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Es estupenda mi tía Mónica

en Amor filial

Es estupenda mi tía Mónica

Para empezar os diré que esta historia de amor filial me sucedió cuando tan solo tenía 19 años así que ya hace bastante pues ahora tengo 30 años. Sin embargo aún la recuerdo con especial cariño pues en aquellos años empezaba a relacionarme con mis primeras amigas. No es que fuera virgen ni nada de eso pues la primera vez que hice el amor fue con una amiga del instituto cuando tenía 17 años y ella 16. Lo que sí era diferente era la relación con las chicas con las que salía pues se trataba de unos encuentros que podrían considerarse como de carácter más adulto.

La historia que voy a contar fue con mi tía Mónica y la verdad es que la recuerdo como si hubiera sido ayer. Mi tía Mónica tenía por aquel entonces 37 años así que podéis imaginar que era el objeto de mis sueños más ardientes. Llevaba ocho años casada con mi tío Nacho y tenían una niña de seis años.

Mónica siempre ha sido mi tía favorita sin ningún género de dudas. Es alta pues rondará el 1,70, de cabello largo, lacio y de tono castaño claro, una cara de niña que me producía un morbo enorme imaginándola entre mis piernas chupándome sin descanso.

Tenía un pecho redondito y de buen tamaño que destacaba sobre su figura estilizada la cual solía realzar con ropas ajustadas y sandalias o zapatos de alto tacón. Sus piernas eran largas, de muslos robustos y finalizaban en un bonito trasero empinado pensando en el cual me había masturbado en multitud de ocasiones. Según sabía era el objeto de deseo de mis tíos pues, en una ocasión y durante unas vacaciones, escuché a mi tío Ernesto decirle a mi tío Pedro:

¡Menuda suerte tuvo el tonto de Nacho casándose con Mónica! Si yo tuviera una mujer como esa me la follaba todos los días hasta que el cuerpo no pudiese más.

Pues sí que está buena la condenada. Debo reconocer que en alguna ocasión mientras follaba con mi mujer imaginaba que me la follaba a ella –asintió mi tío Pedro entre risas.

La primera vez que tuve conciencia de mi incipiente sexualidad fue al notar como algo se rebelaba entre mis piernas gracias a la presencia de mi querida tía. Cuando apenas tenía doce años empecé a sentir las primeras erecciones imaginando el cuerpo de Mónica desnudo o en ropa interior. Poco tiempo después no pude evitar empezar a dedicarle algunas pajas en la soledad de mi dormitorio.

Mónica era de carácter femenino y maternal preocupándose siempre por todos sus primos y sobrinos. En ocasiones, cuando visitábamos la casa de sus padres durante las vacaciones, me dejaba dormir con ella en la misma cama con la inocente excusa de no poder dormir por la noche debido a los ruidos de aquella tétrica y destartalada casa de pueblo.

En más de una ocasión me había despertado de madrugada entre pesadillas y, encendiendo con gran cuidado la lámpara de mi mesilla de noche, había levantado levemente las sábanas recreándome con la belleza de sus macizas piernas en las cuales fijaba mi vista mientras empezaba a masturbarme bajo el pantalón del pijama.

Su femenina presencia me excitaba tanto que, sin poder evitarlo, me veía obligado a abandonar la cama camino del baño donde entre el silencio de la noche me masturbaba llevando la piel que cubría mi rosado glande una y otra vez arriba y abajo hasta que acababa corriéndome como un colegial. Una vez terminaba volvía junto a ella durmiéndome al instante con cara de inmenso placer.

Fueron pasando los años y, ya con 19 años, mis padres me enviaron a la Universidad a conocer mundo. Nosotros vivíamos en un pequeño pueblo de provincias así que era necesario trasladarme a la gran ciudad. Mis padres acordaron con Mónica y mi tío que me acogieran en su pequeño piso pagando mis gastos durante el tiempo que estuviera con ellos. Ambos aceptaron encantados en especial mi tía la cual me ofreció el cuarto que se encontraba junto a la terraza.

Una semana más tarde llegué en el tren a Barcelona encontrándome con Mónica la cual me esperaba sola pues mi tío no había podido venir ya que tenía unas visitas que realizar. Tras los correspondientes besos y un efusivo abrazo con el que volví a sentir el cálido contacto con aquel cuerpo que tanto me atraía montamos en el coche dirigiéndonos a casa entre el bullicioso tráfico de la ciudad condal.

Nada más llegar dejé mis cosas en mi cuarto y Mónica me invitó a ducharme pues dijo que estaría agotado del viaje. Mi tía, pese a los años, no había perdido nada de su encanto. Más bien al contrario, con los años aquel juvenil cuerpo se había convertido en el de una hembra de formas redondas e incitadoras de los mayores pecados.

Le gustaba vestir de manera un tanto provocativa, más insinuando que mostrando. Su vestuario estaba repleto de vestidos cortos y ceñidos, minifaldas cortas y pantalones vaqueros bien ajustados a sus curvas. Era muy cariñosa con todo el mundo. Mi tío trabajaba como comercial de una empresa vinícola así que estaba todo el día corriendo aquí y allá e incluso, a veces, se ausentaba tres o cuatro días. Mi tía trabajaba por las mañanas en una pequeña gestoría donde estaba hasta las dos del mediodía.

No tardé en encontrar un trabajo en un pub cercano a casa donde empecé a tontear con las chicas que venían a tomar algo. Por las mañanas iba a la Universidad y por la tarde-noche me sacaba un pequeño sueldo que me ayudaba con mis gastos de la Facultad. Pese a no pasar desapercibido para las chicas, día a día mi atracción hacia Mónica iba aumentando sin apenas darme cuenta.

Mi tía se movía por casa sin percatarse del efecto que provocaba en mí. Vestía con amplias y cómodas camisetas que le tapaban hasta medio muslo y con las que, cada vez que la veía mi imaginación se desbordaba fantaseando con lo que escondía debajo de aquella ligera tela. ¡Imaginaos la escena! Mi tía cocinando, limpiando y paseando por casa con aquellas camisetas de tirantes con las que remarcaba sus redondos pechos al tiempo que mostraba aquel par de muslos que tanto me excitaban.

Tenía que encerrarme en mi habitación para evitar la tentación de recorrer con mis ojos llenos de lujuria aquel cuerpo hecho para el pecado. No sabía como podía acabar aquello. Aquel cuerpo tan cercano al mío….Mónica se había convertido en una hembra en la plenitud de la vida y yo comenzaba a descubrir los primeros tormentos femeninos. Sin exagerar diré que estaba empalmado a cada momento deseándola de forma obsesiva.

Incluso pienso que Mónica finalmente pudo percatarse de mi deseo por ella pues, en alguna ocasión en que me pilló observando su cuerpo, me lanzó una sonrisa pícara como si estuviera jugando conmigo. Llegué hasta el punto de observarla mientras se duchaba al levantarse por la mañana. Mi osadía me hizo introducirme en su cuarto con el evidente peligro de ser sorprendido por ella. A través de la puerta entornada podía verla tras la mámpara recorriendo con sus manos su desnudo cuerpo mientras lo enjabonaba con abundante espuma. Acompañaba el recorrido de sus manos masturbándome lentamente por debajo del pantalón de deporte.

Aquella mujer me tenía como loco. Día a día mi deseo por ella aumentaba más y más. Tenía el sexo irritado de tantas veces como me masturbaba. Los fines de semana me consolaba con mi compañera del pub o con alguna clienta; sin embargo aquellas relaciones no acababan de ofrecerme lo que yo deseaba. Soñaba con el día en que pudiera tener entre mis brazos a mi tía. Quizás jamás ocurriera pero las continuas ausencias de mi tío me animaban a seguir con la idea de tratar de seducirla.

Gracias a mi visita a su cuarto pude descubrir con gran placer su desnudo cuerpo. Observé cómo acariciaba su cabello mientras el agua caía sobre el mismo; cómo acariciaba su pecho y sus muslos con la abundante espuma recorriendo su excitante figura….

Sus pechos se mantenían firmes y erguidos desafiando la ley de la gravedad, sus poderosas caderas y sus largas piernas invitaban al pecado mientras su redondo y respingón trasero se había convertido en objeto de deseo de mis noches toledanas. Finalmente centré mi mirada en su entrepierna donde pude observar un pequeño triángulo de vello púbico exquisitamente recortado.

El tan deseado acercamiento se fue produciendo poco a poco. Así pues una noche de primavera en que nos encontrábamos solos pues mi tío se había ausentado durante dos días la suerte en forma de inesperada visita vino en mi ayuda. Estábamos viendo la televisión tras haber cenado cuando se escuchó un pequeño ruido procedente de la cocina. Mi tía, asustada, se abrazó a mí diciéndome:

Andrés, ¿has oído ese ruido? ¿será un ladrón?

No lo creo tía, algo se habrá caído en la cocina.

Por favor, acércate a ver qué ocurre. Así me quedaré más tranquila.

De modo inconsciente me levanté descalzo del sofá y abriendo la puerta de forma sigilosa crucé el pasillo dirigiéndome a la cocina. Al acercarme pude escuchar de forma nítida como alguien trataba de forzar la puerta de la galería. Encendí la luz del pasillo al tiempo que gritaba tratando de ahuyentar al desconocido visitante. Mis gritos resultaron suficientemente subversivos pues al encender la luz de la cocina y abrir la puerta de la galería pude ver a dos hombres encapuchados saltando camino del tejado. Una vez pasado el peligro me encontré con mi tía la cual temblaba completamente asustada. La abracé acogiéndola entre mis brazos mientras notaba cómo aquella mujer tiritaba como una niña pequeña.

Andrés, gracias, gracias. No sé qué hubiera pasado si no llegas a estar tú. Seguramente esos dos indeseables me hubieran robado e incluso quizá me hubieran violado…¿pero cómo fuiste tan loco de salir sin nada con lo que poder defenderte?

Ya pasó tía, ya pasó. Esa gente busca la soledad de las casas para poder robar pero si encuentran alguien huyen al momento –dije tratando de ocultar el nerviosismo que sentía.

Le dije a tu tío que por la terraza podía entrar cualquiera y robarnos pero me dijo que este barrio es seguro y que nadie se atrevería a algo así. Sin embargo, ha ocurrido así que mañana mismo miraré de poner remedio. No quiero que vuelva a pasar algo así.

Bien tía, mañana por la mañana iremos al cerrajero a ver qué se puede hacer.

Me parece buena idea. Andrés por favor, quiero que las noches que tu tío no esté en casa duermas conmigo. No quiero que a la niña le pase nada. Tengo miedo a que estando sola pueda volver alguien a robar.

Aquel suceso me permitió aproximarme más a ella. Nuestros cuerpos próximos en la misma cama. Empecé a acicalarme de forma especial tratando de conseguir que se fijara más en mí. Mónica, por su parte, no se preocupaba en ocultar su espléndido cuerpo a mis miradas. Para dormir solía utilizar ropas cómodas como camisetas largas a medio muslo o bien camisones de una sola pieza en los que sus sensuales formas destacaban de forma maravillosa. Ahora pienso si lo hacía de forma inconsciente o si por su cabeza corría la idea de provocarme con aquellas sugerentes prendas.

Por mi parte solía hacer uso de un simple boxer o un slip para dormir dejando mi velludo pecho a la vista. Tras la cena ocupábamos el tiempo viendo en la tele algún programa intrascendente o hablando un rato sobre su día en el trabajo o del mío en la Facultad. La cercanía de aquel cuerpo femenino me provocaba continuas erecciones que trataba de disimular como podía.

Una noche, Mónica dejó caer su cabeza sobre mi desnudo pecho mientras sus suaves dedos recorrían mi abdomen. Aquella caricia me puso alerta al momento y mi sexo se puso en marcha sin poder evitarlo. Mi tía apoyó su cuerpo sobre el mío rozando su cadera sobre mi muslo. Empecé a temblar notando como mi respiración se aceleraba. Tanto tiempo deseando aquello y allí tenía a mi tan deseada Mónica haciéndome sentir su cuerpo junto al mío. Evidentemente mi tía no tardó en advertir mi creciente inquietud empezando a preguntarme:

Y cuéntame sobrino, ¿cómo te va con tu amiga? –preguntó de forma inocente para iniciar la conversación.

No nos va mal –respondí tratando de quitar importancia a su pregunta.

¿Sólo eso? ¿no os va mal? –volvió a preguntar intentando seguir con el interrogatorio.

¿Qué quieres decir? –pregunté un tanto molesto pues no me gusta hablar de mis aventuras.

Oh, no te hagas el tonto, ya sabes a qué me refiero. Sólo pienso que debe resultar difícil para ella.

No te entiendo. ¿A qué te refieres?

Pues a que eres muy atractivo y deberá vigilarte pues muchas otras irán detrás de ti. Debo decirte que si yo fuera ella no te dejaría ni a sol ni a sombra.

Aquella revelación de mi tía consiguió aumentarme el ego pues quería decir que me veía como un hombre y no tan solo como su simple sobrino. Aquello empezaba a ponerse interesante. Decidí hacerme el tonto dejando que los acontecimientos se desarrollasen por sí solos.

Y dime Andrés, ¿ya lo habéis hecho? –me preguntó acariciándome el pecho con sus cuidadas uñas lo cual me hizo vibrar de emoción.

Tardé medio minuto en responder a tan directa pregunta como si estuviera buscando una respuesta adecuada. Al fin respondí:

Pues sí, lo hacemos de vez en cuando siempre que podemos.

Ummmm. ¡Qué envidia me dais! No hay nada como la juventud. Si yo tuviera vuestros años….

Mi abultado miembro trataba de escapar del encierro al que lo sometía la tela del boxer. Sin embargo deseaba continuar con aquel juego dejando que continuara seduciéndome. No había ninguna prisa, ya llegaría el momento de pasar a la acción….. Mónica seguía envolviéndome con sus comentarios directos antes de lanzarse sobre mí como la cobra sobre su presa.

¿Y qué es lo que ella te hace? –indagó brillándole los ojos de deseo.

Esbocé una leve sonrisa tratando de quitar hierro a su pregunta. No quería equivocarme, debía responder de forma precisa a su evidente insinuación. Había logrado despertar el interés de aquella hembra por mí y ahora no podía echarlo todo a perder con una respuesta estúpida.

Lo que más me gusta es que me recorra el cuerpo de arriba abajo empezando por mi boca, pasando por mis orejas, nuca y cuello para bajar hacia el pecho y mis pezones, siguiendo después por mi abdomen para acabar donde tú y yo sabemos.

Vaya, vaya, veo que tu amiga no se priva de nada –dijo riendo de forma nerviosa.

Estuvimos viendo la televisión un cuarto de hora aunque ninguno de los dos le prestábamos atención. Mónica continuaba echada sobre mi pecho completamente abandonada sobre mí. En el salón se respiraba una fuerte carga sexual procedente de nuestros excitados cuerpos.

Mi tía Mónica se volvió boca abajo y enfrentándose a mí empezó a lamerme el pecho dejándome completamente embobado.

¿Así te gusta sobrinito? –preguntó con voz ronca antes de dirigirse a por uno de mis pezones el cual envolvió entre sus labios arrancándome mis primeros gemidos.

No pude responder pues me encontraba entregado a aquella inesperada caricia. De un pezón pasó al otro el cual se erizó al instante al igual que su enervado compañero. Una corriente eléctrica recorrió toda mi espalda hasta llegar a mi cerebro estallando en toda una serie de sensaciones maravillosas. Me hizo caer sobre el sofá boca arriba y, situándose a caballo sobre mí, mi excitado pene quedó aprisionado entre su vientre y el mío. Empezó a besarme como una desesperada abriendo su boca para darme su lengua la cual empezó a presionar para hacerse sitio en el interior de mi boca.

Mezclamos nuestras lenguas iniciando un combate furioso sin posible vuelta atrás. Se dedicó a lamer mi cuerpo ensalivándolo por todos lados mientras notaba, con gran placer, cómo apoyaba sus duros pezones sobre mi pecho. Se entretuvo largo rato en mi cuello haciéndome vibrar con aquella caricia. De ahí volvió a bajar lentamente hacia mi pecho maltratando nuevamente a mis pobres pezones los cuales se mostraban felices ante el tratamiento que recibían.

Fue descendiendo por mi abdomen haciendo pequeños círculos con su lengua aumentando, de este modo, mi sufrimiento. Alcanzó la tela del boxer que cubría mi inquieta masculinidad. Enloquecido como estaba no pude menos que agarrar su sedoso cabello con una de mis manos. Mientras seguía jugando con su lengua sobre mi vientre una de sus manos se dirigió hacia mi abultado miembro estrujándolo por encima del boxer.

¡Madre de dios, sobrino! ¡La tienes completamente tiesa! ¿Realmente todo eso es tuyo? –me dijo poniendo los ojos como platos.

No pude responder a sus palabras, el éxtasis me embargaba no pudiendo creer mi suerte de estar allí con mi tan deseada tía. Cerré fuertemente mis ojos completamente entregado a lo que mi querida tía se propusiera hacerme. Por fin Mónica se decidió a introducir la mano por debajo de la tela del boxer acogiendo mi sexo entre sus dedos. Lo masajeó de forma cuidadosa a lo largo del tronco haciéndolo que se encabritara sin remedio.

¡Dios mío muchacho, tienes una polla enorme! ¡Ojalá tu tío tuviera algo así! ¿Me dejas que le dé un besito? –me preguntó con voz de gatita mimosa.

Pues claro, es toda tuya –respondí en un breve susurro totalmente extasiado ante aquella petición tan bien formulada.

Así pues me obligó a levantar el trasero al mismo tiempo que agarraba la tela del boxer de ambos lados para, con gran parsimonia, comenzar a bajarla hasta dejar aparecer aquel músculo enjaulado el cual saltó hacia delante mostrándose arrogante y vanidoso. Una ligera sonrisa se dibujó en el rostro de aquella ardiente mujer.

No tardó en hacerse con su codiciado trofeo, de modo que sujetándolo con fuerza entre sus dedos se recreó descapullándolo con extrema lentitud tirando hacia atrás la piel que cubría aquel redondo glande. Se la quedó mirando durante unos instantes como si la estuviera adorando. Sin apartar su mirada de la mía acabó cerrando sus bonitos ojos engullendo al fin mi glande entre sus labios comenzando a chuparlo como si fuera un helado.

Lo estuvo succionando una y otra vez, lamiéndolo sin descanso con su húmeda lengua y sus carnosos labios hasta lograr arrancarme ahogados suspiros de placer mientras me retorcía entre sus manos. Una de las veces que bajaba por mi tronco acabó topándose con mis cargados colgantes los cuales besó y lamió pasando de uno a otro. Subiendo hacia arriba volvió a tragarse el glande mientras con su mano me masturbaba cada vez más deprisa hasta hacerme alcanzar la gloria. Mi polla salía y entraba de su boquita hasta conseguir que mis testículos golpeasen contra sus labios.

Para tía, para. No sigas o me harás reventar –le supliqué enredando mis dedos entre sus cabellos intentando separarla de mi entrepierna.

Al fin logré hacerle abandonar aquel deseado tesoro escuchando como emitía pequeños gruñidos de enfado. No quería correrme aún, por mi cabeza corrían otras ideas para llevar a cabo.

Tía, no lo aguanto más. Tengo ganas de metértela hasta el fondo.

Vaya, vaya….¿así que el hombrecito desea follarse a su tía? –la escuché decir mientras sonreía de forma maliciosa.

Siempre te he deseado en silencio. Hace años que me masturbo pensando en ti. Sólo deseo follarte y que goces como mereces.

Observé con agrado como, sin pensárselo dos veces, se sentaba sobre mí despojándose con rapidez de la camiseta. Quedé embobado con aquel par de senos tan cercanos a mí. Mónica echó a un lado la tela que cubría el coño y, agarrando con decisión mi endurecido miembro acercó la entrada de su empapada vagina a la cabeza de mi glande.

Dejándose caer fui introduciéndome sin dificultad en el interior de su coñito.¡Dios mío! Tanto tiempo deseando aquello y allí tenía a mi querida tía encima de mi empezando a follarme sin cortapisas. Ahogando un grito de placer se clavó una buena parte de mi polla en su coño.

Continuó con tan trabajosa tarea metiéndose todo aquel músculo hasta quedar sentada por completo encima mío echando las piernas a los lados. Apoyó las manos en mi pecho disfrutando de aquel eje que taladraba sus entrañas. Mi polla se deslizaba en el interior de su vagina como el cuchillo en la mantequilla. Mónica echó la cabeza hacia atrás lanzando un fuerte lamento.

La agarré de las caderas ayudándola a acomodarse sobre mí una vez hube entrado por completo dentro de ella. Mónica empezó a balancearse sobre mí como si fuera una góndola paseando entre los canales de Venecia. Primero se movió despacio pero paso a paso fue adquiriendo un ritmo más desenfrenado. Ayudándola en su furiosa cabalgada empecé a follarla con fuertes golpes de riñones.

Podía ver la cara de inmenso placer que ponía mi tía mientras botaba clavándose y desclavándose mi rígido ariete. Cogí sus baboleantes senos con mis manos y llevándolos a mi boca comencé a succionarlos humedeciendo sus pezones con mi saliva. La cara de sufrimiento y placer de ella era todo un poema, una mezcla de dolor e inmenso disfrute. Entrecerró los ojos poniéndolos en blanco mientras se mordía con fuerza el labio inferior tratando de reprimir el grito de placer que estaba a punto de lanzar en la soledad del salón de su casa. Finalmente alcanzó el tan deseado orgasmo cabalgando y cabalgando como una desesperada hasta caer rendida encima mío.

Ha sido fantástico. Menudo polvo me has echado cabrón –me dijo al oído mientras trataba de recuperar el resuello.

¿Te ha gustado tía? –le pregunté mientras le acariciaba las nalgas pasándole las manos arriba y abajo.

Me ha encantado, me has vuelto loca muchachito. Para ser tan joven sabes cómo dar placer a una mujer. Pero tú aún no te has corrido…….

Era cierto. Pese al polvo que habíamos gozado había conseguido no correrme, alargando, de ese modo, mi propio placer. Así pues Mónica me hizo estirar boca arriba a lo largo del sofá colocándose sobre mí en posición inversa. De ese modo volví a entregarle mi excitada herramienta al tiempo que aprovechaba para apoderarme de su empapado coñito el cual me recibió con gran alegría.

Llevé la mojada tela que lo cubría a un lado y empecé a rozarlo con mi nariz empezando por su vello púbico para ir bajando hasta la entrada de su vagina. Mi tía se estremeció con aquella simple caricia, el deseo la consumía por completo. Intercambié la nariz por la lengua pasándola con paciencia absoluta por toda la zona vaginal de aquella estupenda hembra a la que tenía completamente entregada. Los gemidos y suspiros femeninos se entremezclaban en la habitación. Me dediqué a lamer los alrededores de su vagina haciéndola desear aún más mis cercanas caricias.

Al fin me apoderé de su palpitante sexo introduciendo levemente mi lengua para volver a sacarla nuevamente y de ahí volver a empezar a succionar tan apetitoso manjar. Mónica gimió con fuerza y alargando las manos agarró brutalmente mi cabeza obligándome a hundirme en las profundidades de su sexo.

Vamos cabronazo, empieza a comermelo. Vamos no te detengas y chupámelo –escuché que decía perdiendo completamente el sentido.

Con gran placer me sumergí en aquel dulce manantial iniciando la mejor comida de toda mi vida. Una idea pasó fugazmente por mi cabeza y del coño me dirigí hacia su oscuro agujerito haciéndola retorcerse al notar aquel contacto en tan delicado orificio.

¿Así que también te gusta por ahí? –preguntó con la mirada perdida.

¿Te molesta que lo haga? Si quieres no sigo –murmuré débilmente deseando que no se negase a aquella caricia.

No seas tonto. Me vuelve loca que me lo hagan. ¿Quieres follarme el culito? –me preguntó sonriéndome abiertamente.

No le respondí. Por toda respuesta rodeé la entrada de tan estrecho agujero empezando a ensalivarlo para después introducir primero un dedo acompañándolo a continuación por un segundo.

¡Para…..para, maldito cabrón! ¡Qué gusto me estás dando! –exclamó con voz entrecortada.

¿De veras quieres que lo haga? –pregunté abandonando por unos segundos tan excitante contacto.

Me gusta, me gusta…..Me estás volviendo loca, Andrés. ¡Dios mío, qué bueno es esto!

Tras estas palabras volví a la carga metiendo nuevamente dos dedos presionando fuertemente para hacer que el anillo anal se abriera para permitir el paso. Mónica movía sus redondas caderas de forma circular animándome a que siguiera con aquel dulce tormento. Una vez tuve los dos dedos metidos en su estrecho agujero empecé a moverlos adentro y afuera cada vez más deprisa. Ella gemía como una loca pidiéndome que siguiera con aquella follada mientras ella se acariciaba el coñito ayudándose en su propio placer.

¡Dios mío! Estaba consiguiendo que mi adorada tía se estuviera volviendo loca gracias a mis caricias y eso que aún quedaba lo mejor. No quería ni imaginar lo que sentiría cuando le follara el culo pues estaba seguro que no me negaría aquel agujero. Mónica inició un lento movimiento adelante y atrás cambiándolo por aquel estupendo movimiento rotatorio con el que trataba de procurarse el mayor de los placeres. Levantaba la cintura y la pelvis ayudando a que mis dedos la penetraran engulléndolos una y otra vez. Con la otra mano manoseé su trasero acariciándolo y magreándolo aprovechándome de semejante ocasión de tener a aquella hembra a mi disposición.

Mi tía, por su parte, volvió a hacerse con mi polla sujetándola entre sus delicados dedos para volver a metersela en su ardiente boca. Al notar aquel contacto sobre mi músculo, el mismo reaccionó al instante enderezándose de manera asombrosa ante el ataque de mi madura compañera. Debo decir que era una experta mamadora. Sabía en qué momento tratarme con suavidad y cuándo pasar a chupar con mayor velocidad para así lograr hacerme alcanzar el máximo deseo por ella. Me llevaba hasta el límite de mi aguante para, de pronto, parar y empezar de nuevo a masturbarme de manera salvaje hasta que viéndome a punto de explotar se detenía de nuevo.

Mi tía empezó a correrse nuevamente dándome todos sus jugos los cuales bebí con infinito deseo. Parecía estarse meando, era tremenda la cantidad de líquidos que expulsaba. Aquella hembra era un fuente constante de sorpresas. Ni en mis mejores sueños pude haber imaginado que se corriese de aquel modo tan bestial. Chupé y lamí su pequeño botón haciendo que se endureciera notablemente con lo que logré que encadenara un orgasmo al otro arrancándole auténticos aullidos de placer.

Así sigue, vamos sigue así. Dios mío, ¡Oh Dios mío, ha sido genial! ¿Dónde te habías metido todo este tiempo? –exclamó agradecida una vez se hubo recuperado de aquella sucesión de orgasmos.

Llegados a este punto la dejé descansar unos breves minutos mientras me entretuve acariciándole sus sensuales formas haciendo que su fina piel se erizara con el contacto de mis dedos. La hice levantar del sofá haciéndolo yo a continuación y cogiéndola de la mano la llevé hasta la amplia mesa del salón donde la hice recostar completamente entregada a mí.

Hice que abriera las piernas para empezar a besar su vagina la cual se mostraba dilatada y empapada tras los orgasmos anteriores. Cambié de objetivo para centrarme en su ano el cual lamí totalmente humedeciéndolo de forma conveniente. Rodeé y rodeé su agujero anal pasando y repasando la lengua varias veces alrededor de aquel tentador orificio.

Mónica empezó a responder a aquel tratamiento empezando a excitarse nuevamente. Al tiempo que le humedecía la entrada posterior llevé mi mano hasta su vagina iniciando un profundo movimiento hacia adentro y hacia fuera metiendo mis dedos hasta llegar al fondo de aquel sediento sexo.

Fóllame….vamos fóllame de una vez. No aguanto más tanto placer. Vamos Andrés, fóllame por lo que más quieras…..

Aquellas palabras me sonaron a música celestial. No podía creer mi suerte de que una impresionante hembra como aquella me pidiera a gritos que la follara. Así pues, aprovechando su total entrega la senté en la mesa echándola hacia atrás mientras le levantaba una de las piernas hasta apoyarla en el hombro. Apoyé el glande en la entrada de su vagina empezando a presionar para ir ingresando poco a poco en su interior. Pude ver como iba entrando dentro de ella sin apenas oposición gracias a la lubricación que mostraba.

Mónica suspiró al sentir la entrada de mi polla dentro de ella. La cara de placer que mostraba era tremendamente sensual. Me animaba a empezar a follarla sacando la lengua como una vulgar putita. Yo me encontraba en el cielo en esos momentos, totalmente embobado ante aquella preciosa hembra. Empecé a bombear contra ella primero de manera suave para, poco a poco, ir golpeando con mayor dureza hasta hacerle chillar como loca.

Ahora era yo quien dirigía las operaciones. Me gustaba llevar las riendas cuando follaba a una buena hembra como aquella. Me otorgaba un sentimiento de poder que conseguía envalentonarme a cada paso más y más. Escuchar sus palabras de aliento animándome a follarla sin descanso, sus gemidos de satisfacción, el golpear de mi miembro contra aquella encharcada vagina. Aquel ritmo sincopado nos hacía descubrir nuevos placeres, una mezcla de suavidad y brutalidad en mis acometidas. La sacaba por completo para a continuación clavarme en ella hasta golpear fuertemente con mis cargados huevos.

Así, así Andrés….qué maravilla. Fóllame vamos, eres estupendo muchacho. Vamos sigue, no te pares por lo que más quieras.

Mónica me ayudó en tan salvaje follada moviéndose adelante y atrás con cada embite que le propinaba. Se pasaba la lengua de manera soez demostrando el inmenso placer que sentía. Pude ver cómo agarraba sus senos con las manos empezando a sobárselos como si estuviera poseída. Tras una serie continua de acometidas observé como elevaba el tronco agarrándose a mis brazos para, finalmente, caer rendida sobre la mesa estallando en un ruidoso orgasmo que retumbó sobre las paredes de la habitación.

Esta vez le costó más recuperarse del último orgasmo pues el cansancio se iba acumulando en tan estupenda hembra. Parecía faltarle el aire, le escuchaba respirar con dificultad tratando de recuperarse del último orgasmo que le había arrancado.

Yo, por mi parte, intentaba retrasar lo máximo posible mi corrida en espera de poder follarme su tentador culito. Aquella idea se había instalado en mi cerebro como una obsesión y no pensaba dejar la oportunidad de conocer los oscuros placeres de la sodomía.

Tía, vuélvete de espaldas que quiero follarte desde atrás.

¿Quieres follarme en posición de perrito?

Mónica, me encantaría follarte por detrás. Tienes un culito muy interesante y apetecible.

Mónica se colocó encima de la mesa de espaldas a mí en situación sumisa. Levantó el trasero ofreciéndomelo para mi total disfrute. Con mis dedos húmedos de sus jugos vaginales, los pasé por la entrada de su cerrado ano el cual palpitaba de deseo. Le obligué a abrir más las piernas y colocándome tras ella empecé a presionar notando cómo su anillo anal empezaba a dilatarse dejando paso para que mi nerviosa cabecita fuera ingresando en tan exquisito agujero. La cogí por la cintura y llevándola hacia mí apoyé su espalda sobre mi pecho.

Con cuidado muchacho, con cuidado. No te impacientes. ¡No pretenderás lastimar a una dama como yo!

Le chupé el cuello, la nuca y el lóbulo de la oreja sintiendo cómo se retorcía llevando la cabeza hacia atrás para favorecer mis caricias. Aprovechando su estado de debilidad fui ingresando centímetro a centímetro en aquel estupendo agujero hasta hundirme por completo en el mismo. Mónica se giró hacia mí y, con el rostro sudoroso y contraído, me ofreció sus labios para que los besara. Noté cómo aquel conducto me apretaba con fuerza, sintiendo una sensación distinta a la experimentada a través del coño. Una sensación desconocida pero realmente fabulosa. Lo cierto es que me costaba moverme en tan estrecho agujero pero, con el transcurso de los segundos, me fui haciendo con el dominio de la situación empezando a notar cómo aquel culito se abría con mayor facilidad permitiendo la entrada y salida de mi dura herramienta.

Me gusta, me gusta….cómo me gusta. Venga sobrinito, muévete con fuerza.

Salí de ella durante unos segundos y cogiéndola de las caderas se la metí de un solo golpe haciéndola gritar de dolor. Empecé a sodomizarla con gran placer. A cada empujón que le daba le hundía más y más la polla para adquirir una mayor velocidad.

Volví a salir de ella para pasarla por el agujero de su culito el cual acaricié con el húmedo glande en el que aparecían las primeras gotas de líquido seminal. Entré en su vagina para salir al momento y volver a metersela por el ano. Estuve un buen rato cambiando de agujero saliendo de uno para entrar en el otro. Este horrible tratamiento lo acompañé acariciándole su irritado coñito con mis dedos.

Mi pobre tía berreaba de gusto con los ojos en blanco gozando de aquella follada enloquecedora. Su cara de sufrimiento cambió a un estado de extrema placidez cada vez que la iba bombeando. Los gritos de dolor se fueron convirtiendo en auténticos alaridos de placer. Sabía que no aguantaría mucho más aquel dulce placer. No tardaría en correrme explotando gracias a mi encantadora tía. Me sentía el hombre más afortunado del mundo al poder follarme a semejante hembra la cual había sido la dueña de mis solitarios sueños.

Clavámela, clavámela cabronazo. Me matas de gusto, ¡qué placer! Córrete sobrinito, vamos córrete. No aguanto más.

¿Quieres que la saque? –pregunté de modo ingenuo.

¡Como la saques te mato! Quiero que me llenes con toda tu leche.

Me moví con mayor velocidad golpeando y golpeando sin descanso. Fui notando como el orgasmo de ambos se iba aproximando sin remedio. Entré y salí hasta que, quedándome quieto detrás de ella empecé a lanzar líquidos de placer. Fui descargando todo el líquido almacenado en mis doloridos testículos mientras Mónica chillaba y berreaba como una perra en celo.

La hice tumbar sobre la mesa cayendo sobre ella para recuperar el perdido ritmo cardíaco. Jamás imaginé poder gozar de aquel modo tan salvaje. Mónica sollozaba mostrándome el inmenso placer que le había hecho sentir. Salí de ella con gran pesar por mi parte para abrazarla entre mis brazos.

¿Dónde has aprendido a follar de este modo? Estás hecho todo un experto.

¿Te ha gustado? Todo ha sido gracias a ti. Me tienes loco por tus huesos.

¿Lo volveremos a repetir, verdad? –me preguntó guiñándome un ojo mientras se humedecía el labio inferior.

Desde aquel día nos convertimos en amantes. Aprovechando las ausencias de mi tío follábamos como descosidos siempre que podíamos. Me enseñó distintas variedades sexuales que yo desconocía por completo hasta ese momento. Una tarde, tras una agotadora sesión sexual, me llevó hasta la ducha y situándose debajo de mí me obligó a mearme encima de ella. Mi encantadora tía se volvía loca notando como le rociaba el pecho y las piernas con mi caliente líquido.

Durante el tiempo que estuve con ella me olvidé por completo de mis amigas de la Facultad y del pub. Aquella hembra insaciable era demasiado para mí como para buscar otra. ¿No lo creen así amigos?

Mas de crimson

Con la madre de mi amigo

La convención (2)

La convención (1)

Pasión en forma de venganza

Doña Regina, la mujer de la papelería

Nada mejor que el verano (2)

Nada mejor que el verano (1)

Lo duro de ser azafata

Doña Rafaela, toda una jamona

El arte de la felatio - Juegos entre primos (1)

Compañeras de piso (2)

Compañeras de piso (1)

Vacaciones movidas

En un día plomizo y oscuro

Ejecutivo afortunado

En la barra del pub

El poder de la juventud

Virginia

La tía Romina 2

La tía Romina 1

Querida madre

Las aventuras de Águeda 2

Las aventuras de Águeda 1

La muchacha de la boca de fresa

Haciéndomelo con el fontanero

Con el hijo de la vecina

Polvo turolense

Sexo negro (3)

Sexo negro (2)

Sexo negro (1)

Jugando con mi amiga y mi novio (2)

Jugando con mi amiga y mi novio (1)

Haciéndole el amor a mi futura suegra

Juventud divino tesoro

Fuera del trabajo

Viajando por Europa

Casting porno (2)

Viaje a Cerdeña (1)

Me enamoré

Amantes (3)

Amantes (2)

Amantes (1)

Casting porno (1)

Poder caribeño

La prima Aroa

El verano

Calor de verano

La encontré en el supermercado

Polvos rápidos (10)

Polvos rápidos (9)

Polvos rápidos (8)

Polvos rápidos (7)

Polvos rápidos (6)

Polvos rápidos (5)

Polvos rápidos (4)

Polvos rápidos (3)

Polvos rápidos (2)

Polvos rápidos (1)

Recuerdos del pasado (2)

Recuerdos del pasado (1)

Conociendo a Pedro (2)

Conociendo a Pedro

Pecando con mi hijo (2)

Pecando con mi hijo

Refriegas entre chicas (2)

Refriegas entre chicas (1)

Dos para una

Unos días en casa de su tía (4)

Unos días en casa de su tía (3)

Unos días en casa de su tía (1)

Unos días en casa de su tía (2)

Dulce despertar (3)

Dulce despertar (2)

Dulce despertar (1)

Con mi tío Roberto

Interesante compañía

Navegando por el Cantábrico (8)

Navegando por el Cantábrico (7)

Navegando por el Cantábrico (6)

Navegando por el Cantábrico (5)

Navegando por el Cantábrico (4)

Navegando por el Cantábrico (3)

Navegando por el Cantábrico (2)

Navegando por el Cantábrico (1)

Entregada al hijo de mi vecina (5)

Entregada al hijo de mi vecina (4)

Entregada al hijo de mi vecina (3)

Entregada al hijo de mi vecina (1)

Entregada al hijo de mi vecina (2)

Nenitas lascivas (7)

Nenitas lascivas (6)

Nenitas lascivas (5)

Nenitas lascivas (3)

Nenitas lascivas (4)

Nenitas lascivas (1)

Nenitas lascivas (2)

Nenitas lascivas (1)

La mujer de la verdulería

Asistencia en carretera

Hermanita viciosa

Helado de vainilla y chocolate

Sexo con mi tío

Un encanto de hombre

Ninfas hambrientas

Perdiendo el control junto a mi sobrina

Recoger a los niños al cole

Nines, mi dulce sobrinita

Deleites negros

Sesión de las seis

Amante desconocido

Visita muy provechosa

La boda de mi prima (3)

La boda de mi prima (2)

La boda de mi prima (1)

Sorpresa agradable en compañía de mi sobrina

Placeres desenfrenados

Intimidades lésbicas

Gozando con mi suegra

Juventud negra

Caricias entre mujeres

Yo os declaro marido y mujer

Pasión desmedida

De vacaciones por Mallorca

Yendo de compras

Visitando a mi tía Leire

Feliz descubrimiento con mi tío Blas

Reunión de trabajo y placer

Pasando el domingo con un matrimonio muy liberal

Noche de sábado muy movida

Encuentro inesperado

Montándomelo con mi querida tía

Abandonando el lecho conyugal

Amores lésbicos

Amor incestuoso entre madre e hijo

Orestes, el jardinero de mis padres

El lento despertar de la bella Sara

Viaje en el Ave Madrid-Barcelona

Mi mujer es una guarra de mucho cuidado

Acabé siendo una verdadera puta

Encuentro casual con mi cuñada

Sensuales caricias maternas

Empieza el día en el ascensor

Contacto con mi nuevo amante y mi sobrina

¡Fuera prejuicios!

Tres semanas en casa de mi prima (2)

Dinero sangriento

Seducida por una desconocida

Tres semanas en casa de mi prima (1)

Mi primera experiencia en el incesto

Un pintor de brocha gorda

Iniciándonos en el intercambio de parejas

Deseos húmedos

Amando a mi compañera del instituto

Viaje caliente a París

Un hombre de ocasión

Dos amantes retozando frente a mi ventana

Perdí la decencia con mi joven cuñado

Amores perversos en un hotel

Juegos femeninos

Incesto con mi padre y mi hermano

Quitándole el novio a mi hermana

Una tarde en el cine

Acabando con la virginidad de mi sobrina

Encuentro amistoso

Sintiéndome puta con el negro

Me cepillé a mi tía

Violación fallida

Follando con el novio de mi nieta

Polvo antológico con mi hijo

El profesor universitario

Trío con mi mujer en un restaurante

Conversación entre dos amigas

Seduciendo a una mujer madura (2)

Seduciendo a una mujer madura (1)

Un día de playa (2)

Un día de playa (1)

Mi adorable Yolanda

Una noche loca junto a mi hijo

Madre e hijo

Intensas vacaciones con la familia

Navidades junto a mi sobrino

Mi tía Maribel

Tres mujeres para mi hijo

Me follé a mi propio hijo

Con Emilio en el aeropuerto

En el baño con mi amante argelino

Un buen polvo en los probadores del Corte Inglés

Disfrutando del cumpleaños de mi joven yerno

Cálidas vacaciones de verano

Volviendo a la playa nudista

En la playa nudista

Jodiendo con el cachondo de mi sobrino

Daniela, la madre de mi amigo

Conociendo íntimamente a mi hijastro

Mi querídisimo sobrino Eduardo

Un maravilloso día con mi futuro yerno

Deliciosa despedida de soltera

Kareem, nuestro masajista preferido

Mi clienta favorita

Bruno

Follando con la madre de mi mejor amigo

Con mi vecino Carlos

Aquella noche en la discoteca

Mi primer trio con dos maduras

El negro y su amigo