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Compañeras de piso (2)

en Lésbicos

Compañeras de piso (2)

 

 

La noche se alargaba entre juegos y gimoteos haciéndonos rabiar. Una cosa llevó a la otra y el conocer a nuestro nuevo amigo resultó toda una experiencia gratificante e inolvidable. No tardó Azu en aficionarse a aquel juguete del mismo modo que yo lo hice…

 

-          Nena, cierra los ojos por favor y no los abras hasta que te diga –exclamé en voz alta y antes de entrar al salón.

-          Los cierro, los cierro… ¿qué nueva sorpresa me tienes reservada? –preguntó riendo divertida mientras con las manos se tapaba los ojos.

Sentada en un lado del sofá, mantenía las piernas juntas y en el aire sin llegar  a posarlas en el suelo. Me humedecí los labios, la deseaba tanto y tanto que no podía esperar a empezar el juego que le tenía reservado. Sabía bien lo mucho que le gustaban a Azu las sorpresas y esa la iba a volver loca tan pronto la descubriera. Avancé despacio y paso a paso con el juguete entre las manos.

-          No abras los ojos todavía, todavía no cariño.

-          Tranquila Silvia, seré obediente y no los abriré hasta que digas –se la veía nerviosa y turbada.

A su lado quedé en silencio y con las manos ocupadas por nuestro nuevo amigo. Respiraba sofocada por el mucho deseo atenazándome, sabiendo yo sí cual era aquella sorpresa que a no mucho tardar quedaría desvelada. Azu se mantenía quieta pese a sus ganas por descubrirlo todo, suspiraba hecha un manojo de nervios por la novedad desconocida.

-          Ya puedes abrir los ojos nena –susurré junto a su oído en voz baja, para enseguida separarme dos pasos atrás.

Abriendo los ojos con dificultad, los primeros momentos le costó hacerse a la poca luz de la estancia. Pero rápidamente lo reconoció, abriendo la boca y los ojos como platos ante el delicado objeto que mis dedos atesoraban.

-          Por dios Silvia, ¿qué es eso?

-          Un nuevo amiguito que me he echado, espero que no te sientas celosa… lo compré el otro día y lo tenía guardado para una ocasión especial. ¿te gusta mi amor?

La sorpresa reservada no era otra que un conjunto de correas del que colgaba un enorme dildo en tono malva emulando perfectamente la forma fálica masculina.

-          Joder cariño, ¿qué es eso? Esta vez te has superado –rió con la boca hecha agua.

-          Es para que lo probemos juntas, ya verás…

Dejándolo a un lado, me estiré junto a ella buscándole la boca con malsano interés. Había que prepararla convenientemente antes de pasar al siguiente punto de la partida. Poniéndole la mano en el muslo, le acerqué la cara para sin esperar más atraparle el cabello y besarla sin darle tiempo a pensar. La besé de forma profunda, ahogándola con el beso, agarrándole el cabello por detrás y pegados los labios como lapas sofocando los alientos.

-          Te deseo Azu –exclamé separando las bocas y viendo ese mismo deseo marcado en el rostro sudoroso y descompuesto de mi amiga.

Nos besábamos de manera sensual, comiéndonos las bocas, tirando de sus cabellos hacia mí, teniéndola a mi lado, deseando tenerla siempre así y que no escapase a mis anhelos. Me volvía loca aquella gatita, conseguía sacar de mí las peores emociones, los más turbios pensamientos. Fue la misma Azu la que me entregó la lengua, atrapándosela furiosa para morderla y rasparla entre los dientes lo que la hizo gemir con fuerza.

Me entraron ganas de morderle el labio inferior, atraparlo entre los dientes e hincárselos con la fuerza justa para que le saliera una erótica gota de sangre. Azu gritó con la fuerte presión de los dientes lacerando tímidamente el tenue labio, Sorbí el líquido rojizo, dejándolo correr sobre la lengua, llenándome de ella, probando el sabor de la sangre que me entregaba.

Una vez más volvieron los besos y caricias entre nosotras, jugando la una con la otra, excitándonos a marchas forzadas y de la mejor manera. Sacándole la lengua para provocarla, rozándole la naricilla respingona con un simple golpe y dándosela luego al unirla con la suya. Apoyándole la mano, le clavé las uñas en la espalda corriéndolas muy despacio a lo largo del hueco de la misma. Esa forma sensual y tan femenina de su anatomía y de la que noté erizarse la tersura de la piel.

-          Ámame mi amor ámame –su voz desfallecida se dejaba enmudecer con el roce continuo de los labios y las lenguas, lamiéndole la mejilla, jadeando rabiosa sobre su rostro.

Como dice la cantante extremeña de adopción, ambas éramos oceánicas, volcánicas, eléctricas, ronroneando como gatitas cada vez que nos separábamos para respirar. Sentada y con las piernas abiertas, me apoderé de su sexo masturbándolo con los dedos al entrarlos y sacarlos tan pronto de forma lenta como mucho más deprisa. Eso la hizo abandonarse a lo que le hacía, llenando la habitación de grititos y sollozos de desconsuelo y regocijo al tiempo. Estaba empapada, mojados los labios abiertos con el resbalar de los dedos.

-          Fóllame Silvia, fó… llame –reclamaba que lo hiciera, notando yo cómo empezaba a extraviársele la mirada, los ojos medio en blanco.

Estremecida bajo mis manos, me acercaba el rostro fatigado, muy cerca del mío para acabar dejándolo caer al hombro donde ahogar los gemidos que le brotaban. Notaba su boca jadeante correrme la piel, llenándola de sus babas, jadeando como desesperada camino de nuevas y mejores sensaciones.

-          ¿Eso quieres perra? ¿quieres que te folle? –exclamé impostando un acento autoritario al engancharle los cabellos y plantarle los labios haciéndola perder el aliento.

-          Oh sí sí… fóllame… fóllame Silvia… No me hagas esperar más –sollozó impaciente tan pronto pudo hablar.

-          Bien probaremos nuestro nuevo amigo si es lo que quieres. A ver qué tal se porta –de pie junto a la cama y pasando una pierna y luego la otra, lo fui subiendo muy lentamente hasta dejarlo bien sujeto a la cintura.

Ya estaba todo listo para empezar el juego.

-          ¡Qué bien te queda, se te ve muy masculina y varonil! –la voz sibilante de mi amiga mientras un brillo de deseo se instalaba en sus bonitos ojos.

Lo observaba con mirada de interés, humedeciéndose un labio contra el otro, haciéndose la niña mala y sumisa frente a mí.

-          ¿Quieres probarlo nena? –la boca de ella abierta al escuchar mi oferta en forma de palabras tenues y alargadas.

Nada dijo, tan solo asintiendo con la cabeza para demostrar las muchas ganas por que la hiciera mía. Suspiró largamente al entrecerrar los ojos.

-          Ven, dame la mano y siéntelo –dije cogiéndosela para que notara el inquietante chisme.

Un nuevo suspiro prolongado lanzó al comprobar entre los dedos el volumen notable del falso pene. Quedó parada sin saber muy bien qué hacer, un ademán receloso cubriéndole la cara ante la presencia del dildo.

-          Es enorme –solo pudo decir, los ojos brillantes y estupefacta al pasar los dedos a lo largo del recio grosor.

Acercándome a mi amiga al quedar arrodillada sobre la cama, mi mano la tomó del cuello disfrutando de un pequeño piquillo rozándole el labio inferior.

-          Bien pequeña, ¿estás preparada para sentirlo?

-          Oh sí, dámelo, métemelo mi amor.

Quedando con las piernas abiertas al hacerla caer atrás, me metí entre ellas comenzando a beber levemente del néctar de su flujo. Azu respondió gimiendo en voz baja, apretándose los labios para no gritar, riendo y ronroneando con el nuevo roce de mi lengua sobre sus vellos rizados. Jugué con el clítoris haciéndola remover, preparándoselo, humedeciéndolo con mis babas que esparcía con la lengua a lo largo de la raja. La muchacha se estremecía, pataleando su placer, agarrada a las sábanas al clavarles las uñas y los dedos desesperada. Quería hacerla rabiar, prepararla convenientemente para lo que se avecinaba en nada.

-          Fóllame Silvia, chupamelo todo… así así mi amor –los gemidos me envolvían la cabeza.

Continué con mayor decisión si cabe, metiendo la lengua hasta donde pude, rodeando el diminuto botoncillo hecho ya un puro fuego, removiéndose ella agarrada ahora al cabecero de la cama. Gemía, se retorcía riendo entre hipidos, el rostro congestionado por la pasión que la dominaba, pidiendo más, más, más.

La dejé descansar temblando toda ella, abandonando su sexo y tirándome los cabellos a un lado. Todavía le pasé un dedo por encima, observando su sexo palpitante, la rajilla abrirse entre los labios que la envolvían, húmedos muy húmedos y perfectamente lista para poseerla.

-          Dime, ¿quieres mi polla? ¿quieres mi polla nena?

-          Sí, por favor… dámela, dámela no puedo esperar más.

Incorporándome hasta quedar arrodillada, le cogí las piernas llevándola hacia mí. El coñito poblado se veía apetecible en su desnudez. Aproximando el dildo a la entrada de su sexo, la imagen semejaba realmente la de un macho dispuesto a copular a su hembra. Entré en ella imitando el movimiento masculino de la penetración, despacio y horadándola al entrarle el grueso objeto. Apoyándole la forma fálica, me dejé caer muy lentamente pudiendo ver ambas cómo le abría el coñito tragón. Azu reía llena de vicio, pasándose la lengua por los labios, la pierna levantada y sujeta por mi mano al aprovechar para penetrarla resbalando muy lentamente para que lo disfrutara más.

El miembro violáceo le entraba y salía, centímetro a centímetro, deslizándose suavemente en busca de un nuevo placer mucho más profundo y placentero. Le pregunté si quería que saliese a lo que contestó rauda que no, que se la metiera, que la quería toda entre sus paredes angostas.

Y así comencé a follarla, moviéndome despacio y hundiéndome hasta hacer tope, volviendo a salir y a caer en su interior sacándole un grito largo y sincero. Era evidente que le gustaba, imposible mentir con aquel torrente de emociones a flor de piel. Separándome ligeramente de ella para quedar bien arrodillada, acompañé el roce pélvico con el de mis dedos por encima de su flor rosada, acariciándole el clítoris y lo que quedaba libre de su sexo ocupado por mi turbia presencia.

-          Clávamela Silvia, dios es fantástico… me muero, me muero…

De ese modo inicié el conocido movimiento masculino, convertida en su macho en forma de hembra complaciente y deseosa de cumplir todos sus muchos deseos. Ayudada por su terrible humedad, resultaba fácil hundirme en ella, penetrándola entre sus lamentos ahogados, empujando de manera seca y precisa hasta darle a sentir el tremendo monolito entrándole hasta lo más hondo. Quedé unos segundos quieta dentro de ella, dejándola reposar la turbación que la embargaba, las dos quietas gozando tan solo el amable momento.

-          ¿Te gusta mi amor?

-          Me encanta… la siento toda, vamos empuja –pidió al empezar nuevamente a movernos ambas de forma acompasada.

Enterrándome siempre con lentitud extrema, no buscaba otra cosa que su placer el cual haría crecer sin duda el mío. Los muslos se rozaban con el golpeteo del folleteo, el falso miembro empujando revoltoso sobre su sexo haciéndola gimotear mimosa animándome con la mirada. Teniéndola cogida de las caderas, cayéndole encima, una y otra vez y sin descanso.

-          Sí sí, empuja con fuerza… fóllameeee.

Y entonces empecé a follarla con fuerza y rapidez, golpes secos con los que hacerla gritar dolorida. Sollozando las dos palabras sucias y llenas de contenido erótico, clavándola hasta hacer tope, hablándola al oído al cogerla del pelo y atraerla junto a mi boca. El coño se abría desgarrado por la potencia y vigor extremos, rápidos movimientos de caderas con los que hacer mayor impulso al entrar en ella. Azu gritaba agarrada a mi brazo, los ojos llorosos mitad por el dolor mitad por el placer que le hacía sentir. Se la veía tan hermosa y exhausta bajo el veloz golpear al que la sometía.

Y lo mejor de todo es que aquel miembro violáceo nunca se cansaba, podríamos estar así horas y horas y siempre se mantendría duro y firme para el placer de ambas. Me movía dentro de ella con la mayor violencia, la pobre Azu dejándose hacer sin escapatoria y soportando como podía el ritmo vertiginoso de la copula. Chillando llorosa, gritando su desazón, la habitación repleta de sus gritos que sin duda los vecinos chismosos oirían. Pero yo en nada de eso pensaba, tan solo en follarla y follarla hasta conseguir un nuevo orgasmo en mi amiga que no paraba de gritar y aullar angustiada bajo el tratamiento ciertamente horrible que le daba.

Agarrada al cabecero, gracias a ello podía hacer mayor fuerza, penetrándola furiosa, fuera de mí y comprendiendo ahora lo que los hombres pueden sentir al poseer la debilidad femenina. Adentro y afuera sin un solo respiro, dándole toda la caña de que era capaz, la preciosa muchacha aparecía ante mí descompuesta con los cabellos mojados cubriéndole el rostro sudoroso y estropeado. La cama se movía bajo nuestros cuerpos con el constante ir y venir balanceándonos la una sobre la otra, una, dos, tres veces jadeando las dos en nuestra completa locura.

Azu no paraba de pedir que la follara, que se la diera, que se la hiciera sentir entera. Saltándole encima, empujándola con fuertes golpes de riñones la hacía clavar contra las sábanas deshechas que dejaban ver parte del colchón. La pobre gritaba y chillaba fuera de sí, apoyada ahora la pierna sobre mi hombro donde descansaba.

-          ¡Me voy a correr, me voy a co… rrerrrrr!

-          ¿Sí? ¿te vas a correr perra? –le pregunté con un punto de maldad y sacando la lengua con la que rodear lasciva los labios.

-          Sí sí… métemela toda… aaaarrrghhhh.

Así apenas unos segundos más hasta que quedando quieta y desamparada la vi correrse bajo mi cuerpo que la cubría llenándola por completo. Tomándole la boca la besé saboreando sus quejidos y grititos exhaustos. De ahí caí al cuello que rocé y lamí arriba y abajo hasta acabar mordiéndole ligeramente el mentón. Ella, gimoteaba abrazada a mí, se dejaba hacer inmóvil dejando que fuese yo la que la relajara y recuperara de su inquietud.

-          Bufffff, ha sido tremendo… qué bueno, qué bueno Silvia… menudo polvo me has sacado. Me encanta ese juguete…

-          Sí eh, ¿te ha gustado perra? –mi boca junto a la suya viéndola recuperarse lentamente bajo el roce tranquilo de mis dedos por encima del pecho.

Le rodeaba el pezón sensible y oscuro haciendo pequeños círculos con los dedos, jugando con las uñas por encima, sintiéndola vibrar solo con ese tímido roce. Descabalgué al fin de ella, colgándome entre las piernas el miembro vigoroso y sin un punto de fatiga. Agarrándola del pelo la hice levantar quedando sentada frente a mí con lo que aprovechamos para besarnos una vez más de manera fugaz y suave.

-          Te quiero pequeña –declaré en un momento de confidencia.

-          Oh mi amor, mi amor –gritó ella nada más oír mis palabras, lanzándose sobre mi boca y besándome con las manos tomándome la nuca.

-          ¿Sabes lo que me gustaría? – su voz entrecortada acariciándome con suavidad el oído.

-          Dime nena.

-          Follarte yo ahora –aseguró con la misma voz entrecortada pero plena audacia en lo que me decía.

-          ¿Si, eso quieres? Eres mala pequeña.

-          Lo soy, ya lo sabes. Tú haces que lo sea.

Y cogiéndome de las caderas con impaciencia y rapidez por parte de ambas, el amable arnés quedó suelto desapareciendo a continuación entre mis pies.

-          ¿Quieres probarlo? –preguntó Azu con el arnés ahora entre las manos.

-          Me encantaría ver lo que se siente –exclamé cayendo con las piernas dobladas sobre la cama.

-          Ya verás… te lo haré pasar al menos tan bien como has hecho conmigo.

-          ¿De verdad, no me engañas? –la provoqué ronroneando al removerme entre las sábanas sabiendo lo mucho que le ponía aquello.

Mientras le hablaba, Azu aprovechaba para acomodarse el exquisito trasto que ciertamente producía pavor a la vista.

-          ¡Qué grande es!

-          Pues verás cuando lo sientas dentro –avisó perversa de lo que me esperaba.

-          Ummmmmm –me acomodé con las piernas abiertas y dobladas mostrando mi coñito  a su mirada.

Enganchándome de la cintura me hizo volver boca abajo para, con un golpe seco en los riñones, hacerme caer con la cabeza hundida en la almohada. De ese modo quedé expuesta  y con el culo levantado y en pompa. No pude verla, la mirada echada al otro lado, esperando lo que vendría mientras me removía hecha un manojo de nervios. Las manos de la muchacha se apoderaron de mis cachetes, apretándolos y manoseándolos entre los dedos, removiendo yo el culillo en busca de más caricias.

-          Me encanta tu culo… prieto y duro –los dedos clavados en mis redondeces, provocándome un delirio morboso.

Y entonces grité de emoción al notar sus manos tomarme las nalgas y cómo su boca se enterraba entre mis cachetes empezando a chupar con ganas. Bramé sorprendida  por su audacia, la lengua corriéndome la vulva en su totalidad arrancándome aullidos placenteros. También Azu sabía qué hacer cuando quería, sabiendo sacar de mí los mejores placeres. Salté sobre la cama al notarme acariciada y lamida de aquel modo tan fascinante. Hundida entre mis nalgas, podía notar el roce de su respiración por encima del trasero. Luego, la lengua buscarme entre los cachetes igual un agujero que el otro. Suspiraba con su malicia, agarradas las sábanas entre los dedos, sollozando y pidiéndole mucho más.

-          Eres mala nena… eres mala conmigo… continúa…

La lengua insaciable continuaba rozándome experta, metida entre mis cachetes y enterrándose un tanto entre las paredes de la vagina. Yo volví a saltar, buscándole la boca, reclamando mayores atenciones, deseando con locura el roce de aquella lengua. Azu dejó caer sus babas humedeciéndome luego con la lengua, arriba y abajo, corriendo de un agujero al otro, jugando y abriendo tímidamente el estrecho agujero trasero.

-          Oh dios, sigue mi amor… chúpamelo, chúpamelo –gritaba rabiosa por el solo roce de aquella lengua en tan sensible y peligrosa zona de mi cuerpo.

No sabía ya donde agarrarme, tan pronto las manos en las sábanas como llevándolas  al cabecero donde resbalar sin nada a lo que sujetar. La lengua y los labios corrían golosos lamiendo y trabajando el sexo a conciencia, humedeciéndolo y devorando mis jugos, bebiéndolos con avaricia al hundir sin descanso la lengua rasposa. Con las manos me abría las nalgas a los lados para facilitarse ella la tarea.

-          Qué culito tan rico tienes mi amor… tan duro y apetitoso –exclamó mordiéndolo al tiempo que lo pellizcaba suavemente.

Y de nuevo metiendo la cabeza y enterrando la lengua lo que podía, rozando el anillo tratando de abrirlo mínimamente.

-          Ven cariño,,. abre bien las piernas –cogiéndome la pierna y tirándola a un lado hecha un guiñapo.

El culo elevado, me incorporé quedando a cuatro patas antes de que volviese a bajarme la cabeza, empujándome con fuerza la espalda. Abiertas las piernas me encontraba perfectamente preparada para ser poseída. Sin parar de reclamar su presencia, noté el grueso capuchón apoyarse en el estrecho agujero resbalando lentamente abajo. Azu luchaba por acomodarlo, pasando arriba y abajo, quedando parada en busca de la mejor posición. Me rozaba toda la zona, lo sentía duro y atroz en su terrible aspereza. Y lo peor de todo era no saber qué sucias ideas llenaban la loca cabecita de mi amiga, qué me tenía reservado en sus obscenos pensamientos.

-          Por favor, por favor –hipaba allí tendida en espera de cual fuese mi suerte.

-          ¿Te gusta pequeña?

Asentí removiendo el trasero y con un tenue murmullo, las piernas abiertas aún más al incorporarme arriba. Me golpeaha el trasero haciéndome rabiar, la verdad que la cabrona me lo estaba haciendo sufrir.

-          Por favor, por favor… no me hagas esperar más…

-          ¿Sí?

-          Fóllame… por favor, por favorrrr.

Y entonces sí sentí la penetración horrible en mi coñito irritado, quedando sin respiración ante lo intenso del encuentro. Entrándome la cabeza suavemente, acomodándose el anillo al grueso visitante, resbalando con timidez entre mis paredes estrechas. Abrí los ojos para volver a cerrarlos, gritando mi placer sobre la sábana. Me agarré a la misma, intentando incorporarme para de nuevo caer rendida sobre la cama. Era agotador y terrible, el estrecho agujero me quemaba, haciéndome arder las entrañas al abrirse con el empuje. Las manos sobre los glúteos, se dejaba caer entrando de forma pausada y sin prisa alguna. Centímetro a centímetro de aquel grueso animal, ardiente y sin vida.

Haciendo fuerza, buscando acomodarse entre mis cachetes abiertos. Salía para volver a entrar, ayudándome a hacerme al tamaño atroz del largo falo. Lo sacó una vez más para llevarlo al hueco donde se entreabría el estrecho canal de mi vergüenza. Supliqué que lo hiciera lentamente.

-          Con cuidado amor… es demasiado grande… con cuidado  -el culo parado bajo sus manos que trataban de abrirlo a los lados

Un cachete me dio haciéndome gritar, un cachete duro y seco sobre mi bonita y prieta nalga. Adentro una vez más soportando la presión como podía.  Apretando, apretando con dificultad por lo poco dilatada que aún me encontraba. Gritaba, me removía intentando escapar a mi suplicio, sin permitírmelo ella que me tenía bien agarrada de la cadera y el glúteo. Empezó a empujar, deslizándose ahora con algo de facilidad. Adentro y afuera, sodomizándome de forma lenta pero precisa, cayendo sobre mi espalda que llenó de besos agradeciéndome la entrega.

-          ¿Te duele nena? ¿Así despacio te gusta?

-          Despacio… despacio sí… me quema Azu… con cuidado… -respondí sus dulces palabras dando a conocer mis quejas.

Ya no paró, tomada de las caderas como me tenía y perfectamente aposentada en el interior de mi tierno agujero ya abierto bajo sus designios. Me follaba sodomizándome cada vez con mayor rapidez y facilidad, al parecer empezaba a soportar mejor el tormento al que me sometía. Resbalando adentro y afuera y cada vez más trozo del recio animal.

-          ¿Te gusta? Dime, ¿te gusta cómo te lo hago? –la voz ronca de Azu dueña de mí por completo.

-          Sigue, con cuidado sigue mi amor –no dejaba de hipar con cada nuevo golpe con el que parecía abrirme en canal.

Saliendo entre los bramidos de ambas, se enterró ahora en mi vagina penetrándome de un golpe hasta quedar completamente llena. Gimoteé con su violencia, abriéndose mis paredes al grueso invasor. Jadeé caída sobre la cama, mostrando con ello lo mucho que me gustaba el cambio al otro agujero. Azu se matuvo quieta en mi interior, jadeando y sollozando y empezando ahora mi amiga a moverse esta vez hundiéndose poco a poca a a mayor velocidad y ritmo. Como digo el movimiento fue ganando en intensidad, empujando ella al enterrarse mientras yo seguía el juego echando el culo atrás para acompañar la follada.

-          Dámela, dámela –gruñía mordiendo la sábana entre los dientes.

Azu se enterraba lentamente, disfrutando cada golpe que daba, poseyéndome entre sus manos y con el lento ir y venir.

-          Tómala pequeña, tómala toda –exclamaba entrándome hasta el fondo, quejándome yo ante lo profundo del gesto pero deseando que volviese a hacerlo una y otra vez.

De nuevo fue tomando velocidad, facilitada por mi humedad y su seco percutir. Adentro y afuera, las nalgas abiertas y echadas arriba para así poderla meter más profundo. Suspiraba, aguantaba las embestidas, lloraba de gusto y satisfacción llevando mis dedos al coñito que masturbé arriba y abajo. Las manos de mi amiga en las nalgas, sintiéndose dueña de mí, suspirando por mi parte y murmurando ella cada vez que me daba.

-          Fóllame, fó… llame… oh, es fantástico sigue…

-          Sí sí… más fuerte, más fuerte cariño –la mano atrapando la almohada como forma de alivio y mínimo desahogo.

Por abajo me masturbaba yo misma, moviendo los dedos con rapidez, pasándolos por encima de la dura pepitilla que se envalentonaba con cada nueva fricción. La follada continuó entre mis nalgas, lenta muy lenta y despacio, adelante y atrás, resbalándome ahora de forma rápida obligándome a pedir más y más.

-          Oh sí cariño, fóllame… fó… llame no lo soporto más.

-          Clávamela, clavamela mi cielo… diossssss.

Escapando de mi lado, cayó sobre el cuello besándolo y comiéndolo con fruición. Yo reí quejosa pidiéndole seguir, en ese momento no quería otra cosa que sentirme llena por ese miembro grueso y ardiente. Sin embargo, Azu se entretuvo unos instantes llenándome la espalda de pequeños besitos, besándome el hombro y descendiendo espalda abajo con la lengua. Gemí entregada a la caricia, sintiendo un escalofrío correrme el cuerpo espalda arriba. Me removía entre sus manos, suspirando largamente, reclamando un nuevo orden de cosas en que alguno de mis agujeros tomara el protagonismo debido.

Aquel escalofrío me hizo caer sobre la cama, rendida y abrazada a la almohada que mordí con angustia creciente. Necesitaba algo más y lo necesitaba ya. Entonces Azu se incorporó haciéndome abrir las nalgas con las manos. Doblando las rodillas facilité el elevar el culillo mostrándolo nuevamente dispuesto.

-          Fóllamelo, fó… llamelo… no me hagas esperar más –rabié animándola a hacerlo.

Y así, mi amiga se dedicó unos minutos a lamer y chupar el agujero trasero entre los débiles grititos satisfechos que mi boca producía. Lamía la raja pasando la lengua por encima y subiéndola al otro agujero sacándome un suspiro ahogado. Gritos placenteros escapaban de mis labios, rozándome la lengua diabólica al humedecer mi oscuro agujero con su saliva que dejaba caer suavemente. Yo me retorcía, loca por completo, notándome el anillo frotado y humedecido con sus dedos que me corrían la zona en pequeños círculos.

No paraba de pedirle que lo hiciera, que me hiciese suya de una vez por todas, las caderas removiéndose por sí solas como si tuviesen vida propia. Azu tomó una vez más posición tras mi trasero, cogiendo con los dedos el largo instrumento que tanto temor y deseo me producía al tiempo. Apoyado sobre el estrecho agujero lo dejó deslizar por encima muy despacio. Echando la mirada atrás le pedí que lo hiciera, que me lo metiera sin esperar más.

Sin decir palabra, Azu lo fue entrando suave y profundamente abriéndose el anillo bajo su empuje. Aguantando yo la respiración pues pese a la follada anterior no me acostumbraba al tamaño horrible. Lentamente fue entrando para, finalmente y con dos fuertes golpes, introducirse hasta el final. El miembro me horadaba, nuevamente ese ardor bien conocido y al que como digo no me acostumbraba sintiéndome las paredes desgarrar bajo el atroz empuje. Tomada de la cadera, Azu fue moviéndose y sodomizándome muy lentamente pero sin descanso, adentro y afuera, muy despacio y de forma algo más rápida según el estrecho canal se iba dilatando.

Con sus dedos por abajo, trató de tranquilizarme al masturbar la vulva empapada de mis jugos. Acompañando con ello el lento rebotar, multitud de sensaciones recorría cada poro de mi ser.

-          Fóllame mi amor, fóllame –volví a pedirle con la mirada en la suya, viéndola dueña de mi persona.

Mordí los labios como forma de respiro, apretándolos con fuerza pudiendo de ese modo acallar la terrible desazón que me consumía.  Azu continuó sodomizándome, tan pronto con golpes bruscos y secos como parando y moviéndose mucho más lenta y pausada. Y mi estrecho culito haciéndose al duro desgarro, abriéndose al recio falo violáceo que lo lastimaba con sus constante golpear.

-          Me matas… clávamela, clávamela –pedí sabiéndome próxima al orgasmo.

El mismo se presentó de manera rutilante entre mis piernas, haciéndome gritar mi placer y temblando toda yo al menear las caderas alrededor del eje brillante y hecho fuego. Al tiempo, Azu me tenía bien cogida evitándome así el poder escapar.  Por fin me sentí libre de ella al resbalar fuera de mí escuchándose un flop sonoro.

-          Ven cariño, deja que te bese –me susurró mi amiga junto al oído, mezclándose el turbio respirar de ambas en el silencio de la habitación.

Tras todo aquello acabamos en la cama, siguiendo un rato más con nuestros juegos para finalmente quedar dormidas y abrazadas plácidamente la una a la otra. Era evidente que aquella noche no iba a trabajar ni estudiar y más tras empezar con aquello…

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Nenitas lascivas (1)

La mujer de la verdulería

Asistencia en carretera

Hermanita viciosa

Helado de vainilla y chocolate

Sexo con mi tío

Un encanto de hombre

Ninfas hambrientas

Perdiendo el control junto a mi sobrina

Recoger a los niños al cole

Nines, mi dulce sobrinita

Deleites negros

Sesión de las seis

Amante desconocido

Visita muy provechosa

La boda de mi prima (3)

La boda de mi prima (2)

La boda de mi prima (1)

Sorpresa agradable en compañía de mi sobrina

Placeres desenfrenados

Intimidades lésbicas

Gozando con mi suegra

Juventud negra

Caricias entre mujeres

Yo os declaro marido y mujer

Pasión desmedida

De vacaciones por Mallorca

Yendo de compras

Visitando a mi tía Leire

Feliz descubrimiento con mi tío Blas

Reunión de trabajo y placer

Pasando el domingo con un matrimonio muy liberal

Noche de sábado muy movida

Encuentro inesperado

Montándomelo con mi querida tía

Abandonando el lecho conyugal

Amores lésbicos

Amor incestuoso entre madre e hijo

Orestes, el jardinero de mis padres

El lento despertar de la bella Sara

Viaje en el Ave Madrid-Barcelona

Mi mujer es una guarra de mucho cuidado

Acabé siendo una verdadera puta

Encuentro casual con mi cuñada

Sensuales caricias maternas

Empieza el día en el ascensor

Contacto con mi nuevo amante y mi sobrina

¡Fuera prejuicios!

Tres semanas en casa de mi prima (2)

Dinero sangriento

Seducida por una desconocida

Tres semanas en casa de mi prima (1)

Mi primera experiencia en el incesto

Un pintor de brocha gorda

Iniciándonos en el intercambio de parejas

Deseos húmedos

Amando a mi compañera del instituto

Viaje caliente a París

Un hombre de ocasión

Dos amantes retozando frente a mi ventana

Perdí la decencia con mi joven cuñado

Amores perversos en un hotel

Es estupenda mi tía Mónica

Juegos femeninos

Incesto con mi padre y mi hermano

Quitándole el novio a mi hermana

Una tarde en el cine

Acabando con la virginidad de mi sobrina

Encuentro amistoso

Sintiéndome puta con el negro

Me cepillé a mi tía

Violación fallida

Follando con el novio de mi nieta

Polvo antológico con mi hijo

El profesor universitario

Trío con mi mujer en un restaurante

Conversación entre dos amigas

Seduciendo a una mujer madura (2)

Seduciendo a una mujer madura (1)

Un día de playa (2)

Un día de playa (1)

Mi adorable Yolanda

Una noche loca junto a mi hijo

Madre e hijo

Intensas vacaciones con la familia

Navidades junto a mi sobrino

Mi tía Maribel

Tres mujeres para mi hijo

Me follé a mi propio hijo

Con Emilio en el aeropuerto

En el baño con mi amante argelino

Un buen polvo en los probadores del Corte Inglés

Disfrutando del cumpleaños de mi joven yerno

Cálidas vacaciones de verano

Volviendo a la playa nudista

En la playa nudista

Jodiendo con el cachondo de mi sobrino

Daniela, la madre de mi amigo

Conociendo íntimamente a mi hijastro

Mi querídisimo sobrino Eduardo

Un maravilloso día con mi futuro yerno

Deliciosa despedida de soltera

Kareem, nuestro masajista preferido

Mi clienta favorita

Bruno

Follando con la madre de mi mejor amigo

Con mi vecino Carlos

Aquella noche en la discoteca

Mi primer trio con dos maduras

El negro y su amigo