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Amantes (1)

en Hetero: Infidelidad

Amantes (1)

 

Tras mucho trabajarse a la mujer tan deseada, consiguió llevársela a casa donde continuaron lo iniciado en la discoteca…

 

 

I would say I’m sorry

if I thought that it would change your mind

but I know that this time

I’ve said too much

been too unkind.

 

I try to laugh about it

cover it all up with lies

I try and

laugh about it

hiding the tears in my eyes

‘cause boys don’t cry

boys don’t cry.

 

I would break down at your feet

and beg forgiveness

plead with you

but I know that

It’s too late

and now there’s nothing I can do.

 

So I try to laugh about it

cover it all up with lies

I try to

laugh about it

hiding the tears in my eyes

‘cause boys don’t cry

boys don’t cry...

 

Boys don’t cry, THE CURE

 

 

Llegamos a casa casi de día, con los primeros albores y alguna que otra copa de más tras haber pasado la noche de manera amigable. Con ella en brazos traspasé el umbral de la puerta, sin dejar de besarnos para, con un golpe preciso del pie, acabar cerrándola a mi espalda. Dejándola caer al suelo quedó en pie, viéndonos así enfrentados ante la escalera que llevaba al piso superior de mi apartamento de divorciado. Al fin la tenía en casa, dispuesta a todo gracias a los varios Martinis con limón que había ingerido durante la noche. Cuando despertara en mi cama, seguro la cabeza le dolería horrores pero por el momento se encontraba en forma y preparada para continuar lo que habíamos empezado en el coche donde me había sacado la primera lefada, perdiendo de ese modo la actitud modosa y recatada que la caracterizaba.

Violeta, mi compañera de trabajo a la que conocía hacía años, estaba casada con un tipo pusilánime del que en la oficina se decía que no le daba lo que aquella hermosa mujer debía reclamar. A Alfonso, con el que apenas había cruzado cuatro palabras, le había tratado de alguna cena de empresa a la que había acompañado a su mujer. Divorciado hacía dos años como lo estaba, llevaba tiempo tras ella tratando de seducirla con directas/indirectas más o menos veladas de las que la guapa treintañera se escabullía siempre con la conocida serenata. Que si era una mujer felizmente casada y que si nunca le había sido infiel a su querido esposo; en fin la historia que tan bien conocía de memoria de las muchas féminas a las que había hecho mías. Pero también sabía bien que ellas lo desean tanto como nosotros y que solo hay que ser cauteloso y tener paciencia para esperar el momento preciso en que actuar.

Así fue aquella noche en la que salimos varios compañeros de cena, para luego ir a bailar y tomar algo. Estuvimos cenando casi hasta la una y ahí me enteré que su marido estaría unos días fuera por trabajo. Era aquella noche o quizá nunca, de manera que debía llevármela a mi terreno y camelarla con mis mejores dotes. Conocido es el dicho de no dejes para mañana lo que puedas comerte hoy y aquella mujer me excitaba horrores, siendo muchas las pajas que me había echado a su salud. Debía ser mía fuese como fuese. Caballeroso como siempre lo he sido, una flor le compré en honor a su nombre, que se llevaba de vez en cuando a la nariz disfrutando la fragancia de la misma.

Tras la cena fuimos a varios locales, donde fueron cayendo copas por aquí y por allá animados por el inicio de la noche. Violeta hablaba con uno y con otro, el vaso en la mano vaciándose a pequeños sorbos. En alguna ocasión quedamos juntos, hablándonos al oído por el ruido de la música que ambientaba el local. Sentados a la mesa, con las piernas cruzadas a mi lado, era una imagen demasiado cercana como para que me pasara desapercibida. Aparte que siempre se me iba la vista, tras las piernas que solía mostrar gracias a los vestidos más cortos que largos que llevaba en la oficina. Aquella noche había elegido un conjunto de lo más sugestivo, con aquel vestido rosa corto que no le conocía, junto a la cazadora tejana por encima para protegerse de la brisa nocturna. Maquillada no en exceso, los rubios cabellos recogidos en una corta coleta y un maxi bolso blanco a juego con los zapatos igualmente blancos y de altísimo tacón que la hacían ver brillante.

En uno de los locales le perdí un rato la pista, en animada conversación como se encontraba con Rosa, la directora del departamento comercial autoritaria y hecha sargento a la que todos rehuíamos tan pronto podíamos. Desde la barra donde tomé asiento en el alto taburete, pedí la siguiente copa tras guiñarle el ojo a la joven camarera de encantadora sonrisa profidén. Estaba buena aunque algo embutida en aquel mono seguramente una o dos tallas menos de las que necesitaba. La noche continuó, dirigiéndonos a la discoteca donde acabar la reunión. Volví a hablar con ella, viéndola algo chisposa de tanta copa como llevaba encima.

Invitándola a bailar, le pasé la mano por la espalda encaminándonos a la zona más oscura de la pista en la que empecé a atacar ya a degüello. Deseaba terminar con la fidelidad tenaz de la atractiva treintañera, feliz esposa y madre de una hija de corta edad a la que había dejado al cuidado de sus padres. Violeta sonreía tontamente ante los comentarios a cada paso más y más procaces que le dedicaba. Le acercaba la boca al oído respirando la fragancia que su cuello desprendía. Suave y fresca y que me empujaba a la seducción. Ella reía, los ojos brillantes bajo la luz mínima que nos rodeaba y negándose de forma cada vez más débil a lo que le decía. Tomada por la cintura, mis manos subían y bajaban por los costados para volver a caer sobre la cintura agarrándola con decisión. Los bailes movidos se mezclaban con los lentos y era en estos donde aprovechaba para juntarle el vientre al suyo. Fue en uno de esos ataques donde la escuché gemir tímidamente, los ojos cerrados y con las manos apoyadas en mis hombros. Aprovechando la oscuridad, la besé notando los labios temblarle junto a los míos. Tembló entera entre mis manos, los pies sin responderle de modo que hubiese caído si no fuera porque la tenía bien cogida por la cintura y la espalda.

Una vez derrotada su actitud de esposa fiel y responsable, descubrí lo mucho que podía ofrecer pegándose ahora ella a mí elevada sobre los pies para que la besara. Me encontraba en la gloria, besándola y acariciándola por encima de las ropas para tratar de excitarla. Palabras cálidas y roncas le dedicaba al oído con las que hacerla desfallecer. Violeta, la mujer tan deseada, se refregaba levemente las manos corriendo tan pronto por mis brazos como resbalando sobre la camisa a la que agarrarse con desesperación. La besaba de forma suave, para enseguida hacerlo de forma más profunda ofreciéndole la lengua para que la tomara. Nos besamos apretándome con fuerza el brazo, gimoteando entregada mientras las lenguas se enredaban una con otra. Ahora en el interior de su boca como al momento cambiábamos al de la mía, las salivas hechas una buscando su lengua los rincones más escondidos a explorar.

Sin poder resistir más, llevé las manos al trasero clavando los dedos en el mismo al notar como quedaba en tensión al elevar la mirada en busca una vez más de mi boca. En todo ese rato que no debió ser más de cinco minutos y en el que no intercambiamos palabra, nos recorríamos los cuerpos reconociéndolos bajo los dedos, palpándonos las pieles bajo el calor asfixiante del local. Tan excitados estábamos que la pregunta tan esperada escapó de mis labios pidiéndole salir de allí. Siguiéndome de la mano y sin despedirnos de nadie, enseguida nos recibió la noche en busca del coche. Seguramente el lunes, los cotillas de la oficina preguntarían por nosotros. En el coche continuamos los juegos, comiéndonos y metiéndonos mano hasta acabar entregándole la primera de mis corridas que la casada, hecha vicio, saboreó con gran placer. La leche llenándole el rostro, resbalándole por los labios que relamía pasando la lengua por encima, el líquido espeso y blanquecino le cayó por la comisura para ir a dar cuello abajo. Yo flipaba viéndola entre mis piernas, lamiéndome el sexo y olvidadas por completo sus obligaciones de mujer casada.

Como decía y casi de día, la llevé a casa con el deseo de hacerla mía por entero. Sentada en el coche a mi lado, Violeta se dejaba llevar sin retirar en ningún momento la mano con la que le acariciaba el muslo arriba y abajo. Tan solo suspiraba, agradeciendo de ese modo la suavidad del roce con el que la complacía. La mano muslo arriba, busqué la entrepierna encontrándola húmeda bajo la braga. Allí metí la mano iniciando el continuo contacto sobre la raja. Así la fui calentando por el camino a casa, manteniéndola alerta en todo momento mientras controlaba el tráfico que nos rodeaba. Violeta gemía, suspiraba, pedía más al abrir las piernas dejando que mi dedo la horadara. Lubricada como estaba, la vulva se hizo un charco con las entradas que el dedo, acompañado de otros dos suyos, le imponían. Con el rostro desencajado jadeaba y gimoteaba, mordiéndose el labio para rebajar el tono de sus lamentos hasta que, estirándose atrás, alcanzó el orgasmo entre grititos débiles que acalló al reír divertida.

-          Eres malo conmigo… mi marido está lejos y tú aquí a mi lado haciéndome estas cosas.

 

-          ¿Acaso no te gustó?

 

-          Claro que me gustó pero no debo…

Siempre el mismo rollo con todas, todas decían lo mismo pero al final se dejaban hacer de todo para el mayor de mis disfrutes. Y con Violeta no iba a ser diferente… me moría por hacerla mía y gozar de ese cuerpo algo rechoncho y con carnes que tanto me gustaba. Ya en casa continuamos la fiesta pese a sus anteriores palabras de mujer falsamente arrepentida. La besé tomándola del cuello, mientras ella respondía abandonando las manos en mi cintura. Nos morreábamos con deseo inconfesado, comiéndonos las bocas entre juegos de lengua con los que saborear el calor que nuestras bocas desprendían. Le mordí el labio inferior haciéndola gemir sonriente, mirándome a los ojos con mirada de jovencita deseosa de mucho más. Tan cerca el uno del otro, podíamos notar el aliento quemar por encima del rostro, respirando de forma entrecortada llevados por la pasión del momento.

-          Bésame Emilio, bésame.

 

-          ¿Estás segura? –pregunté sabiendo lo mucho que me jugaba con aquella pregunta.

 

-          Sí sí… sé que no debería pero me tienes muy cachonda.

Con su confesión, la besé nuevamente al ver la lengua escapar en busca de la mía. Golpeamos una con la otra, jugueteando de forma perversa, enredándolas sin demora para quedar unidas en el interior de su boca que saboreé hasta alcanzarle el paladar. Con las manos, recorría su cuerpo por encima de la fina tela del vestido que se pegaba como una segunda piel a su hermosa figura. Era mía, tanto tiempo deseándola y allí la tenía en mi propia casa y a punto de entregarse como mujer adúltera. Me apoderé del cuello, elevando ella la cabeza para dejar que mi boca la excitara haciéndola vibrar bajo mi dominio. La besé arriba y abajo, recorriéndole la piel sensible entre los suspiros placenteros que emitía. La muy perra se estaba poniendo como loca, aquello marchaba así que había que seguir trabajándola del mismo modo. Cada vez que me miraba, su gesto delataba la entrega inconfesada y muda que la embargaba. En ese estado resultaba aún más bella para mí. Tomando la flor de entre sus dedos, la dejé reposar delicada sobre la barandilla de la escalera. Volviéndola a besar bajé la mano para apoderarme del vestido que empecé a subirle con total complicidad por su parte.

-          Sí sí… quítamelo por favor.

 

-          Levanta los brazos cariño.

 

-          Oh sí, dime eso… me gusta.

 

-          Qué hermosa eres.

 

-          Ummmmm, bésame Emilio, anda bésame.

El vestido fuera, quedó ante mí con el sensual conjunto en negro y blanco de sujetador y culotte que tan sexy la hacía. Realmente estaba para comérsela, en lo mejor de la vida y toda para mí que no pensaba en otra cosa que no fuera atrasar tan mágico momento todo lo posible. Seguimos besándonos, sus manos en mis hombros un escalón por encima como se encontraba. Ahora notaba su boca fresca y de labios húmedos sobre los míos. La lengua entrándole en un beso largo y profundo con el que perder el aliento. Las manos acariciándole las mollas del trasero, firme y apretado y que masajeé una y otra vez sintiéndola sollozar. Aquella mujer estaba muy buena, un cuerpo de infarto y no como esos otros famélicos que tanto se llevan. Las manos continuaron su tarea, llevándola contra mí y moviéndose en círculos sobre tan bella parte de la anatomía femenina.

-          Ummmmm, sigue sigue. Me gusta lo que me haces.

 

-          Tienes un culito precioso.

 

-          Gracias por decirme eso. Mi marido ni se fija en él.

 

-          Menudo estúpido –solté en un exabrupto sin pensar bien lo que decía.

 

-          Tienes razón, es un estúpido que casi no me toca. De hecho y para decir verdad hace tres semanas que no lo hacemos.

Aquella nueva confesión me hizo desearla aún más. Sin duda alguna iba a aprovecharme de ello. Una mujer tan hermosa, desatendida por un marido idiota que no sabía disfrutar de semejante tesoro como tenía. Entre besos llenos de dulzura, busqué el cierre del sujetador soltándolo para hacer resbalar la prenda hacia abajo quedando los pechos al aire. Acariciándoselos, las bocas se unieron en un nuevo ejercicio de vicio y sensualidad. Al masaje de mis manos sobre su pecho y su nalga, respondía Violeta moviendo la suya por encima de la camisa para pasar luego a la espalda apretándome fuertemente contra ella. Separándome de la mujer un breve instante, tomé la camisa por abajo para con urgencia deshacerme de ella dejándola caer a un lado. Chupé los pechos, besándolos con dedicación infinita, moviendo las manos para acompañar el roce de mis labios por encima del par de pitones que eran ahora sus pezones. Los rocé lentamente, sintiendo su sensibilidad bajo mis labios, envolviéndolos con ellos para hacerlos vibrar endurecidos. La mujer lo agradecía, un débil gemido tras otro y con las manos pasando de los hombros a los brazos y nuevamente arriba. Otra vez me hice con el cuello que sabía tanto le ponía, chupándolo y lamiéndolo hasta hacerla gritar de emoción.

-          ¡Me gusta, me gusta. Sigue, sigue así cariño!

Cogiéndola por las nalgas la levanté con facilidad, haciéndola sentar en el borde del pasamanos de la escalera. Ella dejó que la posara suavemente en el mismo, tomando asiento con las manos echadas atrás al notar mi boca en la barriga para bajar rauda entre sus piernas besándola ávido a través de la fina tela de la braguilla. La hermosa mujer apoyó la mano en mi cabeza mientras la besaba olfateando los aromas femeninos. Subiéndole por los costados, para caer luego sobre los muslos que acaricié rollizos y bronceados por el sol del verano. La boca entre sus piernas, notaba la excitación entre las mías ante el espectáculo de belleza que me ofrecía. Levantando la mirada, le sonreí cruzándola con la suya perdida, postura de abandono y espera por mi siguiente paso.

Gemía y volvía a gemir abandonada a su suerte, las piernas abiertas y dobladas para un mejor avance. Centrando mi atención en su pierna, la besé subiendo y bajando por el interior del muslo hasta alcanzar la rodilla y más allá poniéndome a besarle la pantorrilla provocando en ella un gesto de asentimiento. De la una pasé a la otra, repitiendo la operación para hundir nuevamente la cabeza en la entrepierna. Un lamento ahogado escapó de su boca al sentirse asaltada de aquel modo. Se removía tumbada por entero en la ancha barandilla, que acogía la sensualidad de su espalda al tiempo que con la mano se acariciaba el redondo pecho. Con la boca pegada a la braguilla la besaba tratando de encenderla, absorbiendo con los labios la humedad que me entregaba. Estaba cachonda era evidente y de ello pensaba aprovecharme remarcando mi interés en aquel punto que pronto haría mío. Tirando de la prenda, la fui corriendo hasta hacerla desaparecer piernas abajo.

-          Estás cachonda Violeta.

 

-          Sí continúa, vamos continúa.

 

-          Qué mojada estás… voy a comerte entera.

 

-          Dios, diossssssssssssssss. Sí hazlo, hazme el amor no te detengas.

Me entregué a su placer, chupando y lamiendo la vulva empapada en jugos, pasando y repasando la lengua por encima de la misma como si me fuera la vida en ello. Como digo estaba muy mojada, bebiendo sus jugos, la nariz metida entre los labios rosados y abultados. Un mínimo triangulillo presidía el pubis, triangulillo de vellos castaños que me hicieron enloquecer hasta el delirio. Abriéndola con los dedos empecé a chupar y lamer, succionando el néctar femenino cada vez que metía la lengua entre las paredes de la vagina. Violeta se retorcía, sollozaba, susurraba entrecortada palabras que no entendía tan embebido en lo que hacía como estaba. Me encontraba hambriento de hembra, de bella hembra que me tenía sorbido el seso por completo. Continué mi faena, acariciándole los muslos con rápidos movimientos de las manos arriba y abajo, subiendo a las caderas y luego al pecho que agarré entre los dedos apretándolo con denuedo, haciéndome finalmente con el pezón que retorcí provocándole un grito lastimero. Mientras, seguía amándola en una prolongada limpieza de bajos con la que hacerla gemir una y otra vez, primero en leves gimoteos que poco a poco se fueron haciendo más y más escandalosos. Tenerla así a mi merced me encendía hasta límites insospechados, la tarea de amar a semejante mujer, lamiéndole muy lentamente para retrasar su placer, me resultaba de lo más gratificante. Siempre me ha gustado chupar coñitos, meter la nariz y aspirar los aromas femeninos mientras disfruto el sabor de los jugos es algo que me encanta, pudiendo estar de ese modo largo rato si mi pareja lo soporta. Conociéndola como no la conocía aún, me dediqué a lamer con calma infinita tratando de dilatarle el éxtasis al máximo. Y al parecer Violeta lo agradecía, jadeando y suspirando los dedos en la boca para no gritar.

-          Cómemelo… cómemelo no pares…

 

-          Así sigue… hazme el amor, hazme el amor.

Yo seguía removiendo la lengua vivaracha en busca de sus más íntimos rincones, metiéndola y sacándola para enseguida continuar follándola esta vez con dos de mis dedos que metí moviéndolos muy suavemente. La cabeza a un lado y a otro, las piernas tiradas arriba demostrando lo mucho que lo disfrutaba. Llegó a descargarlas en mis hombros como forma de apoyo y necesario descanso. Por mi parte, no dejé de lamer la vulva a descubrir saboreando los cálidos efluvios de la rubia treintañera que no cesaba de reclamar mayores atenciones. Mordisqueé los labios, rozándole la nariz por encima de la raja, llegándole finalmente al diminuto botón del que succioné notándolo crecer tan pronto mis labios se posaron en él. Eso la hizo gemir descontrolada, es algo que a todas les encanta el sentir la lengua recorrerles el clítoris sensible. Se agarró a mi cabeza incorporándose mínimamente, ahogando el grito que le escapaba por el gusto vivido.

-          Ufffff cariño, sigue sigue.

 

-          ¿Te gusta nena? ¿Cómo vas?

 

-          Bien, muy bien. ¡Hacía tanto que no sentía algo así!

Cayó nuevamente atrás mientras mis labios se hacían más ofensivos, moviéndose al ritmo que mis dedos le imponían. La follaba adentro y afuera, tan pronto un dedo como dos, escarbando en su interior lubricado de aromas que marcaban lo muy cachonda que se hallaba. La vi morderse la mano conteniendo así las miles de sensaciones que debía sufrir. Se la veía tan hermosa y débil, abriendo la boca en busca del aire que le faltaba en un gesto de total entrega. Volví a atacar con la lengua, metiendo la punta en movimientos con los que entreabrir los labios que la envolvían en un abrazo agradable y sincero. No tardaría en correrse, su actitud la delataba pataleando descontrolada mientras no paraba de pedir que siguiera. Me apoderé del clítoris trabajándolo a conciencia, conocedor de que aquel era el punto más sensible y delicado, lamiéndolo una y mil veces con movimientos circulares o arriba y abajo, tomándolo entre los labios para tirar del mismo con ánimo desbocado. La pobre se cogía a mí o allí donde podía, entre violentos espasmos que anunciaban su próximo orgasmo. En el estado en que se encontraba, ataqué a fondo martirizándola con todas las armas a mi servicio. La lengua, los labios, las manos por encima de su cuerpo y al fin la escuché sollozar inquieta al entregarme el manantial de jugos que su sexo producía. Los bebí deseoso de más, ahogándome entre sus piernas al disfrutar el primero de los orgasmos que conseguía sacarle en las primeras horas de la mañana.

-          ¡Diosssss, qué bueno… qué bueno cariño!

 

-          ¿Qué tal te encuentras? –pregunté sorprendido por su respuesta de hembra infiel.

 

-          De maravilla. ¡Cuánto tiempo que nadie me hacía disfrutar así! –la escuché decir relamiéndose de gusto al entreabrir los ojos vidriosos de deseo.

 

-          Ven aquí –le dije rodeándola por la cintura para ayudarla a caer junto a mí.

¡Dios, menudo pedazo hembra me iba a comer! –pensé mientras se dejaba caer abrazada a mi cuerpo, quedando finalmente en pie besándonos de forma intensa y sincera. Eres preciosa, volví a decirle y se lo hubiese dicho una y mil veces pues era lo que realmente sentía. Sus sinuosas formas de hembra bien formada, pechos redondos y tersos reclamando mis caricias, anchas caderas donde agarrar junto a los poderosos glúteos de mujer claramente avanzada la frontera de los treinta. La vista se me iba tras ellos como sobre el resto de la figura sensual que frente a mis ojos se ofrecía. Tuve que humedecerme ahora yo los labios imaginando lo que vendría. Lanzados como estábamos ya nada nos iba a parar. Las manos en la espalda y la nalga y las suyas rodeándome el cuello, la hice volver sin dejar de besarnos. La muy viciosa se pegaba, notando los pechos golpear mi torso desnudo. Con las manos me hizo echar atrás, tomando ella las riendas al bajarlas deseosas de mi entrepierna. Suspiré largamente sabiendo lo que quería.

-          Es mi turno amor ¡A ver qué tienes aquí! –sus palabras perversas me supieron a música celestial mientras con las manos la veía soltar el cinturón con premura.

 

-          ¿Qué pretendes?

 

-          Ya lo sabes, no te hagas el tonto ahora.

 

-          ¿Y tu marido? –pregunté excitado, convencido de que ya nada podría detenerla.

 

No hablemos más de eso, ¿quieres? –respondió confirmando las sospechas respecto a mis últimas dudas.

La boca por el torso lamiéndome el pezón, para volver sobre el mismo atrapándolo suavemente entre los dientes en una caricia que me hizo gemir sin remedio. Con las manos se afanaba en soltar el cinturón, besándome con la respiración agitada mientras de forma lenta conseguía al fin bajar la molesta cremallera. El tejano se derrumbó piernas abajo, los largos dedos corriéndome el vientre y el pecho para acabar ambos en un morreo cálido y lascivo, magreándonos los cuerpos desnudos con desespero. Ella gimió contra mi boca, para enseguida morderme la lengua raspándola entre los dientes. Sentí los labios plenos de pasión sobre los míos, uniendo las lenguas en un combate feroz que duró apenas unos segundos. Aquella mujer tan deseada era todo fuego una vez entregada a la espiral del deseo. La cabeza levantada, se dejaba besar entre murmullos enmudecidos por mi boca envolviendo sus rosados labios. Besándonos sin respiro, la mano me acariciaba arriba y abajo a lo largo del tronco respondón. Una y otra vez creciendo con el lento y agradable movimiento de sus dedos.

-          Me gusta Emilio, notarla dura entre mis dedos.

 

-          Acaríciala cariño, acaríciala así.

 

-          Qué dura la tienes… me encantaaaaaa.

 

-          ¡Menuda brujilla estás hecha!

 

-          Pero te gusta, no digas que no.

 

-          Chúpala nena, chúpala…

 

-          Ummmmmmmmm.

Metiéndosela en la boca calló al momento, cubriendo el hinchado glande con los labios para a continuación recorrer con la lengua el grueso tronco. La mirada insinuante clavada en la mía, lamiendo arriba y abajo produciéndome con ello un creciente placer. Me ponía ver el anillo en su mano mientras con los dedos me masturbaba acompañando el suave roce de la lengua. Todavía no dura del todo, el glande aparecía descubierto con la piel echada atrás que la experta rubia se había encargado de estirar convenientemente. Entrándole en la boca, los ojos cerrados chupaba de forma lenta y precisa escapando de mis labios gemidos placenteros. La mano adelante y atrás bien sujeto como me tenía, lo disfrutaba sin duda entreabriendo momentos después los ojos para cerrarlos nuevamente en actitud aplicada. Paso a paso fue ganando en confianza y ritmo, tragando más de la mitad del tronco venoso y amoratado que adquiría mayor rigidez con cada nueva lamida. En cuclillas entre mis piernas la sacó de la boca para saborearla en su totalidad, la lengua traviesa bajando a la base para subir una vez más muy lentamente hasta alcanzar el enorme champiñón brillante y palpitante. Yo la animaba cogiéndola de la barbilla, los dedos muy cerca de la unión que era su boca con mi pene ya erecto y firme. Sin poder refrenarme, los llevé a su boca notando la dureza de mi sexo entrar y salir de entre sus labios.

-          Sigue Violeta, sigue chupándola así.

 

-          Ummmmmmmmm.

 

-          Sigue sí, me encanta muchacha.

 

-          ¿Te gusta verdad?

 

-          Claro que me gusta pequeña… lo haces de maravilla.

 

-          Gracias –respondió simplemente antes de volver a metérsela esta vez mucho más allá tratando de llenarse la boca con mi grueso aparato.

La extrajo para poder respirar, aunque no tardó en probar fortuna una vez más consiguiendo ahora sí tragarla por entero golpeando con los labios mis huevos cargados de líquido seminal. Gemidos guturales llenaban la estancia en el silencio del amanecer cada vez que se la metía y la volvía a sacar. Cerré los ojos, las piernas flaqueándome por ese placer tan intenso que me hacía sentir. Sabía chuparla, me lo había demostrado en el coche y además mostraba lo mucho que le gustaba pasando y repasando la lengua antes de zampársela más de la mitad sin grandes dificultades. Bajé las manos a la cabeza, enredando los dedos en sus lacios y rubios cabellos para acompañar el chupar y lamer de su hambrienta boquita. ¡Uffffff, cómo me estaba poniendo… cómo me estaba poniendo la recatada y seria mujer casada, lejos los pensamientos de su querido marido! La otra mano en mi muslo, la bajaba y subía por el costado del mismo, manteniéndome firme aunque cada vez me costaba más conseguirlo. Y allí entre mis piernas la veía gozar de mi sexo sin abandonarlo un solo instante, adentro y afuera y jugando con el glande en pequeños círculos lo que me hacía vibrar de puro gusto. El glande respondía enderezándose bajo la experiencia femenina, brillante y húmedo de sus babas, escapándole las primeras gotas de líquido pre-seminal. La bella Violeta se amorraba al sexo hecho tótem, tótem al que adorar como si de un dios se tratara. Cada vez más deprisa, la mano moviéndose con rapidez debía parar aquello si no quería correrme tan pronto. Dos orgasmos en tan corto período de tiempo me iban a llevar a una difícil recuperación. Y yo quería estar en plena forma para lo que más tarde vendría. Deseaba follarla y gozar de su cuerpo de carnes prietas y duras, carnes de mujer avezada en las lides amorosas.

-          Espera, espera cariño… no tan deprisa.

 

-          ¿Qué ocurre? ¿no te gusta?

 

-          Claro que me gusta, ya te lo dije –observé su mirada echando fuego.

 

-          ¿Entonces qué problema hay?

 

-          Ninguno querida. Es solo que no quiero correrme tan pronto.

 

¿Tienes miedo de no poder responder? –sonrió provocándome con su postura perversa de hembra que sabe lo que quiere aunque también conoce que es mejor esperar mejores tiempos.

Unos instantes continuó masturbándome con lentitud extrema, permitiéndome el respiro que tanto le reclamaba. Sacándola de la boca, se dedicó a comerme los huevos duros como piedras sobre sus labios. Temblé con el roce que me dispensaba, chupándolos y apretándolos en el interior de su boca para dejarlos marchar entre mis jadeos constantes. ¡Dios, qué bueno… qué bueno era aquello! ¡Menudo trueno de señora me había agenciado, una vez conocida no iba a dejarla escapar tan fácilmente! Desde luego siempre había coincidido con aquello de que las casadas son las mejores, difíciles de conseguir pero cuando las seduces no hay quien las pare. Violeta me lo estaba demostrando, en cuclillas entre mis piernas y ofreciéndome una de las mejores mamadas que nunca había disfrutado. Si por ella fuera, sin duda me haría correr allí mismo saboreando al instante el elixir blanquecino que mis huevos almacenaban. Pese a su deseo, sabía parar en el momento oportuno como para conseguir que no descargara, moviendo los dedos premiosos sobre mi miembro que agradecía el descanso que le dispensaba. Yo también lo agradecía, los músculos en tensión y en puntillas para volver a sentir la lengua golpear con descaro la dureza del glande. Metiéndoselo en la boca, lo chupó con fruición hasta sacarlo brillante de su saliva. Gemí ante la grata caricia, la mano en su cabeza para llevarla contra mí en una muestra de locura.

-          Me encanta tu rabo… duro y grande, mucho más que lo que tengo en casa.

 

-          Sigue nena, sigue… cómetela toda.

 

-          Ummmmmmm, glup, glup… ummmmmmmm.

 

-          Chúpala preciosa, menuda mamona estás hecha.

 

-          Ummmmmm, me encanta sííííííííííííííííííííííííí.

Violeta chupaba con dedicación, para parar cuando me veía temblar cercano al orgasmo. A duras penas conseguía mantener mis ganas por un orgasmo que llamaba a las puertas de mi sexo, palpitante y ansioso por nuevas caricias. Y ella no cesaba en el movimiento de su mano, los ojos cerrados y llevándola a la boca para golpearla una y otra vez con la punta de su traviesa lengua. Lo disfrutaba, era claro y yo aún lo disfrutaba más gimiendo y jadeando de puro gusto. La lengua continuó lamiendo y corriendo el grueso tallo, arriba y abajo y de forma suave por encima del mismo. Por fin y sin decir palabra, la cogí de la cabeza y la mano invitándola a poner en pie. Tras un beso corto pero sensual, enlacé su hermosa figura por la espalda y la nalga para así tomarla en brazos y coger de forma urgente escaleras arriba camino de las habitaciones donde continuar la fiesta.

-          Vamos arriba preciosa.

 

-          ¿Adónde me llevas?

 

-          Tranquila, ya verás que estaremos a gusto.

 

-          Llévame donde quieras… tengo ganas de que me hagas tuya.

 

-          Vamos entonces –acabé diciéndole poco antes de terminar en un beso mojado y lleno de dulzura.

En el largo pasillo que llevaba al dormitorio, encontré el baño al que me metí con ella en brazos. Dejándola en el suelo, eché una buena cantidad de jabón en la redonda bañera para a continuación poner en marcha el grifo. Necesitaba relajar los músculos y calmar la continua tensión en que me encontraba ya desde el coche. Con una sonrisa cómplice me hizo saber que ella también lo necesitaba. Ayudándola a entrar en la bañera, me metí tras ella quedando sentado a su espalda al agarrar la esponja entre las manos. Muy lentamente, empecé a acariciarle la cálida y sensual espalda, el cuello y los hombros arrancándole con ello un gemido satisfecho.

-          ¡Me encanta cariño… qué buen lugar para follar!

 

-          Espero que te guste.

 

-          Seguro que sí, anda Emilio bésame…

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Sexo negro (1)

Jugando con mi amiga y mi novio (2)

Jugando con mi amiga y mi novio (1)

Haciéndole el amor a mi futura suegra

Juventud divino tesoro

Fuera del trabajo

Viajando por Europa

Casting porno (2)

Viaje a Cerdeña (1)

Me enamoré

Amantes (3)

Amantes (2)

Casting porno (1)

Poder caribeño

La prima Aroa

El verano

Calor de verano

La encontré en el supermercado

Polvos rápidos (10)

Polvos rápidos (9)

Polvos rápidos (8)

Polvos rápidos (7)

Polvos rápidos (6)

Polvos rápidos (5)

Polvos rápidos (4)

Polvos rápidos (3)

Polvos rápidos (2)

Polvos rápidos (1)

Recuerdos del pasado (2)

Recuerdos del pasado (1)

Conociendo a Pedro (2)

Conociendo a Pedro

Pecando con mi hijo (2)

Pecando con mi hijo

Refriegas entre chicas (2)

Refriegas entre chicas (1)

Dos para una

Unos días en casa de su tía (4)

Unos días en casa de su tía (3)

Unos días en casa de su tía (2)

Unos días en casa de su tía (1)

Dulce despertar (3)

Dulce despertar (2)

Dulce despertar (1)

Con mi tío Roberto

Interesante compañía

Navegando por el Cantábrico (8)

Navegando por el Cantábrico (7)

Navegando por el Cantábrico (6)

Navegando por el Cantábrico (5)

Navegando por el Cantábrico (4)

Navegando por el Cantábrico (3)

Navegando por el Cantábrico (2)

Navegando por el Cantábrico (1)

Entregada al hijo de mi vecina (5)

Entregada al hijo de mi vecina (4)

Entregada al hijo de mi vecina (3)

Entregada al hijo de mi vecina (2)

Entregada al hijo de mi vecina (1)

Nenitas lascivas (7)

Nenitas lascivas (6)

Nenitas lascivas (5)

Nenitas lascivas (4)

Nenitas lascivas (3)

Nenitas lascivas (2)

Nenitas lascivas (1)

Nenitas lascivas (1)

La mujer de la verdulería

Asistencia en carretera

Hermanita viciosa

Helado de vainilla y chocolate

Sexo con mi tío

Un encanto de hombre

Ninfas hambrientas

Perdiendo el control junto a mi sobrina

Recoger a los niños al cole

Nines, mi dulce sobrinita

Deleites negros

Sesión de las seis

Amante desconocido

Visita muy provechosa

La boda de mi prima (3)

La boda de mi prima (2)

La boda de mi prima (1)

Sorpresa agradable en compañía de mi sobrina

Placeres desenfrenados

Intimidades lésbicas

Gozando con mi suegra

Juventud negra

Caricias entre mujeres

Yo os declaro marido y mujer

Pasión desmedida

De vacaciones por Mallorca

Yendo de compras

Visitando a mi tía Leire

Feliz descubrimiento con mi tío Blas

Reunión de trabajo y placer

Pasando el domingo con un matrimonio muy liberal

Noche de sábado muy movida

Encuentro inesperado

Montándomelo con mi querida tía

Abandonando el lecho conyugal

Amores lésbicos

Amor incestuoso entre madre e hijo

Orestes, el jardinero de mis padres

El lento despertar de la bella Sara

Viaje en el Ave Madrid-Barcelona

Mi mujer es una guarra de mucho cuidado

Acabé siendo una verdadera puta

Encuentro casual con mi cuñada

Sensuales caricias maternas

Empieza el día en el ascensor

Contacto con mi nuevo amante y mi sobrina

¡Fuera prejuicios!

Tres semanas en casa de mi prima (2)

Dinero sangriento

Seducida por una desconocida

Tres semanas en casa de mi prima (1)

Mi primera experiencia en el incesto

Un pintor de brocha gorda

Iniciándonos en el intercambio de parejas

Deseos húmedos

Amando a mi compañera del instituto

Viaje caliente a París

Un hombre de ocasión

Dos amantes retozando frente a mi ventana

Perdí la decencia con mi joven cuñado

Amores perversos en un hotel

Es estupenda mi tía Mónica

Juegos femeninos

Incesto con mi padre y mi hermano

Quitándole el novio a mi hermana

Una tarde en el cine

Acabando con la virginidad de mi sobrina

Encuentro amistoso

Sintiéndome puta con el negro

Me cepillé a mi tía

Violación fallida

Follando con el novio de mi nieta

Polvo antológico con mi hijo

El profesor universitario

Trío con mi mujer en un restaurante

Conversación entre dos amigas

Seduciendo a una mujer madura (2)

Seduciendo a una mujer madura (1)

Un día de playa (2)

Un día de playa (1)

Mi adorable Yolanda

Una noche loca junto a mi hijo

Madre e hijo

Intensas vacaciones con la familia

Navidades junto a mi sobrino

Mi tía Maribel

Tres mujeres para mi hijo

Me follé a mi propio hijo

Con Emilio en el aeropuerto

En el baño con mi amante argelino

Un buen polvo en los probadores del Corte Inglés

Disfrutando del cumpleaños de mi joven yerno

Cálidas vacaciones de verano

Volviendo a la playa nudista

En la playa nudista

Jodiendo con el cachondo de mi sobrino

Daniela, la madre de mi amigo

Conociendo íntimamente a mi hijastro

Mi querídisimo sobrino Eduardo

Un maravilloso día con mi futuro yerno

Deliciosa despedida de soltera

Kareem, nuestro masajista preferido

Mi clienta favorita

Bruno

Follando con la madre de mi mejor amigo

Con mi vecino Carlos

Aquella noche en la discoteca

Mi primer trio con dos maduras

El negro y su amigo