la dueña de la madrugada? –le pregunté con mi voz ronca tratando de hacerme el interesante.

Tú sí que eres malo conmigo. No tienes la más mínima consideración provocándome con tus roces por encima del vestido –exclamó mostrándose falsamente intimidada sabiendo yo muy bien las ganas que tenía por que la hiciera mía.

Esta noche estás guapísima y sabes que me vuelves loco pequeña. No hago más que pensar en lo que me hiciste durante la cena y no dejo de excitarme recordándolo –le confesé abiertamente mientras la veía separar un poco los labios, sacando la puntilla de la lengua humedeciéndose al instante los labios.

Oh dios, eres un maldito adulador. Te odio, cómo te odio…

Me odias sí, pero te mueres de ganas de que te bese. No haces más que pensar en estar conmigo. Sólo quieres que te haga mía y que te haga disfrutar hasta decir basta. Tu deseo es demasiado fuerte como para dejar pasar la oportunidad. Me muero de ganas por poder besarte y recorrer todo tu cuerpo con mis manos y mis labios.

Cerrando sus ojos por completo pude notar cómo se estremecía entre mis brazos escuchando mis palabras. Siempre era igual. Un juego entre los dos en el que ella se mostraba falsamente ingenua hasta conseguir provocar mi total deseo por aquella deliciosa muñequita. Los latidos de mi corazón crecieron notándola tan próxima a mí, notando la cercanía de sus húmedos labios y el entornar de sus ojos mientras sus manos no dejaban de apretar mi espalda. Ciertamente se la veía caliente y excitada igual como yo lo estaba por buscar un sitio mucho más cómodo donde pasar un buen rato con ella. Fue ella misma quien me facilitó las cosas dejando su copa abandonada tras echarle el último trago para, después, encenderse un cigarrillo aspirando el humo con cierta ansiedad. Tras la segunda calada, Eloísa me conminó a seguirla al baño de mujeres diciéndome que me esperaba allí en diez minutos y que le hiciera una llamada al móvil para avisarme si el camino estaba despejado.

Acabando mi copa estuve remoloneando por el salón sin rumbo fijo, saludando a unos y otros mientras observaba cómo mi mujer continuaba ocupada hablando con sus amigas. En uno de los discretos rincones de aquel salón eché mano a mi pantalón notando cómo mi amigo se encontraba animado una vez más para un nuevo asalto así que, cogiendo el teléfono, llamé a mi prima respondiendo ella con prontitud diciendo que estaba en el baño más cercano a la pared del fondo y que no tardara en unirme a ella.

En un momento estuve en el baño picando a la puerta con mis nudillos para, enseguida, abrirse la puerta echándose Eloísa a un lado dejándome entrar. Nada más cerrarse la puerta de aquel amplio cubículo, nos abrazamos con pasión desbordante llevándola yo contra la puerta empezando a comernos las bocas con desesperación. Mi querida prima se apretaba a mí cogiéndome los brazos con fuerza mientras cruzaba una de sus piernas enlazándola con maestría por detrás de la mía. De este modo me tenía bien enganchado disfrutando de mis labios al tiempo que sus manos echaban mi camisa hacia arriba resbalando sus dedillos con rapidez por encima de mi piel.

¡Tenía tantas ganas de estar contigo, cariño! ¡Qué ganas tenía desde lo que pasó en la cena! –acertó a decir en voz baja al mismo tiempo que notaba yo su mano buscar de manera acuciante mi miembro viril por encima del pantalón.

Separándola de mi lado la ayudé en su búsqueda soltándome yo mismo el cinturón para, luego, dejar libre el botón bajando por último la cremallera permitiendo caer mis pantalones al suelo. Cogiéndola por las manos la hice arrodillarse frente a mí sin apartar mis ojos de ella ni un solo momento. Me ponía un montón ver sus ojos brillantes y llenos de encanto, su boquita de piñón en forma de o recorriendo mi entrepierna por encima del calzoncillo sabiendo que tras su imagen de niña buena se escondía realmente una leona salvaje y ávida de sexo sin límite alguno. Mirándola desde mi posición dominante la sentía recorrer mi cuerpo con detenimiento apoyando sus manos en mis caderas, lamiendo la hinchazón de mi pene el cual no hacía más que crecer bajo el calzoncillo. Mi excitación y mi necesidad de ella se hacía a cada momento más intensa envolviendo todo mi cuerpo desde la cabeza hasta los pies.

Dejé caer los calzoncillos y quedé con mi polla enhiesta apuntando hacia arriba frente a ella. Mi querida primita, sin apartar su mirada, acercó la mano agarrándome los huevos los cuales frotó y estrechó entre sus dedos. Las venas se marcaban gruesas y azuladas a lo largo del tronco en busca de las caricias femeninas que lograran calmarlo mínimamente. Entonces ella envolvió el glande con sus labios engulléndolo hasta la mitad para volver a sacarlo observándolo duro y arrogante. Sonrió de forma maliciosa ante su tamaño antes de volver a abrir la boca tragándoselo esta vez por completo, sin rozar mi pene con sus dientecillos y manejando expertamente su lengua por encima de mi polla en el interior de su boca. Sacándola bien sujeta entre sus dedos, la chupaba y lamía recorriéndola de arriba abajo humedeciéndola totalmente con su saliva.

Eloísa la chupaba bien, realmente de maravilla; en eso había tenido una buena maestra en la puta de su madre. Cada vez que lo hacía se entregaba a ello de forma descontrolada, metiéndola y sacándola una y otra vez para acabar saboreándola hasta el final. Movía la mano deslizándola por todo el tronco haciendo aquella caricia fascinante para mí. Y yo no pude más que cogerme a su pelo ayudándola a chupar y chupar a mayor velocidad, haciendo que mi polla palpitase dentro de su boca cada vez que su lengua la devoraba.

Sin mostrarse ansiosa en demasía, fijó la mirada sin recato alguno sobre mi desnudo sexo el cual aparecía brillante y desafiante entre los dedos que lo sujetaban. Salivando sedienta, empapó sus labios resecos recreándose ante la imagen amenazante de mi gruesa herramienta. Mi polla se enderezó mucho más aún mostrando la rosada cabezota en la que ya empezaban a aparecer las primeras gotas de mi placer. Eloísa la meneó con extrema lentitud, perfectamente conocedora del ritmo necesario que debía adoptar en cada momento, masturbándome despacio cuando convenía y chupando y lamiendo mucho más rápido sin solución de continuidad. Nuevamente dejó resbalar sus mojados labios sobre mi pene, escurriendo su lengüecilla por encima de la piel delicada y rígida de mi sexo.

¡Me encanta tu polla, primito! Sabes lo mucho que me gusta y te aprovechas de ello hasta conseguir ponerme cachonda perdida. ¡Eres un maldito bastardo!

Haciéndola poner en pie, la cogí con delicadeza por el cuello y acercándola a mi boca la besé suavemente disfrutando de aquellos labios frescos y rosados que tantas agradables sensaciones me hacían sentir. Entreabriendo su boquita, Eloísa accedió a que mi mojada y escurridiza lengua penetrara entre sus labios saboreando el interior de su boca para entrar en contacto al momento con su lengua la cual yo tan bien conocía. El sabor de aquella boca me enloqueció, enredando nuestras lenguas en un beso largo y apasionado que nos hizo temblar emocionados al tiempo que recorríamos ansiosos con nuestras manos nuestros respectivos cuerpos como queriéndolos descubrir una vez más. Entregada por completo, la sentí aferrarse a mí abrazándome con fuerza mientras ladeaba ligeramente la cabeza a un lado ofreciéndome su desnudo cuello el cual empecé a recorrer con la punta de mi lengua logrando hacerla jadear complacida.

Rodeándome el cuello entrelazando sus dedos por encima de mis cabellos, nuestras lenguas se llamaban rozándose una y otra vez para nuevamente buscar yo su cuello el cual llené con mi saliva escuchando los gemidos cada vez más escandalosos de mi querida prima animándome a continuar. Sus labios temblaban con cada uno de los roces que mi lengua propinaban sobre su tersa piel. Apretándola con fuerza contra mí la acogí entre mis brazos haciéndola saber quién llevaba el control de todo aquello.

Los besos que nos prodigábamos eran ya mucho más profundos, devorándonos mutuamente mientras buscábamos los rincones más escondidos de nuestras bocas. Una de mis manos fue bajando por su espalda, reconociendo cada centímetro de su cuerpo por encima del vestido para finalmente apoderarse de sus nalgas apretándolas con desesperación entre mis dedos. Se notaban duras y firmes bajo mi dominio y entonces, separándome de ella, acompañé aquella caricia con la de mi boca sobre su labio inferior el cual mordí muy levemente hasta arrancarle un pequeño suspiro de satisfacción. Yo sabía muy bien lo mucho que aquello le gustaba a aquella hermosa zorrita.

Sus cabellos rubios alborotados caían relajadamente por encima de sus hombros haciéndola aún mucho más hermosa para mí. Juntándome más a ella sin dejar un solo momento de acariciar su trasero con mis manos, le hice sentir aquella dureza tan conocida y tan deseada por ella. Echándome sobre su cuerpecillo me apreté rozando mi entrepierna de manera incontrolable por encima de su pubis, roce que logró que la respiración de mi bella prima se acelerara ante aquella presencia tan turbadora. Volvimos a besarnos gozando de aquel íntimo momento en la soledad de aquel baño de paredes blancas y heladas y testigo mudo del cálido encuentro que ambos íbamos a disfrutar en breves instantes.

Mis manos reanudaron su recorrido por aquel cuerpo, subiendo y bajando descontroladas mientras nuestros labios se devoraban en el fragor de la batalla de aquel beso desesperado y silencioso. Con cierta dificultad logré bajar la cremallera a través de su espalda y una vez hecho, la enganché por la cintura viéndola revolverse entre mis brazos como si quisiera dificultar mi ataque. Sonriéndome triunfante, Eloísa me dio la espalda y echándose hacia atrás empezó a remover su culillo respingón por encima de la enorme hinchazón que colgaba entre mis piernas.

¡Dios, qué polla que tienes! ¡Es tan grande y gorda! –exclamó de forma entrecortada dominada completamente por el incontenible deseo que la embargaba.

Eres una putita… una encantadora putita, ¿lo sabías? –le dije junto a su oído para luego empotrarla contra la pared apoderándome de su oreja al mismo tiempo que sentía el roce de sus nalgas respondiendo a mi furibundo asalto.

Poco a poco fui bajándole el vestido hasta la cintura para, con urgencia, despojarla de su bonito sujetador verde liberando finalmente sus pechos, los cuales saltaron hacia delante siendo rápidamente atrapados por mis manos que los manosearon frenéticamente sintiéndolos duros y tersos bajo ellas. Aquella putita no hacía más que provocarme moviendo sus caderas y sin parar de jadear pidiendo más y más. Una de mis manos bajó por su muslo adentrándose entre sus piernas hasta conseguir que mi joven primita gimiera profundamente. Avanzando más en mi cálida ofensiva fui subiéndole el vestido hacia arriba apareciendo al fin sus redondas posaderas recogidas encantadoramente bajo aquel culotte transparente y del mismo color que el sujetador que había hecho desaparecer segundos antes.

Mis dedos se adentraron bajo la fina tela buscando el secreto mejor escondido de mi hermosa prima la cual me ayudó en mi tarea abriendo aún más sus piernas. No tardé en empezar a juguetear con su erizado vello el cual encontré bien húmedo y mojado bajo las primeras caricias que mis dedos prodigaban a su sexo acariciándolo suavemente sin presionar todavía con fuerza. Eloísa se retorcía cogiéndose allí donde podía manteniendo con dificultad el equilibrio. Sus palabras entrecortadas y sus leves gemidos me animaban a seguir acariciándola y tratando de separarle los labios que cubrían el delicado botón de su más íntimo deleite.

Cariño, me vuelves loca… sigue, sigue haciéndolo así… -susurró jadeando y mordiéndose los labios de puro placer y deseo.

Dejé resbalar la otra mano por uno de sus pechos acariciando y pellizcando el oscuro pezón que, al momento, respondió endureciéndose insolente bajo el contacto de mis dedos. Ella entornó sus ojos echando la cabeza hacia atrás y dejándola caer sobre mi nariz la cual se embriagó con el frescor de su perfume. Bajándole con decisión el culotte hasta las rodillas llevé mi endurecido miembro hasta su coñito el cual encontré completamente empapado.

Vamos Daniel, métemela… me muero de ganas de que lo hagas –pidió en voz baja mientras tragaba saliva y clavaba su mirada borrosa en la mía.

Paso a paso mi polla fue introduciéndose en aquel hermoso y encharcado agujero que tan bien se acomodaba al grosor de mi herramienta. Entró deslizándose con facilidad gracias a lo mojada que estaba. Eloísa gimió complacida notando el empuje de aquel músculo que tanto la atormentaba. Siempre resultaba fácil penetrar a mi querida primita pues las paredes de su coñito se dilataban hábilmente aceptando el tamaño más que considerable de mi pene. Una vez dentro de ella nos besamos ligeramente para enseguida empezar a movernos golpeando el uno contra el otro. El ritmo lento de los primeros golpes fue dando paso a unas entradas y salidas mucho más fuertes y furiosas con las que lograba que aquella putita se estremeciera de placer.

Fóllame cabrón, fóllame que me vuelves loca… qué polla tan rica que tienes, amor…

¿Te gusta putita? ¿Te gusta? –le pregunté juntándome más a ella al tiempo que mis acometidas se hacían mucho más rápidas para, al momento, parar disfrutando de aquel coñito que tanto me gustaba.

Mis testículos chocaban una y otra vez contra su trasero al tiempo que mi boca ansiosa buscaba su cuello cubriéndolo con la calidez de mi aliento acelerado, el cual se mezclaba con sus lamentos entrecortados y sus quejidos abandonados. Mis manos recorrían sus redondos senos recreándose en sus oscuros pezones los cuales notaba durísimos bajo el roce de mis dedos. Besé su hombro mordiéndolo después levemente al escucharla ronronear como una gatita satisfecha.

La misma Eloísa empujaba contra mí permitiendo la entrada desconsiderada de mi enorme instrumento en el interior de su delicada flor. Curvándose hacia mí se restregaba animándome a continuar con aquel ritmo que, a cada momento, se hacía más y más insoportable para ambos. No tardó en quedarse inmóvil con los ojos totalmente en blanco al alcanzar su primer orgasmo que a duras penas pudo acallar mordiéndose con fuerza el labio inferior del cual empezó a manar un ligero hilillo de sangre resbalando a través de la barbilla.

Eres un maldito cabrón. Sabes cómo sacar lo peor de mí, maldito –exclamó volviéndose hacia mí ofreciéndome una vez más su boca necesitada de mis besos.

Apoyó sus manos sobre mi velludo pecho y, sacando la lengüecilla, me provocó buscando la unión de nuestras lenguas, cosa que acepté chupando la ardiente sangre que cubría el rosado labio de mi joven amante. Levantándole una de las piernas volví a empujar metiendo mi polla de un solo golpe entre aquellos húmedos labios que se abrieron al momento entre los roncos y sofocados gemidos que brotaban de la entreabierta boca de aquella zorra. Teniéndola bien cogida del muslo fui clavándome con fuerza dentro de aquel cálido tesoro entre las palabras ininteligibles y sin sentido de ambos. Tan solo podíamos gozar de aquel momento mágico en el que los sentidos se unen en uno solo en una hermosa sinfonía de bramidos y pequeños aullidos sin fin. Recostada sobre la pared, Eloísa se dejaba hacer cerrando los ojos y abandonándose a cada uno de los golpes que mi sexo le propinaba. Gemía moviendo sus caderas acompañándome en la fascinante cópula que ambos formábamos. Gracias a mis corridas anteriores mi orgasmo se alargaba pudiendo así disfrutar los dos mucho más de todo aquello. Un nuevo orgasmo visitó a mi bella compañera la cual se abrazó desesperada a mí para no perder el equilibrio. Las piernas le temblaban mientras unía sus labios a los míos agradeciéndome de ese modo el tremendo placer que la hacía sentir.

El ruido de la puerta nos hizo acallar de golpe nuestros gemidos manteniéndonos abrazados y quietos en la soledad de aquella amplia cabina. El taconeo sobre el ajedrezado suelo fue aproximándose a nosotros a lo largo del baño hasta acabar acallándose finalmente junto a nuestra puerta. La misma se abrió de golpe apareciendo frente a nosotros Mari Luz la cual se mostró sorprendida ante la cálida escena que su hijita y su sobrino le ofrecían allí desnudos y sudorosos frente a ella.

Eres completamente incorregible, muchacho… me extrañaba no verte por ningún lado, ahora lo entiendo todo –dijo sonriendo y sin dejar de observar un solo momento mi polla la cual aparecía curvada y húmeda entre mis piernas.

¿Acaso quieres unirte a la fiesta? –le pregunté directamente recuperándome del sobresalto que su presencia me había producido.

Oh no querido… supongo que ambos desearéis continuar con lo vuestro y la verdad es que no me gusta molestar -respondió ella brillándole los ojos de deseo.

Si a Eloísa no le molesta por mi puedes unirte sin problemas… ¿dime qué te parece la idea? –le pregunté a mi prima deseando que dijera que sí.

Por mi no hay problema… pienso que puede resultar morboso para los tres, ¿no os parece? –exclamó ella arrodillándose frente a mí para volver a llevarse mi polla a la boca empezando a comérsela al instante.

Mi hermosa tía siguiendo el ejemplo de su hija se acomodó a su lado buscando compartir mi dura herramienta. Tras dejarla que me la chupara unos segundos, pronto se la arrebató comenzando ahora ella a lamerla con gran placer de arriba abajo. Verme allí compartido por madre e hija era más de lo que podía haber esperado. Aquel par de putitas no hacían más que pelearse por mi barra de carne pasándola de una boca a la otra sin darme un momento de respiro. Si Eloísa me la chupaba de forma lenta y delicada, su madre lo hacía de manera mucho más impaciente metiéndola y sacándola de su boca para volver a metérsela hasta acabar golpeando contra su garganta. Yo, ante aquel espectáculo, no podía hacer otra cosa que acompañarlas agarrándolas de sus cabezas para que siguieran con todo aquello. La imagen de Mari Luz mirándome a través de sus lentes mientras me la chupaba, hizo que gimiera roncamente entregado a aquel par de hembras que tanto me hacían disfrutar.

Eloísa se incorporó mínimamente sobre sus tacones y abrazó con sus labios mis pezones dándoles pequeños besitos y lametones mientras su madre besaba mi vientre para enseguida apoderarse una vez más de mi entrepierna comiéndome los testículos de manera frenética. Con la lengua recorrió mi sexo en su totalidad humedeciéndolo con su saliva para acabar metiéndoselo en su boca abrazándolo con su juguetona lengua. Entre sus sonoras quejas la hice separar de mi polla y cogiéndola en brazos logré llevarla hasta el baño apoyándola de espaldas a mí pudiendo observar su rostro congestionado a través del pequeño espejo. Me gustaba la cara de putita de aquella veterana entregada por completo a mis más sucios deseos.

Ahora me toca jugar a mí… ya verás como te gustará –le dije lanzando mis palabras sobre su oído mientras ella no hacía más que removerse entre mis brazos.

Llevando mis manos a sus caderas me apreté contra ella envolviendo su cuerpo con el mío al tiempo que no paraba de calentarla con mis ardientes palabras. Mientras le bajaba la cremallera lateral del vestido metí la otra mano por la abertura del mismo en busca de aquella carne madura pero aún de textura fina y fresca. Mari Luz cerró los ojos ahogando un fuerte gemido satisfecho que escapaba sin control alguno de su boca. Con rapidez desapareció el vestido cayendo alrededor de su cintura y entonces me hice con aquel par de pechos que tanto me hacían vibrar cada vez que los sentía bajo mis manos. Tenía los pezones duros y muy gruesos, muestra evidente del deseo que la dominaba gracias al roce que mis manos le ofrecían. De pronto golpeé sus nalgas con dos fuertes cachetadas por encima del vestido arrancándole su primer grito de dolor que no pudo disimular pese a sus muchos esfuerzos por hacerlo.

¿Te gusta que te haga esto, eh putita? Pienso ser muy malo contigo, te vas a retorcer como una loca, ya lo verás…

Sí cariño, sí… hazlo –reclamó empezando a caerle las primeras lágrimas a través de sus mejillas al notar una nueva azotaina sobre sus blancas y rollizas nalgas ahora ya completamente libres de la tela del vestido.

Desviando la mirada hacia Eloísa pude verla acariciándose su coñito, extasiada y con la mirada perdida, contemplando apoyada en la pared la imagen desconocida y turbadora de las rosadas posaderas de su propia madre disfrutando como loca con mis azotes. El castigo continuó del mismo modo, atacando sus nalgas varias veces y sin dudarlo un solo momento pero sin ensañarme con ella en demasía. La excitante curva hacia sus carnosos e impresionantes muslos provocó mi total locura volviendo a sacudir sin desmayo aquellas montañas que noté ardientes entre mis dedos. Mi sumisa tía cerró las piernas tratando de dominar el intenso dolor que sentía. Sin embargo, al mismo tiempo se la veía excitada y húmeda descubriéndole entre sus piernas el resbalar de sus jugos, muestra inequívoca del orgasmo que estaba teniendo. Aquella putita no había podido evitar correrse ante su propia hija disfrutando con el tratamiento que mis manos le daban.

Fóllame cariño… fóllame –no pudo más que pedirme brotándole de los ojos dos lagrimones que cayeron por el contorno de su bello rostro hasta acabar resbalando hacia el suelo.

Ella misma se incorporó, alterada y notando aquel hervor inconfundible en su sexo. No había podido evitar correrse de aquel modo tan sucio y depravado en presencia de su hija y aquello le produjo una sensación desconocida de inmenso morbo que la hizo perder completamente los papeles. Con las bragas caídas a la altura de sus rodillas empezó a acariciarse los labios y el clítoris provocándome con su mirada llena de lujuria. Acercando sus manos atrevidas comenzó a manosearme el miembro moviendo su mano arriba y abajo. Una vez más mi mano la golpeó pero de forma mucho más leve como si me deleitara con ello. Por su parte, Eloísa permanecía apoyada en la pared cansada y satisfecha tras el último orgasmo que sus propios dedos le habían proporcionado.

Pasándole los dedos por el trasero, rocé aquel sonrosado coñito sintiéndolo empapado e irritado. Era un coñito bien poblado de pelillos que me gustaba acariciar cada vez que tenía ocasión. Mi tía Mari Luz sollozó, mostrándose aún más excitada y continuó masturbándome de manera mucho más rápida haciéndome gemir de placer. Con sus dedillos deslizó con facilidad la piel que escondía el grueso champiñón apareciendo el mismo brillante y orgulloso ante su boca. Lo observó fijamente como si lo estuviera adorando, allí mismo, frente a su cara descompuesta por la pasión pidiéndole que se lo comiera. Y así lo hizo tragándoselo de manera voraz hasta acabar golpeando furiosamente contra su paladar. Yo aproveché para rozarle el clítoris jugando con las paredes de su vagina para luego empezar a maltratar el estrecho agujerito de su ano. Chupándome dos de mis dedos humedecí la entrada de su culito con pequeños circulitos a su alrededor. Ella aguantó unos segundos la respiración como pudo y, sonriendo feliz, comenzó a mover sus caderas demostrando su entusiasmo por las artes sodomíticas.

Cariño, déjame follarte ese culito estrecho que tienes… ya sabes que me encanta hacértelo –le pedí sentándome en la taza del váter y ayudándola a montar a horcajadas sobre mí.

Mi veterana amiga accedió a mis deseos tomando asiento y tratando de relajarse y gozar todo lo que pudiera de aquel dardo que pronto ingresaría en sus entrañas ofreciéndole el mejor de los placeres. Se la veía excitadísima con sus cabellos sudorosos y enseguida sintió la dureza de mi pene acercándose a su ano mientras mis dedos acariciaban la rajilla de su sexo. El grosor de mi miembro fue empujando sobre el anillo de su esfínter notando cómo el mismo se iba dilatando permitiendo la entrada dentro de ella. Agarrándola con decisión por las caderas la hice sentar de una sola vez clavándome hasta el fondo entre sus berridos doloridos que logré ahogar mínimamente llevando mis dedos a su boca. Ciertamente no era aquella la primera vez que lo hacíamos pero sí la primera vez que se lo hacía de aquel modo tan cruel y desconsiderado. Apoyando las manos en mi pecho, mi tía se dejó caer empalándose por entero ella misma hasta quedar quieta unos instantes gozando de aquel músculo que debía quemarla como un hierro candente.

¡Eres un maldito cabrón… me duele, dios me duele pero me encanta sentirla tan dentro de mí! –exclamó derritiéndose de placer al tiempo que mis dedos masturbaban las paredes de su sexo para así hacerle aquel dolor mucho más llevadero.

Una vez se acostumbró al tamaño de mi pene inició un lento movimiento circular que, paso a paso, fue haciéndose más rápido uniéndome yo a ella sodomizándola mientras la tenía bien cogida por los pechos. Mis huevos chocaban contra su culo notando el peso de aquella hembra cada vez que caía sentada sobre mí. Eloísa, sin aguantar más aquella escena que ambos le ofrecíamos, se acercó a su madre y, ya perdida totalmente la razón, juntó su boca a la de ella besándola apasionadamente. Aquella imagen lésbica entre madre e hija me encantó profundamente, ver a aquel par de mujeres traspasando los límites por entero hizo que yo también me derritiera frente a ellas. Mari Luz cabalgaba arriba y abajo bamboleándose sus pechos sin parar y sin dejar un momento de besarse con su querida hija. Muerta de gusto empezó a berrear:

Métemela más fuerte… vamos muchacho…métemela hasta el fondo… me muero de gusto –dijo cayendo abrazada sobre mí mientras el orgasmo se apoderaba de ambos poniendo ella los ojos en blanco completamente estremecida y derrotada.

Varios trallazos escaparon de mi pene llenándole la vagina con mi cálido elixir el cual impactó contra sus paredes haciéndola sollozar completamente entregada a mí. Recuperando a duras penas el aliento, escapó de mi dominio poniéndose en pie y dejando el paso libre a Eloísa la cual estuvo chupando mi polla un buen rato para acabar montando encima de mí del mismo modo que había hecho su madre segundos antes. Agarrando mi brillante polla entre sus dedos, que volvía a presentar su anterior poderío pese a mi reciente corrida, tomó asiento metiéndosela dentro de su coñito el cual noté empapadísimo producto de los placeres vividos. Bien aposentada dándome la espalda, ella misma aplicó el ritmo que más le convenía sabiendo cuándo avivarlo y cuándo frenarlo para volver a cabalgar con ímpetus renovados. Su respiración cansada mostraba el enorme placer que sentía cada vez que mi duro instrumento penetraba dentro de ella. Agitándose desenfrenada, se movía entre espasmos y convulsiones echándose hacia atrás arqueando el cuerpo al tiempo que trataba de mantener a duras penas el equilibrio.

Enganchándola por la cintura, la tumbé sobre mí mordiéndole el cuello y lamiéndole el pequeño lóbulo de la oreja, caricia que la hizo gemir de deseo. Incorporándose nuevamente, atrapó mis manos entre las suyas y las llevó a sus redondos pechos los cuales pellizqué apretándolos entre mis dedos. Mi hermosa prima gimió débilmente permitiendo que mis manos se apoderaran de aquel par de redondeces sin dejar de devorar y sopesar sus gruesos y empinados pezones. Mientras tanto, una de mis manos recorría el interior de su muslo bajando y subiendo por el mismo para, a través del costado, volver a alcanzar el pecho hinchado y sediento de caricias. Con el aliento casi perdido, Eloísa sollozaba placenteramente cada vez que se hundía dentro de ella mi inflamado y candente dardo.

¡Me matas… me matas de placer… dios, es tan bueno! –exclamó removiendo lentamente sus caderas de forma circular para así poder disfrutar mucho más de aquel eje que tanto la hacía sufrir y gozar al mismo tiempo.

Gózala putita, gózala… -apenas pude decir sintiéndome atrapado en el interior del abundante flujo de aquella espléndida hembra.

Mi bella amante no paraba de mover la cabeza de un lado a otro y adelante y atrás clavándose y desclavándose con cada golpe de riñones que yo le daba. Apretándola con desesperación noté la cercanía de un nuevo orgasmo y cómo el aire abandonaba mis pulmones bufando como un toro herido.

¡Me corro… dios mío me corro, muchacho! –anunció tensionando el cuerpo al alcanzar un nuevo orgasmo largo y profundo que la hizo temblar feliz y dichosa.

Saliendo de ella la hice arrodillar poniéndome yo en pie mostrando mi abultado y venoso sexo catapultado hacia delante en busca de aquel rostro congestionado y cansado. Arrodillándose junto a su hija, Mari Luz agarró mi miembro entre sus dedos masturbándome con firmeza en busca del último de mis orgasmos. Con los ojos vidriosos pude ver cómo ambas mujeres jugaban entre ellas acariciándose sus lenguas para así enloquecerme mucho más. Peleando entre ellas, lamían mi polla con suavidad para luego meterla en sus bocas chupando mucho más rápido y con más fuerza abarcándola entre sus carnosos labios. Al fin no pude aguantar más el furibundo ataque de ambas mujeres y, notando mis piernas flaquear, reventé sobre ellas escupiendo mi definitivo reguero de leche el cual cayó sobre las caras de ellas alcanzando la mejilla y la barbilla de Eloísa y las gafas, el cabello y la frente de mi ardiente tía.

Manteniendo mis ojos abiertos con dificultad, las observé disfrutar de mis jugos saboreándolos y besándose entre ellas de manera obscena como si de un par de profesionales se tratase. Abriendo su boca de manera obscena, Mari Luz se tragó mi húmedo miembro dándole los últimos lametazos hasta acabar dejándolo completamente seco y libre de restos de semen. Desfallecido caí sobre ellas abrazándome a mi querida prima mientras Mari Luz posaba sus sonrosados labios sobre mi hombro besándolo de manera exquisita.

Aquella noche juro que dormí como un bendito, cansado y satisfecho tras el tremendo maratón al que me habían sometido mi mujer y aquel par de encantadoras arpías…

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Virginia

La tía Romina 2

La tía Romina 1

Querida madre

Las aventuras de Águeda 2

Las aventuras de Águeda 1

La muchacha de la boca de fresa

Haciéndomelo con el fontanero

Con el hijo de la vecina

Polvo turolense

Sexo negro (3)

Sexo negro (2)

Sexo negro (1)

Jugando con mi amiga y mi novio (2)

Jugando con mi amiga y mi novio (1)

Haciéndole el amor a mi futura suegra

Juventud divino tesoro

Fuera del trabajo

Viajando por Europa

Casting porno (2)

Viaje a Cerdeña (1)

Me enamoré

Amantes (3)

Amantes (2)

Amantes (1)

Casting porno (1)

Poder caribeño

La prima Aroa

El verano

Calor de verano

La encontré en el supermercado

Polvos rápidos (10)

Polvos rápidos (9)

Polvos rápidos (8)

Polvos rápidos (7)

Polvos rápidos (6)

Polvos rápidos (5)

Polvos rápidos (4)

Polvos rápidos (3)

Polvos rápidos (2)

Polvos rápidos (1)

Recuerdos del pasado (2)

Recuerdos del pasado (1)

Conociendo a Pedro (2)

Conociendo a Pedro

Pecando con mi hijo (2)

Pecando con mi hijo

Refriegas entre chicas (2)

Refriegas entre chicas (1)

Dos para una

Unos días en casa de su tía (4)

Unos días en casa de su tía (3)

Unos días en casa de su tía (1)

Unos días en casa de su tía (2)

Dulce despertar (3)

Dulce despertar (2)

Dulce despertar (1)

Con mi tío Roberto

Interesante compañía

Navegando por el Cantábrico (8)

Navegando por el Cantábrico (7)

Navegando por el Cantábrico (6)

Navegando por el Cantábrico (5)

Navegando por el Cantábrico (4)

Navegando por el Cantábrico (3)

Navegando por el Cantábrico (2)

Navegando por el Cantábrico (1)

Entregada al hijo de mi vecina (5)

Entregada al hijo de mi vecina (4)

Entregada al hijo de mi vecina (3)

Entregada al hijo de mi vecina (1)

Entregada al hijo de mi vecina (2)

Nenitas lascivas (7)

Nenitas lascivas (6)

Nenitas lascivas (5)

Nenitas lascivas (3)

Nenitas lascivas (4)

Nenitas lascivas (1)

Nenitas lascivas (2)

Nenitas lascivas (1)

La mujer de la verdulería

Asistencia en carretera

Hermanita viciosa

Helado de vainilla y chocolate

Sexo con mi tío

Un encanto de hombre

Ninfas hambrientas

Perdiendo el control junto a mi sobrina

Recoger a los niños al cole

Nines, mi dulce sobrinita

Deleites negros

Sesión de las seis

Amante desconocido

Visita muy provechosa

La boda de mi prima (2)

La boda de mi prima (1)

Sorpresa agradable en compañía de mi sobrina

Placeres desenfrenados

Intimidades lésbicas

Gozando con mi suegra

Juventud negra

Caricias entre mujeres

Yo os declaro marido y mujer

Pasión desmedida

De vacaciones por Mallorca

Yendo de compras

Visitando a mi tía Leire

Feliz descubrimiento con mi tío Blas

Reunión de trabajo y placer

Pasando el domingo con un matrimonio muy liberal

Noche de sábado muy movida

Encuentro inesperado

Montándomelo con mi querida tía

Abandonando el lecho conyugal

Amores lésbicos

Amor incestuoso entre madre e hijo

Orestes, el jardinero de mis padres

El lento despertar de la bella Sara

Viaje en el Ave Madrid-Barcelona

Mi mujer es una guarra de mucho cuidado

Acabé siendo una verdadera puta

Encuentro casual con mi cuñada

Sensuales caricias maternas

Empieza el día en el ascensor

Contacto con mi nuevo amante y mi sobrina

¡Fuera prejuicios!

Tres semanas en casa de mi prima (2)

Dinero sangriento

Seducida por una desconocida

Tres semanas en casa de mi prima (1)

Mi primera experiencia en el incesto

Un pintor de brocha gorda

Iniciándonos en el intercambio de parejas

Deseos húmedos

Amando a mi compañera del instituto

Viaje caliente a París

Un hombre de ocasión

Dos amantes retozando frente a mi ventana

Perdí la decencia con mi joven cuñado

Amores perversos en un hotel

Es estupenda mi tía Mónica

Juegos femeninos

Incesto con mi padre y mi hermano

Quitándole el novio a mi hermana

Una tarde en el cine

Acabando con la virginidad de mi sobrina

Encuentro amistoso

Sintiéndome puta con el negro

Me cepillé a mi tía

Violación fallida

Follando con el novio de mi nieta

Polvo antológico con mi hijo

El profesor universitario

Trío con mi mujer en un restaurante

Conversación entre dos amigas

Seduciendo a una mujer madura (2)

Seduciendo a una mujer madura (1)

Un día de playa (2)

Un día de playa (1)

Mi adorable Yolanda

Una noche loca junto a mi hijo

Madre e hijo

Intensas vacaciones con la familia

Navidades junto a mi sobrino

Mi tía Maribel

Tres mujeres para mi hijo

Me follé a mi propio hijo

Con Emilio en el aeropuerto

En el baño con mi amante argelino

Un buen polvo en los probadores del Corte Inglés

Disfrutando del cumpleaños de mi joven yerno

Cálidas vacaciones de verano

Volviendo a la playa nudista

En la playa nudista

Jodiendo con el cachondo de mi sobrino

Daniela, la madre de mi amigo

Conociendo íntimamente a mi hijastro

Mi querídisimo sobrino Eduardo

Un maravilloso día con mi futuro yerno

Deliciosa despedida de soltera

Kareem, nuestro masajista preferido

Mi clienta favorita

Bruno

Follando con la madre de mi mejor amigo

Con mi vecino Carlos

Aquella noche en la discoteca

Mi primer trio con dos maduras

El negro y su amigo