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Amando a mi compañera del instituto

en Hetero: Infidelidad

Amando a mi compañera del instituto

Llovía a cántaros y, cuando estaba a punto de entrar al instituto, se encontró con una de las profesoras con el coche averiado. Le propuso remolcarla con su todoterreno hasta su casa lo cual ella agradeció aceptando al momento. Ella hizo una llamada al instituto indicando lo ocurrido yéndose finalmente ambos a su casa. Encontrarlo a él le fue de mucha ayuda……(ILUSTRADO)

Llovía a cántaros y, cuando estaba a punto de entrar al instituto, se encontró con una de las profesoras con el coche averiado. Le propuso remolcarla con su todoterreno hasta su casa lo cual ella agradeció aceptando al momento. Ella hizo una llamada al instituto indicando lo ocurrido yéndose finalmente ambos a su casa. Encontrarlo a él le fue de mucha ayuda……

Lo que voy a comentaros sucedió hace ya dos años largos. Los protagonistas de esta historia somos Isabel, profesora de Lengua y Literatura y un servidor que imparto lo mejor que se puede la asignatura de Física y Química. Hace cinco años que saqué las oposiciones con buena nota así que pude elegir centro decantándome por uno en Cádiz. Me gustan las ciudades pequeñas mucho más que las grandes aglomeraciones de ciudades como Madrid o Barcelona así que lograr aquella plaza resultó para mí un sueño hecho realidad.

Tengo 30 años, soltero y según dicen de mí soy bien parecido pues lo cierto es que no suelo tener problemas para ligar con las mujeres. No soy un superhombre ni nada de eso pero me conservo lo suficientemente bien como para disfrutar de vez en cuando de agradables ratos acompañado por buena compañía femenina. Más de una vez se me ha insinuado alguna alumna pero siempre he dejado de lado esas oportunidades por los evidentes problemas que me podían ocasionar.

Isabel tiene 38 años, está felizmente casada desde hace catorce años y tiene dos hijos. Es delgada, de físico espigado, con unas curvas superiores quizá excesivas pero la verdad es que está muy apetecible de cintura para abajo. Vamos, todos mis compañeros de claustro decían de ella que la profesora de Lengua y Literatura de 3º tenía un hermoso y muy apetecible culo.

Isabel posee una graciosa melena rizada de cabellos rojizos que le caen a la altura del hombro y mucha fineza en sus modos y trato. Se asemeja al físico de una modelo. Por otro lado, yo soy el típico profesor joven de instituto con el que las alumnas sueñan en sus noches de placer solitario. Soy alto, de cabello moreno y suelo vestir con americanas de pana. En la época de la historia que voy a contar me había dejado una pequeña barba de tres días que a mis ocasionales compañeras de cama les resultaba tremendamente interesante.

Como suele pasar en cualquier ambiente reducido, poco a poco comenzaron a dispararse las habladurías respecto a ella. Mis compañeros decían que estaba muy buena, que era una mujer muy ardiente y que tenía aventuras con otros hombres a espaldas de su marido. Si bien es cierto que Isabel, de vez en cuando, nos comentaba que había ido sola a ver a alguna amiga que vivía en otra provincia, aquello no era razón suficiente para que se dijeran esas cosas de ella. A título personal creo que simplemente se trataba de los típicos comentarios de hombres despechados con ella porque les había dado calabazas a sus vanos y estériles intentos de acercamiento.

Mi relación con Isabel era cordial y no iba más allá que el simple trato entre dos profesionales de la docencia dedicados cada uno de nosotros a su respectiva materia. Nos veíamos en el claustro de profesores y por los pasillos saludándonos camino de clase. Alguna vez, cuando llegaban los odiados exámenes, le había echado una mano ayudándola con algunos apuntes y con algunas fotocopias pero nada más que eso. Aunque me constaba que por el instituto corría el falso rumor de que el jefe de estudios y yo nos la tirábamos siempre que podíamos.

Un día de mucha lluvia, en que me dirigía al instituto sobre las nueve y media vi su coche estacionado contra la acera y con el capó levantado. La encontré completamente empapada por la lluvia, le pregunté qué le pasaba respondiéndome entre maldiciones que no tenía la menor idea. El motor de su pequeño utilitario había empezado a hacer ruido hasta que el coche acabó parándose de repente. Me dio la impresión que se había mojado el distribuidor pero inventé algún tipo de extraña avería que le iba a impedir llegar con él al instituto. Debo reconocer que su imagen desamparada bajo la lluvia con los cabellos mojados me había gustado demasiado, cosa que mi polla también entendió del mismo modo por lo que comenzó a endurecerse sin remedio bajo la tela de mis tejanos.

Estando así las cosas la convencí para llamar al instituto e informar de lo acaecido avisándoles que le iba a resultar imposible llegar a tiempo a su clase. Indicó que debía esperar que llegase la grúa para recoger el coche e ir después a casa a cambiarse de ropa pues se encontraba totalmente empapada. Una vez colgó llamé yo inventando la excusa de encontrarme en cama tras haber pasado una horrible noche con fuertes dolores de estómago que iban a impedirme ese día ir al instituto. Al acabar la llamada colgué suspirando aliviado y riendo después con ella al imaginar lo que pensarían en el instituto sobre nuestras extrañas ausencias.

Me ofrecí amablemente a llevarla yo. Tengo un todoterreno con un gancho que utilizo para la caravana así que le dije que podía remolcar el coche, añadiendo también que podía esperar a que se cambiara acercándola de nuevo al instituto. Isabel, no viendo una solución mejor a sus problemas, aceptó encantada mi ayuda. Así pues me puse manos a la obra, enganché la cadena, remolqué el coche de Isabel y nos dirigimos hacia su casa. Reconozco sin vergüenza que en el viaje imaginé las mil y una formas posibles de poder abordarla. Sus sensuales formas remarcadas bajo su ropa húmeda pegada a su cuerpo como una segunda piel debo decir que me tenían tremendamente trastornado.

Al entrar en su casa, encontramos pegada al frigorífico una nota de su marido diciéndole que no le esperase despierta que pasaría todo el día fuera de la ciudad y llegaría tarde por motivos de trabajo. Isabel emitió un ahogado insulto antes de invitarme a pasar indicándome que preparara dos cafés mientras ella se cambiaba de ropa. Accedí gustoso y mi compañera de instituto me indicó cómo llegar a la cocina. Una vez allí y apenas dos minutos más tarde escuché correr el agua de la ducha mientras se iba calentando el agua del café. Comencé a trastear por los armarios buscando dos tazas hasta que, de pronto, escuché un golpe seco seguido de una fuerte maldición y finalmente el inicio de un sollozo apagado.

Isabel, ¿te pasa algo? ¿te encuentras bien? –pregunté fuertemente alarmado por el ruido.

¡No, maldita sea! Hoy me sale todo al revés. Me he caído y me duele la cadera –exclamó tras la puerta. Mierda, no me puedo levantar.

Ante su respuesta abandoné lo que estaba haciendo, olvidando el café y las tazas y dirigiéndome rápidamente al baño. No pensé ni un segundo en la situación que se avecinaba tras la puerta del baño. Juro que tan solo pensaba en ayudarla y ver qué demonios le había sucedido. Nada más abrir la puerta encontré a Isabel tendida en el suelo, con el cuerpo completamente desnudo y con un gesto de evidente dolor en su cara. Pude ver cómo resbalaban lágrimas por sus sonrosadas mejillas.

Me quedé mirándola unos segundos sin saber qué hacer hasta que inclinándome me acerqué a ella que permanecía inmóvil en el suelo. Según pude comprobar se había dado un buen golpe por lo que, con cierta dificultad, la levanté del suelo y la llevé hasta su dormitorio.

El simple contacto con su piel húmeda encendió aún más mis sentidos y el notar sus brazos rodeando mi cuello me dejó totalmente fuera de control. La cargué cogiéndola entre mis brazos comenzando tan agradable traslado. El único problema es que solo a los dos o tres metros de iniciado el recorrido no pude evitar buscar sus apetecibles labios con los míos. Me sorprendió gratamente el hecho de que Isabel no me rechazó sino que totalmente al contrario, se agarró a mí con fuerza devolviéndome el beso de forma apasionada.

Bésame, por favor…vamos bésame. Hace tanto tiempo que no siento unos labios masculinos….

¿Así que mi pobre compañera de claustro andaba falta de caricias? Debía aprovechar la magnífica ocasión que la fortuna me brindaba de poder amar a una espléndida mujer como era aquella.

Nada más alcanzar su lecho matrimonial, los besos se hicieron mucho más intensos abandonando la inicial gratitud para transformarse en una clara invitación al pecado. La dejé caer suavemente en la cama dedicándome a acariciar sus rotundas curvas, sus suaves y turgentes pechos de pezones erectos como puntas de lanza, su liso y trémulo abdomen vibrando con cada roce de mis manos que buscaban alcanzar su monte de Venus totalmente carente de vello.

Mi compañera de claustro comenzó a gemir ruidosamente cuando liberé sus labios dirigiendo mis pasos hacia sus duros y redondos pechos. Mientras tanto mis dedos jugaban con su pequeño botón del placer el cual respondía haciendo humedecer su excitado sexo de manera abundante. Isabel acariciaba mi cabello entre sus dedos al tiempo que trataba de despojarme de mi mojada camisa. Gimiendo sin poder evitarlo noté cómo el contacto de sus dedos sobre mi piel me producía escalofríos de placer.

Besé sus pechos dándole pequeños mordiscos en sus duros e inflamados pezones. Aquellos pequeños mordiscos hicieron que las últimas barreras de mi bella pareja fueran cayendo poco a poco. Me incorporé levemente deshaciéndome del resto de mis ropas. Me recosté junto a ella y seguí con aquella lenta secuencia de besos, caricias y miradas cálidas sobre cada uno de los poros de ese cuerpo curvilíneo y escultural.

No me atrevía a avanzar más allá. Realmente Isabel era una mujer a la que cualquier hombre desearía pero, al mismo tiempo era mi compañera de instituto. Tenía miedo de cómo podía acabar todo aquello. Me encontraba con una mujer casada y con dos hijos así que aquellos pensamientos hacían que no me lanzara como hubiera hecho con cualquier otra mujer.

Isabel notó mi manifiesta indecisión y sin pensárselo ni un segundo más fue ella la que tomó la iniciativa susurrándome en voz baja junto al oído:

Cariño, por favor hazme el amor….El tonto de mi marido hace tanto que no me lo hace. De hecho estoy segura que me la pega con otra.

Con un leve quejido se incorporó montándose sobre mí. Nos unimos en un beso prolongado mientras Isabel frotaba su sexo sobre mi polla. Presioné con mi lengua sobre sus labios los cuales abrió ella recibiendo mi lengua enroscándola con la suya. Noté su humedad creciente y su perfume a sexo colmaba mis sentidos al tiempo que besaba mi cuerpo girando sobre mí.

Tuve su bonito sexo a pocos centímetros de mis labios pero no me permitió que llegara hasta él. Isabel seguía besando mi cuerpo sin tocar siquiera mi herramienta, besaba mis muslos arriba y abajo y al llegar a la altura de mi entrepierna pasaba de largo evitando el contacto cada vez que se aproximaba.

Debo reconocer que aquella me pareció una deliciosa y placentera tortura. Podría decirse que hasta la disfruté íntegramente. Sin embargo deseaba poseer a aquella hermosa mujer así que lentamente la atraje hacia mis labios entregándole un beso profundo mientras le levantaba la cintura para poder situar convenientemente la cabeza de mi polla en la entrada de su rosado coñito. Tras unos ligeros movimientos la fui penetrando con extremo cuidado hasta que finalmente acabé hundiéndome por completo dentro de ella.

Isabel cruzó sus brazos alrededor de mi cuello llevándome hacia ella. Al principio sintió dolor aunque también un gran placer al ser taladrada por mi polla. Tras unos segundos en que me quedé quieto ayudándola a que se acomodara al tamaño de mi miembro, mi madura compañera se relajó completamente empezando a gritar como una loca moviendo sus caderas para que fuera introduciendo mi pene dentro de ella cada vez más y más.

¡Clavámela……vamos clavámela! Tienes una polla estupenda, me encanta…..hacía tanto tiempo que mi coñito no gozaba de una polla tan rica como la tuya…….

Estrujé sus bonitos senos lamiéndolos mientras mordisqueaba sus pezones los cuales estaban durísimos. Sentí cómo la vagina de Isabel se contraía contra mi pene haciéndome sentir un gran placer. Isabel tenía un coñito estrecho con lo que me costaba moverme en su interior.

Comenzamos a movernos lentamente, disfrutando de cada una de las fuertes embestidas que le iba propinando. En la medida en que nuestra temperatura iba aumentando también lo hacía igualmente la velocidad de mis penetraciones. Estuvimos follando de ese modo durante unos cinco minutos los cuales me parecieron una eternidad. No quería que aquello terminara nunca. Jamás hubiera imaginado que Isabel fuera tan ardiente en la cama, había encontrado en ella una estupenda hembra ansiosa por ser amada y gozar de los placeres que un hombre joven como yo pudiera entregarle.

Cuando Isabel llegó a su punto culminante, se desbordó por completo transformándose en una fiera hambrienta de sexo. Echó la cabeza hacia atrás apoyando las manos en mi pecho y dejando descansar libremente su larga melena mientras arqueaba su cuerpo como una gata en celo. Se movía con rapidez buscando el tan deseado orgasmo de ambos hasta que me hizo eyacular exprimiéndome hasta la última gota de semen. Aquella especie de pantera siguió moviéndose queriendo obtener un mayor placer, hasta que, al cabo de dos minutos explotó en un grito de placer infinito dejando caer sus redondas formas sobre mí.

Ha sido estupendo. Gracias, muchas gracias –me dijo besándome apasionadamente para, de ese modo, agradecerme el intenso orgasmo que había logrado arrancarle. ¡Dios, hacía tanto tiempo que no me follaban de este modo!

Ambos nos fuimos relajando mientras continuábamos besándonos mezclando nuestras lenguas alegremente. Mi polla seguía dentro de ella palpitando de emoción y tratando de recuperar el resuello tras el polvo obtenido. Mi compañera de instituto trató de incorporarse buscando un albornoz para cubrir sus desnudas formas. Me quedé mirándola contemplando su tentador cuerpo. Isabel era realmente hermosa y la visión de su desnudo cuerpo logró que me encendiera nuevamente.

¡Dios mío, pero mírate como estás! ¡Pero si estás en forma de nuevo! –me dijo alargándome la mano y diciéndome que la acompañara a la cocina a tomar ese café que teníamos aún pendiente.

Cruzamos rápidamente el largo pasillo hasta llegar finalmente a la cocina. Por el camino fui fijando mis ojos en su redondo trasero el cual se movía sensualmente por debajo de la tela del albornoz invitándome a continuar con el morbo que habíamos iniciado. Una vez llegados a la cocina me senté junto a la mesa mientras Isabel preparaba dos cafés en el mármol dándome la espalda.

¿Cuántos terrones quieres? –me preguntó moviendo circularmente sus nalgas provocándome bien a las claras para que me acercara a ella.

No me hice de rogar y levantándome de la silla me uní a ella agarrándola por los pechos y apretándola contra mí para hacerle sentir la enorme hinchazón de mi pene. Isabel cerró los ojos gimiendo de emoción al tiempo que me ofrecía su cuello para que lo chupara.

Ummm cariño…..está visto que hoy no voy a poder invitarte a tomar café –me dijo entre susurros y presionando sobre mi pubis con su apetecible trasero, cosa que me llevó a alcanzar un alto grado de excitación.

¿Quieres que te folle otra vez putita? –le pregunté en voz baja llevando mis manos hacia sus muslos los cuales sobé a conciencia aprovechando al mismo tiempo para lamerle y chuparle su entregado cuello el cual me entregaba con la cabeza ladeada en una clara invitación a ser chupado.

Cariño, bien sabes que sí. Me has tentado y has conseguido ponerme tan cachonda que ahora no hay quien me pare así que hazme gozar hasta que reviente de placer……

Al escuchar aquellas palabras la hice volver hacia mí, sentándola sobre el mármol de la cocina y obligándola a abrir enteramente las piernas. Isabel apoyó las piernas en mis hombros entregándome completamente su sexo el cual tenía bien empapado.

Vamos cariño, hazme el amor. Hazme gozar…..quiero correrme en tu boca y que te bebas mis jugos. ¡Venga por favor, hazlo! –me dijo agarrándome con fuerza del cabello y llevándome contra su bien cuidado pubis.

Haciendo caso a sus súplicas descorrí con mis dedos los pliegues de su rosado coño y me sumergí en sus labios vaginales empezando a mordisquearle ligeramente su inflamado clítoris el cual se puso duro al instante. Mi bella compañera del instituto lanzó un fuerte lamento apretándome contra ella sin dejarme abandonar tan estupenda tarea. Al tiempo que chupaba y lamía su clítoris me dediqué a introducirle dos de mis dedos los cuales fui introduciendo y sacando alternativamente hasta que la hice correrse como una loca.

¡Diosssss, sigue vamos…..sigue así. No te pares, cabrón. Me estás matando de placer. ¡Cuánto tiempo hacía que no me comían el coñito de esta manera!

De ese modo volví a consagrarme a tan ardua tarea tratando de lograr que volviera a entregarme sus jugos vaginales. Transformé mi lengua en un pequeño pene con el que iba follándole su vagina haciéndola gemir y retorcerse. Levantando la vista hacia su rostro pude ver satisfecho como mordía con fuerza la tela del albornoz llegando a un nuevo orgasmo más salvaje si cabe que el anterior.

En cuanto acabó de correrse, sollozando y llorando de felicidad, se levantó con dificultad haciendo fuerza con los codos y cogiéndome por la mano me llevó hasta la amplia mesa de madera de cerezo que presidía la cocina. Me hizo sentar en la mesa agachándose a la altura de mi cintura con lo cual se encontró frente a mi gruesa y dura polla la cual tomó entre sus manos llevando la piel del prepucio hacia atrás y empezando a besarla y acariciarla con enorme cariño.

¡Me encanta tu polla, es estupenda! Otra vez la vuelves a tener en forma…¡Ojalá mi marido se recuperara tan rápido como tu lo haces! –dijo abriendo la boca y empezando a pasar su lengua por la totalidad de mi tronco humedeciendo mi polla y haciéndome gemir totalmente entregado a lo que aquella madura mujer quisiera hacerme.

Isabel fue bajando y subiendo con extrema lentitud ensalivando la totalidad de mi polla desde los huevos hasta el redondo glande. Se entretuvo un buen rato chupándome los huevos ascendiendo después hasta llegar a mi glande el cual observó con los ojos entreabiertos como si lo estuviera adorando. Finalmente la vi abrir la boca y meterse mi endurecido miembro en su pequeña boquita la cual lo acogió con enorme placer jugando arriba y abajo con su húmeda lengua.

Así Isabel….chupámela así, lo haces genial –le dije siendo yo ahora quien enredaba mis dedos en su rizado cabello ayudándola a chuparme cada vez con mayor velocidad.

¿De veras te gusta como lo hago? –me preguntó mirándome fijamente con sus preciosos ojos color miel los cuales brillaban con un brillo especial mientras se relamía de gusto imaginando el placer que iba a proporcionarme.

Isabel, no supuse por un momento lo ardiente que podías llegar a ser. La verdad es que me encanta y que bendigo la suerte que he tenido de encontrarte en la calle con el coche estropeado.

Aquella hermosa madurita me sonrió gratamente satisfecha y empezó a comérmela a gran ritmo al tiempo que se ayudaba masturbándome con su mano. Me masturbó meneando mi pobre miembro con rapidez para sacarlo de pronto de su boca y escupir sobre el mismo volviendo a masturbarme con sus dedos con un ritmo absolutamente infernal.

Volví a agarrarme a su cabeza tratando de aguantar la cercanía del orgasmo el cual notaba que se aproximaba a pasos agigantados si aquella experta mujer seguía comiéndome de aquel modo tan salvaje. Así pues logré incorporarme levemente y con gran dolor de mi corazón la obligué a sacarla de su boca avisándola de la inminencia de mi corrida si seguía con aquel enloquecedor juego. Fue entonces cuando con voz entrecortada la escuché decirme pasándose la lengua por los labios:

Cambiemos de posición, aún no me animo a tragarme tu leche. ¿Lo entiendes, verdad? Perdona pero deberás darme algo de tiempo. Cariño, simplemente hoy no me veo capaz de hacerlo –me dijo con voz temblorosa.

Tras dos minutos de descanso en el que ambos aprovechamos para explorar los rincones más escondidos de nuestras bocas la cogí por los brazos haciéndola apoyar el pecho sobre la mesa completamente estirada hacia delante. De ese modo la imagen de ese culo glorioso se me ofrecía en todo su esplendor.

¿No piensas hacerme tuya otra vez? –me preguntó con voz ronca y desfallecida con la cabeza abandonada sobre la mesa.

Le acaricié la espalda haciéndola temblar de emoción beneficiándome de su total inmovilidad para abrirle bien las piernas. Empecé a masajearle el clítoris metiendo en su vagina primero un dedo para después acompañarlo de un segundo. Isabel aceleró su evidente excitación magreándose los pechos y lamiendo sus oscuros pezones.

¡Vamos, no lo soporto más! Fóllame…vamos quiero que me folles. ¡Dame fuerte y fóllame mi pobre coñito! Te quiero completamente dentro de mí…te deseo tanto. Haz conmigo lo que quieras…..-gritaba mientras se abría su empapada vagina con los dedos.

No hice caso de sus berridos continuando con mi lamida sobre sus irritados labios. De nuevo el placer superó las fuerzas de mi madura amante la cual cayó rendida sobre la mesa alcanzando un nuevo orgasmo.

¡Eres malo conmigo! Venga maldito cabrón, vuelve a follarme de una buena vez. No aguanto más tanto placer, cariño quiero tenerte dentro de mí –exclamó volviéndose hacia mí y mirándome a los ojos con la boca abierta y el rostro completamente congestionado.

La cogí por los costados levantándola y haciéndola arquear la espalda para que tirase su redondo culito hacia atrás. Le quité el albornoz dejándola totalmente desnuda. Me hice con sus exquisitos senos haciéndola tirar hacia atrás hasta que mi sudoroso pecho quedó pegado a su espalda.

¿Quieres mis pechos? ¿Eso es lo que quieres? Ahí los tienes, mi amor. Son todo tuyos –me dijo chillando y moviendo sus nalgas buscando contactar con mi erecto miembro.

Me hice con la cadera de tan exquisita hembra al mismo tiempo que sostenía mi duro miembro acercándolo a la entrada de su inflamado coñito. Apreté con fuerza escuchándola gritar de placer al notar la entrada de mi polla en su estrecho agujero. Los pechos duros y redondos de mi bella conquista se bamboleaban a uno y otro lado una vez comencé a moverme en el interior de su vagina. Fui apretando poco a poco hasta que logré quedar totalmente dentro de tan estupenda mujer la cual respiraba con fuerza intentando volver a hacerse al tamaño de mi grueso aparato.

¿Te gusta mi polla? ¿Quieres que siga? –le pregunté junto al oído.

Damela toda y rómpeme por dentro. ¡Estoy tan cachonda que creo que voy a correrme de nuevo!

Isabel se retorcía de emoción sintiéndome dentro de ella. Movía sus caderas lentamente al tiempo que ronroneaba como una auténtica gatita animándome a continuar con mi follada. No estuve follandola a buen ritmo más de medio minuto cuando sentí como aquella mujer gritaba volviendo a correrse y pidiéndome que siguiera martilleándola más y más.

Saqué mi polla de su vagina haciéndola quejarse con un ruidoso gruñido y dejándola descansar unos segundos cuando una fugaz idea recorrió mi cabeza. Llevé mis dedos a la entrada de su estrecho culito cogiéndola completamente desprevenida pues Isabel dio un fuerte respingo girándose hacia mí con mirada asustadiza:

¿Qué intentas hacer? Por ahí no que duele. Sólo lo he hecho dos veces y creí morir del dolor que sentí.

Tranquila Isabel que iré con sumo cuidado para no hacerte daño –le dije tratando de hacer que se relajara para permitir la entrada de mi dura herramienta en tan encantador agujero.

Está bien, confío en ti. Mi marido me lo hizo dos veces y casi me destroza el muy cabrón así que sólo te pido que vayas con cuidado, por favor.

Acaricié su mojado coñito con dos de mis dedos volviendo a hacer que gimiera de placer disfrutando con aquello que le hacía. Tenía que lograr que se olvidara de su entrada posterior y que se relajara completamente hasta que estuviera dispuesta a entregarme su oscuro culito el cual deseaba follarme de manera desesperada. Sin embargo, debía ser paciente y saber trabajarla convenientemente hasta conseguir que fuera ella misma quien deseara que la sodomizara una y otra vez.

Sacaba y metía mis dedos de su lubricada vagina aprovechando las salidas para acariciar su esfínter como por descuido. Cada vez que rozaba su agujero anal, Isabel aullaba con más fuerza demostrándome la necesidad que tenía de mí. Me situé entre sus piernas ayudándome de la lengua para chuparle y lamerle el clítoris mientras la follaba lentamente con mis dedos entrando y saliendo sin descanso.

Me gusta…me gusta lo que me haces. Eres maravilloso. ¡Qué bien sabes tratar a una mujer! Fóllame….fóllame por favor….necesito que me folles salvajemente. ¡Por favor, hazlo y no me hagas sufrir más!

Me incorporé con rapidez volviendo a situarme tras ella con la polla en ristre y apuntando hacia ella. Llevé mi polla al interior de su vagina haciendo que volviera a gritar con la entrada de mi pene. Isabel, acostumbrada ya al tamaño de mi verga, empezó a moverse al momento siendo ahora ella quien me animaba a follarla moviendo las caderas sin parar. ¡Era increíble poder estar follándome a una hembra como aquella y haciéndola gozar de aquel modo!

Ahora Isabel sólo relájate unos segundos que vas a gozar como una loca. Primero sentirás un agudo dolor pero una vez te acostumbres te aseguro que creerás estar en la gloria.

De pronto y sin esperar más, extraje mi horrible músculo dirigiéndolo a su ano para apretar lentamente presionando con fuerza para que su estrecho anillo se fuera dilatando poco a poco. Isabel cerró con fuerza los ojos mordiéndose el labio inferior a la espera de recibir la visita de tan enorme visitante.

Agarré con las manos sus nalgas aprovechando para darle unos fuertes cachetes hasta que fueron tomando un ligero tono rosado. Isabel sollozaba de dolor pero se portó como una buena alumna sin separarse un solo momento. Una vez tuvo las nalgas bien rojas se las fui acariciando con gran cariño cosa que hizo que se relajara bastante.

Observé con gran satisfacción cómo el estrecho anillo anal se iba dilatando levemente permitiendo el paso de mi excitado miembro el cual fue abriéndose paso en tan encantadora cueva.

Ohhhhh déjame, déjame, por favor. Sal de mí….me estás rompiendo por dentro. Ahhhh Dios, me duele muchísimo. ¡Me quemas…..me quemas cabrón! –la escuché decirme volviendo la cara hacia mí mostrándome sus ojos llorosos y completamente en blanco, prueba inequívoca del placer que sentía en esos momentos.

Isabel fue tomando un lento movimiento circular para de ese modo demostrarme la urgente necesidad que tenía de que presionara sobre ella hasta sentirme en su interior por completo. Finalmente y con evidente esfuerzo logré hacer ingresar el redondo glande en su culito parando unos segundos para coger fuerzas en busca de la siguiente fase que ya suponía la entrada de la totalidad de mi grueso aparato.

La entrada de mi polla fue menos problemática que la de mi desnudo champiñón. Segundo a segundo mi bella compañera fue haciéndose al grosor de mi miembro con lo que la sodomización resultó ser mucho más fácil y placentera.

En el preciso momento en que noté mis cargados testículos golpeando contra sus redondas nalgas la cogí de las caderas y empecé a moverme sodomizándola a conciencia. Aquella madura mujer berreaba con cada una de las acometidas que le daba. Primero la follé despacio pero poco a poco fui adquiriendo mayor velocidad logrando hacerla aullar de placer y de dolor.

Fui cambiando alternativamente de agujero, entrando ahora en el coño para cambiar al momento al ano y así sucesivamente. Así estuve gozando de esa mujer diez largos minutos hasta que completamente cansada y satisfecha la escuché decirme cayendo sobre la mesa mientras agarraba desesperada el arrugado mantel:

Cariño, córrete……vamos córrete en mi cara. Dame tu leche de una vez. Te deseo tanto….

Sin poder aguantar por más tiempo el inmenso placer que sentía salí de ella viéndola arrodillarse delante de mí agarrando entre sus dedos mi inflamado pene el cual mostraba bien a las claras la cercanía del orgasmo. Isabel se dedicó a masturbarme con furia moviendo la mano adelante y atrás hasta que lanzando un ahogado grito acabé eyaculando sobre su bello rostro. Ella cerró con rapidez los ojos una vez mi primer trallazo fue a parar sobre su graciosa nariz. Lancé un segundo y un tercero los cuales fueron a dar sobre su cabello y su barbilla. No pude menos que cerrar los ojos apoyando mis manos en su cabeza para no caer mientras me iba relajando y recuperando de tan brutal orgasmo.

Solamente los abrí cuando sentí su lengua acariciando y chupando con exquisito cariño mi glande hasta dejarlo bien limpio. Isabel fijó su mirada en la mía mirándome completamente agradecida y llevando sus dedos a la boca tras recoger los restos de mi corrida. ¡Jamás hubiera imaginado verla gozando de ese modo disfrutando con mi semen como si se tratara de una auténtica putita!

¡Ha sido fantástico! Gracias….muchas gracias por hacerme gozar de ese modo.

De pronto mi estupenda amante se puso seria adoptando su mirada un rictus de preocupación.

¿Qué te preocupa cariño? –le pregunté alargando la mano para ayudarla a levantarse.

Por favor, no digas nada de esto en el instituto. ¡Me moriría de vergüenza si alguien se enterara!

¿Por quién me has tomado? –dije tratando de tranquilizarla mientras apoyaba su cabeza en mi hombro acariciándole su sedoso cabello con mis dedos.

Gracias, muchas gracias. Necesitaba oírte decir eso. Me gustaría que nos siguiéramos viendo y que me hicieras sentir lo mismo que me has hecho sentir hoy…..Podríamos aprovechar las escapadas de mi marido para ver a su amiguita para pagarle con la misma moneda.

Siempre que tu quieras amor –le dije apartándole a un lado el pequeño mechón que le caía sobre la frente y acercándola a mí para besarla de forma suave notando como se estremecía entre mis brazos.

Tomamos el café que teníamos pendiente hacía ya un buen rato, nos vestimos con rapidez para que ella volviera al instituto y nos acabamos despidiendo en el vestíbulo con un beso apasionado antes de abrir la puerta empezando a bajar las escaleras buscando alcanzar en segundos la ruidosa calle……..

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La boda de mi prima (1)

Sorpresa agradable en compañía de mi sobrina

Placeres desenfrenados

Intimidades lésbicas

Gozando con mi suegra

Juventud negra

Caricias entre mujeres

Yo os declaro marido y mujer

Pasión desmedida

De vacaciones por Mallorca

Yendo de compras

Visitando a mi tía Leire

Feliz descubrimiento con mi tío Blas

Reunión de trabajo y placer

Pasando el domingo con un matrimonio muy liberal

Noche de sábado muy movida

Encuentro inesperado

Montándomelo con mi querida tía

Abandonando el lecho conyugal

Amores lésbicos

Amor incestuoso entre madre e hijo

Orestes, el jardinero de mis padres

El lento despertar de la bella Sara

Viaje en el Ave Madrid-Barcelona

Mi mujer es una guarra de mucho cuidado

Acabé siendo una verdadera puta

Encuentro casual con mi cuñada

Sensuales caricias maternas

Empieza el día en el ascensor

Contacto con mi nuevo amante y mi sobrina

¡Fuera prejuicios!

Tres semanas en casa de mi prima (2)

Dinero sangriento

Seducida por una desconocida

Tres semanas en casa de mi prima (1)

Mi primera experiencia en el incesto

Un pintor de brocha gorda

Iniciándonos en el intercambio de parejas

Deseos húmedos

Viaje caliente a París

Un hombre de ocasión

Dos amantes retozando frente a mi ventana

Perdí la decencia con mi joven cuñado

Amores perversos en un hotel

Es estupenda mi tía Mónica

Juegos femeninos

Incesto con mi padre y mi hermano

Quitándole el novio a mi hermana

Una tarde en el cine

Acabando con la virginidad de mi sobrina

Encuentro amistoso

Sintiéndome puta con el negro

Me cepillé a mi tía

Violación fallida

Follando con el novio de mi nieta

Polvo antológico con mi hijo

El profesor universitario

Trío con mi mujer en un restaurante

Conversación entre dos amigas

Seduciendo a una mujer madura (2)

Seduciendo a una mujer madura (1)

Un día de playa (2)

Un día de playa (1)

Mi adorable Yolanda

Una noche loca junto a mi hijo

Madre e hijo

Intensas vacaciones con la familia

Navidades junto a mi sobrino

Mi tía Maribel

Tres mujeres para mi hijo

Me follé a mi propio hijo

Con Emilio en el aeropuerto

En el baño con mi amante argelino

Un buen polvo en los probadores del Corte Inglés

Disfrutando del cumpleaños de mi joven yerno

Cálidas vacaciones de verano

Volviendo a la playa nudista

En la playa nudista

Jodiendo con el cachondo de mi sobrino

Daniela, la madre de mi amigo

Conociendo íntimamente a mi hijastro

Mi querídisimo sobrino Eduardo

Un maravilloso día con mi futuro yerno

Deliciosa despedida de soltera

Kareem, nuestro masajista preferido

Mi clienta favorita

Bruno

Follando con la madre de mi mejor amigo

Con mi vecino Carlos

Aquella noche en la discoteca

Mi primer trio con dos maduras

El negro y su amigo