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Pecando con mi hijo (2)

en Amor filial

Pecando con mi hijo (2)

 

Segunda parte de la historia de nuestros amantes incestuosos. La pasión se desata en la cocina entre madre e hijo terminando en una nueva sesión de sexo y desenfreno…

 

 

In fear every day, every evening,

he calls her aloud from above,

carefully watched for a reason,

painstaking devotion and love,

surrendered to self preservation,

from others who care for themselves.

A blindness thattouches perfection,

but hurts just like anything else.

 

Isolation, isolation, isolation.

 

Mother I tried please believe me,

I’m doing the best that I can.

I’m ashamed of the things I’ve been put through,

I’m ashamed of the person I am.

 

Isolation, isolation, isolation…

 

Isolation, JOY DIVISION

 

 

Pues sí, como no podía ser de otro modo, acabamos nuevamente enzarzados el uno con el otro. El deseo del muchacho seguía candente tras unos días y el mío pues pueden imaginarlo. Así acabó sucediendo lo que tanto temía que ocurriera. O quizá ya no tanto. Dicen que cuando te acostumbras a algo que te gusta ya es difícil dejarlo de lado. Y supongo que eso es lo que nos pasó. El encuentro de aquella mañana nos había hecho ya cómplices de una situación inesperada pero que a los dos nos había hecho abrir los ojos. Sin esconder nada, nos habíamos hecho saber lo que ambos queríamos. La unión había sido de lo más tumultuosa y satisfactoria como ya bien saben. No me importa reconocer el hecho de haberme masturbado en la cama con el recuerdo que me torturaba la cabeza. El recuerdo estaba muy presente en mí y además lo tenía en casa allí a mi lado así que resultaba imposible no excitarme con ello.

Un día y estando en la cocina entre tomates, pimientos y queso me lo encontré pegado a mí tratando de excitarme. Estaba preparando una ensalada para la cena, los dos solos en casa pues mi marido nuevamente había salido dejándome con Adrián. Seguramente tenía otra aunque no era algo de lo que tuviera completa certeza. Como digo me encontraba en la cocina preparando una ensalada para acompañar la tortilla que ya tenía lista. De nuevo la misma bata nada glamurosa y con el pelo recogido, apoyada sobre la encimera donde tenía las diversas cosas que necesitaba. Había lavado los tomates y cogido del armario la botella de aceite que había empezado el día anterior.

Sin esperarlo y sin saber cómo ni por qué allí lo tenía pegado a mí buscando un nuevo encuentro. Me quejé tratando de pararlo con mis tenues palabras. Pegando su cuerpo al mío, noté sus manos apoyadas en mis caderas por encima de la tela de la bata.

¿Qué haces Adrián? Déjame por favor, no sigas.

¿Por qué no? ¿acaso no lo deseas como yo? –preguntó posando sus labios en mi cuello en una caricia de lo más peligrosa.

El cabrón se estaba aficionando a mí, eso estaba claro y yo no sabía si sería capaz de parar su ataque. Removía la cabeza intentando que no continuara con los roces de sus labios encima de mi desnudo cuello.

¿Qué me haces? Déjame por favor Adrián. No debemos seguir con esto –decía de forma entrecortada.

¡Puede oírnos alguien, estás loco!

Madre, sé que lo deseas tanto como yo… tu mirada no miente…

Adrián tenía razón, el morbo entre nosotros continuaba latente, las miradas y gestos así lo demostraban. No podía evitar mirarle de un modo distinto al de madre e hijo, lo que había sucedido ya no tenía vuelta atrás y había iniciado una nueva fase entre nosotros, una fase que no sabía cómo iba a terminar aunque bien sabía que aquello no iba a durar para siempre. Por otro lado, debíamos ser cuidadosos con nuestros actos libidinosos. Fátima casi nos pilló el otro día, es una buena mujer aunque algo cotilla y el resto del vecindario poco más o menos así que no podía jugármela de un modo tan idiota aunque agradable.

Él no paraba, haciéndome sentir su cuerpo junto al mío. Las manos no paraban quietas, jugando por encima de mis ropas para bajar hacia los muslos que encontró libres como estaban. Sus manos corriendo sobre mi piel me excitaron sin remedio. Desde el otro día llevaba pensando en que eso sucediera y en cómo respondería. Por un lado me torturaba la idea de no poder poner freno a mi hijo, cayendo en las redes maléficas que me tendiese. Pero por otro, me creía con fuerzas suficientes para oponerme al vicio de la carne. Ilusa de mí. Notaba la respiración cálida de Adrián junto a mi oído, llenándolo de ardientes y sucias palabras, buscando calentarme con ellas para que aceptara lo que me proponía. Yo me quejaba cada vez con menos seguridad en mis palabras. Los recuerdos ocupaban mi cabeza y en ellos se mezclaban las imágenes del otro día. Los besos y caricias sobre mi piel, su cuerpo joven y desnudo, el deseo por el otro, mi boca y mis manos acariciando su sexo y cómo luego disfrutamos el uno del otro en mi dormitorio matrimonial. Me escuchaba hablar en voz baja sin saber lo que decía, solo aquellas manos maltratándome con descaro.

Llevé las mías sobre las suyas, notándolas firmes sobre mi barriga. Cerré los ojos al notar los besos sobre mi hombro. De nuevo su ternura y delicadeza. Me notaba cada vez más excitada.

Te deseo madre, te deseo…

Estás loco… no debemos seguir… déjame –exclamé tratando de encontrar una salida.

Pero entonces noté un bulto conocido rozándose contra mí. Gemí sabiéndome nuevamente presa de él. Su boca lamía mi cuello, subiendo a la oreja para volver a bajar llenándome ahora de besos. ¡Maldito, maldito… no sigas con eso! –pensé mientras nos íbamos calentando más y más. ¿Qué me estaba pasando? –mi cabeza se preguntaba mientras percibía apretarse la presencia diabólica llevándome a la total locura.

Adrián me hizo volver desatando al mismo tiempo el cinturón que mantenía la bata cerrada. Mi sujetador y braga negros quedaron a la vista haciéndole respirar inquieto. Conocía ya mi cuerpo y sé que le gustaba a pesar de mis redondeces y mis kilos de más. Observó con detenimiento la parte de mi figura que quedaba expuesta. Me miraba con deseo, brillándole los ojos del modo que le brillaban el otro día. Yo me mantenía quieta dejándome observar y deseando conocer su siguiente paso.

¡Eres hermosa madre! –susurró con total sinceridad.

Gracias –respondí sintiéndome agradecida por aquellas palabras que me hicieron sentir bien complacida.

Sabía que no me engañaba, en sus palabras no cabía el engaño. Sonreí sintiéndome feliz al verlo acercarse buscando mi boca. Abrí los labios dejando que los suyos se posaran en un beso suave y cálido. Nos besamos con lentitud, dejándole que tomara mis labios a la vez que yo saboreaba los suyos jugosos de placeres. Las manos cayeron una vez más sobre mis caderas, atrayéndome hacia él. Me abandoné a la nebulosa del deseo.

Te quiero mi niño… te quiero –dije cogiéndole por detrás de la cabeza al doblar la pierna sobre la que noté su mano de largos dedos.

Continuamos besándonos, saboreándonos, comiéndonos las bocas sedientas de besos. Temblé al verme nuevamente unida a Adrián, nuevamente había caído en sus redes y nuevamente no me sentía arrepentida por ello. Me comía el cuello y yo me dejaba llevar por el roce caliente de sus caricias. Suspiraba y gemía sin decir nada, solo disfrutando la enorme calentura que me estaba haciendo sentir. Me tenía loca… no sé si enamorada pero si no era así era algo muy cercano a dicha sensación. Chupó mi cuello teniéndome en un estado de continuo placer cada vez que la lengua y los labios pasaban por encima. Él llevó la mano a una de mis tetas tomándola a través del sujetador. Mantuvo los dedos allí unos segundos, sopesándola, excitándose con ella.

Sigue Adrián sigue… me pones muy cachonda…

Tú también me pones cachondo. Me excita verte así de entregada.

Eres un buen muchacho. Ven bésame.

Lo hizo y yo le respondí del mismo modo, en un nuevo beso de lo más morboso y sensual. Nos morreábamos sin reparos, dándonos las lenguas, mezclándolas en una danza de lo más lasciva y erótica. La mano volvió a bajar al muslo manteniéndolo fuertemente sujeto. Me agarré a su brazo con la misma fuerza, clavando las uñas por encima de la camisa. Adrián no aguantó más y cogiendo el sujetador sin tirantes logró soltarlo con facilidad para luego ser yo quien le ayudara a hacerlo desaparecer.

Mis redondos pechitos quedaron ante él, con la dureza habitual que presentaban. Aún mantenían un buen estado de ánimo y el muchacho lo aprovechó gracias a mi abandono total. Tomó el derecho empezando a chuparlo con gran deseo. Chupó el pezón haciéndome sollozar de gusto con cada mordisco que me daba. Mordisqueaba suavemente, provocando en mí un placer inigualable. La calentura me fue subiendo…

Mordí levemente el labio inferior al mismo tiempo que cerraba los ojos disfrutando la débil caricia. Me sentía en una nube, volando en medio de la habitación sin nada a lo que poder agarrarme. Gemí de forma lastimera, era tan maravilloso lo que me hacía. Siguió trabajando el pezón, lamiéndolo y succionándolo cada vez con mayor dedicación. Yo me relamía de gusto, cogiéndole la cabeza y el brazo para apretarlos con angustia desbordada.

Sigue mi amor, sigue… me vuelve loca lo que me haces.

Adrián continuó torturándome, chupando y pasando la lengua por uno y otro pecho. Y yo acabé abrazada a él, corriéndome un estremecimiento por todo el cuerpo al notar el deleite vencerme de forma completa. Me corrí entre tímidos sollozos y suspiros, aguantándome para no gritar el placer que me envolvía. Caí sobre él con la barbilla apoyada en el hombro, descansando brevemente el orgasmo con el que me había hecho caer derrotada.

La mano cayó encima de mi muslo, moviéndola arriba y abajo para subir hacia la barriga pasándola muy lentamente. Yo me animé a un nuevo placer, aún me quedaban fuerzas y quería prolongar aquello. Con gran dosis de insinuación fui yo la que le di la espalda, echando la mano atrás para tomar su cabeza y pegando mi trasero a su vientre rozándome con desvergüenza sobre el mismo. Volví a morderme los labios y sus manos subieron de mi barriga a las tetas acariciándolas con delicadeza.

Te deseo madre, te deseo –me dijo mientras su boca me comía el cuello haciéndome jadear alarmada.

Sí mi amor, sí… me tienes tan cachonda…

Mi culo se removía arriba y abajo buscando excitarle del mismo modo que yo lo estaba. No tardé en percibir la presencia ascendente provocando en mí delirios de emoción. Me dejé vencer hacia atrás, con su boca en mi cuello y una de las manos en mi pecho mientras la otra trataba de indagar bajo la braga. Empecé a gemir, reír y jadear, balanceando el cuerpo contra él y siempre con el mismo punto de interés centrado en su entrepierna. La mano perversa acariciaba mi sexo ayudado por mis continuos movimientos. No paraba de pedirle más, que siguiera hasta el final, sucumbía a cada roce de sus dedos por encima del pubis poblado de vello. Bajé la mano junto a la suya, separadas solo por la tela de la delicada prenda. Me moría, me moría con el morbo que todo aquello me producía.

Él continuaba su avance, masturbándome con los dedos que metía para después sacarlos en una sucesión de entradas y salidas que me hicieron vibrar entera. Deseaba sus caricias y le animaba con mis lamentos y palabras sin sentido alguno. Abría y cerraba las piernas y el suplicio al que me sometía no cedía, más bien todo lo contrario. Mi joven amante maltrataba mi clítoris con las yemas de sus dedos para seguidamente meter dos de ellos en el interior de mi vagina tras abrirse paso casi a empujones. Su enorme excitación se unía a la mía golpeándome junto al oído de forma exaltada.

¡Me corro Adrián… me corro otra vez… dios qué bueno que eres!

La mano salió de debajo de la braga, haciéndola correr a través de mi erizada piel. Me había vuelto a correr, una vez más lo había hecho y debo decir que había sido de lo más fantástico que nunca había vivido. Yo también me estaba aficionando a él, aficionándome a sus caricias, a sus besos llenos de ternura y amor, llenos de pasión y sensualidad. Todavía removiéndome sentí sus manos ayudarme a deshacer de la bata.

Apoyada en la encimera y de cara a él, volvió a caer sobre mi pecho besándolo con desesperación malsana. Rodeando la aureola, luego buscó el pezón que respondió erizándose con el roce recibido. El cabrón parecía haber encontrado mi punto débil y a ello se entregaba con denuedo y decisión. Yo se lo agradecía con nuevas muestras de evidente placer. ¡Dios, qué bueno… qué bueno, me tenía cardíaca!

Los besos y lametones se intensificaban y yo no hacía nada por defenderme. La verdad es que tal como estaba no podía hacer nada más que abandonarme a la humedad de sus labios y lengua. Se agachó tras descender por la barriga, camino de zonas mucho más arriesgadas. Mis manos cayeron sobre su cabeza y el hombro. Subió al vientre demostrándome amor infinito al besarlo con delicadeza y respeto absolutos. La boca se enterró en mi entrepierna, excitándola a través de la  prenda que la ocultaba a su vista.

Te deseo madre… déjame que te quite esto –susurró sin que casi pudiera oírle.

Deslizando las bragas a través de mis piernas, quedé completamente desnuda ante él. Levantando el pie favorecí que la negra braga acabara desapareciendo a un lado. En ese instante y viéndome de ese modo me sentí como una niña delicada y frágil, allí desnuda y frente al hombre al que pronto me entregaría. Adrián besó la parte interna de mi muslo en un nuevo gesto lleno de exquisitez. Enseguida y sin que yo me negara a ello, empezó a trabajarme. La lengua corría por mi vientre jugando con los pelillos del pubis que aparecían húmedos de jugos con los que evidenciar mi estado.

Entonces me cogió de las piernas para hacerme sentar cómodamente sobre la encimera. Doblé la pierna haciéndole todo mucho más fácil. Enterrado en mi sexo comenzó a chuparlo y lamerlo, pasando la lengua con lentitud y gran precisión. Mi querido hijo sabía bien cada punto que tocaba y atacaba de mi bella anatomía. Era un buen amante, sabía bien de las artes del amor y la chica que lo pillara iba a ser realmente afortunada con él. La áspera lengua abrió los labios para buscar luego llegar mucho más allá. Lo logró metiéndose entre las paredes de mi vagina gracias a lo muy mojada que me encontraba. Aguanté la respiración con gran dificultad. Con los ojos entreabiertos me abandoné a su caricia, notando la lengua escarbar de forma lenta tratando de abrirse camino.

Estuvo metiéndola y sacándola un tiempo difícil de precisar, tan nerviosa me sentía con su roce. Lo que sí recuerdo bien es que tras meterla y sacarla, cambió la lengua por dos de sus dedos relevándola en tan mágica tarea. Y así empezó el cachondeo supremo, mezclando el ataque de sus dedos con el de la punta de la lengua sobre mi más sensible órgano. Lo chupó y lamió, succionándolo con ganas mientras me follaba sin descanso entre los sollozos y gritos ahogados que yo emitía. ¡Maldito cabrón, qué bueno era! Los ojos en blanco, agarrada a la encimera, la mente nublada por tanto placer…

Cómemelo, cómemelo todo vamos… me muero de gusto Adrián.

Notaba la sensación producida correrme todo el cuerpo hasta llegar a la cabeza que sentía cansada pero dispuesta a más. El clítoris se elevó bajo el influjo de su lengua. Mirándolo brevemente lo vi brillante y suplicante de caricias. La lucha era desigual pero el diminuto botón luchaba a brazo partido con el poderoso rival que era la lengua que lo sacudía. Adrián se entretuvo con los dedos por encima de la rajilla ofreciéndome un pequeño respiro. Se lo agradecí pues lo necesitaba. De no haberlo hecho estoy segura de haber alcanzado un nuevo orgasmo ya mismo.

Enseguida volvieron las caricias y entradas de los dedos, follándome primero de forma lenta para poco a poco ir ganando en velocidad. Gozaba la follada removiéndome sin poder poner freno a mi nerviosismo gradual, cada roce era un gemido, cada entrada un vacilante suspiro. Acompañé su boca y sus dedos con los míos pasándolos por encima del pubis hasta llegar a la rajilla de la que él era dueño. Gemía una y otra vez, manteniéndome a duras penas en aquella posición. Me sentía completamente en la gloria con el perfecto trabajo que mi hijo me hacía. Con los dedos escarbaba buscando encontrar lo más profundo de mi ser. Los gemidos y lamentos iban creciendo en intensidad según apretaba en mi interior. Y la lengua, mientras tanto, no paraba succionando el clítoris y la vulva con la amabilidad de su masaje.

Así, así… hazlo despacio, hazlo despacio mi vida.

Adrián mantuvo el empuje hasta que al fin paró, seguramente queriendo alargar mi sufrimiento. Nos besamos al ofrecerme él su boca tan cerca como estábamos. Los dedos aún en mi coño pero sin la presión anterior, solo haciendo pequeños círculos por encima de la rajilla. Su boca en mi cuello y la oreja para, enfrentándole cara a cara, sonreírle con malicia. Bajé la mano hasta agarrar su polla con firmeza. No sé muy bien cómo pero el pantalón había desaparecido sin darme cuenta de ello. Lo mismo con el slip teniéndolo nuevamente desnudo ante mí. Entre los dedos noté el tamaño medio que su miembro presentaba. No tardaría en tener el aspecto horrible que conocía del día anterior. Seguí moviendo los dedos por encima del tronco mientras nos besábamos con complicidad insana.

Cambiando la posición, ahora era mi hijo quien se encontraba apoyado en la encimera. La polla elevada con un empalme más que aceptable. Me acuclillé con las manos sobre sus muslos. Miré el duro músculo, palpitante y deseoso de tiernas y encantadoras caricias. Sin decir nada, golpeé el glande con la punta de la lengua provocando en el muchacho un largo gemido.

¡Por favor madre, por favor!

Lo tomé con la mano volviendo a pasar la lengua por encima de la rosada cabeza. Me encantaba hacerle eso, a todos los hombres les gusta y por supuesto a Adrián también. Me sentía hambrienta de él así que cerrando los ojos tragué buena parte del largo instrumento. Empecé a devorarlo degustándolo de manera golosa. Chupándolo, dejándolo resbalar en el interior de mi boquita, mordisqueando la sensible carne, cayendo la lengua alrededor del agresivo tallo. Comencé a chupar a buen ritmo, sacándola de la boca para humedecerla con mis babas. Nuevamente la metí esta vez hasta el fondo teniéndola que sacar al poco. Me relamí mirándole su cara de inmenso placer, hundiéndome de nuevo entre sus piernas al escucharle gemir extasiado.

Sigue madre… me gusta cuando lo haces.

Calla tonto, no digas nada… -exclamé con voz ronca y notándome loca de deseo.

El animal respondía inquieto, emocionado bajo mis labios y alzándose en busca de nuevas caricias. Mi lengua lo saboreó recorriendo el tronco de venas azuladas y marcadas por el continuo fluir de su interior. Él resoplaba temblándole las piernas a las que les costaba mantener la firmeza. Yo seguía trabajándolo de forma experta, jugando con la lengua y los labios por encima de su joven sexo.

¡Joder, qué polla… qué polla más rica mi amor! –aseguré lengüeteando como una vulgar furcia.

Adrián me acarició el cabello y el rostro, gimoteando débilmente con cada suave contacto. Mmmmmmmmm, le comí con desenfreno las bolsas que le colgaban. Pronto sería mío, pronto iba a disfrutar del viscoso líquido que guardaban. Con los dedos le masturbaba tratando de mantener el miembro en el estado que más me convenía. Arriba y abajo y muy lentamente, alargándolo todo lo posible. El pene grueso y de cabeza brillante me hacía perder el poco control que me quedaba.

Caímos al suelo en posición de 69 y en esas estuvimos lamiéndonos y comiendo un rato más. Me encantaba ese pene tan espléndido y zalamero, sin duda hacía buena pareja con mi boca y mi lengua que lo trataban del mejor modo. Lo mismo hacía él, debajo de mí y devorando el coñito de manera que me hacía vibrar toda yo. Notaba la lengua hundirse entre las paredes de la vagina, deslizándose adelante y atrás en una limpieza de bajos de lo más fascinante. Mis gemidos quedaban acallados por el largo instrumento al entrar dentro de mi boca. Las manos subían y bajaban por mi espalda, acariciándola de forma deliciosa para acabar enlazando la cintura con sus brazos. De ese modo me tenía bien sujeta.

Bien Adrián, ya estás listo –comenté parándome al ponerme en pie pensando ya en lo que se avecinaba.

Entre las piernas una humedad conocida me invadía haciendo ver los labios empapados de jugos. Estaba muy cachonda y preparada para la copula. Quedando acuclillada le cogí la polla con la mano. La necesitaba, la necesitaba como ninguna otra cosa en el mundo. De espaldas a él sentí el pene entrar en mi interior. Un breve grito salió de mi boca al verme empalada por aquel grueso músculo.

¡Qué grande es… la siento toda dentro de mí!

¿Te duele madre? –me preguntó un tanto preocupado.

¡Oh no tranquilo, es solo que me cuesta un poco… es normal.

No recordaba el tamaño más que generoso del masculino instrumento. Pese a haberlo disfrutado tan solo unos días antes, en aquella ocasión me parecía mucho más considerable. Mordiéndome el labio y con los ojos entrecerrados, me dejé caer notando traspasado mi más tierno tesoro. Acomodada hasta caer sentada, me eché hacia atrás con las manos apoyadas en el varonil pecho. Empezamos a movernos, copulando con agilidad pasmosa y sintiendo las manos de mi hijo tomarme de la cintura. Desde la posición en que me encontraba podía ver el encuentro de los sexos, empujando el pene contra mi vulva que lo acogía abriéndose amablemente.

Fóllame, fóllame sí… con fuerza, con fuerza cariño…

Los dos ayudábamos, moviéndome yo al caer sobre el eje que parecía matarme mientras Adrián volvía a elevarme bajo el empuje desbocado que me imponía. Con el muchacho tumbado en el suelo boca arriba y yo sentada sobre su polla, le cabalgué aumentando el ritmo de mis movimientos mientras él me tocaba las tetas haciéndome gemir divertida. Subía y bajaba, notando la polla empujar con fuerza cada vez que caía encima del grueso émbolo que percutía contra mí provocándome un tremendo placer. Llevé los dedos sobre mi clítoris acariciándome yo misma con rapidez inusual. No podía gritar y me costaba aguantar la necesidad de dar a conocer las emociones que sentía. Un calorcillo recorrió mi cuerpo de hembra madura y cachonda gracias al maravilloso polvo que mi hijo me daba. El pene golpeaba, enterrándose hasta el final para hacerme notar los huevos pegados. Yo me creía elevada en el aire y en realidad así era merced al poderoso empuje con el que me torturaba.

Habíamos cambiado de postura, estando ahora de cara a él y apoyada la mano en la puerta del lavavajillas. Mi apuesto hijo continuaba dándome con fuerza inusitada, clavándose contra mí hasta arrancarme nuevos sollozos placenteros. ¡Qué polvo, dios qué polvo más maravilloso! Volvió a abrazarme teniéndome fuertemente enlazada y sin posibilidad de escape. Las manos se apoderaron de mis nalgas, apoyadas en las mismas al iniciar un nuevo movimiento de entrada y salida. Eché la cara atrás, a cuatro patas como estaba y con las piernas firmemente apoyadas a cada lado.

Dame fuerte, dame fuerte hijo… quiero tu polla, quiero tu polla diossssss.

Muévete madre… me encanta ver como gozas.

Paramos unos instantes, respirando con dificultad de tan alterados como estábamos. Sin embargo, no tardamos en empezar a movernos disfrutando del lento balanceo al que nos entregábamos. Meneando las caderas en pequeños círculos, se me hundía sin darme un solo momento de descanso. En uno de sus fuertes y secos golpes, Adrián salió de mí arrancándome un gruñido de queja. Intentó entrar nuevamente pero su nerviosismo era tanto que no atinaba a hacerlo. Le ayudé tomando el largo aparato para apoyarlo a la entrada de mi coñito.

Métela anda… vuelve a meterla, la quiero toda…

Ahora sí acertó poniéndonos una vez más a fornicar como descosidos. Acariciándome el pelo entre los dedos, elevé el cuerpo para poder montarle como la mejor de las amazonas. Me tenía cogida de la cintura y yo me dejaba caer disfrutando del lento cabalgar. Jadeábamos, nos costaba respirar y el miembro hinchado se mantenía incansable entre mis piernas. Poco rato más tarde me corrí con el empuje tan pronto lento como más rápido con que el muchacho me trabajaba. Caí junto a él comiéndonos las bocas, morreándonos y apeteciendo los besos del otro.

Gracias cariño, gracias… me encanta la forma como me lo haces.

Joder qué rico, qué polvo más rico Adrián –volví a insistir en el mismo sentido.

Gracias a ti madre… me encanta verte montar sin vergüenza alguna.

Me hizo caer abrazada a él, teniéndome fuertemente agarrada y con la mano en mi nalga. Parecía gustarle mi culillo de formas generosas y amplias. Lo acariciaba más de la cuenta y a mí me encantaba claro. Mientras, su sexo se mantenía dentro de mí, quieto y sin moverse como si se diera un instante de descanso. Gimoteé como una bendita al escapar de mi vagina. Le besé entregándole un tímido piquillo casi imperceptible. Los sollozos y gemidos se mezclaban, jugando las lenguas con desmedido morbo.

Te deseo mi vida, te deseo –exclamé tomando su lengua en el interior de mi boca.

Moría por un nuevo beso, por una nueva caricia de sus manos sobre mi cálida piel. La pasión me devoraba, quería volver a sentirme llena, volver a sentirlo dentro de mí haciéndome gimotear con la fuerza de su juventud. Desmonté quedando sentada sobre el frío suelo, viendo la mirada llena de deseo que Adrián me lanzaba. Sentado a mi lado su pene mostraba una apariencia de lo más tentadora y sugerente. Frente a él, llevé el dedo entre mis dientes para mordisquearlo con tremendo vicio. Quería desafiarlo a seguir. Nos buscamos con las manos, corriendo las suyas por mis glúteos firmes como las mías lo hacían por su juvenil torso.

Eres hermosa madre…

Tú también lo eres mi amor… delicado y atento.

¿Sabes lo que me gustaría? No sé si decírtelo, seguro que te molesta –dije tras un breve momento de pausa.

¿Molestarme? Bueno no sé… dímelo a ver si me molesta tanto.

Mmmmm, es demasiado fuerte. Me… me gus… taría que me dieras por detrás.

Se quedó a cuadros. Seguro que no se esperaba algo así.

¿Qué te dé por detrás? ¿estás segura de eso? –preguntó con un gesto de extrañeza.

Me gustaría sí y sé que a ti también te gustará. He notado como tocas mi culo y como lo acaricias y la verdad es que me vuelve loca cuando lo haces.

Le sonreí con complicidad, con una de esas sonrisas capaces de acabar con cualquier hombre. Las mujeres sabemos cómo hacer para hacerlos caer rendidos a nuestros pies.

Me excitas madre… me pone muy cachondo tu cuerpo desnudo.

Un suspiro satisfecho salió de mi boca al escuchar aquellas palabras. Sabía bien lo que decir en cada momento para hacerme deshacer como un azucarillo. Enseguida estuvimos de nuevo enganchados, esta vez estirada yo en el suelo y con él montado buscando la nueva penetración. Agarré el pene acariciándolo en toda su dureza, era enorme y grueso y tuve que cerrar los ojos para no ver semejante espécimen. Me hacía estremecer con su terrible presencia. Sin embargo, levanté el culo lo suficiente como para facilitar las cosas. Con las manos apoyadas en el suelo, Adrián se dejó caer haciéndome sentir toda su humanidad encima. Me traspasó violentamente, enterrándose centímetro a centímetro en la estrechez de mi agujero. Casi me desmayo del dolor, gritando levemente para acabar mordiendo mis labios de forma furiosa.

¿Te duele?

Un poco… pero tranquilo. Métela despacio muchacho, joder qué grande es.

Y así volvió a clavarse, entrando muy lentamente y haciéndome quejar lastimada.

Sin esperar más, comenzó a moverse abriéndose paso dentro de mi culito. Entre los sollozos doloridos que yo producía, se movía de forma decidida, empujando con nuevas fuerzas para provocar en mí un inmenso placer. Un nuevo orgasmo me visitó bajo el empuje de aquel monstruo en forma de pene que me daba y me daba cada vez de forma más virulenta. Las carnes parecían desgarrarse con las acometidas de mi querido hijo. Pese a mi orgasmo, no paró haciendo que lo enlazase con uno nuevo. El día se oscureció en mi cabeza cansada pero envuelta en un creciente placer.

Hazlo Adrián… dámela toda… lo deseo, lo deseo sí.

Clavámela toda… hasta el fondo, no pares…

Con cada arremetida perdía el control de mí misma. Gimoteaba gozando su terrible follada. Teniéndolo cogido del cuello, lo noté sobre mi hombro jadeando la pasión que también le dominaba. Hablábamos sin saber bien lo que decíamos, una palabra se mezclaba con un gruñido o con un suspiro. Y la polla continuaba mi martirio, martilleándome con todo su poder. Apoyada en su brazo, una sensación agradable me corrió por el cuerpo deseando que aquello no acabara nunca.

¿Qué tal te encuentras? –me preguntó solícito junto al oído

Mejor… ahora mucho mejor cariño… vamos continúa.

Ambos bufábamos, yo derrotada por aquella daga que me rompía y él traspasándome con todo su vigor. Acompañé sus movimientos con el de mis nalgas, tratando de hacer su empuje más profundo. Me moría… me moría de puro gusto, la mano sobre su culo y la pierna rodeándole para ayudar en la perfecta comunión que formábamos. Adrián me besaba, mordiendo mis labios mientras por abajo las entradas y salidas se hacían insoportables para mí. Doblé las piernas permitiendo un mejor movimiento por su parte.

Continúa Adrián… me muero, me muero de gustoooooooooooo.

Él quedó quieto, notando su semen correr en el interior de mi estrecho canal. Estaba tan cachondo que no le había dado tiempo a salir de mi culo. O tal vez no había querido, dándome a probar su copiosa corrida. Sentí el semen cálido y abundante correr dentro de mí. Me abracé con fuerza, atrayéndolo para besarnos de modo frenético. Yo también me corrí removiendo mi trasero contra su vientre que sentía llenarme entera con el calor de su fuego.

Joder… joder qué placer más rico. Eres tremendo muchacho… dame tu leche, la quiero…

La oscuridad volvió cubriendo la habitación de miles de imágenes apagadas y borrosas. Tenía la cabeza confusa, debía pensar en muchas cosas pero aquel no era el mejor momento. Aquello no podía continuar, ambos nos habíamos dejado llevar por la pasión de los cuerpos. Sentir su leche corriéndome por el culo había sido la mejor sensación que nunca había vivido pero aquello era demasiado peligroso y lo sabía. Lanzando un fuerte suspiro noté caer toda su fuerza sobre mí y así estuvimos un largo rato descansando la fatiga de nuestra locura…

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Navegando por el Cantábrico (4)

Navegando por el Cantábrico (3)

Navegando por el Cantábrico (2)

Navegando por el Cantábrico (1)

Entregada al hijo de mi vecina (5)

Entregada al hijo de mi vecina (4)

Entregada al hijo de mi vecina (3)

Entregada al hijo de mi vecina (1)

Entregada al hijo de mi vecina (2)

Nenitas lascivas (7)

Nenitas lascivas (6)

Nenitas lascivas (5)

Nenitas lascivas (4)

Nenitas lascivas (3)

Nenitas lascivas (1)

Nenitas lascivas (2)

Nenitas lascivas (1)

La mujer de la verdulería

Asistencia en carretera

Hermanita viciosa

Helado de vainilla y chocolate

Sexo con mi tío

Un encanto de hombre

Ninfas hambrientas

Perdiendo el control junto a mi sobrina

Recoger a los niños al cole

Nines, mi dulce sobrinita

Deleites negros

Sesión de las seis

Amante desconocido

Visita muy provechosa

La boda de mi prima (3)

La boda de mi prima (2)

La boda de mi prima (1)

Sorpresa agradable en compañía de mi sobrina

Placeres desenfrenados

Intimidades lésbicas

Gozando con mi suegra

Juventud negra

Caricias entre mujeres

Yo os declaro marido y mujer

Pasión desmedida

De vacaciones por Mallorca

Yendo de compras

Visitando a mi tía Leire

Feliz descubrimiento con mi tío Blas

Reunión de trabajo y placer

Pasando el domingo con un matrimonio muy liberal

Noche de sábado muy movida

Encuentro inesperado

Montándomelo con mi querida tía

Abandonando el lecho conyugal

Amores lésbicos

Amor incestuoso entre madre e hijo

Orestes, el jardinero de mis padres

El lento despertar de la bella Sara

Viaje en el Ave Madrid-Barcelona

Mi mujer es una guarra de mucho cuidado

Acabé siendo una verdadera puta

Encuentro casual con mi cuñada

Sensuales caricias maternas

Empieza el día en el ascensor

Contacto con mi nuevo amante y mi sobrina

¡Fuera prejuicios!

Tres semanas en casa de mi prima (2)

Dinero sangriento

Seducida por una desconocida

Tres semanas en casa de mi prima (1)

Mi primera experiencia en el incesto

Un pintor de brocha gorda

Iniciándonos en el intercambio de parejas

Deseos húmedos

Amando a mi compañera del instituto

Viaje caliente a París

Un hombre de ocasión

Dos amantes retozando frente a mi ventana

Perdí la decencia con mi joven cuñado

Amores perversos en un hotel

Es estupenda mi tía Mónica

Juegos femeninos

Incesto con mi padre y mi hermano

Quitándole el novio a mi hermana

Una tarde en el cine

Acabando con la virginidad de mi sobrina

Encuentro amistoso

Sintiéndome puta con el negro

Me cepillé a mi tía

Violación fallida

Follando con el novio de mi nieta

Polvo antológico con mi hijo

El profesor universitario

Trío con mi mujer en un restaurante

Conversación entre dos amigas

Seduciendo a una mujer madura (2)

Seduciendo a una mujer madura (1)

Un día de playa (2)

Un día de playa (1)

Mi adorable Yolanda

Una noche loca junto a mi hijo

Madre e hijo

Intensas vacaciones con la familia

Navidades junto a mi sobrino

Mi tía Maribel

Tres mujeres para mi hijo

Me follé a mi propio hijo

Con Emilio en el aeropuerto

En el baño con mi amante argelino

Un buen polvo en los probadores del Corte Inglés

Disfrutando del cumpleaños de mi joven yerno

Cálidas vacaciones de verano

Volviendo a la playa nudista

En la playa nudista

Jodiendo con el cachondo de mi sobrino

Daniela, la madre de mi amigo

Conociendo íntimamente a mi hijastro

Mi querídisimo sobrino Eduardo

Un maravilloso día con mi futuro yerno

Deliciosa despedida de soltera

Kareem, nuestro masajista preferido

Mi clienta favorita

Bruno

Follando con la madre de mi mejor amigo

Con mi vecino Carlos

Aquella noche en la discoteca

Mi primer trio con dos maduras

El negro y su amigo