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Mi primera experiencia en el incesto

en Amor filial

Mi primera experiencia en el incesto

Su primera experiencia incestuosa colmó por completo las expectativas de aquella joven muchacha. En toda su vida hubiese imaginado poder sentir tanto placer en compañía de su padre y su hermano. Sin embargo, la locura les dominó a los tres hasta el punto de vivir la mejor experiencia de su corta vida….

Me desperté completamente cubierta en sudor en medio de la soledad de mi habitación. Al día siguiente tenía un examen de Literatura Norteamericana de mi último curso en el instituto al que no pensaba presentarme pues lo cierto es que no lo llevaba lo suficientemente bien preparado como para poder aprobarlo así que, después de pensarlo mucho, había decidido finalmente dejarlo para la próxima convocatoria antes que cometer la estúpida equivocación de poder suspenderlo.

El señor Otero, aquel guapo profesor de treinta y tantos años, de barba siempre arreglada y perfectamente cuidada, y con un cierto dejo de intelectual redomado y un tanto pedante del que todas las muchachas del instituto estábamos perdidamente enamoradas, sabría entender cuando hablara con él los motivos más que justificados que habían llevado a una buena estudiante como era yo a dejar a un lado el estudio de su interesante materia.

Fue un viernes de abril, con el fin de semana ya a las puertas de entrar en nuestras locas vidas de adolescentes, cuando mi amiga Claudia me había comentado, en voz baja y para que nadie se enterase, aquel chascarrillo que se contaba por los pasillos del instituto de que el señor Otero había tenido algún que otro roce con Juana, mi espigada y bien bonita compañera de clase ante la que todas las demás nos reconcomíamos de pura envidia al ver el mucho éxito que tenía entre nuestros compañeros de clase. Lo cierto es que la notoriedad de aquella remilgada y algo mojigata muchacha residía más en sus dotes de seducción que en su cuerpo todavía de joven adolescente y en claro periodo de formación.

Aquel mes de agosto estaba resultando realmente molesto debido al extremo calor que hacía. Los días se hacían largos y pesados por el calor agobiante que despedían los ardientes rayos del sol obligando a la gente que tenía la osadía de salir a la calle a buscar cualquier rincón resguardado o alguna buena sombra para poder refrescarse. Por su parte, durante las noches resultaba totalmente imposible conciliar el sueño. Pese a tener las ventanas abiertas y dormir desnuda por completo no había forma de poder conciliar el sueño ni tan siquiera dos horas seguidas despertándome a cada momento para ir al baño o a la cocina a beber un vaso de zumo.

Estábamos a doce de agosto y la noche anterior no había podido dormir nada bien. Me encontraba tumbada en la cama totalmente cansada y sin ganas de hacer nada. Las livianas sábanas de algodón se pegaban a mí como una segunda piel. Necesitaba una buena ducha de agua fría que me calmara pero la tentación de permanecer tumbada era mucho mayor así que allí seguí sin el más mínimo interés por que el día empezara a ponerse en marcha.

Con los ojos cerrados pude escuchar a través de la puerta entrecerrada el inicio de los primeros acordes del hombre esquizoide del siglo veintiuno de los King Crimson procedentes del viejo tocadiscos que aporreaba con fuerza en el dormitorio de mi hermano Nico. Desde bien pequeña, apenas tendría yo por aquella época diez o doce años, aquellos extraños sonidos tan llenos de violencia fueron entrando en mi casa gracias a mi hermano del que me separaban seis años.

Uña férrea de garra felina

Los neurocirujanos siguen exigiendo

A la ponzoñosa puerta de la paranoia

El hombre esquizoide del siglo veintiuno.

Tortura sangrienta de alambre de espino

Pira funeraria de políticos

Inocentes víctimas del napalm

El hombre esquizoide del siglo veintiuno.

Ciega semilla mortal la codicia humana

Sangrantes hijos de poetas famélicos

De lo que tiene nada es útil

El hombre esquizoide del siglo veintiuno.

Ya desde la primera vez en que mis oídos disfrutaron de aquel viejo vinilo, de aquella estupenda maravilla de finales de los sesenta mis gustos musicales no volvieron a ser ya nunca lo mismo decantándome por los sonidos jazzísticos más que por la música propia de los ochenta que hubiese sido lo más habitual para una chica de mi época como era yo por aquel entonces con mis recién cumplidos diecisiete años.

Aquella canción de juego brutal entre el saxo y la guitarra, aquella canción de fuerza abrumadora y ritmo tan agotador normalmente solía ejercer sobre mí como una especie de antídoto contra la apatía y la indiferencia de días como aquel. Sin embargo aquella mañana estaba tan agotada que ni tan siquiera la guitarra desgarradora de Robert Fripp conseguía hacerme levantar de la cama.

No había parado en toda la noche de dar vueltas y más vueltas en el caos que conformaban mis desordenadas sábanas, sin apenas pegar ojo, pues durante la noche mi loca cabecita había vivido inundada por varias aventuras perversas y de contenido absolutamente inconfesable, que me habían producido una permanente sensación de hormigueo en mis partes pudendas.

Apreté con fuerza mis pequeñas piernas logrando, de ese modo, hacer más aguda esa agradable sensación si es que aquello era posible. Insistí varias veces en aquella maniobra; sabía por propia experiencia que hacerlo muchas veces era más que suficiente para poder calmar el dulce ardor que me subía entre las piernas.

Sin embargo, en aquella ocasión aquello no bastaba para poder apaciguar el profundo nerviosismo que dominaba mi cuerpo tras aquella larga serie de visiones oníricas en las que me había visto acompañada por mi actor favorito o bien por Arturo, el maduro vecino que vivía en el sexto piso de mi escalera y con el que me encontraba todas las tardes en el ascensor al volver a casa a la hora de la comida.

Me sentía fuertemente incómoda notando el molesto sudor impregnando cada uno de los poros de mi juvenil piel. Me deshice del mojado camisón con el que había dormido aquella tormentosa noche sacándolo por encima de la cabeza con ágiles movimientos de mis brazos y, cayendo sobre la cama, lancé un pequeño suspiro de alivio al verme liberada de aquella diminuta prenda.

De modo automático, casi sin pensarlo y dejándome llevar por mis impulsos, retiré a un lado la tela de mi mojada braguita y separé con cuidado entre mis dedos la distancia entre un labio y el otro dejando asomar mi pequeño tesoro entre ellos. Desde mi posición, con la cabeza apoyada descansando en la almohada, pude ver la hinchazón de mi botoncito, sonrojado y abiertamente expuesto fuera de su envoltura.

En ese momento me dediqué a recorrer mi sexo con el dedo corazón y el índice por dentro y por fuera, contrastando la dulce suavidad del néctar que lubricaba el interior con la sutil rasposidad de los pelillos que cubrían mi pubis. Una de mis manos se dirigió a mi entrepierna empezando a juguetear mis dedos con el vello del pubis para pasar a continuación a friccionar mi clítoris con urgente abandono, primero con suavidad para luego empezar a presionar con mucha mayor rotundidad. Fui acariciando e intentando tranquilizar mi tremendamente excitado clítoris, obsequiándole con un nuevo ritmo mucho más pausado y sensual, unos lentos masajes circulares con los que el placer obtenido me resultaba más agradable y soportable.

Hundí mis dedos en el interior de mi vagina la cual se encontraba completamente empapada gracias a las caricias con las que yo misma me satisfacía. Tenía mi pequeño coñito tan dilatado en esos momentos que con aquellos tiernos tocamientos apenas conseguía nada. Yo era una chiquilla seria y formal pero, en momentos como aquel en el que me encontraba inmersa, hubiera dado todo el oro del mundo por tener a mi lado un hombre que me hiciera vibrar, un hombre que me acariciara hasta hacerme alcanzar el punto más álgido del placer entre un hombre y una mujer.

Mi mente corrió rauda y veloz fantaseando con la imagen perturbadora de Arturo. Arturo era un hombre de unos cincuenta años pero todavía de buen ver, siempre bien trajeado y con sus cabellos canosos y perfectamente cuidados que tan interesante le hacían. Estaba casado desde no se sabe bien cuantísimos años con una mujer de mirada cansada y rostro feúcho y con la que tenía dos hijas ya bastante mayores.

Día tras día nos encontrábamos en el vestíbulo de mi escalera antes de coger el ascensor a la hora de la comida. Arturo me abría la puerta del ascensor con toda la caballerosidad del mundo para entablar siempre la misma conversación breve e insulsa durante el trayecto que nos conducía desde la planta baja hasta el cuarto piso donde yo me bajaba.

Día tras día maldecía el momento en que debía bajar del ascensor volviéndome hacia él para escucharle pronunciar aquella detestable palabra, aquel simple adiós que sin descanso retumbaba en mis oídos como si se tratara de una completa despedida, como si ya nunca más fuéramos a volvernos a ver. Sin embargo, al día siguiente el feliz encuentro se producía en el mismo lugar volviendo a repetirse aquella misma escena. ¡Dios!, ¿cómo era posible poder estar enamorada en silencio de un hombre con el que apenas me veía cada día en el vestíbulo de mi casa cruzando una breve conversación con él?

Me levanté como una ardilla sosteniéndome firmemente en mis pequeñas pero rotundas piernecillas y me dirigí al baño, con la sana intención de darme una ducha que me refrescara y calmara mis ardores matinales para ir después a la cocina a desayunar.

Con algo de urgencia fui escudriñando en el interior del repleto neceser en busca de mi frasco de champú hidratante. Hacía unos días que tenía mi bonito cabello de suaves tonos castaños bastante rizado así que ya iba siendo hora de desrizarlo un poco pues la verdad es que me costaba un montón poder dominar mi cabello teniendo que darme grandes tirones cada vez que trataba de estirarlo con el peine.

Encontré entre las muchas cosas del neceser unas pequeñas tijeras de baño, una lima, un paquete de pañuelos hasta que al fin fui a dar con un bote de espuma para el pelo. Éste era largo, de plástico rojo y de evidente forma fálica…..Lo estuve palpando entre mis dedos durante un buen rato, acariciándolo una y otra vez arriba y abajo hasta que volvió a mi alocada cabeza la figura adulta e inquietante de mi querido y deseado Arturo.

En mis noches locas de sexo desenfrenado, imaginaba a aquel hombre tan masculino y varonil con un miembro de dimensiones formidables, casi monstruoso, y capaz de hundirse en mi estrecha vagina por completo. Los párpados me pesaban sobremanera y entrecerré por unos segundos mis cansados ojos. Traté de mantenerlos abiertos con gran esfuerzo intentando fijar la vista en el espejo a través del cual se reflejaban mis diminutos dientes mordisqueando levemente mi labio inferior.

Los párpados, ya sin fuerzas, finalmente se acabaron cerrando de forma inevitable mientras mis manos continuaban el sensual recorrido a través del bote de espuma acariciándolo como si de aquella codiciada virilidad se tratase. Con los ojos aún apagados, casi sin vida, levanté uno de mis pies hasta dejarlo posar suavemente sobre la taza del váter, obteniendo de esa manera un acceso mucho más directo y sencillo hacia la puerta de mi pequeño tesoro.

Una vez me encontré en posición tan cómoda para poder desplegar mis más turbios intereses, llevé el frasco hacia el interior de mi coñito apretándolo poquito a poco….Pese a mis muchos esfuerzos y a que los jugos en esa zona eran más que evidentes, no pude conseguir llevar a cabo mi objetivo de poder meterlo. No pude reprimir lanzar un leve lamento de fastidio, en esos instantes me sentía enormemente desencantada al no poder comprobar la dulce sensación que debía producir aquel interesante instrumento.

Sin embargo, no tardó la suerte en venir en mi ayuda al ver un bote de crema hidratante reposando sobre una de las repisas del baño. Ya en posesión del mismo, me encaminé presurosa y sin pérdida de tiempo hacia mi cama bien provista con la crema y el bote de espuma. Me estiré en el lecho arqueando el cuerpo como una gatita y entonces me embarduné de forma abundante los dedos para pasarlos a continuación por la humedecida entrada, penetrando con ellos con cierta violencia en mi vagina tratando de que toda la superficie se encontrara bien pringosa.

El siguiente paso fue untar aquel falso pene con abundante crema. Dejé descansar el cuerpo con las extremidades inferiores levantadas en alto y completamente abiertas y en aquellos momentos creí poder rozar la gloria o al menos estar muy cerca de ella….Un ligero cosquilleo recorrió toda mi figura haciéndome estremecer al notar como ahora sí entraba por completo aquel delicioso aparato hasta alcanzar los rincones más insospechados de mi cueva, hasta que ya no me fue posible poder impulsarlo más allá.

Ya con él bien metido en mi coñito fui retirándolo de manera paulatina y gradual hasta prácticamente apartarlo del todo para, de forma súbita y sorprendente, volver a introducirlo totalmente hasta el fondo.

¿Así te gusta que te follen, eh pequeña zorrita? Así, como nadie se ha atrevido jamás a hacerlo –pensé disfrutando del placer que yo misma me daba. Sí…..sí, así, más cariño….sigue más deprisa –susurraba débilmente imaginando que era el propio Arturo quien me lo hacía.

Me encantaba aquello pero mis terminales nerviosos necesitaban aún más caña, necesitaba estimularme de forma mucho más rápida para poder llegar al tan ansiado clímax. Para intentar conseguirlo me situé a cuatro patas con la cabeza bien hundida entre las sábanas, sin poder apenas respirar, y nuevamente volví a presionar o mejor dicho, fui yo misma quien lanzó mis nalgas hacia atrás en busca del tan preciado consolador hasta que noté cómo atravesaba la entrada de mi vulva hasta quedar insertado en el interior de mi dilatada vagina.

Inicié unas lentas caricias, un lento y delicioso juego en el que participaban mis dos manos rozando y manoseando una mi clítoris y la otra mis pechos jugando con mis pezones hasta que éstos se pusieron duros sin remedio. Pensé perder el control de mí misma, el control completo de mis actos. Quería seguir con aquello de manera indefinida….quería más…mucho más, hasta que acabara rendida y exhausta sin un mínimo de fuerzas.

Mis pensamientos se llenaron con la encantadora idea de arriesgarme a probar algo que nunca había hecho pero en lo que había pensado en varias ocasiones. ¿cómo podría resultar probar aquello? –pensé brevemente, como si un simple flash pasara por mi cabeza. Una vez me hube decidido llené mi dedo corazón de crema y de una sola vez y sin meditarlo ni un ápice presioné sobre el anillo del ano hasta lograr introducirlo mínimamente. Ayudé a aquel solitario dedo con otro más haciendo la caricia mucho más placentera y profunda. Empecé a llorar como una tonta gozando con aquel intenso placer que me envolvía de pies a cabeza.

Por primera vez en la vida sentí un placer indefinible que superaba con creces mis experiencias disfrutadas hasta entonces. Aquello era algo que no guardaba relación alguna con el placer experimentado a través de la vagina. Aquel estrecho agujero suponía el camino más directo hacia el pecado y la lujuria. Ahora deseaba autosodomizarme de manera cruel y un tanto salvaje. Quizás aquello suponía un primer esbozo, un primer indicio hacia un naciente interés por el mundo del masoquismo.

Extraje el bote del interior de mi irritada vagina y lo unté a conciencia para llevarlo después hacia ese oscuro agujero con el que nunca antes había imaginado poder disfrutar. Emití un pequeño grito de dolor al tratar de penetrarme con esa especie de consolador. Había oído decir a alguna de mis amigas que primero se sentía un fuerte dolor pero que luego éste se transformaba en el mejor de los placeres. Así que no cejé en mi empeño, más bien todo lo contrario, estaba completamente decidida a gozar de los placeres de la sodomía, en esos momentos por mi cabeza tan solo circulaba el deseo de gozar con mi estrecho agujero y desvirgarme de esa forma tan única y absolutamente placentera. Puse mucha más crema en el bote pero aún así no conseguía hacer que mi excitado ano se dilatase lo suficiente……

Laura, ¿me dejas que te ayude con lo que estás haciendo? –escuché la voz temblorosa de mi hermano Nico junto a mí.

Desconcertada ante la presencia inesperada de mi hermano, pegué un salto tratando de darme la vuelta para encararle de forma directa y decirle que se marchara de mi cuarto cuando, totalmente sorprendida ante su desvergüenza, le vi posar ligeramente una de sus manos sobre mi cadera obligándome a permanecer en la misma postura.

No….no te vuelvas hermanita…me gusta verte así….. -me dijo con los ojos atónitos ante el tremendo espectáculo que le estaba ofreciendo.

Pude observar su rápido cambio de actitud pasando de la sorpresa inicial a una más que evidente lujuria la cual se reflejaba de forma inequívoca en su profunda mirada con la que parecía querer traspasarme.

¿Qué haces aquí? ¿quieres decirme qué demonios estás haciendo en mi cuarto? –pregunté mirando de revolverme sin conseguirlo debido a la fuerte presión que ejercía en ese momento con su mano sobre mi adolescente figura.

Con aquellas palabras trataba de acobardarle pero, al mismo tiempo, me encantaba seguir con aquel juego que ambos habíamos iniciado. Me resultaba extraño pero la presencia de mi hermano junto a mi cama hizo incrementar mi calentura hasta límites insospechados.

Escuché ruidos desde mi cuarto y pensé que te ocurría algo, así que me acerqué encontrándome con la puerta abierta….Pero por lo que veo es más que evidente que te encuentras perfectamente –comentó ya con la respiración en calma sin dejar de observar de arriba abajo mi desnudo cuerpo.

Inclinándose hacia mí me hizo abandonar el bote en el suelo para, a continuación, ser él quien empezaba a jugar conmigo. No podía creérmelo pero mi propio hermano era quien pretendía seducirme aprovechando la ocasión que tan diáfanamente se le presentaba. Pensé que la situación era propicia pues mi madre había comentado la noche anterior que marcharía temprano a casa de los abuelos mientras que mi padre, por su parte, se encontraría en esos momentos arreglando el jardín como hacía todos los fines de semana.

Sin considerarlo mucho tiempo me dejé llevar por la situación y lancé un suspiro ahogado al notar uno de los dedos de Nico introducirse en mi ano. Removí sensualmente mis nalgas demostrándole lo mucho que me gustaba y animándole a continuar por ese mismo camino.

Laura, no te muevas…..no te muevas hermanita, por favor. ¡No sabes cómo me gusta verte así de entregada! –le oí susurrarme delicadamente junto al oído.

Abandonó mi compañía unos breves segundos para coger mi pañuelo de cuello el cual reposaba encima de mi mesa de estudio. Volvió a la cama junto a mí y apremiándome a que le diera la espalda me vendó con enorme cariño los ojos haciéndome sentir su cálido aliento sobre mis mejillas. Una vez me tuvo así de indefensa volvió nuevamente a la carga…..

Primero utilizó un dedo….luego un segundo…..acompañándolos finalmente por un tercero hasta que no pude más teniendo que emitir un gemido mínimamente apreciable. Nico lo hacía de un modo tan lento y delicioso….moviendo despacio, muy despacio sus dedos en el interior de mi culito. Noté perfectamente la forma tan natural como mi anillo permitía el paso a aquellos insignificantes exploradores en que se habían convertido sus dedos. Gocé una enormidad viendo la manera como uno de mis más preciados tesoros se iba abriendo sin aparente dificultad, no hacía más que desear entregarle mi estrecho canal.

¿Quién mejor que mi propio hermano para hacerme sentir esas agradables caricias que tan trastornada me dejaban? –pensé sonriendo beatíficamente al notar la presión ejercida por los dedos de Nico.

Y en ese momento fue cuando lo sentí llegar de forma furiosa y casi sin avisar. Mi primer orgasmo me visitó obligándome a morder el almohadón que descansaba junto al cabecero de la cama. Miles de estrellitas luminosas rebotaron sobre mi fatigado cerebro haciendo explosión en un orgasmo intenso y de efectos devastadores. Respiré de forma trabajosa con la cara encima de la almohada tras el fantástico climax alcanzado.

Bien hermanita, prueba ahora a ver qué tal –exclamó en voz baja al entregarme el bote de espuma el cual agarré con fuerza entre mis dedos.

Nico, lo que menos necesito ahora es un sustituto –respondí un tanto molesta.

Shhhhhh, por favor no te enfades Laurita –declaró mi hermano intentando tranquilizarme mientras enganchaba con suavidad mi mano. Tú déjate llevar, déjame solo ayudarte….si después nos animamos a hacer algo más, no seré yo quien se niegue.

De esa manera mi hermano me ayudó a llevar la mano hasta mi entrada posterior y empujó con fuerza. Esta vez sí hubo más suerte y fue entrando paso a paso hasta golpear con el fondo. Me dolió un poco al principio haciéndome arrancar un pequeño lamento pero, al mismo tiempo, noté en mi interior una sensación extraña, una mezcla entre un fuerte dolor y un profundo placer. Primero fue él quien tomó parte activa acompañando el movimiento de mi mano con la suya pero, una vez lo consideró oportuno, permitió que fuese yo misma quien se sodomizara de manera lenta pero precisa. Yo adopté el mismo ritmo que hacía un rato había utilizado para follarme mi vagina, sacándome suavemente aquel estupendo compañero para sin darme descanso alguno volver a meterlo hasta que acababa haciendo tope.

Allí a mi lado podía percibir los leves jadeos de Nico y me preguntaba si se estaría pajeando gracias a mí. Estaba bien segura de ello y aquella certeza me hacía excitar pensando en la posibilidad de ser la culpable de que mi querido hermano estuviera empalmado. De pronto empecé a notar la fuerte presión que ejercían sus manos sobre mis pequeños pechos hasta producirme un intenso dolor. ¡Aquello no eran simples caricias, no señor! Aquel contacto era algo mucho más poderoso, sintiendo la forma brusca como me pellizcaba los pezones retorciéndolos entre sus dedos. Notaba hundirse sus masculinas manos disfrutando de mis carnes blandas y suaves……

Hermanito, ¿crees que serás capaz de luchar con algo como esto? –le pregunté con voz ronca desafiándole al mismo tiempo que retiraba el bote del interior de mi conducto posterior.

Espera un poco más y tú misma podrás responder a esa pregunta…

Vamos Nico, dámela de una vez. Tengo ganas de chuparte esa polla que tienes…..

Tumbada en la cama podía sentir perfectamente la respiración agitada de Nico, demostrándome claramente el deseo que le asaltaba. Me removí entre las revueltas sábanas alargando la mano en busca de su miembro pero tan solo pude alcanzar su pierna rozando levemente el muslo. Cogiéndome de las piernas me hizo girar bruscamente quedando estirada boca arriba. Sentí el peso de su cuerpo quedando sentado encima de mí hasta que sentí la suavidad de su polla junto a mi boca.

Laurita, abre la boca y empieza a chupármela despacio –le oí susurrar mientras enredaba los dedos entre mis cabellos.

Hice caso a su solicitud y abriendo bien la boca me introduje su grueso miembro envolviéndolo entre mis labios. Lo noté duro y poderoso palpitando en el interior de mi boca. Aún no estaba tiesa del todo pero, sin desanimarme lo más mínimo, pensé que aquello podía resultar una experiencia realmente interesante y gratificante para ambos. Sujeté con mis dedos aquel bello animal y ayudándome con la mano lo estuve masturbando durante un largo rato disfrutando de los gemidos que lograba arrancarle a mi propio hermano. No me costó mucho conseguir enderezarlo y, una vez la tuvo bien tiesa, me dediqué a lamer aquel tallo de arriba abajo para meterlo a continuación en la boca ensalivándolo totalmente con mi lengua.

Nico tiró con fuerza de mi cabeza obligándome a separarme de su entrepierna para, estirándose a mi lado, abrazarme con enorme cariño. Ambos empezamos a reír satisfechos ante la travesura que ambos estábamos llevando a cabo.

Bésame hermanito….bésame –pude balbucear en voz baja mientras me abrazaba a él acurrucándome entre sus brazos.

Noté posarse suavemente sus labios sobre los míos y cómo su lengua empezó a presionar con fuerza hasta hacerme abrir los labios permitiendo de ese modo el paso de su lengua la cual se introdujo hasta el fondo. Nos estuvimos besando unos segundos de forma apasionada hasta que de mi boca escapó la tan deseada invitación:

Nico, fóllame por favor. ¡Tengo tantas ganas de que lo hagas! –exclamé emocionada sin pensar realmente en las consecuencias futuras que podían derivarse de mis palabras.

¿Estás realmente segura de lo que dices? –le oí decir ante la incestuosa sugerencia que le planteaba de modo tan directo.

No deseo otra cosa en estos momentos. Por favor, hazme tuya, no sabes cuanto deseo que lo hagas –respondí sin poder evitar temblar de emoción.

Volví a abrazarme a él como si no quisiera dejarle ir. En la posición en la que ambos estábamos, Nico tenía ante él uno de mis pechos del cual se apoderó lamiéndome dulcemente los pezones, mordisqueándolos después para llevar luego los dedos a mi vagina hundiéndolos en la misma. Ante la acometida de sus dedos no pude menos que surpirar con fuerza notando que un nuevo orgasmo volvía a visitarme haciéndome correr sin remedio.

Fóllame con ellos……vamos fóllame hermanito. ¡Qué sensación más estupenda y maravillosa me estás haciendo sentir! Así….así, muy bien……. -me estremecí por entero sollozando y llorando ante la inmensa felicidad que me invadía.

Nico me estuvo follando largamente con sus incestuosos dedos entrando y saliendo a gran velocidad de mi empapada vagina hasta que parando, de repente, me hizo gruñir pidiéndole que continuara con tan delicioso trabajo.

Bien querida hermanita, prepárate que ya es hora de pasar a la acción –me dijo agarrándome las piernas por los muslos.

Abriéndomelas bien me cogió con las manos de las rodillas haciéndome subir mis pequeñas piernecillas hasta dejarlas descansar sobre sus hombros. De ese modo me tenía totalmente entregada para poder hacer conmigo todo aquello que quisiera. Yo ahora respiraba con fuerza a la espera del tan deseado encuentro incestuoso entre los dos. Jamás en la vida hubiese podido imaginar estar en brazos de mi hermano y a punto de ser follada por él pero lo cierto es que allí nos encontrábamos los dos en medio de mi habitación segundos antes de cometer el mayor de los pecados.

Dime, ¿por dónde quieres que empiece? –balbuceó como pidiendo permiso mientras apoyaba la cabeza de su pene primero en la entrada de mi vagina y luego sobre mi rollizo trasero.

Tú mandas…..Hazlo como tú quieras pero no me hagas sufrir más –me escuché suplicarle sin poder soportar por más tiempo aquella tensión.

Noté como volvía a separarse de mí diciéndome que iba a cerrar la puerta pues se había quedado abierta. Mordí con furia mi labio inferior enormemente enojada ante tan inesperada marcha. Mientras esperaba tumbada en la cama, me masturbé yo misma pretendiendo que aquel ardor que sentía entre mis piernas no menguara ni un ápice. Sin embargo, pocos segundos más tarde volvía a sentir la tentadora presencia de Nico estirándose junto a mí.

Laura cariño, siéntate encima de mí vamos….-me dijo trémulamente acatando yo al instante aquella súplica tan bien formulada.

Podía notar su piel sedosa perlada de sudor al igual que la mía. Las mejillas me ardían de deseo y aún más ardieron cuando mi hermano Nico me enganchó por la cintura ayudándome a sentarme encima de él hasta clavarse la mitad de aquel tremendo músculo dentro de mi vagina. Sin dejarme tan siquiera acomodarme a tan terrible invasor, mi hermano empujó con fuerza metiéndome su polla hasta el fondo. Gemí de forma horrible sintiéndome ensartada de aquel modo tan magnífico. Me levanté levemente para así poder sentarme mejor pero, con rapidez y cogiéndome con cierta brusquedad de las caderas, volvió a bajarme nuevamente hasta quedar fundidos en uno solo.

Hermanita, no te preocupes que todo irá bien. Tú sólo déjate llevar y disfruta con lo que te hago.

Me abrazó a él obligándome a tirar el cuerpo hacia delante hasta quedar tendida sobre su musculoso pecho. Sentía su polla golpear contra lo más profundo de mi ser y aquella sensación tan deliciosa me hizo empezar a moverme de forma lenta disfrutando de tan espléndido ejemplar. Nico no esperó mucho para acompañarme en aquel pausado movimiento cogiéndome el trasero con ambas manos y manoseándolo de forma enérgica. De pronto sentí cómo empezaba a darme fuertes cachetes al mismo tiempo que aprovechaba para embestir con mayor rapidez contra mi pequeño coñito. Ronroneé débilmente indicándole con esa respuesta la sensación de inmenso placer que me embargaba ante sus viriles manotazos.

Mi pelo se balanceaba a un lado y a otro cayendo parte de mi melena sobre mi desencajado rostro. El mundo desapareció por completo a mi alrededor. En esos momentos tan solo éramos uno solo gozando de nuestros cuerpos hasta perder la noción del tiempo. Nico embestía cada vez más y más deprisa y no pude menos que dejarme caer sobre él al notar uno de sus dedos acariciando ligeramente mi estrecho culito.

¡Agggggggggggg! Qué estupendo es esto….sigue, sigue as텅.-sonreí estremeciéndome como una tonta mientras notaba como ríos de lava iban corriendo entre mis piernas en un tormentoso orgasmo que me hizo caer rendida sobre él.

Mi chorreante coñito abrazaba con fuerza su polla, casi queriéndola exprimir a la vez que mis nalgas se echaban hacia atrás ofreciéndole mi apretado, rebelde, rugoso y cálido agujero trasero. Comencé a ir y venir en un suave vaivén, pegando mi culo contra su pelvis, meneándolo adelante y atrás…..adelante y atrás…..

Nico enloqueció por completo sin poder pronunciar palabra. Simplemente respondió quedándose callado y empezando a follarme con fuerza, con violencia inusitada, dándome rápido, de forma salvaje, casi como si estuviera violándome. Yo grité con los ojos cerrados, gimiendo, retorciéndome y riendo mientras arañaba la cama con fuerza…..el mundo no existía para nosotros.

Me hizo echar las rodillas hacia delante teniéndome bien agarrada para que no pudiera escapar de tan brutal follada. En un breve momento de lucidez me pregunté por qué hacía esto hasta que pude sentir dos manos que acariciaban mis desnudas nalgas con total descaro. Era imposible que aquellas manos fueran las de Nico pues ahora eran cuatro las manos que manoseaban mis redondas formas.

Di un fuerte respingo hacia atrás, totalmente sorprendida al sentir cómo un dedo se introducía en mi puerta trasera cruzando con firmeza mi culito hasta romper con la resistencia de mi oscuro anillo. Berreando como un animal herido logré zafarme del pañuelo que cubría mis ojos y, girando la cabeza, me topé con la mirada perversa de papá el cual estaba totalmente desnudo mientras continuaba trabajándome mi pobre ojete. Acercándose a mí se entretuvo lamiéndome la oreja de forma obscena y soez antes de sorprenderme con estas vulgares palabras:

Laurita, me has puesto muy caliente viendo lo que haces con tu hermano. Mira lo cachondo que me has puesto –exclamó llevándose la mano a la entrepierna.

Observé atemorizada y con la mirada perdida su enorme herramienta la cual se mostraba desafiante y girando levemente hacia la izquierda. Era un miembro de dimensiones considerables que me dejó completamente atónita. Aprovechándose de mi total confusión, Nico mientras tanto se movía con facilidad embistiendo una y otra vez hasta lograr hacerme chillar como una desesperada.

Por su parte, papá separó de forma decidida mis nalgas quedando expedito el camino hacia mi culito. Intenté huir peleando y pataleando de forma infructuosa. Estaba segura de lo que me iban a hacer. Iba a ser follada por aquel par de sátiros y sin embargo una serie de pensamientos enfrentados luchaban en mi cabeza. Por un lado deseaba escapar pero, por otro, una fuerza extraña y superior a mí me hacía mantenerme allí gozando con lo que papá y Nico me hacían.

Papá se colocó detrás de mí lanzándome hacia delante donde me acogió Nico agarrándome de la cintura para llevarme contra él. Papá se pajeaba su polla mirando mis nalgas con los ojos inyectados en sangre y la baba cayéndole por los labios. Sentí una fuerte sensación de repulsa ante aquella imagen que me llenó de asco. Cuando finalmente entró en mí, chillé de puro placer preguntándome en mi cabeza cuál de los dos miembros con que me estaban ensartado resultaba más espectacular. La verdad es que era difícil responder dicha pregunta en el estado en que me encontraba, allí atravesada por aquel par de penes tan solo separados por la fina piel que aislaba ambos conductos.

Notaba una fuerte quemazón en mi interior, el culo me escocía doliéndome horrores pero ya no quería separarme de ellos. Un profundo orgasmo mucho más placentero que los anteriores me envolvió por entero obligándome a poner los ojos en blanco.

Hija, ¿te gusta lo que te hacemos? –me preguntó papá con la respiración acelerada y la voz entrecortada.

Me encanta….me encanta….me quema por dentro pero es fantástico. ¡Vamos folladme hasta que me hagáis morir de placer! –les animé moviendo circularmente las caderas para de ese modo sentirles mucho más adentro.

Papá empezó a moverse de manera brutal arrancándome fuertes ayes de dolor, entrando sin parar un segundo mientras Nico le secundaba en mi mojada vagina. Pronto el dolor del principio fue dando paso a un deleite supremo sucumbiendo al alcanzar un nuevo orgasmo el cual encadené a otro mucho más fuerte mientras me agarraba a los brazos de mi hermano. Durante un buen rato que me pareció una auténtica eternidad estuve regocijándome con las incesantes acometidas de mis dos hombres, hasta que al fin sentí llenarse mi angosto pasadizo con la leche espesa y cálida de papá. Una vez acabó empecé a notar cómo su semen iba descendiendo a través de mis muslos. Apenas unos segundos más tarde y sin tiempo para recuperarme fue ahora Nico quien eyaculó lanzando un gruñido y llenando mi coñito con su abundante líquido.

Papá cayó sobre mí completamente agotado y pude sentir su corazón a punto de explotar por el esfuerzo realizado. Empezó a besarme la espalda con enorme cariño demostrándome de ese modo el intenso momento que le había hecho disfrutar. Estaba segura que ya nada volvería a ser igual, la inocencia perdida haría que así fuera….Tanto papá como Nico abandonaron mi compañía dejándome allí aturdida y jadeando con dificultad.

Ahora hija, intenta descansar un rato y después date una buena ducha de agua tibia –escuché la voz lejana de papá que me decía desde la puerta mientras yo ronroneaba enroscándome sobre mí misma.

Con los ojos cerrados llevé mi mano hasta mi dolorido culito por donde resbalaba el testimonio candente de la brutalidad recibida. Acerqué los dedos hacia mi cara y pude ver correr entre ellos una mezcla viscosa de sangre y líquido espeso y blanquecino, prueba incuestionable de mi locura incestuosa.

En pocos segundos me quedé completamente dormida en la soledad de mi dormitorio. Allí quedé derrengada, desnuda y bañada en sudor y en el semen pegajoso con el que me habían obsequiado mis dos hombres.

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Lo duro de ser azafata

Doña Rafaela, toda una jamona

El arte de la felatio - Juegos entre primos (1)

Compañeras de piso (2)

Compañeras de piso (1)

Vacaciones movidas

En un día plomizo y oscuro

Ejecutivo afortunado

En la barra del pub

El poder de la juventud

Virginia

La tía Romina 2

La tía Romina 1

Querida madre

Las aventuras de Águeda 2

Las aventuras de Águeda 1

La muchacha de la boca de fresa

Haciéndomelo con el fontanero

Con el hijo de la vecina

Polvo turolense

Sexo negro (3)

Sexo negro (2)

Sexo negro (1)

Jugando con mi amiga y mi novio (2)

Jugando con mi amiga y mi novio (1)

Haciéndole el amor a mi futura suegra

Juventud divino tesoro

Fuera del trabajo

Viajando por Europa

Casting porno (2)

Viaje a Cerdeña (1)

Me enamoré

Amantes (3)

Amantes (2)

Amantes (1)

Casting porno (1)

Poder caribeño

La prima Aroa

El verano

Calor de verano

La encontré en el supermercado

Polvos rápidos (10)

Polvos rápidos (9)

Polvos rápidos (8)

Polvos rápidos (7)

Polvos rápidos (6)

Polvos rápidos (5)

Polvos rápidos (4)

Polvos rápidos (3)

Polvos rápidos (2)

Polvos rápidos (1)

Recuerdos del pasado (2)

Recuerdos del pasado (1)

Conociendo a Pedro (2)

Conociendo a Pedro

Pecando con mi hijo (2)

Pecando con mi hijo

Refriegas entre chicas (2)

Refriegas entre chicas (1)

Dos para una

Unos días en casa de su tía (4)

Unos días en casa de su tía (3)

Unos días en casa de su tía (1)

Unos días en casa de su tía (2)

Dulce despertar (3)

Dulce despertar (2)

Dulce despertar (1)

Con mi tío Roberto

Interesante compañía

Navegando por el Cantábrico (8)

Navegando por el Cantábrico (7)

Navegando por el Cantábrico (6)

Navegando por el Cantábrico (5)

Navegando por el Cantábrico (4)

Navegando por el Cantábrico (3)

Navegando por el Cantábrico (2)

Navegando por el Cantábrico (1)

Entregada al hijo de mi vecina (5)

Entregada al hijo de mi vecina (4)

Entregada al hijo de mi vecina (3)

Entregada al hijo de mi vecina (1)

Entregada al hijo de mi vecina (2)

Nenitas lascivas (7)

Nenitas lascivas (6)

Nenitas lascivas (5)

Nenitas lascivas (3)

Nenitas lascivas (4)

Nenitas lascivas (1)

Nenitas lascivas (2)

Nenitas lascivas (1)

La mujer de la verdulería

Asistencia en carretera

Hermanita viciosa

Helado de vainilla y chocolate

Sexo con mi tío

Un encanto de hombre

Ninfas hambrientas

Perdiendo el control junto a mi sobrina

Recoger a los niños al cole

Nines, mi dulce sobrinita

Deleites negros

Sesión de las seis

Amante desconocido

Visita muy provechosa

La boda de mi prima (3)

La boda de mi prima (2)

La boda de mi prima (1)

Sorpresa agradable en compañía de mi sobrina

Placeres desenfrenados

Intimidades lésbicas

Gozando con mi suegra

Juventud negra

Caricias entre mujeres

Yo os declaro marido y mujer

Pasión desmedida

De vacaciones por Mallorca

Yendo de compras

Visitando a mi tía Leire

Feliz descubrimiento con mi tío Blas

Reunión de trabajo y placer

Pasando el domingo con un matrimonio muy liberal

Noche de sábado muy movida

Encuentro inesperado

Montándomelo con mi querida tía

Abandonando el lecho conyugal

Amores lésbicos

Amor incestuoso entre madre e hijo

Orestes, el jardinero de mis padres

El lento despertar de la bella Sara

Viaje en el Ave Madrid-Barcelona

Mi mujer es una guarra de mucho cuidado

Acabé siendo una verdadera puta

Encuentro casual con mi cuñada

Sensuales caricias maternas

Empieza el día en el ascensor

Contacto con mi nuevo amante y mi sobrina

¡Fuera prejuicios!

Tres semanas en casa de mi prima (2)

Dinero sangriento

Seducida por una desconocida

Tres semanas en casa de mi prima (1)

Un pintor de brocha gorda

Iniciándonos en el intercambio de parejas

Amando a mi compañera del instituto

Deseos húmedos

Viaje caliente a París

Un hombre de ocasión

Dos amantes retozando frente a mi ventana

Perdí la decencia con mi joven cuñado

Amores perversos en un hotel

Es estupenda mi tía Mónica

Juegos femeninos

Incesto con mi padre y mi hermano

Quitándole el novio a mi hermana

Una tarde en el cine

Acabando con la virginidad de mi sobrina

Encuentro amistoso

Sintiéndome puta con el negro

Me cepillé a mi tía

Violación fallida

Follando con el novio de mi nieta

Polvo antológico con mi hijo

El profesor universitario

Trío con mi mujer en un restaurante

Conversación entre dos amigas

Seduciendo a una mujer madura (2)

Seduciendo a una mujer madura (1)

Un día de playa (2)

Un día de playa (1)

Mi adorable Yolanda

Una noche loca junto a mi hijo

Madre e hijo

Intensas vacaciones con la familia

Navidades junto a mi sobrino

Mi tía Maribel

Tres mujeres para mi hijo

Me follé a mi propio hijo

Con Emilio en el aeropuerto

En el baño con mi amante argelino

Un buen polvo en los probadores del Corte Inglés

Disfrutando del cumpleaños de mi joven yerno

Cálidas vacaciones de verano

Volviendo a la playa nudista

En la playa nudista

Jodiendo con el cachondo de mi sobrino

Daniela, la madre de mi amigo

Conociendo íntimamente a mi hijastro

Mi querídisimo sobrino Eduardo

Un maravilloso día con mi futuro yerno

Deliciosa despedida de soltera

Kareem, nuestro masajista preferido

Mi clienta favorita

Bruno

Follando con la madre de mi mejor amigo

Con mi vecino Carlos

Aquella noche en la discoteca

Mi primer trio con dos maduras

El negro y su amigo