miprimita.com

La convención (2)

en Sexo con maduras

La convención (2)

 

Tras la historia de Julia llega el turno para su querida amiga Amanda. Bien acompañada por el joven y fogoso muchacho, el acabar en la habitación les sirvió para dar rienda suelta a todo lo mucho que tenían que dar al otro…

 

 

-          Déjame, déjame quieres… anda no seas loco.

-          Loco sí, loco por ti muñeca –solos en el ascensor y la mano subiéndome y bajando descontrolada por el vestido tratando de llevarla por debajo del mismo.

Evidentemente no se lo permití o al menos así traté de hacerlo. Al fin y al cabo una es una señora y tampoco iba a ponérselo tan fácil como si de una vulgar fulana fuera el caso.

Como digo subimos en el ascensor, comiéndonos y metiéndonos mano como supongo haría Julia con el atractivo negro camino de su habitación. Las dos nos encontrábamos tan ardientes y dispuestas a lo que fuera con tal de pasar una noche de pasión, acompañadas por aquel par de guapos muchachos. Los compañeros y la fiesta de la empresa quedaban a esas horas tan lejanos…

Ambas pensábamos, al menos así era seguro en mi caso, en pegar un buen polvo sin reparar en nada más. El jovencito estaba para comérselo y aparecía bien fogoso y dispuesto a lo que fuera. Al menos así me lo había hecho saber antes de subir.

-          Vamos a otro sitio más tranquilo. Estás buenísima, quiero follarte –sin cortarse un pelo, de ese modo me lo dijo a lo que yo solo reía dejándome llevar.

Oportunidades tan claras como esa y estando lejos de casa no se pueden desaprovechar, de manera que para allá nos fuimos entre besos y risas sin casi darnos tiempo a marcar el botón de la planta de destino. Tuvimos que recomponernos como pudimos al encontrarnos una joven pareja nada más abrirse la puerta del ascensor. Riendo nerviosa, di las buenas noches escapando con mi chico a la carrera. Pasillo adelante y entre risas escuché a la joven quejarse por nuestra indecencia y procacidad, pero ya nada me importaba más que llegar lo antes posible a la habitación.

Llevándole pegado a la espalda al fin llegamos. Contra la pared me hizo caer, besándonos y comiéndonos con suavidad y sin prisas. Besándonos, morreándonos y con las manos notándolas resbalar el vestido. Gimiendo, jadeando uno y otro deseosos de nuevos besos y caricias. Como digo y contra la pared, me dejaba amar por mi joven acompañante. Apretándome con fuerza al empotrarme con ansiedad y rudeza. Me comía los labios, me los mordía descontrolado hasta que, por suerte y con todas mis fuerzas, conseguí quitármelo de encima.

-          Con cuidado muchachito, no seas tan grosero y violento. ¿Es que no te han enseñado a comportarte con una señorita? Poco a poco, no tenemos prisa alguna.

-          Perdón, perdón –el joven todavía fuera de sí y buscando entender lo que le decía.

-          Despacio, ámame nene, no seas brusco y disfrútalo –reclamé con voz cariñosa al tomarle de la camisa atrayéndole hacia mí.

Así le atrapé la cabeza volviendo a besarnos con lentitud y en silencio. Los labios posados en los del otro y con mis manos en sus brazos apretándolos con avidez y energía crecientes. Paso a paso fuimos tomando mayor interés por el otro, haciendo los besos más cálidos y sensuales. Rozándome con el bigote y la barba, sentía su boca rasparme la fina y tersa piel junto a los labios. Cayendo contra él, buscándole con la boca, sacando la lengua dándosela a probar. Sin embargo, al momento se la retiré sonriéndole morbosa y maliciosa. Muy cerca las caras una de la otra, pudiéndose escuchar las respiraciones alteradas de ambos. Le sabía fogoso y lanzado pero al tiempo quería ir poco a poco; como le había dicho teníamos tiempo de sobra y ninguna prisa por querer correr.

-          Bésame cariño, dame tu boca –pedí en voz baja y apenas perceptible al cogerle la cabeza por la nuca.

Mi joven acompañante accedió a lo que le pedía, besándonos una vez más al abrir la boca envolviendo la mía con sus labios. Un beso largo y profundo con el que quedar casi sin respiración, lascivo y apasionado con el que decírnoslo todo sin pronunciar palabra. Tan solo los sentidos a flor de piel, besándonos, notando la boca, uniendo las lenguas en un juego salvaje y algo brusco. Ahora fui yo la que perdí el control, mordiéndole el labio algo más fuerte de lo debido. Gritó levemente, con mis manos en su pecho y las uñas clavadas en la camisa.

Las manos masculinas continuaban devorando mi figura. A lo largo del vestido, tomándome del cuello al besarme apasionado y con las manos bajando y subiéndome el cuerpo de manera desordenada y anárquica. Tan pronto bajándome por encima de la entrepierna como cayéndome sobre uno de los pechos apretándolo con fiereza y osadía. Yo le dejaba hacer, riendo excitada y entregada al juego que me ofrecía. Enganchándome el cuello y comenzando a comerlo, arrancándome con ello grititos impacientes. Pasando la lengua por encima, llenándolo de sus babas, haciendo con ello que la calentura me fuera creciendo. Tímidos besitos a todo lo largo, subiendo y bajando, bajando y subiendo para luego mordérmelo levemente a lo que volví a gritar agradecida por su desvergüenza.

-          Sí sí, cariño… muy bien… lo haces muy bien…

Las manos caídas ahora sobre las nalgas pude notarlas apretadas con ánimo desmedido. Me apreté a él en un nuevo beso ardiente y lleno de la peor intención. La lengua jugando con la del chico, jadeando y resoplando sofocados por la necesidad del otro.

-          Está buenísima señora, está buenísima –le escuché decir derrumbado sobre mí.

Eso me gustó claro, sonriendo complacida para mis adentros mientras le atrapaba con las manos abrazándonos con rabia y desesperación. Mis manos corriéndole igualmente por encima de la camisa, cayéndole al cuello y luego sobre la pared donde buscar apoyo. Elevando la pierna y doblándola al sentir la mano resbalar encima. Me la acarició con experiencia, subiéndola y bajándola a lo largo del muslo prieto y rollizo que tan placenteramente le entregaba. Suspiré tan pronto los dedos se apoderaron del muslo, rozándolo y estrujándolo bajo ellos. Y mientras, me removía viciosa contra él haciéndole notar el vientre pegado al suyo. Eso me hizo reconocer al momento una agradable respuesta por su parte. Algo duro y que tan bien imaginaba, no podía ser otra cosa…

-          Acaríciame cariño… cómo me pones, vamos acaríciame.

-          Sigue, sigue… vamos, vas muy bien –la voz susurrante cubriéndole el rostro, tan próximos como nos encontrábamos.

Apretándome una teta, sopesándola a través de la tela del vestido. Ciertamente se le veía alterado y deseoso de mí. Ya me empezaba a tener loca, las primeras recomendaciones habían surtido efecto en él mostrándose apasionado pero al tiempo delicado y cariñoso en cada uno de sus gestos. Una mezcla perfecta con la que satisfacer y llevar cerca del paraíso a una dama como yo lo era. La mano continuaba aferrada al muslo, sin interés alguno por abandonarlo y pegados como lapas el uno al otro.

-          Vamos a la ducha, estarás sudado de todo el día.

-          Fue un día duro sí.

-          Imagino… pobre… deja que te quite esto.

Con prisas infinitas por parte de ambos empecé a desnudarle con fiereza, quitándole la corbata al tiempo que aprovechábamos para besarnos y comernos las bocas. Sin dejar de besarnos y morrearnos un solo segundo, gimiendo y suspirando en mi terrible anhelo continué con la camisa blanca e impecable. Un botón tras otro y las manos del chico buscaron hacer conmigo lo mismo. Subiéndome el pequeño vestido arriba para dejar las nalgas al aire y cubiertas solo por el blanco y diminuto tanga. De encaje fino y delicado, una monada que hacía poco me había comprado y sobre el que las manos cayeron furiosas consiguiendo al fin meterse por debajo. Me estrujó bajo la fina prenda, hundidos los dedos en la prieta y redonda piel que entre mis grititos satisfechos le brindaba.

Me derrumbé en su pecho desnudo y velludo, lleno de tenues besitos y lamiéndolo poco después al hacerle correr obscena la lengua por encima. Mirándole arriba y en silencio los dos, la lengua subiendo lenta para atrapar una de las tetillas lo que le hizo gemir complacido. Por abajo y ya enloquecida y sin control, le busqué el pantalón camino del cinturón. Se lo solté y luego vino el botón igualmente suelto. Gruñía, resollaba ufana en mi total locura. Sin embargo, no traté de buscar lo que bajo el pantalón guardaba, llevando las manos por los muslos y luego arriba hacia la suave y poco abultada barriguilla. Besándole la barriga donde hacer caer la nariz, inspirando su aroma varonil y algo sudado.

Incorporándome sobre los pies y enfrentándole, clavé la mirada en la suya de ojos mitad azulados mitad grisáceos. Un último beso, un mínimo piquillo delicioso y, susurrando débilmente, le pedí que me siguiera al tomarle las manos entre las mías. Descalza sobre el suelo le hice seguirme en silencio camino de la ducha.

-          Ven cariño, ven –enlazándole por la cintura fuimos pegados cual enamorados, llevados ambos por la pasión que nos atenazaba.

En el baño y entre suspiros y lamentos, acabé por desnudarle completamente igual que hicieron sus vivarachas manos conmigo.

-          Sí sí… deja que te desnude… déjame.

Así finalmente el pantalón acabó por desaparecer mientras mi corto y sexy vestido hacía lo propio cayendo a mis pies. Agachándome y con gracejo femenino, lo recogí entre los dedos para apartarlo a un lado. Ahora sí nos encontrábamos por vez primera desnudos el uno frente al otro y evidentemente me gustó horrores lo que pude ver. Algo más alto que yo, observándome igualmente el chico en silencio, pude verle tragar saliva sin remedio. El torso velludo y de pectorales abultados, fui bajando la vista abajo recorriendo el cuerpo desnudo del joven.

Recreándome en el mismo, la vista cayendo lenta por cada rincón de su masculinidad. Al fin alcancé a ver lo que tanto me interesaba. Allí se veía, colgándole a mitad de su largura y grosor el miembro caído y medio en reposo. No estaba mal considerando que todavía no mostraba su mejor presencia. Sin quitarle ojo de encima, humedecí los labios por encima para luego morderme el labio inferior ligeramente.

-          ¿Hola? –un gesto de indudable sorpresa de mi parte al enfrentar aquello.

-          Buena culebra tienes. ¡Joder, qué cosa tan hermosa… qué maravilla nene!

-          ¿Le gusta señora?

-          Bueno, podría estar mejor –lancé una fuerte y sonora risotada, al guiñarle el ojo demostrando sí lo mucho que me gustaba.

Directamente y sin pedir permiso le enganché el rabo haciéndole acompañarme a la ducha. Sin quitarme la vista del culo me siguió obediente como un perrillo.

El grifo de la ducha abierto, el agua corría ya libre golpeando furiosa el suelo a nuestros pies. Pidiéndole darme la espalda, la misma se veía amplia y bien cuidada. Con suma delicadeza empecé a enjabonarle brazos y hombros, formando con las manos abundante espuma con la que bajar espalda abajo y hasta las nalgas. Quieto y parado bajo la alcachofa que colgaba de la pared, clavé la mirada pérfida en aquel par de hermosas redondeces. Observándolas a mi total placer, las descubrí prietas y carnosas, redonditas y algo bronceadas. Me encantó el tenerlas entre las manos, brillantes y paradas bajo la humedad que el líquido elemento ejercía. Muy lentamente, los dedos resbalaron con soltura la espalda y el trasero, haciéndolos descender con suavidad para de ahí bajar sobre la parte trasera de los muslos. De vez en cuando iba tirando la mano adelante, rozándole apenas el sexo al lado de los muslos por los que pasar las uñas. El chico disfrutaba el cálido y agradable roce.

Paso a paso y enjabonándole todo el cuerpo, hice que cada uno de los poros de su fina piel se fueran abriendo con la tibieza del agua. Él lo agradeció murmurando levemente.

Frente a frente esta vez empecé a enjabonarle muy lentamente, buscando cada rincón de su bien formada anatomía. Siguiendo por el torso y los brazos, la espuma fue creciendo con la ayuda del agua y la humedad del cuerpo. Haciendo correr las manos en círculos a lo largo de los pectorales, despacio muy despacio y hacia los hombros. Hablándole en voz baja y sonriéndome el chico sin decir palabra.

-          ¿Te sientes mejor? Deja que te humedezca el cuerpo y que el agua vaya haciendo efecto.

Bajando por los costados y la barriga, haciéndole correr igualmente la espuma sin prisa alguna. Mientras esto hacía, no reparaba en ningún momento en su sexo caído y en descanso. Solo las manos entretenidas en el juego por su cuerpo, musculoso y joven. Despacio muy despacio y dedicándome por entero a ello. En silencio, nuevamente por encima de los pectorales y hacia los hombros y a los lados. El guapo muchacho nada decía, quieto como se encontraba y dejándose hacer por mis manos. Deslizando las manos por la barriga todavía poco abultada y luego atrás camino brevemente de la nalga. Humedeciéndole todo él, la parte alta de los muslos y evitando en todo momento el peligroso contacto.

-          Despacio, despacio… pronto te sentirás mejor…

-          Desde luego sí… gracias, muchas gracias.

-          Se trata que los músculos se vayan relajando… poco a poco y muy despacio.

-          Ummmm sí, qué gusto.

Bajo el calor reparador del agua, volvimos a los besos acallando mis tímidos gimoteos en su boca. Cuchicheándome y llenándome el oído de palabras tiernas y morbosas con las que encenderme aún más.

Muy lentamente ahora ya cerca del vientre, rozando la piel con las uñas de abajo arriba. El miembro caído y descapullado se veía mojado y en reposo. Mirándole a los ojos y en silencio, llevé la mano por debajo haciéndola apoyar suavemente en los huevos lo que le hizo emitir un leve gruñido. Corriéndola arriba y con el miembro entre los dedos, lo acaricié ligera y cuidadosamente. Muy cuidadosamente al sacarle un nuevo gruñido de aceptación. Enganchado el capullo entre los dedos para acabar soltándolo al escapar la mano arriba. Y de nuevo la mano a los huevos, sopesándolos con suavidad y tomando una vez más el miembro entre los dedos, comenzando a pajearlo tranquilamente. Bien cogido, lanzando el chico un débil gemido pero sin moverse un centímetro.

-          Tranquilo, déjame a mí –en un susurro mientras la mano continuaba el lento movimiento abajo y arriba.

-          Relájate pequeño, relájate.

-          Sí sí…

Plegándose y desplegándose la piel del miembro con el correr de los dedos.

Gracias a la humedad, el movimiento resultaba más agradable y fácil. Los dedos corrían con comodidad y descaro a todo lo largo del tallo, aún no en su máximo esplendor. De todos modos, las lentas caricias comenzaban a surtir efecto en él. Era evidente y echando la mirada abajo al pene, me entregué removiendo los dedos sin descanso. Masturbándole arriba y abajo y sin soltarle, el miembro poco a poco iba ganando en tamaño al deslizar la fina piel adelante y atrás. Masajeando las bolas bajo las palmas de las manos, abajo y arriba y por encima del tronco.

-          ¿Te gusta? –pregunté con los ojos clavados en los de mi joven compañero.

-          Me encanta señora.

-          Bien… poco a poco… muy poco a poco.

Tirando la cabeza atrás y cerrando los ojos, el muchacho emitió un largo suspiro de satisfacción. Las manos por detrás de la cabeza mientras por debajo yo continuaba con lo mío. Adelante y atrás, ahora con una de las manos al tiempo que la otra le subía y bajaba el pecho. Entre los dedos aquello se veía ya largo y grueso, cada vez más en forma y en el estado que a mí más me convenía. Largo, muy largo era aquel un miembro más que respetable. Pasándome la lengua por encima de los labios pensé en lo mucho que luego lo disfrutaría. Una mano y la otra y a todo lo largo, la cabeza gruesa e inflamada y de un rosado claro y hermoso. Pajeándole despacio, el chico con cara de pánfilo y sin moverse un ápice solo gozando lo que con mis mejores artes le hacía.

Tomando agua entre las manos, la dejé caer por encima lo que le sacó un gemido de gusto. Aquello ya mostraba el aspecto apetecible y amenazador que los dos deseábamos. El agua por encima, la limpié de espuma hasta dejarla brillante y en forma. Sonriéndole sin decir palabra, no pude evitar volver a pajearla entre los dedos. Parecía tener un imán para mí, tratándola con un mimo y cariño infinitos.

-          -Pajéame, pajéame deprisa… deprisa, deprisa… -el muchacho encendido y sin poder aguantar el tormento.

-          -Sshhhhhh calla, déjame hacer a mí… no hay prisa alguna, ¿de acuerdo?

Aceptando el chico con la mirada y rebajándose la tensión en él como por ensalmo, al dejarle que me besara con suavidad. Le apreté ligeramente los huevos, haciéndole producir un estertor dolorido antes de soltarle. Dándole alivio entre los dedos que le masajeaban.

Aguantando mi joven amigo la respiración, aguantando las ganas de lanzarse sobre mí, apretando los labios y haciendo rechinar los dientes al rozarlos unos con otros. Parado y en tensión se dejaba llevar por lo que le hacía. Pajeándole yo con calma, haciéndole sufrir todo lo posible y más.

-          ¿Qué tal dime?

-          De maravilla…

-          Ya estás limpio y dispuesto… lo que te hacía falta –haciéndole sufrir al plantarle la cara muy cerca de la suya.

Respirándole muy muy cerca y siempre en silencio, al continuar removiéndole la mano por encima y con la otra sopesando los huevos duros y cargados.

-          ¿Mejor?

-          Sí sí, señora –carraspeando en su total placer y entrega.

Me gustaba verle así, tan lanzado antes y tan entregado ahora sin mover un paso. Los ojos fuertemente cerrados y dejando que mis manos le fueran excitando paso a paso.

-          Gracias pequeño, me encanta que te guste.

Entre los dedos aquello se notaba ya enorme y en forma, tieso y enderezado bajo el correr de mi mano. Arriba y abajo y enseguida nuevamente el mismo camino, mientras los dos callados y muy cerca el uno del otro le di mi boca para que la tomara. Nos besamos con ganas, abriendo yo la boca para permitir que sus labios la envolvieran. Un beso suave y delicado, amoroso, leve y apenas en un suspiro. El joven volvió a la carga, besándome sin poder reprimir el deseo y aceptándolo yo con la misma entrega.

Y por abajo, las manos no le soltaban cada vez más aficionadas al recio músculo, corriéndolas a todo lo largo del voluminoso tronco. Siempre despacio, siempre acompañando el lento correr con el sopesar las bolas que sabía llenas del cálido líquido que su joven masculinidad recogía. Nos besábamos con calma, sin producir sonido alguno. Los labios sobre los del otro, haciéndolos rozar en una mínima comunión llena de cariño y apego.

Volviendo a besarnos, volviendo a las ganas del principio abriendo la boca y sintiendo la lengua del chico tratar de entrarme. Dejé que lo hiciera al juntarla con la mía, un beso apasionado y largo esta vez, mezclando las lenguas y gimoteando llevada por la locura que empezaba a crecer en mi persona.

-          Bésame, bé… same… te deseo…

-          Sí sí… yo también te deseo –los besos ganando en intensidad a cada instante.

Tan cerca el uno del otro, nariz contra nariz, boca contra boca, lengua contra lengua. El sonido del agua aporreando el suelo de la ducha, aparecía mudo y discreto como único acompañante a nuestro creciente deseo. Cada vez más encendidos, cada vez más enamorados. De forma apenas perceptible y junto a su boca, le pedí que me besara una vez más. Pajeándole ahora con avidez entre los dedos, aquel joven muchacho cada vez me gustaba más. Cogida del cuello, me dejé besar mientras por abajo las traviesas manos seguían a lo suyo tomando a cada segundo un ritmo mayor. Ahora ya le pajeaba sin control, deprisa y sin el cuidado de antes. Haciendo correr las manos a todo lo largo del grueso animal, cada vez me tenía más loca y deseosa por él.

-          Me encanta tu polla… es enorme…

Abajo y arriba, resbalándole los húmedos colgantes y el recio miembro que tanto me ponían. Respirando con fuerza y echando la mirada abajo al volver a tirarle agua por encima. ¡Dios, qué enorme se veía! Temblé toda yo como lo hacía mi joven compañero de juegos. La polla elevada y firme, enhiesta y apuntando arriba aparecía ahora sí disparada y en todo su esplendor. Murmurando mi terrible desazón y con sumo cuidado dejé caer el agua por encima. Las manos a todo lo largo y tomado entre ambas, jugaba con suavidad y esmero como si en cualquier momento se pudiera romper.

El joven ahora sí empezaba a lanzarse sobre mí. La boca caída en mi cuello y con la mano en mi trasero, la creciente atracción comenzaba a poder con él. Acariciándonos ambos, respirando agitada por el roce de su mano no pude menos que retirarle levemente y agacharme abajo. El horrible miembro junto a mi boca, no tardé en acercarlo comenzando a lamerlo por encima. El chico tembló removiéndose al gemir complacido. La caricia había resultado leve, exigua, mínima pero lo suficiente para provocar en el hombre un temblor extremo pareciendo las piernas fallarle.

Lamiéndola por encima, pasando la lengua por el tronco y luego por la cabeza hinchada. Con la mirada arriba se lo fui haciendo despacio y sin prisa como todo lo anterior. Viéndole gemir, penar, mantener el equilibrio como podía. La mirada caída en la mía buscando apoyo en la pared para no caer. Volvió a gemir su placer, flojo, un tímido clamor de puro goce.

-          Cómemela pequeña, cómemela…

Ya escondida entre los labios, comencé a comerla y succionar la misma. Enterrada más de la mitad y envuelta entre los labios donde hacerla resbalar. Tomándole el glande con los labios, el chico gimió una vez más allí de pie y con cara de lástima. Daba pena verle en ese lamentable estado, pero a ello me entregué chupando una y otra vez al escucharle gemir y lamentarse. Cogida entre las manos, la saboreé hasta acabar con un flop al abandonarla. De nuevo a la carga, arrodillada como me encontraba y tomando nota ahora de los huevos, por los que subí lamiendo tronco arriba y hasta alcanzar el glande con la punta de la lengua.

De nuevo adentro, tragando el glande y jugando con el mismo adelante y atrás, adelante y atrás y sin soltarlo. El joven muchacho gemía, se quejaba manteniendo la compostura como buenamente podía. La tensión a la que le sometía cada vez era mayor, comiendo y tirando de él entre los labios y sin necesidad ahora de las manos. Acariciándole las delicadas bolas bajo los dedos, rozándolas y frotándolas con suavidad y delicadeza. Sin parar de tragar y chupar, metiéndome más de la mitad hasta casi quedar ahogada. Tremendo era el animal aquel, grueso y palpitante entre los labios lo notaba recibir el placer que le ofrecía.

-          Me encantaaaaa –y una vez más adentro sin dar tiempo a que se recompusiera.

El miembro grueso y erecto entre mis manos, pajeándole adelante y atrás acompañando de ese modo el correr de los labios. Luego con las manos fuertemente afirmadas en los muslos, fui tragando paso a paso hasta casi conseguir metérmela entera. Tuve que desistir, lanzando una arcada al querer respirar.

-          ¡Es enorme muchacho! –las babas bañándole el musculoso y robusto tallo.

Le escupí encima esparciendo la saliva a todo lo largo, masturbándole a buen ritmo entre sus lamentos de agradecimiento. De nuevo adentro tratando de metérmelo hasta donde podía, esta vez ya avisada de su potencia desmedida y con la que hacerme ahogar.

Tomándolo ahora con calma, le pasé la lengua por la barriga subiéndola y bajándola. Entretenida y con los ojos en los del joven, entre las manos le enganché el monstruito para seguidamente hacer caer las babas encima. Golpeándole blandamente el bálano, removiendo la mano muy despacio hasta ocultarlo entre los dedos, observándolo con veneración y fervor extremos.

-          Sí sí señora, siga siga…

Abriendo la boca y volviéndomela a meter recogida con los labios y la lengua. Comencé a lamer y chupar, entrecerrando los ojos ante lo robusto del pene. Tomándolo y soltándolo con un seco y sonoro flop. Firme, enhiesto, delicado y poderoso al tiempo podía contemplarlo entre las manos. Lamiendo los huevos y ascendiendo lentamente en un nuevo ir y venir con que arrancarle una súplica amarga. Continué a lo mío, volviendo a las andadas y mamando sin respiro ni descanso para ninguno de los dos. Adelante y atrás la boca saboreaba devorando el grueso animal. Sin compasión alguna por el hermoso y apuesto muchacho al que sentía removerse nervioso y angustiado ante lo que le hacía.

El miembro hecho un basilisco palpitaba ardiente entre mis labios, tomándolo y cogiéndolo, recogiéndolo, soltándolo y sabiéndolo llevar hasta el extremo donde parar dándole el merecido respiro. Ahogándome con su vigor y energía pero sin querer abandonarlo, continué tirando con la boca y haciéndole notar los dientes encima. Entonces mi joven compañero tomó las riendas de todo aquello, siendo él quien se movía adelante y atrás follándome la boca.

Con las rodillas dobladas y las manos en mis cabellos, el miembro curvado empujaba contra mí llenándome la boca para mi total placer. Me dejé llevar por sus golpes de riñones, con las manos en los muslos y allí arrodillada bajo el chorro del agua. Follándome la boca, ahogándome con su presencia perturbadora, los ojos en blanco ante el continuo correr entre los labios. Llenándome el pómulo y luego el otro, alcanzándome la garganta bajo el roce que con la lengua le daba.

Quedando quieto el chico bufaba, respiraba afanoso, pedía más de forma entrecortada. Le tomé el relevo, mamando y succionando, devorando el miembro al mover la cabeza adelante y atrás, una y otra vez hasta metérmela casi entera, con la boca llena para acabar sacándola en toda su presencia horrible. Erecta, apuntando adelante y con las babas colgando entre el glande y mis labios. Acercándome nuevamente, le hice caer las babas encima mientras el chico gruñía hecho una pena.

La lengua junto al glande acariciándolo levemente, corriéndole abajo y arriba disfrutando del tallo tan erecto y dispuesto. El chico gemía en voz baja, suplicando seguir, suplicando nuevas caricias y atenciones. Y así lo hice, empapándome de su sexo tan grueso e indómito, volviendo a la carga una y otra vez chupando y succionando al tomarlo entre los labios. El joven se retorcía por encima de mi cabeza, las piernas temblándole y con las manos en mi cabeza obligándome a seguir con lo mío.

-          Sí sí, no pares… no paressssss…

Tragando y ahogándome con el terrible mástil que me llenaba la boca hasta el final, si es que aquello era posible. Golpeándome el paladar, el interior del pómulo sacándome murmullos ahogados con cada nuevo golpe. Por mi parte y pese a la evidente dificultad, no la soltaba comiendo y engullendo la polla a cada paso con mayor interés y determinación.

-          Ummmmmmm, ummmmmmmm.

En mi locura total me escapaba de la boca y volvía yo a engancharla, húmeda y brillante y apuntándome el hinchado capuchón con fiereza irrefrenable. Acariciándole los huevos y chupando, chupando en el interior de la boca. Acostumbrada ya a su tamaño, la dejaba deslizar con facilidad y rapidez crecientes, entrándome y saliendo más de la mitad buscando ofrecerle el mejor de los placeres.

Cogida del cuello, me empujaba contra la boca sin dejarme mover ahora y siendo él quien llevaba el ritmo de la follada. Empujando con rapidez, el voluminoso animal me llenaba las fauces sin darme respiro alguno. Estuvimos un rato así y entonces le sentí echar adelante, manoteándome la nalga con una suave y seca palmada. Frotándomela por encima y abandonando yo su inflamado amigo para, en un último y cálido roce, apoderarme de sus colgantes apretándolos entre los labios. Sollozó complacido por la caricia, agarrándole la polla y masturbándosela con ternura infinita. Muy lentamente, comiéndole los huevos y musitando en mi turbia y entregada tarea. Unos segundos más de comerle y ahogarme con su largo instrumento y por fin se la dejé libre, permitiendo sumisa que me golpeara por encima de la boca con el escandaloso tallo.

Bajándome la mano me buscó el pecho, acariciándolo y apretándolo con los dedos antes de incorporarme sin soltarle el pene y enganchada a su boca que besé y lamí con fruición entre los labios. Murmurando los dos, masturbándole sin dejarle un instante tan emocionada me encontraba por su fornido y amable compañero.

-          Te deseo, te deseo muchacho… -las palabras escapando en un tenue hilillo de voz.

Cogiéndome de las nalgas y la cintura me hizo darle la espalda. Tirando la mano atrás, no quise abandonar lo que tanto me excitaba. Loco por mi persona, me besaba la mejilla aguantando los dos la respiración llevados por la emoción que nos embargaba. Comiéndome el cuello, besándome la espalda y el hombro, amándome con dulzura y dedicación en cada uno de sus gestos, noté la mano acariciarme entre los cachetes de las nalgas. Removiéndolas y disfrutando el encantador manoseo que me daba.

-          Ahhhhhhhh, ahhhhhhhhh qué gusto cariño.

-          Ummmmm –la boca en su descontrol corriéndome el cuello y la mejilla.

Besándome la espalda, llenándola de suaves y tiernos besitos, dejando correr los labios con calma hasta recorrer todo el hueco de la misma. Un escalofrío de puro placer me llenó el cuerpo, temblando agradecida por lo delicado del roce. El culillo tirado atrás y elevándolo con la peor intención, el joven macho cayó sobre las nalgas lamiéndolas y mordiéndolas con su lento y perverso correr. Los dedos apoderándose de mi sexo, al pasarlos por encima de la raja que alerta y dispuesta los recibió con un mínimo palpitar.

-          Vamos muchacho, sé malo conmigo –ofreciéndole las redondas posaderas abiertamente.

Metiendo la lengua entre los cachetes, se enterró lamiendo y chupando por encima del coñito y del agujero estrecho trasero lo que me hizo pegar un respingo tan pronto el suave raspar inició su trabajo.

-          Joder nene, joder… qué bueno eres –el culo en pompa y ofrecido sin reservas a las caricias de mi amante.

De pie y con la pierna doblada soporté el ataque como mejor pude. Aguantando el aliento, resoplando con fuerza, el agradable resbalar continuaba entre mis nalgas. Enseguida sentí la lengua lamiéndome la raja empapada de los primeros jugos. Sollozando y suspirando largamente, el experto muchacho siguió trabajándome la vulva con apetito voraz. Al tiempo y con los dedos, me los pasaba aprovechando su tímida dedicación al otro agujero. Los dedos a lo largo de los abultados labios, hundiéndose vagina adentro mientras la lengua rozaba la entrada del estrecho y oscuro agujero. Un grito horrible lancé ante el lento correr de la lengua sobre la entrada trasera. Lamiendo y jugando con ella, quejándome ampliamente pero sin tratar de apartarme de su sucio deslizar.

-          Ummmmm sigue sigue… me tienes loca, me tienes locaaaa.

Pasando la lengua, rozándola y buscando ahora la entrada rosada quiso forzarla y traspasarla bajo el temblor de mis pies. Corriendo con mayor velocidad y desvergüenza, resbalando por encima podía reconocer el roce de la lengua y de la nariz sobre el redondo trasero. Apoderándose de una de las nalgas, besándola de manera deliciosa, cubriéndola de besitos y dándome con eso un pequeño respiro. Con la pierna ligeramente levantada yo removía el culillo provocándole, deseando que siguiera con lo que me hacía. Me encantaba todo aquello que mi joven amante me daba a vivir.

Y de nuevo le noté en la entrada trasera, era evidente el interés que por ello mostraba. Adelante y atrás y a lo largo del estrecho y cerrado anillo que entre sus labios palpitaba impaciente por continuar.

-          Sí sí sí maldito, continúa continúa así –el cuerpo y las piernas en tensión, enderezándome adelante ante el poderío de la caricia.

Abría la boca reclamando seguir, cerrándola luego para generar saliva notándome la boca seca. Apretando los labios con furia desmedida y humedeciéndolos después como forma de rebajar la angustia que me consumía. Las manos en la pared y la pierna doblada, la abertura le quedaba perfecta a la altura de la boca. Y continuaba y continuaba con aquello, no se cansaba y era mucho lo que le gustaba como a mí claro. Los gemidos y lamentos se mezclaban con el fluir del agua, golpeando furiosa el suelo a mis pies.

Y aquella lengua indecente y maravillosa al tiempo, haciendo de las suyas entre mis piernas al jugar con uno y otro agujero, enredada en una lucha feroz. Creí que me corría y tuve que llevarle la mano a la cabeza como forma de acompañar lo que me hacía. Adentro y afuera, lamiendo y trabajando la calidez de la entrada que con sus golpes se abría desbocada. Escuchando el deseo del hombre por mi sexo, comiéndolo y devorándolo hambriento por nuevos sabores y aromas. Bebía y saboreaba mis jugos que desfallecida en mi debilidad le brindaba. Y no paraba, no paraba lamiendo y bebiendo sediento de mí, de mis jugos y aromas con los que consumirme entera.

Me corrí ahora sí, envuelta en mi locura eterna, dándole a probar el tórrido calor que en mi entrepierna se formaba. Cubriéndole la boca y el rostro del manantial que mi sexo producía. El chico bebió y se llenó de mi inagotable y abundante correr de jugos y fluidos. Murmurando al recorrer la entrada encharcada y gimoteando yo derrotada y consumida por el constante trabajar de su lengua.

-          Fantástico muchacho, eres fantástico… ¿de dónde has salido maldito? Ummmmmm.

Y entonces y en la misma posición que yo mostraba, se dedicó a follarme con sus dedos a lo largo de la raja empapada de mi vergüenza. Pasándolos con rapidez y traviesos, arriba y abajo favorecidos por el doblar de mi pierna que tan expuesta me dejaba. Corriendo furiosos, arrancándome nuevos temblores y lamentos excitados, el muy cabrón parecía no querer acabar conmigo. Así siguió maltratándome, acariciándome la irritada entrada entre los grititos y suspiros entrecortados que yo lanzaba. Quejándome mimosa y deseosa por seguir, removiéndome frente a su boca y sus dedos sollozando dichosa.

Tomando la ducha que en la pared colgaba, me enchufó la alcachofa entre las piernas dándome a probar su calorcillo templado y furioso. Con la fuerza violenta del chorro me corrí nuevamente, lanzando un grito desesperado, aturdida y complacida por el inesperado chocar del líquido elemento por encima de mi sexo ya muy excitado.

-          Cabrón, cabrón –la mano resbalando la humedad de la pared, gimoteando y llenando el amplio cubículo de tenues y extenuados grititos.

Me encontraba exhausta, hecha polvo y para el arrastre tras lo brutal de ese segundo orgasmo casi seguido que el muy ladino me había hecho disfrutar. Los ojos fuertemente cerrados, gimiendo débilmente y con las fuerzas perdidas ante lo aparatoso del momento.

El joven paró, viéndole incorporarse sin dejar de pajearse él mismo. Pegándose a mi trasero le noté apretarse a la entrada de mi sexo tratando de perforarlo. Un largo suspiro me escapó la boca, tan preparada y dispuesta a ello como me encontraba.

-          Métemela, métemela vamos… -pese al cansancio solo quería continuar.

Y favorecido por lo muy excitados que nos sabíamos, el dilatar bajo su empuje se hizo fácil y rotundo. De puntillas sobre el suelo me elevé al sentirme llena del recio animal, perforándome con su lento y seguro percutir. Gruñimos ambos, él por no poder evitar su arrollador deseo y yo sabiéndome dominada por mi femenina debilidad. Y tomada de las caderas comenzó a empujar a buen ritmo, sollozando y recibiéndole gozosa allí los dos fusionados en uno. Adelante y atrás y resbalándome buena parte de él, el grosor del pene parecía abrirme en canal bajo su lento traspasar. Moviéndonos los dos bajo el movimiento acompasado que nos marcábamos. Volviendo a dejar la pierna colgando al echar la cabeza atrás reclamando un nuevo y apasionado beso.

Junto al oído reconocía la fuerza del macho en el entrecortado respirar con el que llenarme por encima de la oreja. Ardiente, golpeándome con cada nuevo inspirar, jadeando y lanzándome su aliento cansado y agitado.

-          Fóllame cariño, fó… llame –pedí en un lamento apenas manifiesto.

-          Muévete nena, muévete así así.

Y empujó tomada de las caderas y el hombro como me tenía, subiendo la mano a mi pecho para apretarlo y estrujarlo con violencia extrema. Los dos nos quejábamos, excitados y llevados por el puro goce de un cálido encuentro de lo más agradable. Levantada en el aire yo me abría todo lo que podía, permitiendo la entrada al tremendo invasor vagina adentro. No deseaba más que sentirle dentro, que me follara una y mil veces hasta desfallecer por completo. Muy lentamente, resbalando y deslizándose hasta el final con lo que pude notar los huevos golpearme tímidamente. Meneando suavemente el culillo para con ello hacer crecer aún más la tensión en mi amigo.

Acabo corriéndose sin sacarla, haciéndome conmover con el correr del abundante esperma que, al salir de mi sexo, noté rezumar entre los irritados labios para terminar finalmente cayendo buena parte del mismo al suelo. Al poco volvió a metérmela, resbalando vagina adentro y dándome a sentir el calor del líquido abrasador. Un, dos, tres lentos empujones con los que sacarme nuevos gimoteos de pleno placer.

-          Gracias cariño, ha estado muy bien –acercándole la boca para que me besara mientras las manos me tenían sujeta con firmeza.

Un último gemido placentero, la pierna echada atrás al caer rendida contra la pared.

-          Joder nene, ha estado muy bien… muy muy bien -repitiendo mis palabras de nuevo, como mejor forma de dar plena certeza al resultado final. Me sentía cansada, aturdida pero complacida y feliz ante el excelente momento vivido.

Llevando la mano atrás al ver cómo salía de mi interior, se la tomé girando hacia él para entregarle un nuevo beso emocionado y lleno de cariño. Con la polla entre los dedos, abrí la boca que el chico comió con fruición morreándonos con apetito malsano. Me encantaba, aquella noche estaba saliendo mejor que bien. La mano en su barbilla, le miré unos segundos antes de volver a chocar las bocas en un beso apasionado y lascivo. Jugando con las bocas y las lenguas, acallando el deseo por el otro en forma de jadeos ahogados.

-          Te deseo pequeño, te deseo –dándole el dedo a chupar al abrir el chico la boca.

-          ¿Podrás con otro, verdad? –pregunté vacilante y necesitada de confirmación por su parte.

-          Se hará lo que se pueda señora.

-          Bien, estoy segura que no me fallarás… Ven deja que limpie esto, estás hecho una pena.

Acercándome a la ducha, el agua cayéndole encima fue haciendo desaparecer la espuma del pecho, del vientre y también del vello púbico y su sexo medio morcillón medio flácido y sin consistencia tras la primera batalla librada.

Ahora tocaba la guerra final, a ver cómo se portaba.

-          Vamos a la cama, estaremos más cómodos –los rostros tan cerca el uno del otro que pudimos reconocer el mucho deseo que todavía sentíamos.

Ya en la cama le hice caer en la misma con un fuerte golpe de manos. Echándome encima le busqué la boca una vez más, besándonos, morreándonos con creciente anhelo. Arrodillada junto a él, le tomé la cara con la mano besándome el joven y metiendo la lengua en mi boca. Mimosa se la tomé, respondiendo al beso al rasparla suavemente con los dientes. Elevándome sobre él, la mano se lanzó al pecho y luego abajo y entre las piernas. Gimoteando excitada, eché la pierna por encima del chico hasta quedar bien sentada y montada.

Muy cerca el uno del otro, los tenues gemidos se mezclaban con el respirar agitado de mi joven amante. Rozándome contra él, haciéndole sentir el cuerpo sobre el suyo. Las manos de mi amante me cayeron en los muslos, acariciándolos desbocadas, bajando y subiendo por los mismos para finalmente resbalarme en las ancas. Llevándome hacia su boca, ronroneando yo en mi total frenesí mientras las manos se clavaban en mis nalgas devorándolas entre los dedos.

-          Guauuuuu sigue cariño, así sí.

-          Está buenísima señora…

Sin reparar en lo que me decía volví a caerle encima en un nuevo beso cálido y apasionado, tomándole los cabellos para atraerle entre mis manos. Las manos en la redondez de mis nalgas, sujeta por las ancas en las que hincar los dedos arrancándome un lamento prolongado. Moría por sus besos y sus caricias, dejándome comer por su boca y sus besos. Musitando ambos en voz baja sin entender bien lo que decíamos. Palabras suaves y aisladas, sin relación alguna unas con otras. Leves lamentos, gruñidos ahogados, besos entrecortados por la pasión del compañero.

Subiéndole encima le di el coñito a probar. Pegado a su boca el joven muchacho supo bien lo que hacer. Un corto y amargo quejido lancé nada más noté el roce del bigote y la lengua por encima. Elevada y bien aposentada, con las piernas tiradas atrás quedaba perfectamente sentada sobre el rostro de mi amante. Enseguida comenzó a lamer y chupar la vulva, pasando la lengua arriba y abajo en la cercanía que ambos formábamos. Me enderecé arqueado el cuerpo bajo el roce de la lengua, removiéndome inquieta al tiempo que con las manos manoseaba un pecho y luego el otro. Los sentía duros y tersos bajo los dedos que los tomaban apretándolos en círculos. En un susurro le pedí que lo hiciera, las manos ahora del chico masajeándolos con mi total complacencia.

-          Tócamelos muchacho, tó… camelos, ponme bien cachonda.

Mientras y por abajo continuaba jugando con mi empapada entrada. Lamiéndola en breves roces de lengua, subiéndola por toda la raja, abriéndome los labios con los dedos para enseguida buscar enterrarme la húmeda puntilla entre ellos. Quieta sobre mi hombre, me retorcía enloquecida, gimoteando en voz alta, mascullando sonidos entrecortados por la emoción que me envolvía. Cogida a su cabeza dejé que siguiera, el suave roce de la lengua ahora sobre el clítoris. Un bote pegué al gritar desconsolada. Volviéndole a coger, le apreté contra mí desesperada sin permitirle escapar. Ahogándole entre las piernas, la nariz y la lengua me rozaban el vientre.

-          Buen chico, cómeme el coño, cómemelo…

-          Sigue sigue… me encantaaaaaa.

Tirado el cuerpo atrás y con las manos en mis tetas, el tormento continuó en forma de nuevos roces y caricias. Respirándome encima, pudiendo reconocer el cálido inspirar sobre el pubis.

-          Eres bueno, eres bueno muchacho… me tienes loca.

Estremecida con la caricia constante de aquella boca y aquellos labios me corrí enfebrecida, llevada por la total zozobra que me consumía. Una vez más le di mis jugos a beber, un nuevo manantial de ellos chupándolos y saboreándolos el chico al pasar sin descanso la lengua por mi encharcada abertura. Todo aquello terminó con un largo suspiro que me hizo caer derrengada sobre mi hombre. Jadeando entrecortada, respirando con ganas el aire que me faltaba, estremecida con el todavía lento correr de mi sexo contra su boca.

Separándome de la diabólica boca, gateé entre las sábanas mientras mi joven acompañante quedaba al borde de la cama, de pie tan bello y espléndido como era. Nuevos besos entre sonidos varios y deslavazados, junto a veladas palabras con que hacernos avivar la libido. Entre risas y juegos, me hizo derrumbar quedando sentada sobre el lecho.

-          Está buenísima señora –aquellas turbias palabras fascinándome los oídos una vez más.

-          Gracias muchacho, eres muy galante y considerado… realmente encantador –caída ahora en la cama y tirando atrás los pelos que me cubrían el rostro.

Incorporada levemente sobre los codos, quedé completamente ofrecida al chico con las piernas dobladas y abiertas. Empapándose la mirada con mi desnudez, tragó saliva antes de treparme el cuerpo hasta alcanzar la boca, besándonos enamorados y sedientos del otro. Poco a poco y entre mis grititos cachondos, fue bajando el cuerpo llenándolo de besos y ardientes lametazos que me hacían vibrar toda. Corriendo la lengua por el hueco de los pechos, deslizándola muy lentamente por el abdomen, el ombligo y la cintura, en completo silencio la fue pasando arriba y abajo. Igualmente en silencio y soportando el terrible desplazar a través de mi erizada piel, enganchada de las caderas le vi caer frente a mí.

Junto al coñito pero sin tomarlo, con las piernas abiertas fue recorriéndome el interior de los muslos con lentos y suaves besitos. Yo solo murmuraba entre dientes pidiéndole seguir. Agarrándome una de las piernas, me la hizo levantar en toda su sinuosa belleza. Con el pie en alto lo comenzó a besar, amándolo y adorándolo en su totalidad al comerlo y atacarlo entre los labios, jugando y produciéndome cosquillas con su suave repasar. Fascinada por su entrega, gemí exhalando afligidos sollozos de puro goce.

-          Eres adorable muchacho, sigue sigue.

Continuando con la feliz caricia, me comió un pie y luego el otro entretenido en lamer y saborear en especial los dedillos de uñas pintadas de un exquisito rojo brillante. Despacio y pasando de un dedo al otro y luego el otro pie donde repetir el mismo camino. Agitada, vibré de emoción ante las tiernas y sensibles atenciones que me prodigaba.

Inclinó la cabeza, bajando por la pierna y jugando con ella de manera perversa al llenarla de besos. El gemelo de la pantorrilla por detrás, la rodilla y hacia los muslos acompañando el resbalar de la boca con los dedos. Abandonada sobre la cama yo solo gemía y ansiaba nuevas caricias, tan abierta de piernas como me encontraba. Los labios besándome suavemente el interior del muslo y ya muy cerca del sexo. Besos, más besos cubriéndome la piel erizada por el deseo. Y de nuevo se apoderó de la rajilla, acariciándola levemente, pasándole la lengua en lentos y sensibles encuentros con que arrancarme fuertes quejidos de satisfacción. Subiendo el otro muslo y la pierna arriba cogida de la mano. Me comió los dedos una vez más, temblando yo con tan exquisita caricia mirándole hacer al tirarme adelante.

-          Sí sí muchacho… qué travieso y juguetón eres.

-          No pares, no pares con eso… sigue sigue.

Tumbándose entre mis piernas, me hizo levantar el culo quedando las nalgas mostradas en su prieta redondez. ¿Qué era lo que pretendía ahora? –una creciente inquietud me turbaba. Y comenzó a chupar y lamer el coñito, la lengua acariciando el diminuto botón por encima y de arriba abajo tomado entre los dedos. Un ramalazo sufrí con esa simple caricia, aullando de gusto con el raspar de la lengua. Pasándola sobre los labios abultados y buscando hundirla en lo posible. Haciéndome notar el respirar agitado que le embargaba, la nariz rozándome la sensible zona al inspirar mis aromas. Volvió a la carga abriéndome la vulva, enterrando la lengua en ella y saboreando los cálidos fluidos que le entregaba.

-          Qué bueno eres, así así. –acariciándome yo ahora el sensible clítoris.

La mirada perdida y nublada bajo el rozar de la lengua y los labios, las piernas colgando a los lados y sin posible defensa. Pero no se dedicó solo a mi amable y tierno coñito sino que su interés iba más allá, llevando la boca al agujero anal con el que comenzar a jugar un obsceno e indecente combate. Del ano al coño, del uno al otro y recorriendo toda la zona con lentos lametones. Temblé con ese encantador e imprevisto contacto que me regalaba. Suspirando y chasqueando los dientes ante el turbio agasajo. Comiéndome y devorando cada rincón de mi ser, el muchacho me sorprendía una vez más con su atrevimiento y empuje abundantes.

-          Sí si nene… me vuelves loca cariño.

Pasando del coño y dejándomelo para mí, se entregó por entero al oscuro anillo. Lamiéndolo y humedeciéndolo con sus babas, escupiéndole encima y haciendo esparcir la saliva a lo largo del mismo. Tratando de abrirlo con el empuje de la lengua, yo me removía sollozando y suplicando seguir. Un dedo usó presionando ligeramente el anillo. Gruñí débilmente con la leve presión, buscando enterrarlo muy muy lentamente. Moviéndolo en círculos, poco a poco me lo fue trabajando para mi inmenso placer. Gracias a la humedad y su sapiencia, pronto lo noté ingresar tímidamente al dilatarse la angosta abertura. Follándomelo con la lengua y luego con el dedo que fue haciendo entrar para sacarlo al momento.

-          ¿Te gusta muñeca?

-          Sí sí… eres malo conmigo… me encantaaaaa.

Y entonces sentí sus labios y dedos abandonarme, ofreciéndome un leve respiro al dejarme permanecer sola y entre constantes jadeos. Como un latigazo irrefrenable, erguí el cuerpo hasta quedar sentada al borde de la cama y enfrentada al hombre. Con delicadeza infinita me apoderé una vez más de su miembro medio inflamado.

Tomando de nuevo confianza, me dispuse a chuparla y comerla tratando de hacerla crecer para el siguiente jueguecito. Nuevamente comencé a recrearme con él, me encantaba ser mala y hacerle sufrir con mis dedos, mis manos, mi lengua y mi boca. Toda yo entregada a mi joven y bello acompañante, disfrutando cada poro de su bien formada figura. Despacio, muy despacio…

Volviendo a recorrerle el cuerpo con las manos y la boca, los dos callados y casi sin cruzar las miradas, en diez minutos apenas de ese duro tratamiento una vez más le tuve en forma y preparado. Volví a caer atrás, invitándole a que me tomara.

-          Hazme tuya… fó… llame…

Pero antes y echado encima unos instantes, estuvo acariciándome el coñito por encima mientras el hombre se masturbaba manteniendo todo aquello en ristre. Ya con las caricias y roces de lengua creí era bastante para él pero me equivocaba como bien pude comprobar. Agarrándome las piernas me hizo levantarlas arriba. De pie mostrando frente a mí su horrible virilidad para enseguida pasarla por los pliegues de los labios y resbalando más abajo.

No lo esperaba, juro que ni por un solo segundo había pensado en la posibilidad que fuera a buscar mi estrecho canal. No fue donde esperaba sino que, sin esperarlo y con la peor felonía, le descubrí apretar hurgando la entrada del cerrado anillo. Bajo su peso juvenil y mucho más fuerte que yo, no pude evitar aquel interés maligno por su parte.

-          ¿Pero qué haces, qué haces… qué vas a hacer? –fue lo que pude decir tomada de los brazos por sus manos.

-          Calla preciosa, déjame hacer, seguro que te encanta eso.

-          ¿Qué dices, te has vuelto loco?… suéltame.

-          Sssssssshhhhh, calla –exclamó autoritario, haciéndome volver y caer de boca sobre las sábanas.

Me supe sucia y aturdida, aquel bastardo iba a hacérmelo sin yo poder oponer resistencia. Por otro lado y pensándolo mejor, ¿por qué no? Podía ser el mejor fin de fiesta para aquella magnífica e inesperada velada. Desplomada entre las sábanas caí boca abajo y cuan larga era. Ronroneando al provocarle, le miré solicitando su compañía. Así se lanzó haciéndome apreciar su largo y preciado instrumento entre las nalgas. Gimoteé excitada al removerme mínimamente bajo su peso.

-          Ummmmm, sí mi amor.

-          ¿Te gusta nena… te gusta verdad? Al final a todas os gusta –confirmó al oírme suspirar entregada a él.

-          Métemela, métemela anda –aceptando ahora sí de buen grado lo que mi apuesto amante pretendía conmigo.

Aguantando la respiración esperé el terrible momento. El miembro enderezado en todo su vigor ciclópeo, le noté acercarlo a la entrada. Ayudándole y buscando entre los dos llevarla adentro, para finalmente encajarla tratando de traspasar el umbral. Así y con la facilidad que la experiencia da, supo encontrar el camino que le interesaba. Poco a poco y centímetro a centímetro fue entrándome, dejándose caer más de la mitad. Primero la gruesa cabeza y luego todo el resto, fui sintiéndome lacerar las entrañas igual que yo laceraba las frías sábanas clavando las uñas en las mismas.

-          Me encanta tu culito estrecho y tragón… vamos ábrelo…

Luego y con un golpe duro y seco me desfloró el anillo por completo, arrancándome un alarido angustiado. Me la endiñó sin miramiento ni recato alguno, toda de una vez y hasta el fondo. Elevándose y cayendo al enterrarse decidido, sacándome un grito sofocado.

Con la mirada a un lado, la fría y blanca pared de la habitación era el único asidero sobre el que hacer correr mi afligida pena, mientras por detrás el poderío masculino me hacía emitir tenues y desconsolados lamentos. Me quemaba las entrañas, el abrirse las paredes dilatadas bajo el empuje abrasador. Quieto sobre mí y jadeantes ambos noté cómo salía lentamente de mi interior. No tardó en volver a buscarme dejándome sobre la cama, hecha un guiñapo y muerta ante la nueva y certera estocada. De nuevo unos instantes parado y enseguida comenzó la tortura moviéndose y profanando mi más oscuro tesoro.

Hundiéndose y saliendo con suavidad extrema, aquel bastardo empezó a sodomizarme a su entero placer. Pegado a la espalda, poseyéndome en silencio mientras yo solo podía soportar la cadencia de su lento traspasar. No era la primera vez que me lo hacían es evidente, pero la seguridad y audacia de mi joven amante resultaron para mi deliciosas y desconcertantes al tiempo.

¡Cabrón, cabrón! –ahora sí que no me arrepentía de haberme unido a él en esa noche de pasión y locura.

Dándome mandanga continuó con su lento montar, tomando paso a paso mayor ritmo según yo iba relajándome. Rasgándome el esfínter, resbalándome hacia el fondo, sabiendo cuándo parar y cuándo seguir haciéndolo. Yo continuaba entre las frías, arrugadas y delicadas sábanas sirviéndome como única tabla de salvación. Hipando en voz baja mi constante martirio. Me mataba, me mataba creyendo morir con su cada vez más rápido entrar y salir.

-          Dios, oh diossssssss.

Gruñendo, murmurando y gritando en tono bajo y luego más alto, me costaba acostumbrarme al tamaño de aquella perturbadora presencia. Resoplaba herida, pedía que saliese para al momento reclamar que me sodomizara. Los ojos en blanco, me sentía plenamente suya, mostrándose el chico por completo dueño de mi persona.

-          ¿Te gusta putita… dime te gusta? – su voz hueca susurrándome al oído al dejarse enterrar hasta el final.

-          Ummmmm me matas maldito pero no pares, no pareeeeeeesssss.

Apoyado en los puños se fue dejando caer a buen ritmo, ya de forma más fácil y escuchándose mis apocados y timoratos plañidos cada vez que me penetraba. Enseguida comenzó a follarme deprisa, sodomizándome de manera casi salvaje y rompiéndome por dentro con golpes rudos y secos. Aullaba, trataba de escapar sin poder hacerlo, el recio sable clavándose una y otra vez provocando en mí algo próximo al mayor de los delirios. Temblándome el cuerpo bajo su fuerza arrolladora. Mi joven amante se mostraba incansable sin dejar de darme adentro y afuera.

-          Me matas, me matas canalla… córrete, córrete –supliqué sin poderlo soportar ya mucho más.

Bajo su peso me corrí y a los pocos segundos fue el chico el que se vino, escupiéndolo todo en mi irritado y angosto canal. Sin avisar que se corría no tuve fuerzas para pedir que lo echara fuera, disfrutando el correr de jugos que me entregaba. Calientes y ardientes en un postrero suspiro de energía por su parte.

Sobre la espalda le sentí derrumbarse, besándome la mejilla y dándome el aliento que sus ronquidos guturales lanzaban. Por fin había acabado con él, pese a su mucha y desmedida fuerza de joven macho, poderoso y robusto. Cansado, respirando exhausto en la cama le vi caer a mi lado vencido. Con cara de bendita sonreí para mis adentros, escuchándole bramar y quejar débilmente por el mucho esfuerzo realizado.

Un nuevo triunfo por mi parte, una nueva guerra ganada para mi amplio historial. Una nueva conquista que sumar. Los hombres en su tremenda vanidad creen, tontos de ellos, que nos conquistan cuando en realidad es al revés, terminando en nuestras garras como corderillos. Tomándome entre sus brazos, el joven macho había muerto agotado en aquella noche tan salvaje y gloriosa para ambos. Cerrando los ojos complacida, no tardé en encontrarme acompañada por Morfeo.

Por la mañana y entrando el sol con fuerza a través del amplio ventanal, desperté completamente desnuda y cubierta tan solo por la fina sábana. Hacía calor y la verdad no hacía falta más ropa.

Echando el brazo al otro lado de la cama, me descubrí sola aunque bajo la mano aún se notaba el algodón caliente. Ni me había enterado de su marcha, tan cansada y satisfecha me sentía. Una sonrisa risueña y plena cubriéndome el rostro de oreja a oreja.

Quitándome las legañas que envolvían mis ojos y ronroneando mimosa todavía unos instantes, al fin fui volviendo poco a poco a la realidad al mirar el móvil viendo la hora que era. Las nueve menos cuarto y tenía mensaje de Julia. Respondí recibiendo a los pocos segundos respuesta por su parte.

-          ¿Dónde estás? Estamos todos abajo.

-          En la cama, ¿dónde quieres que esté?

-          ¿En la cama aún? Vamos arréglate. A las diez tenemos reunión con Paco. Te espero en la cafetería, no tardes.

-          Ok, me ducho y en media hora estoy contigo.

Antes de acabar y sin poder reprimir la curiosidad, le pregunté por la noche pasada.

-          Luego te cuento –fue su seca y escueta respuesta. ¿Y tú qué tal?

-          Uffff de maravilla, simplemente de maravilla –la sonrisa aviesa y abierta llenándome el rostro, al marcar el emoticono de sueño y cansancio poco antes de mandar este último mensaje…

Mas de crimson

Con la madre de mi amigo

La convención (1)

Pasión en forma de venganza

Doña Regina, la mujer de la papelería

Nada mejor que el verano (2)

Nada mejor que el verano (1)

Lo duro de ser azafata

Doña Rafaela, toda una jamona

El arte de la felatio - Juegos entre primos (1)

Compañeras de piso (2)

Compañeras de piso (1)

Vacaciones movidas

En un día plomizo y oscuro

Ejecutivo afortunado

En la barra del pub

El poder de la juventud

Virginia

La tía Romina 2

La tía Romina 1

Querida madre

Las aventuras de Águeda 2

Las aventuras de Águeda 1

La muchacha de la boca de fresa

Haciéndomelo con el fontanero

Con el hijo de la vecina

Polvo turolense

Sexo negro (3)

Sexo negro (2)

Sexo negro (1)

Jugando con mi amiga y mi novio (2)

Jugando con mi amiga y mi novio (1)

Haciéndole el amor a mi futura suegra

Juventud divino tesoro

Fuera del trabajo

Viajando por Europa

Casting porno (2)

Viaje a Cerdeña (1)

Me enamoré

Amantes (3)

Amantes (2)

Amantes (1)

Casting porno (1)

Poder caribeño

La prima Aroa

El verano

Calor de verano

La encontré en el supermercado

Polvos rápidos (10)

Polvos rápidos (9)

Polvos rápidos (8)

Polvos rápidos (7)

Polvos rápidos (6)

Polvos rápidos (5)

Polvos rápidos (4)

Polvos rápidos (3)

Polvos rápidos (2)

Polvos rápidos (1)

Recuerdos del pasado (2)

Recuerdos del pasado (1)

Conociendo a Pedro (2)

Conociendo a Pedro

Pecando con mi hijo (2)

Pecando con mi hijo

Refriegas entre chicas (2)

Refriegas entre chicas (1)

Dos para una

Unos días en casa de su tía (4)

Unos días en casa de su tía (3)

Unos días en casa de su tía (1)

Unos días en casa de su tía (2)

Dulce despertar (3)

Dulce despertar (2)

Dulce despertar (1)

Con mi tío Roberto

Interesante compañía

Navegando por el Cantábrico (8)

Navegando por el Cantábrico (7)

Navegando por el Cantábrico (6)

Navegando por el Cantábrico (5)

Navegando por el Cantábrico (4)

Navegando por el Cantábrico (3)

Navegando por el Cantábrico (2)

Navegando por el Cantábrico (1)

Entregada al hijo de mi vecina (5)

Entregada al hijo de mi vecina (4)

Entregada al hijo de mi vecina (3)

Entregada al hijo de mi vecina (2)

Entregada al hijo de mi vecina (1)

Nenitas lascivas (7)

Nenitas lascivas (6)

Nenitas lascivas (5)

Nenitas lascivas (4)

Nenitas lascivas (3)

Nenitas lascivas (2)

Nenitas lascivas (1)

Nenitas lascivas (1)

La mujer de la verdulería

Asistencia en carretera

Hermanita viciosa

Helado de vainilla y chocolate

Sexo con mi tío

Un encanto de hombre

Ninfas hambrientas

Perdiendo el control junto a mi sobrina

Recoger a los niños al cole

Nines, mi dulce sobrinita

Deleites negros

Sesión de las seis

Amante desconocido

Visita muy provechosa

La boda de mi prima (3)

La boda de mi prima (2)

La boda de mi prima (1)

Sorpresa agradable en compañía de mi sobrina

Placeres desenfrenados

Intimidades lésbicas

Gozando con mi suegra

Juventud negra

Caricias entre mujeres

Yo os declaro marido y mujer

Pasión desmedida

De vacaciones por Mallorca

Yendo de compras

Visitando a mi tía Leire

Feliz descubrimiento con mi tío Blas

Reunión de trabajo y placer

Pasando el domingo con un matrimonio muy liberal

Noche de sábado muy movida

Encuentro inesperado

Montándomelo con mi querida tía

Abandonando el lecho conyugal

Amores lésbicos

Amor incestuoso entre madre e hijo

Orestes, el jardinero de mis padres

El lento despertar de la bella Sara

Viaje en el Ave Madrid-Barcelona

Mi mujer es una guarra de mucho cuidado

Acabé siendo una verdadera puta

Encuentro casual con mi cuñada

Sensuales caricias maternas

Empieza el día en el ascensor

Contacto con mi nuevo amante y mi sobrina

¡Fuera prejuicios!

Tres semanas en casa de mi prima (2)

Dinero sangriento

Seducida por una desconocida

Tres semanas en casa de mi prima (1)

Mi primera experiencia en el incesto

Un pintor de brocha gorda

Iniciándonos en el intercambio de parejas

Deseos húmedos

Amando a mi compañera del instituto

Viaje caliente a París

Un hombre de ocasión

Dos amantes retozando frente a mi ventana

Perdí la decencia con mi joven cuñado

Amores perversos en un hotel

Es estupenda mi tía Mónica

Juegos femeninos

Incesto con mi padre y mi hermano

Quitándole el novio a mi hermana

Una tarde en el cine

Acabando con la virginidad de mi sobrina

Encuentro amistoso

Sintiéndome puta con el negro

Me cepillé a mi tía

Violación fallida

Follando con el novio de mi nieta

Polvo antológico con mi hijo

El profesor universitario

Trío con mi mujer en un restaurante

Conversación entre dos amigas

Seduciendo a una mujer madura (2)

Seduciendo a una mujer madura (1)

Un día de playa (2)

Un día de playa (1)

Mi adorable Yolanda

Una noche loca junto a mi hijo

Madre e hijo

Intensas vacaciones con la familia

Navidades junto a mi sobrino

Mi tía Maribel

Tres mujeres para mi hijo

Me follé a mi propio hijo

Con Emilio en el aeropuerto

En el baño con mi amante argelino

Un buen polvo en los probadores del Corte Inglés

Disfrutando del cumpleaños de mi joven yerno

Cálidas vacaciones de verano

Volviendo a la playa nudista

En la playa nudista

Jodiendo con el cachondo de mi sobrino

Daniela, la madre de mi amigo

Conociendo íntimamente a mi hijastro

Mi querídisimo sobrino Eduardo

Un maravilloso día con mi futuro yerno

Deliciosa despedida de soltera

Kareem, nuestro masajista preferido

Mi clienta favorita

Bruno

Follando con la madre de mi mejor amigo

Con mi vecino Carlos

Aquella noche en la discoteca

Mi primer trio con dos maduras

El negro y su amigo