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Abandonando el lecho conyugal

en Hetero: Infidelidad

Abandonando el lecho conyugal

Tras salir un rato a pasar la noche con su marido volvieron a casa tras recoger a sus hijas en casa de sus padres. Al poco de llegar a casa se durmieron uno en brazos del otro sin tan siquiera desnudarse. Horas más tarde recibió una visita inesperada y más que sorprendente…

 

I guess I tried to show you how

I’d take the crowd with my guitar

and business men would clap their hands

and clip another fat cigar

and publishers would spread the news

and print my music far and wide

and all the kids who played the blues

would learn my licks with a bottle neck slide.

But now it seems the bubble’s burst

although you know there was a time

when love songs gathered in my head

with poetry in every line

and strong men strove to hold the doors

while with my friends I passed that age

when people stomped on dirty floors

before I trod the rock’n’ roll stage…

Lament, KING CRIMSON

 

Hola amigo lector, lo mejor creo que es que me dé a conocer en primer lugar antes de pasar a contar la inesperada aventura que me pasó en mi propia casa y con mi marido y mis hijas durmiendo tan felices en sus respectivos dormitorios.

Para empezar diré que me llamo Claudia y que soy una mujer de 32 años, de cortos y audaces cabellos rubios de clara tendencia vintage pues hace poco desenterré el hacha de guerra frente a mi habitual melena, que durante tanto tiempo me había acompañado, llevando así a cabo un explosivo y notorio cambio en mi look.

Tengo los ojos grandes y de un bonito color verde esmeralda que destaca sobre mi rostro juvenil y de bonitas facciones. Estoy felizmente casada desde hace seis años con Guillermo, un hombre que me adora y al que adoro y tenemos dos hijas que son la razón principal que mueve mi vida como imagino le ocurre a cualquier buena madre que se precie.

Aquel viernes por la tarde después de trabajar decidimos salir e ir a cenar y luego al teatro los dos solos así que llamé a mis padres para que vinieran a recoger a las niñas y se encargaran de ellas mientras estuviésemos fuera. Cenamos en un pequeño y coqueto restaurante francés al que ya habíamos ido en alguna ocasión y, después de la cena, debo decir que la obra resultó sumamente interesante siendo una de aquellas obras en torno al teatro del absurdo de las que tanto se hablaba por aquella época.

Pese a estar cansados de toda la semana y como siempre hemos sido unos incondicionales del teatro, decidimos ir a disfrutar de aquella obra que tan buenas críticas estaba recibiendo. Ya de vuelta, pasamos por casa de mis padres y tras charlar un rato con ellos recogimos a las pequeñas las cuales ya llevaban un buen rato durmiendo y montamos en el coche camino de casa.

Una vez en casa, acosté a mis hijas en sus camas y volví al dormitorio donde mi querido cónyuge me estaba esperando. Lanzando un suspiro de satisfacción me quité los zapatos de alto tacón que había elegido aquella noche y abrazándome mimosa a mi esposo me entregué entre sus brazos poniéndonos a ver la televisión tumbados sobre la cama. No tardaron mis ojos en caer rendidos en un profundo sueño y así me quedé dormida junto a Guillermo sin tan siquiera habernos desnudado.

Por aquel entonces ya estábamos prácticamente en verano por lo que las noches ya empezaban a ser calurosas y sofocantes, apretando fuertemente el calor durante la madrugada de tal modo que se hacía más que necesario dejar las ventanas abiertas o, al menos, mínimamente entornadas.

Ya de madrugada me desvelé y, echando un vistazo al despertador, pude ver que eran ya las tres menos cuarto. Abrazada a Guillermo y con la cabeza apoyada sobre su pecho me desperté con unas ligeras gotas de sudor empapándome la frente y el rostro. Me observé vestida tal como había quedado al dormirme y, deshaciéndome del brazo de mi esposo teniendo buen cuidado en no despertarle, me levanté sintiendo el paladar ardiéndome, la boca pastosa por el vino de más ingerido durante la cena. No estoy acostumbrada a beber pero siempre que vamos a comer o a cenar me gusta tomar una o dos copas de vino para acompañar la comida.

Aquella noche me hubiera apetecido pasar un buen rato con Guillermo. Los dos habíamos tenido una semana agotadora en nuestros respectivos trabajos lo cual había hecho que desde hacía tres o cuatro días, lo cierto es que no lo recuerdo muy bien, no hubiésemos hecho el amor. Un agradable cosquilleo me corría por la entrepierna, me sentía cachonda y con ganas de guerra así que pensé darle una buena sorpresa a Guillermo, a la mañana siguiente a la hora de despertar, aprovechando que al día siguiente era sábado y no teníamos que ir a trabajar. Los sábados o los domingos por la mañana siempre solíamos aprovecharlos para empezar el día metiéndome entre las sábanas y, buscando entre sus piernas, hacerle una buena felación seguida más tarde de uno o dos buenos polvos según el ánimo que tuviéramos.

¡Dios, qué sed que tengo! –pensé notándome la garganta reseca y molesta.

Así pues me levanté de la cama sin hacer ruido y bajé las escaleras descalza como iba camino de la cocina en busca de algo que llevarme a la boca. Con la luz todavía apagada y moviéndome gracias a la poca claridad que entraba por las ventanas del vestíbulo fui acercándome a la cocina cruzando el largo pasillo. Al llegar a la puerta de la cocina fui a encender la luz cuando, sin apenas imaginarlo, noté una fuerte mano agarrándome por la cintura al tiempo que otra enorme mano cubría mi boca impidiéndome chillar. Sintiéndome sujeta de aquel modo e imaginando lo que aquello significaba pataleé y pataleé en el aire sin poder poner los pies en el suelo. Así, estuve medio minuto aproximadamente tratando de liberarme de aquella presión asfixiante sin poder conseguirlo evidentemente. Aquel tipo que se había metido en mi casa valiéndose del silencio de la noche resultaba demasiado fuerte para mí.

De espaldas a él y sin poder verle la cara imaginé tan sólo por su voz que debía ser extranjero, tal vez eslavo, y que debía rondar los cuarenta años o que quizá estaría ya cerca de los cincuenta. Se le notaba musculoso y fornido y de complexión corpulenta pues, pese a mis muchos intentos por separarme de él, me resultaba completamente imposible poder hacerlo. Luchando una y otra vez de forma infructuosa escuché finalmente su voz ronca y grave susurrándome al oído y aconsejándome que me estuviera quieta y en silencio:

Cállate cariño si no quieres pasar un mal rato. Pórtate como una buena chica y no habrá ningún problema.

Seguí forcejeando unos segundos más hasta que aquel hombre me agarró con fuerza uno de los brazos haciéndome callar debido al fuerte dolor que me hacía sentir. Ciertamente tenía todas las de perder frente a aquel tipo pese a encontrarme en mi propia casa y con mi marido y mis hijas en el piso superior a donde estábamos. No sabía cómo podía responder si gritaba dando a conocer su presencia. Pese a no haberla visto, estaba bien segura que debía estar provisto de algún tipo de arma con la que poder defenderse en caso de problemas, y la sola idea de que pudiera ocurrirles algo a mi marido o a mis hijas me hizo estremecer, así que decidí quedarme quieta y esperar que robase lo que quisiera y se largara lo antes posible.

Jadeando con fuerza antes de quedarme parada, pude sentir la total cercanía de aquel cuerpo masculino pegado al mío de forma poco o nada conveniente. Aquel hombre era mucho más alto que yo, metro ochenta largo, así que sin dificultad alguna pudo cubrirme totalmente uniendo su pecho a mi espalda. En el silencio de la noche pude vislumbrar la respiración cálida y entrecortada de aquel macho que, de forma tan autoritaria, me tenía cogida en mi propia casa sin que yo presentara la más mínima batalla.

Yendo aquel hombre mucho más allá y avanzando en su total dominio sobre mí, llevó una de sus manos hacia mi pecho apoderándose del mismo mientras presionaba su cuerpo contra el mío haciéndome sentir su más que evidente rigidez. ¡Aquel cabrón se estaba excitando conmigo en mi propia casa mientras mi marido y mis hijas dormían plácidamente en el piso de arriba! Ahora sí me removí o más bien traté de hacerlo pues en el momento en que intenté zafarme de aquellos brazos, noté el peso del hombre llevándome contra la pared e inmovilizándome por completo sin posibilidad alguna de escape.

El inesperado visitante no hacía más que rozarse una y otra vez contra mí haciéndome sentir el rápido crecimiento de su pene por encima de la tela de mis pantalones de lino. Al mismo tiempo que el hombre buscaba el mejor acomodo entre mis nalgas, sus manos fueron resbalando por mi cuerpo hasta hacerse con mis pechos. La respiración de ambos se fue acelerando más y más a cada segundo que pasaba. La boca del hombre se hizo con mi cuello haciéndome sentir su entrecortada respiración para después empezar a chuparme la oreja de forma ruda y soez llenándomela de sus sucias babas que le caían de entre los labios.

¡No te muevas nena, que voy a disfrutar de tu bonito cuerpo! ¡No esperaba encontrarme con este regalo y la verdad es que me apetece pasar un buen rato contigo! –le escuché decir junto a mi oído sin apartarse un solo momento de mí.

Juro que no sé qué pasó en esos momentos por mi mente pero, estando en aquella posición pegada a la pared sintiendo a aquel completo desconocido excitándose por mí, hizo que una extraña sensación llenara mis sentidos empezando a hacerme sentir igualmente excitada. Echándome hacia delante pude ver mis pezones endurecidos bajo el fino algodón de la blusa.

Aquella respuesta por mi parte era prueba más que obvia de la terrible agitación que me envolvía. Un montón de sensaciones enfrentadas invadían mis pensamientos en aquellos momentos. Por un lado, una sensación de rechazo frente a aquel hombre que pretendía hacerme suya sin importarle nada más y por otro una emoción de deseo incontenible por el hecho de superar los límites de lo establecido en mi propia casa y sin poder frenar la pasión que me corría de la cabeza a los pies.

Su mano agarró la blusa con fuerza y de un solo tirón arrancó los botones haciéndolos caer esparcidos por el suelo. Luego me sacó los pechos llevando las cazoletas del sujetador hacia abajo y empezó a masajearlos de forma frenética. Me notaba nerviosa y, sin poderlo evitar, me excité con tales caricias sintiendo empezar a correr entre las piernas mis primeros jugos empapando las diminutas braguitas que cubrían mi sexo. Seguí disputando y luchando cada vez con menos interés, más por guardar las apariencias que por verdadera convicción en mis propias fuerzas. El calor de la noche se mezcló con el calor que iba apoderándose de los cuerpos de los dos haciéndome notar el cálido abrazo de mi compañero junto a mi propia excitación.

Las manos del hombre agarraron con fuerza mis pechos y esa sola caricia hizo que tuviera que morderme ligeramente el labio inferior para ahogar el profundo gemido que estaba a punto de escapar de mi boca. Al removerme notaba apretarse contra mi trasero ese enorme músculo en que se había convertido el pene de aquel macho. Me estremecí al notar aquella presencia enloquecedora restregándose de aquel modo tan grosero contra mí.

Llevando su mano derecha hacia delante buscó el botón que sujetaba mis pantalones y con urgencia lo soltó dejando resbalar después la cremallera hacia abajo. Luego la lenta caída de los pantalones hasta el suelo resultó fácil e irremediable quedando recogidos alrededor de mis tobillos. El cálido aliento de aquel extraño golpeaba con furia mi rostro haciéndomelo sentir desbocado y enloquecido.

Ya con el camino mucho más despejado, metió su mano bajo mi blanca braguita en busca de mi escondido tesoro el cual palpitaba necesitado de una caricia masculina que lo tranquilizase. Para entonces ya no había vuelta atrás en mis deseos adúlteros sintiéndome cachonda y humedecida con las caricias que aquel hombre me prodigaba. Evidentemente él se percató de mi estado y de mi total debilidad y volviendo a acercar sus labios a mi oído me dijo entre susurros:

Si te portas bien no te haré nada…voy a dejar tu boca libre pero si chillas o buscas escapar lo pasarás realmente mal. ¿Lo has entendido, putita?

Moví la cabeza arriba y abajo en señal de asentimiento y al instante pude sentir la palma de la mano separándose de mis trémulos labios. Una vez me dejó libre colocó ambas manos sobre mis caderas y me hizo levantar las nalgas hacia arriba. Luego dejó reposar una mano en mi espalda mientras con la otra se fue desabrochando la hebilla del cinturón. Se bajó la cremallera de los pantalones y luego los calzoncillos y se puso justo detrás de mí haciéndome vibrar al notar la dureza de su sexo apretada contra mis nalgas. Me quedé quieta sin ofrecer resistencia ni quejarme por la presencia aterradora de aquello que sentía palpitar tan pegado a mí.

¿Te gusta mi polla, putita? –le escuché decir con la mayor desvergüenza mientras seguía presionando cada vez de forma más decidida.

No pude responder a sus palabras, pudiendo tan sólo remover mis nalgas a un lado y a otro animándole así a continuar por el mismo camino que me iba a llevar a mi total perdición con aquel individuo al que no conocía de nada. Echándose sobre mí aferró mis senos y sólo notar sus manos posadas en mis pechos mi cuerpo tembló por entero sintiendo mis piernas aflojarse sin remedio bajo mis pies.

El desconocido, del que sólo conocía algunas pocas palabras y sus ahogados gemidos de pasión, se apoderó de mis oscuros pezones empezando a apretarlos y a retorcerlos entre sus dedos hasta hacerme sentir un profundo dolor en ellos. Sin embargo, no pude negarme a aquel contacto dejándome hacer, sintiéndome intranquila y frágil frente a aquel hombre que apenas unos minutos antes había traspasado los límites de mi casa sin consideración alguna.

Me resultaba imposible poder rebelarme frente a aquel estado tan placentero y a aquella enorme necesidad que mis sudorosos miembros me reclamaban de poder gozar de aquella manera tan prohibida y secreta en brazos de aquel individuo. Estaba magreando dos de mis zonas más sensibles de mi bonito cuerpo como lo eran mis pechitos, tan fácilmente excitables frente a cualquier caricia que les prodigaran, y mi trasero de nalgas rosadas y poderosas que pedían mayores atenciones por parte de mi atacante. Una de aquellas manos se dirigió hacia mi húmedo coñito acariciando primero mi pubis de bien poblado y rizado vello para después atacar con mayor convencimiento mi sexo tratando de buscar los pliegues de mi vulva hasta hacer el contacto mucho más intenso.

Gemí profundamente mientras ayudaba a mi agresor facilitándole la tarea al removerme apretando mis nalgas contra su dura herramienta. No le costó mucho hacerse con mi preciado tesoro de mujer casada y una vez lo tuvo entre sus dedos empezó a rozar el pequeño botón de mi clítoris para acompañar aquella caricia con la entrada y salida de uno de sus dedos en el interior de mi mojada vagina. De ese modo fue intercambiando durante un buen rato de un lugar al otro hasta conseguir llevarme a un estado de felicidad como pocas veces había logrado alcanzar. Las yemas de aquellos dedos se restregaban contra mi pequeño botoncito hasta que el mismo adquirió una dureza sin igual, producto de todo lo que aquel hombre me estaba haciendo. Cogiéndome a sus muñecas trataba de aguantar la respiración notando la cercanía del orgasmo. Mientras tanto las manos fuertes del macho se apoderaron del monte de Venus jugueteando unos segundos con mis pelillos para luego descender lentamente, muy lentamente adueñándose al fin de la estrecha rajita de mi sexo. Sonriendo como una mala pécora agradecí el contacto continuo de aquellos dedos maravillosos sobre mi más que inflamado clítoris.

Continúa…vamos continúa…no te pares –exclamé en voz baja animándole a seguir dentro de la oscuridad de la noche que nos envolvía a los dos.

¿Te gusta, eh putita? –dijo el hombre sonriendo emocionado por entero por el éxito sin parangón que le estaba suponiendo aquella noche.

Los dedos hábiles y expertos del hombre buscaban los rincones más recónditos de mi anatomía metiéndose una y otra vez dentro de mí al tiempo que jugaba con la palma de su mano restregándose sin descanso contra mi irritada entrepierna. Perdí por completo la noción del tiempo, la respiración me faltaba costándome buscar el aire que mis pulmones tanto necesitaban. Supe que el orgasmo no tardaría en llegarme y así se lo hice saber incitándole a que hiciera aquellas caricias aún más profundas. El hombre no se hizo de rogar y siguió atacándome y atacándome hasta que al fin logró hacerme correr por primera vez de manera tan salvaje que, en esos momentos, no pude menos que desear sin remedio la llegada de aquel orgasmo con el que tanto placer sentí. Me estremecí y mordí con fuerza su velludo brazo arrancándole con ello un mínimo grito de queja que se fue difuminando entre sus labios hasta hacerse prácticamente inaudible.

Echándose sobre mi espalda sus labios se apoderaron de mi desnudo cuello y de mis hombros, besándolos de manera delicada mientras yo me iba recuperando de mis espasmos. Me hizo volver de cara a él y cogiéndome un seno lo llevó hasta su boca empezando a lamerlo y succionarlo jugando con mi oscuro pezón el cual se erizó al momento.

Así…así chupámelos…oh sí, es delicioso –pronuncié mientras llevaba mi mano hasta su nuca apretándole contra mí para así hacer aquella caricia mucho más interesante.

Me estaba volviendo loca con todo lo que aquel hombre me estaba haciendo. Ya no existía a nuestro alrededor ni mi casa donde nos encontrábamos, ni mi marido ni mis hijas los cuales olvidé por completo estando como estaba entregada a la mayor de las pasiones.

Aquellas manos fuertes y poderosas se internaron entre mis muslos subiendo por los mismos hasta alcanzar mis nalgas las cuales manoseó y apretó disfrutando de la suavidad de mi piel. Aquello era tremendo, aquel maldito cabrón estaba resultando para mí un auténtico artista de las caricias y la seducción. La caricia sobre mis nalgas la acompañó con la de sus labios succionando, besando y mordisqueando los pezones y mis tersos pechos. ¡Dios mío, qué delicia de hombre! –pensé cerrando los ojos y sintiendo correr por mi cuerpo un fuerte e irrefrenable escalofrío.

Levantándome en el aire me cargó en brazos sin dificultad alguna cogiéndome de las nalgas y de uno de mis muslos y sin dejar de besarme el cuello me condujo hasta la mesa del comedor donde me hizo tumbar sobre la fría madera. Una vez tumbada se acercó a mí mostrándome su polla a medio enderezar y mezclando sus dedos entre mis cabellos me llevó hacia él pidiéndome que empezara a darle placer:

Cómetela…cómetela toda y ponla bien dura, cariño… -le escuché decir en voz baja apretándola contra mi cara.

Moviendo la cabeza negué su deseo indicándole que no estaba dispuesta a ello. Al parecer aún mantenía en mi loca cabecita un mínimo de cordura frente a aquel miembro de tamaño más que considerable pese a su todavía falta de consistencia. Agarrándome con fuerza del cabello me obligó a abrir la boca para poder respirar y fue entonces cuando aprovechó para introducirme su miembro en la boca.

Noté el miembro masculino, dentro de mi boca, rugoso y palpitante de emoción al sentir mis labios rodeándolo por entero. Aquel pene era largo y grueso pese a no mostrar aún su tamaño real. Estaba completamente segura que aún debía crecer mucho más hasta llenar por entero el interior de mi boquita. Las manos del hombre me apretaron contra él obligándome a chupar y lamer mientras se tiraba hacia delante empezando a jugar con mi sexo.

Nada más volver a sentir el contacto de sus labios y su lengua sobre mi coñito un nuevo temblor me llenó haciéndome sentir nuevamente la bella sensación del orgasmo. ¡Qué gusto más maravilloso! –pensé estirándome sobre la mesa y dándole a beber mis jugos a ese tipo que tan bien sabía tratarme.

La llegada de ese nuevo clímax tuvo la virtud de hacerme redoblar mis esfuerzos chupando y tragando ahora como una auténtica loba esa barra de carne que se movía entre mis labios en busca del paladar. Metiéndola y sacándola de mi boca una y otra vez la fui ensalivando con mi lengua hasta que logré sacarla evitando así las primeras arcadas. Tirando la piel hacia atrás descubrí la desnuda cabeza la cual brilló bajo la claridad de la noche. Ahora sí mostraba el aspecto enorme y amenazante que había imaginado segundos antes. Verdaderamente se trataba de un pene de grandes dimensiones que según pude observar tenía la tendencia de girar hacia su izquierda.

Lo besé con mis labios adorándolo sin descanso al mismo tiempo que sentía las venas de aquel largo tallo bombear ríos de sangre de forma incansable. Me entregué a aquel dulce trabajo chupando y chupando sin parar de degustar aquel bello caramelo cuyo sabor tanto me gustaba. De ese modo estuvimos unos minutos formando un delicioso sesenta y nueve, ofreciendo cada uno de nosotros el placer que el sexo del otro reclamaba hasta que finalmente le sentí escupir varios trallazos de aquel cálido líquido masculino con el que llenó mis labios y mi boca y parte de mi cansado rostro. Moviéndose espasmódicamente noté la total entrega de aquel hombre estremeciéndose mientras me regalaba con su abundante leche atestando mi boca de copos de esperma los cuales bebí como pude y lo que no escapó cayendo camino de mi cuello y mis pechos.

¿Qué me había pasado? ¿Me había vuelto completamente loca o qué demonios me estaba pasando? Por vez primera me había tragado el semen espeso y blanquecino de un hombre al que no conocía de nada y que además había entrado en mi casa con insanas intenciones. Me había convertido en una vulgar ramera y lo cierto es que debía reconocer que, pese a todo, lo había disfrutado enormemente. Aquel hombre fue recuperando poco a poco su estado normal mientras seguía acariciando y rozándome mis desnudas formas, señal clara de su excitación y de que no estaba dispuesto todavía a dar por concluido el cálido encuentro que habíamos iniciado.

Así pues se mantuvo quieto frente a mí y me agarró amablemente por el talle. Volviendo a hacerse con las riendas y ya de nuevo con su herramienta en ristre, me tomó por las caderas y llevándome hacia él me colocó bien abierta de piernas al borde de aquella mesa donde todos los domingos disfrutaba de la habitual comida familiar junto a mi esposo y mis hijas.

Luego agarró una de mis piernas por la pantorrilla y me la hizo alzar hasta apoyarla suavemente sobre su hombro dejando yo reposar el otro pie sobre el parquet. Apoyé el codo incorporándome hacia delante y él aprovechó para introducirme la polla en su totalidad de un solo arreón. Estaba tan cachonda y mojada que no le costó mucho metérmela haciéndomela sentir de un modo delicioso en mis entrañas. Se quedó parado disfrutando del calor de mi sexo y con las manos me cogió los pechos apretándolos con fuerza. Yo me mordía los labios tratando de hacerme al tamaño inmenso de aquel pene que tenía tan dentro de mí. Gracias a la poca luz que entraba por el ventanal observé el rostro sudoroso de mi amante y cómo gotas de sudor le caían por la nariz debido al esfuerzo realizado.

Fóllame…muévete y fóllame hasta el fondo –pedí sin tener una noción real de lo que mis labios solicitaban.

Fue así como el hombre empezó a moverse fornicando y copulándome a su total antojo. ¡Era todo tan estupendo! Con cada golpe que me daba me la metía entera hasta hacer tope con sus bolas las cuales golpeaban contra mi piel sensible y agradecida. Me follaba cada vez más y más deprisa con lo cual me veía obligada a separar el pie del suelo. No puedo explicar con palabras toda la larga sucesión de sensaciones que aquel hombre me hizo sentir en esos momentos. Ambos ahogábamos los gritos y lamentos que deseábamos emitir en un momento como ese de tanta tensión sexual. Él prácticamente puede decirse que me cargaba en brazos, tan fuerte y poderoso lo notaba. Ambos nos removíamos siguiendo un mismo ritmo en busca del mejor de los placeres. ¡Me encantaba sentir ese visitante tan formidable en mis entrañas y sin parar de moverse una y otra vez, dentro y fuera hasta acabar sacándola brillante y reluciente para, tras unos segundos de aparente descanso, volver a introducirse haciéndome correr una vez más pero esta vez de forma mucho más intensa, al menos esa fue la sensación que me dio!

¡Me corro…me corro! –anuncié en voz baja echándole el aliento sobre la cara y disfrutando de tan tremendo orgasmo como me estaba haciendo sentir.

Pero él aún no se había corrido notándolo todavía fuerte y poderoso dentro de mi coñito. Al parecer la felación que le había propinado instantes antes hacía que su aguante fuera mucho mayor soportando la tensión creciente que le llenaba sus miembros masculinos hasta límites insospechados. Aquel hombre me tenía completamente enamorada con su saber moverse, tan pronto lento y delicado como luego mucho más salvaje y profundo.

De ese modo me puso de espaldas a él lanzándome hacia delante hasta que mi vientre quedó apoyado sobre la mesa. Entonces, abriéndome bien de piernas, noté su terrible miembro apuntando sobre mi rajita y cómo esta vez fue metiéndomela poco a poco, primero dejando entrar la redonda cabezota y cuando ya tuvo ésta dentro de mí fue empujando paso a paso según mi agujerito se iba dilatando permitiéndole la total entrada.

¡Te siento sí…qué polla tan rica tienes! –dije aguantando la respiración unos segundos antes de empezar a mover mi trasero en forma circular.

Me eché hacia atrás tratando de sentir mucho más a aquel hombre al que tan profundo sentía. El duro aparato se acomodaba a mi canal antes de atacarme y antes de acompañarle yo en el lento vaivén con el que tan atentamente empezó a obsequiarme. Realmente era un gustazo para mí notar aquel cilindro salir de mí restregándose sobre mis nalgas, apretándose para finalmente acabar ingresando de nuevo en mi húmedo tesoro. Me resultaba completamente imposible darle a conocer el intenso placer que invadía todo mi cuerpo así que, aunque intentaba esconder mis movimientos lascivos mis miembros me llevaban por otros caminos mucho más placenteros dejándome llevar por la lujuria.

Mi deseo aumentó cuando llevé mis dedos a mi coñito masturbándome yo misma mientras el hombre seguía golpeándome una y otra vez. No quería que aquello acabara nunca, quería sentirle mucho más adentro y así se lo pedía entre tímidos sollozos, quería mucho más de él, deseaba sentir sus labios posados sobre mi cuello, sus manos apoyadas sobre mis caderas y su miembro en mis entrañas.

A cada momento nos movíamos más y más deprisa follando sin pensar en nada más, entregados al placer que nuestros cuerpos pudieran ofrecernos. Noté mis labios resecos y temblorosos y volviendo mi cabeza hacia él me los humedecí incitándole a besarme cosa que hizo juntando sus labios a los míos en un beso lleno de pasión contenida.

Aquel hombre me cargaba con cada golpe que me daba haciéndome levantar del suelo mientras me sujetaba firmemente por las caderas. Entraba y salía, entraba y salía clavándome la polla de forma maravillosa…¡Dios, era una polla tan enorme y la sentía tan profunda!

No podía evitar lanzar pequeños ayes con cada una de sus acometidas, unas acometidas terribles pero deliciosas que me hacían disfrutar de sus pelotas rebotando con fuerza. Me tenía cogida del hombro y se movía de forma salvaje para luego hacerse con mis cabellos tirando de ellos hasta hacerme llevar la cabeza hacia atrás.

Un nuevo placer se avecinaba, esperaba que fuera el último placer junto a aquel hombre tan fuerte y vigoroso cuyo aguante tan estupendo me hacía delirar hasta conseguir hacerme perder la razón. Me estaba cabalgando, le ayudaba con total complicidad a que lo hiciera…realmente aquel era un polvo delicioso y portentoso. No podía creer poder estar sintiendo tanto y tanto placer y que aquel desconocido me estuviera follando de manera tan brutal. No podía ya más, quise gritar pero por suerte recuperé el juicio y no lo hice.

¡Vamos…vamos. No me hagas sufrir más. Dámelo todo…dámelo todo, sí!

Primero me corrí yo notando mis piernas flaquear y gracias a que él me tenía bien agarrada sino estoy segura que hubiera caído desmayada al suelo. No pasó más de medio minuto después de que alcanzara mi placer, cuando el hombre llenó mis entrañas con su abundante caudal sin pedirme permiso para hacerlo. De todos modos, me encontraba tan cansada que no pude evitar que lo hiciera. Un fuerte calor ocupó mi vagina colmándola como una riada incontrolada y haciéndome sentir bien llena con su cálido esperma. Finalmente me quedé muy quieta y relajada tras el enloquecedor orgasmo disfrutado.

Ha sido tremendo, mi amor. Nunca nadie me había follado como tú lo has hecho. Gracias…muchas gracias.

A mí también me ha gustado disfrutar de tu cuerpo –dijo él cayendo derrengado sobre mi espalda mientras bufaba y respiraba como un toro herido.

¿Volverás? ¿Volverás algún día? Los martes y los jueves por la mañana me encuentro sola en casa. Me encantaría que volvieras a visitarme –exclamé sonriéndole de manera forzada.

Descabalgó al fin separándose de mí y ambos nos vestimos rápidamente recogiendo las ropas tiradas por el suelo para acabar besándonos en un postrero beso antes de que aquel desconocido abandonara mi casa internándose por el jardín hasta que su imagen desapareció perdiéndose entre las sombras de la noche. Yo, lanzando un suspiro me dirigí a la cocina y bebí un vaso de leche antes de volver al dormitorio donde mi esposo seguía durmiendo profundamente. Aquel intenso encuentro apenas había durado tres cuartos de hora pero puedo decir sin temor a equivocarme que habían sido los tres cuartos de hora mejor aprovechados de mi vida haciéndome conocer al fin los placeres del amor adúltero.

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Iniciándonos en el intercambio de parejas

Deseos húmedos

Amando a mi compañera del instituto

Viaje caliente a París

Un hombre de ocasión

Dos amantes retozando frente a mi ventana

Perdí la decencia con mi joven cuñado

Amores perversos en un hotel

Es estupenda mi tía Mónica

Juegos femeninos

Incesto con mi padre y mi hermano

Quitándole el novio a mi hermana

Una tarde en el cine

Acabando con la virginidad de mi sobrina

Encuentro amistoso

Sintiéndome puta con el negro

Me cepillé a mi tía

Violación fallida

Follando con el novio de mi nieta

Polvo antológico con mi hijo

El profesor universitario

Trío con mi mujer en un restaurante

Conversación entre dos amigas

Seduciendo a una mujer madura (1)

Seduciendo a una mujer madura (2)

Un día de playa (2)

Un día de playa (1)

Mi adorable Yolanda

Una noche loca junto a mi hijo

Madre e hijo

Intensas vacaciones con la familia

Navidades junto a mi sobrino

Mi tía Maribel

Tres mujeres para mi hijo

Me follé a mi propio hijo

Con Emilio en el aeropuerto

En el baño con mi amante argelino

Un buen polvo en los probadores del Corte Inglés

Disfrutando del cumpleaños de mi joven yerno

Cálidas vacaciones de verano

Volviendo a la playa nudista

En la playa nudista

Jodiendo con el cachondo de mi sobrino

Daniela, la madre de mi amigo

Conociendo íntimamente a mi hijastro

Mi querídisimo sobrino Eduardo

Un maravilloso día con mi futuro yerno

Deliciosa despedida de soltera

Kareem, nuestro masajista preferido

Mi clienta favorita

Bruno

Follando con la madre de mi mejor amigo

Con mi vecino Carlos

Aquella noche en la discoteca

Mi primer trio con dos maduras

El negro y su amigo