miprimita.com

Virginia

en Hetero: Infidelidad

Virginia

 

En silencio y tal como vino se fue, no sin antes regalarle un inolvidable momento de solaz del que dudar cuánto hubo de real o si se debió simplemente a su imaginación desbocada…

 

 

Abriendo suavemente la puerta corredera del balcón, la vi asomar en toda su belleza. Paso a paso, de manera lenta y sensual, caminó salón adelante hacia el amplio sofá en el que me encontraba sentado. Toda una verdadera diosa para mis sentidos, puestos al momento en alerta. Virginia era rubita, de cabellos cortos y lisos a la altura del cuello y mirada insinuante cada vez que coincidíamos en el rellano de casa esperando el ascensor. Ella casada como yo lo estaba, Virginia con un hombre mayor que a falta de otras cosas seguro que le daba la seguridad de una billetera repleta y una cuenta bancaria más repleta aún. Por mi parte, también casado con María con la que llevaba cinco largos años de convivencia y dos niñas al cuidado. De todos modos, ello no era óbice para que me fijara en otras mujeres y Virginia era una de ellas y seguramente la más cercana que podía encontrar.

En la soledad del salón, Virginia continuó paso a paso acercándose con sus andares suaves, en silencio contoneando las caderas de manera voluptuosa. Medias moradas a medio muslo y un atrevido y transparente picardías rosa con encajes y blondas blancas en cintura y escote era todo su atuendo. Sus poderosos ojos grises almendrados clavados en los míos, me hipnotizaban por entero. Y cada vez la sentía más cerca, cruzando una pierna delante de la otra a cada paso que daba. A medio salón y cogiendo los tirantes con los dedos, giró sobre sí misma pudiendo yo observar la redondez de su trasero con un leve tragar de saliva. Era hermosa, todo un animal perfecto para cualquier hombre que la tuviera delante.

Acariciándose por encima de las finas ropas, bajando las manos a la barriga y los muslos quedó ahora sí frente a mí. Volví a tragar saliva, teniéndola tan cerca, a apenas un alargar de mano y poder tocarla a mi placer. Subiéndose provocativa el picardías, pude observarle la diminuta braguita de un blanco inmaculado bajo la que esconder sus más íntimos rincones. Mirándome a los ojos con su mirada encantadora con la que te enamoraba nada más verla. Y caí en sus redes, claro que caí.

-          ¿Te gusta lo que ves? Dime, ¿tenías ganas de que viniera? –la voz melodiosa y aflautada corriéndome junto al oído.

-          Eres muy bonita.

-          Gracias –exclamó en respuesta a mis palabras y sonriéndome de aquel modo que me obnubilaba el entendimiento.

-          Me tienes loco.

-          Lo sé cielo –respondió esta vez con voz susurrante y segura del completo dominio que sobre mí ejercía.

Sacando tímidamente la lengua, jugó tentadora con ella pasándola a un lado y al otro y por encima humedeciéndose los labios. Puro vicio y puro morbo era lo que aquella mujer mostraba. Y con sus ojos prácticamente pegados, echada adelante permitiendo vislumbrar el terrible canalillo a través del escote abierto. Con su sonrisa encantadora, Virginia dejó caer el rostro frente al mío, abriendo la boca para reclamar el primero de los besos. Nos besamos levemente, un simple beso de acercamiento uniendo los labios del uno con los del otro. Los sentí suaves y frescos, pero al tiempo ofrecían el frenesí ardiente de multitud de cálidas emociones para ambos. Tras ese primer beso, ese primer piquillo corto pero intenso, Virginia se separó levemente para volver a hipnotizarme con aquellos almendrados ojos por los que cualquier hombre en su sano juicio pecaría.

Las manos de largas uñas tomándome la cabeza a la altura del cuello, ofreció la perversa lengüecilla para acercármela y retirármela al momento haciéndome crecer la congoja. Incorporándome y no encontrándola, tan cerca y al tiempo sin poder alcanzarla, acercándose nuevamente para golpearme la nariz con la lengua emitiendo sus labios una leve risilla malévola. Y volvimos a besarnos esta vez de manera mucho más profunda y prolongada, pudiendo notar sobre la lengua el roce del piercing metálico enredado en  lo ardiente del beso. Abriendo ella la boca para aprobar la entrada de mi lengua mezclada al momento con la suya. Disfrutamos ambos del beso como si de un mágico momento se tratase y seguramente así lo era, al menos para mí puedo asegurar que así era. Aquella sonrisa abierta y sincera subía la adrenalina a cualquiera y a mí puedo jurar que me tenía enamoradito cada vez que la veía.

Un nuevo beso con el que sellar la cercanía entre ambos y pronto subió las manos a mis hombros y espalda ganando el beso en intensidad morbosa. Largo, prolongado, mordiéndome los labios, mezclando las lenguas juguetonas a la entrada de la boca. Por primera vez llevé las manos a sus costados, apretándolos entre los dedos, apretando aquel cuerpo sinuoso y firme de treintañera preciosa y en lo mejor de la vida. Las manos de ella corriéndome el cuello y la nuca, para enterrar luego los dedos entre mis cabellos encrespados y de nuevo ofrecerme su boca que tomé ahora envolviéndole los sonrosados labios.

Cada vez el acercamiento se fue haciendo más íntimo y confiado, besos tiernos de apenas un roce con el que notar los labios del otro. Acariciándole la cara, la vi cerrar los ojos mientras el dorso de mi mano le bajaba por la mejilla. Temblamos los dos con ese mínimo gesto, las respiraciones de uno y otro creciendo poco a poco en intensidad. Y de ese modo los besos se fueron haciendo húmedos y descontrolados cada vez más por el deseo. Abriendo las bocas hasta donde daban, haciéndose el beso profundo bajo el intercambio de fluidos. Llenos de energía sexual continuamos un rato hasta perder por completo el aliento. Separándonos un instante, Virginia me miró sonriente para enseguida acercar los labios mordiéndome suavemente el labio inferior. Temblé de puro goce, un escalofrío llenándome la espalda al reconocer la pasión escondida en el gesto femenino.

De nuevo separados, la sonrisa de la mujer seguía clavada en mí, disfrutando el uno del otro sin decir palabra. Con las manos me ayudó a quitarme la camiseta, escapando por la cabeza de forma lenta pero precisa. Incorporado hacia delante, me acerqué a ella para enganchar con los dedos el mejor culo que nunca había saboreado ni saborearé en el futuro. Con la cara metida en el escote abierto, dejó que la manoseara la fina piel de sus redondeces traseras. La escuché gemir sonoramente, arqueada hacia atrás ante lo decidido de mi caricia.

-          Sí cariño… ponme cachonda con tus manos y tus besos.

Las manos femeninas resbalándome espalda abajo, mientras las mías se entretenían masajeando con movimientos circulares el culillo elevado y firme. De nuevo la escuché gemir del mismo modo, era evidente lo mucho que le gustaba. Mis manos bajándole ahora por los muslos para volverlas a subir, al tiempo que la besaba amoroso por encima de la vaporosa tela del picardías. Quieta y de pie frente a mí, la hermosa mujer se dejaba hacer ofrecida por entero a mi siguiente movimiento. Desplazándole la tela hacia arriba, el vientre desnudo quedó frente a mis ojos embebidos en toda su belleza natural. Cerrándolos la besé disfrutando de aquel nuevo y mágico momento, uno más que para mi placer me entregaba. La besé, la besé entregado a la tarea de gozar de aquel cuerpo delicado pero robusto al tiempo. Virginia tembló toda ella, pudiendo yo notar la piel erizársele con el nuevo lamento que su boca expulsaba. Dándole una pequeña palmada en la nalga, la besé el muslo para enseguida volver a la tripilla lisa y plana y sin un gramo de grasa.

Entonces Virginia se subió más la tela, enganchándole yo los pechos que quedaron dispuestos y maravillosos ante mis ojos aturdidos. Tantas veces los había imaginado, tantas veces escondidos bajo las blusas de fina seda que solía llevar, marcándose los pezones orgullosos bajo aquellos tops estivales que apenas podían cubrirlos. Y ella sin sujetador, sabiéndose bien deseada por todo el género masculino que babeábamos por cada uno de sus muchos encantos.

-          Acaríciamelos sí –pidió musitando levemente, el nerviosismo creciéndole también sin remedio.

Apretándoselos con fuerza entre mis dedos para caer de nuevo sobre su vientre y su piel temblorosa por el deseo. Un nuevo beso y la hice girar con las manos ahora en las caderas, volviéndola de espaldas para apoderarme de ese culo en el que solo la fina tela entre los cachetes podía verse. Tremendo, redondito y perfecto, mis manos lo recorrieron clavándole los dedos en el mismo antes de empezar a comérmelo con desesperación haciéndola reír divertida. Seguí comiéndoselo, saboreándolo, dándole suaves besitos por encima, mordiéndoselo incluso en mi total locura con la que arrancarle suspiros de goce infinito. Las manos arriba y abajo y sin control, tan pronto bajándole los muslos rollizos como corriéndole en círculos las nalgas gloriosas que la muy pícara echaba malintencionada atrás. Se las besé empapándome en ellas, aprovechando la oportunidad para enganchar la tirilla del tanga y llevarlo abajo sin prisa alguna. Caderas abajo para seguir por los muslos y de ahí, y ayudado por ella, hacerlo descender a los pies que Virginia levantó convenientemente quedando libre de la delicada prenda. Un golpe de mano y la misma cayó al suelo lejos de nosotros.

Entonces subí las manos arriba, volviendo a la redondez del culillo que besé y chupé, ahora una nalga ahora la otra para meter luego la boca entre los cachetes abiertos. La mujer gruñó de impaciencia, era evidente que aquello le agradaba y que le agradaba mucho, buscando yo con mi lengua lugares mucho más escondidos de ella. La mano echada atrás sobre mi cabeza, saboreé su belleza devorándola tan inquietos como los dos nos encontrábamos.

-          Tienes un culo sensacional.

-          Oh cariño sí… chúpamelo… có… memelo todo.

Un suave azote le di con el que sacarle un gritito excitado como mejor forma de aceptar la aviesa caricia. Virginia removió el culillo provocándome con ello aún más. Era mala y sabía cómo hacer para animarme a continuar mucho más allá. Bajo el pantalón, mi fiel compañero de fatigas empezaba a quejarse de forma evidente y notoria. Me notaba muy duro y dispuesto a lo que fuera. Nada en mi mente existía más que aquella mujer que me tenía por completo sorbido el seso. Y continué embebido observándolo en toda su belleza, apretándolo suavemente y luego con más presión, gimoteando la rubita mientras con la mano me empujaba la cabeza buscando hundirme en su trasero.

La besé toda, haciéndome ahora con la parte baja de la espalda que el picardías subido dejaba a la vista. Corriéndole cada poro de su piel, fina y tersa, de una suavidad con la que hacerte perder el sentido. Y volví a probar la nalga, llenándola de besos, nunca me cansaba de hacérselo. A mi lado, vi caer el picardías que la muy traviesa se había quitado finalmente.

-          Ámame cariño, ámame –la escuché pedir con voz alterada.

Cogiéndola de la cintura la hice sentar sobre mi pierna para disfrutar de sus senos blanditos, suaves y redondos. Tomándolos entre las manos, empecé a masajearlos muy suavemente por los costados, cubriéndoselos desde la parte inferior hacia los laterales y de ahí para arriba subiendo la voluminosa piel. Sin fuerza alguna, tan solo sopesándolos entre mis dedos lo cual pareció gustarle tal como sus palabras me hicieron saber.

-          Ummmm sigue cariño, mucho mejor que mi marido… lento y muy despacio… me encanta…

-          ¿Te gusta? –pregunté viéndola gozar con cada uno de mis roces.

-          Me gusta sí…. despacito, vamos sigue así… acaríciamelos sin prisa… eso me pone mucho.

Manoseándolos, trabajándoselos muy lentamente y de forma casi quirúrgica, continuando con el agradable ataque se los acaricié, lamí y froté, llenándola de tenues besitos con los que alborotarla arrancándole un lamento prolongado y placentero. Me entregué más a ello viendo lo bien que iba todo. Acercándome poco a poco al punto central pero evitándolo en todo momento. Eso la hacía rabiar, bramando por un mayor empuje sobre ella. Lo tomé con calma, me encantaba verla sufrir y reclamar un avance más rápido pero también sabía que cuanto más tardara más excitada se mostraría. Rocé y masajeé las glándulas mamarias con los dedos, apretándolas suavemente. Un leve roce mínimo por encima de las mismas, acercándole seguidamente la boca y respirándole el aliento perverso.

Virginia gimió fuertemente, los ojos cerrados y enteramente abandonada a mis caricias. El ceño fruncido al disfrutar de tan encantadores rasgos de su anatomía, cada vez más excitados y receptivos, más endurecidos e hinchados. La mujer se enderezaba sin control de sí misma, acariciando la parte trasera de mi cabeza mientras gimoteaba entregada, sollozando abiertamente sin parar de pedir mayores atenciones. Y así continué haciendo presión con las yemas de los dedos, hundiéndolos mínimamente en la calidez de su piel. Con el roce las noté aumentar ligeramente de tamaño, creciendo en altura hasta aparecer orgullosas y elevadas frente a mis ojos. Era evidente lo mucho que aquello la excitaba y cómo sus senos respondían de la mejor manera obligándome a seguir. Fascinado, los descubrí cada vez más erectos, subidos y entonces fue cuando me lancé sobre uno de ellos chupándolo y comiéndolo por encima del oscuro pezón. Pasándole la lengua alrededor del otro, lamiéndolo con rápidos golpes de lengua entre los gemidos y suspiros que la alterada mujer emitía. Pronto los pezones sensibles respondieron a la llamada, endurecidos bajo mis labios y la lengua que los maltrataban. Los lamí, sorbiendo de ellos levemente, mordiéndolos entre los dientes para luego pellizcarlos con los dedos haciéndola gritar.

-          ¡Sigue mi amor sigue… dios qué cachonda me estás poniendo… es fantástico! –voceando y apretándome contra ella cogido bajo sus fuertes y poderosas manos que no me dejaban escapar.

Lamiendo y besándole la aureola, haciendo circulillos alrededor, volví a mordisquearlo de forma amorosa y ligera. La aureola rosada creció con la caricia, los pezones duros y firmes bajo mis labios que los chupaban y lamían, sorbiendo de ellos como un bebé. A Virginia todo aquello le encantaba, lanzando pequeños grititos complacientes al removerse inquieta con cada nuevo sorber. Así pues dejé el roce sobre los pezones para el final con el efectivo resultado que en la mujer se daba. Con mi esposa lo había experimentado de forma habitual y era algo que la volvía loca cada vez que se lo hacía, llegando incluso al orgasmo solo con eso. Y a Virginia parecía producirle el mismo efecto, rozándole la piel sensible, los erectos pezones, masajeándole mientras los pechos con las manos y los dedos la tenía casi a punto. Abajo y arriba y arriba y abajo después, sin prisa alguna pero elevando cada vez más la presión, subiendo los laterales palpitantes por la paulatina excitación de la rubita. Buscándome la boca, nos besamos acallando ella los sollozos y lamentos ya casi desbocados. Cada vez le costaba más mantener el control de sí misma, no tardaría mucho en correrse. Separándose al echar la cabeza atrás, se corrió con el sincero tratamiento que mis manos y mi boca le habían dado, respirando entrecortada, cogida a mi brazo sin querer soltarme.

-          Me corro… me co… rroooooo… dios qué bueno, ¿dónde aprendiste a hacerlo así?

Entonces la hice tumbar, abriéndole las piernas para disfrutar la imagen arrebatadora de aquel coñito peludo y rosado. Una mata de vello castaña y bien cuidada, frondosa y en la que mis dedos pronto quedaron enredados. Corriendo la mano por encima del muslo, la bajé y subí a la barriguilla y de nuevo abajo hundiéndola en el triangulillo femenino tan deseado. Ella solo gemía y ronroneaba de manera inaudible, removiendo el vientre que mis dedos y mi mano acariciaban sin descanso.

-          Mmmmmmmmm cariño, continúa con eso… no sabes lo cachonda que me tienes.

Claro que lo sabía, de hecho acababa de hacerla correr y todavía quedaba mucho que compartir con aquella belleza fascinante de rasgos juveniles pero ya avezados en las lides amorosas. Humedeciéndome los dedos al llevarlos a la boca, los bajé a la rajilla empezando a moverlos arriba y abajo de la forma más lenta que supe. Jugando con las yemas sobre la raja entreabierta, para subir y bajar y alcanzar el pequeño botón acariciándolo con malicia. Cayendo con mi boca en el vientre plano, besándolo ligeramente y llegando arriba para tomarle el pecho, lamiendo hambriento el pezón entregado a la caricia. Virginia cedió por completo dejando caer la cabeza, abandonada al roce de la lengua y suspirando mínimamente su puro goce. Lamí el pezón una y mil veces, tan pronto despacio como mucho más rápido pasándole la lengua alrededor notando lo duro que lo tenía. Entre los labios lo saboreé, sorbiendo del mismo para con la mano sujetarlo como mejor ayuda a lo que le hacía. Así estuve unos segundos, gimoteando ella alterada, en voz baja pero que se hacía sentir. Chupándole ahora el otro del mismo modo hambriento al que la rubita respondía con una nueva retahíla de suspiros, lamentos y vacilantes jadeos. En una de esas pude verla acompañar mi lengua con la suya, rozándose ella misma la oscuridad erecta al tiempo que nos rozábamos levemente las lenguas. Me encantaba tenerla así, tan rendida y excitada con el continuo lamer y chupar de sus pechos henchidos.

Abandonándolos finalmente, la besé con complacencia, dándonos las lenguas, morreándonos con sensualidad extrema, ambos bien cachondos y conocedores de lo que estaba por llegar. Virginia sacaba la lengua buscando la mía, juntándole los labios suavemente para acabar posándolos en perfecta comunión lasciva. Mezclando las salivas, los noté húmedos y jugosos, atrapando su encantadora boquita para no alejarme en un rato largo. Ni yo lo quería ni ella me dejaba, abrazado por sus manos como me tenía.

-          Bésame mi amor, bé… same –la voz agitada no engañaba de lo muy caliente que se encontraba.

Y así bajé abajo, besándole y chupándole el cuello, comiéndoselo con ansia desmedida al notar las sacudidas involuntarias que la hermosa mujer producía sin control alguno sobre sí misma. De nuevo al pezón, jugueteándole por encima con mi lengua incansable mientras, con los dedos, acariciaba el otro apretándolo con decisión y audacia crecientes. Una vez más cayó atrás, los ojos cerrados con gesto placentero y sin parar de gemir y resoplar reclamando más y más.

-          Sigue, sigue… joder eres bueno tío…

No me cansaba de hacérselo puedo jurarlo. ¿Quién podía cansarse de dar placer a una mujer como aquella? Y una vez más las lenguas de ambos, rozándolas por encima del pezón sensible que martirizábamos ambos sin descanso. Nuevos besos llenos de erotismo y deseo por el otro, aquella gatita mimosa me tenía loco por sus huesos. Mientras la comía y devoraba, ella se devoraba por abajo jugando con la pepitilla, metiéndose dos de sus dedos en la flor rosada para sacarlos húmedos de sus jugos y dármelos a probar. Pronto le tomé el relevo, bajándole la mano por las serpenteantes formas hasta alcanzar el muslo, sobándole la fina pero robusta piel, haciéndome con la redondez de la nalga que tanto me apetecía probar. Besándola de manera infinita fui bajando la hendidura entre los pechos, la tripilla estremecida, pasándole los labios por encima del ombligo para acabar poniéndome de pie enganchándole las piernas que ella mantenía tentadoramente dobladas y abiertas.

Con una risilla encantadora, la misma Virginia me lo puso fácil volviéndose boca abajo hasta quedar completamente estirada con la almohada debajo de la barriga y el culillo ofrecido. Entre las manos me apoderé de aquel par de ancas gloriosas y hechas para el pecado en las que clavé los dedos con vicio excesivo. Ciertamente bien lo valían, redonditas y bien cuidadas, elevadas y firmes y en las que desde luego no me hubiese importado morir ahogado. Las sopesé escuchándola murmurar débilmente, colocándose de la mejor manera mientras se apretaba los labios con energía.

Mientras y en su total fragilidad, aproveché para recrearme en ella, gruñendo mi deseo mal disimulado al enterrar la lengua en el agujero oscuro y trasero haciéndola agitar gozosa. Y así volví a hacerlo, confiado en la positiva respuesta que mi compañera me brindaba, gimiendo animosa al sentir la lengua buscar profanar tan delicado orificio. Lamiéndolo tan solo, pasando la lengua por encima como mejor forma de irlo preparando para futuras visitas mucho más profundas. De momento no quería más que juguetear con él, lengua viene y lengua va, golpeándolo suave pero preciso sabiendo bien lo sensible de la zona que atacaba.

-          Ummmmmm, ummmmmmmmmmmmm.

-          Agggggggg... ohhhhhhhhhhhhhh sigue, eres malo y perverso conmigo –declaró, la sonrisa abierta y de oreja a oreja demostrando lo fariseo de sus palabras.

Cambiando abajo, me hice ahora con la rajilla pasándole la lengua a todo lo largo de la misma, raspándola por encima entre los continuos y constantes gemidos que la boca femenina lanzaba. Humedeciéndome el dedo pulgar, se lo llevé rozándolo por la abertura cerrada que los labios vaginales todavía no permitían, mientras con la lengua lamia nuevamente la estrecha entrada posterior haciéndoselo así mucho más difícil. La trabajé por ambos lados, masturbándole en pequeños círculos la pepitilla y remojando con mis babas la entrada trasera que me moría por transgredir. Una sugestiva sinfonía de lamentos, ayes ahogados, peticiones continuas para seguir se escuchaban por encima de mi cabeza, inmerso por entero en la tarea que me había dado de ofrecerle el mejor placer.

Volviéndome a chupar el dedo, lo acerqué ahora sí al tan deseado orificio, haciendo presión poco a poco entre los sollozos desconsolados de mi rubia acompañante.

-          Aggggggggggggggggggggggggggggggggggggggg…

-          Ohhhhhhhhhhhhhhhhhhh, ohhhhhhhhhhhhhhh.

Resultaba tan hermoso escucharla gemir e hipar de aquel modo tan verdadero, abriendo la boquita para exhalar una queja placentera tras otra. Comencé metiéndole un dedo y una vez mínimamente horadada, lo acompañé luego de un segundo, deslizándolos adelante y atrás entre los primeros lamentos quejosos que la mujer mancillada producía. La pobre se veía tan exánime y desfallecida que no pude menos que continuar con su terrible suplicio. El culito de carnes prietas y duras y mi dedo enterrado y abriéndose paso con facilidad ya en el sensible canal, el rostro femenino era un gesto de angustia por la intrusión del inesperado visitante hundiéndose paso a paso y muy lentamente entre las paredes traseras. La follé aprovechando mi ventaja, comiéndole la zona al tiempo mientras mis dos dedos la follaban resbalando con rapidez y a buen ritmo. Los lamentos y demandas de Virginia fueron ganando en intensidad según los ataques iban aumentando en velocidad. No dejé de hacerlo, retorciéndose la mujer con cada nueva presión, removiendo el culillo para demostrar bien a las claras el efecto que aquello le producía. Desde mi posición privilegiada la veía temblar entera, vibrar de emoción y sin control alguno sobre lo que hacía.

Quieta y desamparada, descuidada y ajena a cualquier tipo de defensa la rubita disfrutaba como nunca, acompañando complacida el roce de los dedos dentro de ella mientras aferraba con las manos el grueso almohadón que era lo único que en ese momento tenía a mano.

-          Cariño sí, eres fantástico… fó… llame, fóllamelo despacito mi amor…

De pronto la mueca descompuesta le cambió a un corto instante de profunda felicidad, abriendo los labios nuevamente como mejor forma de defensa, volviendo a abrir la boca para expulsar el enésimo lamento que el deleite instalado en ella le arrebataba. Por abajo y sin nada que le incordiara, el dedo travieso la penetraba, gimoteando la mujer una y mil veces con cada nueva entrada. Penetrándola, hundiéndome de forma profunda en el interior del agujero que ya se veía levemente abierto gracias al mucho trote que recibía. Sin embargo, aún buscaba trabajarla más, follarla y sodomizarla sin descanso hasta volverla loca y que me lo pidiera ella misma. Dentro y fuera, dentro y fuera, el dedo sin parar de traspasarla, relevado al momento por su otro compañero y luego los dos adentro consiguiendo perforarla entre sus ayes afligidos. Todo aquello me estaba poniendo como una moto.

Entrándole de nuevo con rapidez, aumentando el ritmo ante lo agradable de su pasividad, ni una queja ni un movimiento por separarse. Si acaso protestas y suspiros leves pidiendo y reclamando mucho más, que continuara ofreciéndole tan grato tratamiento como le daba.

-          ¿Te gusta cariño? –pregunté con voz grave y varonil y en la que el deseo se traslucía en mis palabras, tan alterado como me encontraba.

-          Ummmmmmm, sí cariño… me encanta, eres todo un maestro.

-          Sigue, vamos sigue… me tienes locaaaaaaaaaaaaaaaaa – su voz enmudeció en la tela del almohadón que la rabia infinita le hizo morder desesperada.

Y sin dejar de penetrarla, le comí y besé la nalga, clavándole los dientes al devorar con los labios tan bella figura como se me ofrecía. Virginia gritó de puro placer, a punto de caramelo para un nuevo y descontrolado éxtasis como se hallaba. Besándole y comiéndola ahora la otra nalga, me encantaba probarlas, con una mano teniéndola enganchada por la cadera y la otra en las carnes prietas que la mujer me entregaba entre turbios y confusos lamentos de abundante goce.

Incorporándome subí sobre ella hasta inclinarme y comenzar a besarle amoroso la zona de los riñones subiéndole a la parte alta de la espalda y el hombro, gimoteando la mujer divertida al notar mi beso ardiente sobre la mejilla suave y fresca.

-          Te deseo –le aseguré junto al oído para al momento besarnos de forma leve.

Los dos queríamos algo más y así la hice levantar hasta caer a cuatro patas, tomada por mis manos. Aquel culo que se me ofrecía era tremendo, una invitación continua a pecar. Y yo me moría de ganas por probarlo. Sin esperar a más me bajé el pantalón, apareciendo mi pene grueso y elevado que acaricié lento con la mano mientras la mujer esperaba su turno con la cabeza echada atrás.

-          Métemela cariño… vamos no puedo esperar mássssss.

Su voz rabiosa era un puro lamento por sentirme junto a ella, removiéndose inquieta sobre el sofá y provocándome con sus movimientos para llevar a cabo el feliz acople. Entre mis dedos, el miembro se veía terrible con la piel atrás y el glande grueso e inflamado deseoso por visitar la belleza femenina. Virginia, quieta y con su precioso culo elevado y firme en espera, le pasé el miembro por encima rozándola apenas entre los cachetes para bajarlo a la rajilla y subirlo nuevamente haciéndoselo desear hasta el delirio. Meneaba el culillo pretendiendo la cercanía, gruñendo la imperiosa necesidad por ser penetrada, frotándose contra el pene que se apoyaba en ella sin todavía buscar nada más.

-          Mé… temela… vamos métemela, no seas malo conmigo –se meneaba ardiendo porque se lo hiciera.

En mi completa crueldad, le golpeé el trasero con mi lanza en ristre lo que la hizo sonreír maliciosa. Me encantaba verla así, tan receptiva y ávida de mí. Bajándome los pantalones me deshice de ellos, listo ya para hacerla mía. De nuevo con la polla rozándole los cachetes y al fin la penetré, buscándole el agujero trasero que tanto tiempo llevaba queriendo vulnerar. Muy despacio pero sin pausa, escuchándola gemir largamente y dolorida por aquella nueva presencia que la dejaba sin respiración. Volví a salir, notándome el miembro algo humedecido y de nuevo apunté viéndome entrar en el estrecho canal entre los lamentos entrecortados que la hermosa mujer lanzaba. Gritando con mayor volumen, al acomodarse al miembro que la traspasaba con decisión y sin un ápice de titubeo. Un empujón más dejándome hundir en ella y ya casi la tenía toda metida.

-          Despacio mi amor… des… pacio… con cuidado…

Tras ella podía ver cómo el miembro hecho fuego la traspasaba, sodomizándola con gran placer para ambos aunque tal vez un poco menos para ella cuyo rostro mostraba lo difícil del trance.

-          ¿Te duele cariño? –pregunté caballeroso al resbalarle lentamente.

-          Un poco pero tranquilo que puedo aguantarlo… solo ve despacio, muy des… pacio.

Y la voz se le ahogó al notarse ahora llena por entero, pegado el vientre al soberbio trasero que se mantenía inmóvil y tranquilo pese a la tremenda presión. Empecé a moverme lo mejor que pude, lento, saliendo de ella y entrándole centímetro a centímetro con poco disgusto por su parte. Sollozando y llenando la habitación de cálidos lamentos que me animaban a seguir con lo mío. Era evidente que le gustaba pese a lo duro que le resultaba, la gruesa herramienta entre sus nalgas y moviéndose adelante y atrás haciéndola hipar. Volviendo a salir para que fuera más fácil, el glande encendido pasando y repasando por un agujero y el otro sin saber muy bien por cual decidirse. Y cogiéndome el pene con los dedos lo llevé al anillo, emitiendo Virginia un nuevo grito dolorido al sentirse cubierta y llena por la dura barra de carne.

-          Diossssssssss sigue, métemela... métemela todaaaaa.

-          ¡Rómpeme el culo quieres!

-          Pero con cuidado amor… recuerda que esa herramienta que tienes es demasiado grande y puede rasgarme así que hazlo despacito.

Me hundí ahora sí hasta el final, protestando ella pero sin tratar de retirarse, allí parada y desfallecida bajo el poder del miembro que la quemaba. La follé cogida de la cintura, clavándome una y otra vez, despacio y tomando velocidad a cada nuevo plañido que pronunciaba. Sodomizándola disfrutando lo tenso del momento, resbalando con facilidad por lo abierto que ya lo tenía, ciertamente cada vez me costaba menos entrar en ella. Y así estuvimos haciendo aquello mucho más profundo para ambos, un momento duro pero mágico, el duro momento de la sodomía con el que poder gozar ambos en lo íntimo de la estancia.

Gimoteando la rubita, abriéndose bajo el empuje que se le brindaba, sodomizándola sin prisas bajo el poder que la posición me daba. Un fuerte golpe entrándole hasta lo más hondo y la hice bramar dando un respingo atrás.

-          Ahhhhhhh… con cuidado cariño –la cabeza echada a un lado sin fuerzas para mirarme.

-          Muévete cariño.

Quedando quieto, dejé que fuera ella quien se moviera adelante y atrás, haciéndose traspasar por aquella barra de carne infernal que sentía golpearla hasta lo más hondo.

-          ¿Esperabas algo así?

-          No… mucho mejor de lo que pensaba.

-          ¿Te gusta?

-          Sí claro que sí amor.

Tremenda follada le di, alargándolo tanto como pude, moviéndome despacio por miedo a irme pronto. Aquel redondo culo me tenía hechizado y no pensaba en otra cosa que ir despacio y no avivar el ritmo para el mayor disfrute de ambos. Virginia se masturbaba por abajo, acariciándome los huevos de tanto en tanto al pasar los dedos por encima de la rajilla empapada en jugos. Cogiéndose luego el pecho para apretarlo con fuerza, soportando lo duro del combate como mejor podía.

-          Muévete nena, mueve el culillo –exclamé animándola a hacerlo para darme y darse el mayor de los placeres.

-          Joder mi amor, qué bueno… la siento grande y muy gruesa pero no quiero que se acabe nunca.

Entre las manos, apreté sobándole y manoseando las nalgas abiertas y sin dejar de darle una y mil veces adelante y atrás. Creciendo paso a paso el placer en ambos, cada vez menos dolorida ella y apretado yo como me notaba en el interior de tan acogedor agujero. Los ayes no cesaban apoderándose del silencio de la amplia habitación, pidiéndome la mujer más pues era claro que ya no quería que se la sacara. Las exclamaciones y palabras sucias nos envolvían, lanzándole yo las peores sugerencias que mi mente enferma podía imaginar y removiéndose ella estremecida ante el empuje constante del miembro opresor.

-          Ummmmmmmmmmmmmmm.

-          Ummmmmmmmmmmmmm sí sigue sigue… me vas a hacer correr –dijo Virginia los ojos en blanco al apretarlos seguidamente con fuerza.

Se corrió, se corrió sí bajo el poder de mis manos que la tenían fuertemente enganchada y sin poder escapar. Meneando el culo en círculos un largo sollozo avisó el orgasmo, quedando yo parado tras ella y permitiéndole el breve instante del profundo placer. Cayendo la pobre mujer hacia delante, abrazada al almohadón y llevándose uno de sus dedos a la boca entre el continuo ronroneo que producía.

-          Cariño, eres tremendo… me tienes loca… qué placer más intenso…

La espalda curvada que llené con mis besos, las manos corriéndole los costados, retorciéndose ella bajo mi peso cubriéndola por entero. Y descabalgando salí de ella, ofreciéndole un mínimo descanso, pasándole nuevamente el glande por un agujero y el otro, resbalándole por encima como mejor forma de desearlo más. No era bastante con aquello, deseaba gozar más de ella y hacerla correr todas las veces posibles. Una vez acostumbrado uno a lo bueno ya no quiere dejarlo ir. Entrando una vez más me deslicé entre las paredes estrechas, arrancando de la rubita un gritito satisfecho. Unos segundos más de movimiento acompasado, acoplada la mujer al ritmo pausado que le imponía, aguantando el aliento alterado por la angustia de la fricción. La mano apoderándose de uno de sus pechos, caí encima cubriéndole de besos cada uno de los poros de la parte alta de la espalda para luego hacer lo mismo con el hombro.

-          Te deseo –volví a asegurar mientras con las manos bajaba y subía la esbelta figura por la que tanto suspiraba.

-          Bésame mi amor, bésame –me pidió girándose hasta quedar boca arriba reclamando nuevos roces y caricias.

De ese modo nos besamos, besos profundos y llenos de pasión con los que hacer crecer el deseo mutuo. Empujando con la lengua para hacerla abrir la boca y mezclarla con la suya que noté húmeda y exigente. Cogido por la nuca y la cara, me besó esta vez con suavidad infinita, beso de enamorada y callado con el que hacerme vibrar. Por mi parte y con mis manos devoraba sus formas sinuosas, bajándole al muslo y acariciando luego la nalga que tanto me gustaba y me hacía aficionarme. Lamiéndole el pezón entre los ardientes suspiros de la mujer agradecida por tan turbia caricia.

Luego la follé varias veces más, siempre por el culo corriéndome una primera vez sobre ella, llenándole el redondo nalgatorio y parte de la espalda para pronto volver a darle esta vez de lado y tras ella.

-          Vamos tío, fóllame más… métemela hasta el fondo.

Levantándole la pierna para permitir la entrada fácil, me removí sobre ella, buscando el hueco hasta que, ayudado por Virginia, me cogió la polla llevándosela a la oscura entrada. La rubita se había corrido de manera satisfecha y en diversas ocasiones pero todavía quería más y yo estaba dispuesto a darle lo que me pidiera. Una mujer como aquella no se podía desperdiciar ni hacerle ascos. Entré pues en ella hasta la mitad, arrancándole un nuevo y sonoro lamento mezclado con mi bramido triunfante al sentirme en su interior. Me sentía cómodo dentro de aquel estrecho pero ya bien abierto canal y enseguida empezamos a movernos empujando yo con golpes secos y dejándose la mujer empalar con gesto afligido. Acariciándome con la mano femenina los huevos, la follé rebotando una y otra vez, primero lento y luego cada vez más rápido llevado por la pasión que nos consumía. Me ponía mucho aquella mujer, desde luego que sí.

-          Ohhhhhhhhhhh, empuja cariño, empuja con fuerza –me decía alentándome con sus palabras entrecortadas y llenas de vicio creciente.

Resonando mis besos tras ella, comiéndole el cuello lo que la hacía temblar de pura emoción. Apartándole el cabello a un lado para llenarle la nuca con un sinfín de besos y llegarle a la orejilla que sorbí de manera entusiasta. La rubita gimoteó distraída con la última de mis caricias, recorriéndole la suavidad del cuello descuidado. Sodomizándola sin descanso, hecho el agujerillo al grosor de mi miembro inflamado, la habitación volvió a llenarse de lamentos y sollozos trastornados, bramando yo con la fuerza masculina mientras la mujer se dejaba dominar por el continuo percutir. Moviéndome cada vez más deprisa busqué mi nuevo placer, disfrutando lo estrecho del agujero que tanto place me ofrecía. Así nos acomodamos el uno al otro, empujándola de manera casi salvaje y con golpes secos de riñones con los que hacerla perder el sentido.

-          Deprisa, dame con fuerza… métemela, métemela.

Pare un instante en busca de respiro para al momento volver a darle, clavándosela hasta los huevos entre los lamentos doloridos de la mujer entregada. Los ojos en blanco una vez más, empujándole como un animal desbocado y sin control de mí mismo.

-          Clávamela… vamos clá… vamela y rómpeme el culo… la quiero toda, todaaaaaaaaaaaa.

La mujer aullaba dolorida pero deseosa de mucho más, deseosa porque le diera con mi barra incansable y furiosa. Y la complací tanto como pude, cada vez más próximo al orgasmo pero pudiéndolo retrasar algo más. Virginia lo agradecía corriéndose nuevamente en su desesperación, encadenando palabras y murmullos inconexos y sin sentido alguno.

-          Ohhhhhhhhhhhhh, ohhhhhhhhhhh, ohhhhhhhhhhhhhhhh.

-          Me voy a correr, me voy a correr –avisé escapando de ella para quedar de pie con urgencia y frente a su boquita abierta y hambrienta de mis jugos.

-          Sí córrete, dámelo todo vamos –exclamó atrapando la polla con la mano para metérsela en la boca ordeñándome de la mejor manera.

Removiendo la boquita en círculos con cara de viciosa, chupaba y lamía rozándome el tronco con la lengua en el interior de su boca. Acompañando todo aquello con la mano, pajeándome con rapidez inaudita hasta conseguir hacer saltar todo por los aires. Me corrí de forma abundante y copiosa, dándole a probar el líquido ardiente que escapaba en goterones descontrolados por encima de la mujer satisfecha. Virginia no paraba de animarme con grititos enérgicos y sin dejar de masturbarme con violencia hasta que poco a poco la tempestad fue dando paso a la calma. Acabé derrotado y resoplando mi debilidad, viéndola gozosa mientras entre sus dedos continuaba masturbándome muy lentamente tratando de conseguir mi postrera gota blanquecina.

Toda ella llena de leche espesa y blanquecina, cogiéndosela con los dedos del mentón para llevarla a la boca y saborearla con cara de enorme placer.

-          Ummmm, qué rica está… me encanta –sonriente y feliz al recoger con la lengua parte del semen caído sobre el labio y llevarlo a la boca tragándolo sin recato alguno.

Y así terminó todo, poniéndose en pie y dejándome allí tirado recuperándome en mi total cansancio. Tal como había llegado se marchó, paso a paso y de la misma manera lenta y sensual contoneándose con cada nueva pisada.

Al poco abrí los ojos volviendo a la realidad que me envolvía, el salón en silencio tan solo pudiéndose escuchar el zumbido de algún coche abajo en la carretera. ¿Todo aquello había sido real o solo fruto de mi imaginación desbocada hacia aquella rubita que llevaba ya tiempo enloqueciéndome el pensamiento? Tal vez lo mejor será que juzguen ustedes mism@s.

Mas de crimson

Con la madre de mi amigo

La convención (2)

La convención (1)

Pasión en forma de venganza

Doña Regina, la mujer de la papelería

Nada mejor que el verano (2)

Nada mejor que el verano (1)

Lo duro de ser azafata

Doña Rafaela, toda una jamona

El arte de la felatio - Juegos entre primos (1)

Compañeras de piso (2)

Compañeras de piso (1)

Vacaciones movidas

En un día plomizo y oscuro

Ejecutivo afortunado

En la barra del pub

El poder de la juventud

La tía Romina 2

La tía Romina 1

Querida madre

Las aventuras de Águeda 2

Las aventuras de Águeda 1

La muchacha de la boca de fresa

Haciéndomelo con el fontanero

Con el hijo de la vecina

Polvo turolense

Sexo negro (3)

Sexo negro (2)

Sexo negro (1)

Jugando con mi amiga y mi novio (2)

Jugando con mi amiga y mi novio (1)

Haciéndole el amor a mi futura suegra

Juventud divino tesoro

Fuera del trabajo

Viajando por Europa

Casting porno (2)

Viaje a Cerdeña (1)

Me enamoré

Amantes (3)

Amantes (2)

Amantes (1)

Casting porno (1)

Poder caribeño

La prima Aroa

El verano

Calor de verano

La encontré en el supermercado

Polvos rápidos (10)

Polvos rápidos (9)

Polvos rápidos (8)

Polvos rápidos (7)

Polvos rápidos (6)

Polvos rápidos (5)

Polvos rápidos (4)

Polvos rápidos (3)

Polvos rápidos (2)

Polvos rápidos (1)

Recuerdos del pasado (2)

Recuerdos del pasado (1)

Conociendo a Pedro (2)

Conociendo a Pedro

Pecando con mi hijo (2)

Pecando con mi hijo

Refriegas entre chicas (2)

Refriegas entre chicas (1)

Dos para una

Unos días en casa de su tía (4)

Unos días en casa de su tía (3)

Unos días en casa de su tía (2)

Unos días en casa de su tía (1)

Dulce despertar (3)

Dulce despertar (2)

Dulce despertar (1)

Con mi tío Roberto

Interesante compañía

Navegando por el Cantábrico (8)

Navegando por el Cantábrico (7)

Navegando por el Cantábrico (6)

Navegando por el Cantábrico (5)

Navegando por el Cantábrico (4)

Navegando por el Cantábrico (3)

Navegando por el Cantábrico (2)

Navegando por el Cantábrico (1)

Entregada al hijo de mi vecina (5)

Entregada al hijo de mi vecina (4)

Entregada al hijo de mi vecina (3)

Entregada al hijo de mi vecina (2)

Entregada al hijo de mi vecina (1)

Nenitas lascivas (7)

Nenitas lascivas (6)

Nenitas lascivas (5)

Nenitas lascivas (4)

Nenitas lascivas (3)

Nenitas lascivas (2)

Nenitas lascivas (1)

Nenitas lascivas (1)

La mujer de la verdulería

Asistencia en carretera

Hermanita viciosa

Helado de vainilla y chocolate

Sexo con mi tío

Un encanto de hombre

Ninfas hambrientas

Perdiendo el control junto a mi sobrina

Recoger a los niños al cole

Nines, mi dulce sobrinita

Deleites negros

Sesión de las seis

Amante desconocido

Visita muy provechosa

La boda de mi prima (3)

La boda de mi prima (2)

La boda de mi prima (1)

Sorpresa agradable en compañía de mi sobrina

Placeres desenfrenados

Intimidades lésbicas

Gozando con mi suegra

Juventud negra

Caricias entre mujeres

Yo os declaro marido y mujer

Pasión desmedida

De vacaciones por Mallorca

Yendo de compras

Visitando a mi tía Leire

Feliz descubrimiento con mi tío Blas

Reunión de trabajo y placer

Pasando el domingo con un matrimonio muy liberal

Noche de sábado muy movida

Encuentro inesperado

Montándomelo con mi querida tía

Abandonando el lecho conyugal

Amores lésbicos

Amor incestuoso entre madre e hijo

Orestes, el jardinero de mis padres

El lento despertar de la bella Sara

Viaje en el Ave Madrid-Barcelona

Mi mujer es una guarra de mucho cuidado

Acabé siendo una verdadera puta

Encuentro casual con mi cuñada

Sensuales caricias maternas

Empieza el día en el ascensor

Contacto con mi nuevo amante y mi sobrina

¡Fuera prejuicios!

Tres semanas en casa de mi prima (2)

Dinero sangriento

Seducida por una desconocida

Tres semanas en casa de mi prima (1)

Mi primera experiencia en el incesto

Un pintor de brocha gorda

Iniciándonos en el intercambio de parejas

Deseos húmedos

Amando a mi compañera del instituto

Viaje caliente a París

Un hombre de ocasión

Dos amantes retozando frente a mi ventana

Perdí la decencia con mi joven cuñado

Amores perversos en un hotel

Es estupenda mi tía Mónica

Juegos femeninos

Incesto con mi padre y mi hermano

Quitándole el novio a mi hermana

Una tarde en el cine

Acabando con la virginidad de mi sobrina

Encuentro amistoso

Sintiéndome puta con el negro

Me cepillé a mi tía

Violación fallida

Follando con el novio de mi nieta

Polvo antológico con mi hijo

El profesor universitario

Trío con mi mujer en un restaurante

Conversación entre dos amigas

Seduciendo a una mujer madura (2)

Seduciendo a una mujer madura (1)

Un día de playa (2)

Un día de playa (1)

Mi adorable Yolanda

Una noche loca junto a mi hijo

Madre e hijo

Intensas vacaciones con la familia

Navidades junto a mi sobrino

Mi tía Maribel

Tres mujeres para mi hijo

Me follé a mi propio hijo

Con Emilio en el aeropuerto

En el baño con mi amante argelino

Un buen polvo en los probadores del Corte Inglés

Disfrutando del cumpleaños de mi joven yerno

Cálidas vacaciones de verano

Volviendo a la playa nudista

En la playa nudista

Jodiendo con el cachondo de mi sobrino

Daniela, la madre de mi amigo

Conociendo íntimamente a mi hijastro

Mi querídisimo sobrino Eduardo

Un maravilloso día con mi futuro yerno

Deliciosa despedida de soltera

Kareem, nuestro masajista preferido

Mi clienta favorita

Bruno

Follando con la madre de mi mejor amigo

Con mi vecino Carlos

Aquella noche en la discoteca

Mi primer trio con dos maduras

El negro y su amigo