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Nada mejor que el verano (2)

en Amor filial

Nada mejor que el verano (2)

 

Igual que se lo había hecho con la hija se lo hizo con la madre dándole lo que tanto necesitaba. Aprovechando el quedar solos, nuestros protagonistas gozaron en la cocina de un buen rato incestuoso. Como bonus el encuentro con la amiga de su querida prima. ¿Qué más puede pedirse a unas vacaciones?…

 

 

Los días de vacaciones transcurrían del modo agradable que os contaba, pasando demasiado rápido para mi desgracia pues si por mi fuera no dejaría que acabaran nunca. La vida se nos muestra tantas veces acelerada y caprichosa que no debemos dejar de aprovechar las ocasiones que se nos dan, tomándolas al vuelo y sin pensar en más. ¡Carpe diem, como bien nos hacía ver el autor latino!

Como os decía, aquellos días de mi visita a la costa levantina resultaban sofocantes por la humedad y lo mucho que el sol picaba. Gracias a lo templado del agua de la playa, además de los constantes chapuzones en la piscina y los muchos líquidos para ingerir en lo agradable de una sombra donde techarse, podía uno librarse mínimamente de los efectos nocivos del rey sol.

Con el grupo que formábamos y en la buena compañía de Tania y Carmela, la estancia resultaba para mí de lo más grata y encantadora que podáis imaginar. Y más tras lo sucedido con mi prima en el baño del apartamento. Algo que teníamos pendiente y que ambos disfrutamos de la mejor manera como bien sabéis. El tenerla tan cerca a todas horas y con los cuerpos cubiertos por tan pocas ropas, me hacía todo ello desearla aún más. Tenerla tan cerca y no poder realizar en cualquier momento lo que realmente me hubiera apetecido hacer tras el tempestuoso rato vivido a su lado. Besarla como enamorados, tomarla en brazos, abrazarnos en el interior del agua los dos pegados tan próximos el uno al otro… Alguna que otra gran erección sufrí bajo lo pequeño del slip, lo que no pude evitar que las chicas tomaran en consideración, incluso las más jóvenes, mostrándose altamente sorprendidas ante aquella presencia desconocida hasta entonces para ellas.

Y por la noche lo pasé en mi cuarto, inquieto y excitado por el recuerdo de su cuerpo húmedo y desnudo junto al mío. El recuerdo de cómo me la comió de manera cariñosa y experta y cómo luego retozamos e hicimos el amor en lo solitario de la vivienda aprovechando la ausencia de mis tíos. En la cama, me acaricié disfrutando mi propia desnudez hasta acabar corriéndome saltando todo aquello por encima del vientre y el pecho, del mismo modo que había caído por encima del bello rostro de mi querida prima.

En la playa, en la piscina o allí donde se daba la buscaba a todas horas, de manera disimulada y tratando de repetirlo. Tania sonreía maliciosa, evidentemente con las mismas ganas que yo tenía por un nuevo encuentro. Y por la noche al fin volvimos a hacerlo. Fue ella la que me buscó, metiéndose en mi cuarto donde de la forma más silenciosa posible nos encamamos, pudiendo gozar de su pequeño cuerpo de sinuosas y redondas formas. Me ponía, me ponía mucho igual que yo la ponía a ella.

Con tranquilidad gozamos del cuerpo de uno y otro, acariciándonos y conociéndonos más y más. Nos besamos con suavidad y creciente apasionamiento a partes iguales, saboreándonos las bocas y las lenguas, pasándonos las salivas y mordiéndome ella el labio al atraparlo suavemente con los dientes. Las manos corrían desenfrenadas los cuerpos, apretándole los pechos desnudos que el fulgor de la luna hacía brillar entrando a través de la ventana medio abierta. El silencio de la noche solo perturbado por el balanceo de los cuerpos, buscándonos con deseo irrefrenable.

Me la comió del mismo modo que en el baño, saboreándola y haciéndola crecer con el constante ir y venir de sus labios, lengua y manos atrapando y jugando con el delicado y sensible falo. El verla hacerlo me hacía gemir y reclamarle más con la mano caída en sus cabellos. Me corrí en su boca, tragándolo ella lo que pudo y sin soltarme, descubriéndola con un golpe dejar correr garganta abajo el líquido seminal y amargo que devoró hasta donde pudo. Los ojos le brillaban de un modo especial en lo oscuro de la noche, ojos gatunos y de enamorada buscándome la boca para acabar besándonos de un modo completo.

Luego y tras unos minutos me hizo recuperar, lo que aprovechamos ahora sí para follar y removernos entre las sábanas a nuestro placer. Me montó moviéndose como la diosa que era, los cabellos cayéndole sobre el hombro y la espalda al arquearse echando el cuerpo atrás. Le atrapé los pechos dejándola cabalgar sin descanso, gimiendo en voz baja al dejarse caer hasta el final. El rostro descompuesto por el placer, cambiamos quedando ahora en posición misionero con lo que la tenía dispuesta y entregada por entero a mí.

Se corrió dos veces con el fuerte golpeteo al que la sometía, adelante y atrás para caerle encima y besarnos morreándonos furiosamente. Finalmente, a cuatro patas agarrada al cabecero de la cama hasta que me corrí nuevamente echándoselo todo en el culo y la espalda. Un polvo silencioso pero salvaje y ciertamente reparador que era lo que necesitábamos, Despidiéndonos con un beso húmedo y, con el mismo silencio que había llegado, escapó camino de su cuarto donde imagino dormiría con una sonrisa en los labios.

Pasando a otra cosa, no tardó en darse para mi placer otro tipo de encuentro igual de agradable pero diferente e inesperado al tener a mi tía Modesta como protagonista. Alegre, natural y de trato cordial como lo era, la tía Modesta me comía a besos siempre que podía contenta por tenerme con ellos. Con el cachondeo que llevaba gracias a Tania, poco a poco empecé a reparar en mi tía. Tumbada en el césped junto a la piscina, la mirada se me iba sin remedio sobre su cuerpo maduro y todavía de buen ver. Tenía varios polvos de eso no cabía duda y el saber por mi prima que su marido no la consolaba lo que debía, empezó a abrir un interés en mi persona por la madura mujer.

Sus piernas gorditas y de muslos rollizos, marcados por la inevitable celulitis, la vista se me iba hacia ellos tan hermosos y bronceados como los tenía. Solía vestir un oscuro bañador azul marino que le marcaba la gruesa figura de un modo terrible y sugestivo. Pero otro día, se atrevió con un bikini estampado y blanco, de amplias cazoletas y con el que la barriga se le veía sensual y algo prominente. De todos modos, pronto descubrí mi interés en ella por lo que entre mis piernas ocurría. Las incipientes erecciones que con tanta mujer alrededor se daban en mí y que me tenían en todo momento alerta ante cualquier posibilidad de encuentro.

La cosa con ella se dio dos días más tarde quedando solos en casa. Con mi tío fuera, su hija marchó por la mañana al súper a comprar provisiones mientras yo me quedaba a ayudarla a preparar la comida. Y a otras cosas que le ayudé.

-          Marcho a comprar –comentó Tania, vestida con su conjunto de camiseta roja y faldilla negra, al tomar de encima de la alacena las llaves del coche.

-          No tardes hija y cuidado con la carretera.

-          No te preocupes mamá, iré con cuidado como siempre hago –dijo acercándose a su madre y dándole un cariñoso beso en la mejilla.

Con las llaves en la mano se despidió igualmente de mí.

-          Estate preparado para cuando vuelva que iremos con Carmela y los chicos.

-          Bueno os dejo, cuida de mi madre –exclamó regalándome otro beso en la mejilla tras empinarse junto a mi oído, para despedirse finalmente con un guiño de ojo.

-          Nos vemos enseguida, ten cuidado como dice tu madre –dije volviéndome a ella.

-          Lo haré –la escuchamos decir tras desaparecer de la cocina.

-          Y dime, ¿qué tal con Tania y sus amigos? ¿Lo pasas bien? Siempre os habéis llevado bien los dos –empezó la tía Modesta la conversación tras la marcha de su hija.

-          Bien, muy bien tía –respondí sin querer comprometerme más.

 

-          Siempre me gustaste para ella, tan serio y responsable como pareces. Este es un pequeño secreto y que ahora en confianza te cuento. Si fuese yo más joven no te dejaba escapar –comentó de sopetón antes de ruborizarse por tan directa confesión.

¿De manera que mi tía se sentía atraída por mí? Vaya, vaya con la tía Modesta quien hubiera pensado semejante sorpresa.

-          Tía, esas cosas es mejor no prepararlas. Mejor que surjan por sí solas –dije como sin dar importancia a su anterior comentario, pero desde luego que bien que tomaba nota de ello.

-          ¿Quieres decir que te gusta? –brillándole la mirada imagino ante la perspectiva de poder verme con su hija.

-          Bueno, estos dos años se ha hecho toda una mujer –respondí pensando para mí en el buen rato pasado con ella.

-          Tienes razón, bien nunca se sabe… dejémoslo por ahora.

¿Mi querida tía me quería meter a mi primita por los ojos? Si mi querida tía supiera los buenos momentos que con su hija había pasado… De ahí a lo otro solo quedaba un pequeño paso.

Entre las dos, madre e hija, me iban a dejar irritado, dolorido con tanto trajín como las dos me daban. A ese paso no iba a tener fuerzas para tanta mujer y de modo tan seguido pero claro no me negué a la lucha como podéis imaginar. Cuando las oportunidades se dan no pueden dejarse de lado, Si con la hija había resultado de lo más fácil y sencillo el hacerle el amor, con la madre fue aún más rápido por lo muy sola y necesitada de caricias y cariños que se encontraba. De hecho fue ella la que se me lanzó encima sin yo esperarlo.

Los dos solos en la cocina, nada hacía presagiar lo que se me venía encima. La tía Modesta vestía aquel día una blusilla negra sin mangas y de ligero escote junto a una vaporosa y plisada falda blanca por encima de las rodillas y que le escondía lo que a mí tanto me hubiera gustado descubrir y observar tan pronto hubiese tenido ocasión. Unos zuecos de tacón medio finalizaban el conjunto con el que se movía a mi alrededor buscando los utensilios que necesitábamos, Los dos pegados a la encimera, juntos y pasándonos unas cosas y otras el roce de los dedos se hacía inevitable. Ella seguía a lo suyo con el delantal sobre la falda y preparando una fresca y refrescante ensalada variada.

-          Felipe, la otra noche os escuché en tu cuarto.

-          ¿Cómo dices tía? –respondí a sus palabras haciéndome el tonto.

-          Me has escuchado perfectamente, Tania y tú haciendo vuestras cosas en tu cuarto.

-          Al principio me costó creerlo pero luego todo fue más claro para mis oídos.

-          ¿Te molesta tía? –mi pregunta ahora totalmente clarificadora como respuesta a sus palabras.

-          Bueno, no claro que no. Es más bien que no lo esperaba. Ya te dije que siempre me gustaste para ella.

-          Somos jóvenes los dos y el verano y el calor ya se sabe…

-          Sí claro, eso es. Las hormonas que se os disparan.

Tras sus últimas palabras, estuvimos en silencio trabajando con los diferentes ingredientes de la comida. Pero algo había cambiado entre ambos, el conocer mis furtivos encuentros con su hija no sabía el efecto que en ella habría podido producir. La tía Modesta era prima segunda de mi madre, se llevaban apenas tres años y como os decía se mantenía todavía lozana y exuberante pese a los años y al nulo interés que su esposo evidenciaba hacia ella.

Y sin más ni más me vi junto a ella, abrazados en silencio en lo luminoso de la cocina que el amplio ventanal dejaba ver. Las bocas muy cerca la una de la otra pero sin llegar a besarnos, provocándome ella al acercármela tan peligrosamente, para retirarla al momento sacándome los primeros bramidos de deseo.

-          Sabes, me puso loca el escucharte con Tania, tuve que hacerme unos dedos después.

-          Me pones Felipe… bésame, bé… same… no me hagas sufrir más… -confesó su deseo por mí al pedir mis besos sin reservas.

Mis manos cayéndole a la falda, apreté las anchas caderas arrancándole un tímido gemido de aprobación. Bajo mis dedos se notaban rotundas y firmes, de carnes duras y prietas que me encantó estrujar ayudado por la ninguna negativa por parte de la mujer. Las bocas de nuevo muy cerca y sin querer apartarse, podía sentir el aliento cálido y acelerado de mi tía. ¡Sin decir nada me decía tantas y tantas cosas!

Sin embargo, no tardé en verla separarse de mi lado con un grito confundido, los ojos fuera de las órbitas y sin saber los dos donde meternos.

-          Cariño no, no puedo… déjame, déjame ha sido todo un error –exclamó apartándome de su lado con las manos.

-          Mi marido, mi hija… ¿qué puedes pensar de mí? –hipando con la mirada perdida en su total desesperación.

-          Tía tranquila, no te preocupes no pasa nada –dije tratando de quitar hierro a la situación.

-          Sí claro, eso lo dices porque eres un hombre… ¿pero qué hay de mí… una mujer casada y con mi propio sobrino? No puede ser, no puede ser…

Todo aquello me dejó parado aunque también me pareció un poco teatro por su parte. Sus sollozos leves, sus hipidos de mujer desconsolada por la vergüenza, todo aquello me tenía con la mosca tras la oreja. ¿Con su marido fuera y haciendo marchar a su hija a la compra para que quedáramos solos? –pensaba para mí viéndola echarse las manos al rostro. De todos modos me faltaba la seguridad completa en ello de manera que como pude traté de tranquilizarla, en el caso de que mis suposiciones fueran equivocadas, buscando acercarme a ella pero me rechazó nuevamente dando un salto atrás.

A mí eso me puso aún más, verla buscar escapar de mis caricias y besos me hizo desearla mucho más de lo que ya la deseaba. Pronto y sin esperarlo, mi amigo empezó a responder a su presencia tan próxima. No estaba bien aquello pero no podía evitar el deseo que mi tía producía en mi persona. Y el tenerla tan cerca y estando los dos solos, lo inevitable se hizo realidad, los dos en silencio y pegados en lo trabajoso de la faena. Bajo el pantalón una presencia creciente se desarrolló lo cual no pasó desapercibido a la mujer. Con gesto confundido y la boca medio abierta la escuché decirme sin apartar la mirada de mi entrepierna.

-          ¿Qué… qué te ocurre ahí? … Felipe, Felipe no por favor… -dejándose tomar nuevamente por mis brazos al abrazarla con fuerza contra mi pecho.

Volví a besarla llevándola contra mí, mucho más grande que ella como lo era. Trató de escapar a mis besos, pudiéndola rozar solo la comisura. Bajé las manos a su trasero y las ancas apretándoselas con fuerza y escuchando volver la emoción a la mujer madura.

-          No, no, no –cada vez sus negativas de un tono más bajo y entrecortado.

-          Eres malo, eres malo conmigo –sus palabras un tenue susurro que apenas se podía sentir.

-          Bésame, bé… same –al fin de nuevo era ella quien me pedía que lo hiciera.

Y la besé juntando mis labios a los suyos, un beso suave y delicado con el que conseguir su confianza. Apretados el uno al otro, mi presencia entre las piernas tenía que ser clara para ella.  Fue ahora mi tía la que me buscó la boca, haciéndole yo abrir la suya para meter la lengua tratando de encontrar la de la mujer. Furibundas las enlazamos al momento en un beso largo y prolongado, mis manos caídas sobre el poderoso y firme trasero femenino. La tía Modesta gimió en voz alta, seguramente entregada bajo el poder de mis manos y al notar la inevitable respuesta que junto a su vientre se daba en mí. ¡Me notaba muy muy duro, aquella madura que además era mi tía me estaba poniendo a mil!

Más y más besos nos dimos, tan pronto cortos piquillos llenos de vicio como otros mucho más apasionados, acompañados de las caricias por encima de los cuerpos de ambos. Porque mi tía también me acariciaba, subiendo y bajando las manos por los costados y por encima de la tela del polo, emitiendo pequeños gemidos al meterlas por debajo del mismo. Los dedos corriéndome la piel, acariciándome de forma placentera al tiempo que reclamaba más y más besos al abrir la temblorosa boca. La hice callar, besándola con deseo creciente al movernos de manera sensual por debajo. Me notaba muy muy duro, la mujer madura bien valía la pena. Sus carnes duras y prietas, sus pechos que parecían querer escapar a la fuerza del sujetador y la blusa, el trasero redondo y firme en el que mis manos se recreaban arrancándole grititos divertidos al sentirse acariciada y amada.

-          Acaríciame Felipe, acaríciame muchacho… esto es una locura, una locura,,,

Cambiando de posición y detenida de espaldas a mí apoyada en el fregadero, el enorme culo se presentaba parado y firme. Echado atrás, tentador y con el solo abrigo de la mínima falda, las redondas formas resultaban fascinantes para un chico como yo. Acercándome a ella, la mujer dejó que mis manos le engancharan las caderas. Era evidente lo muy receptiva que se encontraba, si sabía manejarla y tratarla bien seguramente ya nada sería capaz de negarme. Con mis manos en sus caderas la noté temblar entera, tan cachonda y excitada empezaba a verse.

Pegado a ella de nuevo mi vientre comenzó a hacer de las suyas, esta vez contra el trasero que hacía rato tan loco me tenía. La tía Modesta sintió lo encabritado que me encontraba y no pude menos que llevarle la mano al pecho, apretándolo suavemente por encima de la blusa. La mujer se dejó llevar, cerrando tan solo los ojos ante lo suave de mis dedos tomando conocimiento de tan hermosa ubre. Echándome más sobre ella, me pegué por completo a sus redondas formas gimiendo ella entrecortada mientras buscaba yo hacerme por entero con aquel par de ubres.

Con las manos me peleé hasta conseguir bajarle la falda a medio muslo. Así apareció la rosada piel del par de tremendas razones que eran sus nalgas. Las contemplé embobado mientras la mujer sonreía viendo el efecto que aquella imagen me producía. Eran tremendas, rollizas, rosadas y hermosas y aquella imagen pensé iba a marearme en mi terrible excitación.

Quedó quieta lanzando un suspiro, casi un susurro apenas audible. Bajándole más la falda con un par de bruscos movimientos de mano, quedó postrada sobre el fregadero con el culo en pompa y en total silencio. Con las manos empecé a soltar el pantalón, haciéndolo caer abajo listos ambos para el perfecto acople. La polla quedó al instante a la vista, dura, gruesa y deseosa por hacerla el amor. El ceño fruncido y la mirada echada atrás temerosa por lo que se avecinaba, tan solo un hilillo de voz fue lo que escuché de sus labios.

-          Cuidado Felipe, es demasiado grande… demasiado grande…

Cogida entre los dedos, la llevé al trasero golpeándoselo una y mil veces entre los gritos afligidos que la mujer lanzaba.

-          Tranquila tía, iré con cuidado… No quiero lastimarte.

-          Gracias muchacho, con cuidado…. con cui… dado –elevando el culo mimosa.

Así estuve un rato más, provocándola y jugando con ella pero sin tratar de penetrarla por el momento. Eso la hizo rabiar, echando las nalgas atrás para rozarse contra mi vientre joven pero experto. La golpeaba de vez en cuando pero sin dejar que me atrapara bajo su mando. La mujer rabiaba enfurecida e impaciente por algo mucho más agudo e intenso. Deseaba ya verse penetrada por su joven sobrino, sin duda su esposo hacía mucho y mucho tiempo que no se lo hacía.

-          Fóllame Felipe, fóllame… no seas malo conmigo –su voz un grito crispado y suplicante llenando la cocina.

Cambié de idea y de cara ahora, le ofrecí mi miembro para que lo saboreara lo que en verdad no le supuso un canje desfavorable, al menos por el momento. Aunque era evidente que se moría de ganas porque la hiciera el amor. Pronto se puso a la tarea cayendo a mis pies y enfrentada a mi grueso amigo. Abriendo la boca tragó parte del mismo, comenzando a chupar y succionar de forma lenta y continua. No tardó en ponérmela como un poste. Mi querida tía flipaba con la potencia de su sobrino del pueblo. Atrapando el glande entre los labios, la cabeza de mi tía se movía adelante y atrás dando placer a mi miembro cada vez más crecido y empalmado. La mano en su cabeza la ayudé a hacerlo, moviéndola al ritmo que sus labios marcaban la felatio.

Por unos segundos la dejó ir, respirando profundo antes de volver a metérsela mucho más allá de la mitad. Yo la animaba a seguir con mis palabras de aliento, mientras con la mano acompañaba el movimiento de la cabeza enredados los dedos en los cabellos rubios y teñidos de la madura.

-          ¡Qué cacho polla tienes muchacho, es enorme! –exclamó al respirar y emocionada grandemente por el tamaño más que respetable de aquello que le ofrecía.

Se la veía tan bella y encantadora, enfrentada al sexo tremendo e intimidante y sobre el que la mirada femenina se clavaba sin quitarle ojo de encima. Pasándose la lengua por encima de los labios se relamió antes de volver a lanzarse, introduciéndose el grueso champiñón hasta hacer tope con el paladar. Y así comenzó a chupar, lamer y succionar enredada la lengua por debajo del miembro, golpeándose el pómulo con energía al empujárselo adentro. Chupaba y se ahogaba, produciendo arcadas con las que verse obligada a soltarme enloquecida en su propio quehacer.

Yo de pie me dejaba llevar por lo profundo de la mamada, acompañando el ir y venir de la boca y tomando ahora las riendas al ser yo quien la empujaba follándola entre sus quejas de ahogo.

-          Cómetela tía, cómetela… tómala toda, tómala toda…

-          Ummmmmmm… arrrrrgggggghhhhh –eran los únicos sonidos que su boca podía producir.

De nuevo suya, chupó tragándosela mientras con los dedos me acariciaba los huevos arrancándome un largo suspiro placentero. Sabía cómo hacerlo, rozándolos de manera suave y delicada con la que hacerme vibrar entero. Abriendo los ojos echó la mirada arriba hasta cruzarla con la mía. Cerrándolos la hice abrir la boca por completo bajo el empuje de mi sexo que la llenaba la boca, hasta que en una de esas quedó quieta viéndola conseguir meterse la totalidad de mi polla. Finalmente se la sacó, masturbándola entre los dedos y con la piel echada atrás por entero.

-          ¡Menuda polla tienes Felipe, me llena entera la boca! –el hinchado animal mostrándose brillante de sus babas.

Pajeándome adelante y atrás, se apoderó de ella al enterrársela cogida por los dedos e iniciando nuevamente la deliciosa felación. Mis manos en sus cabellos, empujé ahogándole la boca con bruscos movimientos de riñones. Le follaba la boca, viéndola cerrar los ojos y chupar con dificultad por lo rudo de mi constante golpear. Entonces se la quité, cogiendo mi miembro entre los dedos y dedicándome a golpearle el rostro provocando en la mujer rugidos arrebatados llevada por la emoción.

-          Ummmmmmm –los gemidos ahogados de uno y otro se mezclaban en el continuo placer de los sentidos.

Hasta el fondo una vez más y volví a sacársela apoyada en la rosada lengüecilla con la que me buscaba ufana.

-          Sigue, sigue… cómetela… es toda tuya.

-          Me encanta muchacho, me encanta canalla… dámela, dámela –la escuché con la mirada perdida y enloquecida por completo.

Enganchada con los dedos se la di a probar empujándola por detrás y enseguida se la retiré, bramando la tía Modesta al tomar aire y colgándole las babas entre su boca y mi polla. Qué vicio tenía mi querida tía, con aquel rostro congestionado por el deseo y aquellos labios deseosos por enganchar mi espantoso sexo tan pronto pudieran.

En un mínimo descanso que nos dimos, la vi deshacerse con prontitud de la blusa quedando así sus pechos de enorme tamaño ocultos con manifiesta dificultad bajo el sujetador. Un rato más siguió chupando y comiendo con hambre infinita y tirando de mi largo instrumento boca adentro. Se ahogaba, gruñía pero no por ello la abandonaba continuando con lo suyo sin darme respiro. Abandonándola un instante, la vi pasar la lengua lamiendo el tallo a todo lo largo, arriba y abajo para volver a subir provocándome con el lento roce de su lengua.

Luego y parando un instante, me pajeó masturbándome entre los dedos arriba y abajo para después comenzar a devorar mis huevos envueltos entre sus gruesos labios. Me los chupaba, los lamía pasando la lengua por encima y cubriéndolos con los labios. Eso me hizo gemir sonoramente, acariciándole con suavidad los rubios cabellos para seguir disfrutando el delicado roce que me ofrecía. Masturbándome el tronco, se entretuvo un largo rato lamiendo y jugando con mis bolas cargadas del líquido seminal que más tarde le daría. Me ponía loco el verla con los ojos entrecerrados entre mis piernas, chupando y tirando de mis huevos con vicio perverso.

-          ¡Sigue sigue tía… qué vicio tienes!

-          Sí canalla, el vicio que tú me has hecho tener –pasándome la lengua tronco arriba hasta alcanzar el glande amoratado y brillante de su saliva.

Y entonces se la llevó entre los pechos, haciéndome aullar al verme rodeado entre aquel par de tremendas montañas que tenía por tetas. Sacándoselas al tirar las cazoletas abajo, un par de gruesos y oscuros pezones las coronaban pudiéndolas ver todavía tersas y apetecibles. Eran enormes que a mi vista se veían provocativas y entradas en años y como digo de pezones oscuros y gruesos, muriéndome por hincarles el diente. Pero ahora lo que tocaba era masturbarme, quedando escondido entre sus rotundas carnes que apenas dejaban ver el capullo por arriba.

-          Ven aquí canalla, deja que tu tía te dé placer.

Canalla, aquella misma palabra que su hija me decía y que en boca de la mujer me excitó del mismo modo. Y de ese modo lo hizo, pajeándome con soltura entre sus ubres, perdiendo el control de mí mismo al verme temblar las piernas. Empecé a follarla con ganas y rapidez entre el hueco de los pechos, mirando ella con deseo satisfecho al sonreírme obscena con los labios apretados.

-          ¡Fóllamelas, fó… llamelas, ¿te gusta muchacho?

-          Me encanta tía, continúa –dando golpes al ver correr el miembro adelante.

-          ¿Te gustan las tetas de tu tía?

-          Son tremendas, me vuelven loco joder –no pude menos que decir bajo el roce constante al que me sometía.

La tía Modesta volvió a sonreír sabiéndose dueña de mí, haciendo de mí lo que quería en busca del cercano orgasmo.

-          ¿Te queda mucho Felipe? –una expresión interrogativa en su rostro al pajearme.

-          Si sigues así no lo creo.

-          ¿En serio me lo vas a dar? –pajeándome sin descanso y de manera furibunda en cada uno de sus gestos.

Un brillo lascivo se dibujó en su semblante, masturbándome la veterana tras mi revelación con mayor rapidez y decisión. Temblé todo yo sin que las piernas parecieran querer sostenerme, cayendo así mis manos apoyadas sobre sus hombros. Liberándome del suplicio, me tomó el pene con la mano moviéndola furiosa adelante y atrás. Supe que no tardaría en correrme del mismo modo que ella lo sabía.

-          Córrete muchacho, córrete… vamos Felipe dámelo todo… -sacando la lengua y haciendo movimientos obscenos con los que provocarme.

Masturbándome yo furiosamente y gimiendo débilmente, poco o nada me quedaba ya para satisfacerla. Los ojos en los míos, sacando la lengua y reclamando la lefada, escapó al fin la leche cayéndole encima y allí donde los movimientos bruscos de mis dedos la llevaron. La tía Modesta se vio obligada a cerrar el ojo cuando uno de los trallazos le disparó cerca, lanzando la mujer un gritito de sorpresa al ver chocarle el líquido caliente sobre el rostro. Rostro de vicio y acaloramiento el que mostraba, mis dedos apartándole los restos de semen la hicieron abrir los ojillos, tomando ella misma el resto que por la cara la colmaba. Así lo saboreó con cara de golfa, llevándoselo a la boca y relamiéndose de gusto y placer. Al acabar, sonrió agradecida y feliz dispuesta sin duda a seguir la fiesta.

Entre sus manos me pajeaba ella despacio, moviéndolas adelante y atrás al acariciarme el sensible tronco con cada una de ellas. De ese modo consiguió que mi respuesta se mantuviera firme y mi miembro no se bajara. Apartándole la cara y las manos de mi lado, fui yo quien cogí el mando para continuar con aquello.

-          Eh, eh dame un respiro, tan seguido no.

-          Tú tienes la culpa, me has vuelto insaciable… Nunca lo había deseado tanto.

-          Me recupero en treinta segundos.

-          ¿Estás seguro? No me engañes, eh. –rió cayendo sobre mí en la silla cercana.

Como digo y pese al reciente orgasmo aquello entre mis piernas no se bajaba, aprovechándolo la mujer en beneficio de ambos. Unos segundos estuvo encima, sentado yo en la silla y rozándose la rajilla entreabierta y empapada contra mi sexo. La tensión era máxima por mi parte, el peso de sus redondas formas encima y mis manos recorriéndola por todas partes que podían. Tomado al fin mi miembro entre sus dedos, al momento me llevó entre las piernas haciéndose penetrar ella misma. Con los ojos en blanco y la mirada extraviada, un largo gemido placentero lanzó al sentirse llena de mí.

-          Métemela, métemela toda –mordiéndose el labio para no gritar.

Acercándola a mí y buscándole la boca al incorporarme, nos besamos con complacencia y entrega. Con mis manos rodeándole la espalda, la atraje de forma un tanto dominante hasta hacerla caer montada mientras la mujer se enterraba el miembro, quedando fundidos ambos al escaparle un largo gemido con el que ponerme a mil. La mujer que tenía entre mis brazos era mi tía Modesta, mi querida tía Modesta a la que al fin hacía mía, entrándole buena parte de mi sexo al abrirle las paredes vaginales.

-          ¡Te siento, te siento Felipe… eres malo, eres ma… lo conmigo!

-          ¿Malo? –pregunté un tanto alarmado por sus palabras.

-          Bueno, ya sabes… es una forma de hablar. Vamos muévete –pidió mimosa haciéndome llevarle la mano sobre el trasero.

Y empezamos a movernos, llenándonos de besos las bocas mientras por abajo la feliz copula iniciaba sus primeros escarceos. Moviéndose ella con lentitud, echando el vientre adelante y atrás al penetrarse de aquel modo suave y agradable. Cayendo sobre mí volvió a besarme acallando así el gemido que le abandonaba la boca. La besé con furia y desenfreno, enganchándole la lengua que perversa me entregaba. Las manos sobre las nalgas acompañando el lento movimiento de la hembra.

-          Dime cariño, ¿esto le hacías a mi hija? –junto al oído la escuché preguntar.

Ella sí era realmente mala y perversa, trayéndome a la cabeza el recuerdo de Tania y lo que entre ambos había sucedido. Imagino tan perra la ponía el querer saberlo.

-          Clávamela, clávamela… la siento toda, métela hasta el fondo mi amor.

Y lo hice aunque más bien fue ella al dejarse caer entera encima, notando todo su peso encima y cómo me entregaba sus grandes pechos que comencé a lamer y devorar entre tiernos lametones y maliciosos mordisquitos con los que hacerla vibrar. Continuamos con la follada, mis manos acompañando el lento ir y venir de su cuerpo que me cubría por entero. Me sentía lleno de ella como me imagino se sentía ella llena de mí, Mi sexo empujándola cada vez que se daba un respiro en su constante cabalgar. Arriba y abajo, apoyadas las manos en los brazos de la silla, el gesto perdido y descompuesto con cada nueva caída.

Yo la enlazaba por la cintura, bajando las manos a las caderas y luego a los muslos y las nalgas prietas y duras que la madura mujer me confiaba. Adentro y afuera, moviéndose con facilidad y llenándose entera al quedar sentada hasta el final. Echada atrás, la vi arquearse en toda su belleza, tomando aire y expulsándolo con un nuevo grito de placer y deleite máximos. Resultaba hermoso verla así, ver que era ella misma la que se buscaba su placer, moviéndose y ordeñando mi eje ardiente al removerse ahora en pequeños círculos con los que darme y darse el placer que necesitábamos.

-          Muévete tía… se te ve tan hermosa.

-          ¡Oh calla, no me engañes! ¡Una mujer mayor y entrada en carnes como yo! –exclamó al caer por completo encima, el ceño arrugado y con un rictus en la mirada de enorme sensualidad.

No la engañaba, me gustaba mi tía y sus redondas y abundantes carnes. El tenerla allí encima y entregada de aquel modo era para mí una sensación maravillosa. Los pelos sudorosos llenándole el rostro al igual que el mío al caerme abrazada. Gemía, sollozaba desconsolada con mi miembro martilleándola sin descanso y una y otra vez. Lento, luego más deprisa echando la mujer la mirada atrás, moviéndonos uno y otro hasta conseguir de ella un nuevo orgasmo con el que hacerla gemir gozosa.

-          ¡Me corro, me corro… gracias, gracias Felipe, gracias! –abrazada y removiéndose con desesperación sobre el pene como si no me quisiera dejar ir.

Y tal vez así era. Un rato más estuvimos de ese modo, cabalgando y ordeñándome cual diosa era. Mis manos en las caderas me dejaba follar, para subirlas con prontitud a sus pechos y sus costados devorando tanta belleza como me ofrecía. Entre mis piernas veía su sexo caer y subir y cómo el mío le entraba arrancándole suspiros y lamentos doloridos. La tía Modesta no dejaba de hipar y quejarse, pidiendo más y más de mi parte que con golpes de riñones trataba de seguir el ritmo enloquecido que la mujer marcaba. La cabeza a un lado y otro, los ojos tan pronto cerrados como abiertos, entreabiertos o en éxtasis y totalmente en blanco cual santa bajo el don místico de la transverberación. Y de nuevo volvió a caer abrazada a mí, musitando ambos palabras entrecortadas e inconexas por el nuevo orgasmo que azotaba a la veterana.

-          Ummmmmm… arrrrrggggghhhh, sigue, me cor… oh si, dám… la.

-          Disfruta tía… ummmmm… córret… vamos…

Parados los dos la una encima del otro, la escuché gemir levemente. Sintiendo la respiración un poco acelerada al recuperarse lentamente del nuevo placer que le había sacado. Con la mano le acaricié recorriendo muy sutilmente uno de los pechos, respirando fatigada al sonreírme tan entregada como se la veía.

-          Gracias muchacho, me haces muy muy feliz –confesó estirándose toda ella al elevarse arriba dejándome allí sentado y con el arma en ristre.

Con los pies apoyados firmemente en el suelo, elevó las rodillas al levantarse y quedar separados uno y otro. Pero estaba bien seguro que lo nuestro no había acabado aún, Su mirada de ojos brillantes me lo confirmaba, viéndose el deseo clavado en su rostro demudado y cansado por el reciente esfuerzo.

-          ¿Quieres más? –pregunté con malicia queriéndoselo escuchar.

-          Claro. ¿tú no? –respondió un tanto cortada y azorada por mi pregunta.

-          Claro que sí, es solo que quería escuchártelo decir.

-          Oh no seas malo conmigo. Ven aquí canalla –sus brazos abiertos volviéndome a buscar para caer ambos en un beso profundo y apasionado.

Cayendo los dos al suelo, el equilibrio perdido al verme empujado por ella noté el pie golpear el mueble cercano lo que me arrancó un grito dolorido.

-          ¿Qué pasó? ¿Te hiciste daño… dime?

-          No, no es nada –dije aunque el dolor persistía, pero nada que en un momento pudiera soportar.

Los dos en el suelo y enlazada por la cintura, la hice volver de lado para acabar pegado tras ella. Con un ronroneo sonoro, la tía Modesta tiró el culo resbalando atrás al acomodarse y buscarme de manera sagaz y traviesa. De ese modo, el redondo y grueso trasero no tardó en rozar mi eje inflamado y deseoso de nuevos placeres. Con la mano acercándola reconocí la excitación recorriéndole el cuerpo. Gimoteaba, se dejaba hacer, susurraba en voz baja al notar mi mano atraparle el sexo húmedo y abierto. Sexo el suyo poblado e hinchado, resplandeciente de jugos y fluidos que no dejaban de manar entre sus piernas. Pasándole los dedos por encima, los abundantes jugos femeninos me los bañaron por entero. Los gemidos aumentaron de volumen al verse acariciada por mi mano y mis dedos, corriéndole la primera la raja en su totalidad y resbalándole los dedos a continuación al tomar contacto con la vulva rosada echándole los labios a los lados.

-          Acaríciame, acaríciame… me encanta sigue… -un susurro suplicante era su voz.

Con mirada borrosa, sollozaba moviéndose descontrolada bajo el roce de mis dedos. La penetré primero con uno de ellos para continuar con dos más, tan abierta se encontraba. Así la follé resbalándole los dedos al interior y sacándolos al instante, húmedos de ella. Mi tía se lamentaba e hipaba con cada nuevo roce, entrándole los dedos entre las paredes vaginales que los recibían gozosas y despejadas. La mujer no paraba de producir jugos, empapándome los dedos que le di a probar y que saboreó con cara de vicio y deseo. Yo también los probé tras volver a hundírselos y sacarlos, notándolos amargos de los aromas de la mujer madura.

Con la mirada recorrí la silueta femenina convertida en puro deseo. Me gustaba, sus gruesas formas de hembra veterana en las que hincar mis dedos y dientes provocándole grititos cachondos. Porque se encontraba cachonda, de eso no había duda. Tal vez incluso más que eso. El vientre y el pecho se le abultaban con el entrecortado jadear. Toda ella se agitaba entre mis manos. Enlazándola con los brazos sentía sus pechos elevarse, la espalda arquearse tirándose atrás. Las piernas dobladas sobre sí misma, se la veía atractiva y deseosa de más. La tía Modesta giró atrás elevando la barbilla para dejarse besar, cayéndole la cabeza al notar el placer intensificarse. Con un hilillo de voz la escuché pedírmelo.

-          Bésame Felipe, bésame hazlo.

Nos buscamos las lenguas, besándonos con violencia, enmudecidos los jadeos de uno y otra bajo el roce salvaje de los labios. Entrelazados entre mis brazos, sus pelos me cubrieron el rostro antes de apartarlos con mis manos tirándoselos a un lado, Los dedos enredados en sus mechones, la vi sonreír satisfecha y dichosa. Tan cerca uno del otro, mis ojos se clavaron en los suyos. Deseaba volver a poseerla, pero quería que fuese ella quien me lo pidiera. Resbalando las manos por su cuello desnudo se lo comí arrancándole un largo gemido. Uno, dos besitos suaves le di recorriéndolo para acabar con un tímido chupetón con el que derretirla por completo.

-          Eso no, eso no… ¿quieres que mi marido me descubra con eso ahí?

Abandoné aquello para continuar deslizando las manos cuerpo abajo. Mi querida tía temblaba toda, se retorcía con el correr de mis manos alcanzándole los pechos, bajando por su barriga hasta acabar en el palpitante pubis que reconocí llegándole a los muslos. De nuevo al pubis, jugando con la vulva que se notaba lubricada de su terrible fluir de jugos. Los llevé a la boca devorándolos con fruición, inspirando y empapándome con la pasión de sus aromas que envolvían la habitación y lo más profundo de mi cavidad nasal. Entre los labios esbocé palabras dispersas pero llenas de intención, antes de soplarle encima haciéndola patalear al correrle un escalofrío por el cuerpo.

-          ¡No me hagas sufrir más, métemela toda… qué perra me tienes canalla!

Las manos clavadas en mis cabellos, al fin lo pedía apartándome de su lado. Tanto tiempo esperándolo y era mi turno de volver a la acción. Pero fue ella la que me tomó de la mano, haciéndome seguirla al salón, corriendo por la casa tan desnudos como íbamos. Si alguien venía ahora menudo plan.

Pero nadie vino claro, alcanzando el salón entre risitas nerviosas y casi a la carrera. Me llevó al sofá donde se arrodilló cuán hermosa era, tirando las manos adelante e incorporándose hasta quedar a cuatro patas sobre el mullido mueble. Con los ojos me hizo acompañarla quedando de ese modo igualmente arrodillado tras ella. Me cogí la polla masturbándome suavemente entre los dedos, preparado para aprovechar mi momento de solaz. Desde mi posición escuchaba a mi tía gimotear jadeante, echando la mirada atrás para buscar entre mis piernas lo que a buen seguro tanto deseaba. No la hice pedirlo una segunda vez, bien empalmado y listo como me encontraba.

Empujando el vientre me enterré contra ella más de la mitad, endiñándosela y tomándola firmemente de las caderas al escucharla gemir ahogada al quedar sin aliento. Su culo enorme en pompa, me provocaba mareos el simple hecho de saberlo mío. Empujé tras unos instantes de parón, horadando el agujero vaginal al entrarle centímetro a centímetro hasta volver a hacerla mía. Y empezamos a movernos uno y otra acompasados y de manera lenta pero continuada, empujando yo al penetrarla y echando ella el culo atrás para sentirse más llena.

-          Dame, dame… dios, qué dura la tienes –las nalgas ayudando en la follada al tirarlas atrás en busca de mayor empuje.

Cogida de la cadera y el hombro, la aguijoneaba una y otra vez. Despacio, despacio para enseguida tomar velocidad dándole más y más fuerte. El coñito de mi tía se abría como flor con cada nuevo golpe que le daba, aullando complacida y sollozando al reclamar que se la metiera hasta el fondo. Tan fuerte le daba que se me salió de la emoción, volviéndosela a meter clavándola duro y haciéndola rabiar al morderse los labios. Me ponía a mil, no sé si más o menos que la hija pero eso ahora poco o nada importaba, tan solo que la disfrutaba entre mis manos arrancándole lamentos gozosos al golpearla sin descanso. Como Tania era fogosa eso sí, removiéndose cual culebra lo poco que el peso de mi cuerpo le permitía. Hundiéndosela abriéndole los pliegues, follamos una y mil veces moviéndonos entre los grititos y palabras sucias que ambos lanzábamos y que llenaban el salón.

Con la mano recogiéndole el cabello la follé duro, disfrutándolo la madura con el constante ir y venir de los cuerpos, dándole fuerte con toda mi potencia. Clavándola hasta el fondo, golpeándola los huevos con violencia y volviendo a salir de su cuerpo pajeándome unos segundos con los dedos antes de entrarle nuevamente sacando gritos furiosos de la hermosa mujer.

-          Sí sí… fóllame, fóllame… duro, dame duro… no te paresssss.

-          Eres un animal Felipe, qué fogoso y despiadado –en un momento que quedé parado, dejándola respirar profundo al apretarse los labios con más que evidente angustia.

Aproveché la quietud para bajarle la mano al sexo y comenzar un nervioso juego con mis dedos alrededor del tierno botoncillo. Cerró los ojos cayendo adelante mientras mis dedos la masturbaban por encima, corriéndole los labios empapados al tiempo que rozaban mi miembro erecto. Mi tía gimoteaba herida por mi cariñosa caricia en tan sensible botón de su feminidad. Bajo los dedos lo notaba hinchado y palpitante, deseoso de mis roces pidiéndome ella más con el gesto demudado y próximo al orgasmo. Ya no pudo más y se corrió derrotada y feliz, tirada sobre el brazo del sofá que por fortuna le hacía de tope.

Suspirando emborrachada de placer, removiéndose inquieta bajo mi peso. Llenándole la espalda de cariñosos y cortos besitos con que enamorarla, gritando ella de manera incontenible sin poder controlar la desesperación que la invadía. El clímax le llegaba y los dedos la maltrataban ufanos entre las piernas, corriéndole el delicado clítoris como perfecto acompañamiento al horrible miembro que la llenaba removiéndose suavemente en su interior.

Cayó así derrotada y feliz, desvanecida sobre el brazo del sofá en el que gimotear la fatiga cubriéndolo de sus babas que no pudo contener. Estirando las piernas se agitaba descontrolada en un puro susurro de sonidos sin sentido alguno.

Pero no la dejé descansar mucho en el terrible éxtasis que la consumía. Apretándole las carnes como posesión propia, la hice volver hasta dejarla tumbada con las piernas dobladas y en tensión. Un bramido complaciente escapó su boca al verme dispuesto al nuevo combate. La besé con suavidad infinita, devolviéndome la mujer el beso casi sin fuerzas. Mis manos cayeron sobre sus ancas, apretándoselas hasta dejar la marca de los dedos. Luego las subí a las nalgas que frente a mí se mostraban prietas y dispuestas a seguir. Abriendo las piernas y sin decir palabra, mi querida tía me invitó a restregarme una vez más contra ella. Recogí el guante que me tendía y cogiéndome el miembro volví a apuntar dejándome caer encima. Una, dos, mil veces la penetré haciéndola aullar y exhalando ayes llenos de deleite y satisfacción, Con la mano caída en mi nalga por atrás, la mujer acompañaba el rápido movimiento de la copula, apretándome contra ella y moviéndonos acompasados entre constantes jadeos fatigosos.

-          Clávamela, dios qué potencia gastas muchacho…

-          Hacía tiempo que no encontraba alguien así… sigue, sigue.

Las embestidas se hicieron tan profundas e intensas que la sentí arañarme, haciéndome correr las uñas a todo lo largo de la espalda. Grité en lo sublime del momento para, echado sobre ella, atraparle los pechos con lascivia. Entre los labios le succioné los pezones, viéndolos crecer al lamerlos suavemente. La tía Modesta gemía y gemía envuelta en la locura que nos movía. Por abajo follándola con fiereza y casi en las últimas y en los pechos lamiéndola y tirando de ellos al engancharlos entre los dientes. Nos removíamos uno sobre otro, follándola y penetrándola sin descanso, sollozando agotada por tanto placer como le daba y yo apretándome con violencia camino de mi definitivo placer. Necesitaba descargar, llevaba tanto y tanto rato machacándola y sacando lo mejor de ella que necesitaba correrme con urgencia en busca del necesario reposo.

La experiencia de la veterana supo verlo, entrándole hasta el final y cada vez con mayor violencia.

-          Córrete dentro, tranquilo tomo la píldora… No me dejarás preñada.

Y así me corrí finalmente, descargando en ella que me tenía abrazado fuertemente para que no me saliera. Succionándome hacia el interior de su sexo en el que notarse correr la abundante catarata con que llenarla, haciéndola suspirar agradecida. Mientras, nos besábamos apasionados en el momento de mayor placer. Las manos cogidas a mis hombros en el lento balanceo del final de la copula y como digo sin dejarme escapar.

-          Eres bueno sobrino, realmente bueno. ¿De verdad no te gustaría tenerme como suegra? –sus palabras resonaron diáfanas en mis oídos, abrazado a ella como me tenía.

-          Bueno, eso dependerá un mucho de lo que Tania piense no crees.

-          Ven bésame anda –reclamó, enlazándome con las piernas contra ella para caer ambos en un último beso con el que sellar aquel agradable encuentro disfrutado.

Apenas diez minutos más tarde, escuchábamos el sonido del claxon avisando la llegada de Tania aparcando el coche junto al apartamento.

Las palabras finales de mi tía permitiéndome correr en su interior repiquetearon mi cabeza los días posteriores, sintiéndome seguramente utilizado por ella. Tal vez lo nuestro no era tan inusual en ella, pese a la poca o nula atención que su marido le prestaba. La de mujeres abandonadas por sus maridos y a las que otros complacían cada vez resultaba menos extraño y fuera de lugar. Solo era necesario reconocerlas y saber aprovechar la oportunidad como yo había hecho. ¿O tal vez el cazador había sido cazado por la mujer cazadora? Bueno, pensándolo bien tampoco me importaba demasiado si así era. Tan solo me valía el haber podido disfrutar su total entrega y su cuerpo macizo y de carnes prietas y abundantes.

Para acabar este agradable par de relatos, os diré que con Carmela se dio dos días antes de mi marcha, ayudando comprensiva Elena a ello dejándonos marchar a la playa solos donde retozamos en un rincón bien escondido que la muchacha conocía. De menos culo y más plana de pecho que mi prima de todos modos tenía lo suyo. Con ella resultó todo delicado y fácil, jugando primero Carmela conmigo y haciéndolo yo después al comerle su coñito depilado y bien cuidado, antes de entrar en ella de manera lenta pero precisa. Dos orgasmos largos y callados le saqué, corriéndome finalmente yo en su cara y los pechos, cayéndole el líquido blanquecino en duros y descontrolados trallazos que luego saboreó entre sus labios, mirándome agradecida y mimosa bajo lo oscuro de las gafas.

La despedida de ellas el día de mi marcha fue dolorosa como siempre en estos casos lo suele ser, prometiendo volver pronto y dejando a aquellas tres preciosidades junto a mi tío en la puerta de casa mientras me despedía con un toque de claxon. Aquellos días habían resultado realmente productivos y por qué no volver a verlas lo antes posible –iba pensando al apretar suavemente el embrague cambiando de marcha…

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