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Nada mejor que el verano (1)

en Amor filial

Nada mejor que el verano (1)

 

Las vacaciones son para vivirlas y disfrutarlas y más si se dan en buena compañía pudiéndolas pasar de la mejor manera. Aquellos días la verdad es que le hicieron relajar de las duras tareas del campo aunque también es cierto que resultaron duros y ocupados para su total placer…

 

 

Pues sí, como el título del relato indica nada mejor que el verano. Calor, vacaciones, gentes con pocas ropas, cuerpos sudorosos y agua bien fría para remediarlo. Mujeres bonitas que admirar con sus vestidos finos y vaporosos además de jovencitas con buena parte de sus encantos a la vista gracias a los diminutos tops y a los cortos pantaloncillos que apenas cubren lo imprescindible. Con este panorama en el día a día a quién no le puede gustar el verano, época ideal para ligar y en la que darse relaciones de lo más satisfactorias y fáciles si se saben aprovechar.

El verano es época de descanso y relax en la que nos relajamos y bajamos la guardia, mostrándonos más propensos a los posibles flirteos y algo más si se tercia. Esto es lo que me ocurrió el verano pasado, aprovechando la visita al apartamento que mis tíos poseen en la costa alicantina. Mucho sol, playa, noches calurosas disfrutando de la brisa marina tomando algún refresco y luego de marcha en buena compañía hasta las tantas.

Para alguien como yo, joven del interior y que durante el resto del año ni por asomo puede catar estos placeres que la vida nos ofrece, el recibir la llamada de mi tía invitándome a pasar junto a ellos la primera quincena de julio, resultó ciertamente sugestiva e imposible de rechazar. Cansado de un duro día de campo y tractor, llegué a casa encontrándome a mi madre hablando con la tía Modesta como de tanto en tanto solían hacer. Mi padre cenando y viendo la tele, la mano de mi madre me animó a acercarme donde se encontraba.

-          Es la tía Modesta, que dice que vayas a la playa con ellos a pasar unos días.

-          Madre, sabes de sobras que tengo cosas que hacer aquí.

-          Tu padre puede encargarse de eso, no seas tonto y aprovecha que ya te lo has ganado el resto del año. Estarás con la prima Tania y sus amigos –me dijo mientras tapaba unos segundos el teléfono con la mano.

Sin darme tiempo a más, la vi pasármelo con la tía Modesta al otro lado de la línea telefónica animándome a acompañarles y sin aceptar un no por respuesta. Evidentemente era algo que me apetecía horrores aunque tenía montones de cosas pendientes que hacer. Pienso para los animales, limpiar de maleza y malas hierbas los campos y abonarlo y sembrarlo luego convenientemente para la siguiente cosecha. Pese a ello y con la confirmación de que mis padres se encargaban de todo hasta mi vuelta, convinimos aceptando la invitación lo que llenó de alegría a mi tía Modesta. Hacía tiempo que nos les veía y nada mejor que unos días de playa disfrutando del sol y el mar.

Preparando el macuto con lo mínimo imprescindible que podía necesitar, de buena mañana cogí el coche camino de unos días de descanso y solaz. Unas horas de carretera me esperaban, así que unas gafas de sol para la vista y buena música con la que amenizar y hacer más llevadero el viaje.

A media mañana y a la entrada del pueblo, en uno de los bares en el que habíamos quedado me las encontré fumando un cigarrillo apoyadas en el capó del coche. Mi prima Tania y otra chica de parecida edad, haciendo tiempo mientras esperaban mi llegada. Dos buenas mocetonas con las que alegrar la vista y en las que seguro que más de uno había plantado sus ojos al verlas.

Mi prima Tania, bajita y con su largo pelo lacio y castaño cayéndole a un lado y la otra algo más alta y de rubia melena a la altura del cuello. Menudo par de bombones, aquellos días de vacaciones no podían empezar mejor. Todavía en el interior del coche tragué saliva nada más verlas. Con el coche aparcado junto al de ellas, salí recibiendo los besos de bienvenida de ambas.

Tania presentándome a Carmela, también de Alicante y con la que se conocían desde pequeñas. Mi prima ataviada con un deportivo top naranja de tirantes cruzados y un corto pantaloncillo negro que dejaba buena de las piernas al aire y su amiga con el sujetador del bikini cubriéndole los pechos y un pareo por abajo; las dos estaban para comérselas lo que se debió de ver en mis ojos por las risas que una y otra se dedicaron.

Con Tania habíamos tenido lío dos años antes, una noche durante las fiestas del pueblo morreándonos a nuestro antojo y pasándome la mano por encima del pantalón pero sin llegar a más. Varias veces me había pajeado pensando en ella tras aquello y ahora, y viéndola tiempo después, la verdad es que había ganado convirtiéndose ya en toda una mujer. A sus dieciocho años cumplidos meses atrás, se la veía apetecible viniéndome viejos recuerdos a la memoria.

Mi joven prima no era ya la jovencita a la que en el pueblo le había robado unos besos sin llegar a más. Por el contrario, era sí una estupenda y deseable mujercita con la que desear ahora otras muchas cosas. Pequeñita pero apetecible y con sus bellas formas a la vista y tan cerca de uno, quién podía resistirse a su evidente atractivo. Invitándolas a tomar algo, estuvimos un rato fumando en la terraza del bar mientras le comentaba Tania a su amiga anécdotas del pueblo de cuando éramos pequeños.

-          Luego conocerás al resto. Somos un grupo bueno, ya verás.

-          Me muero de ganas.

-          De momento estás con nosotras… confórmate con eso –dijo bromeando.

-          No si no me quejo… estando con dos preciosidades como vosotras… –exclamé directo y sin cortarme un pelo.

Esas últimas palabras a las chicas debieron sonarles a música celestial pues a partir de ahí no pararon de pegarse a mí a la menor ocasión sin dejar de reír como tontas.

Era aquel un buen inicio. Reíamos divertidos los tres y a mí se me escapaba sin remedio la mirada a la una y la otra. Aquellas piernas rollizas y bien formadas junto a los pechitos que el top y el sujetador escondían, me tenían subyugado el entendimiento. Ellas que no eran tontas, se dejaban admirar riendo con malicia.

-          Si te parece, vamos a la playa antes de ir a casa. Mi madre nos espera con la comida hecha.

-          Lo que digáis. Vosotras mandáis que conocéis esto –respondí estusiasmado por la idea.

-          Hace calor y apetece un buen chapuzón. Luego a la tarde a la piscina –comentó Carmela dirigiéndose a mi prima.

-          No llevo el bañador puesto… tendré que cambiarme.

-          No te preocupes por eso. Cámbiate en el baño del bar o mejor en el coche, prometemos no mirar… –dijo Tania guiñándole pícara el ojo a su amiga.

Yo, que para esas cosas nada cortado ni vergonzoso soy, continué la broma diciendo que el baño del bar sería un lugar más discreto. Pocos minutos más tarde y ya cambiado, carretera adelante seguí su coche hasta llegar a la coqueta y populosa playa junto a la que aparcamos. Se trataba de una pequeña ensenada algo escondida pero al parecer bastante conocida por la cantidad de gente que se agolpaba, cubriendo de sombrillas y toallas el marrón de la arena.

Aquel día de mi llegada el sol picaba con fuerza aquella zona del levante mediterráneo. Un día soleado y húmedo en demasía en el que la brisa apenas se hacía sentir en el rostro de uno. Desde el coche pude ver a las chicas escapar corriendo, mirándome atrás para que las siguiera. Unos metros por delante y ya libres de ropas, las vi chapotear divertidas nada más entrar en contacto con el líquido elemento.

Quitándome las gafas y respirando profundo, para allí que me fui uniéndome al momento a ellas. Un largo rato estuvimos tomando confianza, jugando unos con otros al rozarnos los cuerpos de forma inevitable. Se las veía tan lozanas y hermosas, con el sol golpeándolas sobre sus cabezas y las miles de diminutas gotas corriéndoles el cuerpo. En el interior del agua una respuesta inmediata se dio en mí, notándome duro bajo el bañador gracias al par de bellezas que me acompañaban. Sin embargo y por fortuna, ninguna de ellas pareció reparar en ello.

Marchamos a casa en mi coche, despidiéndonos de Carmela hasta la tarde en que pasaría a vernos un rato. Para nada estaba dispuesta a dejar la piscina a un lado, haciendo el calor que hacía. Dos besos en las mejillas me regaló, mientras se empinaba sobre los pies haciéndome sentir su pecho pegado al brazo. Duro y juvenil lo noté, viéndola escapar de mi lado antes de darse dos besos con Tania quedando para la tarde. El viaje al apartamento estuvo entretenido y corto, charlando con mi prima de unas cosas y otras y dirigiéndome ella hasta llegar a destino.

Al fin llegamos a casa donde nos esperaban mis tíos ya con todo dispuesto para sentarnos a la mesa. Los besos y alharacas de rigor tras largo tiempo sin vernos y un apretón de manos con mi tío. La tía Modesta me comió a besos, agradeciéndome el ir con ellos y diciendo que lo pasaría bien con Tania y sus amigos. Eran las dos y veníamos hambrientos de la playa, de manera que tras acompañarme a mi cuarto a dejar las cosas, los cuatro nos sentamos disfrutando la frugal comida que mi tía había preparado.

A mi tía se la veía también espectacular a sus cuarenta y pocos años y todavía en lo mejor de la vida. El pelo teñido de rubio y en una larga coleta recogido, vestía un veraniego y holgado vestido de escote en pico y de tirantes que la hacía parecer más joven. Del bol de la ensalada me hizo repetir, aceptándolo gustoso mientras le alababa sus manos en la cocina.

-          Gracias Felipe, qué atento de tu parte –dijo brillándole los ojos complacida, mientras con cierta retranca una pullita le lanzaba a su marido diciéndole que aprendiese.

Tomé nota de esto último y tras acabar la comida, recogimos todo marchando mis tíos a echar la siesta. Tania y yo estuvimos un rato viendo la tele haciendo tiempo antes de bajar a la piscina. Por la tarde y en la piscina conocí al resto del grupo. Ismael y Vicente los dos algo más jóvenes que yo y Marisol, Ángeles y Fátima la primera de la edad de mi prima y Carmela mientras las otras parecían más jovencillas tal como más tarde pude comprobar. De las cinco, sin duda Tania y Carmela resultaban las más hermosas y desarrolladas.

En la piscina el roce entre todos se hizo habitual. Saltando unos con otros y jugando entre risas y bromas pronto me adapté al grupo. De vez en cuando y escapándoseme la vista reparé en mi tía Modesta, incorporada en la tumbona y sonriente bajo sus amplias gafas de sol disfrutando sin duda viéndonos jugar unos con otros. No podía evitar el echar la mirada a mi tía, reconociendo sus piernas bronceadas y brillantes del sol así como algo gorditas por la edad.

Como tampoco pude evitar el empalmarme brutalmente bajo el bañador, rozándome en una de esas con Tania lo que la hizo chillar agudo al alejarse de mi lado sin dejar de sonreírme. Era claro que lo había notado.

No fue la cosa a más y no por falta de ganas pues la erección no se bajaba, chapoteando en el agua y con mi prima tan cerca. Por la noche y cruzándome con ella al ir al baño, Tania se acercó a mí hablándome bajito al oído antes de correr zalamera hasta acabar en su cuarto.

-          Felipe, ¿lo de esta tarde fue por mí? –escuché su vocecilla aguda que me decía.

Y tras aquello y al llegar al baño, me masturbé furiosamente con el pensamiento de mi prima clavado en la cabeza. Una buena corrida me sacó, saltando todo por encima de la pila del baño que tuve que limpiar aprisa.

Al día siguiente, el segundo de mi estancia, el contacto con Tania fue ganando en interés y cercanía por parte de ambos. De nuevo a la playa esta vez todo el grupo, en dos coches y en la misma playa que habíamos estado la mañana anterior. Más y más roces con las chicas y de nuevo mi irrefrenable erección que la juventud impetuosa hacía inevitable crecer en mí. Ese rato de playa resultó mucho más complicado para mi persona pues era ahora mi prima la que buscaba el contacto de un cuerpo con otro.

-          ¿Vuelves a estar como ayer? –rio divertida nada más notar el bulto sobre su pierna.

-          Lo siento, no puedo evitarlo.

-          Bueno, mejor eso que no me hicieras caso –otra vez en voz baja junto a mi oído.

¡Qué pasa con esos secretos entre primos! Que los demás queremos saber –la voz burlona de Carmela nos separó al instante, al alejarse nadando Tania uniéndose a Marisol y Fátima que eran las más próximas a nosotros.

Nadie dijo más, pasando el resto del día sin más contratiempos pese a las miradas que mi prima me echaba de forma furtiva aunque poco disimulada. El deseo entre ambos era claro, solo había que esperar que el encuentro se diera. Aquella tarde no hubo piscina, marchando todos a media tarde a dar una vuelta por el pueblo y a tomar algo. Durante la cena, madre e hija me agasajaron de la mejor manera, mostrándose por su parte mi tío adusto y sin saber muy bien qué mosca le había picado. Lo que sí me pareció claro es que entre mis tíos poca o ninguna relación parecía existir ya, tan lejanos el uno del otro se mostraban.

No fue hasta el tercer día de mi llegada que Tania cayó en mis brazos. Los dos solos en casa y arreglándome en el baño, entró ella sin avisar y encontrándome frente al espejo.

-          Podías picar antes de entrar. Algún día te llevarás una sorpresa.

-          ¿Una sorpresa? –preguntó falsamente intrigada y recibiéndola yo siguiendo a lo mío.

-          Voy a ducharme, este calor me mata –a través del espejo la vi empezar a desnudarse sin vergüenza alguna.

Doblada hacia delante, con urgencia se deshizo de la camiseta y los pantaloncillos para enseguida resbalarle la braguilla por una pierna y la otra. Juro que me costó horrores el no volverme hacia ella. ¡Madre de dios, viéndola desnuda sí que estaba para comérsela! ¡Cómo había ganado la muchachita!

-          Tania, puedes ducharte cuando no esté –comenté pero pensando en realidad lo contrario.

-          ¿Te molesta Felipe? –su voz preguntándome mientras cerraba las puertas de la mampara.

-          ¡Mujer, que uno no es de piedra! –mis labios soltaron como un torrente mientras la escuchaba canturrear nada más abrir el grifo de la ducha.

Lo opaco de la mampara y el escuchar el agua corriéndole el desnudo cuerpo al ducharse, hizo que la conocida erección empezara a darse bajo la toalla. ¡Aquella brujilla me iba a matar a pajas si antes no ponía remedio a ello! Cinco minutos estuvo bajo la ducha y yo cada vez sintiéndome más malo a causa de ella.

-          Felipe, me pasas la toalla. Olvidé cogerla –desde dentro me pidió, haciéndole llegar por la parte de arriba del cubículo la primera que encontré.

-          Gracias, eres un cielo –dijo al salir de la ducha, cubierta con la mínima toalla y haciéndose con otra con la que secar los cabellos tirando con fuerza de los mismos.

-          Solo un momento, me limpio los dientes y te dejo el baño para ti. No tardo nada.

A mi lado y haciéndose sitio frente al espejo medio a empellones, la vi cómo empezaba a correrle el dentífrico entre los dientes. Descalza y poniendo un pie en puntillas y luego el otro, la imagen resultaba de todo punto perturbadora.

-          Tania por mí no te molestes, hay sitio de sobra para los dos.

-          Aún recuerdo bien lo del pueblo, estuvo bien pero pudo haber estado mejor –comentó entrecortada tras el correr del cepillo a un lado y otro de la boca.

-          Estuvo bien sí –reconocí poniéndome alerta ante aquel brusco cambio de tema.

-          Me gustaría retomar lo que quedó pendiente.

-          ¿Acaso te me estás insinuando primita?

-          ¿Y por qué no? Los dos somos mayores y creo saber bastante mejor lo que quiero. Y lo que ahora quiero es a ti –aseguró vehemente pese a temblarle la voz.

-          ¿No te apetece o es que ya no te gusta tu prima? –tras unos segundos de silencio sepulcral entre ambos, un guiño cómplice me lanzó.

Pues claro que me gustaba. Tania en aquellos dos años se había puesto bien rica, ganando algún que otro kilito en la cintura y otras partes del cuerpo lo que la hacía parecer más mujer. Así pues más claro el agua, mi querida primita quería marcha y no iba a ser yo quien se la negara.

-          ¿Y si viene alguien?

-          ¡Oh, no te preocupes por eso! Solo puede venir mamá y siempre lo primero que hace es marchar a su cuarto a cambiarse. Papá habrá marchado por su cuenta, es un idiota.

-          ¿Las cosas no van bien entre ellos? Eso me pareció viéndoles –dije mostrándome confiado con ella.

-          Nada bien, de hecho hace siglos que duermen en camas separadas –abriéndose sin tapujos a mi pregunta y con un brillo de tristeza en sus bonitos ojos color avellana.

-          Lo siento, de veras que lo siento. ¿Crees que puede haber alguna posibilidad entre ellos?

-          No lo creo, solo se soportan por mantener las apariencias… Y por mí, claro.

-          Pero no hablemos de eso quieres. Me hace poner triste, bésame anda.

Con la toalla a la cintura como me encontraba, la vi acercarse desnuda y con evidente interés en mí. El deseo se notaba en cada uno de nosotros, ella respirando ya acelerada y yo aguantando a duras penas el interés por lanzarme sobre ella. Al fin lo hice, de manera que acercándonos hasta quedar pegados no tardamos nada en iniciar el juego de los besos mientras Tania me recibía cruzándome los brazos por detrás para así llevarme contra ella.

Era fogosa de eso no había duda, buscándome abrir la boca con la lengua para enseguida hacerla entrar camino de la mía. Las mezclamos, mezclando las salivas al envolverle los labios con lascivia descontrolada. En otro momento que se diera propicio, buscaría calmar las seguras ansias de la madre. El amplio flequillo cubriéndole la frente y el pelo recogido en una coleta, los pequeños y oscuros pezones destacaban en las redondeces de sus pechos. Quedé hechizado por ellos y sin decir palabra mientras Tania gemía y murmuraba en voz baja sin poder evitar la mucha ansiedad que la afligía.

Acercándose ella me besó con ganas, respondiéndole el beso al notar cómo me atrapaba los labios entre los suyos. Recordaba sus besos y recordaba que lo hacía muy bien. Besos apasionados y con lengua sin guardarse nada, besos de tornillo enredando las lenguas en el interior de su boca. Mientras, las manos hacían de las suyas corriendo arriba y abajo descontroladas. Subí la mano a su cabeza llevándola hacía mí para seguir besándonos, alargándolo y disfrutándolo al hacerla abrir la boca. Así conseguí entregarle la lengua lo que la hizo murmurar entrecortada, al pegarse a mí elevada sobre sus piececillos descalzos. Las lenguas enredadas en el interior de su boca, nos morreamos sin recato jadeando uno y otro por lo muy excitados que nos sentíamos.

Tania abría la boca cada vez que las separábamos, los ojos cerrados y empinándose en busca de nuevos besos con los que conseguir desearnos aún más. Besos apasionados entre primos y de carácter mucho más profundo e impuro que los de dos años antes. Juntando los labios, apretándoselos y mordiéndolos con fuerza al envolverlos besándola y provocando en mi querida prima débiles gimoteos complacidos. Al tiempo y por abajo, la toalla que me cubría cayó entre sus dedos que, con la experiencia de la juventud, supieron deshacerse de la misma.

Quedé desnudo con una media erección, caída hacia abajo al enfrentarla. Con confianza y decisión, la atrapó entre los dedos comenzando a moverlos muy muy despacio. Eso nos hizo mascullar a ambos, Tania imagino ante lo novedoso de la perturbadora presencia y yo emocionado con el lento ir y venir de aquellos dedos ganando confianza poco a poco. Seguimos besándonos con total placer, sacando la lengua para que el otro la tomara y enseñándomela ella lasciva antes que mi boca se la pudiera enganchar.

Recuerdo aquellos besos y aquella situación como si se dieran ahora mismo. Un rato más continuamos jugando, dándome ella su provocadora lengüecilla mientras de su boquita escapaban tímidos susurros con los que dar a entender el estado en que se hallaba.

-          Llevaba tanto tiempo esperando esto…

Y entonces la vi caer abajo, echando la mirada arriba al meterse el miembro envuelto el glande con los labios. Bien enganchada con la mano, comenzó a chupar y succionar llenándose la boca y con sus bonitos ojos clavados en los míos ofreciéndome su mejor saber. Despacio y sin prisas, llevando la mano a lo largo del tronco y la cabeza adelante y atrás arrancándome mis primeros gemidos placenteros.

Abriendo la boca cuanto podía al tragarla, chupaba golosa entrecerrando la mirada y metiéndose un gran cacho de carne lo que me hizo vibrar entero ante lo versado de mi primita en dichas lides. Tragando y soltándolo, llenándose la boca y el carrillo, con el empuje de mis riñones ayudaba yo en la feliz tarea. Y Tania, arrodillada entre mis piernas, farfullaba amables y callados sonidos por lo ocupada que su boquita se encontraba. Pajeándome con los dedos adelante y atrás, se entretuvo un rato lamiendo y jugando con el glande rosado e hinchado por la tierna caricia.

-          ¡Qué grande la tienes, me encanta! –antes de cerrar los ojos volviéndola a engullir entre las insaciables fauces.

Llevándole la mano a los cabellos, la ayudé a comer y mamar aguantando el equilibrio como buenamente podía. Ciertamente me costaba horrores, tan bien lo hacía. Con la mano sobre su cabeza, la empujaba hacía mí ahogándola hasta conseguir tenerla toda entre sus labios. Toda dentro de su boca sí, abriendo los ojos no quise perderme tan maravillosa imagen como la que mi prima me ofrecía teniéndome completamente en su interior. Notaba el roce de la lengua contra el tronco, rozándolo tímidamente ahogada como se encontraba y teniéndolo que soltar finalmente bajo continuas toses. De nuevo a la carga, comiéndose ahora los huevos cargados y lamiéndolos de manera hambrienta y con un brillo cachondo en los ojos.

-          ¡Cómemela Tania, cómemela! –no pude decir otra cosa al sentir los labios envolver el palpitante glande con el ligero roce.

Y abriendo y cerrando ella los ojos, pude verla chupar y succionar, saboreando el recio animal y sin soltarlo en ningún instante. Disfruté su rostro de viciosa pasándose el glande por encima de los labios, llenos luego los pómulos por la terrible presencia que no paraba de empujar y hundirse buscándole lo más profundo del paladar.

-          Sigue nena, sigue… lo haces de maravilla… -a lo que ella continuó sonriendo con un gesto mudo de agradecimiento.

Ahora con las dos manos, masturbándome y sacándome un profundo suspiro de placer. Quieto como estaba, dejé que lo hiciera corriendo la lengua por encima del tallo, brillante de sus babas para enseguida volver a tragarlo hasta donde pudo. Pajeándome adelante y atrás, chupándome los huevos y llevándome con eso al delirio más absoluto ayudándole con la mano sobre la cabeza. Tania musitaba y gruñía enloquecida como se hallaba y sin dejar de chupar lo delicado de mis testículos.

-          ¡Me encanta tu polla Felipe, me encanta… qué grande y dura!

Dura como el mármol como la tenía, la preciosa de mi prima sabía hacer bien su trabajo.

-          ¡Joder primo, muero por esto que tienes! –sus ojillos entornados bajo una mueca total de admiración.

Me la comió un rato más a su placer, aunque pronto pasamos a otras cosas igual de satisfactorias.

-          ¡Fóllame Felipe, fó… llame! –reclamó todavía arrodillada a mis pies y sin dejar de masturbarme a buen ritmo.

Poniéndose en pie, nos besamos cogiéndola del cuello mientras ella seguía sin soltarme acariciándome con los dedillos por abajo. Gemía alterada por lo muy cachonda que estaba, y entonces la hice echar sobre la pica del baño lanzando pequeños grititos como una perrita excitada y agarrada con una de mis manos por la cintura mientras la otra le descansaba sobre el hombro buscando atraerla. El culillo pequeño y delicioso a la vista, aparecía apetecible para comerlo y devorarlo y a ello me entregué cayendo al suelo.

-          Cómemelo Felipe, ponme cachonda.

-          ¿Más todavía?

-          No seas malo –sonrió removiendo el par de cachetes de forma sensual.

Entre ellos me metí, abriéndoselos con las manos y empezando con la lengua a trabajarla. Aunque en verdad lo primero que hice fue disfrutar del par de maravillas que tenía por nalgas, pequeñitas, duritas y que llené de amorosos besitos y mordiscos haciéndola gritar divertida. Ciertamente estaba sacando lo peor de mi estimada prima y muchas más cosas peores que deseaba descubrir en ella. Todavía había tiempo de gozar uno del otro, mi tía Modesta seguramente tardaría en volver a casa. Y yo solo quería comer y mordisquearla, entre los grititos obscenos que Tania lanzaba al tiempo que removía a los lados su redondo culillo.

-          ¡Eres malo, muy muy malo! –desde mi posición podía verla bramar humedeciendo los labios al lamérselos ella por encima.

Y así continué, clavándole un nuevo mordisco y metiéndole la lengua una vez abiertos los cachetes con las manos.

-          Ummmm sigue, sigue… eres malo, muy malo –declaró en voz baja una vez sintió la lengua correrle el sexo todavía cerrado.

A ello me dediqué tratando de abrirlo con el empuje de la lengua, pasándola por encima de la raja y raspándola haciéndola suspirar fuertemente. Agarrada al lavabo, Tania buscó venir en mi ayuda al abrir más las piernas echando el trasero atrás. Sujeta por mis manos, rocé toda la zona subiéndola y bajándola y pudiendo así disfrutar de un agujero y otro. El inesperado roce sobre el oscuro y estrecho agujero trasero la hizo callar, aguantando el aliento y empinándose sobre el pie que mantenía encantadoramente doblado sobre el frío suelo.

-          Por ahí no Felipe, por ahí no… todavía no es momento –un hilillo tenue hecho su voz.

Abandoné la cálida caricia para dedicarme ahora al coñito que pronto vi abrirse como flor en primavera. Acompañado de los dedos logré abrirle los hinchados labios, para enseguida comenzar la lengua a ir y venir por encima. Tania se veía ya mojada y más que lo iba a estar, empezando sus placenteros gemidos a seguir el cálido roce sobre su sexo.

Bebí los jugos que su coñito empezaba a destilar, saboreándolos amargos entre los labios y con la lengua buscando hundirse en la vagina. Mi querida prima sollozaba desconsolada, temblándole las piernas sujeta al baño como se encontraba al sentir la lengua correrle perversa y deliciosa lo más profundo de su joven anatomía. Gritaba, brincaba descontrolada con cada nuevo roce y entonces supe que el primero de los orgasmos la visitaba haciéndola caer adelante abandonada y pidiendo más y más.

-          Me corro Felipe, me corro canalla… sigue, sigue…

Tras un mínimo reposo, la hice volver tomándola con fuerza de los costados y haciéndola sentar en la pica del baño.

-          ¿Qué vas a hacerme, qué vas a hacerme canalla? –preguntó hipando tan agitada como se encontraba.

-          Calla, ya lo verás –cogiéndole con decisión las piernas que le mantenía dobladas tomadas tras las rodillas.

Ligeramente incorporada adelante y bien abierta de piernas, su sexo tan deseado quedó a la vista. Precioso, delicado, cubierto de húmedos y enmarañados pelillos que me lo hicieron desear aún más. Entre ellos metí la cabeza, sacando la lengua y comenzando a lamer la lubricada entrada. Fuertes quejidos de protesta y aprobación escaparon su boca, escuchándola sollozar herida bajo mi lengua que la penetraba lo poco que podía. Poco a poco la penetración se hizo más profunda, abriéndose los labios y consiguiendo rasparla por encima al devorar el caliente y amargo néctar.

-          Sigue primo, sigue… cómemelo todo.

Y lo que hice entonces fue ayudarme de dos de mis dedos, enterrándolos en la rosada flor que los recibió entreabriéndose gozosa y con facilidad pasmosa. Tania cayó atrás gruñendo su profundo placer, apretándose los labios y mordiéndose luego el inferior ante lo intenso del ataque. Así la follé penetrándola con los dedos adelante y atrás e iniciando los roces sobre el sensible botoncillo lo que la hizo brincar sorprendida una vez más.

Empecé a chuparlo y lamerlo, comiéndolo con apetito malsano, arrancándole ayes de profunda aflicción cada vez que se lo hacía. Arriba y abajo, recorriendo toda la raja abierta y cubriéndole el clítoris que enganché con los labios tirando del mismo. Dos veces lo hice y eso la llevó a un nuevo orgasmo, terrible y prolongado pataleando al aire y sin saber dónde agarrarse.

-          Ufffff  para, para canalla… me vas a matar Felipe –removiéndose entre mis manos  mientras las suyas resbalaban la superficie baja del espejo.

Llenándole de suaves besitos la parte interna de los muslos, le di el necesario descanso que tanto y tanto pedía. Pero no me detuve por ello, continuando con las caricias que aquella preciosidad de muchacha exigía. Continué pasando la lengua por encima de la rajilla empapada y abierta. Lamiendo y hundiéndola entre las paredes de la vagina. Aspirando los aromas femeninos en una sucesión inacabable de jugos que, en su total placer, no dejaba de rezumar. Tania se retorcía respirando con dificultad, gimiendo y pidiendo más bajo el azote al que mis labios y lengua la sometían. Resultaba tan y tan hermoso el verla disfrutar, entregada al roce de mi lengua degustándole el sensible botoncillo. Hipaba, sollozaba derrotada y con la mirada perdida en algún rincón confuso del baño.

-          Me vas a matar, qué bien lo haces… qué gusto me das primo…

Los labios sobre los suyos, se los maltrataba escapando de su boca constantes grititos de deleite infinito, las piernas colgándole dobladas sobre mi cabeza al removerlas sin control sobre ellas. Y continué maltratando y trabajándole la tierna flor, raspándola con la lengua lo que la hacía bramar por un placer completo y creciente a cada nuevo roce. Adelante y atrás, metiéndola mínimamente entre las paredes mojadas para sacarla al momento y entregarme a chupar y lamer el clítoris con rápidos y continuos movimientos de lengua. Chillaba, gritaba desconsolada, los lametones turbios y precisos en el delicado botón provocando en ella un constante pesar placentero. Y entonces volví a hacérselo y fue cuando se corrió por tercera vez, cayendo cansada y extenuada en su alterado respirar.

-          ¡Joder, joder… qué bueno eres… me corro de nuevo arggggggghhh! –los ojos en blanco y una mirada beatífica le llenaba el rostro ante lo tremendo del orgasmo que una vez más le había logrado sacar.

Viéndola recomponer muy lentamente la figura y recuperándose de la desazón que la envolvía, un suave cachete le di en la redondez respingona lo que la hizo gemir excitada y con un evidente poso depravado. Sollozante y feliz, la tenía perfectamente preparada y lista en busca del placer de ambos.

-          Fóllame Felipe, fó… llame no me hagas esperar másss –fue ella quien me lo pidió mostrándose abierta y dispuesta a la amable fusión de los cuerpos.

-          ¿Tienes preservativo? –el nerviosismo en la pregunta denotaba la mucha urgencia que la embargaba.

-          Sí en la cartera siempre llevo. ¿me la acercas?

Cogiendo uno y rasgando el plástico, me apliqué a ponérmelo haciéndolo correr tallo abajo. Sentada frente a mí como la tenía, la penetración resultó fácil y necesaria para ambos. En la comodidad del baño hicimos el amor de manera apasionada o tal vez sería mejor decir que la follé de manera salvaje y sin consideración alguna contra la pila del baño. Al fin y al cabo, llevábamos demasiado tiempo con aquello pendiente, deseándonos el uno al otro y era hora de ponerle conveniente remedio, entregados a la lujuria y el erotismo hasta quedar fundidos en uno solo.

-          Métemela, mé… temela primo… lo deseo, lo deseo tanto –ronroneando como una gatita en celo al abrirse su sexo bajo el empuje del mío.

Como digo la penetración resultó fácil, resbalándole muy lentamente hasta la mitad entre los gemidos entrecortados que mi joven prima exhalaba. Gemidos entrecortados y que se encadenaron uno al otro según mi avance se hizo más profundo y completo. Centímetro a centímetro y sin decir palabra, fui entrando en ella hasta quedar totalmente enterrado al hacer tope en su vientre. Quedamos quietos, los dos jadeantes en el apasionado placer que sentíamos. En mi trasero, noté la mano de Tania empujándome para llevarme hacia ella.

-          Ummmm, te siento… no te muevas, no te muevas ahora…

Pero lo cierto y verdad es que no tardamos en movernos uno y otro, acompasados y de forma lenta con el correr de los cuerpos. Empezamos a movernos, penetrándola de forma lenta y precisa, envolviéndome los labios hinchados al abrirse hasta conseguir hacer tope. Suspiros prolongados y entrecortados le hice soltar, los ojos cerrados con fuerza al sentirse llena de mi poderoso amigo. El ritmo fue creciendo según fuimos tomando confianza, removiéndose el vientre de Tania alrededor de mi miembro que la follaba adelante y atrás de forma cómoda y sin descanso. Tomada de la cadera y la cintura, las entradas se hicieron más rápidas con el transcurso de los segundos, gimoteando herida y con un gesto de completa entrega.

-          Ábrete Tania, ábrete prima –le reclamaba yo con el constante ir y venir que trataba de imponerle.

-          Sí, sí… fóllame, fóllame –incorporándose ella hacia delante, hasta quedar cogida a mi pecho arañándolo con las uñas.

Cayendo sobre ella la besé con ansia infinita, devolviéndome ella el beso con el mismo deseo al abrir la boca dejando correrle la lengua dentro. Y enganchada de la cadera la follaba sin descanso, una y otra vez facilitado por la humedad con la que su sexo me recibía. Un mechón cubriéndole el rostro, Tania gimoteaba vencida y exclamando en voz alta el continuar con tan agradable sensación. Dejando reposar ahora la pierna en mi hombro, se dejó follar a mi placer, hundiéndome hasta lo más hondo para volver a salir y de nuevo adentro haciéndole chocar los huevos.

Sus manos de uñas bien cuidadas corriéndome el torso, fijaba la mirada en la mía con cada nueva penetración con que la sometía. Pedía que la follara, que no parase, que le diera con toda mis fuerzas hasta acabar con ella. Y así lo hice, cogida del hombro y de la cadera al resbalar entero en el manantial de jugos que era su coñito ensartado por mi miembro deseoso por seguir.

-          Sí, sí… fóllame, fóllame… me matassssssssss.

Resultaba tan hermoso el escucharla reclamar más y más, con el rostro descompuesto por acción de la insistente copula. Gimoteando entrecortada, al sentirse horadada por mi presencia horrible abriéndola de manera atroz con cada nuevo empujón.

Parando unos instantes, la obligué a volver de espaldas a mí al caer al suelo. No tardé en oírla renegar, llamando a una nueva penetración con que calmarla en su locura si es que aquello era posible. De manera que entré en ella sin esperar a más, enterrándome en el hueco que sus piernas formaban. Haciéndola sollozar herida, soportando el tormento que mi polla le producía. Muda al morderse el labio, los movimientos volvieron en el interior de su cálida caverna que me recibía con nuevos e inagotables ríos de jugos corriéndome el miembro.

-          Métemela Felipe, dame con fuerza… me encanta tu polla, sigue.

-          Dios, dios, me vas a hacer correr otra vez… no sé cuántas veces me he corrido…

Bramando en mi locura, empujé y empujé de manera violenta haciendo que el ardiente coñito se acoplara a mi sexo en un ritmo desgarrador y veloz. Mi mano en su sexo y la suya encima reclamándome seguir, la masturbé ayudando el constante follar. Acariciándole el clítoris al tiempo que mi sexo la penetraba en una comunión de caricias que la hicieron aumentar el volumen de sus gritos.

-          ¡Ahhhhh acaríciame, me tienes tan cachonda Felipe!

Con el correr de mis dedos los noté empapados de su placer. Parecía que se meaba y tal vez así era. Empotrada por mi potencia, las babas de Tania corrían el cristal, jadeando enloquecida por la pasión que la dominaba. Rodeándole la cintura, aproveché para acogerla entre mis brazos apretándola contra mí. La mano subiéndole, le tomé el pecho apretándolo descarado con los dedos. Eso la hizo gritar, al notar mis dedos pellizcarle tímidamente el pezón. Lo noté endurecer al momento, pronunciando ella palabras inconexas que no pude comprender.

Y al tiempo, la follada continuaba al ritmo acompasado que nos marcábamos, removiendo Tania el culillo como mejor forma de producir placer en mí. Reía, fruncía el ceño bajo el empuje lo que podía ver a través del espejo medio empañado. Se la veía hermosa como nunca la había visto antes, masturbándose ella misma por abajo en busca de un nuevo orgasmo. Enganchándola del cabello, la follé de manera brutal y salvaje arrancando de ella sofocantes súplicas con las que pedirme continuar. Los dedos corriéndole el clítoris, se masturbaba mientras la polla la castigaba con nuevos bríos. Adelante y atrás, clavándola contra el baño sin compasión alguna.

-          Dios me matassss, me matas… córrete Felipe córrete…

Escapando de ella, la encontré caída a mis pies pidiéndome correr encima y en su boca. Enseguida me deshice del preservativo, dejándolo caer al suelo sin control sobre el mismo.

-          ¿En la cara? –pregunté pajeándome furiosamente a lo que Tania asintió abriendo la boca en espera de lo que se le venía encima.

-          En la cara sí… dámelo Felipe, dámelo todo.

Me corrí en su cara de forma abundante. El capullo libre y empezó a saltar todo sobre ella. La boca abierta y al instante el primero de los trallazos escapó cubriéndole el rostro de espesos goterones de líquido blanquecino. La boca, la nariz y hasta el ojo que cerró con experiencia. Luego un segundo trallazo más abundante que volvió a golpearle la nariz, cayéndole por la boca y la barbilla. Grité furibundo llevado por mi total desenfreno. Un tercer disparo lancé el cual le llegó al pelo, yendo a parar al suelo por detrás de la cabeza.

-          Jajajajaja, para para –exclamó gritando y riendo mostrando la lengua rosada fuera, sorprendida ante lo brutal de la corrida.

Cinco días sin correrse uno dan para mucho y bien que lo disfrutó, relamiéndose de gusto y degustando el líquido blanquecino y viscoso que le llenaba la cara. Con mis dedos y los suyos la limpiamos de restos de semen, parte de los cuales saboreó llevándolos a la boca.

-          Guau, ¿qué os dan en el pueblo? ¡Menuda corrida más bestia… Ummmm, está delicioso! –enganchando el grumo de la barbilla antes que cayera al suelo y llevándolo a la boca donde degustarlo con gesto hambriento.

-          Necesitaré otra ducha para arreglar este estropicio –la escuché decir con una sonrisa de asombro en su rostro.

-          Fue la emoción, perdona –mis dedos encima de la nariz y el ojo buscando limpiarla.

-          Sí, sí la emoción dice. ¿Dónde tenías tanto almacenado? Qué hermosura primo.

Se dice que tras la tormenta llega la calma y eso es lo que pasó, separándonos y volviendo a meterse a la ducha donde refrescarse y lavarse convenientemente, quedando de ese modo limpia de restos de lo allí sucedido.

-          ¿Qué te parece Carmela? –escuché la voz cantarina de mi prima al salir de la ducha.

Sabía bien desde el primer encuentro que aquella pregunta surgiría tarde o temprano. La relación entre amigas sería todo lo buena y abierta que pudiese serlo, pero una vez interesadas en mi persona, la competencia podría hacer saltar chispas entre ellas.

-          Una chica atractiva y en la que cualquiera se fijaría sin duda.

-          ¿Te gustaría hacértelo con ella?

-          Ummm, no sé. Por qué no, siempre que a ti no te importe, pequeña.

-          No para nada, con Carmela nos conocemos desde pequeñas y es una de mis mejores amigas sino la mejor.

-          Sabes, el otro día me confesó que le gustas –confirmó con sus palabras lo que yo ya creía desde la primera vez que las vi.

-          Bueno, tiempo al tiempo… si algo tiene que pasar ya pasará… no adelantemos acontecimientos –dije dándole un suave piquillo al que respondió cerrando los ojos entregada al corto beso.

Y así fue y os he contado el cálido encuentro con Tania, mi prima. Como lo fue igualmente placentero y provechoso con su amiga y con Modesta, mi querida tía con las que también tuve lo mío tratándose de dos mujeres bellas y hermosas como Tania lo era. Pero eso os lo contaré en una siguiente entrega si es que se da la ocasión y os gustó la presente…

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