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Hermanita viciosa

en Amor filial

Hermanita viciosa

 

Una jovencita morbosilla y viciosa provoca y seduce a su hermano consiguiendo que éste se lance sobre ella para acabar los dos follando y haciendo las mayores guarradas sobre el lecho del muchacho…

 

 

Winding’ your way down on Baker Street

light in your head and dead on your feet

well another crazy day

you’ll drink the night away

and forget about everything.

 

This city desert makes you feel so cold

It’s got so many people but it’s got no soul

and it’s taking you so long

to find out you were wrong

when you thought it had everything.

 

You used to think that it was so easy

you used to say that it was so easy

but you’re tryin’

you’re tryin’ now.

 

Another year and then you’ll be happy

just one more year and then you’ll be happy

but you’re cryin’

you’re cryin’ now…

 

Baker Street, GERRY RAFFERTY

 

 

Soy Miriam y tengo 18 años cumplidos hace apenas cuatro meses. Lo que voy a contar, mis queridos morbosos, ocurrió hace dos años cuando yo contaba con 18 añitos, la flor de la vida. Vivo en Madrid con mi familia, aunque ya hace seis que mi hermano Roberto se marchó a un cuartel militar. Entonces él tenía diecinueve años y yo doce. Siempre hemos tenido una buenísima relación, nos queremos mucho. Pero es algo normal, un amor entre dos hermanos. Roberto trabaja en un cuartel militar por la sierra pero cada fin de semana viene a casa a comer la buena comida de mamá, descansar y salir con sus amigos.

Por supuesto que también pasamos largo tiempo juntos. Salimos al cine, a pasear, con sus amigos, e incluso los sábados por la noche salimos juntos de fiesta, así yo aprovecho que mi hermano está conmigo para poder divertirme un rato con mis amigas. Después volvemos juntos a casa en su coche, todo controlado. Pero la verdad, a mis 18 años, yo había empezado a fijarme en mi hermano. Tiene un buen polvo.

Es de complexión delgada pero está muy fuerte ya que hace mucho ejercicio en el cuartel para estar en forma. Su pelo es moreno y corto y su piel morena también. Sus ojos marrones y penetrantes y su barba de dos días, cuando la lleva, me ponen loca. Mide 1,77 y sus brazos y espalda tan fuertes son como el mejor de mis sueños eróticos. Tengo que decir que yo soy una niña bastante guarra y viciosa. No me avergüenzo de ello, al contrario, me encanta serlo. Mido 1,63, mi pelo es castaño claro y soy de complexión normal, vamos que tengo carne donde agarrar.

Mi hermano siempre me dice que le encantan mis ojos verdosos y que aún tengo cara de niña buena. Y sobre todo dice que nunca dejará que ningún desgraciado me toque. Pensaba mucho en esa frase, porque yo también deseaba ser solo suya. Así los fines de semana se convirtieron en lo mejor de la semana. Solo deseaba que llegase el viernes por la tarde para ver el utilitario de mi hermano aparcar enfrente de casa y ver como bajaba de él. Tiene algo especial. Puede que sea esa voz tan masculina, o ese acento extremeño, o su forma de ser tan abierta y despreocupada. O la forma de sonreír o de mirar. Lo que tengo clarísimo es que mi hermano me pone cachondísima cuando fuma. Solo ver cómo se coloca un piti en la boca y lo enciende, me sube un calor por dentro que es inaguantable y solo deseo tirarme sobre él.

Un sábado por la noche, nuestros padres se marcharon a cenar fuera dejándonos solos en casa. “Haz caso a lo que te diga Roberto y vete pronto a dormir” decía mamá mientras me daba un beso en la mejilla y cerraba la puerta para irse con papá a cenar. En mi cabeza solo volaban fantasías con mi hermano esa noche, pero sólo eran eso, fantasías…

Me dirigía hacia la ducha pero me detuve a observar qué hacía mi hermano en su habitación. Llevaba un bóxer ajustado de color azul. Sentado frente a su ordenador, chateaba, sonreía y fumaba. Fumaba. ¡Oh sí, mi hermano en bóxers fumando en su habitación! Me creé tales fantasías que me fui a la ducha corriendo. Toqué mi joven cuerpo chorreante del agua de la ducha. Lo toqué imaginando que eran las grandes manos de mi hermano. Toqué mis pequeños pechos, retorcí mis rosados pezones en un gemido de placer, recorrí con las yemas de mis dedos mi vientre hasta llegar a mi meta. Mi tierno coño estaba ya muy húmedo y excitado. Deseaba a mi hermano y lo deseaba ahora. No aguantaba más. Pero viendo que él no entraría por la puerta y terminaría lo que había empezado, acabé yo con mi faena cayendo en una gran corrida que me dejó de lo más relajada. Tuve que contener mis gritos, pero aún así creo que mi hermano debió oír algo. Tampoco me importaba mucho.

Cuando terminé de ducharme, me puse unos shorts ajustados marcando todo mi culo y una camiseta de tirantes sin sujetador para que mis pezones se notaran por debajo de ésta. Quería calentar a mi hermano, tanto como él me había calentado a mí. De tal guisa entré en su habitación.

Hola Roberto ¿qué haces?

Hola hermanita, nada aquí fumándome un cigarrito. ¿Te apetece salir esta noche? A mí la verdad es que no pero si quieres yo te llevo, ¿vale nena?

No, a mí tampoco me apetece. Prefiero quedarme aquí haciéndote compañía.

¿Sí? Me gustaría que pasáramos más tiempo juntos cariño, pero ya sabes que el cuartel está lejos de casa y no puedo venir cada día. Aunque sabes que si por mi fuera estaría aquí cada día pa ver a mi hermanita.

Jaja qué pelota eres. Yo también te quiero mucho. ¿Sabes qué?

Dime.

Me gusta verte cuando fumas.

Jaja ¿en serio? ¿y eso por qué? Todos fumamos igual ¿no?

No, tú tienes una forma especial que te hace interesante -no creía lo que estaba diciendo, mis mejillas empezaron a sonrojarse-.

Vaya, gracias nena. ¿Sabes que tú últimamente has crecido mucho? Seguro que tienes a todos los niños locos.

No te creas. No me gustan los niños de mi edad, los prefiero mayores.

Vaya con la niña, ¡y parecía tonta! Jaja

¡Oye no te pases eh! Le tiré un cojín a la cara y empezamos una lucha de almohadas como cuando éramos pequeños.

Él acabó ganándome como hacía siempre, dejándome tendida sobre su cama y sentado casi sobre mí. Entonces clavó sus ojos en los míos y nos quedamos así por unos segundos. Mil cosas pasaron por mi mente ¿le beso? ¿me aparto? ¿cierro los ojos y que pase lo que tenga que pasar? ¿qué estará pensando? ¿qué significa esto? ¿por qué no se ha apartado ya?

Pero entonces, Roberto cerró los ojos como despertando de un sueño y haciendo un movimiento de cabeza, como si así pudiese sacarse de la mente lo que acababa de ocurrir, se levantó y se sentó en el borde de la cama. Encendió un cigarrillo y fumó. Yo le observaba en silencio. No tenía palabras para lo que había pasado. Se pasó las manos por la cara y me miró en un largo suspiro. Yo yacía sobre su cama aún sonrojada y excitada. Nos miramos.

Lo siento Miriam, no sé qué ha pasado. ¿Ves como siempre debes llevar cuidado con los hombres? Si un día te pasase algo, no me lo perdonaría nunca. Será mejor que olvidemos todo esto y sobre todo, que quede entre nosotros.

Le sonreí con complicidad, disimulando el tremendo calentón que llevaba. Le besé en la mejilla y salí de su habitación. Mis braguitas se habían mojado. ¡Qué cachonda que me pone mi hermano, joder! Esto no quedará así- pensé.

Pero ya estaba cansada de lo que echaban en la tele un sábado por la noche, así que decidí irme a dormir. En el pasillo me sorprendió mi hermano, camino de mi cuarto. Salía del suyo.

¿Ya vas pa la cama pequeña?

Sí, estoy ya cansada pero aún tengo fuerzas para charlar un rato contigo o para otra pelea de almohadas… quiero la venganza -le dije mirándole con cara de pilla y mordiéndome el labio inferior.

¿Venganza? ¡Pero si yo de un golpe de almohada te tiro al suelo muchachita!

¿Eso crees?

¿Lo probamos?

Y entonces me cogió del brazo y, metiéndome a su dormitorio, me tiró en la cama. No me lo esperaba pero la verdad es que me encantó. Empezó a pegarme con la almohada. Los dos reíamos sin parar.

¡Jajaja… para Roberto ya no aguanto más, me doy por vencida!

No, yo aún no estoy satisfecho.

Empezó a hacerme cosquillas por todo el cuerpo. Sin poder aguantarme, me retorcía de la risa. Siempre lo pasábamos tan bien juntos… De repente paró y me miró fijamente. Otra vez esos ojos penetrantes mirándome con instinto animal. En silencio acarició con sus dedos mis mejillas, mi cabello, mis cejas, mis labios, mi nariz, mi cuello… Dios, ¿qué tienen esas manos?- pensaba yo.

Bueno ya es tarde. Mejor que vayas a tu cama, no vaya a ser que papá y mamá lleguen y nos pillen aquí, ¿no?

¿Qué hay de malo en dos hermanos que duermen juntos?

Pues también es verdad.

¿Puedo quedarme a dormir aquí esta noche? Es que en mi cuarto ya sabes que no tengo aire acondicionado y me muero de calor.

Claro nena, hace años que no dormimos juntos y me encanta ver como mi hermanita se duerme plácidamente.

Voy a ponerme el pijama, ahora vengo.

Le sonreí y salí. Enseguida llegué descalza y con mi cortísimo camisón de color azul cielo. Es de tirantes muy finos y el borde del camisón es de encaje azul también. Además su tela es muy fina, y marca mis pezoncitos. Es tan corto que por poco no tapa mi gran culo. Es redondo y hace un precioso triángulo con mis muslos. Al ser tan corto, alarga las piernas y queda bastante bien. Así me presenté en el cuarto de mi hermano. Él tumbado sobre la cama fumaba un cigarro y cuando entré me miró fijamente con ojos de no creer que esa fuera su hermanita. Me acerqué a la cama sin mirarle a la cara, no me atrevía. Notaba mis mejillas ardiendo al notar sus ojos clavados en mí.

Qué guapa estás nena.

No, solo soy una niña.

Sonreí tímidamente y me metí entre sus sábanas. Él hizo lo mismo. Yo me giré de medio lado y Roberto me acercó hacia él con sus fuertes brazos. Así nos quedamos. Abrazados. El silencio inundaba la habitación y a mí me inundaban las dudas de la situación. Pero pensé que lo mejor sería no pensar demasiado y disfrutar de los momentos junto a mi hermano. De pronto noté algo muy duro rozando mi culo. Era el tremendo paquete de mi hermano, aprisionado en esos bóxers azules. Roberto aún estaba despierto pero no hizo nada al respecto. Solo continuó abrazado a mí. Me estaba poniendo tan cachonda que preferí cerrar los ojos y dormirme así sintiendo su durísima polla presionando mi apretado culo.

Buenas noches, princesa.

Buenas noches, Roberto.

Me apartó el pelo de la cara echándomelo hacia atrás y me dio un beso en la mejilla. Sentía que estaba a las puertas del cielo. Quería que ese momento fuera eterno, que se parase el tiempo y que no existiera nadie más en el mundo que nosotros dos abrazados.

A la mañana siguiente desperté pegada a mi hermano que aún dormía. Le observé, su pecho desnudo y destapado de sábanas. Su cara reflejaba felicidad y descanso, sus párpados yacían cerrados. Me dieron unas ganas locas de besarle pero me contuve. Por cierto, iba a despertarse con tremendo empalme. Su miembro volvía a ponerse duro como una piedra, como la noche anterior. Imaginé lo que podría estar soñando y me hubiera gustado formar parte de sus sueños. Me levanté de la cama y fui al comedor para ver si estaban mis padres pero no, no estaban. Leí una nota con la letra de mamá sobre la mesa del comedor: “Nos vamos con los tíos de Getafe a pasar el día. Volveremos por la tarde, llamadme si necesitáis algo. Portaos bien. Un beso, mamá”.

Esa nota me alegró la mañana. Pasaría el día junto a mi hermano, solos en casa. Iba a aprovecharlo al máximo. Fui al baño y me pegué una refrescante ducha. Me peiné y me puse guapa. En mi habitación me puse un mini vestido de tirantes con escote, que me regaló Roberto por mi cumple. Decía que le gustaba mucho como me quedaba.

Buenos días Miriam, ¿dormiste bien? –lo encontré en la cama desperezándose.

La verdad es que hacía tiempo que no dormía tan bien. Me encantó sentir cómo me abrazabas… como siempre duermo solita…

A mí me encantaría dormir cada noche contigo. Yo también duermo cada día solo allí, ¿sabes? ¿Has tenido calor esta noche?. Noté que tu cuerpo ardía, nena…

Sentía cómo mi hermano me desnudaba con la mirada, cómo me besaba y tocaba.

Sí, tuve mucho calor.

Yo también. Creo que fue por culpa tuya, hermanita…

Sin querer mi lengua recorrió mi labio superior para humedecerlo.

¿Qué te pasa Miriam? ¿Tienes sed?

Sí. Es este calor que no me deja ni vivir.

Iré a traerte agua. Siéntate, ahora vengo.

Me senté al borde de la cama. Aprovechando que él no estaba allí, cogí una camiseta suya de manga corta que estaba tendida en el suelo y la olí. Cerré los ojos para recordar mejor su olor. Olía a su colonia, masculina pero juvenil. Además, su camiseta emanaba un aroma indiscutible a hombre que me excitaba muchísimo. Me sentí envuelta en ese olor y por unos segundos me quedé con los ojos cerrados y la nariz extasiada por el dulce aroma de mi hermano.

Toma, te traigo la botella pa que bebas lo que quieras.

Gracias, tengo muchísima sed.

Sus ojos estaban puestos en mi cara y en mi pecho y, con el calentón que llevaba yo encima, decidí hacer algo arriesgado pero que quizá me llevaría a conseguir lo que tanto deseaba: follarme a mi hermano.

Empecé a beber a morro de la botella pero dejando que el agua se derramase por mi boca y por mi cuello hasta caer sobre el vestido. Abrí los ojos mirándole con cara de deseo, pasando la lengua por encima de mis labios para volverle loco. Roberto me miraba en silencio; parecía gustarle mucho lo que veía así que continué.

Cogí la botella y vacié el contenido sobre mí mojándome el pelo, la cara, el pecho, mi cuerpo… toda yo quedé mojada. Agité mi cabeza para que el pelo se desordenase y me hiciera parecer más guarra. Con la mirada le dije a mi hermano que se acercase y me hiciese mujer ahí mismo. Lo necesitaba.

Al fin pareció entender mis intenciones, pegándose a mí y dejándome entre su pecho y la pared. Me besó apasionadamente, como si fuera lo último que hiciese. Entrelazamos nuestras lenguas en un largo y dulce beso que nunca olvidaré. El primer beso de mi hermano.

Con sus manos recorría mi cuerpo sobre el empapado vestido. Tocó mi cintura, mis caderas, mi culo, mi espalda, mis muslos y yo entrelacé mis brazos alrededor de su cuello para sentirle más pegado aún. Tan pegados estábamos que a veces me faltaba el aire pero en ese momento ya no podíamos parar.

No sé si esto está bien, lo que sé es que hace tiempo que me pones loco niña.

Si supieras la de noches que he pasado soñando con este momento… Me pones muy cachonda, Roberto -le susurré al oído y, acto seguido, continué besándole el cuello y las orejas.

Pasé mi lengua desde el final de su cuello hasta el hueco de detrás de la oreja y también lamí su lóbulo. Oí su respiración rápida, lo que me indicaba que se estaba poniendo de lo más duro. Olí su cuello y su pelo, suspirando excitada en su oído.

Su polla parecía que iba a salirse del bóxer de un momento a otro, la sentía durísima contra mi pubis. Me cogió bruscamente del brazo y me tiró sobre su cama. Luego él se puso sobre mí y destapó mis pechos. Al verlos emitió un largo y sonoro suspiro de satisfacción. Lamió y succionó mis pezones haciendo que éstos se pusieran erectos. Los mordió y yo me retorcí de placer. Luego lamió lentamente mis pechos y mi cuello, lo que me puso a tope.

¿Te gusta Miriam? ¿Se está poniendo cachonda mi hermanita?

¡Ummhhh sí mucho, Roberto! ¡No pares!

Que sepas que esto es culpa tuya, porque eres una guarra y esto era lo que querías ¿a que sí guarra?

Sentí como un orgasmo cuando me dijo guarra. Me excitó muchísimo que me lo dijese y yo solo pude emitir un gemido de placer.

¡Mmmmmhhh sí eso es!

¡Si es que eres una puta zorra! ¡Cochina!

¡Síííííííí!

Anda ven aquí, vas a comerte mi polla ¡putilla!

Me obligó a ponerme de rodillas en el suelo y agarró mi pelo para acercar mi cara de niña a su enorme y dura polla.

No, no quiero Roberto.

¿Cómo que no quieres hermanita después de tanto excitarme? ¡Tú vas a hacer lo que yo te diga! ¿O es que tengo que pegarte un guantazo pa que me hagas caso? ¿Es eso lo que quieres? ¿Dime guarra?

¡No quiero hacerlo! -me moría de ganas pero quería ganarme ese guantazo con el que me había amenazado si no lo hacía.

Madre mía qué zorra estás hecha, ¿primero me calientas y ahora no quieres comerte la polla de tu hermano? ¡Toma guarra, te lo mereces por puta!

Me pegó un bofetón en la mejilla que me dejó la cara roja. Le miré con los ojos húmedos y con cara de sumisa desde el suelo. Estaba disfrutando del momento como una perra. Me encantó que mi hermano fuera tan vicioso como yo; todo aquello no íbamos a olvidarlo nunca.

Destapé el enorme miembro de mi hermano el cual apuntaba violentamente a mi cara. Roberto me agarró del pelo y me metió su polla en la boca de un solo golpe. No me cabía de lo grande que era. A mí se me saltaban las lágrimas por ello y miraba suplicante a mi hermano con cara de no poder más. Pero él solo acariciaba mis cabellos y suspiraba de placer mirándome. La imagen de Roberto me encantaba viéndole disfrutando de lo que le hacía.

Ya llevaba rato chupándole la polla a mi hermano, mi boca se había acostumbrado y ahora me encantaba tener esa gran cosa entre mis labios. La mamada le estaba encantando a Roberto; suspiraba y me miraba desde arriba mordiéndose los labios. Desde el suelo tenía una perspectiva de mi hermano que me encantó. Me gustó sentirme inferior a él, yo ahí en el suelo mamándole su dura polla y él de pie, jadeando y gozando de los placeres que su hermanita le daba.

Se la mamaba hasta el fondo de mi garganta dándome incluso arcadas, pero él no me dejaba recuperar el aire por mucho tiempo. Su polla era una alegría para la vista, chorreante de mis babas, reluciente y durísima… ¡Dios, cómo me gustaba su largo instrumento!. Me estaba excitando mucho. Me pellizcó los pezones y noté como mi entrepierna se iba mojando. Mi boca la tenía llena de su polla y ahora, debido a lo que me hacía mi hermano, no podía más que gemir débilmente. Me encanta que me pellizquen los pezones, no me importa si me hacen algo de daño. Así se la estuve chupando un buen rato.

Ven aquí guarra, te voy a follar como no te han follado nunca.

¡No, que vas a hacerme daño con esa cosa tan gorda!

¡A callar, aquí mando yo nena! ¿Te queda claro?

Sí, claro que sí.

Así me gusta, que seas una perrita obediente.

Me encanta ser una perra para ti, Roberto.

Pues claro que te encanta, porque eres una puta guarra y lo sabes… ¡puta!

Mmmmm sííí…

Se colocó sobre mí. Sus brazos eran como dos columnas entre las que estaba presa. Me agarré a ellos con fuerza, tenía que estar preparada para cuando me penetrase con aquel rígido pedazo de carne.

¿Estás preparada guarra? Te voy a meter una follada que no olvidarás en tu vida, ¡calienta pollas de mierda! ¡Te vas a enterar de lo que es un hombre, puta!

Oh sí, me encanta que me insultes. Cada vez que me dices guarra me entra un cosquilleo por el coño que me deja muerta…

Sí ya sabía yo que eras guarrísima. Qué cerda que eres Miriam, me encanta que seas tan viciosa como yo.

Me metió dos dedos en la boca para que se los chupara. Nos mirábamos con cara de no tener suficiente, de querer más y más, de cachondos perdidos. Metió esos dedos en mi coñito que ya estaba muy mojado, chorreando jugos por el interior de mis muslos. Los metió de golpe y muy fuerte lo que me provocó un placer inmenso y un gemido de placer que solo hizo que ponerle más cachondo.

¿Te gusta guarrilla?

Me encanta, no pares.

Que ruido que hace tu coño, me pone a mil ¡perra!

¡Más rápido, más rápido, muévelos más fuerte! ¡Más fuerte! ¡Sííí! Mmmmm ¡me encanta! ¡Vas a hacer que me corra! Sííí…

Pues claro, claro que te voy a hacer correr niña. Llevo rato deseando que lo hagas. ¡Te vas a correr en mi mano zorra!

Metía los dedos tan fuerte y rápido que creía que iba a destrozarme el chochito. Éste lucía depilado totalmente, sólo con una pequeña raya de pelo en el medio. Es muy suave y tierno.

¡Aaahh síííí me corrooo!

¡Venga guarra córrete, que te están dando espasmos puta!

¡Sííííí aaaaahh! Mmmmmm, qué bueno es esto hermanito –solté un chorro de corrida que le dejó la mano y el brazo mojados.

E incluso el suelo se mojó. Parecía que me estaba meando de tanto gusto como sentía. Chorros de corrida acompañados de espasmos y gemidos. Tengo que decir que yo cuando me corro soy muy exagerada. Es algo con lo que siempre he tenido problemas, porque me da corte soltar semejante corrida, mientras me follan o me meten dedos, sin saber antes si le va a gustar a mi compañero. Y por eso suelo contenerme la corrida. Aunque esta vez no me corté un pelo, simplemente porque no pude contener el placer y las ganas de correrme. Además a él le encantó. Sentí que el tiempo se paraba, tuve unos espasmos tremendos y una electricidad en el coño inexplicable. El mejor orgasmo de mi vida. Me corrí seis veces, mi tipo de corrida es así, a trozos, pero cada vez es más placentera que la anterior. Es tremendo y agotador. Roberto me miró fijamente.

Qué bicho eres Miriam, me has puesto perdido con tu corrida… me encanta. Y ahora, ¿sabes qué voy a hacer puta?

Dime –la voz me temblaba, estaba aún recuperándome de mi orgasmo. Me dejó destrozada pero no iba a acabar ahí.

Voy a follarte toda, niña mala. Te voy a hacer daño porque te lo mereces ¡por puta! –un escalofrío recorrió mi vagina al oír eso.

Volvió a colocarse sobre mí, dominándome, haciéndome suya, recogida entre esos brazos tan masculinos y fuertes. Pasó su capullo por toda mi rajita chorreante y eso me volvió loca. Le agarré de la nuca y le acerqué a mí para darle un largo beso. Entonces él me penetró tan fuerte que pensé que lo que estaba sintiendo no podía ser verdad. Nunca había experimentado tanto placer por una embestida, nunca. Su gruesa polla empezó a moverse rápido y cada vez se hundía más dentro de mí. Sus huevos rebotaban bruscamente contra mi culo. Ya su polla estaba totalmente encajada. Me sentí llena y satisfecha. Llena de su gorda polla. Me sentía la más guarra por follarme a Roberto. ¿Cómo podía mi hermano darme tanto placer? Cada embestida era más fuerte y violenta que la anterior, la cama crujía y nosotros nos fundíamos de placer entre besos, caricias y susurros locos.

¡Me encanta tu coño pequeña! Está muy apretadito y mojado. Me pasaría días follándote niña, dándote todo el placer del mundo, oyéndote gemir como a una verdadera puta. Me pones a mil Miriam…

¡Aaaaahhhh! ¡Sííííí, no pareeeesss ahhhh más, más, más fuerteeee! –no podía controlar mis gemidos, la habitación se llenó de mis gritos, jadeos y gemidos, quería disfrutar al máximo del momento, sin importar nada ni nadie. Solo nosotros sudando y follando sin parar. El placer que yo sentía era enorme, el mayor placer que he podido tener. Roberto también gemía.

Venga guarra, me voy a correr, me voy a correr dentro de ti. Mmmm niña me encanta follarte, eres la mayor perra que he conocido.

Y que conocerás. No hay nadie más zorra que yo. Mmmmm.

Tienes razón, ¡eres la más puta de todas!

Entonces él se incorporó y sin dejar de follarme me cogió el pie derecho y ladeó su cara hacia el mismo. Cerró los ojos y lo olisqueó. Parecía que le gustaba mucho pues su cara era de placer absoluto. Recorrió la planta de mi pie con su lengua y al llegar a los deditos, me los chupó y saboreó uno a uno.

¡Qué pie más rico nena! Mmmm.

Mmmmmm, ¿te gustan mis pies?

Me vuelven loco, están riquísimos.

Volvió a colocarse más sobre mí y me besó con la lengua, mordiéndome los labios mientras seguía embistiéndome con violencia. Parecía loco, era una máquina del sexo. Colocó mis piernas sobre sus hombros, dejándome en el borde de la cama y él se puso de pie para penetrarme con más fuerza que antes.

Oh dios, vas a hacer que me corra otra vez, ¡sigue, no pares!

No puta, ahora nos vamos a correr juntos. ¡Me voy a correr dentro de ti! ¡Síííí! ¡Hmmmm!

¡Nooo! ¿Te has vuelto loco? ¿Es que quieres dejarme preñada?

Entonces me correré en tu culo, me pone a mil tu culo respingón.

¡No, el culo no!

¿Cómo que el culo no? Ese culillo va a ser mío, voy a follármelo y verás que daño te voy a hacer. Eso sí que va a dolerte ¡guarra!

Me pegó un bofetón en la cara y eso y su voz grave diciéndome aquello hicieron que me corriese de nuevo. Ahora los movimientos del rabo de mi hermano eran más rápidos y fluidos, mi coño estaba ahora más mojado que nunca y su gran polla entraba y salía con más facilidad, era brutal. Mis pezones se endurecían con el contacto del pecho de mi hermano. Me estaba dejando hecha polvo, era lo que tanto quería. Estaba hecha una auténtica puerca.

De pronto sentí que el mástil de mi hermano salía de mí. Me levantó de un estirón de la cama y me empujó contra la pared, quedando yo de espaldas a él. Justo después vino Roberto y se pegó a mi espalda. Me abrazó con ansia, rodeando con sus poderosos brazos mi cintura mientras besaba mi nuca, mi cuello, mis orejas, mis hombros y rozaba su erecta cosa contra la raja de mi culo. Me gustaba mucho tenerlo tan pegado a mí. Con las manos acarició mis pechos apretándolos con fuerza. Entonces me susurró:

¿Alguna vez te han follado el culo ese de guarra que tienes?

No, nunca.

Pues hoy va a ser tu primera vez nena…ya verás cómo te gusta.

Pero…

Nada de pero… te voy a abrir el culo ¡guarra!

Metió dos de sus dedos en mi boca para que no pudiese hablar. Yo solo se los chupaba como si fuera la cosa más rica del mundo. Es muy excitante chupar dedos. Y más lo era para mí chupar los de Roberto. Se quedaba empanado mirando como le chupaba los dedos, al parecer a él también le gustaba mucho. Cuando se dio cuenta, me los sacó y se humedeció con ellos el glande y la polla.

Empezó a rozar muy suavemente su capullo hinchado y rosado por el agujero de mi culo. Yo estaba algo asustada, pero si era lo que mi hermano quería estaba dispuesta a hacerlo aunque me doliese mucho. Roberto suspiraba de placer, a mí se me ponía la piel de gallina cuando hacía eso. Introdujo la punta en mi culo, me hacía daño pero yo aguantaba. Lo hizo lentamente y moviéndose con cuidado para que no sufriese tanto al principio. Una de sus manos se apoyaba en la pared a la altura de mi cabeza y su otra mano quedaba posada en mis nalgas y también acariciaba mi cuerpo, mis pechos, mis muslos mientras echaba su aliento en mi nuca. Poco a poco mi culo iba abriéndose y la polla de mi hermano resbalaba dentro de mí cada vez mejor. Me dolía pero tampoco era para tanto. Pero entonces sentí muchísimo dolor.

Ahora te vas a enterar de lo que es una buena tranca, guarra.

De una sola embestida metió todo su miembro en mi culo clavándomelo hasta los huevos. Yo me retorcí de dolor, sentí que esa polla iba a partirme en dos, tan grande y tan gorda… Se movía muy rápido, su vientre chocaba fuertemente contra mi culo y cada vez la sentía más. Tanto me dolía que me puse a llorar y a suplicarle:

¡Aaahhh nooo para me dueleee! ¡Me duele muchoo!

Cariño, ahora no puedo parar, me tienes loco. La verdad es que tampoco me importa mucho si te hago daño ¿sabes? No me vengas ahora con lloriqueos puta, no me das pena. Hace tiempo que vienes provocándome con esos shorts tan cortos pegaos al culo y esos vestidos que casi no te tapan. Y esas camisetas sin sujetador marcando pezones, esos roces, esas miradas… solo pa provocarme y ponerme enfermo ¿no?. Pues ahora, atente a las consecuencias por ser tan putona. Así que ¡jódete puta!

¡Aahhh duelee! Noo…

Si te acabará gustando y acabarás pidiéndome más…Además lo malo ya ha pasado, ya la tienes toda dentro de ti nena… mi rabo todo entero dentro de tu culo de guarra. No protestes más que no te va a servir de nada.

Pero duele mucho, Roberto…por favor para.

Pero bueno ¿tú quién te crees que eres? Te vas a ganar un guantazo zorra.

¡Oh sí, pégame!

¿Eso quieres? ¿Quieres que te pegue en la cara de niñata que tienes?

¡Sí, quiero que me pegues y me dejes la cara roja! ¡Quiero que me hagas daño! Me pone muchísimo.

Pedazo de puta que tengo por hermana. Eres guarrísima ¿lo sabías? –y haciéndome volver la cara hacia él me pegó un buen cachete. ¡Te voy a partir la cara perra!

Mmmmm… -recibí mi castigo entre gritos y suspiros mitad de placer, mitad de dolor.

Puede que no sea muy corriente en chicas de mi edad pero me excita mucho que me humillen, me peguen, me insulten, me fuercen, me ordenen, me obliguen… Me hace sentir como un objeto sexual. Pedazo polvo me estaba metiendo mi hermano. Ojalá no acabase nunca todo aquel placer.

Disfruta de mi polla en tu culo guarra… ¡Qué apretadito lo tienes, me encanta Miriam!

Aahh sí más rápido, quiero más, venga fóllame más fuerte ¡joder!- lo cierto es que mi culo ya se había abierto lo suficiente y ahora la tremenda barra de mi hermano entraba y salía mejor que nunca otorgándonos un placer que parecía infinito.

Roberto pegaba cachetes en mi culo, lo que también me hacía gemir. El dolor había desaparecido y ahora disfrutaba como una perra de esa incansable y deliciosa polla.

¡Voy a correrme! ¡Aaaaahh! -gemía mi hermano. ¡Qué rico! Mmmmm…Quiero correrme en la cara de puta que tienes.

Mmmm sííí córrete en mi cara, dame toda tu leche calentita y dulce… córrete, córrete, ¡vamos! ¡dámelo todo!

Toma niña, aquí tienes el premio por ser tan guarra, te lo mereces por puta. Eres la más guarra de todas, me encanta.

Mmmmm soy tu guarra particular hermanito. Nunca conocerás a otra tan guarra como yo. Venga dame toda tu leche, quiero que me pongas perdida con tu corrida mmmm…-le miraba desde el suelo con cara de cachonda, humedeciendo mis labios con la lengua, respirando excitada, hablándole despacio y en voz baja para excitarle más y por fin conseguir su dulce leche. La necesitaba.

De pronto borbotones de rica corrida salieron de su rosado e hinchado capullo, preciosa imagen que siempre guardaré en mi retina. Su semen quedó repartido entre mis labios, mi barbilla, mis mejillas y mi pelo. También cayó sobre mi cuello y pechos. Con la lengua me comí los restos de leche que se habían posado sobre mis labios y lo demás con los dedos lo recogí y me lo metí lentamente en la boca, chupando mis dedos y mirando mientras a mi hermano con cara de satisfacción. Quería conseguir otra de sus erecciones que tanto me gustaban. Su leche sabía a gloria, era muy rica y me apetecía más.

¡Aaaaahhh! Mmmm nena qué bueno, me encanta lo guarra que eres.

Qué leche más rica que tienes hermanito.

Nunca me había corrido tan a gusto, me has dejao seco.

Jaja…eres una máquina, nunca había sentido tanto placer- sonrisa pícara y ojitos para no perder la magia del momento.

Pff si es que me pones cachondísimo niña. Anda ven, vamos a ducharnos.

Me besó en los labios dejándome un dulce sabor y me cogió de la mano llevándome al baño. Roberto iba delante de mí como guiándome hacia el cuarto de baño, como si yo no lo conociera. Le gusta llevar las riendas, ser él quien se encarga de las cosas. Me encantan los hombres que saben lo que hacen, seguros de sí mismos y sin miedos.

Abrió la puerta y me metió. Me apoyó en el poyete del lavamanos y me besó tiernamente mientras tocaba mis pequeños y duros pechos. Su polla rozaba nuevamente contra mi chochito. Besó y lamió mi cuello haciéndome cerrar los ojos para disfrutar aún más de sus besos y caricias. Siempre me han atraído mucho las manos de los hombres, manos grandes, de largos dedos, algo velludas y fuertes que puedan dar buenos cachetes y bofetones y llegar a lo más profundo de mí con los dedos. Como decía, mi hermano no dejaba que se me bajase el calentón y es que al parecer él también quería más.

Ven, voy a limpiarte ese chocho.

Su voz grave y masculina hizo que un calambrazo recorriera mi coño, me relamí de gusto al imaginar las cosas que sucederían a continuación en la bañera. Nos metimos en la bañera y mojamos nuestros cuerpos con rica agua fresca, el calor era insoportable.

Siéntate ahí y abre esas piernas puta, ¡vamos!

Otra vez esa corriente dentro de mí me hizo obedecer sus órdenes de inmediato. Cogió el bote de gel y se echó en las manos. Me miraba sin decir nada. Yo sentada en el poyete de mármol de la bañera también le miraba con deseo, estaba muy excitada, no sabía qué cosas le pasaban por la cabeza en ese momento. ¿Qué se proponía?

Con sus manos llenas de jabón acarició mi hinchado chochito y lo lavó con cuidado. No me esperaba eso pero me gustó sentir cómo lavaba mi cosita. Esas grandes y morenas manos lavando mi coñito de mil jugos. Mientras lo hacía besaba mi cuello y me dijo:

Bueno peque, ya estás limpita.

Gracias  hermanito. –le sonreí amplia y felizmente.

Entonces Roberto bajó hasta mi entrepierna y le dio un dulce y delicado besito, que continuó con otros besos más por mi bien cuidado coño. Me estaba volviendo a excitar. Mi hermano tenía una boca que valía oro. Recorrió mi rajita con su húmeda lengua haciéndome estremecer de gusto, lo hizo varias veces y luego jugó con su lengua en mi clítoris. Soy muy sensible a él y la mayoría de veces me da por reír cuando me lo tocan o me lo comen, es una parte muy sensible de mí pero esa vez estaba tan excitada que ni me di cuenta, solo sabía que estaba disfrutando como una auténtica perra de la comida de coño que Roberto me hacía con pasión y amor.

Era riquísimo lo que me hacía, pero ahora necesitaba sentir sus dedos moviéndose frenéticamente dentro de mí. Ya no aguantaba más. De repente Roberto introdujo dos de sus largos dedos en mi coño. Estallé en un largo gemido. Movía sus dedos muy rápido y los metía hasta el fondo. Entonces cuando los tenía dentro hacía un movimiento mágico que hacía que mi joven coño rezumase calor y jugos. Y justo cuando iba a correrme, me levantó de allí y se sentó él.

Siéntate aquí ¡vamos!

Estaba a punto de correrme…

Pues te jodes zorra, te vas a correr con mi polla dentro. Ya verás qué bueno.

Me senté encima de él clavándome su gruesa tranca en mi coño blandito y rosado. Los 19 centímetros de la polla de mi hermano entraron lentamente en mí. Suspirábamos excitadísimos por el placer del momento. Yo gemía como un indefenso conejito en peligro.

Ah, ah, ah, ah sí, síííí, síííí…

Me encanta tu apretado coño nena…Prepárate que voy a follarte como nunca.

Me agarré a su cuello y apoyé la cabeza en su hombro, pegando mi cuerpo al suyo. Roberto me follaba fuerte y despiadadamente, lo más rápido que su cuerpo le permitía. Y yo apoyada en él estaba como muerta, como en otro mundo en el que solo existíamos los dos extasiados por el placer, un mundo del que no queríamos salir, en el que me pasaría los días enteros.

Con cada brusca embestida de Roberto su miembro tocaba mi punto G. Sentía como si el máximo placer que una persona pueda tener lo estuviera teniendo yo con mi hermano, ahí en la bañera, mojados por el agua y el sudor. Después de largo rato de follar, Roberto estalló en un gemido que me recorrió todo el cuerpo como una electricidad.

Aaaahhhh ¡me corro!

Córrete vamos, dentro de mí ¡sí! Quiero sentir toda tu leche empapando mi chochito por dentro. Vamos córrete dentro de mí hermanito… -le susurré en su oreja.

Sentí cómo su semen penetraba en mí, cómo la leche salía de su polla y resbalaba por las paredes de mi vagina y luego cómo lentamente iban cayendo todos sus jugos por mi coño.

Nos quedamos abrazados unos pocos minutos. Nuestros jóvenes y calientes cuerpos estaban unidos aún, descansando uno sobre el otro. Me incorporé y besé sus labios tiernamente. Él acariciaba mi espalda y mis nalgas con sus manos.

Por fin te he hecho mía –me susurró besándome el cuello.

La verdad, no me sentía mal después de aquel acto incestuoso con mi hermano mayor. Tampoco él. Nos duchamos juntos y luego nos vestimos con ropa ligera y escasa. El calor era insoportable. Pasamos el día juntos en casa, charlando, riendo, jugando. Hacía tiempo que no lo pasábamos tan bien.

¡Ya estamos en casa! -papá y mamá llegaron a casa con una sonrisa y un bronceado que saltaba a la vista. Pero seguro que no lo habían pasado tan bien como Roberto y yo.

Por la tarde mi hermano salió un rato con sus amigos.

Llegaré para cenar -dijo.

Ya por la noche cenamos en familia. Era domingo y mi hermano se iría después de la cena, de vuelta al cuartel. Eso me entristecía bastante pero me consolaba saber que volvería a verlo el siguiente viernes por la tarde.

Mientras estábamos los cuatro cenando en el comedor y viendo la televisión, me asusté al sentir algo tocando mi cosita por debajo de la mesa. Mantuve la compostura y miré intrigada a mi hermano que me observaba intentando que nuestros padres no se diesen cuenta de nada de aquello. Tenía arte hasta en los pies para dar placer. Con uno de sus pies tocaba mi ya húmedo tanga y yo como buena perra me abría más aún de piernas para que él disimuladamente continuase. No era algo normal pero hacíamos lo que nos gustaba, ¿qué hay de malo en ello? Tuve que contenerme porque en mitad de la cena casi se me escaparon unos cuantos gemidos. Cómo disfrutaba Roberto viéndome sufrir… Al terminar la cena y tras recoger sus cosas se despidió de todos. Yo fui la última.

Prepárate para el viernes, quiero que mi hermanita esté bien guapa para mí.

Haré todo lo que me digas, ahora soy tu putita y te obedeceré en todo lo que mandes.

Así me gusta, que seas buena niña. Esto solo es el principio, si lo de hoy te ha gustado el finde que viene te dejaré con el coño hinchado y rojo. Te va a encantar. Vas a gemir tanto que te vas a quedar sin habla guarra…

No me digas eso que solo de oírlo e imaginarlo me estoy poniendo cachonda. Y esta noche no tengo a nadie para que me complazca como tú lo haces. Tendré que consolarme yo solita…

Mira a ver que hay debajo de tu almohada. Hasta pronto nena -me dio un beso en la mejilla y me guiñó el ojo dejándome intrigada tras sus últimas palabras.

Se fue en dirección a su coche fumándose un piti. Decidido, seguro de sí mismo, sin miedos, haciéndose el dueño de la calle. Entró en el coche, arrancó, me dedicó una sonrisa pícara y se fue. Conducía rápido, a veces demasiado. Le perdí de vista y pensé en lo que me dijo al marcharse. Les di las buenas noches a mis padres, como una niña buena. Me lavé los dientes y la cara y me solté el pelo. Me puse el corto camisón azul con el que había dormido la noche anterior. Aún olía a mi hermano. Corrí a mi cuarto y miré debajo de la almohada. Encontré un paquete envuelto en papel de regalo. Lo abrí con cuidado y cayó una nota:

“Esto es para ti, para que lo disfrutes mucho pensando en lo de hoy. Yo nunca lo olvidaré, sé que tú tampoco. Con cariño de tu hermano.”

Encontré una caja con un vibrador enorme de color rosa y muy semejante a una polla de verdad. Me hizo muchísima ilusión. Nunca había tenido ninguno. Estaba clarísimo que le iba a dar un buen uso. Una sonrisa se dibujó en mi cara al encontrar otra nota detrás de la caja que decía:

“¿Te ha gustado, verdad cochina? Pues ahora ve a tu armario y busca entre los cajones. Hay otra cosita para ti.”

Me faltó tiempo para correr a mi armario y buscar como una loca el otro regalito. Lo desenvolví y pude ver que era un camisón muy sexy de lencería con transparencias. Venía con sujetador y tanga. Era de color rosa palo y tenía algún brillantito. También traía una gargantilla de bisutería muy sexy. Un conjunto precioso. Me gustaba mucho como me quedaba. La última nota decía:

“Ya te imagino con él puesto y me pongo malo. Estarás preciosa. Duerme con él hoy, que sé que te hace ilusión. Pero mañana guárdalo y no te lo pongas hasta el viernes por la noche. No lo laves, quiero que coja tu olor, que el tanga huela a tu coño. Vendrás a mi habitación cuando papá y mamá se hayan ido a cenar y te lo estrenaré. Buenas noches princesa.”

Más feliz que todo, guardé las cosas para no dejar rastro si alguien entraba y me lo pillaba todo. Me metí en la cama con mi conjunto nuevo y mi vibrador rosa a juego. No tardé en estrenarlo, era un juguete increíble. Después de una gran corrida y ya totalmente desnuda entre las blancas sábanas de mi cama, pensaba sobre todo aquello. Ahora lo único que deseaba era que fuera viernes para ver a Roberto. Él también lo deseaba. Con una sonrisa en mi cara de niña buena me dormí plácidamente.

Ese fue el principio de mi ardiente y secreta relación con mi hermano Roberto. Tan solo el principio…

 

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